Una historia de amor iii
Sólo espero que disfrutéis al leerlo tanto como yo al escribirlo
CAPITULO III
Se puede decir que después de aquel climax de amor, deseo y pasión comenzó mi verdadera relación con Paula.
Recuerdo que nada más terminar de hacerlo por primera vez, y mientras yo estaba tumbado mirando al techo y ella recostada en mi pecho, una lágrima derramada por sus ojos cayó sobre mi cuerpo, cariñosamente le pregunté el motivo de su llanto, sus palabras aún las recuerdo de manera imborrable “lloro de alegría, de felicidad, lloro porque te quiero”. Me pareció el momento de mayor belleza jamás vivido.
Los días se sucedieron de la manera más dulce posible durante los dos primeros meses. Luego Paula empezó a cambiar, la notaba rara conmigo, distante, había perdido el apetito sexual. Me dijo que era mi fisico que no le gustaba, reconozco que de cara era bastante guapo pero mi cuerpo era demasiado delgado, que la única manera de volverla a encandilar era ganando masa muscular y moldeando mi cuerpo entre pesas, abdominales, flexiones, carreras,... Me sentía mal, feo, inferior, poca cosa para a estar al lado de tan bella dama.
Estaba loco por ella y comenzé a dedicarme en cuerpo y alma a mi físico. Me despertaba a las 6 de la mañana y me iba a correr hasta las 7 llegaba de vuelta y hacia 1000 abdominales, me duchaba, desayunaba alimentos basados en proteínas e hidratos de carbono, iba a clase, comía y desde las 5 de la tarde hasta las 9 de la noche me machacaba con toda clase de ejercicios en el gimnasio. Lo reconozco, me obsesioné.
Lo primero que Paula hacía nada mas vernos era levantarme la camisa y mirar mi cuerpo, nunca le gustaba el resultado y cada vez me obsesionaba más con el deporte. Mis padres mostraron gran preocupación por la dedicación que mostraba hacia mi cuerpo, mis amigos me reprochaban que apenas pasaba tiempo con ellos y que dejara de lado esa obsesión mía. Pero, sin embargo, la sonrisa que se le dibujaba a Paula cuando iba viendo mis procesos hacía que me sintiera orgulloso de mi fuerza de voluntad.
En apenas 4 meses los resultado iban siendo evidentes, gané 10 kilos de masa muscular. A las chicas si antes les gustaba ahora más, me hacía sentir cómodo ser deseado, admirado, venerado...Yo sabía que todo se debía a mi fisico por eso no estaba dispuesto a dejarlo ni mucho menos, a pesar de lo que dijera mi familia o mis amigos.
Aún con todo eso mi relación con Paula no iba bien. Nos veiamos y no me dejaba besarla porque la despeinaba, si lo haciamos, rara vez porque cada vez lo haciamos menos, no me dejaba besarla por el cuerpo porque deía que le quedaban marcas, se la notaba que no disfrutaba del sexo. Todo eso añadido a mi locura por el deporte fue creándome una visión mental muy negativa sobre mi. Me veía como un fracaso incapaz de hacer feliz a la mujer que más amaba, sentía que era demasiado guapa para mi, demasiada mujer para un crio.
Poniéndome en lugar de Paula pienso que yo no le gustaba para nada, que no le atraía, y que no sabía que excusas darme para no hacer el amor. También imagino que no me dejó simplemente por el hecho que para sus padres era el yerno perfecto y, por otro lado, porque cada vez que le surgía un problema ahí estaba yo para solucionarlo.
Una noche, salió de fiesta con sus amigas, entre ellas mi ex, Laura, cogió el coche más caro que tenía su padre en el garaje y se fueron a fardar por las calles de Madrid. Cuando ya eran bien entradas las 4 de la madrugada sonó mi móvil, me desperte sobre saltado y contesté. Era Paula que habían tenido un accidente que no les había pasado nada pero que el coche estaba siniestro. Rápidamente salí de casa cogí la moto y me presente donde estaban. Paula me pidió que dijera a su padre que el conducía era yo y que me dormí y nos salimos de la carretera. Lo hice sin dudarlo dos veces, todo fuera por contentar a Paula.
Estuve tres meses reclutado en casa, no por la perdida de el coche porque tanto en mi familia como en la de Paula faltarían muchas cosas pero el dinero es de lo que más sobraba. La razón era mi cabeza descerebrada que podía haberlas matado y haberme matado.
Pero todo eso me dió igual porque Paula estaba genial conmigo, me trataba bien, haciamos el amor, me dejaba besarla, así que yo encantado de la vida lo hubiera vuelto a hacer.
Mis amigos me repetían continuamente el interés por el que Paula me quería, y sí, llevaban razón, pero yo no los quería entender y me enfadaba con ellos, les reprochaba que decían eso porque tenían envidia de mi por estar con una mujer tan increíblemente bella como es Paula.
Ella era una estratega de la vida, o por lo menos era una estratega en el amor, sabía mover la ficha correcta en el momento adecuado para que todo saliera como ella lo preveía. Sabía cuando era el momento de tenerme contento para conseguir cierta cosa, sabía lo que tenía que decir a sus padres para saciar sus caprichos, sabía lo que tenía que comentar para quedar bien...En fin, consideró que saber hacer eso, aunque es poco ético, es de una gran inteligencia.
Admiraba su belleza, su inteligencia, su carisma, su desparpajo, era ideal y así la veía. Mientras yo seguía consumiéndome entre pesas y cintas, entre espalderas y potros, entre abdominales y flexiones, y todo para estar perfecto o al menos para gustarle.
Cambié completamente, antes era bastante engreído, con excesiva seguridad de mi mismo, un chulo. Pero al estar con Paula de algún modo madure, me explico, madure en el sentido de dejarme de ver en el centro del universo para verme como uno más, y eso es bueno, pero yo, que el extremismo es mi bandera, pasé de verme como el hombre perfecto con el que cualquier mujer caería rendida a mis pies a verme como un servidor a los deseos de Paula, como si yo no tuviera valor ninguno, me menospreciaba en exceso, sólo importaba ella y su felicidad y yo me autodescuidé a nivel psicológico, fue una alienación amorosa, una subyugación a sus deseos.
El tenerme de ese modo a ella le encantaba se sentía poderosa, admirada, cuidada, amada... y eso la acrecentaba más el ego mientras a mi me lo dejaba en el subsuelo. Era lo más parecido a aquellos caballeros que relataban los famosos libros de caballerías medievales, aquellos que lo daban todo por su amada y que Disney después los reconvirtió en los famosos principes azules. Con esto no quiero reprocharle a ella nada, el único causante de mi debilitación mental era yo, quizás porque tenía miedo a decirle mis pensamientos y provocar su descontento. Ella debía sentirse como cuando juegas a un juego de fútbol en la play y haces que los jugadores se muevan como tu ordenas y te sientes un virtuoso del joystick, pues salvando las distancias, sentiría algo similar.
Yo no sé si me queria, o si estaba conmigo por comodidad, pero atracción había y lo demostraba cada vez más, seguramente sería esa atracción la que me hacía sentir feliz dentro de mi nueva personalidad.
Hicimos nuestro primer aniversario y decidí preparale un regalo romántico, un detalle que reflejara de algún modo mi sentimiento hacia ella.
Después de mucho pensar, y en un estallido de frenesí romanticón, encontré lo que buscaba. Alquilé una habitación del Palace, la llené de flores y velas, en la cama escribí con los pétalos “te quiero”.
Abrió la puerta y sus ojos centelleaban de ilusión, yo la observaba de pie junto a la cama, iba vestido como si me fuera a casar, con chaqué, pajarita, chaleco, engominado, recién afeitado, parecía sacado de un catálogo Emidio Tucci.
Se acercó a mi y me quitó el champán de la mano, me tiró a la cama y ella se lanzó sobre mi para besarme.
Pasamos dos días metidos en la habitación haciendo el amor. Nos olvidamos de los móviles, de la familia, de los amigos, de la universidad. Creamos un mundo en el que ella era la tierra y yo el mar.
Esas 48 fueron lo más maravilloso que jamás había experimentado. Durante ellas ví a una Paula enamorada, excitada, loca de placer, embriagada de sentimientos y, sobre todo, la vi feliz.
Por otra parte, nuestras respectivas familias estaban encantadas con nuestra relación, es más, diría que si vivieramos en otra época probablemente, debido a la estrecha relación entre nuestros progenitores, estariamos comprometidos por obligación.
A pesar de verme cambiado, mis padres creían que era porque Paula había hecho un hombre de mi. Siempre ha sido, de entre todas las chicas de mi edad y del mismo entorno social, la más valorada por ellos. La consideraban perfecta para mi.
El segundo año todo fue tiñéndose de oscuridad.....Continuará