Una golfa de provincias (2)
Mi segundo amante. Historia de nuestra relación.
No se si os acordareis de mi. Hace un tiempo publique mi primera experiencia en un relato titulado "Una golfa de provincias" (podéis leerlo en esta link: http://www.todorelatos.com/relato/26803/ ), y aunque me he demorado más de lo que hubiese querido, aquí tenéis mi segunda experiencia.
El segundo de mis amantes apareció en mi vida como el primero: de pura casualidad. Fue en el gimnasio al que solía ir. Todo empezó cuando después de haber estado un rato machacándome, decidí que ya estaba bien y que me iba a la ducha. Cuando entré no había nadie y me puse a ello. Después de un rato, sin que me hubiese dado cuenta de que hubiese nade cerca, sentí movimiento a mi espalda. Me di la vuelta y me encontré con que en la ducha de enfrente había un tío que se estaba masturbando mientras me miraba. Por un momento me quede sorprendido, pero sin hacer comentario alguno, y como la cosa estaba clara me fui hasta el, y poniéndome en cuclillas comencé a chuparle la polla. Así, sin comentario previo alguno y sin conocerle de nada.
En esas estuvimos un rato con el agua cayendo, el apoyado la espalda en la pared, y yo comiéndole la verga a un desconocido, sin mediar palabra alguna. Todo suspiros y jadeos. Seguimos así hasta que oímos que entraba gente en el vestuario, así que como podían pillarnos en plena faena, lo dejamos y me fui a mi ducha.
Cuando acabé de ducharme el ya estaba en el vestuario, y mientras yo acababa de cambiarme, el salía con la bolsa de la mano y listo para irse; se acercó a mi como si me conociese de siempre y me dijo que me veía fuera y tomábamos algo. Por supuesto que le dije que sí.
A la salida, efectivamente, allí estaba esperándome, nos saludamos, nos presentamos -se llamaba Luis- y me ofreció ir a tomar algo a su casa, cosa que me pareció fenomenal. Montamos en su coche, y entre conversaciones banales y caricias mías a su bragueta llegamos a su casa. Nada más entrar en el garaje, que era bastante amplio y con muchos coches, le bajé la cremallera y saqué su polla, chupándosela de nuevo, mientras el llegaba a su plaza y aparcaba el coche. Allí pasamos un rato expuestos a que nos viese cualquier vecino que fuese a su vehículo, hasta que me dijo que subiésemos a su casa, así que con decepción deje la felación que le estaba haciendo, esperando la que le iba a hacer en breve. Una vez en su casa, el se puso cómodo y preparó unas bebidas, así que cuando llegó totalmente desnudo, con una copa en cada mano, su polla quedaba casi a la altura de mi boca, ya que yo estaba sentado en el sofá. Aquello no se podía desperdiciar, así que volví a jugar con aquello en mi boca durante un rato con gran placer por ambas partes, disfrutando de la suavidad de su glande sobre mi lengua, jugando a encontrar el tesoro que escondía su prepucio, admirando la tersura de esa piel, acariciando sus huevos con la lengua...
Tras un rato en ese plan, decidimos tomar la copa, ya desnudos los dos, y seguir charlando de lo que nos gustaba y lo que nos apetecería hacer -todo ello entre caricias tórridas en las que a veces me metía un dedo en el culo y un calentón mio que no te haces ni idea- . El asunto acabó conmigo de rodillas en el sofá perdiendo mi virginidad anal apoyado en el respaldo. Una de las cosas que recuerdo que más me encantó fue el hecho de tener todo un piso para nuestras locuras, ya que con mi anterior amante, la cosa había quedado reducida al espacio del quiosco en el que este trabajaba. El tener todo ese sitio para nosotros era fenomenal.
Como he contado en otros relatos, mi culo estaba totalmente dilatado porque en mis ratos de soledad, había pasado por el cualquier cosa con forma de polla, desde botellas de cava, vino o cerveza a consoladores o cualquier otra cosa con remoto parecido a una polla, pero aquello fue demasiado. De hecho, cuando jugaba con mis consoladores -u otra cosa- eran ellos los que estaban allí para mi placer, eran ellos los que daban placer a mi culito; yo marcaba el ritmo, la profundidad de la penetración, etc; pero con un hombre y conmigo puesta a cuatro patas con el culo ofrecido, era mi culo el que estaba allí para su placer; el me daba por el culo para disfrutar y por tanto él marcaba los ritmos, profundidad... . La sensación de tener a mi amante acariciando mi culo para prepararlo para la penetración, el sentir su polla restregarse por mi raja, el sentir como se apoyaba su glande en mi agujerito y como poco a poco iba abriéndose paso, fue increíble. Nada comparable a mis amigos de plástico. Recuerdo que cuando empujó lo hizo con delicadeza, fui sintiendo como me abría y como su glande se acomodaba una vez pasado entero por mi culito. Se quedó quieto para que me acomodase bien, y cuando volvió a empujar, su polla entró entera, despacio, hasta que sus huevos tocaron los míos. Recuerdo que la sensación solo la puedo definir como de plenitud. Mi culo dilatado, sus jadeos en mi nuca. Por fin me sentía plenamente mujer. Tanto que acerqué mi mano para sentir con mis dedos como mi culo estaba totalmente penetrado por mi amante. Me folló despacio al principio, pero diciéndome todo tipo de barbaridades, diciéndome lo puta que era -cosa que a mi me excita un montón-y así, con suavidad siguió hasta que ambos vimos que su polla se deslizaba sin problemas por mi culo.
Lo que siguió os lo podéis imaginar. Fue un polvo de campeonato, y mi excitación fue tan grande que por primera vez en mi vida llegué al orgasmo sin tocar mi polla; un orgasmo totalmente femenino. Solo a base de sentirme mujer por fin.
Cuando el se corrió lo hizo dándome fuertes pollazos que hacían que su rabo se saliese en ocasiones de mi culo, pero se corrió dentro de mi y su semen me inundó entero con gran satisfacción para mi. Tras ello insistió en jugar un poco con mi pene, ya que decía que no le había dedicado atención; eso sirvió para ponernos en plan otra vez y acabar follando de nuevo, con mas calma y con más aguante de mi amante después de su corrida. Me folló conmigo boca arriba abierta de piernas y con ellas sobre sus hombros, y cuando se corrió lo hizo bien adentro. Era mi primera vez con un hombre y le había dado placer para que se corriese dos veces en mi culo en la misma noche.
Esa noche dormí en su casa y hablamos largo y tendido. Le confesé que era travesti en la intimidad, y que mi depilación se debía a eso y no al deporte u otra excusa peregrina. A el le encantó la idea y me animó a que en las siguientes citas llevase ropa de mujer. A la mañana siguiente, antes de irme le hice una mamada de campeonato, no dejando escapar ni una gota de su semen que trague gustosa, y me fui de su casa contenta después de haberle dejado satisfecho y relajado.
Al día siguiente, volví a su casa. Debajo de mi ropa de chico llevaba ropa interior femenina, - medias, liguero y tanga todo de color negro- y cuando me abrió le dije que me dejase un poco de tiempo en el baño. Cuando al fin salí, el me esperaba desnudo, y no pudo evitar lanzar un silbido al verme vestida con esa ropa, unos tacones de 9 cm, un sujetador de encaje y maquillada para la ocasión.
Nuevamente disfrutamos de una noche de sexo desenfrenado. Cuando me follaba yo no podía evitar gritar como una golfa, y el hecho de que el me dijera lo puta que era o cualquier barbaridad me ponía a cien. Recuerdo que empezó haciéndome chuparle la polla de rodillas, cosa que hice encantada; de ahí a follarme en cualquier posición fue un paso. Creo que esa noche todos los vecinos se enteraron de nuestra fiesta particular.
Poco a poco me fui trasladando y llegó un momento en el que vivía en su casa y hacía las veces de su mujer. Mi vida normal era la de un chico pero nada más entrar en casa yo me vestía de chica, y en mi vida íntima era una mujer total. Su mujer. Siempre andaba por la casa con medias, liguero y tacones como mínimo; además podía llevar un vestido, minifalda, falda larga o un picardias, o lo que fuese, pero eso era lo mínimo. Cuando salíamos de copas, o a la compra me obligaba a llevar ropa interior femenina, y un plug -consolador de asiento- metido en el culo . Otras veces eran unas bolas chinas o cualquier otra cosa que me hiciese ir con el culo abierto, con lo cual me tenía salida y a punto en todo momento.
Con el comencé a salir a la calle vestida de chica. Fue en unas vacaciones cerca de Santander, cuando una tarde me hizo ponerme un vestido negro, tacones, maquillarme... y salimos por la noche a dar una vuelta. Me sentí plenamente mujer, e incluso fuimos a darnos el lote a una zona oscura al lado de una playa, donde acabó follándome en plena calle conmigo apoyada en el lado de un rompeolas. Sólo tuvo que subirme el vestido y apartar mi braguita. Tuvo un montón de morbo; salir a la calle vestida de mujer, follar en un lugar público... él se demoró lo que quiso y lo hizo con toda la calma. Recuerdo que al volver al hotel yo llevaba la braguita empapada por el semen que aún salía de mi culo abierto. El pensar que diría la gente si lo supiese me ponía loca.
Como os decía, en mi vida diaria llevo mi homosexualidad escondida, así que solo sabían de ella mi amante y el chico con el que había estado antes. La verdad es que yo me sentía bien cuando podía expresarme como quien realmente soy, pero la sociedad es la sociedad. Pude expresarme y sentir conforme a mi realidad algunas veces, cuando quedábamos con otra pareja de chicos, de los cuales uno era amigo de Luis desde hacía años. Se llamaban Jero y Miguel. La primera vez que les vi fue en una casa rural. Luis y Jero habían acordado alquilar una casa rural para pasar el fin de semana los cuatro juntos, ya que hacía mucho que no se veían, y ellos conocerían a la nueva pareja de Luis (osea yo). Hechas las presentaciones, salimos a dar un paseo, y como suele suceder, Luis y Jero iban hablando de sus cosas así que Miguel y yo nos fuimos quedando atrás y trabamos conversación (los chicos con los chicos y las chicas con las chicas). Ellos eran unos años mayores que yo, y comenzamos hablando de como habíamos conocido a nuestros chicos, lo que nos gustaba de ellos,.... Cuando la cosa se volvió mas profunda, y hablamos de como nos sentíamos, y yo le conté mi historia. Miguel me dio un consejo: No te avergüences de lo que eres y no te sientas mal por serlo. Eres como eres. No pasa nada por que te gusten los hombres. También me dijo que era pasivo, y que creía que -como la parte femenina que era de su relación- debía ser complaciente con su hombre, ya que al fin y al cabo, el macho tiende a querer dominar, por lo que para que se sintiese a gusto era importante que el macho sintiese que se intentaba complacerle. Durante todo ese fin de semana y durante todo el tiempo que pasamos en otras ocasiones con esos amigos, quedaba claro que yo era la mujer de Luis, y he de reconocer que no tener que ocultarlo y poder comportarme como tal, me gustaba. Esa noche en el salón de la casa rural, después de haber cenado, estábamos viendo la tele cada pareja sentada en un sofá, había dos en noventa grados y una tele enfrente, nos pusimos a gusto y cómodos. No había problema en besarse de vez en cuando, ya que todos sabíamos quien era quien. La cosa se puso candente cuando Miguel además de besar a Jero empezó a sobarle la polla y al poco se la sacó del chandal y empezó a besársela. Yo también le había sobado la suya a Luis, pero ponernos en plan delante de otros no me parecía muy correcto. Al poco Luis me metió mi mano dentro de su pantalón y me dijo al oído que le gustaría que se la chupase yo también. Me resistía al principio, y Miguel viéndome cortada, me dijo, entre lamida y lamida a la polla de Jero: acuérdate de lo que te dije antes. Al final cedí y empecé a chupar yo también a mi chico.
Cuando ellos se quedaron desnudos, la cosa estaba clara; cada uno iba a hacerlo con su pareja, pero desnudarme, y quedarme en ropa interior femenina delante de otros me daba corte. Al final, acabe quedándome en medias y liguero y así hicimos el amor delante de la otra pareja, mientras Jero no me quitaba ojo de encima. Luis y yo empezamos haciendole yo una mamada, y luego me enculó, primero conmigo sentada encima, y luego apoyada en el sofá; como sabía que tenía público le hice acabar con una mamada en la que cuando se corrió lo hizo echando su semen sobre mi cara, para luego yo llevarmelo a la boca restregándome la cara con su polla con mucha lascivia hasta dejarle bien limpito. Una vez que el ambiente se relajó, tras una ducha, volvimos todos al salón, y como ya me había visto todo el mundo, consideré absurdo no ponerme cómoda, así que bajé vestida con tacones, medias, liguero y un salto de cama semitransparente. Bien guapa según dijeron todos. Tal fue el asunto que al día siguiente Miguel me comentó que había hecho bien en no cortarme, pero que estaba celosillo porque creía que Jero le había follado a él pensando en mi, así que me pidió que le prestase algo de ropa de chica para montarle un numerito en privado esa noche. Por los ruidos que oímos en su habitación y por lo que me contó al día siguiente, funcionó.
La experiencia más morbosa que he vivido fue con él. A veces nos íbamos a follar en su coche al lugar al que van las parejas, al lado de un estadio de futbol. Allí nos situábamos en la zona más apartada y oscura. Yo solía ir con unas medias, un liguero, sujetador, falda y tacones, maquillada o no, pero con peluca, y me hacía salir del coche para chuparle la polla arrodillada fuera del coche, o para encularme apoyada en el capot. Como podéis imaginar la zona estaba llena de mirones, y el espectáculo que veían era a una puta en ropa interior follada en plena calle por un tío, que la ponía a chupar o la enculaba según su capricho. Me encanta imaginar cuantos tíos se habrán masturbado viéndome en la penumbra -y recordándome luego- como esa zorra viciosa y complaciente a la que follaban en plena calle, e imaginando que eran ellos quienes hacían conmigo lo que les apeteciese, sin siquiera saber que lo que veían no era una mujer. O al menos no del todo.
Otro de los descubrimientos -sobre todo para él- fue la lluvia dorada. Personalmente no le encuentro mayor aliciente, pero él sí. Lo probé por primera vez una tarde, después de haber estado follando. Nos fuimos a la ducha, y mientras nos enjabonábamos el uno al otro, el me hizo ponerme de rodillas en la bañera. Yo estaba así frente a su polla, que no mostraba mucha excitación en ese momento, y me sorprendió cuando vi que comenzaba a mear. Me di cuenta de lo que quería y acerqué mi boca a ese miembro, con la lengua fuera. Mientras el agua caía sobre los dos, su lluvia dorada caía sobre mi cara, haciendo que su polla se pusiese enorme. Esa lluvia dorada y la excitación que le proporcionó a mi macho sirvió para que me echase el segundo polvo de ese día, y fue de campeonato, pues tras haberse corrido en mi culo, tenía más aguante; eso y la lubricación que tenía mi interior como consecuencia de su anterior corrida hizo que tuviésemos un polvo memorable, que me dejó sin poder cerrar el culo durante bastante tiempo.
Durante todo ese tiempo fui feliz. Tenía un hombre que se preocupaba de mis necesidades y mi culo estaba permanentemente atendido, con las notas de locura y de picante que hacen que una relación sea satisfactoria. Mi vida intima se desarrollaba en femenino, y parte de la pública también porque aunque nadie lo notase siempre llevaba ropa interior femenina y mi culo siempre estaba dilatado, lubricado y listo para ser disfrutado. A veces iba a verle a trabajo, y hacíamos locuras hasta las tantas. Luis trabajaba como vigilante en un organismo público en el que cuando estaba de noche se quedaba totalmente solo. Además todo quedaba controlado por alarma que se desconectaba por zonas, de modo que si tenía una inspección debía ir él a abrir la puerta, y siempre cabía la excusa de que estaba haciendo una ronda en la otra esquina del edificio. Cómo había mil despachos, no había problema en quedarme escondida hasta que acabase la inspección. Normalmente iba a verle cuando estaba de noche; me iba con ropa de chica puesta debajo (en invierno, incluso con corsé o sujetador y blusa de chica debajo del abrigo), y me acababa de acicalar en los servicios de mujeres. Cuando salía del baño nos montábamos nuestro número y a disfrutar. En alguna ocasión llegó incluso a esposarme a un cajón de una mesa, poniéndome apoyada sobre esta y con las manos extendidas esposada a un cajón del otro lado. Así, decía que con los tacones me hacía unas piernas muy bonitas y un culo fenomenal; con mi culo así de ofrecido podía hacer conmigo lo que quisiese -y sin esposar también-, llegando algunas veces a meterme la porra por el culo. Ponía un condón en la porra, y me decía que era una chica mala, apuntaba su porra a mi culo -que yo llevaba lubricado de casa- y con lo dilatado que lo tengo, me entraba sin problema. Luego daba la vuelta a la mesa y me obligaba a chuparle la polla mientras seguía esposada a los cajones, apoyada sobre la mesa y con la porra en el culo. Hicimos locuras en todos los despachos que nos apeteció, incluso en alguno de algún jefazo, al que le hubiese dado un síncope si supiese lo que había visto su mesa.
Os preguntareis por que lo dejamos. Es sencillo. Un buen día salió a colación el tema de compartirme con otros hombres; decía que le excitaba la idea de verme follada por otros y hacerme una puta en toda regla. No se trataba de algo permanente, pero si al menos, de manera esporádica. En principio era algo de lo que habíamos hablado alguna vez cuando estábamos excitados, o me decía que iba a cobrar a los tíos por usar mi culo cuando estábamos follando. Yo lo había dado como una cosa más de las que entran dentro de los juegos de excitación de la pareja, así que aquello me dejó de piedra. Incluso había llegado a publicar un contacto para hacer un trío con otro hombre sin mi consentimiento.
Le dije que ni hablar, y me sentí traicionada. Ese fue el principio de un rápido fin. Una vez separadas nuestras vidas, hemos coincidido por la ciudad varias veces, y hemos incluso llegado a tomar un café juntos, pero, a pesar de sus provocaciones no he querido acostarme de nuevo con el.
Es curioso porque, aunque le dije que no, me metió el gusanillo en el cuerpo. Con el tiempo sigo sin probar el trío, pero si que he compartido mis favores con dos chicos a la vez, follando primero con uno mientras el otro observaba y luego con el otro y observando el primero, pero nunca a la vez. Fue una relación que ya os contaré y que comenzó con un chico africano que conocí en la biblioteca. Pero eso será en otra ocasión.
Si os ha gustado, me encantará recibir vuestros correos en culito_vall@hotmail.com . Por cierto, que ahora estoy soltera y sin compromiso, y les convendría un descanso a mis amigos de plástico .