Una gira familiar

Una gira de aniversario con Rosita y su marido desencadenó en lujuria y placer.

UNA GIRA FAMILIAR

Hola. Espero que se acuerdan de mí. Soy la misma persona que recibió un año nuevo muy inolvidable, y esta historia es mi segunda experiencia con Rosita, que no concluyó con la llegada del año nuevo.

Pasarían unos seis meses desde el 1 de Enero, cuando Rosita me llamó a la video tienda para invitarme a una gira familiar que ellos siempre están haciendo todos los años. Primero me mandó la invitación con Clara, y después de llamó su esposo para confirmar mi asistencia. Me daba mucha pena rechazar la invitación de tan buena persona (si supiera lo que hice con su esposa), así que se la acepté. Rosita me llamó un miércoles, me mandó a avisar en la mañana del jueves, y por la tarde su esposo confirmaba la invitación.

La gira familiar consiste en recorrer varios lugares, tascas y restaurantes donde tomar de todo; y cuando uno está bien entonado, se va a una buena tasca donde haya música y así echar una buena bailada hasta más no poder. Con razón se rasca tan rápido; me explicó el procedimiento para ver si me animaba, y yo le dije que sí que le iba a echar pierna al asunto. Hasta me retó para ver quien aguantaba más tomando de todo. Le acepté el reto; aunque ya sabia lo que eso iba a implicar; estar cerca de Rosita.

Aunque me emocionaba la idea de asistir a la gira familiar, no iba a ser fácil estar un rato a solas con ella, pero eso no sería un impedimento por lo menos para intentarlo.

Llegado el día sábado, antes de concluir mi jornada laboral Clara me llamó y me preguntó:

  • ¿Por fin vas a ir a la invitación de mi papá?

Yo le dije.

  • Claro que sí.

Clara me remató:

  • Ok. Recuerda que mi papá te está esperando con aquello que más te gusta...

Yo sabía lo que significaba aquello. Se trata de una botella de whisky White Label y ya el hombre sabía cuál es mi punto débil para aceptar una negociación. A Clara la respondí:

  • Muy bien, dile a tu papá que me dé por lo menos una hora para ir a mi casa y bañarme.

Clara me sorprendió con una solicitud de su padre:

  • No te preocupes, mi papá me dijo que si quieres pasa por tu casa nada más con la ropa que te vas a poner, y que aquí te bañabas. Te pone todo lo que necesites. Aquí ya todos estamos listos y vestidos, solo esperamos por ti.

Me dejó sin palabras, y le dije que sí.

  • Ok, paso por mi casa y busco mi ropa.

Cerré la tienda de video, pues era el encargado en ese entonces, agarré un taxi y me fui a mi casa, tomé la ropa, un bolso donde iba a meter mi ropa y me fui a la casa de Rosita a pasar la noche familiar con Clara, Rosita y compañía.

Cuando llegué a la casa de Rosita, ya su esposo me estaba esperando con una botella de White Label lista para que yo la destapara, y ya estaban listos para salir; llegando a la casa, el marido me presentó a Carlos, un sobrino que tiene una camioneta de pasajeros quien era además el que nos iba a llevar.

Rosita se veía espectacular; con un vestido que llegaba hasta una mano por encima de la rodilla color oscuro y unos tacones negros bien altos, lo que hacía una hermosa y misteriosa combinación con su cuerpo. Clara vestía con un pantalón blue jean tan bien pegado al cuerpo, que se le marcaba la cucharota que parecía tener tiempo sin comer porque se veía bien gordita. José el viejo un pantalón blue jean y una camisa manga larga color azul oscura. Su hijo vestía similar a su padre, pero su camisa era blanca con rayas azules y de manga corta.

Saludé en persona a Rosita y a su esposo mientras destapaba la botella, y le pedí que me la fuera sirviendo mientras me bañaba. El señor José estuvo de acuerdo.

Cuando voy a pedir prestado un paño y unas sandalias, Rosita me dice:

  • Toma, ponte las sandalias y métete al baño, que orita te llevo el paño.

Y le dije:

  • Ok.

No lo pensé dos veces y en el baño me quité mi ropa sucia y hedionda por el día de trabajo, abrí la regadera y me metí a bañarme en esa agua que la sentí muy fría pero fresca a la vez. Ya tenía todo el cuerpo enjabonado cuando Rosita toca la puerta del baño.

  • Toma, aquí está el paño.

Le dije:

  • Ya voy, déjame quitarme el jabón de la cara.

Me quité el jabón de la cara y abro la puerta para agarrar el paño, cuando en fracciones de segundos siento un templón y un agarrón tan caliente en la verga que hizo que se me parara de inmediato; se metió conmigo solo para agarrarme mi tolete y aprovechar al menos unos segundos para darme unos apasionados besos como los que me dio en el año nuevo.

Se salió rápido para evitar alguna sospecha, y dejé pasar una rato hasta que mi palo se bajo. Para cuando salí del baño ya su esposo me estaba esperando en la sala con el vaso lleno de whisky. ¡¡Cómo decirle que no!! Le agarré el vaso y me fui al cuarto que me asignaron para cambiarme de ropa y estar listo para la batalla a la cual José el esposo de Rosita me había invitado y a la vez retado.

Me tomé el vaso y allí me explicó con lujos y detalles como es la gira familiar que ellos realizan todo los años.

  • Para nosotros estas salidas son las ganas de seguir viviendo-, me dijo. – Este año es un gran honor que seas nuestro invitado especial en este viaje, que en esta ocasión lo haremos fuera, nos iremos a La Encrucijada, explicó.

  • Entonces agradezco mucho el que me haya invitado, contesté.

  • No tiene que agradecerme nada, me respondió.

Nos terminamos los respectivos vasos de whisky y dimos inicio a la gira familiar; una gira que estaría plagada por sorpresas y aventuras.

Rosita, Clara, su esposo, su hijo José y yo, junto con Carlos el sobrino de José el viejo, dimos inicio al viaje a La Encrucijada donde José tuvo que sentarse adelante para indicarle a su sobrino el camino a seguir; íbamos directamente a una tasca de esas que abren las 24 horas del día y los 365 días del año.

Antes de partir colocaron una cava contenida de hielo y agua para mantener frío el whisky, pero ya no le quedaba mucho contenido a la botella, así que le dije a José:

  • José, ya se está muriendo la botella. ¿Dónde nos paramos para comprar otra?

Y él me contesta:

  • Que se acabe esta, reparte a todo el mundo lo que queda y en el camino compramos otra.

  • Ok, le respondí.

No tardé en repartir lo que quedaba de la botella.

Por fortuna, a pocos metros de iniciar el recorrido había una licorería abierta donde se reforzó lo suficiente en asunto de licores. Se compraron cuatro botellas y proseguimos el camino a nuestro destino. Cuando voy a distribuir lo que quedó de la botella que está por vaciarse, siento la voz de Rosita susurrar mi oreja:

  • Quiero que me prepares un vaso.

Cumplí enseguida lo que me pedía, le preparé su vaso y se lo di, y cuando ya tenía los vasos listos para repartirlos, todos los varones se habían bajado de la camioneta para comprar las botellas y algunas cajas de cigarros; es más, hasta Clara se bajó para comprar no sé qué. Sin darme cuenta yo estaba solo con ella, quien no perdió ninguna oportunidad para clavarme otro beso. La camioneta tenía vidrios ahumados y si a eso le sumamos el factor de la noche y que sus asientos eran altos era imposible que nos vieran haciendo algo.

No obstante, detuvimos los besos y abrazos cuando sentimos que el grupo se acercaba a la camioneta nos separamos rápido y haciendo el paro que llenaba los vasos, me acerqué y le di su respectivo vaso a cada uno. Rosita se quedó donde yo estaba sentado; al final de la camioneta, donde tenia que cuidar que la cava no se volteara. Ya saliendo de la ciudad la carretera estaba muy oscura y por seguridad no se prendieron las luces de la camioneta, por lo que Rosita aprovechó para meter la mano en mi mandarria para sacarla del encierro de mi pantalón y jugar con ella como le daba la gana. Y como por instinto, mi mano se fue debajo de su falda, en búsqueda de su conchita carnosa y jugosa.

Alcancé a preguntarle al oído:

  • ¿No te gusta perder el tiempo verdad?

  • Claro que no. Uno nunca sabe cuando se puede volver a presentar esta oportunidad.

  • Entonces no te descuides que te voy a sorprender.

  • Eso lo veremos.

  • Ya lo verás.

Varias caricias logré darle a la cucharota que ya estaba bastante húmeda hasta hacerla calentar, y me di lo húmeda que estaba por lo mojado que se encontraba su hilo dental.

Los familiares estaban tan concentrados en el viaje y en el whisky que se consumía que solo pensaban llegar a la tasca que minutos antes me había informado el marido de Rosita quien me estaba agarrando la verga con mucha intensidad, y mis dedos jugando ya dentro de su cavidad caliente.

Hice mi primera jugada sorpresiva al inventarle una excusa:

  • Mi amor, levántate un segundo porque creo que estás sentada sobre un billete que no encuentro.

Excusa falsa e imbécil, pero ella inocentemente se levanta, y cuando lo hace, aprovechando la oscuridad de la carretera y lo alto de los asientos, con las dos manos le bajo de un solo tirón el hilo que tenía puesto; ya el hilo lo tenía en los pies. Y con una leve cosquilla cayó sentada a mi lado, lo que me dio una sola oportunidad; como el hilo ya estaba debajo, se lo terminé de quitar mientras tenía los pies en el aire.

Alcancé a decirle:

  • Te dije que te iba a sorprender.

Y me preguntó nerviosa y excitada a la vez:

  • ¿Pero te volviste loco?

  • Sí mi amor. Loco por ti. Y este es sólo el principio.

¿Cómo que el principio? ¿Hay más?

  • Si, este es solo el principio y hay muchas sorpresas calientes, atrevidas y emocionantes, pero todo a su momento.

Nos estábamos acercando a una población en donde habia luz y debíamos acomodarnos para no dejar ninguna sospecha; cuando Clara volteó hacia nosotros me ve servirle un vaso de whisky y me preguntó algo que no recuerdo; era sobre una película, creo, y luego se volteó y se olvidó de nosotros.

Agarré el hilo que le logré quitar en el rato de lujuria y lo olí, y su olor me hizo sentir que había alcanzado la gloria.

No pasó mucho rato cuando llegamos a La Encrucijada y observar las hermosas luces que adornaban la noche. Dimos una vuelta por algunos locales cuando Rosita me dijo en voz baja:

  • Estoy nerviosa.

  • ¿Por qué?

  • Porque ando sin nada debajo del vestido.

Yo le dije

  • No te preocupes; así te ves y ya verás que te vas a sentir mucho más sexy y excitante, además no se te nota nada.

Con esto se calmó y comenzó a asumir una nueva postura; y era verdad, nade notó que ella andaba sin nada debajo del vestido.

Nos dirigimos a una tasca abierta las 24 horas del día y los 365 días del año. Dejamos la camioneta en el estacionamiento y nos metimos en la tasca a buscamos una mesa familiar; como las mesas de esta tasca son grandes, uno puede estirar las piernas como uno quiere y cuantas veces uno quiera, y en cada mesa había un mantel oscuro y grueso, de tal manera que cuando la gente esté tomando y sin querer se le bote la bebida, el mantel sirva de contrapeso. El ambiente era ideal; oscuro, con muy pocas luces alumbrando, en donde se puede imaginar y pensar que cualquier cosa puede pasar. Y de hecho pasó.

Se llamó al mesonero para pedir un servicio especial de champaña; mientras el mesonero iba a buscar el servicio, Rosita y José salieron a la pista a bailar. Clara me invita a mí y yo le acepté la invitación para así evitar cualquier rasgo de sospecha. Bailamos tres o cuatro piezas y una vez agotada nos devolvimos a la mesa, cuando Rosita m invita a bailar. Y no le iba a decir que no.

Con ella bailé dos merengues, pero en uno de ellos hice un paso de baile muy atrevido: le di la vuelta de tal manera que su espalda chocara con mi pecho, hice una abrazo muy discreto desde atrás y ella se me reclinó como queriéndose pegar aun más; le di la vuelta y sus tetas se pegaron muy fuertemente contra mi pecho. Ahí tuvimos un cruce pequeño de palabras.

  • ¿Por qué mi hija Clara te invitó a bailar?

  • Porque siento que ella tiene una sospecha de nosotros dos, y si me pongo mucho con ella es para que no sospeche nada.

  • Me siento muy rara sin ropa interior.

  • ¿Vas a seguir? Ya te dije que así te vas a sentir mucho más sexy y excitante. ¿O me equivoco? Relájate y disfruta este momento que es todo tuyo, además recuerda que esto no es todos los días.

  • Bueno eso si es verdad - me contestó.

Seguimos bailando y de repente siento que por los pasos que nosotros dábamos ella se restregaba mucho contra mi paquete, y de ese paso no quería salir y se mantuvo unos segundos hasta que le siento unos jadeos y un largo suspiro que llegó a mi oído:

  • Aaaaaaahhhhhhhhh...

Al escuchar los jadeos y los suspiros de Rosita me di cuenta que estaba teniendo un orgasmo en vivo y directo y en mis brazos. Verla así y su restregada contra mi verga me tenían excitadísimo; es más, mi verga que ya estaba bien parada se restregaba también contra ella aprovechando la oscuridad breve que ofrecía la pista de baile, y en un lapso de tiempo que no podíamos describir ninguno de los dos no nos importó el mundo y nuestras lenguas se encontraron un buen rato.

La música cambió y decidimos ir a la mesa, pero cuando llegamos salió algo que no esperaba y que no hallaba la manera de contener; Rosita se sentó con su esposo a la derecha, yo estaba a la izquierda de ella y su hija Clara a mi izquierda: yo tenía mucha tensión por lo que acababa de ocurrir en pleno baile y me bajé dos vasos enteros de champaña para relajar mi cabeza (aunque tenía ya alteradas las dos) y mi mente, pero me puso a sudar mucho frío cuando mis muslos sintieron unas manos que me los apretaba. Eran las manos de Rosita queriendo apretar mis muslos y mi verga a través del pantalón. Quería más pero no hallaba cómo complacerla.

Inventé una excusa que me sentía muy mal y que tenía muchas ganas de ir al baño que de paso fui al baño de verdad, pero en realidad era para salir de la turbulencia de la que estaba yo metido, y me encerré un rato allí cuando de repente siento unos ruidos extraños; era una pareja que estaba haciéndolo en pleno baño. Comencé a maquinar una idea acerca de cómo hacer que Rosita me devorara en el baño de las mujeres, y con la idea en la mente me trasladaba a la mesa como si nada; pero al llegar a la mesa vi que Rosita estaba sola, ya que su esposo bailaba con su hija Clara y Carlos su sobrino ya se había controlado a una mujer, pero no se sabía dónde estaba hasta que lo vieron en la pista de baile con ella..

Como me había vuelto el amante del peligro, me senté al lado de Rosita y le piqué alante, hablándole al oído:

  • ¿Te acuerdas que te dije que había muchas sorpresas osadas y emocionantes y que lo del hilo era sólo el principio?

Me contestó:

  • Sí me acuerdo. ¿Por qué?

Le respondí:

  • Ya lo verás. No temas. Tan solo cierra los ojos.

Me aseguré que todos estuvieran bailando para jugar mi más arriesgada jugada: miré a los lados y finalmente miré a Rosita que tenía los ojos cerrados. Le recordé:

  • No los vayas a abrir. De acuerdo

  • Ok.

Miré una vez más a los lados para estar seguro que no hubieran moros en la costa, y sin pensarlo dos veces me metí bajo la mesa, y aprovechando la soledad y que estaban bailando de un solo golpe le levanté la falda y coloqué mi lengua en su carnosa y jugosa cucharota. Se sorprendió porque con sus manos quiso apartarme mi cabeza de su corazón.

  • ¿Pero te volviste loco? Aquí no.

Tuve que confesarle:

  • No es mi culpa. Algo me hizo tu cucharota que no puedo estar sin ella ahora.

Y mientras sus manos trataban en vano de quitar mi cabeza de su corazón mi boca se aferraba por saborear y chupar ese corazón delicioso que hace rato había soltado bastante jugo; cuando le sentí el clítoris se lo chupé con tanta furia y lo lamí con tanta rapidez, que sus manos ya no apartaban mi cabeza, sino que ahora me la agarraba con fuerza como queriéndome arrancar mis cabellos, y me afincaba mi cabeza hacia su cucharota. Creo que bastaron unos tres minutos de una bestial mamada de cuchara que cuando iba a llegar sentí que se convulsionaba de nuevo. No me quedó más remedio que apretarle las tetas para evitar que se moviera tanto y así no dejar que alguien se diera cuenta de lo que bajo la mesa pasaba. Le explotó una gran cantidad de jugo vaginal de su cucharota que buena parte de ella fue a parar al fondo de mi garganta, chupando lo que hay quedado fuera de ella, aunque debía hacerlo por tanteo, pues estaba demasiado oscuro.

Le pedí lo siguiente:

  • Avísame cuándo puedo salir de la mesa-.

Y me dijo:

  • Hazlo rápido.

Y salí lo más rápido que pude, y nadie se dio cuenta de lo que pasó en ese momento.

Había concluido un set de baile y todos regresaban a sus mesas, incluyendo Clara, su papá, y Carlos con la pareja que habia conseguido en esa tasca.

Comenzaba un set romántico y para no levantar ninguna sospecha invité a bailar a Clara alrededor de dos bachatas.

Siento que Clara me lanzaba una bomba cuando me preguntó:

  • Tú si te tardaste tanto en el baño. ¿Te sentías muy mal?

Siguiendo la corriente le respondí:

  • Me sentía muy mareado pero no por los tragos sino por el trabajo del día; pero ahora me siento mejor-, le respondí.

Seguimos bailando un rato cuando casi terminando la tercera canción siento que Clara le pregunta a su mamá:

  • Mamá ¿A donde vas?

Ella le contestó:

  • Voy a aprovechar para ir al baño a lavarme y refrescarme porque estoy muy sudada.

Eso despertó en mí la posibilidad de poder concretar la idea que había estado maquinando temprano.

Se terminó la canción y aproveché para decirle a Clara:

  • Clara, si preguntan por mí me fui al baño. De todos modos ya tú sabes que mi mareo no es por los tragos sino por el cansancio del trabajo.

  • Ok. Yo hablo con ellos.

Y me fui al baño. El baño de esta tasca estaba muy lejos de la mesa, del otro lado de la pista de baile, aparte de no verse porque la mesa donde estábamos se encuentra ubicada en un rincón y desde allí no hay campo visual hacia todas partes.

Cuando logré verla justo estaba entrando al baño y procedí a seguirla con mucha precaución porque había mucho movimiento de seguridad y en ocasiones revisaban hasta en los baños, pues la tasca en la que estábamos instalados es muy frecuentada. En la puerta del baño me asomé y voltee a los lados donde inesperadamente, tenia clavada la mirada de una pareja, pero ya era muy tarde para echarse para atrás y sin dudar me metí al baño a riesgo que me viera alguna mujer.

Por un momento me asusté pensando que habia salido sin darme cuenta, pero unas manos me empujaron hacia uno de los cubículos y sin darme tiempo de reponerme quedé encerrado en él. ¡¡Era Rosita!!

Se había dado cuenta que la seguí, no sé cómo pero se dio cuenta, y me dijo con mucha alevosía y con mirada lasciva y lujuriosa:

  • Ahora me toca a mí. ¡¡Prepárate!!

Algo me decía que lo que venía iba a ser muy violento. Me bajó el cierre del pantalón y me sacó de un solo golpe la verga que estaba atorada. Yo estaba sentado en la tapa del tanque haciendo el amor con una hambrienta de pasión y deseo mientras que el resto de la familia se divertía afuera; me succionaba con tanta fuerza que por primera vez vi cómo vi verga estaba tan roja como un tomate.

Luego de esa monumental mamada procedió a levantarse el vestido y me hizo sentar en la poceta para hacerlo igualito como el 1° de Enero, con la única diferencia que no estábamos en su casa, sino en una tasca.

No teníamos mucho tiempo de modo que debíamos aprovecharlo al máximo. Cuando se estaba encaramando encima de mí yo tenía la punta de mi mandarria en la puerta de su cueva, así que la agarré por la cintura y la clavé con todas mis fuerzas posibles hacia mí. No pudo evitar soltar un grito, grito que fue ahogado por la música. No aguantó más y allí mismo, montada y fuertemente clavada encima de mí se quitó el vestido que cargaba, mostrándome así sus tetas y su ardiente y delicioso cuerpo en todo su esplendor. Los pezones se le habían erizado apuntando hacia delante como desafiándome a que se los chupara. Montada a horcajadas clavándola mi verga lentamente, estuve un largo minuto acomodándome para aquel placer, lujuria desenfreno y sexo hecha mujer, mujer que tanto placer me ofrecía a pesar del muy poco tiempo disponible.

  • ¿Mami te gusta?

  • Me encanta, es fantástico.

Gemía y gemía sin respiro gracias a los embates que le daba. La agarraba con fuerza apretándome contra mí consiguiendo que ella sintiese la totalidad de mi carne recorriendo todo su conducto vaginal. Su cucharota chorreaba bastante llenándome con sus jugos y lubricando mi mandarria con lo cual la penetración le resultaba más fácil, aparte de estar más dura que antes.

Apenas me alcanzaba a decir:

  • Dame duro que me encanta tu verga. Ummmmmmmmmmmm. Qué rico!!!!

Apenas tenia fuerza para responderle, y solo le contesté:

  • Muévete mami, siéntela entera dentro de ti. Eres toda una diosa en el arte de amar.

Apenas le dije aquello, se agarraba con fuerza a mi cabeza como pretendiendo que no se salieran de sus voluminosas tetas. Nos dimos un beso largo y profundo mezclando nuestras salivas y caricias. Respirábamos con dificultad. Me apoderé de uno de sus tetas dándole pequeños mordiscos con los cuales estoy seguro que ella veía las estrellas. Tras acabar con uno empecé a darle al otro el mismo tratamiento.

Me cabalgó como una auténtica jockesa sobre mi mandarria que gracias a sus acabadas mi verga entraba y salía como perro por su casa. Se corrió dos veces sintiendo las entradas y salidas de mi verga tan dura como el hierro.¡¡¡¡Aquello era fantástico!!!!

Continué perforándola sin descanso clavándola y desclavándola; durante diez largos minutos estuvimos dándonos duro y con fuerza sin darnos respiro ni descanso.

Pero notó que se avecinaba la llegada de mi mandarria a pasos agigantados. La agarré con fuerza de ambos senos llevándola hacia atrás hasta hacer que mi verga entrara dentro de ella más de lo que había entrado, bombeando sin parar hasta reventar como el cráter de un volcán al escupir toda la lava almacenada. No pude más y le expulsé toda la leche guardada en mis testículos como si fuera el surtidor de una gasolinera llenando su conducto con mi líquido espeso y caliente mientras ella se relamía de gusto. Al menos creo que le disparé unas cinco descargas seminales invadiendo por completo su ansioso conchita.

  • Ahhhhhhhhhggggggggggggggggg Me corroooooooooooo. Toma mi lecheeeeeeeeeeee. Qué bueno es esto. Nunca me había corrido de este modo.

  • Así cariño asíiiiiiiiiiiiii. Acaba conmigo. Acabemos juntos. Me quemas con tu leche pero me encantaaaaaaaaaaaaaaaa. Dios qué polvo tan fantástico. Eres un amante estupendo, qué incansable eres...

Y enseguida vino el festival de acabaderos; nos vinimos y nos llegamos con todo lo que teníamos encima al mismo tiempo que aprovechamos unos breves instante para permanecer abrazados en sudor sin separarnos

  • ¿Te gustó cómo te hice el amor? Le preguntó mientras íbamos recuperando lentamente la respiración perdida.

  • ¡¡Claro que me gustó!! ¿Tú crees que mi esposo tiene el aguante y la fogosidad que tú tienes? Creí que no te ibas a correr nunca!!!!! Puedo asegurarte que esto no lo olvidaré en mucho tiempo, me dijo mientras me sonreía con cara de deseo.

  • Más tarde vas a recibir otra sorpresa de amor de mi parte.

  • ¿Otra sorpresa?

  • Claro. Dije que te iba a sorprender y lo voy a ir haciendo. ¿O no te lo dije?

  • Claro que sí. ¿Y cuando la voy a recibir?

  • Ya lo verás.

Sacó mi inflamado misil de su interior dejándola poner de pie. Al ponerse de pie me clavó un beso apasionado agradeciéndome todo el placer que parecía haber olvidado. No todos los días se hace el amor de esa manera. Salí rápido del baño y con la misma agilidad como había entrado hace ya un largo rato.

No quise lavarme porque quería tener la excitante fragancia de Rosita en mi mandarria; en cambio ella tardó un poco más porque la había llenado tanto su cucharota.

Cuando me trasladé a la mesa ya casi se estaba terminando el servicio; sin embargo no se notó nuestra ausencia. José el viejo me preguntó por Rosita.

  • ¿No has visto a Rosita?

Y le respondí:

  • Hace rato terminamos de bailar, mentí.

  • Como tiene rato que no viene.

  • Ah no. Lo que pasa es que se fue orita al baño, pero ya viene.

  • Ok.

Ya estaban pidiendo el último servicio para llevar, puesto que el resto lo tomaríamos de regreso a la casa, eso sin contar las cuatro botellas de whisky que estaban en la camioneta. Aparece Rosita como si no hubiese ocurrido nada cuando su marido le pide a su hijo:

  • Sirve la ultima tanda y nos vamos, porque ya todos nos estamos durmiendo del cansancio. Te traes la botella de una buena vez.

Nos fuimos de la tasca directamente hacia la camioneta, y haciendo que me encontraba mal, me fui hacia la parte de atrás y Rosita se vino conmigo para "cuidarme". Habló con su marido y estuvo de acuerdo en que alguien debía "atenderme". Sería ya alrededor de las cuatro de la mañana, cuando después de una larga y buena noche de rumba y pasión decidimos tomar de nuevo el rumbo a casa.

Todo el mundo en la camioneta se durmió durante el trayecto: Clara, su papá, su hermano y Carlos con la pareja que había controlado que después supe que los ruidos que escuché en el baño era él tirando. Pero Rosita y yo seguimos despiertos hasta el amanecer, lo que solo se repartieron dos vasos llenos de whisky: y el mío que lo compartía con Rosita.

Como estaba al final de la camioneta ella se sentó primero al lado de la ventanilla, después me pidió que pusiera mi cabeza en sus piernas, y lo hice. Quería utilizar las piernas como almohada. Me di la vuelta para buscar acomodo en las temporales almohadas que ella me habia prestado para "cuidarme" porque "me sentía mal". Pero tenía una oreja pegada prácticamente en las tetas de ella, con cercanía al corazón, lo que pude sentir cómo su corazón latía con mucha rapidez. Intuí que se acercaba otra excitación y con mucha delicadeza, reconociendo además que pudiese tener la cucharota inflamada por las bestiales embestidas que le propiné en el baño de aquella tasca, fui moviendo paulatinamente mi mano hacia su dulce corazón. Me cerró de un solo golpe las piernas.

  • ¿Acaso no te sentías mal?-, me preguntó en voz baja.

Le confesé la verdad.

  • No mi vida. Esto fue un paro para estar un rato más contigo. Eres mucho más caliente de lo que imaginé.

Había una sola manera de colar mi mano por debajo de su vestido. Era besarla, y de hecho, así lo hice.

Le di un profundo beso, y a medida que el beso fue agarrando sintonía, mi mano ya tocaba mis dedos jugaban aceleradamente con el clítoris de ella; cuando ella se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Habíamos entrado nuevamente en un juego que en ese momento ni yo sabía cómo iba a acabar. Al principio se sobresaltó, pero no podía gesticular ni decir nada puesto que el autobús llevaba una familia delante que no tenía mucho rato durmiendo y que ignoraba por completo lo que estaba pasando entre Rosita y yo.

Empecé a mover mi mano con rapidez, y ella me facilitó la maniobra abriéndose un poco más las piernas, teniendo ella tenía más campo libre para tocar mi mandarria, que estaba tan caliente y como creyó que iba a reventar, me bajó el cierre y en la oscuridad de la camioneta me sacó del pantalón mi verga para desahogarla. Ya su cucharota estaba bastante húmeda, clamando por su premio mayor, ya en ese punto pedía sexo tanto como yo...

Todo estaba a nuestro favor, lo que permitía que no tuviéramos que interrumpir nuestra masturbación mutua.

No hablábamos, sólo nos mirábamos de vez en cuando y sonreíamos. Ya tenía la cucharota suplicando su premio, ella emitía pequeños gemidos casi inauditos y yo aguantando hasta más no poder. Ya habíamos llegado al punto sin retorno. Quería comérmela y ella devorarme a mí...

Sin embargo, su sobrino quien iba manejando la camioneta se detuvo en una bodega que acababa de abrir para comprar unas cuentas cajas de cigarros. Creyendo que todo el mundo estaba durmiendo se bajó de la camioneta para comprarlas; apenas caminó hasta la bodega, Rosita y yo vimos cómo fue atendido por el dueño de la bodega que hasta lo hizo pasar para que él mismo tomara su pedido. Ambos sabíamos que era el único momento de aprovechar cualquier oportunidad de amar.

Con el mayor silencio posible se levantó el vestido y es esta ocasión me puse encima de ella. Allí sentí que mi penetración fue total, pues ella no paraba de morderme con cada embestida que le arrancaba dolor y placer. Luego de unos minutos llegó con varios enviones para luego colocarla en cuatro, siempre viendo ella hacia la bodega por si acaso llegaba su sobrino. Aquí llegó la hecatombe para la cucharota de ella, pues llegó dos veces más en los cinco minutos que estuvimos en esa posición, hasta que me tocó a mí explotar nuevamente como en la tasca, solo que iba a hacer que esta explosión fuera inolvidable. En el mismo instante que llegaba ella por tercera vez, yo también explotaba pero me le afinqué con todo, y fue con tanta lujuria y fuerza, que me pareció sentir que la cabeza de mi mandarria tocaba su matriz. No sé como pudo ahogar tremendo grito, ni cómo no se despertaron los dormilones, pero esos enviones fueron como para despertarlos.

Nos quedamos así un largo rato hasta sentir que mi palo se salía solo de esa caverna; luego nos acomodamos y nos volvimos a colocar como antes; apenas nos colocamos su sobrino salía de la bodega y comprando lo necesario reinició de muevo la marcha hasta la casa.

Fue para mí una gira inolvidable que nunca había pensado vivir, gracias a Rosita, quien es la artífice de mis experiencias más calientes.

Regresamos a su casa y su sobrino nos dejó allí, pero no pudo quedarse porque tenia mucho trabajo. Eran ya las cinco de la mañana y pensaba en irme a mi casa cuando José el marido me dijo ya bastante tomado y casi dormido:

  • Amiguito será mejor que te quedes a dormir aquí. Yo hablo con mi hijo para que te acomode un lugar. Pero usted no se me va a ir por ahí.

No me quedó otra cosa que agradecerle:

  • Gracias jefe.

Me quedé en la casa de Rosita pensando que me iría al amanecer, pero me quedé dormido y me desperté casi a las cinco de la tarde, donde ya me tenían preparada una sopa de mariscos que es muy buena para levantar el ánimo a la persona en caso de pasar la entonada del día anterior.

Igual que el 1° de Enero se habló de la noche anterior, que si pasó esto, que si pasó aquello, etc. Todo iba muy bien hasta que el marido anunciaba otra sorpresa: dentro de un mes sería el cumpleaños de Rosita y quería celebrarlo en la playa, invitándome de una vez en esa rumba, lo que me hacia sentir que ya prácticamente era de la familia. Allí comería por enésima vez la dulce carne de ella. Lo que pasó ese fin de semana se los contaré en la próxima oportunidad.

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