Una grata sorpresa
Lo que puede llegar a provocar una simple llamada telefónica
Debo reconocer que me sorprendí cuando me dijiste lo que estabas haciendo pero aún me sorprendí más cuando el enfado no llegó.
Te estabas tocando sin mí, teniendo yo la culpa de ello. Jum… no valía. Era injusto. Pero… cuanto me gustó saber que te excito… que lo provoco sin ni siquiera proponérmelo… Dios cuanto me gustó saber eso….
Fue tan placentero escucharte gemir, sentir como mis músculos internos se contraían, cerrar los ojos e intentar oír cada vez más…. Solo quería que mi mente se inundase con tus gemidos, solo quería más y más gemidos, más fuertes… Quería provocarlos yo… Quería ser yo el único motivo de tu placer… quería… que tu mano dejase de serlo para que pudiese serlo la mía…
Puse la voz de niña pequeña a posta, lo reconozco quería que dejases de pensar que llegabas tarde quería que me imaginases delante de ti, pidiéndotelo con ojitos de corderito degollado y con esa misma voz…
Cuando colgué, esto fue lo que paso:
Cerré los ojos sin molestarme si quiera en apagar la luz (una extraña manía me gusta tener la luz apagada en la excitante soledad de mi cuarto) y dejé volar mi imaginación.
Imaginé que no era mi mano la que se adentraba por mi pijama ancho y pasaba la frontera de mi ropa interior blanca…
Abría los ojos y en ese momento estabas tú allí apoyado en uno de tus costados mirándome a la cara mientras invadías mi intimidad con tus manos. Mi única preocupación fue abrirme los botones superiores del pijama y dejar al descubierto parte de mis pechos para que así tú pudieses disfrutar de la vista de mi semidesnudas mientras hacías que me derritiese lentamente.
Sentí como llegabas al punto exacto donde mi placer no hacía otra cosa que aumentar. Sentí como tus dedos resbalaban entre tanta humedad… Y tu voz; tu voz acompañada de suspiros:
- ¿Te gusta…?
- No…
- Te encanta llevarme la contraria ¿verdad?
Un gemido llego como respuesta a tu pregunta
- No te corras, no está permitido correrse…
Intenté abrir los ojos y con ellos entreabiertos sonreí.
- No sigas…- esas fueron mis palabras tras dejar escapar un suspiro lento.
Pero no me obedeciste y continuaste. (Adoro cuando no hacen caso a mis súplicas porque están seguros de que me gusta, me encanta que me desobedezcan en esas situaciones… me encanta perder el control, sentirme vulnerable y saber que mi placer esta en las manos de otra persona que ya no depende de mí… como siempre ha dependido )
Cerré fuertemente mis ojos, mordí mi labio inferior y mi respiración se aceleró rápidamente. Tú apartaste tus dedos de mi enrojecido clítoris y repetiste: Está prohibido correrse…
Esta vez sí que abrí los ojos para mirarte. Para convencerte con ellos de que siguieses, para que vieses en mi mirada cuanto me estaba gustando…
- Sigue por favor…
Volví a morder mi labio inferior, lleve una de mis manos a mi pecho y pellizque mi pezón mientras te miraba. Mis ojos se cerraron involuntariamente y escuché un quejido procedente de tu garganta seguido del movimiento de tus dedos.
No podía pensar en nada de lo que me estabas haciendo. Dejé de analizar tus movimientos y me rendí al placer. Placer que ascendía sin darme tregua ni para respirar. Los músculos de mi cuerpo se tensaron, mis labios se despegaron y no podía contener los suspiros y pequeños gemidos.
- Déjame que me corra… sigue… por favor.
Estallé por que tus dedos comenzaban a ir más y más deprisa. Porque sentía tu respiración y tus suspiros en mi oído. Y fue el mejor orgasmo que he tenido en mucho tiempo. Mis músculos se contrajeron deliciosamente una y otra vez… mis muslos temblaron como si de gelatina se tratase y… me quedé suspendida en es maravillosa tensión; esa tensión que se sufre al sentir como un rebosante placer inunda todo tu cuerpo.
De repente sentir como tus dedos aún mojados en mis flujos pellizcan mi pezón y mi vagina se contrae fuertemente en un último coletazo de placer. Acto seguido llevas tus dedos a mi nariz y susurras en mis oídos: Huele, es el olor de tu placer… Abre los ojos, mírame…
Abrí los ojos y vi como introducías tu dedo mojado muy lentamente en tu boca y lo saboreabas como si del manjar más delicioso se tratase…
Aún sigo mojada mientras escribo este relato…