Una goleada en la segunda parte
Continuación de Un gol en la primera parte. ¿Vicio o venganza?
Aprovecho que mi madre está en la ducha y me pongo otra vez delante de la televisión para ver la segunda parte del partido, como si no hubiera pasado nada, pero bajo el volumen que está muy alto y así oigo los ruidos del baño.
La recuerdo encima de la cama, con esas tetazas coloradas bamboleándose adelante y atrás, adelante y atrás, y me la pone otra vez dura.
Ya no oigo la ducha, ha debido acabar de ducharse, ahora estará secándose.
Los equipos ya han salido al campo, por lo que el segundo tiempo va a comenzar.
La puerta del baño se abre y la oigo salir.
Estoy acojonado, no se como saldrá ni que me dirá y que la diré yo, por qué no he intentado impedir que el vecino la violara.
La veo por el rabillo del ojo que aparece por la puerta del salón, lleva puesto un albornoz rosa que la llega hasta más arriba de la mitad de sus muslos.
Sin mirarla y sin que me diga nada, la comento, como si estuviera concentrado con el partido, que los vecinos ya se han marchado a sus casa, que han dicho que era muy tarde y que mañana tienen que madrugar.
Espero un momento, como si viera el partido que acababa de comenzar, esperando que me diga algo.
Como no comenta nada continúo despotricando contra los vecinos, sobre lo pesados que son, que siempre vienen a darnos la lata, que un día tendríamos que ser nosotros los que fuéramos a su casa para comernos su comida, bebernos su comida y… ¡estuve a punto de decir lo de follarnos a su mujer!.
Para mi sorpresa la oigo decir:
- Eso se arregla ahora mismo. Vamos a devolver la visita a los vecinos.
No me esperaba esa respuesta. La miro de inmediato. Estoy totalmente sorprendido, está maravillosa, con un color en la cara que no la había visto nunca, el pelo despeinado, los labios sonrosados, unos ojos con un brillo especial, unas tetas que amenazan con romper el albornoz y unas piernas torneadas.
Estaba claro que lo de follársela la había sentado de impresión.
Se va hacia la puerta, la abre y me dice:
- ¡Vamos! ¿A qué esperas? ¿Qué nos quedamos sin ver el partido?.
Estoy totalmente sorprendido, y balbuceo:
- Pero … ¿vas a ir así vestida?.
- Pues claro, ¿no querrás que nos quedemos sin disfrutar de un minuto del partido?.
No entiendo nada, a mi madre nunca la gustó el futbol y menos después de lo sucedido, pero me levanto y me dirijo a la puerta.
Cojo las llaves y la cierro.
Ella ya está llamando a la puerta del vecino.
¿Se quiere vengar o quiere follar?
Alguien mira por la mirilla de la puerta, pero no se atreve a abrir. Oigo que cuchichean.
Al rato, el vecino pregunta a través de la puerta que qué queremos, a lo que mi madre responde:
- Venimos a ver la segunda parte del partido con vosotros.
Hay un momento de vacilación, pero acaba abriendo la puerta.
Su cabeza aparece por la puerta mirando asustado, hasta que ve como está mi madre vestida. La mira de arriba a abajo.
Mi madre le enseña las manos, no lleva nada en ellas, y le dice:
- Ahora nos invitáis vosotros.
La cara del vecino cambia de pronto, una sonrisa aparece de oreja a oreja, la ha gustado el aspecto de mi madre, y nos dice:
- Pensábamos que era un poco tarde y que estabais cansados. Pero pasad, pasad, vecinos.
Mi madre entra la primera bajo la atenta mirada del vecino, que tampoco pierde un momento en echarla unas buenas miradas a su culo y a sus piernas cuando camina por el pasillo de la vivienda.
Cuando yo entro, el vecino cierra la puerta a mis espaldas, me agarra por un brazo y, ante mi sorpresa, me cachea. Se teme lo peor.
Oigo en el salón a la vecina hablar con mi madre, que vaya sorpresa, que no querían molestarnos, y bla bla.
El vecino ha notado algo duro en un bolsillo de mi pantalón, son las llaves. Me hace sacarlas, pero, al verlas, me dice que las guarde. Me hace que pase al salón.
Ya está mi madre sentada en el sofá, sonriendo, enseñando sus muslos desnudos pero con las piernas cerradas para no enseñar su preciado conejito.
La vecina está asustada, perpleja, sentada en una butaca con la pierna escayolada apoyada en una banqueta más baja.
En el televisor está el segundo tiempo del partido, que ya ha comenzado.
Me siento también en el sofá. Estoy con en un a nube, no se que busca mi madre ni que va a pasar.
El vecino saca dos vasos del armario y los pone sobre una mesita baja frente a nosotros.
Nos señala las botellas de coca-cola y ginebra que hay encima de la mesita y nos dice que nos sirvamos nosotros mismos, o si queremos una cerveza.
En ese momento suena el timbre la puerta.
No me esperaba que viniera nadie. Y mi madre tampoco lo esperaba por la cara de sorpresa que puso.
El vecino se fue a abrir, y oigo que comentan algo en la puerta.
De pronto, entran en el salón dos tíos enormes y mal encarados, con barba de varios días, vistiendo camisetas roídas y muy ajustadas.
Nos miran, pero sobre todo a mi madre, a sus muslos.
El vecino aparece detrás, radiante, sonriendo y alegre.
La vecina también está ahora muy sonriente, pero en su mirada asoma una amenaza.
La cara de mi madre se ha puesto blanca. Está aterrada, más que asustada. Nunca la había visto así.
El vecino dirigiéndose a mi madre la dice muy despacio:
- También ellos han venido a ver el partido. Oscar y Ramiro.
Y los señala con la mano.
Me doy cuenta que, cuando hemos llamado a la puerta, han debido llamar por teléfono es estos dos tíos por si había problemas y necesitaban ayuda.
Mi madre intenta hablar pero no puede. Logra balbucear a duras penas algo así como:
- No queremos molestar, nos vamos.
A lo que los vecinos intentan responder a la vez. El vecino se impone y la dice:
- Ahora soy yo el que te dice que no es molestia, que es un verdadero placer que disfrutemos juntos del partido.
La vecina empieza a reírse, cada vez más alto.
El vecino también hace como si se riera. Los dos tíos que acaban de llegar le imitan, pero las miradas de los tres son feroces.
Mi madre y yo nos miramos horrorizados, sin saber que hacer.
La vecina se ríe histérica, atronando las paredes. Debe de oírse en todo el vecindario.
Me tapo los oídos ya que me hace daño.
El volumen y la intensidad de la risa va poco a poco disminuyendo, hasta quedarse callada.
Solamente se oye el sonido del partido en la televisión.
El vecino, con una sonrisa forzada enseñando unos colmillos que me recordaban a las películas de hombres-lobos, dice, con una voz muy grave, a mi madre:
- Vente a por las cervezas que tengo en la cocina, que las vamos a disfrutar.
Mi madre, muy lívida, parece que se encoge.
Yo rápidamente me empiezo a levantar diciendo:
- ¡Voy yo!.
A lo que el vecino me responde muy serio:
- ¡No, ella! ¡No quiero que te pierdas ni un instante del partido!
Me siento, acojonado, y giro despacio la cabeza para mirarla.
Parece como si se fuera a desmayar, pero empieza a levantarse, metiéndose la mano temblorosa en un bolsillo del albornoz.
Algo se la cae de la mano, es una spray, que rueda por debajo de la mesa hasta los pies de la vecina ante la atenta mirada de todos.
Lo coge la vecina, lo observa girándolo en su mano y comenta sonriendo:
- Anti-violación.
Ahora si que ríen los tres hombres, con ganas.
Hasta yo me pongo a reír a carcajadas. Se me saltan las lágrimas en los ojos, pero es desolación. Estoy llorando mientras río.
Solamente las dos mujeres no se ríen, se contemplan. La vecina sonriente y mi madre aterrada con lágrimas en los ojos.
De pronto, oigo algo, corre agua por el suelo. Mi madre está meando de pies.
La vecina chilla:
- ¡Coged a esa zorra antes de que me estropee toda la casa y metérsela por todos sus agujeros hasta que reviente!.
Mi madre reacciona al momento y echa a correr hacia la pared más alejada de los hombres.
Se la ha abierto totalmente el albornoz, dejando expuesto su conejo y sus tetas enormes.
Oscar salta por encima de mis piernas y la agarra de un brazo del albornoz y tira, se queda con el albornoz en la mano.
Mi madre se queda desnuda en mitad del salón, a la vista de todos.
El hombre se abalanza hacia ella, que le evita y se va a la mesa del salón con el hombre detrás.
La mesa en medio, mi madre desnuda en una parte y en la otra el hombre.
Quietos, esperando el movimiento del otro.
Cuando el hombre amaga a un lado, mi madre también.
Sus tetas, enormes, se bambolean en cada movimiento.
Está muy asustada.
Oscar la dice:
- ¡Vaya melones que gastas, zorra! ¡Ya verás cuando te los saque brillo a base de lametones!
Se ríe, los otros también.
Ramiro se acerca rápido por la otra parte de la mesa.
Está acorralada, se acercan.
Cuando están apunto de cogerla, mi madre se lanza rápido encima de la mesa, la atraviesa por encima, y salta por el otro lado antes de que la atrapen.
Pero el vecino la detiene, poniéndola las manos sobre las tetas, y empujándola hacia atrás, sobre la mesa, donde se cae boca arriba, con las manos del vecino sobre las tetas.
Está con las piernas abiertas y el vecino de pies en medio de sus piernas.
Lanza sus manos hacia la cara del vecino, que logra esquivarlas.
Los tíos la sujetan los brazos antes de que lo intente otra vez.
Grita, pero Ramiro la tapa la boca.
El vecino, con cara de satisfacción, baja la vista de su cara a sus tetas y a su conejo.
Quita su mano derecha de la teta de mi madre y comienza a desabrocharse el pantalón.
¡Va a follársela allí mismo, sobre la mesa del salón!.
Pero la vecina le grita:
- ¡Aquí no, que me rayáis la mesa!.¡Lleváosla al dormitorio, a la cama y allí os la folláis por todas partes!.
El vecino se vuelve a colocar el pantalón, tira de mi madre, la incorpora, se agacha, la sube boca abajo sobre sus hombros, y se gira hacia la puerta.
Veo el culo blanco de mi madre, y en medio su conejito, como si fuera el centro de una diana a la que hay que acertar, a la que hay que meter un buen pollazo.
La sujeta con un brazo en el culo y con el otro intenta sujetarla las piernas que ella no para de mover, de patear.
El vecino la dice:
- ¡Te vamos a amansar, zorrita!.
Pasa por delante de mí, sin que yo haga nada más que mirar, y le dice a Ramiro:
- ¡Quédate con el nene ahora a ver el partido!
Y me señala con la cabeza.
- ¡Ya te avisaré cuando te toque!.
Sale rápido del salón, con mi madre encima, pateando, seguido por Oscar.
Estoy paralizado, sin moverme, solamente mirando por donde han salido.
Oigo cerrarse una puerta, a ella chillar, y a los otros reírse a carcajadas.
Ramiro me amenaza:
- ¡Tú a ver el partido y sin hacer cosas raras que te parto el alma!
La vecina me mira sonriendo, casi riéndose, y me dice:
- Ya te lo dije. Es lo mejor para todos, sobre todo para la calentorra de tu madre, que ya ves que viene incluso aquí a por más.
La vuelvo a oír chillar, me estremezco, no se que hacer y la suplico a la vecina, casi llorando:
- Me gustaría aprender y ver como se la follan. Déjame verlo.
La vecina me mira, sospecha algo pero se ríe y le dice a Ramiro:
- ¡Acompaña a este llorón para que vea como hay que tratar a una puta!
Y dirigiéndose a mí me dice:
- ¡Pero no les molestes! ¡solo aprende y disfruta! ¡quizá te dejan algo para ti!
Ramiro me dice:
- ¡Venga, llorica, que no tenemos toda la noche!
Siento como si me hubieran dado una orden, por lo que me levanto y me encamino despacio hacia la puerta cerrada de donde salen los ruidos, los chillidos, las risas y las voces. Voy arrastrando los pies. El tío viene detrás.
Me paro en la puerta y Ramiro la abre, diciendo a los de dentro:
- ¡La Doña también quiere que el nene disfrute!.
Empuja la puerta, la abre y me empuja dentro.
El primero que veo es a Oscar, y luego un culo colorado apuntando directamente hacia la puerta por donde entro.
¡Es el de mi madre!.
Allí está, desnuda, boca abajo, sobre las rodillas del vecino, que me recibe muy sonriente, está sentado en la cama.
La sujeta para que no se mueva y la da azotes con una mano en las nalgas. Suenan como latigazos. Ella chilla a cada azote.
La mete su mano entre las piernas de mi madre, en el conejito, a restregarla por él, arriba y abajo. También por el otro agujero.
Tengo la polla dura y tiesa, y no puedo dejar de mirar el culo de mi madre. Estoy paralizado mirando, me encanta.
Y la da azotes, fuertes, sonoros.
Ella chilla, tiene las nalgas coloradas.
Oscar y Ramiro se están desnudando, son muy peludos.
Sus pollas son enormes, anchas, largas, llenas de venas azules y cubiertas en su base por una mata rizada de pelos negros.
La oigo gemir.
El vecino continúa sobándola el conejito, metiéndola los dedos dentro.
Ahora gime con más fuerza, grita.
Está teniendo un fuerte orgasmo.
Los dos tíos, desnudos totalmente, sonríen.
Oscar con la polla erguida se aproxima por detrás a mi madre, el vecino retira la mano del conejito, y el tío la mete la polla en su conejito, sujetándola por las caderas.
Mi madre chilla otra vez, creo que de placer, y el tío empieza a bombear, con fuerza, adelante y atrás, adelante y atrás.
¡Se la está follando!.
El culo de mi madre se mueve a cada empuje.
Oscar cuando la mete expulsa ruidosamente aire y lo coge cuando la saca.
Mi madre gime cuando se la meten.
Parece un espectáculo musical que cuenta con varios espectadores directos, deseosos de actuar.
Lleva un rato follándosela y no eyacula, por lo que Ramiro le da un manotazo en el hombro para que pare.
La saca, levantan a mi madre y la tumban boca arriba en la cama.
Ella se deja, no opone resistencia.
Ramiro se acerca con la polla tiesa como un mástil, se coloca entre las piernas de mi madre, tira de sus caderas hacia los pies de la cama, la abre de piernas, se la ve el conejo abierto de par en par, y se la mete hasta el fondo.
Ella vuelve a gemir.
Empiezan otra vez a follársela, adelante y atrás, adelante y atrás.
Sus piernas están abiertas colocadas a los costados del tío, entre sus brazos.
Sus tetas se mueven en cada movimiento, se bambolean sin descanso, cada vez más rápido.
El tío está sudando mientras hace el mete-saca.
Oscar se acerca a mi madre y la dice:
- ¿Te gusta zorrita? ¡Ya te avisé! ¡Ahora voy a sacar brillo a esos melones que tienes tan sabrosos! ¡Te los voy a comer enteritos!.
La soba una teta, se pone de rodillas en la cama y empieza a sobarla las dos tetas.
Baja la cabeza y empieza a chupárselas, a lamérselas.
Mi madre mueve los brazos, pero Oscar coge sus muñecas con una mano, y continúa lamiéndola las tetas.
Poco a poco las tetas se llenan de la saliva, de las babas del tío.
Por la cara que pone y como se retuerce, a mi madre la encanta que la lamen las tetas.
De pronto, Ramiro para de follársela, ruge, acaba de tener un orgasmo, respira fuerte y la saca lleno de esperma espeso y amarillo.
Un fuerte olor a esperma inunda la habitación.
El conejo de mi madre resuma esperma pero ella permanece sin moverse boca arriba, respirando profundamente.
Oscar deja de lamerla y besarla las tetas, se levanta, se acerca a mi madre, la agarra por la cintura, la gira, la pone boca abajo sobre la cama, la pone el culo en pompa y la mete otra vez su polla, sujetándola por las caderas.
Está claro que le encanta el culo de mi madre, al menos para follárselo.
Empieza a follársela, con fuerza.
Mi madre vuelve a gemir.
Está de rodillas sobre los pies de la cama, con la cabeza ladeada sobre la cama.
La pega un azote que suena como un latigazo, y sigue follándosela.
Repite varias veces los azotes en el culo mientras se la folla.
Sus glúteos se han puesto más colorados, y se mueven con los empujes.
Por fin, el hombre se para, le cambia la cara, está al fin descargando, en silencio.
La saca, también llena de esperma, más blanco y menos espeso que el anterior.
Ha debido follar más recientemente, posiblemente hoy mismo.
El vecino es el que ahora se acerca a mi madre, lleva puesto solamente un slip blanco del que asoma por arriba la punta de su polla.
Incorpora un poco a mi madre y se tumba en la cama al lado de ella.
Hace que se ponga sobre él, abierta de piernas y se la mete.
Comienza nuevamente el mete-saca, y el culo de mi madre sube y baja, sube y baja, mientras las manos del vecino la sujetan por el culo, por las caderas.
La polla del vecino entra y sale sin dificultades, hasta el fondo, una y otra vez.
Ramiro se acerca por detrás a mi madre.
¡Tiene otra vez la polla erecta y lista para follar otra vez!.
Empuja un poco más a mi madre hacia el vecino y se la mete poco a poco por el culo.
Mi madre empieza a chillar, le ha hecho daño, pero conforme el tío se la folla, primero despacio y luego más rápido, se calla. Y solo gime en cada embestida.
¡Se la están follando los dos a la vez, una por el conejo y la otra por el culo!.
El vecino la sujeta con las manos por el culo y por las caderas, y el otro tío por las tetas.
Oigo gemir y respirar fuerte a los tres.
Después de un rato, el vecino le dice al otro que pare y que le deje levantarse
¡Ya ha eyaculado!, tiene la polla manchada de esperma, seguro que es de los otros y quizá también suya.
Se levanta de la cama.
Mi madre está tumbada de lado, sin moverse con los ojos casi cerrados.
Ramiro vuelve a la carga, se tumba al lado de ella, a su espalda, la levanta una pierna y se la vuelve a meter, esta vez por el conejo.
¡Quiere acabar con su segundo polvo como sea!.
La cabalga con fuerza, moviendo sus tetas y su culo en cada empuje, mientras resopla en su nuca.
Ella ya no reacciona, solo se deja follar.
Con un grito, el tío para, ¡la ha echado su segundo polvo!.
Se incorpora con esfuerzo de la cama, está sudando.
El vecino me da un cachete en la cabeza y me dice con una sonrisa feroz:
- ¡Ahora te toca a ti, nene! ¡Aprovéchate que ahora puedes follartela! ¡Que no te va a poner pegas!.
Oscar me dice también:
- ¡Hazlo ya! ¡Antes de que empecemos otra vez con ella y contigo!.
Y se ríe.
Ahora entiendo cuando la vecina me dijo que su marido tenía un hambre insaciable, que siempre quería follar.
Me la juego y le digo al vecino, sonriendo también:
- Si, pero con Maribel, la puta de tu mujer.
La cara de los tres cambia de repente, ya no sonríen y me miran con mala ostia, pero yo mantengo la mirada y le guiño un ojo al vecino, como me hizo a mí antes.
La cara del vecino cambia, le veo dudar, y dice dubitativo:
- No me parece mala idea, incluso me parece buena. Siempre me está poniendo últimamente pegas para que no me la folle. Y a ahora vamos a darla lo que se merece.
Y dice:
- ¡Vamos! ¡Venid conmigo! ¡Todos!.
Abre la puerta y sale al pasillo, yo después y los dos tíos detrás de mí.
Nos vamos al salón donde está la televisión puesta y la vecina tumbada en la butaca viéndola, medio adormilada a pesar del volumen que tiene.
Levanta la cabeza cuando el marido está de pies al lado de ella, y le dice:
- ¿Habéis acabado ya?.
Yo que estoy detrás del vecino la digo:
- ¡Falto yo … y tú también!
Gira la cabeza y me mira sorprendida, como si fuera la primera vez que me ve.
Se va a levantar pero la agarro por la blusa y la tiro al suelo sobre la alfombra.
Aprovecho la sorpresa del momento y me pongo de rodillas sobre sus brazos.
Agarro con las dos manos su vestido y la abro totalmente, saltando los botones y dejando su sostén al descubierto.
Se lo muevo rápido hacia arriba y dejo sus tetas al descubierto.
¡Son muchísimo mejores las de mi madre!.
Ante mi indecisión, recibo un golpe fuerte en la espalda, cerca del omoplato, que me empuja hacia adelante.
Es la vecina que me ha pateado la espalda.
Me apoyo en su cara y en sus tetas para incorporarme y la pego un puñetazo en la nariz que la hago sangrar de inmediato, y luego otro en la mandíbula que me produce mucho dolor en mi mano.
La he dejado atontado, semi inconsciente.
Me levanto, retrocedo un poco, tiro de su vestido y lo abro del todo.
La veo las bragas, grandes, hasta la cintura.
Las agarro y tiro de ellas, se las bajo, la veo la entrepierna con una gran mata de pelos.
Tiro de sus bragas con fuerza, hasta que se las bajo y se las quito totalmente.
Ahora me toca follármela, pero me empujan violentamente a un lado.
Me caigo sobre la mesa, y me quedo un momento sin aliento.
El vecino se está tumbando sobre su mujer para follársela.
Los otros dos no dejan de mirar, ¡también quieren participar!.
Me levanto y me acerco para ver también.
El vecino empieza a follársela.
Percibo movimiento en el pasillo, es mi madre, desnuda, viene encogida, me voy hacia ella.
Ninguno de los hombres parece que se haya dado cuenta por lo que, en silencio, abro la puerta de la calle, tiro de mi madre y salimos a la escalera, nadie se ha girado, están de espaldas a la puerta.
Cierro la puerta despacio, sin hacer ruido, pero no la encajo para que no lo oigan.
Voy con mi madre hacia la puerta de nuestra casa, saco mis llaves, abro y entramos.
Mi madre se va hacia el baño, está como un zombie.
Desesperadamente busco algo para defenderme por si vuelven.
Recuerdo que mi padre tiene una botella de gasolina en la terraza, que la tiene por si la necesita para el coche.
Voy rápido a la terraza y la cojo.
Abro la botella y meto una servilleta de tela que hay en un cajón. También cojo un mechero.
Salgo rápidamente al pasillo con todo y enciendo la servilleta.
Estoy solo en el pasillo.
Voy rápido hacia la puerta del vecino, la empujo despacio y se abre sin hacer ruido.
Aún están presenciando como el vecino viola a su mujer, de espaldas a la puerta.
Tiro la botella en medio del grupo, y cierro la puerta, encajándola, no sin antes percibir una explosión dentro.
Los oigo chillar, pero corro hacia la puerta de nuestra casa.
Antes de entrar, la puerta del vecino se abre, hay fuego dentro, uno de los hombres ha abierto la puerta, está envuelto en llamas y grita, sale corriendo y se cae por las escaleras quedándose inmóvil.
Cierro la puerta y la atranco.
Fuera gritos, humo y olor a carne quemada.
Me dirijo rápido al teléfono y llamo a los bomberos.
Nuestra vivienda se salvó pero los cuatro dejaron de molestarnos para siempre.
Nunca hablé del tema con mi madre y mi padre nunca se enteró de lo que realmente ocurrió aquel día de partido.
Ganamos el partido por goleada pero sufrimos mucho con el resultado.