Una herencia incestuosa Capítulo VII

Los habitantes de la casa se dan una tregua para conocer a una gran mujer, que les explica su vida y pasa a engrosar el grupo complejo de personas que van a convivir juntos

Capítulo VII

Poco después de las doce llegaron dos camiones, primero el procedente del piso de Julia y unos minutos después el procedente del piso de Mary, y tras colocar una cinta trasportadora fueron subiendo hasta el recibidor de la primera planta que había entre las habitaciones, el salón y el nuevo estudio de pintura. Allí mismo fueron colocando una serie de cajas de cartón con todos los utensilios traídos, principalmente ropa, algunos libros, cd de música y películas, unas cuantas maletas y poco más, y rotuladas todas ellas con el nombre de la propietaria del contenido. En media hora estaban todas las cajas colocadas en dicho recibidor o descansillo de la escalera, y los de la mudanza se fueron diciéndoles que las cajas eran reciclables por lo que no urgía vaciarlas, y que a medida que lo hiciesen las desmontasen y las dejasen en los contenedores de papel y cartón.

Una vez que se fueron y la frenética actividad ceso, fue Elena la que comunico a Mary, incluso antes que, a Andrea, de que en un próximo momento aparecería la tía monja, que al parecer había vuelto de África.

Mary que se tomó la situación con mucha tranquilidad, incluso se diría que, con cierta guasa, le dijo prácticamente lo mismo que le habían dicho Mel y Yoli, que había hecho bien, pues ahora esa también era su casa y la de Andrea, y a continuación entre las dos le comunicaron a la aludida la inminente aparición de su desconocida tía.

Mientras estas tres hablaban de la visita de la monja, Esther que junto a Julia habían trasladado las cajas rotuladas con el nombre de la hija a su habitación, puso en antecedentes a su madre de la carta que había recibido Mel y que había guardado en su habitación antes de la llegada de ellas con los camiones de la mudanza. Julia escucho alucinada todo lo que le estaba relatando su hija y cuando termino de contarlo exclamo:

-     Ahora entiendo muchas cosas. Sobre todo, la capacidad que tu abuelo tenia de empalmarse sin motivo alguno, igual que en algún momento de sumo placer terminaba repentinamente, como si de pronto hubiese decidido que lo que estaba haciendo no era lo correcto. ¿Y tú crees que Mel ha heredado ese poder mental?

-     Creo que sí, porque anoche se cepillo a Carlota, después a Ana, luego a mí y después a Yoli, y cuando termino con ella volvió a ventilarse a Carlota. - le explico Esther – Nos vinimos todas dos o tres veces, y para que el terminase, tuvimos que chupársela Ana y yo un buen rato. Estuvo con la pija tiesa bastante más de dos horas y a poco que le hubiésemos animado creo que habría podido seguir.

-     Pero a vosotras que os está pasando. – le dijo Julia mirándola como escandalizada – Desde que hemos llegado a esta casa todas las noches montáis una orgia.

-     Pues según la carta de su padre, a Mel le anima a que en esas orgias os incluya a ti y a Mary. - la miro sonriendo Esther – Por lo visto eso ya os lo habría contado a vosotras.

-     Por cierto, y cambiando de tema, - siguió hablando Esther y dando por zanjado el tema – parece que hoy va a venir la tía monja de Andrea que ha llamado para ver a su sobrina, y que dicen que ha vuelto de África.

-     Pues vamos a intentar terminar de colocar todo. – dijo Julia – Parece que ciertamente, como dice en el escrito tu abuelo, en esta casa pueden ocurrir cosas impensables.

Todos, menos Elena que se quedó preparando la comida, habían subido a la primera planta y según el nombre de las cajas las fueron distribuyendo en los diferentes dormitorios, siendo Mel el que más cajas transporto. Una vez todas en sus respectivas habitaciones, Mel se dedicó a colocar sus cosas, que eran realmente las más escasas, y a Ana, Yoli y Esther, les ayudaron Inés, Andrea y Carlota respectivamente, mientras Julia y Mary se dedicaron a distribuir sus pertenencias en su dormitorio.

Como Mel fue el primero en terminar y no queriendo inmiscuirse en las tareas de las mujeres, decidió bajar a la cocina y allí esperar junto a Elena la llegada de la enigmática monja. Al entrar en la cocina le pregunto a Elena si quería que le ayudase dirigiéndose a ella en estos términos:

-     Yo ya he terminado de colocar mis cosas, y no quiero involucrarme en ayudar ni a mi madre ni a mis hermanas, porque se lo complicadas que son las mujeres con sus trapitos. He bajado aquí por si te hace falta que te heche una mano.

-     Pues hijo, realmente no me vendría nada mal que me echases una mano, pero no creo que sea el momento adecuado, ahora estoy preparando la comida. – contesto Elena soltando una risa alegre – Además puede aparecer la monja de un momento a otro y no sería serio que nos pillase con tus manos en mi masa. – volvió a reírse de nuevo alegremente - Perdona, es broma, pero no he podido evitar decirlo, me lo has puesto a huevo.

-     Ya que te veo capaz de bromear, te voy a hacer una pregunta muy personal. – le dijo Mel – Antes mi hermana Ana ha dicho que incluso tu estarías dispuesta a cumplir con las fantasías eróticas de tu hija Carlota y liarte también conmigo. ¿Tú sabes algo de esas fantasías? ¿O simplemente era una broma de mi hermana?

-     Bueno como antes o después te vas a enterar, te lo contare yo misma. – le dijo Elena – Durante los últimos años yo he tenido una relación un tanto especial con mi hija, relación que empezó cuando ella me conto que se excitaba escuchando a su hermana teniendo relaciones con Andrea. Yo intente aclarar sus dudas y aconsejarla sobre el tema, y como una enseñanza más que otra cosa, empecé a explicarle como darse placer ella misma, por lo menos hasta que encontrase a la pareja que le colmase sus expectativas, pero quizás me excedí en mis enseñanzas ya que incluso le preste algún que otro juguete erótico mío. Hasta tal punto llegaron mis enseñanzas y consejos, que hace mas o menos un año, en una de las clases y mediante un arnés, que utilice para que supiese más o menos lo que era estar con un hombre, la quite su virginidad. A partir de ese momento nuestra relación se hizo mucho más estrecha, pues ella también utilizaba de vez en cuando el arnés para darme placer a mí, y así nos fuimos haciendo imprescindibles la una de la otra. Después cuando te conoció a ti, empezó a tener fantasías eróticas contigo y en esas fantasías me incluía también a mí ya que con el arnés la hacía soñar que yo y mi artilugio eras tu. Muchas veces, en los momentos de excitación, me decía que teníamos que copular las dos contigo, cosa que no puedo negar me excitaba sobremanera aun sin conocerte.

-     Gracias por tu sinceridad. – dijo Mel cogiéndole la mano como lo había hecho hacia un rato y después se la beso, primero el dorso y luego la palma – Si a ti y a tu hija os apetece, para mi será una gran satisfacción cumplir esas fantasías de Carlota.

-     No creo que las jóvenes te dejen tiempo para mí. – dijo sonriendo complacida Elena – Yo ya soy demasiado vieja para ti.

-     Pero que dices, si eres una mujer preciosa. – la piropeo Mel – Además, creo que debes de tener una gran experiencia y en la próxima reunión que tenga con las jóvenes me gustaría que asistieras y las enseñes a utilizar tus juguetes.

-     Pero hijo, ¿qué dirá tu madre? – se escandalizo Elena – No creo que ella y Julia permitan que eso ocurra.

-     Tu déjame a mí. – le dijo Mel – Creo que podre convencerlas hasta el punto de que ellas también asistan a esa próxima reunión, al igual que Inés y Andrea. Espero que las nueve seáis mis musas, mis modelos, mis amigas y mis amantes.

En ese momento y sin dar tiempo a que Elena se pronunciase, sonó su móvil y cogió la llamada que era de la tía de Andrea. Al parecer en la entrada de la urbanización no la dejaban entrar porque no tenían registrada como habitante de la casa a la persona que ella decía que la estaba esperando, y entonces Mel, cogiendo el teléfono de Elena dijo:

-     Por favor entregué el móvil al vigilante para que yo hablé con él y le autoricen a pasar. – espero un momento y luego dirigiéndose al vigilante le dijo – Soy Miguel Jiménez, y nos hemos olvidado de decirles que esa señora venia hoy a visitarnos. Si, si vive aquí, vale, muchas gracias. Si no se preocupe, mañana mismo actualizaremos los datos.

-     Dice que no le consta que tu seas habitante de la casa, y que solo figuras como visitante. – dijo entregando el móvil a Elena – No hemos tenido en cuenta de daros de alta ni a ti ni a tus hijas, y he quedado que mañana actualizaremos los datos para que las cuatro podáis salir y entrar de la urbanización sin problemas por lo que debéis de dejarme una fotocopia del DNI de todas vosotras. Ahora vamos a recibir a la monja.

Salieron los dos de la casa y se acercaron hasta la verja de la finca esperando que llegase la invitada y que suponían vendría en coche o en taxi, pero cual fue su sorpresa al verla venir caminando desde el final de la calle, como a unos ochocientos metros, con una bolsa al hombro y una maleta de ruedas. Se miraron los dos confundidos y Miguel rápidamente corrió hasta la mujer y al llegar a su lado y tras saludarla y darla dos besos en las mejillas, solícitamente la cogió la bolsa y la maleta, y mientras hablaban animadamente, juntos recorrían el trozo de calle que los separaba de la finca. Elena, mientras se acercaban, se dedicó a analizar lo poco que podía verse de la monja, ya que iba vestida con una gabardina de camuflaje más bien larga y con capucha que no dejaba apreciar ni el color de su pelo, pero si parecía muy alta, incluso más que Miguel, ya que además no usaba tacones.

Al llegar a la altura de Elena, Mel las presento, diciéndole primero a la recién llegada:

-     Esta es Elena, la que ha ejercido de madre de Andrea desde que falleció tú hermana, y esta – dijo dirigiéndose a Elena – es Anastasia la tía de Andrea.

Tras saludarse efusivamente ambas mujeres siguieron a Miguel dentro de la casa, y en el hall de la entrada dejo la maleta y el bolso, más bien un macuto del ejército, y cuando Anastasia se quitó la gabardina, que coloco sobre la maleta, Elena y Mel se quedaron muy sorprendidos ya que Anastasia iba vestida de militar. La cocinera no pudo evitarlo y la pregunto de sopetón:

-     Yo tenía entendido que eras monja, por lo menos eso me dijeron las monjas cuando intente localizarte al fallecer Paulina, la madre de Andrea.

-     Bueno de eso hace ya trece años, - contesto la militar – y en esos años en mi vida han ocurrido muchas cosas, y la gran mayoría poco agradables, pero que han forjado mi carácter. Lo primero que debo decirte es que tu mensaje lo recibí casi un año después, ya que en aquellas fechas estaba en plena selva recorriendo como novicia de la orden países en conflicto como Ruanda, Tanzania, Uganda, República del Congo y Kenia. Pero dejemos de hablar de mí, ¿Dónde está mi sobrina?

-     Voy a llamarla ahora mismo. – dijo Mel a la vez que decía a Elena – Pasar a la cocina y dale a Anastasia algún refresco que me ha dicho que venía andando desde bastante lejos.

Mientras Mel subía a llamar a Andrea, Elena y Anastasia pasaron a la cocina y allí le recrimino la primera:

-     Podrías haberme llamado y Andrea te hubiese ido a buscar en coche.

-     Bueno ya estoy aquí, - dijo sonriendo Anastasia – y si me haces el favor me gustaría tomarme una cerveza fresquita.

-     Faltaría más. – dijo Elena sacando dos botellines de uno de los frigoríficos – Yo te acompaño y vamos a picar un poco.

Elena había preparado unos aperitivos para antes de comer y coloco en la mesa un plato de jamón, uno de queso y unas tostas con pate. No les dio tiempo ni a escanciar la cerveza en las dos copas, cuando aparecieron todos los habitantes de la casa encabezados por Andrea que se quedó mirando alucinada a su tía que aún permanecía de pie, y no pudo evitar decir:

-     Madre mía, esto sí que es una tía, vaya altura ¿Cuánto mides?

-     Uno noventa, - le respondió Anastasia y la pregunto - ¿Andrea?

Ante el gesto afirmativo Anastasia se acercó a ella y la abrazo con mucho afecto pero sin darle ni un triste beso, parecía que estaba como coartada ante la presencia de su pariente a la que sacaba más de veinte centímetros, y lo mismo le pasaba a Andrea que se dejó abrazar apretándose contra su tía, y debido a la diferencia de altura coloco su cabeza entre los pechos de aquella enorme mujer y sorprendiéndose al comprobar que eran muy grandes, ya que bajo la camisa militar los noto blandos pero firmes al no llevar sujetador. Entonces mirando a todos y cogiendo de la mano a Inés, dijo:

-     Tía, esta es mi pareja, Inés. No sé lo que puedes pensar sobre este tema, pero quiero que los sepas desde un primer momento y si lo aceptas me gustaría que nos contases a las dos que ha sido de tu vida.

-     Yo no soy quién para juzgar tus sentimientos, ni mucho menos opinar sobre con quieres compartir tu vida, y por supuesto que acepto contaros mis andanzas. – dijo Anastasia mirando sonriente a Inés – Además tengo que reconocer que tienes un gusto exquisito ya que Inés es una verdadera preciosidad.

-     Primero creo que debemos de presentarnos todos, - dijo Julia con una radiante sonrisa – y después deberíamos de comer que ya es la hora. Si no os importa yo misma presento a todas, luego que Inés y Andrea te acompañen a ponerte algo más cómodo mientras preparamos la mesa, y durante la comida, si no os importa, nos puede contar a todos sus “andanzas” como tú te has referido a tu vida.

Sin esperar respuesta, fue presentando a Anastasia a todos, y empezando por ella misma, luego a Mary y así sucesivamente hasta que por último presento a Mel, diciendo:

-     Y este es Miguel “Mel” para todas nosotras, pero creo que ya lo conoces ya que ha sido el que te ha ayudado a traer tus cosas. ¿Bueno que dices? ¿Te atreves a contarnos tu historia mientras comemos?

-     No tengo ningún inconveniente, siempre que después me contéis vosotros que relación os une, ya que me parecéis un grupo un tanto peculiar. – dijo Anastasia luciendo una enorme sonrisa – El problema es que no tengo nada más “cómodo” que ponerme, solo tengo ropa militar.

-     Entonces que Inés o Ana, que son las más altas, te presten algo de ropa. – dijo Julia y riendo alegremente apostillo – Es que si te la prestamos yo o tu sobrina te iba a quedar bastante corta y estrecha.

Entonces acompañada por Andrea e Inés, Anastasia recogió su maleta y su petate y las acompaño a la habitación de ambas, y por su parte Ana se brindó a llevarle alguna ropa cómoda por si le apetecía ponérsela.

Mientras esto ocurría los demás se dedicaron a preparar la enorme mesa extensible de la cocina con once cubiertos y en el centro coloco Elena los aperitivos que había preparado y también unas botellas de vino. Como es lógico mientras hacían esto comentaron el impacto que les había causado aquella enorme mujer, incluso más alta que Mel, pero también comentaron lo guapa que era y los rasgos que delataban que debía de tener alguna ascendencia africana, cosa que ni por asomos tenía Andrea, ya que era rubia natural y con una piel más bien blanca. Estaban debatiendo todo eso cuando apareció Ana diciendo:

-     Le he dejado unos leggins y una camiseta que parece que le han gustado y se los va a poner para comer. Pero no veáis que pedazo de hembra es esa mujer, estaba completamente en pelotas cuando he entrado en la habitación de Inés y Andrea, ya que al parecer acababa de darse una ducha, y tiene un cuerpo divino, unas tetas enormes, perfectas y se mantienen firmes con unos pezones duros, supongo que, por la ducha, un culo que es una alucinación, y no digo nada de sus piernas, vamos que es la mujer 10.

-     Además de su cara que es preciosa, con esos ojos grises que al mirarte te dejan con el chichi mojado. – suspiro Yoli - ¿Y qué dicen su sobrina e Inés?

-     Pues la estaban mirando como si fuese una aparición, con las bocas abiertas y los ojos aún más. – dijo riendo Ana – Es que vestida de soldado no daba la impresión de que estuviese tan bien proporcionada, ahora lo vais a ver.

-     Bueno sentaros y dejemos sitio a Anastasia en el centro, para que todos podamos oír su historia – dijo Julia – Yo por lo menos creo que debe de ser muy interesante.

Un par de minutos después aparecieron Inés, Andrea y Anastasia y todos quedaron cautivados por la anatomía de la recién llegada, ya que, a pesar de su altura, era perfectamente proporcionada tal como había dicho Ana, y con los ajustados leggins y la camiseta que le quedaba un pelín pequeña, se le marcaba sus grandes pechos y se notaban perfectamente unos pezones considerables, pero para nada exagerados dadas sus medidas.

Una vez todos sentados, fue Mary la que levantando su copa de cerveza brindo por el encuentro entre tía y sobrina, y deseándoles que en el futuro su relación fuese mucho más cercana. Después toma la palabra y dijo:

-     Antes de que empieces a contarnos tu historia, me gustaría saber dónde vas a vivir, porque al venír hasta aquí con tus pertenencias supongo que aún no te has instalado.

-     La verdad es que de momento no tengo donde ir. – contesto Anastasia – Con la historia está de la pandemia no he encontrado ningún hotel con habitaciones libres. Luego llamare al convento a ver si por unos días me puedo alojar allí.

-     No te preocupes por eso. – dijo Mary – Algo así me imaginaba al verte con las maletas, pero aquí hay sitio de sobras y habitaciones suficientes, y te puedes quedar el tiempo que te haga falta hasta que encuentres algo mejor. Bueno vamos a comer, y cuando quieras nos cuentas tus andanzas por África.

-     Ante todo, quiero agradecer a todos la acogida que me habéis dado, a Ana por haberme prestado esta ropa tan bonita y a ti por ofrecerme hospitalidad. Me siento halagada y acepto de mil amores vuestro ofrecimiento. – dijo Anastasia y luego sonriendo de forma encantadora a Mary, la dijo: - El problema es que dudo mucho que encuentre algo mejor, me conformare con encontrar algo decente donde vivir.  Gracias a todos.

-     Creo que ya es hora de que os cuente mi historia, ya que creo adivinar que todos estáis intrigados, y para que no se quede nada en el tintero empezare por el principio. Aunque de este principio yo no me acuerdo y es solo lo que las monjas me contaron.

“Parece ser que mi madre era una inmigrante, nacida en San Petersburgo, y que fue traída a España en el año 1972 engañada por una mafia rusa con promesas de trabajo, pero luego intentaron prostituirla con amenazas de que les debía dinero por el pasaje, el viaje y el alojamiento. Al final debió de acceder a las coacciones y amenazas y empezó a trabajar en un prostíbulo donde se hizo amiga de la madame, que a su vez la acogió como a una hija. En 1976 mi madre dio a luz a una niña, ya que a pesar de las amenazas recibidas y dada su fe cristiana, se negó a abortar, y la madame se comprometió a cuidar de la recién nacida. Nueve años después mi madre seguía trabajando en el mismo prostíbulo, pero como una de las chicas más codiciadas, y entonces ella se encapricho de un jugador de baloncesto, al parecer con una cuarta parte de orígenes africanos, y consecuencia de ese capricho quedo embarazada de mí.

Cuando los jefes de la mafia se enteraron de que de nuevo estaba mi madre embarazada, y siendo en aquellos momentos la prostituta que más clientes atraía, la volvieron a amenazar para que abortase, y al parecer esta vez iban en serio. Ayudada por la madame, consiguió que las monjas del internado la acogiesen a ella embarazada y a su hija de 9 años, y allí me dio a luz a los cinco meses de ser acogida. Parece ser que el parto se complicó, pues según me dijeron las monjas yo era una criatura muy grande, y poco después de parir falleció, rogándoles a las monjas que cuidasen de sus hijas y que pidieran perdón a Dios por ella y por sus pecados. Eso fue en 1986.

Pasados siete años mi hermana, ni las monjas sabían de quien ni ella se lo explico, se quedó embarazada y tras dar a luz a Andrea en 1993, las monjas le buscaron un trabajo en una empresa de limpieza y también un pisito de alquiler donde se fue a vivir con su niña. Hasta aquí la historia no la cuento por mis propias vivencias sino por lo que a mí me contaron las monjas a las que yo adoraba y quería muchísimo.

A partir de aquí la historia que voy a seguir contando si son vivencias reales y recuerdos concretos, siendo los primeros mi sentimiento de agradecimiento hacia las monjas y sobre todo hacia la madre superiora, una santa mujer ya muy mayor y que me quería muchísimo, yo era su ojo derecho y me llamaba siempre “mi ángel lindo”. Fruto de ese sentimiento de agradecimiento, o digamos de absoluta abnegación que veía en las hermanas, me decidí a que yo iba a ser como ellas, pero también que quería ayudar a los negritos de África, por ello me hice novicia y con solo 18 años me trasladé a un convento de la congregación que tenían en Tanzania. Allí empecé a amar la naturaleza, a conocer cómo vivían los habitantes de la zona, principalmente los masáis que me aceptaron muy bien posiblemente por mi estatura. Poco después fui enterándome de las barbaridades que en países limítrofes se cometían, sobre todo con las mujeres y los niños y me involucré en la defensa de esos colectivos en Ruanda, Uganda, Kenia, etc.

Recorriendo esos países, desde los 20 hasta los 22 años, fui concienciándome de la brutalidad y salvajismo de los seres humanos, y ante las atrocidades que llegué a ver, perdí totalmente mi fe. Al comprobar que poblados enteros eran asaltados, sus mujeres violadas sin importar la edad, desde niñas hasta ancianas, incluso a niños varones a los que luego sacrificaban peor que a los animales, me dije a mi misma que un Dios caritativo y todopoderoso no permitiría semejantes actos.

Entonces decidí colgar los hábitos y me prometí a mí misma que jamás haría los votos de obediencia a la orden, y empecé a interactuar con organizaciones internacionales como la Cruz Roja, y otras similares, sobre todo de ayuda médica. Desde los 22 a los 25 años me uní a un grupo de médicos voluntarios que con unos medios bastante escasos se dedicaban a ayudar a los más desfavorecidos, viajábamos de poblado en poblado repartiendo comida, medicamentos, procurábamos vacunar a los niños, atendíamos a partos, etc. En ese tiempo seguí viendo las mismas atrocidades, pero ya no intentaba inculcar la fe, solo intentaba ayudar e inculcar a todos la necesidad imperiosa de estudiar, de decirles que la cultura es la mejor forma de conseguir el progreso y la felicidad.

Ese grupo de médicos se dividía en otros tres, uno que se dedicaba a conseguir los medicamentos, comida y demás necesidades, y que dirigía un pequeño hospital, otro que era el que se cuidaba de los poblados cercanos y el tercero, concretamente en el que yo estaba, se dedicaba a largos recorridos, atendiendo aquellos casos que nos enterábamos de que tenían necesidades urgentes. Con ese grupo viví enormes aventuras, dormíamos en mitad de la selva en una tienda de campaña, teníamos que evitar grupos armados, salvar ríos y procurar que no nos atacasen los animales salvajes. En ese grupo conocí la verdadera amistad, la camaradería, e incluso diría que por primera vez me enamore. Éramos cuatro, Giovani, Angela, Pamela y yo. Giovani era italiano y el médico del grupo, Angela era griega y Pamela sueca, ambas ATS y pareja entre ellas. Giovani era un hombre guapísimo, simpático, gracioso, dulce, amable y tremendamente cariñoso, y creo que me enamore locamente de el a pesar de que le sacaba casi treinta centímetros y era gay.

Poco antes de cumplir los 25 años, animados por mis compañeros y financiados por una fundación, Giovani y yo nos trasladamos a Roma con una beca, el para hacerse especialista en traumatología y yo para hacer la carrera de enfermería, pero una vez allí me matricule en medicina y antes de cumplir los 30 ya era doctora. Durante los cinco años que estuve en Italia trabajé en diversos lugares, desde camarera hasta ayudante en una clínica odontológica para conseguir dinero para mis necesidades particulares, ya que tanto la manutención como la estancia en una residencia de estudiantes me la financiaba la beca de la fundación. Durante los veranos y periodos de vacaciones como semana santa o navidades, nos volvíamos a involucrar en alguna misión humanitaria principalmente en África, aunque un año también fuimos a centro América, para ayuda humanitaria tras el paso de un huracán.

En cuanto a mis relaciones personales, poco tengo que explicar, nunca me he involucrado en una relación emocional, y muy pocas veces me he dejado llevar por instintos primarios, siendo esas pocas veces una especie de desahogo físico producto de un descontrol alcohólico, ya que cuando estoy centrada tengo una fuerza de voluntad inquebrantable.

Una vez que obtuve mi título, de nuevo con Giovani nos enrolamos en una Empresa de Seguridad que necesitaba médicos, principalmente cirujanos y traumatólogos. Dicha empresa que parece ser está financiada por los países miembros de la OTAN, se dedica a patrullar zonas de conflicto armado, interviniendo en caso necesario como fuerzas militares de ámbito privado, ya que tiene como mercenarios a antiguos soldados de elite de diferentes ejércitos y países. Fuimos con un contrato por cuatro años y con la garantía de convalidarnos al finalizar el mismo, y través de un título emitido por la Universidad de Europa que eligiésemos, bien de traumatólogo o de cirujano. Durante ese tiempo hemos estado en primera línea de batalla constantemente y prácticamente sin vacaciones y siendo nuestra zona de acción la zona del cuerno de África, principalmente Etiopia, Somalia y Yemen. Tengo por fin que confesaros que durante estos últimos cuatro años he visto morir a mucha gente, amigos y enemigos, entre los primeros a mi querido Giovani alcanzado por un obús, y entre los enemigos a muchos que yo misma tuve que eliminar para conservar mi vida.

Hace cuatro días terminé mi contrato y decidí volver a mi país y buscar a mi sobrina, el único pariente que soy consciente de tener.”

-     Pues eso es todo, que no es poco.

Mientras Anastasia estuvo contando sus peripecias, aventuras o vivencias, nadie oso decir nada, nadie pregunto, ni nadie la interrumpió, solo en algún momento puntual, cuando se sirvieron los diferentes platos o cuando alguien se levantó para coger bebidas, ella interrumpió su relato que continuo en el momento que de nuevo todos estaban sentados. Cuando Anastasia dio por terminado su relato con la frase: *Pues eso es todo, que no es poco

,* ninguno de los presentes se sentía con ánimos de decir algo, pues estaban impactados por la historia de aquella inmensa mujer, sobre todo por lo último que había comentado, lo de que había muerto su mejor amigo y que ella se había visto obligada a quitar la vida a varias personas, sin determinar número, pero evidentemente varias. Tras una pausa que parecía que nadie iba a decir nada, fue la más joven la que rompió la tensión diciendo:

-     Joder tía, tu vida es trepidante, como la Indiana Jones. Pero creo que tú eres una mujer de puta madre, valiente, fuerte, justiciera, decidida, honesta y sobre todo coherente. Pero a pesar de todo lo que has pasado por lo menos el apetito no lo has perdido, joder como tragas.

-     Tu eres Carlota ¿no? – le contesto riendo alegremente Anastasia y demostrando que su belleza natural se acentuaba al reír enseñando su blanca dentadura – Es que tu madre cocina como tú dices, de “puta madre”, y yo tenía hambre atrasada desde hace ya cuatro días, desde que termine mi contrato.

-     Oye tengo una curiosidad. - dijo Esther viendo que se había roto el silencio y señalando a su madre continuo: – por cierto, yo soy Esther, hija de Julia, porque entiendo que te han presentado a todas a la vez y puedes tener dudas menos con Mel. Bueno, mi duda, Con los hombres que has estado ¿no se sentían cohibidos contigo? Lo digo porque siendo tan grandota los debes de acojonar.

-     Joder que graciosas son estas niñas. – volvió a reír con ganas Anastasia – Pues hija no te puedo contestar, no he estado con ninguno en los términos que creo me preguntas. Si es cierto que me he peleado con más de uno y también a más de uno le he partido la cara.

-     Entonces ¿Qué querías decir cuando has dicho que las pocas veces te has dejado llevar por instintos primarios, y que esas pocas veces fueron una especie de desahogo físico producto de un descontrol alcohólico? – volvió a preguntar extrañada Esther – Y los términos a los que me refiero hablado claro es follar.

-     Hija pero que burra eres a veces. – salto como un tiro Julia – Tú te crees que puedes hacer esas preguntas tan impertinentes delante de tanta gente.

-     No la regañes por favor. – dijo Anastasia volviendo a reír, ahora a carcajadas – Tu hija es simpática, graciosa y muy directa, por lo tanto, sincera y honesta, motivo por el que no me importa contestar. Ya sé que tú te referías a eso, pero yo cuando he dicho lo que tú has repetido, me refería a masturbarme, no a follar. Puede que mis inicios con las monjas me hayan condicionado en mi vida sexual, pero realmente lo que me condiciona es el haber visto las barbaridades que los hombres pueden hacer con las mujeres. Mis primeros años en África, siendo aun novicia, me crearon un enorme trauma difícil de superar.

-     ¡Madre mía que desperdicio! – intervino Yoli - ¿Tú te crees que es justo que un cuerpo como el que a ti te ha dado Dios se quede sin disfrutar? Y aún peor, que nadie disfrute de ese pedazo de pastel, que supongo dulce y sabroso. Perdona, perdona, pero solo de pensarlo me pongo mala.

-     Supongo que debo de darte las gracias, pues tomo tus palabras como una lisonja, un piropo. – dijo Anastasia – A lo mejor entre todos vosotros, que parecéis un grupo de lo más divertido, podáis inculcarme otras ideas y ayudarme a superar mi trauma.

-     Dalo por hecho. – salto Carlota – Vamos a poner todo de nuestra parte para que veas que el sexo es buenísimo, sienta bien, te hace mejor persona y te alegra la vida, siempre y cuando se haga con cariño, amor, respeto mutuo y deseo puro.

-     Coño con la sexóloga. – dijo riendo Ana – Pero tiene toda la razón, cuenta también conmigo y supongo que con todas las demás, incluida tu sobrina y su novia.

-     Te has olvidado de Mel. – intervino jocosamente Esther – Y fijaros que cara de pena se le ha puesto al niño.

Con la salida de la joven terminaron todos riendo alegremente y tras tomar un café, Julia y Mary, junto a Elena, su hija Inés y Andrea acompañaron a Anastasia a la segunda planta para que eligiese una habitación, donde la dijeron podría quedarse todo el tiempo que considerase necesario.