Una granja muy caliente (Parte 9)

Carlitos trata de rehacer su vida en su vuelta a la ciudad

Carlitos despertó muy animado en su cama de la casa de su padre. Subió la persiana y se vistió para desayunar. Se vistió con una camiseta de tirantes, unas bermudas y unas zapatillas sneakers no para hacer deporte, sino porque le gusta este tipo de calzado. Tenía planes para hoy, quería volver al club a reencontrarse con sus amigos y que le contaran qué tal les había ido en el verano.

Carlitos salió de su dormitorio para ir a la cocina a desayunar y allí vio que su padre tenía compañía esa mañana. Se encontraba junto a otro hombre bajito, muy bien afeitado tanto la cabeza como la barba. La luz parecía reflejarse en su cabeza y aún olía a la crema para el afeitado. De aspecto era un poco mayor que su padre de unos 60 años y sin estar gordo tampoco parecía ser un hombre que se pasase mucho por el gimnasio. Vestía elegante, eso sí, con unos un chaleco beige sobre una camisa blanca con una pajarita, unos pantalones más oscuros y unos zapatos negros.

  • ¡Buenos días Carlitos! ¿Qué tal estás? -Dijo muy animado Luis. - Este es Armando, un nuevo vecino y buen amigo.

  • Mucho gusto Carlitos. Encantado. - Armando tendió la mano a Carlitos que amablemente estrechó el joven.

Armando tenía un marcado acento argentino que junto con un timbre de voz dulce enseguida hizo que a Carlitos le gustara estar escuchándolo horas y horas.

  • Me estuvo contando tu papá que vos estuviste en una granja el verano. ¡Qué lindo estar con la naturaleza! Yo quisiera tener más contacto con el campo pero en la Argentina me resultaba imposible compaginarlo con la vida familiar y ahora que estoy en España tampoco he conseguido contactar con un grupo que le guste la vida rural.

  • Igual podemos hacer una escapada a una casa rural ¿No te parece?

  • Oh... eso estaría relindo querido Luis.

Armando era encantador en todos los sentidos. Además de ser muy agradable conseguía mantener un tono de total armonía a su alrededor y que tanto Luis como Carlitos lo miraran con las pupilas dilatadas y con una leve sonrisa.

  • Bueno Luis querido, es hora de que marche a trabajar. Hablamos mas tarde. Chao Carlitos - Dijo Armando levantándose de la mesa.

  • Sí, sí yo también tengo que irme a la oficina. Hoy tengo un duro día de trabajo.

  • Ay Luis, vos tenés todos los días duros en el trabajo. Debés tomar un descanso de cuando en cuando.

Carlitos asintió de manera inconsciente con la cabeza, a lo que Armando respondió con una caricia en la cara y una sonrisa. Los dos salieron por la puerta  por fin Carlitos pudo prepararse el desayuno. Salió temprano para el club, sabía que como aun no habían empezado las clases por la mañana se juntarían sus amigos. Unos metros antes de llegar a la entrada Carlitos se encontró con uno de sus mejores amigos del grupo. Lucho se alegró mucho de reencontrarse con Carlitos.

  • ¡Carlitos! Te he echado mucho de menos estos meses

Lucho era un chaval de la edad de Carlitos, 19 años, pero con los rasgos de la cara más aniñados, el pelo rubio y la piel más blanca ¡Ni siquiera le había empezado a salir barba!

  • ¿Cómo es que no pudiste venir con nosotros?

Carlitos cayó en ese momento en la cuenta de que no había avisado a nadie del cambio de planes impuesto por su padre a última hora.

  • Bueno cuando mi padre se enteró de que íbamos a ir a la playa todo el verano me hizo ir a una granja en un pueblo deshabitado. Y yo que ya tenía la ropa preparada para ir con vosotros.

  • ¡Qué putada! Con lo bien que lo hubiéramos pasado este año. Hemos ido a más fiestas, hemos conocido a grupos extranjeros. Unos ingleses, alemanes, de Estados Unidos. Hasta unos argentinos cachondos que se juntaron un día con nosotros en una fiesta de la espuma.

Solo de recordar aquellas fiestas calientes Lucho tuvo una erección. Pasó muy buenos momentos en el verano follando casi todas las noches... y bastantes días.

  • ¿Y qué ropa llevaste para ir a la granja? - Pregunto Lucho.

  • Pues ya tenía preparado lo que me iba a llevar a la casa de la playa de Bernardo y como mi padre cambió los planes a última hora no me dio tiempo a cambiar la ropa de la mochila. Así que me fui a la granja con suspensorios y alguna camiseta.

Lucho abrió los ojos como platos

  • ¿Y cómo pudiste pasar 2 meses en una granja solo con suspensorios y camisetas? Menudo panorama... El granjero tendría que estar alucinando trabajando con y enseñando el culo. - Imaginarse a Carlitos trabajando solo con un suspensorio no hizo más que echar más leña al fuego del calentón que ya llevaba encima Lucho

  • Jajajaja, no. Fue muy muy amable y cariñoso conmigo y me prestó ropa cuando vio que no llevaba nada preparado para pasar tanto tiempo allí. - A Carlitos los ojos le comenzaron a brillar cuando empezó a hablar de Donato.

  • Bueno, vamos a entrar a ver qué nos cuentan hoy.

Sin embargo cuando Carlitos entró en la sala en la que estaban el resto de compañeros no le recibieron con la misma alegría con la que Lucho se lo encontró.

  • Vaya, parece que por fin se ha dignado a aparecer por aquí Carlitos después de dejarnos tirado. - Dijo Bernardo con cara de pocos amigos.

  • Hola chicos, siento lo que ocurrió pero hubo cambio de planes a última hora por parte de mi padre.

  • ¿Cómo que cambio de planes? Tú te venías con nosotros. ¡En eso fue lo que quedamos y si no querías irte con tu padre, haberte escapado! - Le increpó Ángel Luis.

  • No fue tan fácil escaparse de mi padre. Me estuvo vigilando y... - Trató de defenderse Carlitos pero en seguida lo interrumpieron.

  • Seguro que no fue tan difícil. Además todos hemos tenido que tomar esa decisión en un momento dado. Lucho también tuvo que enfrentarse su padre. - Cortó Ángel Luis.

  • Eh! eso no es justo porque yommm mmbbpphpm. - Lucho trató de justificar a su amigo pero Bernardo lo sujetó y con su mano en seguida lo hizo callar amordazándolo.

  • Y Jaime también huyó. Y lo mismo con Alberto y Ramón.

Poco a poco el resto de chavales se fueron uniendo contra Carlitos que cada vez que intentaba hablar una voz más alta le increpaba. Carlitos se sintió cada vez más arrinconado hasta que Angel Luis le abrió la puerta.

  • ¡Márchate Carlitos! No queremos más traidores en este grupo. Suficientes tenemos fuera.

Carlitos comenzó llorar de rabia porque no le hubieran dejado defenderse. ¡Si tan solo le hubieran escuchado un poco, seguro que le comprenderían! No fue el único que acabó con lágrimas en los ojos. Lucho también estaba llorando de impotencia al ver que su amigo era expulsado del grupo de manera injusta sin que le hubieran dejado defenderlo.


  • ¡Vamos Nelson! ¿A qué esperas? Tenemos que sacar a las vacas al prado.

  • Pero Donato, como quiere que las saquemos si no para de llover

  • Ah, o sea que cuando llueve ¿tú no comes?

Nelson trataba sin éxito de convencer a Donato de "descansar" ese día trabajando solo en la granja y no salir al campo a que las vacas pastaran. Llevaba lloviendo un par de días y Nelson sabía cómo acabaría la historia. Lleno de barro, pasando frío más tiempo, acabando más tarde las tareas diarias de la granja y muerto de cansancio. Donato también lo sabía y para él era una prueba de fuego saber cómo se comportaría en las condiciones adversas, como la lluvia y el frío. Saber que podría contar con él a las duras era una condición imprescindible para Donato y tenía confianza en Nelson, pero tenía que demostrarlo.

  • Toma Nelson, esto te protegerá del frio y de la lluvia. - Donato le entregó un pasamontañas de lana y un chubasquero. - Póntelo que salimos.

  • Ay, espero que no nos ocurra nada con la lluvia Donato.

  • ¿Qué nos va a ocurrir? Que nos mojaremos con el agua y nos mancharemos por el barro. Tú no te preocupes. - Donato se acercó a Nelson y comenzó a darle toques en el brazo izquierdo casi a la altura del hombro. - Todo va a ir bien.

Donato pudo observar como las pupilas de Nelson comenzaron a dilatarse y su cuerpo comenzó a relajarse.

  • Todo va a ir bien Nelson... Relájate.

  • Si... va a ir bien. - Por la voz de Nelson se notaba también como estaba en un trance ligero. Nelson había demostrado ser un gran sujeto para la hipnosis. Su capacidad de concentración y su entrega total a Donato le facilitaban entrar en trance y potenciaban el poder de la programación recibida.

  • Vamos, ve conduciendo al ganado. - Ordenó Donato mientras se ponía el pasamontañas por encima de la cabeza. A Nelson en cambio le tapaba todo el rostro.

Salieron por el camino hacia el prado y Donato se quedó atrás para controlar que ningún animal se descontrolase. Sabía que el trance ligero le duraría a Nelson hasta que llegaran a la tierra donde pastarían aquella tarde las vacas y una vez allí ya estaría casi todo el trabajo hecho.

Como había planeado Donato, Nelson acabó saliendo del trance por sí mismo cuando las vacas ya estaban alimentándose en la finca. Nelson parpadeó un par de veces para despejarse y pudo ver como delante de él estaba Donato con una sonrisa.

  • Ves como tampoco ha pasado nada por salir. - Dijo con una sonrisa.

  • ¡Ya me volvió a hipnotizar! ¡Es usted un bandido! - Dijo mientras se le escapaba una carcajada a Nelson.

  • ¿Un bandido? Pero si solo lo hago para ayudar. - Trató de justificarse Donato.

  • Y claro que ayuda, claro. A que ahora tenga la verga preparada para amar.

Donato no pudo evitar quedarse mirando al bulto de la entrepierna de Nelson.

  • Pero para eso si que no tengo chubasquero. Tendrás que esperar a que regresemos a casa. - Dijo Donato. Nelson le guiñó un ojo. A él también le gustaba cada vez más follar con Donato.

  • Oye Donato, ¿Puedo hacerle una pregunta?

  • Sí por supuesto.

  • ¿El otro día sentí que el veterinario que estaba en la granja me hipnotizó pero luego no recuerdo qué más ocurrió?

Donato miró extrañado al principio y luego se dio cuenta de que se refería a Patricio.

  • Patricio es un buen amigo y un muy buen sujeto para la hipnosis. Dionisio me comentó la posibilidad de que pudiera hipnotizar y como sé que a ti te gusta la hipnosis pensé que podrías ser un buen test para comprobar las posibilidades como hipnotizador de Patricio.

  • Pero entonces ¿Voy a ser el juguete hipnótico de todo el que quiera pasarse por aquí o cómo va la vaina? - Preguntó molesto Nelson.

  • Tranquilo Nelson, no vas a ser el juguete de nadie. Verás aquí somos pocos y tenemos que ayudarnos todos. Por eso queremos que todos podáis utilizar la hipnosis para ayudar al resto del equipo.

  • ¿Cómo para ayudar?

  • Sí, por ejemplo mientras hablo contigo y te miro a los ojos, tomo tu mano y la llevo al corazón. Y tu te relajas, porque la situación está controlada. - Donato tomó la mano izquierda de Nelson y la puso sobre su pecho. - Porque estás conmigo y mientras que estás conmigo sabes que todo está bien. Y aunque esté lloviendo sabes que no tendrás frío ni estarás mal, porque yo te doy calor, ¿A que lo sientes ahora?

Nelson se quedó de nuevo paralizado. Sentía todo lo que le había dicho Donato. Dejó de sentir su cuerpo frío o mojado como si del corazón comenzara a irradiar una bomba de calor que templara todo su cuerpo. Donato bajó el pasamontañas que ahora cubría también su rostro.

  • Venga volvamos a la granja Nelson.

  • Espere un segundo. - Ahora era Nelson el que se acercaba a Donato y puso su mano izquierda en el corazón de Donato. - Sienta usted también este calor divino que lo acompañará hasta la granja.

Donato comenzó a sentir el calor que le sugerían las palabras de Nelson. De pronto pareció que la lluvia pasó a ser una placentera ducha de agua caliente. Donato dejó de sentir frío y el pasamontañas y el mono comenzaron a mojarse por dentro por el sudor del cuerpo del osito ganadero quien comenzaba a sentirse orgulloso de la evolución del dominicano.

  • Muy bien Nelson, tú también vas a ser un gran hipnotizador. Como Carlitos. - Pensó para sí mismo Donato dentro del ligero trance en el que se encontraba el dueño de la granja.

Nelson por primera vez experimentó lo que se sentía al hipnotizar a otro hombre y le gustó esa sensación. La vuelta a la granja fue un camino en el que el orgullo del dominicano le hizo sentirse aun más parte de la explotación y si ya antes se sentía muy a gusto ahora pensaba que aquel era su lugar. Por fin había encontrado un objetivo en España y era ayudar a seguir sacando adelante la granja con Donato. Cuando llegaron a la granja, Donato se quedó fuera para guiar a las vacas que se despistaban y no entraban en el establo mientras que Nelson las iba metiendo una a una en su cubículo. Ya estaba a punto de acabar cuando escuchó la voz de Donato a su espalda.

  • Estoy sorprendido hijo. Esto se te da mejor de lo que esperaba. -Dijo Donato con una gran sonrisa en el rostro.

  • Sí bueno, son años de experiencia allá también.

  • Me refería a la facilidad con la que me pusiste en trance. - Nelson quedó ahora sorprendido y se fijó que Donato iba descalzo acercándose al dominicano. Las botas y los calcetines los llevaba en la mano. - Quizá ahora me toque a mí ayudarte a que te relajes. ¿Verdad?

Nelson se quedó inmóvil. Incapaz de hacer ninguna acción. Como si tuviera grilletes y estuviera atadas las manos. Ver a Donato con los calcetines en las manos le estaban provocando una erección.

  • Muy bien. Así me gusta que estés. Tranquilo. Relajado. Abierto a las sugestiones. Ya sabes que todo lo que va a pasar aquí va a ser bueno para ti.

Donato se encontraba delante de Nelson mostrándole los calcetines que se los puso en la boca y la nariz a modo de mordaza.

  • Siente el placer de los calcetines hipnóticos. Cuanto más los hueles más profundamente te relajas. Así de sencillo. Así de fácil es entrar en trance y cada vez te relajas más, disfrutas más. Eso es... libera toda la tensión, todo el estrés.

Nelson por dentro se revolvía de placer. Estaba disfrutando de su fetiche mientras Donato lo guiaba a un trance más profundo. Le quitó los guantes y agarró una mano para que el dominicano empujara los calcetines contra su nariz y su boca. Donato ahora quería ir más allá.

  • Te gustan los calcetines. - Nelson asintió incapaz de resistir a su fetiche. - Quiero que el trance se profundice más aún. Más placer incontrolable con las botas. Tocarlas, chuparlas, olerlas. Te encanta, ¿No es cierto?

Nelson miró a Donato con la boca y la nariz tapada. Donato le acercó una de las botas a la nariz de Nelson que a la primera bocanada de aire que tomó sus ojos quedaron en blanco en un trance mucho más profundo mientras su polla crecía sin control. Sin que hiciera falta que alguien la sobara.

  • Te gusta, ¿Verdad? Por eso aun cuando no estés en trance cuando me veas con las botas puestas. O a Dionisio o a Patricio cuando vengan, tendrás una erección instantánea y si tienes que trabajar la erección bajará aunque tendrás muchas ganas de follar. Irresistibles al acabar la jornada de trabajo.

Para ese momento Nelson estaba ya muy profundo dispuesto a aceptar los comandos post-hipnóticos que quisiera grabar en su mente Donato. Donato por su parte estaba bajando la cremallera del mono a Nelson. La humedad de la lluvia y del sudor inundaron el aire de la granja y tampoco Donato pudo resistirse a lamer el negro pecho a Nelson mientras la cremallera llegaba al final del recorrido. Donato bajó ahora el suspensorio a Nelson liberando su polla y masturbándole. El placer de Nelson se multiplicó. Su mente jugaba en el equipo de Donato descaradamente poniéndole imágenes en su cabeza de él mismo follando, lo que hizo que con sus caderas comenzara a acompañar los movimientos de Donato.

  • Muy bien Nelson, más profundo con cada embestida. Más profundo el trance.

Carlitos regresó al apartamento de su padre con los ojos aun humedecidos. No podía creerse la humillación a la que había sido sometido. Sufrir otra vez el rechazo, el menosprecio y la injusticia de quien él creía que eran sus amigos. Y todo porque su padre se había opuesto a que se fuera con ellos de vacaciones. Era totalmente injusto que se hubieran comportado de una manera tan mezquina. Carlitos se sentía desilusionado, nada le ataba ya a vivir en esa ciudad y la alegría que derrochaba tras la temporada en la granja sentía como se había transformado en un sentimiento de pena. Tristeza por no saber cómo encajar.

Carlitos entro en la casa, aun no había regresado su padre y entró en su cuarto. Ahí estaba casi vacío salvo por su mochila. Aun no había sacado las cosas de la mochila. La abrió y lo primero que apareció fue el mono negro de Donato. De forma instantánea se olvidó de la tristeza y comenzó a notar una excitación recorriendo todo su cuerpo como si fuera un chispazo. Como un autómata sacó el mono de la mochila y comenzó a inhalar los aromas que aun se encontraban presentes en el mono. Carlitos metió la mano por debajo del pantalón buscando frotar su polla. Cuanto más se masturbara Carlitos más profundo era el trance. Su mente estaba fuera de aquella habitación, fuera de aquella casa. Estaba en otro mundo.

A las pocas horas Luis entró en la casa saludando pero no respondió nadie. Buscó a Carlitos en su dormitorio y aún seguía allí masturbándose con el mono de Donato tapándole la cara.

  • Pero, ¡pero Carlitos! - exclamó su padre mientras Carlitos seguía en otro mundo.

Asustado, Luis salió por la puerta de casa buscando a Armando. Tocó el timbre y Armando abrió la puerta con una bata blanca.

  • ¿Qué ocurre Luis? parecés asustado.

  • ¿Puedo pasar dentro Armando?

  • Por supuesto. - Armando abrió la puerta y dejó entrar a su vecino.

  • Verás, cuando he llegado a casa... he ido a saludar a Carlitos... y me lo he encontrado...

  • ¡Qué! ¿Qué ocurrió Luis? - Preguntó impaciente Armando.

  • Estaba masturbándose.

  • Ah... bueno. - A Armando le cambió la cara. Ahora estaba más relajado. - Pero debés saber que su hijo tiene que aprender cómo funciona su cuerpo y que es bueno que no reprima esos instintos.

  • Sí, pero es que tenía la mirada perdida...

  • ¡Ay Luis! Eso es que seguro estaba disfrutando. Nada de que preocuparse.

  • Y estaba olisqueando un mono de trabajo.

Entonces Armando comenzó a reírse de manera incontrolada ante el estupor de Luis que no entendía por qué se reía.

  • Pero... ¿Por qué te ríes?

  • Jajajaja, un mono de trabajo. ¿Te diste cuenta? Jajaja.

El ataque de risa iba a más y las carcajadas de Armando eran cada vez más altas. Luis comenzaba a sonreir, sin duda la risa de Armando era contagiosa.

  • Es que no lo entiendo.

  • Jajajaja, masturbándose... jajajaja con un mono de trabajo. Jajajajaja.

Luis comenzó a reírse también aunque no sabía por qué se estaba riendo. Comenzó a relajarse, los nervios de encontrarse a su hijo masturbándose se desvanecieron. Armando por su parte seguía con su ataque de risa cada vez más fuerte, contagiando a Luis quien al cabo de unos minutos empezó a tener un ataque de risa incontrolada.

  • ¿Viste como es gracioso? Y ahora que se ríe, va a comenzar a ir más. - Comenzó a sugerirle Armando a Luis mientras trataba de controlar la risa.

Luis comenzó a perder el control. Cada vez reía más y más fuerte. Si intentaba parar Armando soltaba una carcajada y Luis volvía a reír de forma incontrolada.

  • Muy bien Luis, la risa te relaja... y no podés parar de reír. Cada vez más profundo, más relajado. Riendo más y más fuerte más  y más intensamente.

Los comandos hipnóticos de Armando hicieron que mientras Luis se reía más sus pupilas estaban ligeramente dilatadas los ojos vidriosos y la mirada perdida. Luis se encontraba ya en otro mundo, siguiendo las sugerencias de Armando en un trance que las palabras de Armando iban profundizando este estado cada vez más.

  • Eso es Luis, ahora que te encontrás en un estado altamente sugestionable, vos escuchás mis palabras y aceptás lo que te diga. Muy obediente.

Luis asentía con la cabeza mientras no paraba de reír.

  • Quiero que cuando vuelva a ver a su hijo masturbarse con el mono de trabajo, entrarás en un trance profundo marchará a su habitación y estará allá por un tiempo de 15 minutos. Cuando despierte, no recordará haber visto a su hijo masturbarse y no irá a su habitación hasta que él no salga.

Las sugestiones de Armando quedaban grabadas en la mente de Luis mientras la risa se iba suavizando. Cada vez más lenta ayudando a que los comandos quedaran guardados.

  • Ahora contaré hasta tres y regresará del trance hipnótico. No recordará por qué vino a visitarme ni recordará haber visto a su hijo masturbarse. Uno. Dos. Cada vez más despierto... ¡Tres!

Luis comenzó a parpadear al regresar del trance algo confundido.

  • Entonces si vos querés, podemos continuar mañana Luis.

Luis no recordaba por qué había visitado a su vecino.

  • ¿Continuar? ¿Con qué?

  • Con sus preocupaciones Luis. Voy a ayudarle a que pueda se sienta más tranquilo con las situaciones de estrés.

  • No... No lo recordaba.

  • Ay, no se preocupe, al salir del trance a veces es normal tener unos minutos en los que hay amnesia.

Luis continuaba con cara extrañado. Armando acercó su mano derecha a la frente de Luis.

  • No se preocupe... es normal... es normal.

  • Sí - Respondió Luis de nuevo con la mirada perdida.

  • Entonces seguimos mañana. - Armando se dirigió hacia la puerta y Luis regresó de nuevo del trance acompañando a su vecino.

  • Si, seguimos mañana. -Dijo sonriendo Luis

Luis volvió a su apartamento tranquilo después de haber conversado con su amigo. En la casa tendría tarea preparando la cena y haciendo las tareas pendientes mientras Carlitos seguiría a lo suyo en su habitación por un par de horas más.