Una historia de scat
O quizás el inicio de una historia de amor. El primer y cerdo encuentro entre un hétero y un gay.
El día que conocí a Yago había llegado muy cansado del trabajo; llevaba mucho estrés acumulado y el sudor había hecho mella en mi cuerpo. Supongo que entré en internet para liberar todo ese estrés con una buena paja mirando alguna web guarra. Más que las fotos, normalmente me gusta leer los contactos de la peña que busca sexo porque son la mayoría muy morbosos... suficientes para echarme una paja rápida.
Así di con él: chico joven al que le gustaba el sexo guarro de verdad. En seguida llamó mi atención puesto que no es muy habitual encontrar peña menor de 30 a la que le vaya este rollo. Vaya por delante que yo tengo 25 años el día que escribo esto. El contacto no adjuntaba foto pero algo dentro de mí me decía que no podía dejar pasar esta oportunidad. Lo agregué al messenger y en poco tiempo estaba hablando con él.
La verdad es que al principio le costaba un poco lanzarse. Como si no quisiera reconocer a las primeras de cambio que era un cerdako de los de verdad. Poco a poco fuimos cogiendo confianza y terminábamos hablando casi todos los días de nuestras cagadas o nuestras fantasías con mierda.
Aunque siempre son mucho mejores las experiencias reales, a mí me pone bastante el cibersexo; así que no tardé en insinuarle que me apetecía mucho meterme un pajote con el vía ciberespacio. Cuando lo proponía me sentía como si estuviera pidiéndole salir, no sé por qué. Sentía la misma sensación. Y la misma sensación que uno siente cuando le dan calabazas, en el momento en que él me dijo que no le molaba hacerlo así, y encima me lo tuvo que repetir varias veces. Nunca le reconocí que esas calabazas tocaron mi orgullo poco acostumbrado a ellas. En ese momento yo tenía novia (no te preguntes por qué, es algo para lo que todavía no tengo respuesta) y no me sentaba nada bien que me rechazaran de ese modo.
Tuvieron que pasar semanas enteras para mandarnos por fin una primera foto. Nunca me ha gustado mucho darme a conocer de tal modo; y menos con estos "sucios" gustos y con mi situación personal. Pero como intuía que la persona que había al otro lado del cable y del teclado lo merecía, accedí a ello.
Cuando le ví por primera vez en foto sentí una oleada de morbo desde las putas de los dedos de los pies hasta el último pelo de la cabeza. ¡Joder!, el típico tío de mis sueños húmedos. Nada del otro mundo pero 100% morbazo. Unos meses más joven que yo, delgado, ni alto ni bajo y con cara de malote.
El no fue muy expresivo sobre mí cuando vio mi foto; pero durante todo este tiempo no he podido dejar de pensar que le molé desde el primer momento. Creo que él es de los que siempre se guardan la parte más importante de sus sentimientos.
Tuvieron que pasar meses y meses hasta que nos mandamos alguna otra foto, y luego otra y otra...
Yo jamás le volví a insistir en pajearnos por internet, pues no me mola ser pesado. Ya habíamos quedado que quizás algún día nos oiríamos cagar por teléfono y si surgía.
Un día llegué pronto a casa del trabajo, tenía toda la tarde por delante y estaba deseoso de entrar en internet para ver si estaba ese chico que últimamente me estaba quitando el sueño de mala manera. A veces le maldecía por pasarse tan a menudo por mi mente. Eran las cuatro de la tarde y me llevé una buena sorpresa cuando vi el monigote del messenger en verde. ¡En línera!, ¡bien!. Teníamos toda la tarde por delante para charlar... pero él tenía ese día otros planes para mí. Sabía perfectamente que habitualmente me da por cagar poco después de comer, o a primera hora de la tarde.
Desde el primer momento empezó a ponerme cachondo descaradamente, sin cortarse un pelo. -"Me encantaría estar ahora mismo debajo de tí comiéndote el culo para que te cagues en mi boca", me soltó de buenas a primeras. Me sorprendía tanto que no me lo podía creer, pues era yo casi siempre quien llevaba la iniciativa en este tipo de temas, quién siempre intentaba ponerle cachondo con sutilezas, era siempre yo el que se encontraba con el "ya sabes que no me mola el cibersexo". A los pocos minutos ya me dijo que hoy por fin íbamos a hablar por teléfono, que quería oírme cagar.
Por supuesto yo acepté y me dirigí rápido al water dispuesto a hacer todo lo que me pidiera. Era la primera vez que hablaba con él. Siempre me dijo que quería que la primera vez fuera aunténticamente gore, así que todavía no conocía su voz.
Aunque al oirle tuve la sensación de que siempre le había conocido, o de que siempre le había estado esperando.
"Unai -me dijo- quiero que empieces a cagar y que te imagines que estoy a tu lado, frontándome toda tu mierda por la polla y los huevos". Y así como me lo pidió lo hice, empecé a soltar un zurullo descomunal que parecía no tener fin. Al otro lado del teléfono ya sólo oía una fuerte respiración. El tio que me traía de cabeza últimamente se estaba marcando una buena paja oyéndome cagar, y eso me ponía a cien mil. "Ahora me voy a cagar yo también -dijo- y luego vamos a coger nuestras mierdas y vamos a jugar un rato con ellas". Por supuesto la idea me apasionaba así que metí la mano en el water y saqué el enorme pedazo de mierda que acababa de cagar. Lo mamé como una polla hasta casi derretirse en mi boca y sabía que él estaba haciendo lo mismo. Acabamos corriéndonos los dos como si en un mes no hubieramos echado nada.
Esta, digamos, telepaja, precipitó los acontecimientos. Yo ya sabía que necesitaba tenerle entre mis brazos de verdad. Tenía la imperiosa necesidad de sentir su lengua dentro de mi boca y de hacerle la mejor comida de culo que le hubieran hecho jamás. Era lo que pensaba aquella mañana en el tren, contando los minutos que me faltaban para verle. La primera impresión cuando lo ví apoyado en el capó de su coche no fué ni mejor ni peor. Era tal y como esperaba. Como si hiciera años que lo conocía. Su sonrisa era increíblemente atractiva. Me subí al coche y en ningún momento tuve la sensación de no saber qué decir, ni de ¡joder estoy loco!. Iba todo sobre ruedas, nunca mejor dicho. Mientras me llevaba a su casa (iba a pasar toda una tarde y una noche con él) hablábamos de los últimos fiascos del Barça y hasta del Estatut de Cataluña. Nuestras opiniones encontradas en toda clase de temas habían conseguido que nunca faltara conversación entre nosotros.
No sé si Yago se daba cuenta pero yo no podía dejar de mirar de reojo su paquete mientras conducía. Estaba empezando a ponerme cachondísimo. Pero, por lo visto, el tio estaba en todo: "pensaba que después de tanto tiempo serías un poco más atrevido; puedes empezar a sobármelo, es todo tuyo". No podía creer lo que estaba oyendo. Quería que le metiera la mano al paquete en plena Avenida Diagonal. Claro está que no me lo tuvo que repetir dos veces. Yo sólo esperaba que no se hubiera lavado después de las últimas corridas porque me encatan las pollas bien sucias y con requesón. Le abrí la bragueta y enseguida noté como el bulto empezaba a crecerle. ¡Estaba bien dotado el cabrón!, más de lo que me había dicho.
No pude resistirme y me incliné para intentar olerla y, ya de paso, darle unos lametones. Me pareció un encanto el tío. Me había hecho caso, aquel rabo olía y sabía a aunténtico rabo de macho. Llevaría dos o tres corridas sin limpiar.
Cuando me quise dar cuenta ya estábamos en el portal de su casa. Yo ya estaba supercachondo y deseaba pasar muchas horas haciendo el cerdo con él.
Lo mejor era que la confianza era total. Tanta que aún estando en el ascensor empezó a mearse encima. Ver como se le iban mojando todos los tejanos me puso la polla como una vara de hierro. El chorro de meo le caía por el camal del pantalón y estaba empezando a formarse un charco en el suelo del ascensor. "Tio, agáchate un poco y sóbame el paquete con la boca". Estaba claro que él llevaba la iniciativa en esta ocasión y para mí era perfecto. Supongo que así salía la puta que llevo dentro.
Después de comerle todo el pantalón mojado entramos a casa y nos fuimos directos al sofá. Ya había preparado todo el salón con plásticos para pasar unas horas de sexo loco y sucio sin estropear el mobiliario de mamá.
En ese sofá me dio el morreo más dulce que jamás había sentido. Ni siquiera sé si después he vuelto a sentir algo asi. Habiamos quedado en actuar con total naturalidad así que pronto empezamos a echarnos lapos en la boca y a tirarnos pedos tal y como nos venían.
Mientras se la mamaba, empezó a mear dentro de mi boca. "Así, trágatela toda cabrón", me dijo. Pero yo me reservé un poco en mi boca para luego pasarsela en un morreo. Por supuesto también yo le pedí que me hiciera una mamada, pero la meada la reservé para su culo. A ninguno de los dos nos gustaba mucho la idea de petarnos, pero dado que habíamos dejado fluir el asunto, pronto lo tuve a cuatro patas ofreciéndome el agujero más rico con el que se pueda soñar. Empecé ensálivandolo un poco, notando ese sabor salado de un buen culo sucio. Luego se la endiñé directamente hasta el fondo y san más historia empecé a mearme dentro de su culo.
Pero lo mejor estaba por venir. Yo ya me había bebido su meada, y Yago no iba a ser menos. Así que le puse un orinal en el culo y le dije que lo soltara todo porque luego se lo iba a beber. Lo que saliera de su mierda incluido.
Luego me lo pensé mejor y eso era algo que debíamos disfrutar los dos. Así que allí estábamos, los dos a cuatro patas comiéndo los restos de meos y mierda que él había cagado en el orinal, mientras nos pajeábamos a lo bestia.
Yo ya no podía más. Necesitaba su mierda, y estaba seguro de que él quería la mía. Le hice acostarse en el suelo y me senté en su cara. Quería cagarle directamente el la boca y luego meterle la lengua hasta el fondo. Y así lo hice. Primero me solté unos pedos y luego salió un zurullo enorme que, por supuesto, no le cabía en la boca. Así que en un intento de hacer sitio, le clavé la polla para meterle la mierda bien adentro.
A Yago le cogió una arcada pero no llegó a vomitar. Le di un beso con la boca llenar de mierda para tranquilizarle, pero no hubiera hecho falta; estaba disfrutando como un niño en un parque de atracciones.
Terminé de vaciarle todo lo que me quedaba en su polla, para después comérsela hasta dejarla prácticamente limpia.
"Ahora es mi turno Unai, voy a cagar para que nos la comamos los dos". Por supuesto yo estaba encantado con la idea. El tío volvió a coger el orinal y se lo puso debajo. Estábamos los dos a cuclillas, uno frente al otro, morreándonos y saboreando los últimos restos de mi mierda en nuestras bocas. Mientras yo le metía un dedo en el ojete, que de vez en cuando le ofrecia para chupar.
De pronto se tiró un pedo impresionante y empezó a cagar un truño que me dejó pasmado. Era realmente grande y duro, durísimo. Mi meada en su culo no lo había disuelto en aboluto.
Yago sonrió y todo el morbo que llevaba dentro se reflejó en su cara. "Ahora esta cagada nos la vamos a comer juntos".
Dicho y hecho, allí estábamos los dos mamando aquel zurullo enorme cada uno por una punta. Nos lo comimos todo hasta que llegamos a morrearnos y a entrelazar nuestras lenguas completamente marrones.
Habíamos dejado un último trozo de mierda para el final. Cada uno de nosotros se pringó la polla con ese trozo restante de mierda y nos dispusimos para corrernos el uno en la boca del otro haciendo un sesenta y nueve. Me bebí hasta la última gota de su leche, igual que hizo él.
Y allí estábamos los dos, cinco horas después, desnudos morreándonos y disfrutando de nuestro semen y nuestra mierda en la boca.
Espero volver a verle pronto, porque hay cosas en la vida que no se olvidan. Qué parte de esta historia es ficción, qué parte es deseo y qué parte es real, queda a juicio del lector. Sobre todo esta última.