Una historia de dominación III

La tercera entrega de la primera sesión de dominación.

La tarde la pasamos dando un paseo con la niña. Regresamos a casa con tiempo para merendar algo y esperar la llegada de mi mujer. A eso de las ocho apareció ella, cuando la vio la miro de arriba abajo y me miro fijamente. Yo no respondí a su pregunta muda, solo mire al coche, que no estaba vacío. No dijo nada, cogió a la niña y se fue sin darme tiempo a despedirme de ella. Cerré la puerta y me volví.

-- A que hora te tienes que ir?.

-- A las doce sale mi autobús.

-- Tenemos tiempo.

-- Para que?.

-- Ya lo sabrás. Ven.

Me dirigí al garaje con ella detrás. Retiré la cuerda que colgaba de la polea.

-- Desnúdate.

Mientras se sacaba el pantalón y el jersey sustituí la cuerda por otra mas gruesa. Ya desnúda, solo se dejo los zapatos, me miró, a mi y a la cuerda que sujetaba en las manos.

-- Acércate y junta los brazos al frente.

Hizo lo que le decía y até sus manos con el extremo de la cuerda.

--Vas a colgarme del techo?.

-- No exactamente, lo justo para estirarte.

Cuando acabé de asegurar las manos le separé las piernas y até a sus tobillos a unos bloques que tenía en el garaje, no podría cerrar las piernas. Para finalizar le coloqué una mordaza en la boca. Hecho esto comencé a tirar de la cuerda, sus brazos quedaron estirados y con ellos todo su cuerpo, estaba preciosa, indefensa y vulnerable.

-- La verdad no tenia esto planeado por lo que tendré que arreglarme con lo que encuentre por casa.

Diciendo esto puse delante de ella una pequeña mesa. En ella puse unas pinzas de la ropa, un matamoscas de plástico, velas, cerillas, agujas hipodérmicas, unas pinzas dentadas, una flexible bara de mimbre de un metro de largo y unas agujas de costura con su correspondiente hilo. Su cara indicaba miedo ante lo que veía. De pronto me acordé de su bolso. Lo abrí para ver que tenía. Bingo, un par de pequeños consoladores. Los puse con lo demás. Me volví hacia ella.

-- Bueno empecemos.

Me acerque a ella, le tapé los ojos y puse mi mano en su culo, lo acaricie. Su expresión se suavizo. Inesperadamente le di un azote. Su cara cambio. Repetí la operación durante unos minutos, caricia y azote. Después decidí recurrir al matamoscas. La acción fue la misma. primero la acariciaba para después descargar un golpe. Primero en una nalga y después en la otra. Después de unos cuantos golpes decidí cambiar de juego. Me decidí por las pinzas de la ropa. Le puse una en cada pezón y otra en cada labio del coño, en el clítoris lo estuve pensando pero no me decidí. Durante unos minutos no le hice nada, solo la mire. Ella

movia

la cabeza de un lado a otro para captar algún sonido. Por fin me moví. Retiré una de las pinzas de sus pezones de un tirón brusco. Lanzo un sordo quejido. Agarré la pinza del otro pezón con una mano y con la otra la de uno de los labios, tire ligeramente de ellas. Se empezó a quejar. Retire de golpe la del labio. Se retorcía del dolor. Retiré entonces la otra del labio y después la del pezón.

-- Bueno, cambiemos de juego. Recuerdas las agujas.

Se empezó a retorcer, Sujeté uno de sus pechos con una mano y una una aguja con la otra. Comencé a recorrer con la punta de al aguja todo su pecho. Ella hacía gestos negativos, estaba llorando de miedo. Dejé de jugar con la aguja.

-- Todo tiene un limite. Esto lo supera.

Me acorde del congelador. Fui a el y lo abrí. Allí estaban las zanahorias. Elegí dos no muy gruesas, una de poco mas de un centímetro y otra dos o tres centímetros. Me volví para ella. La acaricie en el coño y en las nalgas. Me incliné entre sus piernas y comencé a lamerle el coño, pasé la lengua por labios, por el clítoris, besaba, chupaba, aspiraba y la introducía. Después de unos minutos me levanté y comencé a jugar con las zanahorias, tenía que darme prisa o se des congelarían. Se las pasé por los pechos, bajé por su vientre para llegar a su ingle. Una entró en su coño, la mas gruesa, y la otra en su culo. Las dejé a medio meter, para poder sacarlas. Las moví de dentro a fuera, en círculos y después de unos minutos se las saqué. Volví a la mesa y decidí usar los consoladores. Cada uno ocupo un orificio y los

pusé

en marcha. La expresión de ella, dura y tensa durante todo el tiempo, se relajó , empezó de verdad a disfrutar. Los dejé funcionando unos minutos. Me senté a verla disfrutar, vi como se corría, creo que dos veces. Cuando me pareció que ya había disfrutado decidí bajarla para poner fin a la sesión. Primero le solté las piernas y después la dejé bajar lentamente. Sus piernas no le aguantaban por el agotamiento, dejé de bajarla para poner una manta debajo de ella , continué bajándola. La levanté del suelo después de sacarle la mordaza y la benda. La llevé al cuarto y la tumbé en la cama. La besé en los labios, ella se agito, murmuro algo. Salí del cuarto para ir a buscar agua, se la di a beber. La deje descansando mientras preparaba una cena ligera.Volví a la habitación con la cena en una bandeja. Ella seguía descansando. La besé en los labios y se despertó.

-- Comemos ahora y terminamos la sesión después o lo hacemos al revés.

Como respuesta ella agarro mi cinturón, lo soltó y después empezó a bajar la cremallera. Le dejé hacer. Después cogió mi polla y acerco su cabeza a ella, empezó a chuparla, a recorrerla con su lengua, se detenía en el capullo para volver a engullirla. Yo le dejaba hacer. De pronto se levanto para empujarme y tumbarme en la cama. De rodillas en la cama volvió a dedicarse a chupar mi polla.

-- No aguantare eternamente.

Ella me miro a los ojos, paso una de sus piernas por encima de mi cuerpo y se la calvo en el coño. Me estuvo cabalgando durante un rato, mientras yo repartía mis manos entre su culo y sus pechos. Por fin me corrí en su interior. Ella también se había corrido unos minutos antes, había sido casi simultaneo. Se desplomó en mi pecho.

Nos quedamos quietos durante unos minutos. Después nos levantamos, nos duchamos juntos, comimos algo y la acompañé a la estación de autobuses. Nos dimos un beso antes de subir al autobús. Vi como se sentaba al lado de la ventana, en ese momento me di cuenta de que no la volvería ver. Esperé a ver salir el autobús y regresé

a casa.