Una guarra en la oficina (Segunda parte)
La guarra de la compañera se folla a otro compañero de la oficina, esta vez, al jefe. Y ya se ha follado a tres.
Aquella tarde en la oficina, después de irse el último compañero, estabamos solos Lola y yo, ya sabeis, mi amante, ella seguía casada. En lo que respecta al sexo, nos gustaba hacer todo tipo de cosas, y esa tarde lo teníamos a huevo, algo que habíamos imaginado montones de veces, follar en el despacho del director.
No me lo pensé dos veces, cogí a Lola de la mano y la llevé hasta el despacho. Le dije "hoy va a ser el día en el que te voy a follar sobre la mesa del jefe". Ella me dijo "no sabes el morbazo que me da que me la metas sobre su mesa, con la de reuniones que hemos tenido los tres aquí, tú, yo y el jefe".
Comenzamos a besarnos, a meternos la lengua, le subí el vestido y le bajé las bragas, empezé a masturbarla con dos dedos, estaba mojada la puta, en un minuto estábamos ardiendo de deseo. El lugar nos ponía cardiacos. Ella me había sacado la polla del pantalón y me la apretaba con vehemencia. Nos desnudamos y la tumbé sobre la mesa del jefe, aparté todos los papeles que nos estorbaban, le abrí las piernas y comenzé a comerle su ya mojadísima rajita. El morbo del lugar y la posibilidad, remota, de que algún compañero acudiera a esa hora a la oficina nos ponía aún mas cachondos.
Sin mas prolegómenos la agarré de los muslos y la llevé hasta el borde de la mesa, levanté sus piernas y las puse sobre mis hombros, a lo que ella me respondió "méteme el rabo y fóllame cabrón, nunca me han jodido en el despacho del jefe y hoy va a ser ese día, y ademas, cada vez que nos llame el jefe al despacho nos acordaremos de la follada que me diste".
Le estaba dando con todas las ganas, sus tetazas se movían de un lado a otro de su pecho, con la mano le frotaba el clítoris y Lola no paraba de jadear, cuando de pronto se oyó una voz que decía "yo tampoco voy a ver el despacho a partir de ahora igual que antes", era el jefe, que observaba la espectacular e inesperada escena desde la puerta del despacho.
Lola dijo "ostias el jefe", a lo que él respondió "no os cortéis, cómo si estuviérais en vuestra casa".
El jefe, que se llamaba Antonio, se dirigió hacia la mesa donde se encontraba Lola, tumbada, desnuda y jadeando, mientras yo seguía follándomela, y en tono sarcástico exclamó "¿no os importará que me siente en mi silla y termine un trabajillo que tenía pendiente?", a lo que yo respondí "¿y porqué no te unes a nosotros y le hacemos un buen trabajillo a Lola?", a lo que Lola respondió "eso, anímate, seguro que te gustaría guarrearme un poquito", y cogiendo su mano se la llevó hasta una de sus tetas.
El jefe, en mas de una ocasión me había comentado, sin saber que Lola era mi amante, lo buenísima que estaba y lo que le gustaría echarle un buen polvo. Fué por eso por lo que yo le ofrecí participar en aquéllo y también porque sabía que Lola no se iba a negar, puesto que en repetidas ocasiones habíamos hablado del morbazo que nos daría a ambos hacer un trío con el director de la oficina.
Antonio rondaba nuestra edad, unos 47 años, era muy alto, alrededor de 1,90 y estaba bastante gordo, pero lo que me movía era el morbazo de ver a la guarra de Lola follar con nuestro jefe y a ella que yo la viera disfrutar con él.
La tentación era irresistible y el jefe sucumbió a sus intintos y, mientras con una mano le manoseaba las tetas, con la otra comenzó a tocarle el clítoris. Lola le bajó la cremallera del pantalón y le sacó la polla.
Aunque a menudo habíamos elucubrado sobre el tamaño de la polla del jefe, dada su envergadura, bromeando acerca de la posibilidad de que no fuera proporcional a su estatura, en esta ocasión, sí que lo era. No era muy larga pero sí enormemente gruesa, hasta el punto de que Lola, que se la había llevado a la boca, a duras penas conseguía engullir algo mas que el glande en su boquita.
Antonio ya tenía el pollón bien empalmado cuando yo, en un gesto de cortesía, le dije "follátela tu primero, para eso eres el jefe", a lo que él respondió "gracias, Miguel, no te puedes imaginar la de pajas que me he hecho imaginando que me follaba a Lola".
Mientras, Lola no perdía de vista aquél enorme pene que se aproximaba hacia su chochito, y yo tampoco lo hacía, era todo un espectáculo ver cómo mi compañera y amante iba a ser empalada literalmente por el pollón de nuestro jefe. Cómo vería yo la cara de Lola que decidí ayudar para facilitar la operación. "Espera Antonio", le dije, "voy a abrirle un poco la rajita para que te sea mas fácil metérsela". Y así, con ambas manos le separé los labios hasta que el agujero quedó bien a la vista y el jefe pudiera penetrarla sin problemas.
Lola se retorcía de gusto mientras Antonio le introducía la verga en el coño y conseguía empujarla hasta lo mas profundo de su vagina. Lola siempre decía que prefería las pollas bien gordas a las pollas largas y finas, porque lo que mas gusto le producía era sentir cómo le abren el chochito. Yo me la meneaba junto a su boca y al ver la follada que le estaba dando el jefe y la cara de guarra que tenía Lola que no cesaba de mirar cómo entraba y salía el pollón de su agujero, no pude aguantar ni un segundo más y descargué toda mi leche en su boquita, que, como ya comenté en mi primer relato, era algo a lo que la guarra de Lola se había aficionado hasta convertirse en una verdadera profesional. No me cabía la menor duda de que aquella tarde Lola iba a catar también el semen de nuestro señor director.
Los dos queríamos que Antonio saliera satisfecho de aquella sesión de guarreo, así que le dije a Lola "¿te gustaría que te metiera el jefe ese pedazo de polla por el culito?", a lo que Lola, que a esas alturas tenía el chocho rezumando caldito , respondió "por supuesto, quiero que me abra los dos agujeros". El jefe no podía creerse que, en la tarde que iba a terminar un trabajito en la oficina, iba a follarse a Lola por el coño y por el culo, y delante de otro compañero, porque él no sabía que yo era su amante.
Así que Antonio, sacando su polla del chochito de Lola, iba a penetrarla tambien por el culo.
Yo quise tambien participar en esa escena, y cumplir otra de nuestras fantasías, así que le dije a Lola "prepárate que te vamos a hacer una doble penetración, Antonio te va a dar por el culo y yo te voy a dar por el coño".
Antonio comenzó a introducirle un dedo por el culo para dilatarlo y facilitar la operación. Si tenía la polla gorda, no os podéis imaginar como tiene los dedos, son enormes. Después de meterle uno le metió dos. El orificio estaba listo para ser follado.
Le dije al jefe que se tumbara en su mesa, ya que pensé que dado su peso era la mejor postura para él. Lola se sentó sobre él y, con cara de dolor, comenzó a introducir la verga del jefe por su culito. Cuando consiguió introducirlo y, después de acomodarse el agujero a aquel pollón, su gesto de dolor se tornó en placer. Yo le dije que se echara hacia atrás hasta quedar totalmente recostada sobre el pecho de Antonio. Entonces fué cuando yo, viendo su coñito enteramente a mi disposición, me dispuse a meterle el rabo y hacerle una doble penetración.
Lola gemía de placer, sus ojos en blanco lo decían todo, "follarme los dos agujeros, no paréis cabrones, nunca me habían jodido con dos pollas a la vez", decía la muy puta.
Al rato, y en un movimiento torpe, la polla de Antonio se salió del culo de Lola, y la mía se salió de su coño. Al intentar metérsela de nuevo, la propia Lola, en su ano, se equivocó de agujero, no sé si adrede o no, y se la introdujo en el coño. Viendo la nueva situación decidí cumplir otra fantasía y le dije a Lola "prepárate ahora para otra doble penetración, pero esta vez por el coño", a lo que Lola replicó "sí, por favor, quiero que me abráis el coño como nunca me lo han abierto, follarme los dos a la vez por el coño".
Le pedí a Lola que se abriera con las dos manos el chocho, así lo hizo, y yo, apoyando mi rabo sobre el de Antonio, se lo metí poco a poco hasta que mis huevos tocaban con los del jefe.
Dada la posición que teníamos los tres, el único que podía moverse era yo, así que la corrida de Antonio y de Lola dependía solo de mí. Era yo quien entraba y salía del coño de Lola y quien, con mis movimientos, subía y bajaba el pellejo del rabo del jefe. Los dos me pedían que no parara de moverme. Antonio no pudo aguantar mas y se corrió en la vagina de Lola, y yo, que tenía mi polla alojada en el mismo lugar que él, sentí todo el calor de su semen inundando mi rabo. La excitación que nos produjo a Lola y a mí fué tal que nos corrimos los dos, llenando su agujerito de esa mezcla tan rica de esperma y flujo que tanto le gustaba a Lola.
Recordé que en la sala de al lado, donde soliamos tomar café, había cubiertos. De un salto fuí y traje una cuchara. Se la introduje en la vagina a Lola, todo lo profundo que pude, y la saqué llenita de ese gazpachito que tanto le gustaba a la guarra de Lola y, porqué no decirlo, a mí también. Lola me pidió su ración y yo se la dí. Se la tragó como quién se está ahogando y consigue respirar.
El jefe se quedó alucinado de la tarde que pasamos con Lola y de lo que disfrutamos los tres.
Al día siguiente Lola, mi amante, de la que yo estaba enamorado, me dijo que esa noche, su marido vino de viaje con ganas de sexo, y ella, muy a su pesar, tuvo que dejar que él se la follara, pero yo sé que a ella no le supuso ningún esfuerzo porque es la tía mas guarra y viciosa que he conocido jamás.
A partir de entonces, el jefe intentaba coincidir con Lola cada vez que iba a trabajar por la tarde.