Una granja muy caliente (Parte 13)
Mientras los agentes regresan al cuartel en la granja hay más diversión
Los guardias Urdaneta y Miranda regresaban al cuartel después de la extensa jornada. Sin embargo, la hipnosis practicada por Nelson y Donato tuvo en los agentes un efecto relajante que hizo que durante la vuelta se sintieran muy cómodos. Al llegar al cuartel tan solo se encontraron que todos sus compañeros ya habían vuelto a sus casas para descansar y solo se encontraba el sargento Rodriguez en su despacho además de los guardias que custodiaban el cuartel. Urdaneta se dirigió a los vestuarios para ducharse mientras que Miranda fue requerido por su superior. El sargento Rodríguez lo esperaba en su despacho, era un hombre de entre 45 y 50 años, moreno después de tantas jornadas al sol, siempre con su barba de 3 días que junto con su fuerte personalidad y su grave hacía voz hacía ver a los agentes que siempre estaba de mal humor. Aquella noche vestía su uniforme y Miranda quedó preocupado pues antes de entrar pudo ver como seguía con su habitual rostro de mal humor.
Sargento. - Se dirigió Miranda al sargento. - Había requerido mi presencia.
Si agente Miranda, por favor, tome asiento. - Dijo el sargento Rodríguez. - Me gustaría que me comentara cómo se ha desenvuelto su compañero hoy. Sé que no está conforme con la vigilancia del medio ambiente y la preservación de la naturaleza con la que está destinado. Estoy preocupado por él porque este es su destino ¿Verdad?
Sí sargento, hoy estuvimos hablando. La jornada fue muy dura y traté de calmarlo para que viera la función de este cuerpo. Somos también un cuerpo importante y él lo debe sentir así.
Muy bien hecho Miranda. Me gusta que lo calmes. - Dijo el sargento Rodríguez con voz grave y profunda.
Sí señor.
Usted también debe estar calmado. Sabe que puede estar relajado cuando habla conmigo. - El sargento Rodríguez se aproximó al agente Miranda y este pudo ver que su superior llevaba puestas unas botas de goma como las que llevaba Donato. Como las que llevaban otros granjeros y que tanto excitaban a Miranda. - Igual que cuando ha visitado el resto de granjas. Usted sabe cómo mantener la calma. Cómo debe de respirar profundamente... - Miranda tomaba aire como le indicaba el sargento. - Y soltarlo... Tomar aire... y soltarlo...
El sargento Rodríguez ya se había colocado a la espalda del agente y aprovechó para encender una luz que se quedaba delante de la vista de Miranda. Una luz azul que giraba haciendo círculos lentamente al ritmo al que Rodríguez seguía hablándole. Haciendo masajes en la nuca al agente. Miranda estaba entregado al trance. Aquella luz azul actuaba como un trigger. Un ancla que lo sumergía en un profundo trance a disposición del sargento Rodríguez.
Rodríguez se quitó las botas de goma de los pies quedándose con los calcetines.
- ¿Por qué no agarra estas botas Miranda? Lo está deseando.
Miranda comenzó a sonreír incapaz de resistirse. Según las cogió con las manos tuvo una erección al momento. El olor de las botas y su tacto era superior al agente que sintió como una mano comenzó a magrearle la polla.
- Muy bien Miranda. Sumergiéndote más profundo en el placer. Intenso. Con cada vuelta que da la luz azul. Tan relajante. Se siente tan bien perdiendo el control sobre su cuerpo. Poco a poco.
Miranda se retorcía de placer con el sargento agarrando la verga del agente, oliendo las botas. Se sentía en una nube solo viendo círculos.
Profundamente hipnotizado. Mientras sigues follando con los granjeros. ¿A quién tienes delante?
Tengo a Donato... y a Nelson que me quieren follar solo con las botas. Y al resto de ganaderos... ahhh. Me los quiero follar. mmm a los jovencitos y a los viejos.
Rodríguez aprovechó para bajarle los pantalones y el slip y seguir frotándole la verga.
- Muy bien. Ellos quieren ser follados también. Se han quitado las botas. Puedes olerlo ahora.
Miranda de inmediato sintió una descarga eléctrica por todo su cuerpo desde sus testículos a la cabeza. En su mente veía a todos esos hombres bombeando. Comenzó a agarrar la cabeza a uno de los jóvenes para que mamara su polla. Miranda se moría de placer. Estaba totalmente desconectado de la realidad. Cada vuelta de círculo veía a cada uno de aquellos calientes hombres hundiendo sus pollas en los culos. En el de Miranda también. Donato era quien se follaba el culo de Miranda ¿Y dónde estaba Nelson? ¡Nelson se estaba follando a Urdaneta! Miranda comenzaba a sacar líquido preseminal. Ver a su compañero ser penetrado por aquel negro. Miranda estaba siendo hipnotizado por Nelson en aquel trance. Mientras se quedaba mirándolo, Nelson comenzaba a hablarle. "Tienes que chupar la polla Miranda... Tienes que chupar la polla..." Miranda estaba sorprendido y comenzó a abrir la boca. De pronto comenzó a engullir la verga del sargento. Lo estaba guiando desde el trance. El agente Miranda estaba siguiendo los comandos de Rodríguez. Él era quien lo había lavado el cerebro para que le encantara visitar las granjas. Quien lo manipuló para que lo excitaran los hombres con las botas de goma. A Miranda le gustaban los hombres cuando comenzó a estar bajo las órdenes de Rodríguez y siempre trató de ocultarlo, pero desde hacía unos meses cada vez le costaba más ocultarlo. Le excitaba su compañero, le excitaba su superior, le excitaban los hombres que visitaba. Y cada día era más intenso. Y ahora que estaba mamándole la polla al sargento. Sudado después de todo el día, con sus botas en la mano mientras Donato le follaba el culo.
Rodríguez disfrutaba de la mamada que le daba Miranda. Tenía ganas de probar su boca. Sabía que una vez que lo pusiera en trance iba a poder jugar con su mente hasta ponerlo tan excitado que no se planteara nada de lo que estuviera ocurriendo. Tan profundo que obedeciera las órdenes de quien fuera en su trance. Había narrado todo tal y como había ocurrido. Todos los ganaderos, Donato, Nelson y Urdaneta. Todos estaban ahí. Todos sugeridos por Rodríguez. Igual que la mamada. Por momentos la cara del sargento dejaba de parecer tener malas pulgas. En la mente de Miranda no se le aparecía su sargento Rodríguez sino que aparecía un último ganadero con una careta tapándole el rostro, con el mono de trabajo pero sin las botas que las tenía el agente en la mano. Y cuanto más miraba Miranda más cachondo quedaba, más devoraba la polla del sargento, más empujaba con sus caderas para que aquel joven tocara con su garganta en la mamada que le daba al agente y más sentía como Donato se abría paso en su ano.
- Siga follando agente, siga follando. Disfrutando con cada enculada. Gozando más adentro. Como está haciendo el agente Urdaneta. Mire que cara de placer. Como goza también que lo follen como hacen todos. Follando como cerdos.
Miranda sentía el placer cada vez más intenso, más fuerte. Podía ver a todos los granjeros jadeando, sudando. Poseídos por el placer de aquella orgía. Sentía su culo más húmedo con Donato bombeándole. Todos como cerdos. Todos tan cachondos. Levantó de nuevo la cabeza para ver al hombre enmascarado a quien le estaba dando aquella mamada gloriosa y pudo ver la careta de un cerdo.
- Vamos siga, usted también es un marrano. Siga mamando. No se detenga. - Volvió a agarrar de la cabeza guiando a su miembro el sargento que no daba tregua a Miranda.
Instantes después Rodríguez le dijo al agente Miranda que siguiera viendo como empezaban a correrse todos de placer. Una oleada de orgasmos colectivos que hizo que en la realidad hipnótica de Miranda todos se corrieran llenando todo de leche. Miranda tampoco podría contenerse mucho más. Aquella mamada lo iba a dejar seco. Comenzó a gemir mientras un torrente semen salía disparado de su pene. Del mismo modo comenzó a sentir que aquella polla que mamaba empezaba a acumular líquido. Era la hora del biberón. Unos segundos después de aquella verga empezó a salir salada leche que se dispuso a succionar Miranda. Rica leche que debía tomar para estar más satisfecho, más contento. Debía obedecer a aquel hombre. Quería obedecerlo. Sentirse sumiso al marrano. Al placer. Al sueño... rico sueño... rico y profundo sueño...
El agente Urdaneta entró en la ducha del cuartel. Allí estaba solo así que pudo estar a su aire, como si estuviera en su casa. Se tomó su tiempo notando como el agua golpeaba su cuerpo suavemente mientras él se limpiaba después de haber estado todo el día trabajando. Salió de la ducha y se dirigió al vestuario para cambiarse de ropa y marcharse a su apartamento. Antes de salir del cuartel pudo ver que su compañero Miranda estaba aun reunido con el sargento Rodríguez.
- Pobre Urdaneta, seguro que le está cayendo una bronca de ese bulldog. No sabe más que dar gritos. - Pensó Urdaneta.
Salió del cuartel rumbo a su apartamento. Estaba muy cansado, aquel trabajo le agotaba. Aunque le gustaría hacer tareas de búsqueda de criminales no sabía cómo de duro sería aquello en comparación con "estar por el campo". Al entrar en su casa notó como el cansancio se hizo más pesado aún. Quería llegar a la cama para acostarse lo más rápido posible. Al quitarse el pantalón encontró un MP3 y unos auriculares. Sintió la curiosidad de escuchar lo que tenía el aparato. Apagó las luces, se tumbó en la cama y pronto pudo escuchar el sonido del agua moverse, unas olas suaves rompiendo en la costa. unos pájaros piando a lo lejos mientras una suave y profunda voz lo invitaba a relajarse. A escuchar su voz. A no tener miedo a dejarse llevar. A sentir sueño. A respirar lentamente. Tomar aire por la nariz. Hinchar los pulmones. Y soltar aire por la boca lentamente. Mientras el sueño lo invadía más intensamente. Más profundamente. Invitándolo a dormir. A descansar. A caer en una hipnosis más profunda mientras la voz seguía dándole comandos hipnóticos que el cerebro de Urdaneta recibiría sin posibilidad de rechazarlos.
Durante más de 3 horas de grabación el agente Urdaneta recibió una lluvia incesante de sugestiones hipnóticas y post hipnóticas que calarían en su mente y lo dejarían más sumiso. Más obediente. Más abierto a sus compañeros. Más deseoso de vigilar granjas y campos. Agricultores y ganaderos tenían que recibirlo. Él los protegería. Sentía que su trabajo tenía ahora más sentido. ¡Claro que sí, cómo no podía verlo antes! Uno a uno se lo agradecía. Igual que sus compañeros. ¡Y qué compañeros! Fuertes, recios, varoniles. Nunca se había fijado en ellos y ahora esa voz... Le decía que no se preocupara. Que podía masturbarse. Era natural que aquellos machos desprendiendo testosterona lo tuvieran así de cachondo. Haciéndose una paja. Aunque era mejor que por ahora no lo vieran. Pero él podría seguir calentándose con ellos. Con sus uniformes. Con sus botas. Con sus guantes y gorros. Altos, bajos, gordos y flacos. Todos estaban buenos. Veteranos y jóvenes como él. Todos podían ser follados. Todos le ponían caliente. Si aparecía un nuevo agente en su mente le ponía aun más cachondo que el anterior. Jadeando, con ganas de correrse. Ahora era el momento. El agente Urdaneta empezó a correrse en oleadas soltando un buen chorro de semen. Cuando acabó de tener un orgasmo sintió la necesidad de hacer una llamada por teléfono.
¿Diga? - Dijo una voz por el otro lado del hilo telefónico
Agente Urdaneta listo para la programación - Respondió en trance el agente
Buen chico. Siga escuchando el audio de la programación número 2. Obedecerás a los comandos de la programación para ser un buen agente.
Si señor.
Y cada vez estarás más abierto a ser programado por mí.
Si señor.
Ahora obedece y continúe con la programación Urdaneta.
Urdaneta colgó el teléfono y regresó a la cama. Agarró el MP3 y buscó en la lista de reproducción el segundo audio. Según le dio al play todo volvió a quedarse en negro y su mente se desconectó de nuevo.
Al colgar el teléfono el sargento Rodríguez, el agente Miranda quedó petrificado. Había escuchado la conversación telefónica. ¿Estaba el sargento programando a Urdaneta? ¿Qué hacía él allí? ¿Había sido programado él también? El sargento se dio la vuelta y sonrió al agente.
Veo que se ha despertado agente.
¿Qué es lo que está ocurriendo aquí? ¿Qué está haciendo con Urdaneta? ¿Qué hago aquí?
Eso son demasiadas preguntas... - Dijo con una sonrisa el sargento Rodríguez.
Tengo que salir de aquí... - Dijo asustado Miranda al darse cuenta de que estaba desnudo.
La guardia hipnótica le necesita. - Dijo de manera contundente el sargento.
Miranda quedó de nuevo en blanco. Cayó a la cama con la mirada perdida.
Si señor.
Muy bien agente. No recordará nada de lo que ha ocurrido en los últimos minutos. No recordará la llamada ni la programación a Urdaneta o a usted. Es más usted mismo querrá ser programado en trance.
Si señor.
Ahora, ¿por qué no chupa de nuevo la polla al señor con la careta de marrano? Parece deliciosa.
Si señor
Inmediatamente después Miranda comenzó a mamarle la polla al sargento. Después en un rato ambos caerían profundamente dormidos y Miranda listo para una nueva programación.
Carlitos se encontraba satisfecho después de su vuelta a la granja. Habían pasado 6 semanas desde su regreso a la ciudad y creía que no sería capaz de terminar todas las tareas como las había hecho en verano. Sin embargo con la ayuda de Nelson y de Donato le dio tiempo a terminar e incluso poner la puesta a punto para la siembra que llevaría a cabo Donato durante la semana. Eso sí, después de más de mes y medio desde que dejó la granja se notaba que no estaba en forma.
Bueno Carlitos, ya está bien por hoy. Para ser tu primer día has hecho bastante. -Dijo Donato.
Si quieres puedo seguir ayudándote hasta la hora de la cena. Creo que los marranos no tienen comida. - Se ofreció Carlitos.
Mejor no. Además ya has sudado lo suficiente por hoy. Tienes el mono empapado en sudor y creo que ya le está afectando a Nelson. - Dijo medio bromeando Donato.
¿Crees que estoy bastante sudado Nelson?
Carlitos bajaba la cremallera del mono negro lo que provocaba en Nelson un hipnótico efecto. Cuando llegó la cremallera al jockstrap Nelson comenzó a sobarse la vergota morcillona. Carlitos chorreaba sudor por el pecho y los olores intensos de la entrepierna apagaron la mente consciente del dominicano. La programación hipnótica a la que había sido sometido le provocaba que cada vez que viera chorrear sudor a un hombre le colocara en un trance profundo y lo excitara queriendo tener sexo de inmediato. Donato sonreía viendo la escena y cómo se iba desarrollando la escena.
Parece que Carlitos tiene calor ¿Verdad Nelson?
Sí... - respondió el dominicano que ya tenía entre ceja y ceja follarse al joven.
Tu también tienes calor Nelson. También vas a comenzar a sudar.
En ese momento las glándulas sudoríparas del negro caribeño se pusieron a las órdenes de Donato. De pronto el mono de Nelson comenzó a estar empapado en sudor. El ambiente en la granja con los dos ayudantes sudando se volvía poco a poco más caliente. La cabeza de Nelson estaba empapada de gotitas de sudor, y comenzó también a desabrocharse el mono enseñando el pecho definido mientras que el olor empezaba a penetrar por las fosas nasales de Nelson y Carlitos que notaban como una niebla emborronaba el ambiente. Una niebla hipnótica que los excitaba. Donato se había puesto el pasamontañas para prevenir la situación mientras que con la mano izquierda acariciaba las nalgas de Nelson introduciendo de vez en cuando un dedo por el ano.
- Creo que es mejor que marches a la casa para tomar una ducha Carlitos. - Dijo Donato mientras jugueteaba con el culo de Nelson, cada vez más abierto para Donato.
Carlitos muy obediente asintió, se subió la cremallera del mono, proporcionando al dominicano una última bocanada de aquel sudor mientras Donato sonriendo por dentro del pasamontañas profundizaba aquel trance ligero en el que se encontraba el Nelson.
Al llegar a la casa Carlitos fue directo a la ducha y mientras le caía el agua regresó del trance. No recordaba cómo había llegado a casa ni por qué pero ahora se encontraba en la gloria. El regreso a la granja le había sentado muy bien y ya no se encontraba más preocupado por lo que había sufrido en la ciudad. Salió de la ducha y decidió que el sudado mono negro estaría bien para recibirlos de nuevo. Sin embargo, había pasado ya una hora desde que había salido de la ducha y sus compañeros no habían regresado aún. Decidió Carlitos volver a la granja para ayudarlos a acabar antes. A pesar de comenzar a estar somnoliento, Carlitos estaba empeñado en dar todas sus fuerzas para que Donato y Nelson acabaran para ir a cenar. Al llegar a la sala donde estaban las vacas Carlitos quedó asustado.
Un hombre que parecía Dionisio, con un mono de látex negro estaba ayudando a Donato que estaba desnudo a ponerse un mono de látex rojo y negro y a Nelson otro azul y negro.
- Hoy no os toca trabajar. Os toca ser buenos chicos. Obedientes. Patricio dará de comer y beber a los animales y luego me ayudará a daros de comer. La otra semana estuvimos comiendo polla todos los días. Ahora os toca a vosotros darnos mamadas. Además tenemos juguetitos para vosotros. - Dijo el hombre enmascarado sacando 2 vibradores de un bolsito.
Un ruido comenzó a sonar de los vibradores cuando Donato y Nelson se introdujeron aquellos aparatos en sus culos.
- Esto os ayudará a dilatar aún más para follar con vosotros jejejeje.
Donato asentía con la cabeza con una máscara con la cremallera cerrada mientras Nelson tenía una mordaza con forma de pelota en la boca y los ojos tapados. Los monos que llevaban Donato y Nelson eran muy apretados, tan solo tenían un apéndice para sacar la polla. Y el vibrador hizo que quedaran erectos. Las oleadas de placer provocadas por el vibrador los estaban poniendo tan cachondos que eran incapaces de evitar gemir.
- Estáis gozando como si os estuvieran follando bestias. Aunque creo que pronto vuestros culos van a probar buenas pollas. - Dijo aquel hombre mientras se acariciaba la verga.
Carlitos también se acariciaba la verga. Había reconocido aquella voz. Era Dionisio quien estaba preparándolos para una sesión de sexo sin límites. Donato y Nelson, ambos enfundados en un mono de látex con sus pollas sobresaliendo por fuera del traje negro. Dioniso enmascarado susurró primero el oído de Donato y abrió la cremallera de su máscara y después habló con Nelson quitándole la mordaza. De pronto se enroscaron de tal manera que estaban con su boca haciendo una mamada uno al otro y ofreciendo el culo, dilatando según la excitación aumentaba más.
Desde donde se resguardaba Carlitos su visión le permitía ver el ojete de Donato y como aquel hombre pasaba sus dedos por el ano de Donato. Sus dedos dentro del guante negro del enmascarado que con un lubricante quería que aquel culo no ofreciera resistencia a su polla. Carlitos hacía tiempo que estaba masturbándose ajeno a que lo descubrieran. Estaba tan caliente que había vuelto a romper a sudar.
- Joder, cómo me gustaría estar con ellos... pero no pueden descubrirme. - Pensaba Carlitos.
De pronto una mano con un guante inmovilizó a Carlitos.
- Vaya, vaya. ¿Quién tenemos aquí? - Escuchó Carlitos detrás de él.
Dionisio alertado levantó la cabeza y pudo ver como su compañero intentaba pelear con Carlitos. Se acercó a Carlitos haciendo círculos con los dedos de la mano derecha.
- No te despistes. Aquí, mira aquí Carlitos. Mira mis dedos. Son dedos hipnóticos. Ya los conoces. Los has visto muchas veces. Sabes que no puedes resistirte, es inútil. Como cuando veías las películas hipnóticas. Como cuando olías las botas de Donato. Como cuando veías la lámpara y escuchabas la voz de Néstor.
Todas aquellas referencias almacenadas en el cerebro de Carlitos eran un ancla para Carlitos quien era devuelto al trance antes de que con su guante Dionisio tocara la cara de Carlitos y entrara en un profundo estado hipnótico. Al cabo de unos minutos Carlitos abrió los ojos. Estaba a cuatro patas y con una mordaza en la boca le impedía casi hasta hacer el menor ruido. Llevaba puesto un arnés y en la polla tenía un aparato. Delante de él un hombre enmascarado se follaba a Donato. Donato y Nelson seguían con sus bocas ocupadas aunque ya chorreaba líquido de sus labios.
- Hola Carlitos. Espero que disfrutes de esta maravilla que tienes enfrente. Además con el vibrador de Donato seguro que disfrutarás más.
Dionisio puso en marcha el vibrador y en cuanto tocó el culo de Carlitos, el joven dio un respingo. Poco después Dionisio sujetó al joven y el vibrador poco a poco comenzó a hacerse hueco penetrando el recto del caliente joven.
- No te resistas, vas a pasar una noche muy, muy caliente. Creo que no vas a haber follado más en tu vida que esta noche... igual que esta semana.
Carlitos parecía asustado abriendo los ojos intentando hablar mientras la mordaza ahogaba sus palabras. Dionisio reía mientras le pasaba la mano por la cara lo que aplacó al instante los ánimos a Carlitos.
- No te preocupes, he hipnotizado también a Patricio para que comience a follar a Donato. Su culo ha estaba preparado para ser follado, pues con todo el lubricante que apliqué y el vibrador ayudando a relajarlo está ya bien abierto. El de Nelson también debe de estar preparado para la noche que se le viene encima. Va a ser follado muchas, muchas veces.
Dionisio se abrió de su traje la parte del abdomen y sacó de dentro su verga erecta con anillo para el pene bien puesto.
- Esta noche Carlitos, vas a presenciar una película porno. En vivo y gratis. Jejejeje.
Agarró un mando que estaba en el suelo y giró una ruleta. Inmediatamente después la polla de Carlitos fue succionada por el aparato.
- Por cierto, este succionador va a ser para tí como un temporizador. En cuanto te corras volverás a un profundo estado de trance. Lo que ocurre es que no se detendrá y te sacará toda la leche que llevas dentro. Y créeme estoy seguro que tienes mucha, mucha leche.
Carlitos estaba muy caliente y aquella máquina le estaba haciendo una paja gloriosa. Pero también estaba asustado. ¿Cómo que volvería al trance cuando se corriera? ¿Y Dionisio? Había agarrado de las caderas a Nelson y le estaba follando ya el culo. A Carlitos le invadía la lujuria por los 5 sentidos. Por la vista con aquellos osos follando como animales. Por el oido escuchando como rugían. Por el gusto con el sabor que tenía la mordaza de látex que tan cachondo ponía a Carlitos. Por el olfato por el olor a sexo que invadía la sala. Y sobre todo por el tacto. Enfundado también en el látex negro de la cabeza a los pies mientras el vibrador y el succionador le aplicaban descargas de placer. Suave al principio pero que no le permitían bajar la excitación. Siempre un poco más. Siempre un puntito más. Carlitos quería parar... No, no quería parar... Si acaso un poquitoooo... No, no quería parar. Cada vez las fuerzas le abandonaban más y sentía como sus pelotas comenzaban a doler. Como si no pudiera almacenar más lefa. Cada compresión del succionador era un poco más de placer. Y el vibrador no se detenía tampoco y comenzaba a masajear la próstata lo que obligó a Carlitos a correrse. Pero aquello no puso aún en trance a Carlitos. Todavía tenía que seguir escuchando como se corría Patricio en el culo de Donato. La cara de Donato desprendía felicidad. El trance lo había hecho desconectar y querer ser follado. La cara se le volvió a llenar de lefa después de que Nelson volviera a correrse. A Nelson parecía como si lo hubieran ormonado. Qué manera de correrse. Y de gemir con cada embestida de Dionisio. Dionisio sonreía a través de la máscara. Más aún al ver que a Carlitos todo empezaba a oscurecerse. Incapaz de moverse, incapaz de soltarse de aquella silla que lo dejaba a unos metros de sus compañeros de granja siendo follados. Y por supuesto incapaz de evitar correrse bajo la atenta mirada de Dionisio que riéndose vio como Carlitos trataba de seguir resistiéndose a correrse, porque según se corrió, todo se volvió negro. Como el látex que llevaba puesto. Un trance instantáneo lo sumergió mientras el vibrador y el succionador seguían con ganas de más leche.