Una historia contada a duo II

Ayer se borraron las dos por error...

No podía volver caer en sus redes, no podía dejar que volviera a pasar, porque sería tan fácil rendirme al placer de pecar de nuevo… y había tomado una decisión, pero eso no significaba que tuviera controlado el deseo que ponía mi polla dura solo con recordar… había perdido la cuenta de las veces que me había masturbado ese fin de semana en su honor. En la ducha, en la cama, incluso en el sofá viendo un partido… y por fin, el lunes creía estar preparado, seco y agotado, para enfrentar a esa criatura.

—Buenos días, profe

Daba igual que se escondiera bajo esos vaqueros, esas camisetas holgadas y sus botas militares porque yo ya sabía que había debajo, siempre lo había sabido, pero ahora además sabia como olía, como era el tacto de su piel, el ruidito que hacia cuando se corría, la humedad y el calor abrasante de su prieto coñito…joder, al demonio las incontables pajas o el creer que iba a ser capaz de pasar página sin más.

—Sara, lo que sucedió el otro día, fue un error que no va volver suceder –le dije, de repente furioso sintiéndome un pelele

Empezó a entrar la gente y no pudimos seguir hablando, durante la clase, noté que evitaba hasta mirarme y al final de la misma había tomado la decisión, si lo que quería era alejarse, pues que así fuera, no iba a ir tras él lloriqueándole, por más bien que follara, me dije cabreada. Pero a medida que pasaban los días, más que pasárseme, me enfurecía sus intentos de ignorarme y decidí demostrarle que él se lo perdía y esa mañana, por primera vez opté por dejar en casa mis vaqueros.

Joder, si me costaba mantenerme cuerdo, viéndola a diario perpetrada bajo esos vaqueros, verla con ese vestidito cortísimo de punto y esas botas casi a medio muslo, iba a matarme. Entonces me di cuenta, que no era el único que me había dado cuenta del cambio, al fondo del pasillo, mi amigo Ernesto, el director miraba en la misma dirección…el culo de Sara.

—Buenas tardes, profe –le dije, al pasar por su lado y ver que se acercaba la bruja de la profesora

Esta, como siempre me recriminó que no estuviera ya en clase, y cuando le contesté flojito, que se fuera a cierto sitio, se puso como una loca gritarme.

—Ya basta, Sara ve a clase –le dije, para minimizar daños, viendo ya a Ernesto acercarse

Al momento, la otra y le había puesto en antecedentes y él les pidió ambas que fueran a su despacho.

Cuando el director me dijo, que quería verme en su despacho después de mis clases y vi su mirada…me recordó a todas esas miradas tras el cristal y asustada cuando salí de su despacho, en vez de irme a mi siguiente clase, fui al despacho de Gabriel.

—Por favor, tienes que ayudarme –le dije nerviosa

Y cuando esperaba que me mandara a paseo; me dijo:

—Tranquilízate, ve cómo te ha dicho, no te dejaré sola, confía en mí.

Fui al despacho y como sospeché, apenas había cerrado la puerta y el director ya tenía su mano en mi hombro, pero justo en ese instante tocaron a la puerta y un segundo después entró Gabriel, para salvarme y casi obligar a su amigo a llevárselo de copas y tras una breve charla, me despidió en la puerta, donde proveché que el director se ponía el abrigo, para apuntarle mi teléfono a Gabriel en la palma de la mano.

—No me he librado de él hasta ahora, ¿estás más tranquila?

—Muchas gracias, te debo una.

—Una gorda, es casi media noche y aún estoy por las calles sin cenar

— ¿Vas en coche? ¿Tienes GPS? No te preocupes, solo quiero que cenes algo

—Claro –le dije y me dio una dirección antes de colgar

Pensé en volver a llamar, para decirle que no tenía hambre, lo último que me apetecía era cenar en vete a saber dónde, prefería irme a casa; pero como un imbécil ya le había dado la dirección al aparato, me quedé helado, cuando este me llevó a una urbanización y cuando me dijo que habíamos llegado, la vi de pie en la puerta de una de las muchas casitas casi todas iguales de esa zona.

—Vamos he hecho una piza, espero que le guste, al menos es casera

—No tenías… –llevaba un chándal rosa, coleta y ni rastro de maquillaje, lo que la hacía parecer aún más joven

La seguí dentro de esa casita con jardín delantero y me sorprendió, el acogedor salón comedor con chimenea con una enorme cocina abierta y olía a piza… mi estómago rugía.

—Vamos siéntese y coma –le dije señalándole el taburete frente a la enorme isla que separaba la cocina del salón

Esa criatura camaleónica, empezaba a embriagarme en cada una de sus versiones, pensé viéndola moverse por la cocina…

— ¿En qué piensas?

—Pensaba en quien eres realmente, si la chica que vi el primer día, con esa fingida inocencia…o la chica en vaqueros que vi la segunda vez en clase, pareciendo querer pasar desapercibida…o eres la chica explosiva y sexualmente enloquecedora de la tercera vez, esa que regreso a clase esta última semana, para jugar a demostrar quien se escondía bajo esos vaqueros... Y entonces aparece esta nueva Sara, en una casita acogedora, sin maquillaje y coleta, moviéndose en la cocina como si jamás saliera de ella…en todo eso pensaba Sara.

—Es más sencillo que todo eso, simplemente soy Sara, una chica que estudia, vive en esta casita con su hermano y se busca la vida como puede, porque vivir tiene un precio y hay que pagarlo.

— ¿Tu hermano sabe cómo te ganas la vida? ¿Sabe que cada noche, ese hombre que te dobla la edad te folla, ante un montón de miradas lascivas?

—Si lo sabe, el hombre que me folla es su marido –le dije disfrutando de su cara al escuchar mis palabras.

Le conté todo, como me costó convencerlos, como empezó todo y como llegamos hasta ahí, pasando por mis problemas en clase.

—Al trabajar cada noche, se resintieron mis estudios, pero ya solo curro los jueves, viernes y fin de semana, todo habría vuelto a la normalidad, si esa bruja me dejara hacerlo…

—Tienes que dejar de jugar y volver a estudiar en serio, eres la mejor de la clase, pero con este disparatado trabajo, si no te vuelcas vas a perder el curso, no puedes dispersarte.

—Me estoy acostumbrando a que salgas en mi ayuda, ¿vas a seguir protegiéndome si prometo ser buena?

—Si –contesté sin pensarlo

—Mañana trabajo, ¿me protegerás también esos días? ¿Me apoyaras, para que no me disperse como has dicho?

—Tengo que irme –le dije, al darme cuenta de lo que me estaba pidiendo, necesitaba pensar en ello.

Al día siguiente, ya acaba el último pase, Luis estaba a puntito, sabía cómo hacer que se acelerara, conocía su sexo y empecé a apretar y soltar los músculos de mi vagina, él sonrió y entrecerró los ojos, justo antes de correrse y en ese instante, vi una sombra tras el último cristal y supe quién era sin verle, abrí bien mis piernas, para que todos pudieran ver el semen de Luis escurrir de mi coñito, mientras yo, golosa lamia las gotitas que aun manchaban la punta de su falo sin dejar de mirar la oscuridad del ultimo habitáculo.

Abroché mi bata a toda prisa y me asomé al pasillo por una puerta trasera y le vi salir.

—Profe…

—No me llames así –le dije acercándome.

—No te enfades Gabriel, me falta media horita, ¿te quedas?

—Solo he venido, para asegurarme que cumples tu parte y no te quedas un minuto más del necesario, te espero fuera para llevarte a casa.

Esa noche no me apetecía bailar y menos cuando uno de los asiduos, se acercó y entonces tuve que sonreírle. Veinte minutos después, frente a ese hombre, mis dedos pellizcaban mis pezones, mientras la mano de él, dentro del bolsillo del pantalón, se movía furiosamente. Pasé la lengua por mis labios, me incliné dejando que mis pechos llenaran mis manos y vi como la mano paraba y el pantalón se humedecía, mientras yo sonreía sabiendo que había terminado, por fin podía irme con Gabriel.

Cuando sonó mi móvil, acababa de abrocharme el pantalón, tras limpiar bien el estropicio de mi corrida. Porque a pesar de repetirme mil veces, que no me había masturbado en la cabina y no iba a hacerlo en ese aparcamiento… una cosa es lo que uno quiere y otra es lo que consigue, y una vez más no conseguí dominar el deseo.

Paré frente a la entrada y apenas la salud, cabreando conmigo mismo más que con ella, la llevé a su casa.

—Repasa lo de la clase de mañana

—Hasta mañana profe, ¿porque aquí sí puedo llamarte así, no Gabriel? –le dije, para mortificarle saliendo del coche.

El viernes, no tenía claro que viniera y me encantó saber, que volvía a estar en la última cabina, pero esta vez, cuando todo acabó ya no estaba, aunque al asomarme le vi al final ya del pasillo. Esa noche, bailé para dos clientes, una hora después, me disponía salir y aunque pensé que ya no estaría, hice la pedida, siempre podía decir el lunes que marqué sin querer.

—Creí que te habrías ido –le dije al verle ante la puerta

No contesté, volvía estar demasiado cabreado conmigo mismo para darle palique a esa niña que me había tenido una hora esperando en el puto aparcamiento.

—Hasta mañana –le dije en la puerta de su casa

Camino a casa, me repetía una y mil veces, que no iba a volver hacerlo, que esa niña no era mi problema, en unos días volvería mi amiga, retomaría sus clases y todo volvería a la normalidad. ¿Que más me daba, si estudiaba o no, si llegaba más tarde o más temprano a casa? pero antes de dormirme, sabía que iba volver a por mas, en el fondo sabía que esa niña se había metido bajo mi piel.

Y así sucedió, convirtiendo en una costumbre, esa descabellada situación, en la que durante el día y la semana, le daba clases como al resto, limitándome a fantasear y seguirla de reojo por los pasillos y la clase, pero cuando llegaba el jueves, a las once menos diez esperaba como un tonto, junto a la última cabina, para ver el último pase. Entraba y en esa sórdida penumbra, miraba hipnotizado lo que sucedía tras el cristal, negándome a aliviarme en esa situación, antes de acabar me iba al aparcamiento y a pesar de repetirme que esa noche no iba a hacerlo, terminaba haciendo lo que no había hecho allí dentro, lo que no quería que ella supiera que hacía. Luego sintiéndome un imbécil, limpiaba y dormitaba esperando su llamada. Me alegraba cuando lo hacía en veinte minutos y cuando su sonrisa iluminaba mi coche, el aparcamiento y la noche, me enfurruñaba y en silencio la llevaba a casa. Y aunque sus notas habían subido y no había vuelto a tener una sola disputa en los pasillos ni en clase yo cada día me sentía más fracasado.

Vaya día de mierda, pensé cogiendo mi bicicleta, estaba helada y pensé que debía haber ido clase en bus. Apenas me había alejado de la universidad, cuando empezó a llover, me desvié por un atajo para darme más prisa y entonces resbalé y me caí, estaba comprobando los daños cuando oí un coche parar.

— ¿Que ha pasado, te has hecho daño Sara?

—No es nada –le dije, mirando el roto del pantalón y la magulladura de mi rodilla

—Sube al coche, vas a coger una neumonía

—Voy a ponerlo perdido ¿y mi bici?

—Sube Sara, ya me encargo yo

Y cuando subió, estaba lleno de barro y enfurruñado como siempre, aunque hoy el coche no olía como cada noche, pensé con una sonrisa malvada.

—Entra al menos a lavarte las manos o pondrás barro por todo –le dije, cuando me bajó la bici

—Joder Sara, tienes sangre en el pantalón, hay que mirar y curar esa herida antes de que se infecte con tanto barro

—Ya sabes que soy de pactos, me daré una ducha y luego curaremos mi herida, si usas el otro baño de invitados y te pones ropa seca tú también. Puedo prestarte algo de mi hermano o de Luis

—No hará falta, pero acepto, porque me estoy quedando helado y en el coche llevo la bolsa del gimnasio con ropa seca y limpia.

Me dejó junto al pequeño baño de invitados, que había entre la cocina y el salón

—Cuando estés, cruza el salón y esa puerta da al anexo que es mi guarida, nos vemos allí.

Me di una ducha rápida, me puse el pantalón de deporte y jersey, que usaba cuando salía del gimnasio e hice lo que me había dicho y tras la puerta, había una especie de descansillo con puerta que daba a la calle y otra puerta, que al abrirla me llevó a otra estancia, junta pero independiente.

La estancia era pequeña, las paredes estaban forradas de estanterías, incluso sobre la puerta que acababa de traspasar, un cómodo sofá en el centro, una mullida alfombra, una mesa baja, un sillón y en una esquina una mesa redonda con cuatro sillas, completaban el comedor, al fondo un cortina como de plumas, dejaba ver tras ella sobre un especie de tarima, una cama grande con dosel y lo que debía ser su habitación, al otro lado una puerta, que se abrió y apareció ella.

— ¿Te gusta mi guarida?

—Es muy tú. Vamos, curemos esas heridas, ¿has traído agua oxigenada y yodo?

Se colocó frente a mí, estaba preciosa recién duchada, con solo una camiseta larga y sabia seguro que no se había puesto sujetador, porque podía ver la marca de sus pezones y como un idiota, terminé preguntándome como serían sus braguitas, mientras me obligaba a centrarme en sus heridas.

—Mañana se notaran las marcas…lo digo por tu trabajo

—No pasa nada, una vez paso algo parecido y le sacamos provecho

— ¿Provecho?

—Si, en el espectáculo fingía ser una chiquilla, con una bici accidentada y Luis como tú ahora me curaba y me hacía preguntas

— ¿Que te preguntaba? –seguí indagando, excitado

—Si me gustaba que me soplara en las heridas y lo hacía, si me gustaba que me diera un masajito en una de mis piernas y lo hacía…para terminar preguntándome, si me gustaba que me tocara mi cosita y la tocaba…uff –me queje, sentándome en el sillón frente al sofá donde él estaba.

—Lo siento, sé que escuece, pero necesito desinfectarlo –le dije, echándole más yodo.

El yodo escurrió y yo con un algodón, intenté detener el chorreo por su pierna, ella subió el pie y entonces descubrí, que mi pregunta de antes sobre cómo eran sus bragas estaba de más…joder no llevaba.

—Sigamos profe, te toca, quid pro quo, ahora unas preguntas para ti… ¿te gusta lo que ves tras el cristal profe?

—Sabes que sí, me gustas más de lo que deberías gustarme –contesté sin poder frenar mis palabras

— ¿En qué piensas en el aparcamiento mientras te masturbas Gabriel?

—pienso en como olerás… en como sabrá tu coño –de que servía ya negar la evidencia…le dije, mirándola

—Me encanta, la manera en que me miras

— ¿Cómo te miro?

—Me miras como si desearas comerme y al mismo tiempo, como si no quisieras sentir ese deseo. Algún día, ¿serás capaz de dejar de lado esos prejuicios, para darle respuesta a esas preguntas que tienes tan cerca? –le dije, separando las rodillas para que viera bien mi coñito desnudo.

Joder, colocó el otro pie en mi otro muslo y separó más sus muslos, exponiendo ante mí su sexo, mirándome descarada…se respondió solita mi primera pregunta, Sara guardaba entre sus piernas el paraíso y este olía a fruta fresca, dulzona y el deseo palpitaba, delirante entre mis piernas. Rocé enfebrecido los labios de su vulva lampiña con mi nariz, aspirándola…besé su pubis abultadito y suave antes de pasar mi lengua, por esos labios gordezuelos, separándolos con mi lengua, metiéndola en su rajita para recorrer una y otra vez, como un poseso. Oír sus gemidos, me alentaban e instigaba a seguir profundizando en ese coñito juvenil que sabía a gloria, dulce y picante al mismo tiempo.

Bordeé su clítoris hasta hincharlo, lo succioné y mamé como un cachorro hambriento, antes de volver a recorrer esa rajita, hasta su entrada para hundir mi lengua dentro y disfrutar de sus grititos y jadeos, luego la sacaba y seguía hasta su otra entrada arrugadita y prieto y también la devoré y penetré con la misma gula, antes de terminar de nuevo en su clítoris oyéndola suplicar, entonces metí dos dedos en su vulva con furia un par de veces y ella se retorció, paré y los saqué de golpe viendo como convulsionaba en el sillón y lloriqueaba mientras su coñito se empapaba, goteando juguitos de su corrida que dejé salir unos segundos antes de lanzarme a lamer, como un sediento en un oasis en pleno desierto.

—Deberías patentar eso que acabas de hacer profesor –le dije extasiada, mientras él se ponía en pie.

Nunca me había corrido de esa manera, casi como si me hiciera pis y cuando casi me avergonzaba, él se lanzó a lamer hasta la última gotita.

—Quid pro quo profesor, te toca –le dije tirando del elástico de su pantalón.

Se colocó al borde del sillón y agarrando el elástico del pantalón, tiró y mi polla dura casi golpeó su cara, la agarró de la base y mientras mi polla apuntaba hacia arriba ella torció ligeramente la cabeza y sentí el primer lametón en los huevos, su lengua plana los mojaba, los subía, los movía y finalmente los succionaba, mientras dos dedos seguían presionando como un anillo, la base de mi polla que jamás había estado tan gorda, dura y necesitada… el glande estaba oscuro, hinchado y ya empezaba gotear mientras esa chiquilla se encargaba bien de mis pelotas, sin dejar de mirarme desvergonzada, cosa que me ponía aún más cachondo si cabe.

Supongo que leyó la súplica en mis ojos, y esa lengua vivaz se lanzó lengüetear esas gotitas que empapaban mi capullo golosa, luego hizo círculos alrededor del anillo antes de empezar a chupetear la punta y succionándola haciendo ruiditos. Solo dejaba de mamar, para sacar la lengua y recorrer todo el tronco, volviendo de nuevo a succionar con ganas…

Apenas podía respirar, oleadas de placer recorrían mi columna y solo la presión de su mano en la base, impedían que hubiera llenado su boquita de semen ya.

En ese instante, dejó de succionar con la punta aun entre sus labios, me sonrió ya que no había dejado de mirarme en todo momento y de nuevo, con esa cara de viciosilla que me mataba, fue dejando que mi polla resbalara entre sus labios, un poco más, y más…sin parar hasta que sus labios, rozaron sus dedos en la base, entonces retrocedió, chupeteó y repitió una y otra vez, dejando que mi polla rozara hasta su campanilla, luego se la sacaba y chupaba hasta retirarse, mirándome con su saliva aun uniéndola a mi polla...

Su mano libre, agarró mis testículos húmedos aun y los sopesó, los amasó ligeramente haciéndome suspirar…

—Por favor, Sara… -supliqué, desesperado por correrme

Y esa vez tras chupetear, me dejó llegar a su garganta, tironeó de mis pelotas y entonces aflojó la presión…Dios el primer latigazo fue instantáneo y tuve que agarrarme a sus hombros, mientras el semen salía a borbotones, trallazo tras trallazo, sacudiéndome por dentro y por fuera, mientras me corría y ella lejos de apartarse tragaba, como podía y cuando no pudo más, lamió hasta la última gota.

Me senté de nuevo en el sofá, las rodillas me temblaban y cerré los ojos unos segundos.

—Profe, no te alejes de nuevo

—Ahora mismo, no podría ir a ninguna parte aunque quisiera –le dije, con una sonrisa tonta. Aunque al baño…

— ¿Te gusta la comida china?

—Si –esa pregunta me sorprendió al salir del baño

—Pues acabo de pedir, ¿te quedas a cenar conmigo profe? –le puse morritos

Se había puesto otra camiseta, ya que la anterior se había manchado de semen y está ni siquiera tapaba su pubis, que exhibía desvergonzada sin bragas… ¿cómo iba a decir que no nada que saliera de esa boquita, además mirando ese coñito que ahora sabia lo jugoso que estaba?

Se puso un pantalón, para recoger la comida y se lo quito nada más volver para mi deleite, que cené sentado en el sofá, mientras ella de rodillas en la alfombra repartía todo sobre la mesa baja, dejándome admirar a ratos su precioso culo, a ratos su divino coño y cuando no, se resbalaba la camiseta y podía ver casi toda su teta. Total al final de la cena, mi polla volvía a estar dura como el mármol, viéndola salir de nuevo por la puerta para hacer cafés.

Cuando volví estaba con los ojos cerrados, apoyado en el sofá, relajado, aunque cierta parte de su anatomía no parecía relajada del todo y entonces me miró

—Aquí traigo tu café, veras que rico

—Tú sí que estas rica, preciosa –le dije mirando hipnotizado su pubis

—No te muevas profe, ¿cuánta azúcar? –le dije, dejando los cafés en la mesa y agachándome, para que pudiera ver bien mi coñito

Babeé viéndola en esa postura y tuve que frotar mi palpitante erección, deseando poseerla con tanta intensidad…

—Ya tengo listo el café para usted profe, ¿está listo usted para mí? –le pregunté, mordiéndome el labio inferior, mientras miraba el bulto que él acariciaba sobre el pantalón.

Cuando tragó saliva, le pasé la taza y aprovechando su despiste momentáneo, me senté a horcajadas como la primera vez, sobre sus muslos.

—Necesito que vuelvas follarme Gabriel –le dije tirando del elástico del pantalón y de nuevo su polla salto entre ambos como un resorte.

—Y yo chiquilla, y yo –le dije, intentando atraerla a mí con una mano en su nuca

Ella se escabulló y se puso en pie ante mí y sin dejar de mirar mi sexo, con esa mirada hambrienta que me enloquecía, se deshizo de la camiseta, quedándose completamente desnuda, luego se dio la vuelta y meneando las caderas con gracia anduvo hasta las cortinas, me sonrió liando las plumas de esta en sus cuerpo desnudo, mientras yo me ponía en pie e iba a por ella.

Devoré su boca entre el plumaje de las cortinas y apartándolas fui descubriendo sus pechos para devorarlos, antes de empujarla ligeramente, para que cayera en la cama, donde reptó de espaldas hasta agarrarse al cabecero.

—Fóllame profe –dijo abriendo las piernas flexionadas

Me desnudé a la velocidad del rayo y me uní ella en la cama, de rodillas entre sus muslos tiré de ella y subiendo su culo a mis muslos, se la metí hasta el fondo.

—Ni siquiera era consciente, de lo mucho que he añorado tu coño

Arqueé la espalda, agarrada a los barrotes mientras su polla, me abría y gemí como un posesa cuando empezó a follarme con furia, agarrado al mismo cabecero, con sus manos junto las mías, mientras yo debajo me contoneaba.

—Más, dame más –susurraba, enardecida en cada envite

Follarme ese coñito era una locura, esa chiquilla se movía como una culebra bajo mi cuerpo, acentuando así cada arremetida, pidiéndome más, alentándome así a darle duro, como ansiaba cada partícula de mi ser. Apenas salía, para volver a empotrarme hasta el fondo y a veces, ni de eso era capaz y cuando salía a medias, volvía entrar hasta el fondo, gimoteando como un demente, sin control.

—Voy a correrme profe –sollocé, en una de sus fuertes arremetidas

Salí por completo y entré con fuerza, sintiendo como su cuerpo empezaba a temblar y me quedé quieto unos segundos, antes de salir lentamente.

—Diosss que bueno, sí, me corro –de nuevo, todo estalló en mil pedazos y otra vez esa sensación de hacerme pis cuando su polla dejó mi cuerpo

Aun de rodillas ante su cuerpo abierto, espié su orgasmo, viendo su coñito palpitar, sus juguitos empapándolo y roce simplemente su rajita, humedeciendo mis nudillos y el dorso de mi mano en esa lava caliente, que emanaba de su cuerpo, mientras aun agarrada a los barrotes se retorcía. Me encantaba verla, pero también salía porque no hubiera resistido su orgasmo desde dentro.

— ¿Te ha gustado princesa?

—Sí, ya te dije que tenías que patentar eso profe –le dije, intentado volver respirar bien, mientras ahora sus dedos, recorrían mi rajita hasta mi ano.

Llegué a su agujerito trasero y presioné hasta colar mi dedo húmedo de sus jugos y lo metí en su culo hasta la mitad, lo giré y saqué un par de veces, antes de unir un segundo y seguir follándoselo…con la mano libre empecé tallar mi polla, más que dispuesto correrme sobre su pubis, cuando aprovechando una salida de mis dedos, se retorció y dándose la vuelta se colocó a cuatro patas, volvió agarrarse al cabecero y me dijo:

—Fóllame el culito profe

Mi sexo se humedeció, ante es nueva perspectiva y con la vista nublada por el deseo y la polla aun en mi mano, la acerqué a su huequito, presioné el glande con un mano apoyado en sus riñones y conseguí meterle la cabeza, ella gimió y yo seguí empujando, sintiendo la presión de su esfínter, entrando más y más hasta conseguir meterle más de la mitad, entonces agarré sus manos en el cabecero y besando su cuello seguí empujando hasta que huevos golpearon su cuerpo…por fin estaba dentro y se estaba mejor que en el paraíso.

—Que culo más rico tienes pequeña –le dije, sin moverme aun

Lamí su cuello, besé la parte alta de su espalda, mordisqueé sus hombros y empecé a moverme, lentamente, salía a medias y entraba, salía cada vez más, entraba más deprisa y terminé por perder de nuevo el control, cuando noté el vaivén de su cuerpo, siguiendo mis arremetidas, buscándolas… solté una mano y la llevé entre sus piernas, enloqueciendo al notarla mojadísima. Acaricié su botoncito y ambos jadeábamos delirantes, al borde del abismo. Presioné su hinchado botoncito y cuando su cuerpo tembló, me enterré en sus entrañas y me corrí si remisión mientras mis dedos se empapaban de sus jugos.

Desperté entumecida, con una nota en la que ponía que no me había querido despertar porque era muy temprano, pero sabiendo que había salido huyendo de nuevo, aunque eso no me borró la sonrisa de satisfacción del rostro.

Solo le vi un momento al mediodía en los pasillos, pero estaba acompañado y hasta la penúltima hora no tenía clase con él.

Durante la clase, intenté en vano ignorar sus miraras y sonrisitas, pero estuve excitado durante toda la clase. Me escabullí en cuanto sonó el timbre, para que ningún alumno se diera cuenta de lo que pasaba entre nosotros. Ya llegando a mi despacho, me intercepto mi amigo y mientras hablamos sonreí al verla venir por el pasillo.

—Profe, necesito los apuntes que me dijo que pasara a recoger

—Claro Sara, pasa…y tu Ernesto toma el libro que te prometí –entramos los tres en mi despacho.

Cuando mi amigo se fue con el libro, le dije a Sara:

—Creo que aun tienes otra clase ¿no?

—Sí, pero llevo todo el día cachonda necesito… –le dije agarrando su cinturón y desabrochándolo

—No podemos, ni ahora, ni aquí…cualquiera puede entrar… -le dije, mientras ella liberaba mi falo

—Si podemos, tócame como tú sabes… -le dije metiendo su mano dentro de mis vaqueros, después de darme la vuelta, para cerrar la puerta con llave

Joder, estaba chorreando y yo perdido, pensé empotrándola literalmente contra la puerta, mientras la masturbaba con furia, frotando mi polla fuera del pantalón, por su culo cubierto aun por el vaquero.

—Si profe, uf que rico, llevo todo el día pensando en esto, recordando lo de ayer…

—Y yo zorrita, antes mirando como meneabas ese culito por los pasillos, me dieron ganas de meterte en uno de los baños y follarte –le dije metiendo dos dedos en su vagina.

Mordí su cuello mientras mis dedos entraban y salían y mi pulgar frotaba su clítoris, casi sin espacio para mover la mano…

—Me corro profe, me corro…

—Ahora, bájate ese pantalón para que pueda follarte, tengo la polla escocida de frotarla en tus vaqueros, putita

Hizo lo que le pedía sin intentar separarse de la puerta, mientras yo dejaba caer mis pantalones, luego la agarré de las caderas, tiré de ella y de nuevo estaba dentro. La folle con furia, como a ambos nos gustaba, sin piedad, hasta que su cuerpecito volvió temblar y su vagina apretó mi polla ordeñándola, haciendo que me vaciara dentro, mientras lamia su cuello, para no gritar…

—Gracias profe, tengo que irme o no llego a clase. Te adoro –le dije, besando sus labios

Y mientras metía la camisa en mi pantalón, devolví ese beso con toda el alma.

Como iba a renunciar a esa criatura…