Una historia interesante 21

Preguntas y respuestas… muchas preguntas y muchas respuestas… de nuevo parte del pasado revelado explicando el cómo comenzó una relación de la que muchos se sorprenden. Espero lo disfruten.

Levantarse un día domingo a las siete de la mañana no era algo que me gustase mucho. Mi rutina era dormir a esa hora luego de estar toda la noche jugando en la PC. Pero gracias a que vivo con un bastardo obsesivo que tiene un poco de influencia sobre mí, en este momento estoy yendo al súper para hacer la compra del mes y conociéndolo como lo conozco (que es bastante), estaremos en eso al menos unas cuatro horas. Así ocurrió la última vez que él y yo fuimos a comprar.

Al menos el ambiente esta tolerable. Víctor y Angel hablan y hablan riéndose de todo un poco (básicamente están criticando y burlándose de todas las personas que ven por el camino) y debo admitir que hasta yo me rio con las cosas disparatadas que dicen.

La víctima en este momento era una señora de aproximadamente sesenta años quien paseaba el perro más pequeño del mundo.

-¡Pero mira a la vieja! ¡Mírala! –casi gritaba Víctor en un tono de crítica y burla en la voz.- A estas horas caminando sola… luego las roban, violan o matan ¡y se quejan!

-Pienso que si la matan, no podrá quejarse mucho –razonó Angel con burla- y dudo mucho que esa mierda de perro que tiene la defienda mucho.

-Ese es un perro que si podrías patear, eh Raba –comentó Víctor con burla.- Si fuese más grande, seguro te cagas del miedo –y comenzó a reír.- Miedosito… -el tono de burla no se iba.

-¿Para qué lo niego? No me gustan esos bichos… -la cara de Angel mostraba mucho desagrado.

-No es que no te gusten –insistió Víctor con burla, - es más bien que te cagan de miedo… deberías superarlo algún día Raba.

-Claro, pero no será hoy –terció Angel.- El caso es… que esa señora no sabe qué peligro corre.

-Y así señoras y señores es que se cambia un tema de forma no tan sutil –dije interviniendo en su conversación desde el asiento trasero.

-Ah, pensé que estabas muerto… no habías dicho nada desde que salimos de casa –replico Angel mirando por el espejo retrovisor.

-Bueno, ya que no tenía absolutamente nada que aportar a sus estupideces, era mejor callar –le respondí con aburrimiento.

-¡Oh… mira Raba! –dijo Víctor de pronto. Era obvio que estaba ignorándome. Estaba señalando a un par de muchachas en ropa deportiva que trotaban en una plaza por la que pasábamos en ese momento.

-Joder Vito… eso no me interesa –Angel estiro el cuello buscando.- ¿No has visto a algún tipo musculoso sudado y sexy?

-No, que asco –respondió Víctor sin dejar de mirar a ambas mujeres.- Esas asquerosidades son cosa tuya…

-¡Oye! ¡Que yo te he conseguido putas en la calle para que las veas! – se quejó Angel.

Siguieron burlándose y criticando a todo aquel que veían hasta que, en cierto momento, cruzo a la derecha y siguió conduciendo unos cuarenta metros. Llegamos a la entrada de un estacionamiento rodeado por rejas de seguridad negras. Le pagó al tipo de vigilancia que estaba en una caseta para tal fin y logramos entrar al recinto. Ambos comenzaron a buscar un sitio libre hasta que Víctor, con ojos de águila, vio uno bastante alejado. Rápidamente, o al menos lo más rápido que podía, Angel llegó al sitio y estacionó. Un sol mañanero nos dio en el rostro mientras en la piel se sentía un aire frio como cualquier mañana. Un contraste bastante común en el clima de este país. Observé que el Tanque sobresalía por encima de otros vehículos.

-A ver… a ninguno nos gusta, pero aun así lo usamos muy seguido –fue lo primero que dije, a modo de queja, cuando nos bajamos y nos dirigimos a la entrada del supermercado.- Ojala no intenten robarlo… de nuevo.

Víctor se encogió de hombros restándole importancia y Angel, contra todo pronóstico, no dijo nada. Creo que el hecho de estar revisando una de las lista detalladamente fue la causa de su inesperado silencio. Tomó una de las hojas y se la tendió a Víctor.

-Toma, esto es lo que debes comprar –le dijo. Víctor la tomo riendo medio burlón.

-Cuanta organización Raba –comentó.

Angel me tendió otra hoja a mí.

-Ya lo sé… es lo que me toca comprar –le interrumpí antes de que hablara. Él solo se limito a mirarme con mala cara por unos segundos. -¿Qué?

-No me gusta que me interrumpan –dijo con simplicidad.

-Lo sé… a mí tampoco me gusta estar despierto un domingo a esta hora y sin embargo… aquí estamos ¿no? –le dije fríamente. Él solo puso los ojos en blanco.

-Solo serán un par de horas, luego podrás ir a dormir o a jugar o a cualquier mierda que desees hacer hoy –me replico él de malas maneras.

-Si tú lo dices –dije con desdén.

Si, lo sé. Estoy irritado y deseo en verdad golpear a alguien. Pero la verdad no los golpearía a ellos, pues son algo así, como las personas que más tolero. Aun sabiendo de ante mano que hoy sería el día de las compras, eso no significa que mi humor iba a ser el mejor ya que estoy haciendo algo que en verdad no deseaba, pero supongo que con la independencia vienen ciertas responsabilidades y sería sumamente injusto que solo ellos tengan que hacer las compras. Solo me queda respirar profundo y cargarme de mucha paciencia por el bien de las personas que me encontraría más adelante.

Entramos al súper y lo primero que sentí fue el frio que se siente en ese lugar, además de una música que quizá era para relajar a las personas pero que tuvo como efecto irritarme más.

-Oye Raba… ¿Hasta qué hora debemos estar por aquí? –le preguntó Víctor conservando ese tono burlón de antes. Algo se traía entre manos para estar tan relajado y tranquilo o quizá es que realmente estaba disfrutando del día. Yo… no tengo ni idea de cómo funciona su mente.

-El tiempo que sea necesario Vito –respondió Angel tomando un carrito. Víctor y yo hicimos lo mismo.- Bien, ya que es temprano, no deberíamos encontrar tantas personas –añadió mirándome de reojo.

Casi dos horas después (por culpa de la lentitud de la puta que estaba en la caja para cobrar) estábamos de camino a casa.

-¡No se puede ser más lento en la vida! –me queje al salir del estacionamiento.

-Calma –trato de apaciguarme Angel desde el asiento del copiloto. Esta vez, Víctor conducía.- La pobre chica se vio abrumada por la cantidad de cosas que compramos. No es fácil encargarse de tres carritos hasta el tope de comida.

-A ver… hay una puta maquina que lee los códigos y va sumando el precio mediante una computadora –le recordé yo,- ella solo debe pasarlos por ahí y listo. No digo que sea fácil encargarse de tres carros de compra llenos, pero sí que podía mover más rápido la mano para pasar los putos códigos en la puta maquina -concluí bastante irritado.

-¿Si notaste que cuando pasó un par de productos rápido la máquina de mierda no logró leer el código? –me pregunto Víctor sin dejar de mirar al frente.- Es por eso que se retraso un poco. La tecnología de este país es retrasada… en todo sentido –añadió con mal humor en la voz.

-Tu mal humor a veces puede ser toxico Andrés –comento Angel medio riendo señalando a Víctor con un gesto de sus labios.

-El tuyo es peor que el mío –replique yo, recordándole ese punto, con una sonrisa. A veces, él tenía el efecto de hacerme reír con comentarios extraños. Situaciones extrañas, supongo.

Ya casi era el medio día cuando los tres, Víctor, Angel y yo, terminábamos de ordenar las compras. ¿Por qué nos tardamos tanto? La comida se organiza de acuerdo a la fecha de compra y la fecha de vencimiento. ¿Qué implica eso?: mover absolutamente toda la comida de la casa para reorganizarla de acuerdo a esos dos parámetros. El problema de tener mucho, es que se debe mover mucho y reorganizar mucho. Era algo bastante tedioso, pero no errado. Ninguno quería tener pérdidas de alimentos (sobre todo aquellos dos) así que yo también ayudaba con eso.

Mientras guardo un par de botellas de vino dentro de la bodega al lado de la nevera industrial del primer sótano, hecho una mirada a la puerta del segundo sótano. Si alguien supiera lo que ahí hay de seguro se escandaliza. La verdad, casi todo lo que estaba ahí era de mi uso, pero eso no quería decir que Angel y Víctor no lo usasen. Sonrió un poco mientras cierro la puerta de la bodega y voy hacia las escaleras para ir a la cocina. Si, era hora de almuerzo, probablemente ya alguno de ellos tendría algo hecho. Al llegar a la puerta, apago la luz del sótano, y la cierro.

-Tengo hambre… ¿tienes idea de que vamos a comer? –le preguntó a Víctor. Es él el único que está ahí en ese momento. Colocaba una caja de galletas en un cajón superior.

Por toda respuesta, me señala un plato en la encimera envuelto en papel transparente.

-Todo tuyo –me dice mientras cierra la puerta del cajón.- Lo mío esta aun en la nevera –me informa antes de preguntarle porque solo hay un plato.

-¿A qué hora hicieron esto? –pregunté tomando el plato y viendo su contenido: puré de papas, arroz, ensalada de vegetales y pollo.

-Durante la semana –respondió Víctor abriendo la nevera y sacando un plato, también envuelto. - Hoy fue día de recalentado. Mira –añadió mostrándolo. Tomó, además, una jarra de jugo de piña.

Su plato contenía macarrones con queso, algo de puré, las misma ensalada de vegetales que tenía yo en mi plato y un trozo de atún.

-Te cambio este pollo, por ese atún –le dije rápidamente.

-Hecho –me respondió él como si estuviésemos traficando algo ilegal.

Luego de calentar todo unos minutos, nos sentamos a comer con tranquilidad.

-¿Dónde está…? –comencé a preguntar

-¿Raba? –interrumpió a mi pregunta y sin embargo no fue algo que me irritara (como normalmente ocurría).

-Bueno, si… así le llamas tú –respondí antes de zamparme un bocado. Mastique y lo trague antes de responder. -Yo… le llamo como todos los demás.

-Está afuera. Ese amigo suyo… no recuerdo su nombre… -para olvidar un dato así, no parecía preocupado lo más mínimo –el que estudia con él… ¿Cómo se llama…?

-¿Arturo? –pregunté yo. Asintió enérgicamente e hizo un gesto con los dedos.

-Ese mismo… bien, Raba salió un momento porque ese tipo le llamo al móvil –explicó. – Seguramente ira a pedir algún favor y como Raba es tan buenito… lo ayudara –hizo una mueca de desdén.- A veces no se da cuenta que hay personas que abusan de él.

Yo levante una ceja mirándolo.

-¿Te refieres a mi o en general? –le pregunte un poco desafiante.

-No que va… lo de ustedes es… algo que yo no entiendo del todo –admitió él medio jugueteando con su comida. Reflexionó unos segundos antes de responder:- se conocen uno al otro como nadie que yo sepa y aun así, vistos desde lejos, hay un enorme contraste entre ustedes. Pero en la intimidad son… el uno para el otro. Eh, no me mal entiendas –añadió seguramente pensando que dijo algo que podría mal interpretarse.

-Te entiendo… te entiendo, tranquilo –le dije para calmarlo.- Creo que, lo de nosotros fue a fuerza de la costumbre –solté una risita algo sarcástica.- Nuestras madres se empeñaron mucho en que estuviéramos juntos. Creo que, en su momento, ambos fuimos muy solitarios y ellas pensaron que sería bueno que hablásemos entre nosotros.

-Pero se conocen desde los tres años –puntualizó Víctor.- ¿Cómo pudieron determinar Miriam y Marta que ustedes serian un par de solitarios de una forma tan temprana? –la confusión estaba en su voz. Respire profundo antes de responder, no para cargarme de paciencia, si no porque el trozo de atún que estaba masticando se negaba a bajar. Golpee un poco mi pecho por esta razón.

Una vez Angel me advirtió sobre la curiosidad sin límites de Víctor. “ Es comparable a la mía ” me había dicho ese día. Pero a pesar de todo, creo que eso era un punto en común entre ellos que ocasionó el inicio de su amistad. Pero… aquí y ahora, debía responderle algo que amablemente me preguntó y seria una falta (¿o quizá no?) no responderle. Lo más extraño es que Angel no la haya explicado eso. Solo se me ocurrían dos cosas: o Víctor nunca le había preguntó eso a él o si lo ha hecho y Angel se las arregló para no responderle, y si es esto último, ¿por qué? ¿Por qué no explicarle nada? No es que sea algo que contemos a diestra y siniestra, pues somos reservados a nuestro modo, pero tampoco era una historia tan importante como para ocultarlo y muchos menos ocultárselo a quien es su hermano por decisión, aparte de mi.

Ya sea porque Víctor se imaginaba lo que yo estaba pensando (mi silencio era algo prolongado), me dijo:

-Raba ya me contó eso, pero quiero saber tu versión –sonreía.- Y es buena conversación para el almuerzo.

Entonces comencé a explicarle.

-Pues… ¿Cómo decirlo? ¿Alguna vez te ha contado ese accidente que sufrí de niño? –creo que aclarar esa duda era importante en mi historia. Él negó con la cabeza.

-Jamás, una vez le pregunte y simplemente me dijo que no podía decirme porque no le correspondía –respondió él.- La seriedad en su voz me hizo entender que era mejor no insistirle –yo no pude evitar sonreír.

-Incluso para algo así, su lealtad es grande –comenté yo. Víctor asintió dándome la razón.- Pues, al ser un niño de poco más de dos años, ingerí, por descuido de quien me cuidaba, una cantidad nada pequeña de un producto para limpieza. Claro, se me atendió rápidamente. Me llevaron de emergencia al hospital, pero el daño ya estaba hecho –mi voz bajo un poco al llegar a esa parte.- La sustancia que tomé me ocasionó algunas limitaciones funciones aquí –señale mi frente con el pulgar derecho.- Mis funciones cognitivas en su mayoría, no se vieron afectadas. El problema realmente importante fue aquí –señale mi brazo izquierdo- y aquí –señale mi pierna izquierda.- Como deberías recordar, yo antes cojeaba muy marcadamente.

-Claro. La primera vez que te vi pensé que te habías caído o algo así –comentó él.- Luego Raba me dijo que no era eso y que era mejor que yo mismo te preguntara.

-Pero nunca lo hiciste –le recordé yo.- Ni siquiera ese tiempo que estuvimos en Japón entrenando con Sarutoshi.

-Bueno, el viejo Sarutoshi nos mantuvo muy ocupados –replico él. –Y además, por aquel momento solo éramos dos extraños. Raba no estaba ahí así que nosotros no teníamos casi nada en común. Solo nos habíamos visto unas cuatro veces antes de estar allá ¿no? Fue después que nos hicimos más amigos, pero no tan íntimos como para intercambiar ese tipo de historias tan personales.

-Exacto… pero… regresando a lo nuestro, antes cojeaba muy marcadamente y ahora ya no –dije con una sonrisa amplia.- Y eso es gracias a millones que invertí para arreglar algunos imperfectos de mi cuerpo –ambos sonreímos con entendimiento.- ¿A dónde quiero llegar? Fácil: a que la gente no acepta lo que es diferente y los niños le temen a lo que no es igual a ellos. Gracias a mis terapias de niñez, no pude tener una vida tan normal ni conocer a mucha gente y además, algunas limitaciones en mi cuerpo me hacían ver extraño. Incluso, recuerdo una vez en que Marta lloraba sintiéndose culpable por mi situación. –“ Podría decirle que la culpo, pero quizá eso no se lo tome tan bien. Espero de verdad que no me pregunte si la culpo, seria incomodo responder esa pregunta”. Pero como él no me hizo la dichosa pregunta, yo continúe. -El caso es que no fue nada fácil crecer con aparatos ortopédicos que incomodaban mi movilidad en lugar de ayudarme a completarla.

“En donde estudie siendo un niño, los otros no se acercaban mucho debido a mi situación e incluso algunos padres no estaban muy conformes con la perspectiva de que sus hijos estudiasen con alguien como yo. Así que… -me detuve un momento y respire pausadamente- ¿Qué ocurrió por eso? Nadie se me acercaba y yo no deseaba que nadie lo hiciese. Por extraño que suene, no sentía empatía por nadie y estaba mucho mejor en mi soledad, sin embargo, mi madre no lo sabía, así que siempre intentaba que yo me acercara a los otros niños –sonreí sintiendo algo de amargura.- ¿Entiendes la situación? Mi madre tratando de hacer algo que yo no pedí y que, además, me hacía sentir peor. Y para un niño de tan corta edad, era muy confuso algo así.

-No debía ser nada fácil –comento Víctor en voz baja. Casi sentía que me entendía.

-Y no lo era –respondí con algo de incomodidad.- Y bueno… una de las soluciones de mi madre fue Angel. Ella tenía una compañera cuyo hijo necesitaba un puesto en un kínder. Mi mamá la ayudo a conseguirlo a pesar de estar a mitad de periodo y bueno, así fue como entramos en la vida del otro. Claro que, al principio, todo fue un desastre –Víctor no pudo evitar una carcajada,- si, igual fue contigo, eso lo sé. Pero lo de nosotros fue peor. Imagina esto: mi mamá forzando la situación y yo estaba muy receloso. Lo peor del caso es que él no quería. ¡No estaba ni un poco interesado! Solo deseaba aprender más y más. Su hambre de conocimiento era insaciable. Y por eso no le daba importancia a nada más. Era un rarito de mierda –Víctor asintió dándome la razón.- Él estaba conforme con lo que tenia y no necesitaba nada más. Claro, no sabía que su padre no lo quería mucho ni que su abuelo paterno lo odiaba a muerte.

-Algo de eso me contó una vez –repuso Víctor.-Desgraciados hijos de puta –el desprecio en su voz era evidente.

-Mi padre no fue muy diferente ¿sabes? –“ Si le estoy contando algo privado, creo que podría aprovechar y contar dos cosas privadas” .- Ese bastardo nunca se intereso en mi excepto cuando supo que yo tenía dinero –añadí con desprecio, mucho desprecio.- Pero… le deje muy en claro que yo no quería absolutamente nada con él y logre que me dejara en paz. En fin… ambos éramos solitarios pero nos gustaba eso. Luego… -añadí en voz baja, como si sintiera nostalgia, pero en realidad solo recordaba el momento exacto- con el pasar de los días ocurrió el primer acercamiento.

“Mi madre nos traía a ambos del kínder y pues, en un espacio tan pequeño los niños llegan a acercarse en todo sentido –no pude evitar sonreír de nuevo.- Comenzamos hablando de dibujos animados. En ese momento yo no quería ni un poco hablar con él. Digamos que fue muy directo al decir las cosas y se tomó mucho espacio personal mío. Fue muy… violento y no me gusto para nada. Yo solo respondía con monosílabos y mucha incomodidad, pero… mi incomodidad desapareció luego de unos días después de eso. Claro, en un principio pensaba “¿y este quien se cree? Es solo un tonto presumido ¿Por qué no para de hablar? Dios… que se calle un rato, no lo soporto. Que voz tan desagradable” . Regresar a casa por la tarde con él se transformó en una costumbre y para mí una tortura, pero, luego de superar mis reservas para con él, lo deje hablar sin pensar que era un idiota. Por eso te dijo que en parte fue a la fuerza de la costumbre…

“Y no ha parado de hablar desde entonces… pero yo tampoco he dejado de hablar con él –lo que bien podría tener un tono de nostalgia, solamente era un tono bastante neutral. Pero aun así, creo que de sentirla, la nostalgia estaría en mí en ese momento.

-Lo entiendo –dijo Víctor con una leve mueca en los labios.- La de Raba tiene otra percepción… pero en esencia es la misma.

-Lo sé… él comenzó a hablarme debido a algunos problemas en casa con su padre y vio en mi la oportunidad de un amigo –repuse yo. -Luego supe que sus primeras reacciones conmigo estaban hechas por una timidez que sentía pero que disfrazaba con otros sentimientos como indiferencia. Eso algo que se desde hace años… él también sabe mi versión y solo se rió de eso cuando le conté. Aunque trato de hacerse el ofendido, se que solo intentaba ser dramático para bromear.

-Gracias por confiar en mí y contarme algo así –me dijo él con mucha seriedad.- Puede que no le des tanta importancia, pero yo si –una sonrisa agradecida asomó su rostro.

-Bueno, es cierto. No es tan importante ocultar algo como eso. Supongo que es solo que mi vida es mía y no me gusta mucho compartirla –dije en tono reflexivo.

Luego de esa charla tan entretenida, nos levantamos, pues, sin casi darnos cuenta ya terminábamos el recalentado de la semana (que para ser tal, sabía muy bien). Subimos juntos las escaleras en el mismo momento en que Angel entraba por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. En su mano tenía una hoja.

-¿Oye Raba, te folló tu amigo? –le preguntó Víctor bromeando.

-Mejor, me dio una información muy importante que le pedí hace unos días –respondió Angel caminando hacia la cocina. –Con esto, podre prepararme mejor para el futuro –intercambio una mirada con Víctor y ambos asintieron al mismo tiempo.

Creo que esos dos se traen algo, pero si no me han dicho nada quiere decir que no es tan importante como para yo saberlo. Ellos también tienen derecho a tener sus secretos. Después de todo, yo también tengo los míos.

-Vive más el presente Angel –le aconseje yo con un tono amigable.- Si solo piensas en el futuro, tu presente se pasara sin darte cuenta –él me miró un segundo antes de responder.

-Yo vivo el presente… solo que, me gusta estar preparado –me respondió tratando de justificarse. Yo solo me encogí de hombros. Ya vendrían otros momentos para decirle aquello - ¿Ya almorzaron? –preguntó antes de irse por el pasillo. Nosotros respondimos afirmativamente con la cabeza.- Idiotas… tendré que comer solo.

-Eso te pasa por ir a follar por ahí –replico Víctor riendo.- Si dejaras de pensar en penes por un segundo, tú mente se aclararía mas.

-Imbécil… en fin, yo me voy a comer. Me muero de hambre –y se fue por el pasillo hacia la cocina. Víctor y yo seguimos por el pasillo hacia nuestros cuartos. Llegue a la puerta del mío y me despedí con un gesto de mi mano. Él hizo lo propio.

Ya casi eran las tres de la tarde cuando pasaba a buscar a Marta y a mi hermano Tomas, Tommy para los amigos. Ambos me esperaban en la reja de entrada que estaba empotrada al muro que rodeaba el edificio donde antes vivía con ellos. Mi hermano fue el primero en verme llegar y me saludo muy entusiasta y con alegría en la cara. Joder… este niño sí que me quiere. Aunque decir niño quizá era un error, pues casi tiene la mayoría de edad, pero a veces los adultos no se acostumbran tan rápido a ese tipo de cambio. Mi madre era un ejemplo de ello: a pesar de ser un adulto pleno, ella aun pensaba en mí como su bebé indefenso.

Una tontería la verdad… con 24 años recién cumplidos ya debería aceptar que yo ya crecí.

Me acerque a donde ellos estaba y ambos subieron.

-Llegas tarde –se quejo Tommy a modo de saludo.- Hola hermano –añadió cariñosamente.

-Hijo… ¿Cómo estás? –pregunto Marta sentándose de copiloto.

-¿Primero te quejas y luego saludas? –le recrimine yo a mi hermano en broma.- Eso es mala educación… hola madre, espero estés bien –dije mirándola.

-Llegaste tarde hijo –puntualizo Marta colocándose el cinturón.

-Yo no llegue tarde, ustedes llegaron muy temprano –bromee yo dando una vuelta en U para regresar. Ellos dos rieron un poco.

-Este auto no lo conocía –comentó Tommy.- ¿Cuándo lo compraron? –pregunto confuso.

-Fue un regalo –respondí yo sin dejar de mirar el camino.

-¿Quien? ¿Acaso fue…? –comenzó a preguntar Marta.

-Sí, él mismo –le interrumpí yo.- Pero no nos gusta mucho: es muy llamativo y tiende a atraer a un tipo específico de persona que, por regla general, no deseamos tener cerca.

-Es muy bonito –dijo Tommy.

-¿Y si no te gusta, porque lo usas entonces? –inquirió Marta con curiosidad y duda al mismo tiempo.

-Bueno, esta mañana fuimos de compras y ya que usamos este bicho, quedo cerca de la entrada y como soy un perezoso en exceso, decidí usarlo antes de moverlo a un lado para sacar alguno de los otros dos –explique con una sonrisa forzada.

-Ah… eso explica mucho –replico Marta. Tommy asintió con la cabeza.

-¿Qué? –pregunte sin entender. Ellos dos se miraron y rieron -¡¿Qué?!

-Que tú eres un perezoso de primera hermano –respondió Tommy sin dejar de reír.

-Y tú un enano sin remedio –replique yo en ese tono que usan los hermanos mayores para intentar joder a los menores. Debido a que él dejo de reír y se puso muy serio, diría que funciono. Tommy, a diferencia de mi que soy más alto de lo normal, siempre ha sido algo bajo para su edad y eso nunca le ha gustado.

-Idiota –me respondió y saco de su bolsillo su móvil. El resto del viaje solo habló lo necesario y no molesto más.

Adoro esos momentos felices en mi vida.

Mi madre… ella fue otra cosa. En todo el viaje no paro de hablar de su vida, del trabajo, de su esposo, de su familia (si, su familia, pues no consideraba que fuesen mía) y casi todo el camino fue una perorata de Marta que hasta el momento lograba tolerar solo a punta de fuerza de voluntad. “Para que luego no digas que no tengo fuerza de voluntad Angel…” pensé en un momento dado mientras ella hablaba sobre como uno de sus sobrinos tuvo un accidente en una motocicleta.

-¿Murió? –pregunte en tono cortante. Ella me miro escandalizada.- ¿Qué…? Esa es una pregunta valida dadas las circunstancias.

-No… pero casi… -respondió ella.- Hable con mi hermana hace dos días y aun se estaba recuperando.

-Yo lo que no logro entender es para que te dicen esas cosas. Que luego estas mortificada y asustada y no paras de hablar de ello –dije yo para fastidiarla.

-Yo he tenido que soportarlo… tú te mudaste y papá está de viaje –se quejo Tommy sin dejar de mirar el móvil.-Es horrible.

-Es nuestra… -trato de decir ella.

-No, es tú familia –le interrumpí yo.- Sabes perfectamente que yo no siento nada por ellos y no los considero más que a las cucarachas que podría encontrar en la basura –mi tono de voz era duro y contundente.

-Está bien… no hablare mas de ellos –concedió ella luego de un corto silencio.

-Lo mejor es hablar de nosotros. Casi no nos vemos y la verdad es bastante molesto que cuando lo hagamos, tú solo hables de tu familia –dije yo con frialdad. Ella suspiro con paciencia.

-Está bien –repitió.- ¿De qué quieres hablar? –pregunto ella con interés.

Comencé a decirle algunas cosas: mis notas de la universidad, la fiesta a la que fui en días pasados (omitiendo que humille a una chica y golpee a un imbécil que intento robarme, eso… eso no necesitaba escucharlo ella), alguno de mis planes a futuro (que ella conocía en parte, pero era bueno decirle para que se sintiera informada) y que en la mañana estuve de compras.

-Y en esa fiesta… ¿bailaste con alguien? –pregunto ella con mucha curiosidad.

-Claro Marta… a las fiestas se va a bailar ¿o no? –esa respuesta atrajo la atención de ambos. Ella no dejaba de mirarme y él no paraba de escuchar todo. – “Entrometidos… eso es lo que son, pero prefiero hablar de esto a tener que escuchar otra mierda sobre su familia”.

-¿Y quién fue la pequeña afortunada? –esa pregunta vino del asiento trasero.

-Nadie especial –“ en verdad, nadie especial, bastante insignificante era ella”,- solo una compañera de clases –respondí yo sin que mi pensamiento me traicionara. Ella me miraba con picardía.- De verdad… nadie especial –insistí yo algo irritado.

-Si tú lo dices –respondió Marta encogiéndose de hombros. Yo le dedique una mirada asesina.- Los ojos en el camino –me regaño ella.

Yo no comente nada más y ellos tampoco. Mi hermano se concentro de lleno en su móvil, Marta iba pensativa y yo manejaba en silencio. Llegamos al centro comercial y fui a la entrada del estacionamiento para pagar y tomar el ticket del vigilante en su caseta. Detrás de mí, un auto intentaba ingresar con rapidez. El conductor comenzó a sonar el claxon.

-¿Sera idiota? ¿Acaso no ve que estas pagando? –se quejo Tommy mirando por detrás de su hombro.

-Siempre hay de esos… por todos lados –tercio Marta con un gesto de desagrado.

Yo los ignore a los tres. A mi madre, a mi hermano y al imbécil impaciente que parecía tener un orgasmo con el claxon de su auto.

Me dieron el ticket y conduje hasta mi lugar asignado. Es bueno cuando te asignan un lugar y no hay que estar buscando como un desesperado un lugar para estacionar. Como me desagradaba eso (y creo que a millones de personas que lo padecen todos los días). Me estacioné tranquilamente y nos bajamos de coche. Fuimos hacia el ascensor del estacionamiento en el preciso momento en que el idiota que estaba detrás de mi pasaba cerca de nosotros. Lo observe por un segundo. Dentro de ese auto estaban al menos unas siete personas. Eso explica su apuro: yo también estaría apurado si debía estar apretujado con otras personas dentro de un auto.

Subimos en el ascensor directamente al piso donde estaba el cine al cual íbamos. No sería la primera vez en ir, así que sabíamos el camino.

-¿Y bueno… que desean ver? –pregunté cuando estábamos mirando la lista de películas que estaban proyectando.

-No se… ¿Qué quieren ustedes? –respondió mi madre mirándome de reojo.

-“Típico… no toma una decisión propia para complacernos a nosotros”

-A mi me da igual… -respondió mi hermano sin dejar de mirar la lista.

- “Tan común esa respuesta de su parte que no me sorprende… no quieren incomodarme y desean que sea yo quien decida”

-Bien… -comencé a decir yo,- ya que al parecer ustedes no tienen idea yo daré una opción –me acerque a la lista y señale un nombre.- Esta película; Edge of Tomorrow . Es una adaptación de una novela ligera japonesa muy buena llamada All You Need is Kill . Luego hicieron el manga, también muy bueno y me gustaría verla –explique yo con media sonrisa.- Claro que… hecha por los tipos del norte quizá sea una pésima adaptación y una completa mierda como casi siempre ocurre en adaptaciones cinematográficas –añadí yo quitando la sonrisa de mi rostro.

-¿Y quién fue el autor? –pregunto Tommy mientras él y yo hacíamos la fila para comprar los dulces. Marta estaba comprando los tickets de entrada.

-Hiroshi Sakurazaka –le respondí yo. Él lo escribió en su móvil e intento investigar la historia. Yo tome su móvil tan rápido que apenas y se dio cuenta.- No, nada de eso. Entraras a verla sin ningún tipo de referencia. No quisiera que durante la película digas algo que dañe la experiencia de verla ¿está claro? –le ordené en un tono cargado de autoridad. Mi hermano… me idolatraba y me temía a partes iguales así que yo no dudaba ni un segundo en que me obedecería.

Él tragó saliva algo sorprendido y asintió lentamente.

-Así me gusta… que hagas caso a tus adultos –le dije yo en tono amable regresándole el móvil.- Ahora… señala todo lo que deseas comer y tómalo. Yo pago –le dije cuando llegamos al mostrador.

Diez minutos y varias quejas después (las personas detrás de nosotros estaban algo inquietas y molestas por el tiempo que en nos tardamos comprando), caminábamos con todo lo que estaba en la tienda. Incluso algunas cosas se repetían. Él no podía ocultar la alegría de su rostro. Los dulces eran una adicción para el (ello explica la razón de su peso algo elevado). Marta estaba sentada en una mesa, nos vio acercarnos y negaba con la cabeza, con paciencia, casi diciendo “esperaba algo como esto, pero aun así no estoy de acuerdo”.

-¿Dejaron algo en la tienda? –fue lo que nos pregunto cuándo nos acercamos. Yo abrí un paquete de gomitas con azucar y respondí:

-Si la mercancía se acabase porque alguien compra mucha, eso no es culpa del consumidor, es culpa de la tienda por no estar bien surtida.

-Exacto –dijo mi hermano tomando de su refresco.

-Niños… que luego les dolerá el estomago

-¡Tengo casi dieciocho años mamá! –gruño Tommy molesto.

-Y yo veinticuatro recién cumplidos –tercie yo con mucha calma y me zampe varias gomitas al mismo tiempo.

Luego de eso, estuvimos esperando casi media hora antes de que comenzara la película. Entramos luego de una pequeña fila y buscamos los mejores asientos que pudiéramos encontrar. Unos muy buenos en el centro de la sala, donde la acústica era buena y la visión de la pantalla era excelente. Comenzaron los anuncios de todo tipo (casi quince minutos de publicidad, una mierda la verdad) y comenzó la dichosa película.

-Yo se los dije… seria una mierda.

-¡Pero la vimos por ti! –se quejo mi hermano.- Baño… ¡baño! –y salió corriendo hacia ellos.

-Eso le pasa por tomar tanto refresco –replico Marta con paciencia.

Terminamos de ver la película y yo no podía evitar quejarme de la pésima ejecución.

-Como con cualquier historia adaptada por los gringos, hacen lo que quieren y la ejecución no es la adecuada –comencé a quejarme mientras íbamos hacia los baños ella y yo.- A ver… si, la premisa es la misma: un soldado novato atrapado en un bucle de tiempo que no puede explicar, una invasión extraterrestre que no se explica muy bien, bueno si, en el manga tampoco la explican muy bien, pero compensan con otras cosas. Aquí ningún personaje es igual a su contraparte de la historia original… ¿qué? –me interrumpí ya que mi mamá estaba riendo.

-Nada… es solo que verte quejarte de algo así me recuerda a cuando eras un niño –la sonrisa de nostalgia en su rostro se notaba bastante.

-Eso no viene al caso –gruñí yo.- En fin… él protagonista le conto la verdad a Rita 159 bucles después, no unos cuantos como en la película, y solo porque ella le pregunto la cantidad de bucles que había vivido… una mierda. ¡Y no me hagas hablar de la Rita de la película! ¡Se supone que es una leyenda peleando contra los extraterrestres! ¡Y en la película ella muere tan fácil como quitarle un dulce a un niño! ¡Eso no tiene lógica! ¡Su arma…! ¡Dios…! ¡¡Debía ser una hacha de guerra, enorme y pesada, no una mierda de espada que parece de plástico!! –dije en voz alta atrayendo algunas miradas.- ¡Y por favor… no me recuerdes ese puto final! Ni por asomo se parece al original… una mierda ¡una mierda de adaptación! –seguía quejándome yo al llegar a la típica fila del baño luego de una película.- Marta, creo que iré a otro baño. Aquí hay mucha gente. Iré al baño del piso inferior, ese que está cerca de la librería en la cual compramos unos libros la última vez que vinimos ¿recuerdas cual es? –ella asintió.

Y como la vida es una perra y el destino un caprichoso de mierda, esa decisión de ir a otro baño casi termina en tragedia…