Una historia de amor v

Gracias a los que continuáis leyendo la historia, espero que os siga gustando. Un beso!

CAPITULO V

El período de gestación de Paula seguía su curso natural, aunque ella estaba especialmente sensible y necesitaba todas las atenciones y cariños posibles. Alguna noche iba a dormir con ella, parece que le gustaba pero tenía que tener mucho tacto en todas las acciones, no quería que se hiciese iluisones y tampoco quería ofender a Sara.

He de reconocer que me hacía sentir cómodo el hecho de saber que a tan solo unos metros estaba Paula viviendo conmigo, que cuando me levanta a desayunar la iba a ver, que al llegar a casa iba a estar...Por otro lado, Sara me daba el cariño y la compresión que necesitaba, sabía como llevar mis tiempos y como hacerme sentir bien. Probablemente, si hubiera sido un ser racional Sara sería la mujer elegida para toda mi vida porque de verdad me quería y sabía como tratarme.

Mi relación con Paula cambió totalmente, ya no era esa mujer despótica que me trataba a su merced, me hablaba como resignada, sintiendo vergüenza y con mucho respeto. Son innumerables las veces en las que me pidió perdon y me mostró su más sincero arrepentimiento, y poco a poco iba minando mi orgullo y olvidando cualquier tipo de rencor pasado, al fin y al cabo y va a ser la madre de mi hijo.

Por otra parte estaba mi madre, que como ya he dicho antes su predilección por Paula es incondicional, no cesaba en la idea de que volviése con ella, y aunque Sara también le caía en gracia, no era Paula. Era un poco lianta la verdad, a mi me ensalzaba continuamente las virtudes de Paula y a ella las mias. Pero yo no estaba dispuesto a dejar a Sara, me sentía muy cómodo a su lado, cada vez que estaba con ella conseguía desahogarme, me abría emocionalmente como nunca antes y en esos momentos aquello era lo mejor que me podía suceder.

La resignación de Paula me conmovía, estaba muy afectada por el trato que le había mostrado su familia, en especial su padre, y también por lo que me había hecho a mi durante esos dos años. Yo la perdoné tantas veces como ella me lo instó y sus hermanas y su madre venían muy asiduamente a vistarla. Todo ello parece que la fue sacando del pozo de amargura que estaba viviendo.

En el círculo de la gente que nos rodeaba el tema del embarazo de Paula era la comidilla de todas las conversaciones, fue un auténtico escándalo el embarazo sin haber contraído matrimonio previamente. La crítica hacia ella era continua y se fueron sumando bulos inciertos sobre su vida, que si consumía drogas, que si había ejercido la prostitución...Aquello a Paula le quemaba por dentro, si hubiera tenido otro carácter no me hubiera preocupado tanto. Pero Paula es como un volcán, la ves relajada por fuera, pero por dentro alcanza estados de ebullición nerviosa y cuando entra en erupción no deja titere con cabeza. Me costaba bastante trabajo relajarla y que pasara de ciertos comentarios. Por suerte no fueron muy extendidos gracias a que el padre para el resto del mundo era yo, y ese dato suavizaba en cierto modo la situación.

Me imagino que la situación que estaba viviendo Sara debería de ser de lo más complejo, pero ya se sabe que el amor puede con todo, y si de una cosa estoy seguro es de el amor que Sara profesaba por mi.

Un día, en el cuarto mes de embarazo de Paula, le acompañe a la revisión rutinaria en el médico, ese día nos iban a comunicar el sexo del bebé y yo casi estaba más nervioso que ella. El doctor nos dijo que iba a ser niño y fue entonces uno de los momentos más bonitos de mi vida. Cuando el médico se marchó Paula me djo “ya sé como lo voy a llamar, le voy a llamar Hugo porque me conformaría que cuando creciera fuese la mitad de hombre de lo que tu eres”. Esas palabras de Paula hicieron que mis lágrimas brotaran por mis ojos, y se lo agradecí desde lo más profundo de mi.

A veces notaba como si fuera otra persona, como si la madurez hubiera llegado de golpe a su vida, y la verdad que esa Paula menos loca y más sensata me gustaba aún más. A su vez, aquello provocaba en mi un gran conflicto interno. Mi mente recurría con frecuencia a Paula pero a la vez mi conciencia me recriminaba esos pensamientos porque Sara no se merecía aquello.

Era un duelo intrínsico bastante arragaido y lo vivía cada hora de mi vida. Era el deber contra el sentir. Busacaba autoengañarme ocultando la propia verdad, quería hacerme sentir que Paula era pasado y mi presente era Sara, pero jamás lo conseguía.

Lo sufría yo, pero también Sara, ella me conocía mejor que nadie, sabía hacerme una radiografía de mis sentimientos con tan sólo una mirada. Pero seguía aferrada en la misma fe que yo, en que aquello cambiaría y yo comenzaría a enamorarme de ella.

Los meses iban pasando y el embarazo de Paula proseguía de manera natural. Quedaban dos meses para que diera a luz y las molestias iban aumentando, yo no me separaba ni un segundo de ella y mi madre era la que más tiempo le dedicaba. También recibía el apoyo de sus mejores amigas, que paradójicamente eran Sara y Laura, se conocían desde infantil en el colegio y nunca se habían separado, tenían una unión muy fuerte y siempre prestaban su ayuda mutua entre las tres, era una amistad muy sana y pura.

Una tarde hablando con Laura, la noté mal, muy afectada, sabía que no estaba bien y que algo la sucedía porque ella tenía una carácter muy alegre y dicharachero y no quedaba ni rastro de eso. Según ibamos hablando, de pronto se hecho a llorar desesperadamente, y entre llanto y llanto me pidió ayuda, su novio la maltrataba y me enseño su tripa amoratada. Al escucharla y ver su bonito cuerpo herido me levanté y salí corriendo, fui a buscar a su novio, era amigo de un compañero de la universidad y pronto le localice. Nada más verle me acerque a él y le di un puñetazo, le dije que me parecía lo peor, que no era un hombre, ni siquiera una persona al hacer lo que hacia con Laura. Intentaron separanos pero fue imposible, él terminó en el hospital y yo en comisaría. Pasé toda la noche allí y a la mañana siguiente vinieron Paula y Laura a buscarme. Preste declaración, Laura corroboró mis palabras y me dejaron absuelto.

Laura estaba muy agradecida por lo que había hecho, probablemente me dejo llevar por el corazón mucho más que por la cabeza y eso me metía en todos los lios.

Una noche, después de cenar mi madre vino corriendo a llamarme porque Paula ya estaba de camino al hospital. Tan pronto como pude baje al garaje cogí el primer coche que vi y me dirigí camino al hospital. Estaba tremendamente nervioso, al llegar allí me preguntaron que si quería pasar al paritorio mientras Paula daba a luz, sin dudarlo dije que si. El problema era que me mareo facilmente cuando veo sangre y al poco de estar allí me desmayé.

Los médicos intentaron reanimarme y me sacaron de allí. La espera en la cafetería se me estaba haciendo eterna.

Etabamos tdos allí, mis padres, mis hermanas, las hermanas de Paula, su madre, los abuelos, en fin toda la familia. Yo estaba arropado, sobre todo, por Sara que no me dejaba sólo ni un minuto y hacía que mis nervios fueran cesando.

Dos horas después me dijeron que Paula y el niño estaban estupendamente y que ya podía subir a planta. Al oirlo corrí más rápido de lo que el cuerpo permite. Llegué a la habitación y al entrar y verla tan guapa, radiante, ya tranquila y con el niño en sus brazos hizo que me echase a llorar. Paula me cogió la mano y me puso al niño en mis brazos, le miré y le veía tan pequeñito, indecenso, pero tan guapo, dormidito, era lo más maravilloso que me había pasado en toda mi vida. Esa sensación jamás la podré olvidar, desde aquel momento comprendí la responsabilidda que Paula y yo acabamos de aceptar.

El niño se despertó y me dijo que le diera el biberón, Paula no podía dar el pecho porque al cumplir los 18 se operó las tetas.

No podía dejar de mirarle, se me caía la baba cuando se movía, cuando abría los ojitos, era precioso.

Esa noche la pasé en el hospital junto a Paula, dánole todo mi cariño. Ella estaba cansada por el esfuerzo pero a la vez estaba exultante, aguantó perfectamente el dolor.

A los dos días de estar en observación ya nos marchamos para casa, esos días más que nunca los pasé al lado de Paula y del niño, que cada día estaba más guapo.

Paula recibió el cariño de toda la gente, sus amigos, hermanas, su madre, todos menos su padre. Yo había intentado hablar con mi suegro, él me escuchaba me tenía un gran cariño, pero me decía que no podía perdonar a Paula, aunque tras una gran insistencia mia, se digno y fue a conocer a su nieto y a ver a Paula.