Una historia contada a duo III

...

Y de nuevo llegó el jueves, esa casa, esa cabina con olor a desinfectante camuflado con algún ambientador y esa chiquilla, que ocupaba cada uno de mis más locos pensamientos, tras el cristal.

Nuestras miradas, se encontraron justo cuando desapareció su blusita de flores diminutas, y, ninguno de los dos rompió el contacto, cuando otras manos se deshicieron del escueto pantaloncito. Un sinfín de sensaciones recorrían mi cuerpo, un parte de mí no podía evitar excitarse, como siempre al admirar su juvenil cuerpo, apenas cubierto por una minúscula braguita de algodón blanco, con puntillas alrededor de la cinturilla, por donde ahora esa mano morena se colaba; mientras otra parte de mí, deseaba sacarla de allí y llevármela a algún lugar, para ser yo quien le proporcionara el placer que otro iba a darle…

En ese instante, ella se colocó de manera que solo yo, desde la última cabina pudiera ver con claridad, lo que medio sacaba del bolsillo de la chaqueta del hombre. Era un tubito abierto de…vaselina. Volvió esconderlo, y vi como continuación él, metía la mano dentro de ese mismo bolsillo, y sacaba sus dedos brillantes, supe entonces lo que esa chiquilla, acababa de decirme sin palabras; no estaba mojada, ni excitada…

—No empieces sin mí, profesor; no tardo nada –le dije, al verle abandonar la cabina, atándome deprisa la bata.

Llegué al coche, con una sonrisa de idiota en la cara y esperé a que no tardara en avisarme para recogerla. Me sorprendió verla, por el retrovisor acercándose, en vez de hacerme la pérdida de siempre.

— ¿Por qué no me has llamado? Te habría recogido como siempre

—Quería ver que haces mientras me esperas, profe –le dije, apoyándome en la puerta, cuando bajo la ventanilla

— ¿Quieres que…? –le dije, sin dar crédito a lo que me pedía esa chiquilla, con cara de viciosilla, poniéndome la polla dura al momento.

—He pasado muchas noches imaginándote aquí, meneándotela mientras esperabas, deja que lo vea por fiii –le pedí, poniéndole morritos

— ¿Cómo sabias, lo que hacía putita? –pregunté, liberando mi polla

—Por tus ropas, el olor, tu mirada… -contesté, relamiéndome al ver su falo duro

Me hablaba, sin apartar sus grandes ojazos, de la mano que ya tallaba mi mástil sin prisas, disfrutando al ver como esa niña, se relamía esos labios gordezuelos, mordisqueaba el inferior…

— ¿Qué haces tú cuando lo imaginabas?

—Terminaba tocándome el coñito

— ¿Cómo lo hacías putita? Enséñame, como la hacías viciosilla –le pedí, abriendo la puerta del coche

Ella, se apoyó en la puerta abierta, mirando hacia mí, que sentado seguía masturbándome, viendo cómo se recogía la falda en la cintura, y se bajaba lentamente las bragas, hasta dejarlas caer al suelo, con un pie las subió, tirándolas sobre mi polla y seguí masturbándome con ellas enrolladas en mi rabo. Con dos dedos, separó los labios gordezuelos de su clítoris, subió un pie al coche, dejando que viera perfectamente su rajita, mientras sus dedos la recorrían.

— ¿Te gusta mi coñito profe?

—Más que comer con los dedos. Frota tu clítoris, ponlo gordito para mi

Mi sexo babeaba, viendo a esa chiquilla, con la faldita recogida masturbándose para mí, en ese aparcamiento, donde tantas pajas me habían hecho pensando en ella.

— ¿Quieres que te ayude, viciosilla? –pregunté, sin dejar de meneármela

Y cuando asintió estiré la mano, mientras ella se colocaba, tapando la abertura de la puerta y sin darle tiempo a prepararse, hundí dos dedos en su vagina; estaba encharcada y me volvió loco. Saqué los dos dedos con la misma rapidez que la había penetrado y añadiendo un tercero, volví a penetrarla, los giré dentro de ella y gimió, noté como flaqueaban sus piernas, salí de nuevo y volví a hundirme a medias, salí y volví al fondo; así un par de veces, hasta notar como temblaba y oír sus gimoteos entregados.

—Dios, como me gustaría saborear tu corrida –me dije casi para mí mismo quejumbroso

—No los saques aun, no dejes de follarme profe –dijo

Para mi sorpresa, se subió al borde del coche, y bendije haber comprado ese todoterreno con baca, cuando ella, agarrándose a esta, colocó un pie sobre mis muslos abriéndose, y, solo tuve que girarme un poco, para hundir mi cara en su pubis; metí mis dedos en su vagina con fuerza un par de veces, antes de sacarlos para hundir mi lengua, y recibir sus juguitos mientras temblaba corriéndose en mi boca.

Cerré los ojos un instante, paladeando aun el sabor de su coñito, sintiendo el palpitar inminente de mi orgasmo cuando noté, la caricia de su aliento sobre mi glande inflamado:

—Quid pro quo profe

La lengua de esa chiquilla salvaje, lamió las gotitas de semen que ya mojaban la punta, mientras tomaba el relevo de mi mano, masturbándome; mientras volvía a mirarme con esa cara de viciosilla que me perdía…

—Voy correrme preciosa, sigue…

Apreté más y tallé con dureza su mástil, viendo embelesada el primer trallazo de semen sobre el salpicadero, mas sobre el volante y sus pantalones… me incliné para terminar de relamer y succionar, hasta la última gotita, relamiéndole, lamiendo hasta las manchas de su pantalón.

Me puse en pie, cogí mis braguitas y me las puse ante su atenta mirada, bajando y colocando mi ropa, antes de dar la vuelta y sentarme en el asiento del copiloto:

— ¿Me llevas a comer una hamburguesa por fi?

El viernes, le di clase a última hora; me costó horrores concentrarme, y dejar de mirarla con cara de bobo, cada vez que me sonreía.

—Pensarás que soy una obsesa, pero no dejo de pensar…y me pongo mala –le dije, acercándome a su mesa cuando todos salían

—Nena, tengo una reunión en poco más de diez minutos…

—Me sobran cinco –le dije, llevando su mano bajo mi falda allí mismo, simplemente apoyándome en su mesa

— ¿Estás loca? podría entrar cualquiera

—Sí, y vería a un profesor, enseñándole algo de su ordenador a una alumna, en una clase abierta, sin esconderse. Venga se bueno y tócame un poquito…

—No puedo… –le dije, mientras mi mano, se colaba bajo su braga

Cuando me miraba así, estaba perdido; pensé notando la humedad mientras mis dedos resbalaban, entre los pliegues de su vulvita.

—Si profe, métemelos…joder, me vuelves loca…-ronroneo, cuando le di lo que pedía

Como aseguro, cinco minutos después, se corría aferrada a mi mesa, empapando mis dedos con juguitos.

—Siento que de momento, te quedes sin nada –le dije, colocándome disimuladamente las braguitas, en su sitio

—El momento se me va a hacer largo, tengo un compromiso este fin de semana, fuera de la ciudad. Prométeme que serás buena, y leerás el libro que comentaremos el lunes en clase.

—Te echaré de menos profe, pero prometo ser buena –le dije, girándome al ver que me había seguido hasta la puerta

Y apartándole un poco, para que no nos vieran, le besé con ganas.

—Acuérdate de mí –dijo antes de irse de la clase, dejándome con un calentón del quince, besando mis dedos, que aun sabían ella.

Me obligué a no llamarla el fin de semana, no quería parecer un acosador, quería darle espacio, y el lunes, ya está desesperado por verla.

Cuando entró en mi clase, y me sonrió al pasar por mi mesa, deseé tumbarla sobre la misma, para poseerla como un bárbaro, que era como me sentía en ese instante, totalmente desbordado.

Tuvimos una charla, preguntas y respuestas, sobre la primera parte del libro, que les había recomendado la semana anterior, y por fin acabo la clase.

—Te he echado mucho de menos, profe. ¿Vas tu despacho?

—No podemos ir a mi despacho, la secretaria sospechara, con tanta visita.

—Venga no seas malo, solo un poquito…

Que me propusiera sexo allí, rodeados de casi la totalidad de la clase marchándose, me estaba poniendo aún más cachondo, de lo que ya estaba yo, tras tres días soñando con ello.

—Espera diez minutos a que yo suba, y sube la cuarta planta, gira al final de los despachos y me veras al final del pasillo

Recorrí nervioso el trayecto, comprobando como ya sabía, que no quedaba nadie en esa planta, básicamente de reuniones. Las clases habían acabado, y todos los despachos estaban cerrados, seguí hasta los baños y al momento la vi aparecer.

La cogí de la mano, y la arrastré dentro del baño, que nada tenía que ver con el de los alumnos, cerré la puerta con llave y por fin la besé.

—Umm profe, que morbazo, por fin follamos en los baños, aunque este es mucho más elegante que los nuestros –dijo lamiendo mis labios

Mis manos ya rebuscaban, bajo su falda, el elástico de sus braguitas y tiré, arrodillándome ante ella, que subió su falda, dejando su pubis ante mis ojos. Besé su suave piel, y la lamí gustoso.

—Necesito follarte –le dije poniéndome en pie

Empezó a desabrochar mi pantalón, mientras yo hacía lo mismo con su camisa, y liberaba sus preciosas tetas, por encima del sujetador, para lamer sus pezoncitos duros, mientras ella ya tenía mi polla en su mano, y la tallaba sin piedad.

—Ven pequeña, deja que te la meta… -le dije, entre jadeos agarrándola de la cintura

La subí al lavabo, y mientras me colocaba entre sus piernas, ella guiaba mi falo entre sus pliegues, se frotaba con él… luego se aferró a mi cuello y mientras yo daba un golpe de gracia, ella deslizaba el culito por la piedra, haciendo que la penetración fuera chocante, profunda…divina y enloquecedora, mientras nos devorábamos como posesos.

Durante unos minutos, no paramos de lamernos, de movernos, de subir hasta colocarnos al límite…

—Quiero que te veas putita –le dije, saliendo de su cuerpo

Mi polla salió, y ella bajó del lavabo, le di la vuelta y la incliné ligeramente, agarré sus caderas y volví a hundirme buscando su mirada en el espejo, viendo sus tetas balancearse a cada envite y volviendo a su mirada.

—Mírate golfa, quiero que veas lo que veo yo, cuando te corres

Volví a dejar el calor de su vagina y mis dedos buscaron su clítoris, lo estimulé hasta que noté, el temblor que precedía al orgasmo, y entonces entré hasta el fondo, ella gimió, empuje más sin salir, levantándola casi del suelo y entonces la lava de sus juguitos mojaron mi polla inflamada y los espasmos de su orgasmo, succionaron mi sexo palpitante, y no pude más, la miré mientras me corría dentro de ella, mordiendo su hombro para no gritar, viendo su expresión de placer en el espejo.

—Joder, como no voy echarte de menos…

Mientras nos arreglábamos la ropa, se me ocurrió algo:

—Princesa, mañana y pasado es fiesta, no hay clase y creo que no trabajas ¿no? (cuando asintió a lo que decía seguí) ven conmigo…

—Siiii, solo pasemos por mi casa a por ropa, y nos vamos donde quieras

—Te recojo donde lo hice el día de la bicicleta, en diez minutos y te llevo a casa

La esperé en el coche, frente a su casa. Al momento regresó sonriente, con una bolsa de deporte y se sentó de nuevo en el asiento.

—He traído el libro, para acabarlo, si me sobra tiempo –le dije acariciando su sexo, sobre el pantalón

—Has hecho bien pequeña, porque uno ya tiene una edad, y no vamos a poder pasar los dos próximos días follando a todas horas…aunque, se hará lo que se pueda –contesté, apartando con desgana, su manita tentadora.

La miré dormitar; era tan jodidamente joven y bonita… y como si notara mi mirada, se estiró, desperezándose, lozana.

—Upss, me he dormido profe, donde estamos

—Ya llegamos princesa

Comprobé con mi móvil, que llevaba conduciendo más de media hora, cuando por fin nos desviamos de la carretera, siguiendo las indicaciones hacia un pueblo, en el que solo había estado de pasada. Recorrimos la calle principal y casi cuando ya no quedaba pueblo, nos desviamos por un senderito corto y al final estaba la casa

—Ya hemos llegado. –le dije entrando en el garaje

Su casa era como él, grande, fuerte, con personalidad y por dentro sobria pero con todas las comodidades.

— ¿Dónde quieres dormir?, hay dos arriba y dos abajo –dije refiriéndome a las habitaciones

— ¿Puedo elegir tu cama?

—Puedes –le dije feliz, llevándola a mi habitación.

Dejé mi bolsa, y volví al salón, donde el dejaba sus cosas, y me quedé mirando como colocaba todo, pulcramente en su lugar, me acerqué sin hacer ruido, al rincón del salón que parecía ser su despacho, donde estaba colocando su portátil, sobre la enorme mesa.

—Vaya, no vas a quedarte sin lectura –le dije, mirando las estanterías repletas hasta el techo de libros.

—Eso nunca, dame un par de minutos y vamos a dar una vueltecita, así estiramos las piernas, ¿te apetece?

—Tú mandas…

—Cuidado con lo que ofreces, podría tomarte la palabra

—Seguro que lo pasaba en grande…como siempre contigo.

—Pero que viciosilla eres golfilla, vámonos

Sonreí como un idiota, cuando agarró mi mano, mientras paseábamos por las empedradas calles del pueblo tranquilo, en el que vivía.

—Me tomaría uno de esos chocolates calientes, que prometen esos carteles –le dije, tirando de él, hacia una de las terrazas de esa plaza.

Nos sentamos en la terraza del bar más concurrido, junto a una de esas estufas tipo farola, jamás se me había ocurrido parar tomar nada y llevaba cinco años pasando a diario, hacia un millón de años que no tomaba un chocolate…hacia casi tantos años que no me sentía tan bien como en ese instante, con esa chiquilla frente a mi soplando su taza con sus manitas enfundadas en unos guantes rosas de pelusilla.

—Hace frio, ¿volvemos a casa? –pedí, con voz ronca por el deseo, que esa chiquilla despertaba, sin ni siquiera proponérselo

—Ya te dije que tú mandabas —contestó mi pequeña brujilla jugando a excitarme con el doble sentido de sus palabras

—Si yo mandara, no te iba a dar tiempo, ni para quitarte esos preciosos guantes antes de metértela, hasta el fondo de ese precioso y prieto coñito, que tienes entre las piernas –le dije, ya camino a casa.

— ¿Te gustan mis guantes profe? –le dije, colocándome ante él, y andando de espaldas, por el sendero que llevaba a su casa.

Me agarró la cara con sus grandes manos, y me besó, mientras mis manos enguantadas bajaban su cremallera, y allí mismo liberaban su erección.

—Estás loca pequeña…ummm que suavecitos… -gemí encantado, al sentir la suave pelusilla en mis pelotas

Mientras una mano esculpía mi polla, la otra sobaba mis pelotas. Yo lamia sus labios y a medida que subía mi excitación, mordisqueaba y tironeaba sin piedad, comiéndole la boca.

A pesar del frio, el calor me abrasaba y la necesidad de poseerla, me nublaba el juicio, le di la vuelta en mitad del sendero, y apoyando sus manos en un árbol del camino, mordí su cuello y después, lamí su piel enrojecida, mientras desbrochaba sus vaqueros; un tirón y desnudé su culo, mis dedos se clavaron en su carne, y agarrándola de las caderas tiré de ella.

El tirón, hizo que tuviera que agarrarme al árbol, para no caer, podía notar su polla dura y húmeda, entre los cachetes de mi culo, en horizontal pegada mi rajita palpitante, su gordo glande, ligeramente curvado hacia arriba, rozaba mi entrada en cada vaivén de sus caderas, mientras suspiraba, para que encontrara el camino y me llenara…

—Métemela, profe –terminé suplicando

Cuando girando la cabeza, suplicó con esa carilla de viciosa, mi polla goteó en la entrada de su coñito, separé con mis pies más sus piernas, tiré un poco más, doblé las rodillas y un empujón me llevo al paraíso. Por fin su coñito prieto aferraba mi falo, mientras yo como un loco entraba y salía, aprovechando que iba aun con el polar, pegué mi cuerpo al suyo, a ella contra ese árbol y simplemente entré más y más, saliendo apenas unos centímetros y volviendo a arremeter. Metí mi mano entre su pubis y el árbol para no lastimarla y la muy putita, empezó frotarse con ella, curvé los dedos…

—Si profe, dame duro…voy a correrme, mas, dame más… -le dije, justo antes de que estalla mi orgasmo

La saqué al borde de mi orgasmo. Cuando su cuerpo dejó de temblar, subí sus vaqueros, la cogí de la mano y andamos el trocito que nos faltaba para llegar a casa.

—Eres una golfilla, no has podido esperar ni a llegar a casa –le dije abriendo la puerta, fingiendo regañarla

—Es que…lo siento…no lo volveré… -como fingía la cabrona, estar compungida, cuando apenas controlaba, esa risilla tan sexi

—Ahora vas a tener que portarte mejor –seguí en mi papel dominante

—Sí, haré lo que me pidas –contestó, sumisa y pareció excitarle la idea

La llevé al salón y coloqué mi sillón favorito de lado, frente a la chimenea, me desnudé y me senté.

—Ahora te toca ti golfilla, desnúdate

Disfruté admirando en la penumbra, solo con la luz del fuego de cada porción que iba descubriendo, de ese cuerpo lozano.

—Pon ese cojín a mi piel y chúpamela, ponme la polla bien dura, para que pueda follarme tu precioso culo de golfilla.

Joder, su lengua no dejó un puto rincón sin recorrer, lamió, mordisqueó, chupeteó y babeó mi polla, mis pelotas, y ahora mientras me masturbaba, lamia mi perineo que había estado masajeando con los nudillos. Apenas podía respirar, me escurría en el sillón del placer que esa lengüecita me estaba proporcionando y cuando creía no poder más, su lengua se posó en mi ano, presiono…uff, mi mástil goteaba, yo jadeaba…

—Nena, me estas matando…para golfilla, para… -ahora era yo quien suplicaba clemencia.

Cuando creí que no iba a hacerme caso, mi niña sumisa dejó de lamer, dejó de menear mi polla y casi lloro de desesperación, pero para mi sorpresa, se apartó y sin levantarse gateó hacia la alfombra, meneando el trasero descarada, despacio, parándose a mirarme, cada dos pasitos, hasta llegar al brazo del sofá, donde se incorporó y apoyó el torso, girándose una vez más para decirme:

— ¿No ibas a follarme el culito, profe?

Joder, salté del sillón como si tuviera un resorte, me coloqué tras ella, la subí un poco más sobre el brazo, poniendo su culito en pompa y cuando iba a inclinarme para prepararla me dijo:

—No profe, quiero sentirte bien, sin preámbulos

Mi mástil, aun brillaba con su saliva, cuando lo apoyé en su esfínter, y agarrándola de las caderas, fui metiéndole el glande, me escocia, estaba apretado, caliente…como un enfermo fui entrando; despacio gané centímetro a centímetro, hasta que mis huevos, golpearon su cuerpo, y sin poder más empecé, a bombear, oyéndolo por fin gemir bajo mi cuerpo.

—Ahora dame duro profe, así párteme en dos –me alentaba a perderme más de lo perdido que ya estaba

Ella, metió su mano entre sus piernas y cuando gimió más fuerte, y más seguido supe que estaba, tan a punto como yo.

—Si mi niña, córrete mientras lleno, tu culito de semen

—Sí, sí, si…me corro –la oí mientras me vaciaba en sus entrañas

Más tarde, nos duchamos juntos, hicimos la cena entre bromas y nos quedamos dormidos viendo una serie que ella eligió.

Pasamos todo el di siguiente por ahí, recorriendo en coche los alrededores, hacía años que no me sentía tan a gusto y relajado. Había decidido vivir el presente, sin pensar en consecuencias ni en el mañana, porque a nadie le amarga un dulce y que me quitaran lo bailado.

Llegamos a mi casa a última hora de la tarde, derrotados. Nos dimos una ducha y le dije:

—Si te apetece podrías leer un poco y luego hago la cena. O si lo prefiere salimos a cenar

—Prefiero quedarme aquí, voy a por mi libro

Cuando volvió al salón, la miré por encima del libro que yo estaba leyendo, estaba preciosa con un jersey de lana de cuello alto, y unos graciosos calcetines gordos, que le llegaban a las rodillas, y por detrás le colgaban unas bolitas.

—Ya que tengo el profe en casa, ¿puedo sentarme cerca para hacerte preguntas si lo preciso? –le pregunté sentándome en sus rodillas

— ¿A esto llamas cerca?

—Venga, en clase siempre estas lejos –le dije, abriendo mi libro cuando él dejó el suyo rindiéndose

Fingí leer, aunque era incapaz de concentrarme, sintiéndole tan cerca. Me volvía loca, pensar que solo la fina telita del pantalón de su pijama, separaba nuestros sexos, y eso hacía que el mío, se empezara ya a mojar; me moví un poco a propósito, sabiendo que no tardaría en notar la humedad.

No quería parecer un pervertido desesperado, pero esa chiquilla no dejaba de menearse, de frotarse y no podía evitar, que mi sexo reaccionara, notaba el calor de su cuerpo y…¿la humedad?

— ¿No llevas bragas, putita? –pregunté, acariciando ya sus muslos

—No creí que las necesitara, para leer

—Pero que golfa eres, no creas que vas a librarte, sigue leyendo.

Mis dedos, seguían subiendo por sus muslos, llegaron su pubis desnudo y ella gimió, sin apartar los ojos del libro, que acaba de apoyar en la mesa, que habíamos colocado frente a mi sillón.

—Si apartas los ojos del libro, dejaré de tocarte –sentencié

—Vale, seguiré leyendo, pero no pares –imploré

Apenas podía mantener la mirada fija, mientras sus dedos se paseaban por mi rajita, para terminar estimulando mi clítoris…

Mientras mis dedos se empapaban, entre los pliegues de su vulva, con la otra mano tiré del elástico del pantalón de mi pijama, y liberé mi erección.

—Sube el culito, zorrita –le pedí, empujando mi polla, entre sus piernas desde atrás, cuando lo hizo

Mi desvergonzada chiquilla meneó las caderas y con la ayuda de mi empuje, me coloqué en la entrada, ella bajó, y fue insertándose lentamente, hasta quedar sentada con mi polla dentro de su caliente cuevecita.

Que gustazo, sentirme de nuevo llena de él. Apoyé los codos en la mesa, subí un poco el trasero y empecé a menearlo, dejaba solo la mitad de su sexo dentro, y hacia un círculo, antes de bajar de nuevo el culo, clavándome una y otra vez en su maravillosa estaca.

Sus manos, se habían colado bajo mi jersey, y masajeaban mis tetas, las apretaba, pellizcaba mis pezones, y tironeaba, cada vez que dejaba caer mi culo, sentándome bien y retorciéndome sobre el para abrirme bien con su sexo dentro.

—Que bruja eres pequeña, no pares –dijo dándome un fuerte cachete, en mis blancas nalgas

Gemí encantada, y recibí un segundo, que agradecí con un nuevo refriego, ganándome un tercer y un cuarto azote. Empujé un poco más la mesa, para echarme más hacia adelante, y, ofrecerle mejor mi culo, cosa que entendió al instante, porque volvió azotarme el culito con fuerza. El escozor y el calor de cada azote, me ponían más y más cachonda, y casi echada hacia adelante, con su polla forzada dentro seguía moviéndome, forzándosela, gimiendo como una loca. Me agarré con una sola mano a la mesa, y con la otra agarré sus testículos, y los sopesé antes de sobarlos, el gimió y yo apreté, de nuevo volvió a azotar mi maltrecho culito.

—Como me pone, ver tu precioso culito marcado y rojo putita –le dije, entre jadeos

Me volvían loco sus sobeteos, incluso esos tironcillos, y como forzaba mi polla cada vez que movía las caderas, con ese vaivén cadencioso. Notaba su humedad rebosante, el calor que emanaba su cuerpecito…

—Ya me tienes al límite, no puedo más, deja que me corra princesa

—Pues relájate, simplemente deja que pase…una vez leí algo muy bonito: “no pidas permiso para volar, las alas son tuyas y el cielo no es de nadie”…vuela conmigo profe… –susurro mi pequeña bruja contoneándose

Mis manos seguían en sus tetitas, ella seguía cabalgando, moviendo sus caderas, apretándome y soltándome con los músculos de su vagina… el fuego líquido de su orgasmo, sus gemidos, mezclándose con mis aullidos, mientras los dos temblábamos, corriéndonos salvajemente, al alcanzar la cúspide de la sinusoide.

Cualquiera pensaría, que no me está gustando el libro, que me gusta, pero me pones muchas tentaciones en el camino, y por mas bueno que sea, no es comparable a esto profe. Por cierto, el otro di al empezarlo, recordé que la profesora, tu amiga, ya nos había recomendado este autor y leímos algo de él, el año pasado.

— ¿Y te gustó?

—Mucho, ella nos dijo que le conocía personalmente, entre tú y yo, me dio que le conocía bien, ¿me entiendes? (le guiñe el ojo) ¿tú también le conoces? –se me ocurrió que podían compartir amistades

—Bastante

—Pues podrías presentármelo, vengaaaa -le dije, dándole besitos, aun sentada en su regazo pringosa

—Princesa, ya le conoces…y diría que bastante a fondo

Tarde unos segundos en procesar, lo que creía que me estaba queriendo decir, no podía ser cierto.

— ¿Quieres decir…? –solo balbuceaba

—Sí, escribí ese libro y tres más, antes de ese. No me puedo creer, que mi desvergonzada alumna, se haya quedado sin palabras

—Es que ahora, me da vergüenza…mis maneras…no eres el profe en paro, que imaginé cuando empezamos a juguetear

—Vaya y ¿que cambia? Soy Gabriel, el mismo de siempre

—Pero era menos complicado, cuando solo eras profe

Que rica, como no iba a quererla, pensé asustándome de mis pensamientos…