Una fiesta memorable

Lo que comenzó siendo una fiesta oficial, acabó con una sesión de sexo para el recuerdo.

UNA FIESTA MEMORABLE

La siguiente historia sucedió en mis años de estudiante. Buena parte de este tiempo lo pasé viviendo en una residencia de estudiantes madrileña junto con otras doscientas cincuenta personas.

Anualmente, se celebra una gran fiesta entre principios y mediados de mayo. Es un sábado y supone un breve respiro en el estudio, que por estas fechas ya es continuo y constante, ya que el viernes empieza a haber ambiente festivo, a planificar lo del día siguiente y el domingo está reservado para sobrellevar la resaca lo mejor posible.

Es, por lo tanto, la última fiesta antes de que comiencen los exámenes finales y pretendía que la de este año fuera especial para mi novia Mara y para mí. Me propuse para este sábado glorioso una sesión de sexo prácticamente sin cuartel, un día para el recuerdo.

Primero, procederé a describiros a mi novia: una chica de unos 160 cm. de altura, 21 años, rubia con el pelo ondulado, pechos no muy grandes pero apetitosos y un trasero que bien se podría encuadrar; cuando lleva vaqueros claros y con ese andar tan elegante, os lo aseguro, es puro deleite, me podría pasar horas viéndola desfilar. Además, suele llevar tacones altos (que lo pueden ser más o menos dependiendo de la ocasión) lo que le da una figura aún más esbelta y estilizada. Sus rasgos faciales son inconfundibles: una mirada penetrante, con unas cejas muy cuidadas, nariz chata y a la vez sexy, boca muy sensual con unos labios carnosos y exquisitos. Tiene un mentón muy atractivo indicativo también de su carácter.

Ese sábado, sobre las 9 y media de la mañana, bajé del piso donde se encuentra mi habitación al suyo y, con mucho cuidado para que no se despertara, entré en su cuarto. Tanto Mara como yo tenemos las llaves de los aposentos del otro, puesto que llevamos ya varios meses de relación y una confianza mutua.

Como decía, procedí con mucho sigilo y me acerqué a su cama, donde estaba recostada en una posición muy inocente y profundamente dormida, pues ayer se fue a la cama tarde. Me incliné sobre la cama y le retiré la sábana que la cubría, mostrándome un pijama amarillo bastante holgado. Con mucho cuidado le bajé el pantalón y las bragas y empecé a comerle el coño como si estuviera hambriento. Mara empezó a emitir algún leve gemido mientras yo proseguía con la tarea que ahora me ocupaba. Tiene un coño delicioso y parcialmente depilado, ya que así sabe que me tiene siempre dispuesto. Seguía restregando la lengua por toda su vagina hasta que ella se despertó al fin, primero inmersa en la confusión aunque su rostro no podía ocultar la satisfacción que le producía:

  • Vaya despertar, así da gusto –me susurró.

Tras estas palabras, continué con la labor algunos minutos más hasta que le arranqué un placentero orgasmo yendo a parar buena parte de sus fluidos a mi boca. Escalé por su cuerpo y le propiné un tórrido beso, dándole a probar sus líquidos tan exclusivos.

Transcurrieron unos instantes abrazados cuando mi novia se decidió a hablar:

  • ¿Y esto a qué ha venido, mi Sansón?

Así es como me llamaba algunas veces en la intimidad, supongo que para elevar mi autoestima. ¡Y vaya si lo conseguía!

  • Quiero que este día lo recordemos para toda nuestra vida. Y no ha hecho más que empezar.

  • No querrás pasarte el día follando. Te recuerdo que hoy tenemos la fiesta de la residencia –replicó.

No adelantes acontecimientos. El acto oficial es a las 12:30, así que pasaré por aquí un poco antes. Ponte guapa.

Y me fui a arreglar un poco mi habitación y a vestirme, puesto que es obligatorio ir de traje y corbata.

Unos minutos antes de lo previsto, pasé por su habitación y encontré a mi novia ya preparada. Llevaba una camiseta negra con un escote no muy pronunciado pero con cierto atractivo, una falda de cuadros que le llegaba por las rodillas, medias negras, como en muchas ocasiones le he confesado que me apasionan y unas sandalias de tacón que estrenaba para la ocasión. Además, destacaba de ella un maquillaje un poco más atrevido de lo que suele utilizar. En resumen, un bellezón.

Me lancé sobre ella dándole un buen morreo mientras que con las manos le apretaba fuerte el culo y la atraía hacia mí.

  • Vas a ver las estrellas –le susurré.

  • Venga, fóllame cabrón. Métemela hasta dentro –me respondió excitadísima.

De forma tosca, le arremangué la falda y le quité las bragas, unas blancas muy sexys. A continuación, me bajó la cremallera del pantalón y sacó mi verga, que ya estaba durísima. Le levanté una pierna para poder penetrarle bien su vagina y volví a posar las manos en su culo; Mara subió la otra pierna y ya tenía las dos rodeándome mientras que con espasmos secos y continuados se la metía sin parar. Al mismo tiempo, ella me pedía más y más y le veía la cara desencajada por el placer. Yo también estaba a punto de estallar y seguíamos allí, sobre la pared, follando, dándonos placer y diciéndonos las guarradas más soeces y vulgares:

  • ¿A qué esperas? Rómpeme el coño, desármame, quiero que me folles como si fuera el último polvo de mi vida –me decía de forma muy elocuente.

  • Te voy a dejar el coño como un nido de babosas, puta viciosa –le repliqué.

Tras unas cuantas embestidas más solté todo mi líquido lechoso. Fue una corrida copiosa, puesto que estaba a mil. Al instante, a mi novia también le llegó el esperado clímax y nuestros fluidos se encontraron En su húmedo y dilatado coñito. Nos abrazamos sobre la cama, con mi cabeza sobre su pecho y tanto ella como yo sentíamos los sofocos del otro, que hace unos pocos minutos eran gritos y jadeos.

  • Levántate, que vamos a llegar tarde a la ceremonia –dijo rompiendo aquél maravilloso hechizo.

Intentamos arreglarnos un poco el estrago, se ajustó la falda, la camiseta y cuando se fue a poner las bragas se lo impedí:

  • Eso no te va a hacer falta, todavía queda mucho para que se acabe la fiesta, y también nuestra fiestecita particular.

Se peinó y fuimos al acto oficial.

Una vez terminado éste, hay un tiempo hasta la comida en el que los estudiantes forman, sus corrillos de amigos, se hacen fotos, toman un aperitivo, etc. Sin embargo, Mara y yo nos miramos, esbozamos leves sonrisas y nos entendimos a la perfección: fuimos hacia el ascensor para ir a mi habitación. Mientras subíamos, mi novia metía su mano en mi bragueta, que ya había abierto, y me agarraba la polla, y erecta, masturbándome. Yo tenía la lengua metida en su boca lo más profundamente posible y, con las manos le sobaba las tetas, se las apretaba, estrujaba, deformaba... ¡cómo gozaba!

Llegamos a mi cuarto y la muy viciosa me empujó contra la pared, me besó y fue bajando por mi cuerpo hasta que me desabotonó el pantalón, me quitó el slip de forma brusca y empezó a chuparme la polla. A estas alturas, y estaba muy empalmado y sólo me preocupaba por deleitarme con tanto placer que me procuraba Mara. Tengo que decir que hace muy buenas mamadas, ya que estimula perfectamente mi glande con su paladar y con la lengua me trabajaba el frenillo; y, ahora mismo, estaba disfrutando de su pericia.

Le agarré la cara y se la levanté hasta mi boca; la giré bruscamente y la coloqué inclinada contra la pared, de espaldas a mí. Le subí la falda y como ya no llevaba puestas las bragas se la hinqué todo lo que pude, intenté follarla con violencia y creo que lo conseguí porque sus gemidos indicaban un indicio de dolor pero, al mismo tiempo, mucho placer. Paré de metérsela por el coño y me dispuse a darle por culo, que es una práctica con la que disfrutamos enormemente. Así pues, encaminé mi verga hacia ese agujero y, con dificultad, logré penetrarla. Ahora, sus gemidos se convirtieron en gritos pero, en ese momento, yo seguía sin cesar con mis bruscos movimientos; al mismo tiempo que mis manos no se despegaban de sus tetas, que hacían un vaivén muy erótico cuando le agarraba las caderas y empujaba fuerte; no iba a parar. Y se corrió. Lo noté por sus jadeos y por el movimiento descontrolado de sus brazos contra la pared. Tras unas embestidas más pronuncié:

  • ¡Me corroooooo!

Mi novia, como si fuera un acto reflejo, se volvió y flexionó las rodillas para quedar a la altura de mi polla y así tragarse toda la lefa. Aun cuando ya no daba más de sí, ella siguió chupándomela y pajeándome como si me quisiera ordeñar y, finalmente, se puso a la altura de mi cara y me besó para darme a probar mi semen. Con las lenguas unidas, jugueteando, ambos lo saboreamos: a Mara le encantaba y a mí me ponía como una moto este tipo de guarradas.

Nuevamente, nos lavamos y colocamos las vestiduras y regresamos con nuestros compañeros par ir al comedor.

La comida fue larga y abundante. Mara estaba sentada con sus amigas y yo con los míos, pero como entre nosotros nos llevábamos muy bien, nos encontrábamos bastante cerca, lo que propiciaba que continuamente cruzara miradas cómplices con mi novia; la notaba como un poco ida, por lo que me imaginaba que ya estaría pensando en el próximo polvo, otra sesión más de sexo desenfrenado.

Una vez terminado el brindis que ponía final a la degustación de tan exquisitos manjares, nos volvíamos a agrupar para encaminarnos al pub contratado para pasar toda la tarde. En cambio, Mara me tomó la mano y me condujo hacia su cuarto. Entró detrás de mí cerrando la puerta y de un empujón me tumbó encima de la cama. Arremangándose al falda, se colocó sobre mi cuerpo y empezó a besarme en los labios, en el cuello, me aflojó el nudo de la corbata y me bajó los pantalones y el slip

  • Ahora me toca mandar a mí, así que mantente con la polla bien dura – dijo autoritaria.

  • Lo que tú digas.

En esos momentos, yo ya estaba que parecía un animal astado. Desde mi posición, le veía el chocho, que ya se encontraba bastante húmedo y agarró mi verga con decisión y se la introdujo en el coño hasta el fondo, emitiendo al mismo tiempo un gemido de placer.

Me cabalgaba con mucho ímpetu mientras yo le acariciaba los muslos; ahí estaba ella, sobre mí con las piernas flexionadas y abiertas en torno a mi cuerpo, le tocaba y palpaba las medias de encaje, lo que me producía muchísimo gusto. Otras veces, subía mis manos hacia su coño y le acariciaba el clítoris, se lo pellizcaba, apretaba, estiraba entre los jadeos de júbilo que emitía. Se había quitado la camiseta y yo le bajé el sujetador, ya que en esos momentos no suelo ser capaz a desabrochárselo, y le manoseaba sus firmes y redondas tetas una y otra vez, le estimulaba los pezones y veía en su cara cuánto le gustaba. Iba aumentando el ritmo y yo, a duras penas podía incorporarme para comerle las tetas, me encanta recorrerlas con mi lengua húmeda y lasciva. Me seguía follando cada vez más decididamente, estaba siendo ya una cabalgada salvaje y yo me agarraba a sus tacones sintiendo así, todavía más, sus bruscos movimientos. No pude más y eyaculé dentro de su vagina. Después de los orgasmos anteriores, éste fue aún más prolongado, mi respiración se entrecortaba y veía como iba saliendo el esperma de su coño pues Mara no había terminado, continuaba con duras embestidas hasta que la vi sacarse mi polla y dirigirse rápidamente hacia mí. Puso sus rodillas a ambos lados de mi cabeza y con estruendosos gritos de excitación se corrió en mi boca, haciéndome tragar todos sus flujos vaginales.

  • No te lo has tragado todo. Relámete, que aún te quedan mis líquidos en tus labios.

La obedecí y tras hacerlo, me dio un prolongado beso, metiéndome la lengua

hasta dejarme prácticamente sin respiración.

  • ¡Ha sido un polvazo! Has tenido una fantástica idea, cariño –me dijo de forma suave entre sofocos.

  • Esa intención tenía –respondí.

  • Supongo que ahora nos vendría muy bien unas copas, para recuperar fuerzas. De momento te estás portando como un auténtico campeón y tienes que seguir así –comentó con toda intención.

  • Tú también pareces una leona ávida de sexo y eso me pone cachondísimo –repliqué.

Una vez más, nos arreglamos y fuimos al pub.

Nos encontramos con nuestros amigos y con ellos pasamos la tarde, bebiendo las copas de calidad discutible que nos servía una atractiva camarera y bailando lo que nos echaran. Mara y yo, de vez en cuando, nos acercábamos y le metía mano, de forma disimulada, por debajo de la falda (recordad que hace ya varias horas que no lleva bragas) e intentaba arrimarme a ella para sobarle las tetas. Aunque tengo que decir que pocas veces tuve la oportunidad de hacerlo.

Regresamos a la residencia antes de la cena y las chicas se cambiaban de ropa para ponerse su espectacular vestido largo. Mi novia se había comprado un maravilloso atuendo negro de tirantes con un escote bastante pronunciado, aunque no era en absoluto vulgar, y ceñido en la cintura, lo cual marcaba la figura tan esbelta de que presumía. Estaba también ligeramente abierto, por lo que iría mostrando parte del muslo; y había elegido para la ocasión unos zapatos negros con un fino y altísimo tacón que a mí me quitaba el sentido

Pero cuando entré en su habitación todavía no se lo había colocado, es más, estaba completamente desnuda.

  • ¿No es aún muy pronto para bajar? –preguntó.

Con una expresión de malicia le respondí:

  • No.

Y me abalancé sobre ella, besándola por toda su cara y cuello. Fui bajando con la lengua por su cuerpo y llegué a sus desnudos pechos, donde me entretuve unos instantes mordiéndole suavemente el pezón y lamiéndolo en círculos. Por sus gemidos me dio a entender que esto la enloquecía, pero seguí mi recorrido hacia el ombligo y luego el pubis. Entonces, le indiqué la cama para que se sentara y, arrodillado, me puse a lamerle el coño con un gran entusiasmo, mientras que Mara tenía sus piernas sobre mi espalda dándome pequeños golpes con el talón, sobre todo, cuando más intenso era su placer. Metía la lengua en su vagina, lamía sus labios y, por supuesto, me detuve en su clítoris: escupía sobre él y luego absorbía, empapándome de sus humores ante los continuos jadeos, cada vez más fuertes, de la viciosa de mi novia. No dejé que se corriera todavía, sino que me puse en pie y la cogí por las piernas acercándola hacia mi polla, que parecía un volcán a punto de estallar y la dirigí hacia su coño mojado, propinándole una fuerte embestida. Durante un rato, estuve follándola de esta manera, mientras que Mara colocaba sus piernas por encima de mis hombros para que pudiera penetrarla hasta el fondo; y lo conseguía, porque tenía la ara desencajada de placer y sus dulces tetas no podías resistir el vaivén, por lo que estaban en una vibración continua, y no tardó mucho en correrse, pero el desgaste del día se notaba y no mojó mucho el edredón. Cuando sucedió esto, empezó a pronunciar frases como: "córrete de una puta vez", "dame tu leche", "córrete con fuerza en mi boca, cabrón" Lo cual me ponía a mil.

Y, claro está, no pude resistir mucho tiempo y se lo comuniqué. En un santiamén, se incorporó y fue directamente a chuparme la polla, al tiempo que me pajeaba. Al grito de "me voy" descargué todo mi semen en su boca y, como me había dicho, se lo tragó todo dirigiéndome una mirada viciosa y lasciva que no trataba de ocultar su lujuria.

  • ¿Te ha gustado? –se interesó.

  • Hoy me está arrancando la vida a pedacitos, eres insaciable e inimitable, una estupenda folladora –le respondí.

Tras unos instantes de reposo, le dije:

  • Vamos, levántate, que te voy a vestir para que seas la reina de la fiesta.

Se puso en pie en cuanto que yo me dirigía hacia una percha donde tenía apartado su atuendo. Cogí un tanga negro muy sexy y se lo ajusté bien para que marcara las curvas, un sujetador también negro que cubría medio pecho y era bastante fino donde el enganche. Tenía a juego unas medias un poco más claras que las que había utilizado durante el día y, ella sentada y yo arrodillado, se las subía suavemente hasta un poco por encima del medio muslo. No podían ser muy bajas porque el vestido era abierto. Finalmente, le llegó el turno a la fina tela y los zapatos, en los cuales me deleité al ponerlos en sus bellos pies, los acariciaba, tocaba ese fantástico tacón, un auténtico placer y una de mis debilidades.

Tomó el bolso y nos fuimos a cenar. Consistía en tapear por distintas mesas, a la vez que charlábamos y departíamos con las amistades. A continuación, nos dirigimos a un salón habilitado para la ocasión, donde servían copas con música variada, al estilo de un pub. En este lugar estuvimos unas tres horas más o menos (hasta las 2 y media de la mañana), para luego encaminarnos hacia un disco-pub donde terminaríamos la noche a latas horas de la madrugada.

Un rato antes de salir de la residencia, me tiraron bebida encima manchándome la camisa y la corbata. Le dije a mi novia que subía en un momento a mi habitación a cambiarme y que, enseguida bajaría. Tal fue mi sorpresa que cuando iba a abrir la puerta, me giré y ahí venía Mara: con sus zapatos de tan alto tacón quebrantando el silencia que reinaba en el pasillo, su vestido marcaba perfectamente las curvas de su cuerpo, que me hacían enloquecer y su expresión..., con la cabeza ligeramente agachada y la mirada alta que le daba un aspecto de folladora empedernida. Cuando llegó a mi altura, me empujó para adentro del cuarto.

  • Pensé que te encontrarías muy solo aquí arriba y he decidido subir a hacerte compañía. No te importa, ¿verdad? –insinuó.

  • Tú nunca molestas y menos después de lo de hoy.

  • Fuiste tú el que dijo que la fiesta sería larga y pienso poner mi granito de arena. Supongo que podrás echarme otro polvete –continuó.

  • Por supuesto que sí, hay que terminar lo que se empieza –respondí.

Se subió el vestido y quitó el tanga lazándomelo a la cara. Lo cogí al vuelo para olerlo bien y noté el rastro de nuestra juerguecita que había empezado por la mañana. Lo dejé caer a un lado mientras veía cómo Mara se tumbaba en la cama con las piernas levantadas mostrando lo bien que se le ajustaban las medias a sus hermosos muslos y con el coño liberado. Me acerqué y empecé por lamerle los zapatos, me metía en la boca la punta pero, sobre todo, me detenía en el tacón, que me parecía de lo más erótico. Mi lengua continuó su recorrido ascendente por sus medias de suave seda y le besaba sin parar en el interior del muslo, que nos pone a los dos muy calientes. Tras la parada obligatoria en el clítoris, le di la vuelta y se puso a cuatro patas sobe la cama. Me había quitado toda la ropa mientras la besaba y lamía y me puse al lado de su cabeza para darle a probar una buena polla y mi novia la agarró con su mano derecha y se la introdujo en la boca; poco a poco, iba comiéndose cada vez más nabo hasta que se la tragó entera mientras que con la lengua me lamía los huevos. Yo estaba levitando, pero uno tenía miedo a gemir alto porque en este día no hay nadie en las habitaciones.

Seguía mamándomela, pajeándome hasta que se la saqué de la boca y, poniéndome detrás de ella, se la metí por el coño. Estaba en una postura que propiciaba un apenetración profuenda y yo la montaba bruscamente. La agarraba por las caderas, le daba fuertes azotes y Mara cada vez jadeaba más; también me inclinaba sobre ella para sostenerle las tetas, ya que se las había sacado del vestido y sujetador a duras penas, se las apretaba una contra la otra y volvía otra vez a poner mis manos sobre su culo, azotándola de vez en cuando. Aumenté mi ritmo de embestida y ahora le tiraba fuerte del pelo, levantando ligeramente su cabeza, oyendo su respiración y sus gemidos.

Para finalizar, nos pusimos en la postura del 69: yo tumbado hacia arriba, con sus rodillas custodiando mi cabeza y bajó el coño para que se lo comiera, mientras ella se inclinaba sobre mi verga empalmadísima, haciendo otro tanto. Con mi lengua le recorría desde el perineo hasta el clítoris, mientras me humedecía con sus flujos vaginales. Ella también la mamaba con mucho ímpetu y, tácitamente, decidimos aumentar el ritmo hasta que finalmente nos corrimos cada uno en la boca del otro. Me encantaba que Mara se corriera encima de mí, me daba igual donde, porque me hacía estar más cerca de ella y tener relaciones más cómplices, completas y excitantes.

Se dio la vuelta y me besó, aún con mi semen impregnado su lengua y labios y ambos saboreamos la mezcla entre nuestros fluidos.

Después de un día exhaustos, caímos rendidos uno junto al otro y hablamos de lo maravilloso que había sido esta fecha y nos dimos las gracias mutuamente por hacerlo posible. Por supuesto, ya no salimos con el resto de la residencia. Quedamos abrazados y dormimos horas como dos tortolitos.

Como decía, un día inolvidable, una fiesta memorable.

Muchas gracias por prestar atención. Sugerencias y comentarios a: grosomodo2002@yahoo.es