Una historia de dominación IV

La vida sigue, pero en ocasiones retazos del pasado regresan para alterar el presente.

MIRTA I

Sonó el despertador, lo apague y miré la hora, era temprano, podía estar un poco más en la cama. Alargué la mano y toqué su cuerpo, me gire para acariciarla y recordé la sesión de la noche anterior. Había sido placentera, salió tal y como la había planeado, sin sorpresas. Sonó el despertador por segunda vez, ahora si me levanté. Una ducha rápida, me vestí y desayuné con calma. Al terminar recogí la cocina, adelante la comida y salí al jardín.

Llevaba un tiempo haciendo arreglos en las plantas cuando vi como aparecía en la cocina, vestía una bata que abrió al verme para que comprobara que no tenía nada debajo, que estaba a mi disposición . Asentí satisfecho y volví a lo que estaba haciendo y ella se sentó a desayunar.

Se acercaba la hora de comer por lo que me estaba lavando las manos cuando oí parar un coche en la carretera, abrir y cerrar una puerta, y como el coche se volvía a poner en marcha. En un primer momento pensé en el cartero, pero , en domingo?, imposible. Con la toalla en las manos me volví y la vi delante de la entrada, de pie al borde de la carretera. En un principio no la reconocí, habían pasado varios años. Al darme cuenta de quien era dude de que hacer, no podía olvidar los años de silencio, finalmente pudo la curiosidad y me acerque a ella.

Seguía siendo atractiva.

-Hola. Que sorpresa verte por aquí.

-Hola. Si, podemos hablar dentro?. Esta tu hija?.

-No, esta con su madre. Pasa.

Me volví y comencé a andar hacia la casa mientras le daba al botón de abrir. No me giré para ver si me seguía, pero oi como la gravilla crujía bajo sus pies. Llegué a la puerta y abrí. Mirta estaba empezando a poner la mesa.

-Espera, puede que tengamos una invitada a comer.

Me miro extrañada, más aun al ver a mi espalda a alguien que no conocía, pero no dijo nada. Le puse la mano en la espalda y la lleve hacia el sofá, me volví hacia ella y me senté en el respaldo.

-Cuentame, que ha sido de ti en estos años?. Cual fue la causa de tu desaparición?.

-Con razón estas molesto por no haber vuelto a saber de mi después de nuestra sesión. Pero me lo prohibieron, mi amo me lo prohibió, no podía desobedecer.

-Tu amo?, tenías amo cuando estuvimos juntos?.

-No, pero tenía una oferta firme y tentadora, tu estabas lejos, me atraías, pero estabas lejos. Decidí hacerte una visita, tener una sesión contigo, antes de decidirme.

-No tenías una decisión tomada?, no te creo. Ya la tenías tomada.

-Tienes razón, solo me faltaba decírselo, hacerlo público. No te lo mencione, quería tener una sesión contigo para saber a que renunciaba. No lo lamento, nada, ni la sesión ni mi sumisión a ese amo.

-Y ahora que haces aquí?, que te a hecho venir?.

-Mi amo ya no esta. Quiero ser tuya, ser tu sumisa.

No conteste, mire hacia las ventanas. Nadie podía ver lo que pasaba dentro de la casa. Las cortinas y un cierre vegetal lo impedían.

-El tiempo ha pasado, ya no estoy solo.

Me levante y me acerque a Mirta, me puse detrás de ella y abri la bata para que comprobara que estaba desnuda. Ella hizo un amago de resistirse, pero al notar mi determinación ceso en su intento de rebeldía.

-Ya no busco sumisa, ya la tengo y tu no puedes ofrecerme nada nuevo.

-Tengo experiencia, más experiencia que ella, eso me da un valor añadido.

-Puede que hoy tenías más experiencia que ella, pero la experiencia se gana con el tiempo, en su caso la adquiriremos juntos.

-Piensa que puedes tener dos sumisas. Se opondría ella?, le dejaras decidir a ella o decidiras tu?.

La miré fijamente, era una proposición tentadora. Mis manos se deslizaron por el borde de la bata, rozando su vientre. Al llegar a sus hombros obligué a la bata a ir hacia atrás y, deslizándose por sus brazos, caer al suelo. La acompañe en el descenso y la recogí para depositarla en el sofá. Cogí sus nalgas, las apreté, las acaricié, disfruté de su tacto mientras notaba como ella disfrutaba del masaje. Comencé a subir por los costados, lentamente, disfruté, y la hice disfrutar, del ascenso, notaba como la piel se contraía bajo mis manos. Llegue a sus pechos, los sopese, los cubrí y no te como los pezones se ponían duros bajo mis manos. Los cogí y los estire levemente, los retorcí y arranque quejidos de placer, suspiros casi inaudibles. Finalmente cruce los brazos delante de sus pechos, apoye mi barbilla en su hombro y me quede pensativo. No la había perdido de vista en todo ese tiempo. Su cara reflejaba como había seguido cada movimiento, como había imaginado en su piel cada caricia. Quería ser mi sumisa?, tendríamos que comprobar su determinación.

-No, ella no decidirá, la decisión es mía. Hoy comeremos arriba.

Mirta no dijo nada pero giró la cabeza para mirarme, ella sabía lo que había arriba. Era un espacio diafano preparado para ser sala de juegos cuando venía mi hija, comedor cuando hacía falta y sala de sesiones. Me separé de ella para coger la sopera y la fuente con los macarrones.

-Síguenos.

Sin decir nada más comence a subir los escalones, detrás oía a Mirta cogiendo los platos y los cubiertos.

-Cuidado, déjale pasar con lo cubiertos.

Se hizo a un lado para dejar pasar a Mirta. Me quede mirándola mientras mirta paso a mi lado y se dispuso a poner la mesa.

La parte superior de la vivienda era un espacio diáfano que había separado mediante armarios. En un tercio del espacio había una habitación completa, cama, mesilla y un armario que tenía las puertas giradas hacía ese espacio. En el centro del espacio restante había una mesa estensible, de cuatro a un número indeterminado, para celebrar comidas familiares o de amigos. En un lateral un sofá cama. Enfrente una mesa de dibujo con ruedas que Mirta utilizaba para sus trabajos. Tenía un metro y medio de alto, el tablero podía ser retirado, y lo era frecuentemente, y la estructura dejaba ver un potro de tubos metálicos en el que inmovilizar a una sumisa, o sumiso. Al lado, del techo al suelo, había una estructura de metal del que colgaba una pizarra en la que mi hija dibujaba y colgaba sus obras de arte. La extructura metalica permitía, mediante un sistema de poleas, elevar y descender la pizarra, o suspender e inmovilizar a una sumisa.

Por los laterales había muebles, armarios y arcones en los que había diversos útiles domésticos, manteles, servilletas, etc, juguetes de la niña y, en cajones secretos, nuestros juguetes, esposas látigos, correas, agujas, velas, etc. Ese era nuestro espacio de juegos y donde ívamos a comer hoy.

-Puedes colgar el abrigo al lado de la puerta.

Me volví hacia Mirta y recordé como había entrado en mi vida. Le vi poner los cubietos . Me acerque a la mesa para poner las fuentes. La oi llegar y me volvi para ver como se detenía para ver el local.

-Te gusta?.

-No esta mal. Es incómodo tener que subir la comida, pero para gustos ...

-Si, tienes razón.

Se quedo de pie mirándome.

-Que decides hacer?, me aceptas sin más o compito con ella?.

-No, no habrá competición. Podía tomar una decisión injusta. Pero si creo que debo probarte.

-Como?, azotes,látigo, cera, agujas, que prefieres?.

Mirta se había quedado de pie a mi lado. La agarre por un brazo y la puse delante mía.

-La cera, el látigo y los azotes los tenemos probados. Las agujas, quieres decir que podía clavarte agujas de costura o hipodérmicas en el cuerpo?, en los pechos?.

-Si.

-Penetración extrema?.

-Si.

-No dudas, lo has hecho con tu amo?.

-Si.

-Yo no, y no me atrae demasíado. Pero he de probarte.

Mis manos descansaban sobre los hombros de Mirta. Le di un leve empujón para que diera un paso al frente.

-Mirta, es tuya.

Las dos me miraron.

-No le entiendo amo, que quiere que haga?.

-Que la domines, que la hagas tu sumisa, que hagas con ella tu voluntad, solo una cosa, no traspases mis límites.

-Así lo haré.

-Un momento, y si yo no estoy no estoy de acuerdo?.

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