Una historia de dominación

Una historia de dominación, despues de una vendra otra.

Hacía unos días que no me comunicaba con ella, desde que le comente que había firmado los papeles de mi divorcio. No conteste a sus correos, no estaba de humor. Pero ese mañana sonó el timbre. Me asomé a la puerta y  allí, al borde de la carretera, vi a una mujer joven con un abrigo largo,que miraba hacia la casa. No la reconocí, se unía el cansancio de una mala noche, un cambio de peinado y que hacía tiempo que no miraba sus fotos.

Me acerque a la entrada.

-- Hola, no me dejas entrar?.

En ese momento a un metro de distancia la reconocí.

-- Si, claro, no te había reconocido.

Mientras decía eso me di cuenta de que alguien nos miraba, un vecino curioso. Abrí la puerta y me hice a un lado para que entrara, al pasar a mi lado le puse la mano en el brazo mientras besaba su mejilla.

-- Eres una agradable sorpresa. Vamos para dentro, hace algo de frío.

En eso apareció mi hija.

-- Creí que estabas solo!!

-- Este fin de semana tengo a la niña conmigo.

-- Tengo un problema, bueno mas bien lo tenemos.

Me volví y la mire de arriba a bajo.

-- No me estarás diciendo que debajo de ese abrigo no hay nada?

-- Justo.

-- Interesante, pero problemático. No puedes estar todo el día con el abrigo puesto, tendremos que ir a comprarte algo de ropa. Porque en ese bolso no creo que tengas ropa.

-- No hay sitio para mucho.

Y me enseño el bolso que no era muy grande. Me quede pensando donde podíamos comprar ropa un domingo, un mercado de pueblo era la única solución.

-- Me cambio de ropa, la visto a ella y saldremos a comprarte algo de ropa, creo que celebran mercado en un pueblo a 30 minutos de aquí.

Me cambie de ropa y vestí a la niña. A los diez minutos salíamos de casa. Llegamos al mercado y aparqué el coche. Empezamos a andar entre los puestos de ropa, ella delante, lo que era un problema, verla contoneandose y sabiendo que estaba desnuda me tenia a cien. En un puesto se paro a mirar una vaporosa bata, me acerque y le susurre.

-- Buscamos algo con lo que puedas salir a la calle y eso no creo que sea lo mas indicado.

-- Pero me quedaría también, no te parece?.

Me la dio, yo la tuve un momento en la mano, sopesé la tela, la doble  y se la di al dependiente. Pagué la prenda.

-- Mira ropa de verdad.

Al final, después de muchas vueltas decidió que ropa llevarse, un pantalón y un jersey.

-- Solo eso, no pasaras algo de frío?. Creo que te haría falta algo mas de ropa, una blusa y un sujetador, no crees?.

-- No te preocupes, el jersey es grueso, tupido, por lo que no pasare frió, y no transparenta.

Bueno, si ella lo decía. Comimos allí mismo y regresamos a casa. La niña llego dormida. La saqué con cuidado del coche y la acosté en la cama. Regresé al comedor y ella estaba sentada en el borde de la mesa.

-- Ya estas libre?.

-- Si.

Se abrió el abrigo y me dejó ver su soberbio cuerpo al desnudo. Me acerqué a la ventana y bajé las persianas para dejar la habitación en penumbra. Después me acerqué a ella, la besé en los labios y la bajé de la mesa. Dejé caer su abrigo al suelo. Mis manos recorrían su cuerpo, sus pechos, sus nalgas, su coño, ... Me separe de ella y fui a la bolsa de la bata, saqué el cinto de la bata, una cinta de tela de dos centimetros de ancho, perfecto para hacer de benda. Le tapé los ojos y volví junto a la bolsa, saqué la cuerda que había comprado y volví a su lado, su respiración era entrecortada, se estaba excitando. Le até las manos.

-- Te has sacado la ropa?.

-- No, y no pienso hacerlo.

Su respiración se aceleró, todos sus músculos se tensaron, se asustó.

-- Que me vas a hacer?.

-- Disfrutar.

Inspiro profundamente mientras sus músculos se relajaban, soltó el aire. Mientras mis manos recorrían su cuerpo, acaricié sus pechos, note como sus pezones que volvían duros, como queriendo perforar mis manos. Su respiración era entrecortada. Bajé una de mis manos por su vientre, llegue a su coño, le obligué a abrir las piernas y metí mi mano en su interior, estaba húmedo, empecé a mover mis dedos en su interior, los saqué y busqué su clítoris, jugué con el unos minutos, volví a su coño. Su respiración era entrecortada. Mientras tenía una mano en su coño deslicé la otra a su culo, lo acaricié, lo sobe y finalmente introduje uno de mis dedos en su interior, metía y sacaba los dedos de su coño y de su culo. Repetí la operación varias veces. Disfrutaba, su respiración se aceleraba. Paré, era pronto para llegar al final, había tiempo.