Una historia de dominación VI

Sigue la sumisión y la dominación,

Su cara era de felicidad, una sonrisa de oreja a oreja iluminaba su cara. Que se le habría ocurrido?.

Se acerco a Eva, se agacho al lado de Eva y acariciando su cabeza la miro sin dejar de sonrreir.

-- Me olvidé de limpiarte, perdona.

Mientras hablaba procedía a limpiar la cara de Eva, otra vez sin muchos miramientos. Cuando terminó puso la servilleta en la mesa y la volvió a mirar.

-- Mi amo me comentó que hace tiempo habíais tenido una sesión juntos en esta casa, pero creo recordar que fue abajo.

Me miro y yo, que no sabía por donde pretendía ir, asentí.

-- Eso significa que no conoces esto. Por lo que se de aquellas esta parte de la casa estaba llena de armarios. Ahora hay los justos. Lo que si había y sigue habiendo es el baño, esta allí. Diciendo esto señaló la zona donde estaba el dormitorio.

--Es pequeño, lo justo. Un plato de ducha, un retrete y un lavamanos. Tienes necesidad de ir al baño?.

Eva nego con la cabeza. Mirta no dijo nada, pero se fue a uno de los armarios y sacó un plástico plegado y un periódico. Con ellos en la mano se fue hacia la habitación y sin entrar desplego el plastico, de un metro cuadrado, a un lado de la puerta y depositó sobre el hojas de periódico abiertas. Volvió junto a Eva.

-- Por si tienes un apuro. Lo que no había era esta estructura, es muy útil. Mira.

Diciendo esto sacó un mando a distancia de un cajón. Presionó un botón y se pudo oir el ronroneo de los motores electricos que hicieron descender la pizarra. Cuando la pizarra estaba a unos centímetros del suelo Mirta se agachó y solto la pizarra de los enganches que la mantenían unida a la estructura, despues desplego unas ruedas ocultas en la parte trasera. Hecho eso volvio a poner en marcha los motores, las ruedas se apoyaron en el suelo, dejo funcionar los motores un poco más y despues los paró. Con las ruedas era fácil mover la pizarra, cosa que Mirta hizo para apoyarla en un armario sin cajones. Al retirar la pizarra apareció una barra de acero que iva de lado a lado de la estructura. De ella, con ayuda de unos ganchos, colgaba la pizarra y se podía colgar a una sumisa.

Se volvió a mirar a Eva, que seguía sentada en el suelo. Sin decir palabra se fue al cajón y sacó unas muñequeras. Estas habían sido diseñadas para ser utilizadas en la estructura, dos colgadas de la barra y otras dos en la propia estructura, estas últimas tenían un trozo de cadena que les daba un cierto movimiento. Con ellas en la mano se puso al lado de Eva.

-- Que te parece?, ya no necesitamos ir al garaje para que mi amo me cuelgue. Me gusta, me encanta sentirme indefensa, a merced de mi amo. Como sus manos recorren mi piel, como me azota, como castiga mi cuerpo, casi me corro solo de pensarlo. Te voy a explicar como funciona el sistema. Primero colocamos estas muñequeras en la barra, no se pueden desplazar pero pueden girar. Después colocamos estas en la estructura, estas últimas pueden bloquearse o permitirles subir y bajar. Bueno, y ahora a quien colgamos?. No me digas perrita que te presentas voluntaria?, que alegría me das.

Diciendo esto se agachó a su lado y solto la cadena del collar. La sujetó por la muñeca derecha y le obligó a levantarse para ponerle la muñequera. Despues recorrió con su mano el brazo, el hombro, la clavícula y se detuvo en el hombro izquierdo.

-- Perrita, la otra muñeca.

Eva levanto el brazo y puso la muñeca a la altura de la barra. Mirta le puso la otra muñequera y se agacho para sujetarle los tobillos. Eva no espero ninguna indicación, cuando Mirta se agachó ya tenía los tobillos donde debían estar, Mirta la miro y sonrrio.

-- Muy bien perrita.

Sujetó los tobillos y se levantó. La miró y se fue hacia uno de los cajones y lo abrió. En el había unas delgadas cadenas, pinzas de la ropa y unos pinzas metálicas dotadas de dientes. Mirta la miro mientras ponía su mano en las pinzas metálicas.

-- Esos pechos caídos necesitan una ayuda para levantarse, a mi amo le gustará verlos levantados. Una pinza en los pezones lo hará posible, no te parece perrita?.

Eva no dijo nada pero no apartaba la vista de las pinzas. Finalmente Mirta saco dos de las pinzas metálicas.

-- Con estas dos pinzas y un trozo de cadénita podremos hacer ver que tus pechos se matienen en alto.

Mientras hablaba sostenia las dos pinzas en una mano y con la otra agarraba una de las cadenas. Eva no sacaba los ojos de las pinzas. Realmente el aspecto era para que estubiese asustada. Un fuerte muelle mantenía cerradas las dos partes de la pinza, dotada de dientes metalicos que encajaban unos en los otros, eran capaces de hacer daño en la piel de un dedo, en un pezón ... Mirta se acerco a Eva dobló la cadena en dos y sujeto el centro al collar, dejando colgar los extremos. Despues, tirando de uno de los pezones, llevo el pecho a una altura que le parecio adecuada.

-- Aqui esta bien, no te parece perrita?.

Estiró el pezón, abrió la pinza y situó el pezón entre las dos mandibulas. Eva cerró los ojos, desde donde estaba podía ver como las aletas de su nariz se abrían y cerraban, la respiración era profunda, se estaba preparando para soportar un dolor intenso. No pense que Mirta pudiese ser tan despiadada. Esas pinzas eran nuevas, los muelles tenían toda su fuerza, se las había puesto en las manos, donde dejaron unas nada despreciables marcas. En los pezones no dejarían marcas, directamente harían heridas. Mirta levanto la cabeza para mirar a Eva.

-- Perrita, no te lo vas a creer!. No me acordé de traer las anillas para unir las pinzas a la cadena, que despiste.

Diciendo esto solto el pezón y la grabedad tiró por el pecho hacia abajo. Se dio la vuelta y se encamino hacia el cajón. De camino hacia el levantó la mano con la pinza aun abierta y la dejó cerrarse de golpe, el sonido seco rompio el silencio de la habitación. Mirta llego al cajón, manipulo algo en su interior y se volvió hacia Eva con una de las pinzas en la mano, mejor dicho, sujeta al dedo por una anilla metálica. La abrió para dejar que se cerrara de golpe.

-- Ves perrita, ahora si te puedo subir los pechos.

Dicho esto se volvió para seguir manipulando las pinzas. Cuando terminó se giro hacia Eva, las dos pinzas en su mano, dejando ver las anillas. Se acerco a Eva, ella volvió a cerrar los ojos, su respiración se hizo profunda. Mirta sujeto las pinzas a la cadena, sujetó un pecho por el pezon y lo hizo subir, estiro el pezón, miro a Eva y se dispuso a poner la pinza. Yo no hice nada, no hablé, no me moví, ya le había dado un aviso, esperaba a ver que hacía. Vi como abria la pinza, ponía el pezón entre las mandíbulas y dejaba que se cerraran lentamente. Eva abrió los ojos y miro hacia el pezón. Mirta repitio la operación en el otro pezón.