Una historia de dominación V

Una nueva entrega de una historia de dominación, dos sumisas, un amo y una orden inesperada.

-Muy simple, bajas las escaleras y te vas.

-Ya has oído perra, desnúdate!.

Ella me miro a los ojos, si esperaba ver compasión en mis ojos no tuvo suerte. Finalmente bajo la mirada y comenzó a sacarse la ropa.

-Así me gusta, ponte aquí, quiero que mi amo vea bien como te desnudas.

Mirta se acercó a ella y sin muchas contemplaciones la acercó más a la mesa, dejando un espacio a su alrededor. Ella de despojó de la blusa para después comenzar a sacarse el sujetador. Mirta la miraba desde un lado, yo continuaba apoyado en la mesa sin perder detalle de lo que hacían las dos. Recordando como había entrado Mirta en mi vida. Eva continuaba siendo atractiva, pero el paso del tiempo no perdona, también pude ver marcas en su piel, un amo poco cuidadoso?, tal vez un castigo a un acto de rebeldía?, cualquier cosa era posible.

-No te duermas, no tenemos todo el día! .

Mirta comenzó a dar una vuelta a su alrededor, no perdía detalle de su cuerpo, comparaba el suyo con el de ella?, seguramente. La diferencia de edad no hacía justa la comparación. Los pechos de Mirta aun eran firmes, en Eva la gravedad ganaba la partida. Mirta hacía deporte, era joven, en Eva los años habían hecho mella, sus formas se habían redondo, no habían desaparecido, pero habían perdido contundencia, aun asi seguía siendo atractiva.

  • Con ese cuerpo pretendes impresionar a mi amo?, mira, este es el cuerpo que mi amo disfruta usando.

Diciendo esto recorrió su cuerpo con las manos, desde la cadera a los pechos. En ellos se detuvo, los apretó, estiró y, cogiendo los pezones, los levanto.

  • Mira mis pechos, no tienen comparación con los tuyos.

Eva no decía nada continuaba desnudándose, la mirada baja, al suelo. Se saco las bragas dejando ver una sexo depilado.

  • Bueno, por lo menos el coño lo tiene arreglado, algo es algo. Pero ese culo caido no tiene arreglo. El conjunto no es malo, pero por parte das pena.

Miró el reloj que colgaba de la pared.

  • Sera mejor comer, el tiempo no se detiene.

Se acercó a uno de los armarios y sacó un cuenco de cristal. Lo puso sobre la mesa y retiró un juego de cubiertos de la mesa, dejando los que estaban enfrentados. Comenzó a serbir la sopa en los dos platos y en el cuenco. Retiró dos de las cuatro sillas, separó una de las otras dos y me miro.

  • Amo, podemos comer ahora?.

  • Si, la verdad es que se esta haciendo tarde.

Me senté en la silla, que ella aproximó a la mesa. Cogió el cuenco de la mesa y lo puso en el suelo.

  • Tu plato perra!, y no hagas ruido al comer, no hay nada que me desagrade más que oir sorber la sopa.

Dicho esto se quedo de pie mirandola, Eva levanto la vista y la miro, su cara no indicaba ningún sentimiento, su mirada era fría, helada. Finalmente se arrodillo y comenzo a beber la sopa, metiendo los labios en ella para no hacer ruido. Se rendía?. Mirta sento a la mesa y comenzamos a comer. Hablamos de trivialidades, de lo que había hecho dentro de casa, de las flores que habían salido, de las que faltaban por salir, cosas intrascendentes, propias de dos personas que viven en pareja. Ninguno de los dos habló de Eva, de vez en cuando mirabamos para ella de reojo. Solo en una ocasión Mirta le presto atención abiertamente. Le acaricio la cabeza y la felicito por comer tan bien, con tanto cuidado de no hacer ruido. Cuando Mirta lo considero oportuno se levanto dando por terminado el primer plato, Eva hacía tiempo que había terminado. De rodillas esperaba delante del cuenco vacío, pense que no era la primera vez que se veía en esa tesitura. Mirta miro para el cuenco vacío y despues para Eva, ella tambien la miro y en sus ojos se dibujo, o eso me parecio a mi, una fugaz sonrisa. Mirta o no la vio o hizo que no la veía.

  • Muy bien perrita, asi se hace.

Al volverse a la mesa su cara denotaba fustración, seguramente esperaba que quedase comida en el plato para poderla castigar. Depronto su cara su cara se ilumino con una sonrrisa.

-Pero mira como te has puesto, deja que te limpie.

Diciendo esto agarró una servilleta de la mesa y procedió a limpiarle la cara a Eva, de una forma no muy delicada, todo hay que decirlo. Al volverse sonreía. Retiró los dos platos y se puso a servir los macarrones, primero a mi y despues a ella. Al verla servir me dio la impresion que seleccionaba lo que servía, pero no le di importancia. Despues le puso comida a Eva, en ese momento me di cuenta de que efectivamente había seleccionado lo que ponía en los platos. En el mio solo había trozos de carne sin hueso, sospeché que en el suyo pasaría lo mismo, pero en el cuenco solo había trozos de carne con hueso, era imposible que Eva dejase el plato limpio, el castigo estaba asegurado. Mirta sonrreia al sentarse, Eva miro para el cuenco, se dio cuenta de la jugada, no levanto la cabeza pero pude adivinar una mirada dura en sus ojos, de ira. Desde su silla una Mirta segura de la victoria la miro. De pronto se levanto y se fue hacia uno de los armarios, abrio un cajon oculto. Todos tenía un mecanismo que los hacía inclinarse para permitir ver su contenido. Esto permitía, por un lado, cojer facilmente lo que había dentro y, por otro lado, que el sumiso viese su contenido y pudiese opinar, si se consideraba oportuno pedirsela, otra cosa era hacerle caso. Ese en concreto tenía artiguios destinados a inmovilizar, esposas, muñequeras para poder colgar a un sumiso del techo, etc, y una collar de perro con una correa de unos tres metros de largo. Eso fue lo que Mirta saco. Abriendola se acerco a Eva.

  • Se me olvido. Una buena perra no puede estar sin su collar.

Diciendo esto se la puso.

  • No tiene tu nombre, pero ya lo solucionaremos.

Dicho esto volvio a sentarse.

  • Bueno, que aprobeche. Es una pena que los perros no tengan manos, no le parece amo?.

Estuve a punto de no contestar, no me gustaba lo que había hecho, pero al final contesté.

  • Si, supongo que es una pena.

Mirta bajo la vista y comenzo a comer. Despues de unos minutos reinicié la conversación, hablando de sesiones que habiamos tenido juntos intente sonsacarle lo que pensaba hacer con Eva, tiempo perdido. De reojo veía como Eva comia lo mejor que podía la carne de los huesos, con la esperanza de evitar el castigo. Ninguno de los dos conocía las intenciones de Mirta. Ella fue la primera en terminar, yo me domore lo más posible en terminar, quería darle tiempo a Eva. Por fin, unos minutos despues de que Eva se sentase, di por terminada la comida poniendo los cubiertos en el plato. Entonces Mirta se incorporo de su silla puso mi plato encima del suyo y se inclino a por el cuenco. Al levantarlo me lo enaeño, con huesos.

  • Mire a la perra no le gusta la comida que le he dado.

Dejo el cuenco en la mesa y sujeto Eva por el pelo mientras le gritaba.

  • Como te atreves a dejar comida en el plato, que pasa no te gusta lo que te he dado de comer?.

Mientras le gritaba la había hecho girar, de forma que me daba la espalda. En ese momento intervine.

  • Deberías de guardar esta comida, no sea que se eche a perder.

Mirta levanto la vista y me miro. Mi mirada no expresaba nada, pero ella lo entendio, había pasado el límite. Una cosa es que llenara el cuenco a tope y otra que pretendiera que Eva comiese los huesos. Miro a Eva.

  • Si tiene razón, la guardare ahora mismo. Te lo perdonare por ser la primera vez, pero no te acostumbres.

Solto el pelo de Eva y bajar los cacharros. Cuando se disponía a bajar las escaleras se volvio hacia Eva. Dio media vuelta, dejo los cacharros en la mesa y se acerco a ella.

  • Casi me olvido de atarla, una perra tan peligrosa no puede estar suelta.

Diciendo esto la llevo por la correa al lado de la pizarra, a dos metros de donde yo estaba, alli la ató a la estructura.

  • Ahora vengo.

En todo ese tiempo no había perdido la sonrisa, pero al bajar las escaleras su cara mostraba preocupacion. Había cometido un fallo, le había dado fuerzas a Eva, no podía volver a fallar. De reojo pude ver una sonrisa en la cara de Eva, la humillación no había sido total, había aguantado el tipo y había obtenido una pequeña victoria.

Oiamos como Mirta guardaba los cacharros en el lavabajillas, como abría y cerraba la nevera y volvía a subir. Cuando su cabeza empezaba a asomar se paro, durante unos segundos no se movio, vi como giraba la cabeza mirando hacia abajo, Eva no podía verla desde donde estaba, volvia a mirar para arriba y comenzaba a cantar una melodía mientras subía los últimos escalones. Su cara era de felicidad, una sonrisa de oreja a oreja iluminaba su cara. Que se le habría ocurrido?.