Una historia de...
Sexo con hijas de Eva.
UNA HISTORIA DE...
"Solo dos clases de mujeres dicen que conquistan al hombre con la belleza del alma: las viejas y las feas."
Brand
, Doris.
El día que los dueños de la finca, desde la meseta, mandaron a los repartidores de leña, poco sabían los ingenuos catalanes lo que se les avecinaba. Aquella mañana de sol otoñal que daría marcada para siempre en sus mentes. Incluso los críos que lo contemplaron en directo fueron a sus abuelos para que les explicasen lo que pasaba. Los padres de estos no les hicieron caso, los abuelos que ya habían visto otros repartos para hacerlos callar les dijeron que los amos ataban los burros donde querían. Aquellas criaturas acojonadas no entendía nada de nada. Los críos más despiertos pensaron que aquellos abuelos estaban ya algo chalados.
Más tarde cuando empezaron a detener gente con pretextos indescifrables, estos críos volvieron dale qué dale. Los abuelitos ya cansados de tantas preguntas les dijeron que aquellos eran los secretos de las pirámides que ellos no entendían ni podrían entender.
Cuando estos mismos dueños de la finca mandaron a otros catalanes a la cárcel que creyeron en los designios divinos, otros niños empezaron otra vez a preguntar y preguntar. Los abuelitos que ya estaban cabreados les dijeron que era porque no habían obedecido los mandamientos. Ellos inocentemente creyeron que debían ser los de la ley de dios. Aquellos críos, aunque no lo pareciese ni
lo manifestaron
, se lo quedaron para ellos en sus aniñados corazones. En cuando llegó el momento de las primeras comuniones, cómo sabían que de no obedecer estos mandamientos vendrían otra vez aquellos encasquetados señores a repartir y repartir leña, estos asustados, aún por lo que vieron no quisieron hacer la primera comunión. Dijeron que todo aquello les daba mucho miedo y que tampoco querían volver a ver aquellos señores repartidores de leña.
Cuando todo esto llegó a los oídos del papa de Roma, el Santo padre no daba crédito a lo que oía. Este ya estaba cansado de haya en donde estaba la Virgen Negra de tantos viajes por todo el mundo, por lo que los pederastas de la iglesia y ya solo le faltaba este otro problema con las criaturas. Según dijeron fuentes no oficiales, aquella noche se la paso rezando y sin cenar. Aquellas tropelías las para el Santo Padre eran incomprensibles. Cuando sucedió lo que parece imposible en el valle de los caídos temblaron las paredes y los cimientos cómo
si
de
un terremoto se tratase. Se agrietaron los muros y una espesa polvareda lo inundó todo. Entre aquella hecatombe apareció el que nunca tenía que haberse ido. Este con cara seria les dijo a quienes quisieron escucharle que con las cosas de comer no se jugaba. Qué a los niños se les tenía que decir la verdad. Entonces el señor Paco como siempre había hecho, dijo a quienes pudieron escucharle que las fincas no se tocaban, de lo contrario se mandarían más y más repartidores de leña. Cómo siempre se había dicho. Y que estás estacas sería de maderas más duras. Muchísimo más duras. Después de aquella aparición todo volvió a su sitio. Los cabezotas catalanes ya no podría alegar ignorancia.
Don Torcuato, Siempre había sido un señor importante, serio, judicial y al mismo tiempo generoso. Aquella noche de estos aconteceres estaba eufórico. Había cerrado una operación que le reportaría unas ganancias millonarias. Y cosa que nunca hacía, decidió irse hasta un gran piso en donde le dijeron que allí encontraría un premio a su inteligencia y visión de futuro. Qué allí encontraría a unas hijas de Eva que eran algo bellísimo y dulce como llegadas del paraíso. No le engañaron. Al entrar allí se sintió Infinitamente feliz. Aquellas criaturas eran lo más bello que se podía encontrar en la vida terrenal. Todas aquellas hijas de Eva iban como cuando llegaron al mundo. Tan bellas y delicadas como los lirios en un amanecer de primavera. Sus pechos eran soberbios como los de una oveja lactante. Sus Culos redondos y voluminosos como si con ellos la naturaleza hubiese querido emular a aquellas pinturas del genial R
ubens
que de culos sí sabia. Y mucho.
Lo que si extraño a Don Torcuato fue que todas ellas llevasen en su mano derecha una manzana y el brazo extendido. El señor Torcuato poco dado a estos ambientes le preguntó a una de ellas el por qué de llevar una manzana en la mano. Uno hermosa y sensual morena le dijo que aquello era un mandato de la casa y que si alguna no cumplía con sus obligaciones en vez de una manzana tenía que llevar una sandía.
- Cómo comprenderá, vale más llevar la manzana. ¿No lo cree usted?
Don Torcuato no tuvo más remedio que darle la razón, que la tenía.
Cuando Don Torcuato entró en la habitación con ella esta dejó la manzana encima de una silla. Después lo ayudó a desvestirse dejándolo tal como su mamá lo trajo aunque a este le dijera que lo había traído una cigüeña desde París. La hermosísima chica se puso a cuatro patas de encima de la cama y señalándole su cueva posterior, le dijo que por allí. Don Torcuato, que nunca había visto nada igual, se lo quedo mirando angustiado. Este no tuvo más remedio que preguntarle: ¿Por allí, qué?
Ella no tuvo más opción que girarse y sentándose encima de la cama le señaló su otra peluda cueva.
-Pues por aquí. -Le dijo ella.
Don Torcuato que tampoco había visto nada igual tuvo que preguntar:
- ¿Por aquí, qué?
Don Torcuato hombre de profundas creencias y temeroso de los mandatos divinos a su Santa Señora siempre se la tiraba con la luz apagada. - De los pecados -él se decía - siempre el menor. El pobre Torcuato solo había visto los agujeros negros de los túneles Ferroviarios.
Don Torcuato, sentado en el asiento trasero de su coche estaba totalmente fuera de sí. Angustiado y más cosas. Al lado ya llevaba 2 botellas de whisky vacías, pero el no podía apartar de sus pensamientos lo del Valle de los caídos, ni la chica con la manzana en la mano. Aquello era como si lo llevase escrito con fuego en su mente. En ella se le mezclaban niños pidiendo explicaciones a sus abuelos sobre aquellos hombres que enviaron los dueños de la meseta con sus estacas y lo más extraño lo de la chica con la manzana en la mano.
-¿Cómo podía ser que alguien desnudo se pasea hace en un gran piso con una manzana en la mano y el brazo extendido del antes de las personas que allí había? -se preguntaba.
Don Torcuato no lograba descifrar aquellos misterios que se asemejaban a los secretos de las pirámides, a la ley de la gravedad e incluso lo del teorema de Pitágoras.
De pronto se le hizo la luz. Abrió otra botella y le pegó un latigazo a tocar. Aquel Whisky Sabía de puta madre. Cuándo después de varios intentos logró tapar la botella un guardia pasaba por la acera y este al verlo no pudo contenerse.
-¡Guardia...! Guardia...! -le dijo angustiado. -¡Me ha robado el volante!
- Siéntese delante hombre... Siéntese delante... -Le dijo al ver que se había sentado en el asiento de atrás.
FINE