Una historia en el Metro
Confesión en la cual explicó como un aburrido viaje de metro se acabó convirtiendo en una gran noche para mi.
Hoy vengo a contaros una historia que sucedió hace un par de años y todo comenzó en un vagón de metro. Aquel dia habia salido con unos amigos a cenar y acabó alargando la cosa y tuve que coger el último metro, que en este caso era a la 1:30 AM.
Lo cierto es que estaba bastante cansado y mi idea era ir directamente a casa a dormir, pero el destino me deparaba algo mucho más divertido.
Cuando entré al vagón estaba completamente vacío, algo bastante común durante aquellas horas, sobretodo siendo miércoles. Para mi, esa es la mejor hora para ir en el metro puesto que nadie hace ruido ni molesta y siempre hay asientos libres.
Juraría que me quedé dormido las primeras paradas, pero más o menos a mitad de viaje se subió en mi mismo vagón una chica. Mediría poco más de 1.60, rubia, ojos verdes y bastante guapa, pero lo que más destacaba de ella eran dos pechos bastante grandes.
Se sentó delante mío y no paraba de mirarme de reojo cada dos por tres, parecía gustarle desde el primer momento. La verdad es que aunque esté feo que yo lo diga, soy un chico bastante atractivo y suelo gustar bastante, algo que he de agradecer.
La chica llevaba una falda muy corta que aprovechó para atraer mi mirada hacía allí abriendo las piernas. No pude evitar mirar y sonreír, lo cual le animó aún más y se desabrochó un par de botones de la blusa, dejando a la vista sus senos únicamente cubiertos por el sujetador. Ella me devolvió la sonrisa cuando comprobó que bajo mi pantalón empezaba a nacer un bulto.
Di un par de golpes en el asiento de al lado como ordenandole que se sentara ahí. Rápidamente se puso a mi lado y me miró de arriba a abajo mientras se mordía el labio inferior.
Me acerqué a su oído y le susurré: Este va a ser el mejor viaje en metro de tu vida, perra.
Tras estas palabras deslicé mi mano derecha entre sus piernas hasta notar que estaba muy húmeda. Empecé a acariciar su clítoris suavemente, lo cual le hizo empezar a gemir muy bajito. Estaba disfrutando enormemente y no paraba de mojarse mas y mas. Aparte un poco sus bragas y empecé a introducir un dedo en su interior, luego dos y luego tres, para seguidamente aumentar la velocidad. No tardó en tener un orgasmo, y luego otro y otro. Y solo habíamos comenzado.
Bajé mi bragueta y saqué mi pene, verlo le hizo volver a morderse el labio deseosa de probarlo. Le agarré del pelo y dirigí su boca hacia mi polla y la metí entera en el interior de su garganta. Yo guié el movimiento por un rato, pero tuve que parar puesto que estábamos llegando a la última estación. Tuve que guardarme el pene de nuevo, aunque era más que visible el bulto para cualquiera que mirara.
- Aún no hemos acabado, vivo aquí al lado así que sígueme, zorra.
Asintió y empezó a seguirme. No tardamos más de 5 minutos en llegar a mi casa, aproveché el tiempo que subíamos en el ascensor para besarla y tocar todo su cuerpo. Comprobé que no había dejado de estar húmeda ni un solo momento.
En cuanto cerré la puerta de casa le empecé a desnudar rápido y de manera salvaje. Hice que se tumbara en el sofá y empecé a besarle los labios, luego el cuello, bajé a los pezones y seguí poco a poco hasta llegar a sus otros labios. Combiné movimientos de lengua suaves con otros rápidos que hicieron que se corriera por cuarta vez.
- De rodillas, zorra.
Me desnudé y me senté en el sofá mientras ella obedecía y se ponía de rodillas frente a mi. Empezó a chupar mi pene despacio y con movimientos precisos. De vez en cuando le agarraba de la cabeza y introducía el pene totalmente en su garganta, al principio costaba más pero al final pudo tragarla entera y le encantaba.
En un momento dado le aparte y le di un un guantazo.
- Dime ¿Te esta gustando?
- Muchísimo, dios. Quiero que me folles.
- Ya sabía yo que no eras más que una perra.
- Solo soy una perra que adora que la follen.
De manera salvaje hice que se pusiera en 4 y le penetre de una sola embestida, ante lo que dio un fuerte gemido. Le follé de la manera más fuerte que pude, agarrándole del pelo con una mano y con la otra dándole fuertes golpes en las nalgas.
Hice que se inclinara hacia el suelo poniéndose en una posición en la que todo se sentía aún mejor. Los gemidos debieron despertar a todos los vecinos pero me daba igual. Ella suplicaba que no parara a gritos, sin importarle que nadie escuchara todo. Aquello se alargó por bastante rato, cambiando entre varias posiciones y notando como se corría varias veces.
Cuando estaba a punto de acabar yo, se la saqué y volví a ponerla de rodillas. Estuvo chupandomela por un rato, hasta que al final me corrí llenándole la cara y el pecho de semen. Ante lo cual se relamió.
- Buena perra, ahora límpiame la polla.
Lo hizo sin rechistar mientras me miraba. Al acabar me agradeció haberle hecho disfrutar tanto justo antes de quedar dormida por el cansancio que tenía su cuerpo tras tantos orgasmos.