Una gozadora dama y el fontanero

Cuando la señora del dueño de LAT volvió a casa, de lo que le habían contado no dijo nada. Dentro de ella ya germinaba la idea de conocer en directo a aquel operario tan eficiente. Solo de pensar en las habilidades y capacidad de aguante de este, sus entrañas se le encendían...

VOLTAIRE (FRANÇOIS MARIE AROUET),(1694-1778), FILÓSOFO Y LITERATO FRANCÉS

El primero que comparó la mujer con una flor fue un poeta; el segundo un imbécil”

UNA GOZADORA DAMA Y EL FONTANERO

LAT, era una pequeña empresa de fontanería y electricidad ubicada en el extrarradio de la pequeña ciudad. Todos los que la componían eran chicos de menos de 25 años, por el sencillo motivo de que el dueño de esta, a los que ingresaban como aprendices con 17 o 18 años les pagaba 6 meses de instrucción en una escuela laboral, donde se les enseñaba el oficio con profesionalidad de alto nivel. Después, cuando ya desempeñaban el oficio en la empresa, durante 3 meses trabajaban al lado del dueño, que tenía los conocimientos de un perito industrial. Al cabo de 2 años, todos estos nuevos empleados recibían ofertas para que trabajasen para ellos. En este tiempo ya demostraban su alto nivel, y con ofertas superiores, algunos se pasaban a la competencia. Para el dueño de LAT aquello no era un problema, porque siempre tenía en cartera a otros aspirantes que deseaban entrar en la empresa, pero sí le jorobaba que otras empresas del sector fuesen a pescar allí descaradamente. Todo aquello cambió el día en que a LAT entró a trabajar un chicarrón, que según dijo, vino de Calatayud. Este tenía casi 20 años, y en solo 3 meses estuvo el día en aquella profesión, sin tener que pasar por la escuela laboral.

Sin tardar, a LAT fueron llegando llamadas para hacer reparaciones, siempre por el mismo operario. En esto se notaba su capacidad y buen hacer, incluso hubo clientes a quienes si no se les enviaba a este, rechazaban a otros enviados por la empresa. El dueño estaba encantado con aquel operario al que todos solicitaban. No había día en el que al llegar a su casa no comentaste con Gladys, su señora, la buena suerte que tenía con aquel operario al que todos deseaban, y del que todos hablaban maravillas. Aquello era un diamante.

Fue un día en que la señora Gladys, en la peluquería donde iba, se encontró con una amiga que hacía meses que no veía. Como tenían que esperar su turno, ambas se entretuvieron contándose sus más y sus menos en sus monótonas vidas de señoras aposentadas. Esta, la amiga de Gladys, sonriéndole gozosamente le explicó que, una amiga suya no había ningún mes que no llamase a LAT, para que le enviasen al nuevo fichaje estrella. Inocentemente, la otra le preguntó cómo era que tuviese tantas averías. La otra se lo aclaró en voz baja y al oído: verás , -le dijo-, el caso es que esté empleado de tu marido, además de manejarse bien con las reparaciones, también lo hace con otra herramienta que es especialmente hermosa, bien dotada e infatigable. Tanto que cuando repara por allí abajo, las que lo prueban ya no pueden dejar de ser reparadas por este. Según me ha dicho esta, ahora ya no da abasto con estas clientas, y que el número de ellas continúa creciendo-.

Cuando la señora del dueño de LAT volvió a casa, de lo que le habían contado no dijo nada. Dentro de ella ya germinaba la idea de conocer en directo a aquel operario tan eficiente. Solo de pensar en las habilidades y capacidad de aguante de este, sus entrañas se le encendían. Ella estaba cansada de darle al consolador la caña que necesitaba, aquello era tan frío y mecánico que nada tenía que ver con una buena polla bien manejada y que le llenaste el chocho de semen. Pero el problema estaba en decirle al marido que le enviase a este operario, y...¿el qué? Y...¿por qué tenía que ser este?

Después de darle muchas vueltas en la cabeza, no encontró otra solución que a LAT llamase una amiga que vivía sola, dando la dirección de esta, y al joven fontanero esperarlo en el piso de la amiga. Y que cuando esté llegase, ella se quedase en otra habitación sin que este se enterase, hasta que terminara con la reparación. Y así se hizo.

Cuando el empleado de LAT llegó al piso, la señora Gladys lo recibió con la mejor de sus sonrisas.

_Me han hablado mucho de su eficiente profesionalidad, ya tenía ganas de conocerlo! No sabia que por Calatayud hubiese chicos tan diestros en estos menesteres, -le dijo esta mientras con su mirada le observaba todos los detalles como si fuese un caballo de carreras-. Verá -siguió- la reparación, mientras usted venía me la hizo el vecino de abajo y no he tenido tiempo de contactar con LAT para que no le enviasen, pero ya que está aquí aprovecharemos para que me haga un arreglo que nada tiene que ver con la fontanería.

El empleado de LAT sabía bien que era lo que necesitaba aquella atrevida dama. Últimamente ya se iba encontrando con casos como este, en que llamaban a su empresa para hacer reparaciones inexistentes. Este, como buen operario que era, igualmente hacía albarán con cargo al cliente, de una hora como mínimo. Después, a las damas con claridad absoluta, les informaba de que el arreglo que necesitaban les costaría 300 €, y con pago al contado. Eso sí - les decía- aquí no se carga el IVA. Con la sonrisa de pillo que tenía, ellas después se lo abonaban religiosamente. Algo que todas tenían claro y que era por esto que le llamaban, era porqué el arreglo siempre tenía el sabor de una obra maestra, pero no de fontanería.

Ya dentro de la habitación, cuando doña Gladys vio lo que a aquel joven le colgaba entre las piernas, se quedó cortada.

_¡Virgen Santa! esto que llevas colgando, ¿tú crees que me entrará?

_Hasta el presente señora, siempre he logrado que entrase _le dijo este sonriendo la gracia-. ¿Para qué cree que soy fontanero?

Aquel joven bien sabía cómo hacer entrar aquel cacharro acostumbrado a hacer entrar cosas más grandes en su profesión. Cuando aquel obús lo tuvo dentro, Gladys no terminaba de creérselo; y tan pronto como este lo empezó a mover, con su suave sube y baja, deseó ardientemente que de allí ya no le saliese. Para ello cogió los glúteos de este con las dos manos, y de cuando en cuando los apretaba contra sí, de seco tirón, para que el príapo de este la atravesase sin contemplaciones. ¡Bandido, bandido -le decía acalorada,mientras movía su poderoso culo, siguiendo el ritmo que le marcaba aquel semental-. La amiga de esta y desde la habitación de al lado algo debía oír, porque con sus deditos en el chocho gozaba como una zorra copulando con un zorro bien plantado.

Cuando la maza de mortero de este rellenó sus entrañas, cerca estuvo de perder el sentido. Aquel torrente de semen caliente la transportó hasta los Monegros. Durante unos minutos ambos recuperaron fuerzas jadeando como las bestias, y tan pronto como al joven amante se le volvió a poner dura, ella le ofreció el culo. Por la parte delantera no se atrevió, aún gozando locamente, aquello le dolía. Doña Gladys, en toda su vida, no se había encontrado con un bazooka como aquel.

Cuando de un seco golpe le entró por detrás, el aullido de animal apaleado se tuvo que oír de lejos. Aunque con un dolor espantoso, esta lo fue moviendo como si quisiese ser atravesada por este. Solo unos segundos después gruñía como una cerda por el placer que sentía, con aquel artefacto abriéndose camino en sus entrañas.

Cuando doña Gladys volvió para casa, no tuvo más remedio que ponerse entre sus piernas una bolsita de cubitos que la rebajase el dolor. Ya en la cama, la experiencia vivida con el empleado de su marido la fue rememorando minuto a minuto. Cuando una hora después llego este se la encontró durmiendo tan felizmente que no quiso despertarla.