Una fiesta -años 20-

Unos compañeros de colegio mayor salen de una fiesta que se celebra en él. La preciosa chica va vestida estilo Chicago años 20, y quiere visitar a su "secuaz" a su habitación...

Olga, desde que pasó lo de la fiesta no puedo quitármelo de la cabeza. Estabas preciosa. Eras la chica más guapa y morbosa. Me encantas. Me encanta tu estilo, me encanta cómo te vestiste de gánster, con tu corbata y tu pelo echado para atrás y tu sombrero. Sólo recordar tu imagen y me excito.

Me excita recordar cómo eras desnuda sólo con la corbata y el sombrero, a media luz de la habitación. La tenue luz reflejándose en tu cuerpo, en tus curvas, en tu piernas, en tu vientre, en tus pechos, en tu sexo, en tu cara… yo sentado en el sofá, y tú aproximándote a mí con paso lento, marcando tus caderas, sonriéndome mientras de fondo tenemos puesta en voz baja música de jazz y una vela encendida.

Te recuerdo quitándome la camisa, y acariciando mi pecho, tú pegada a mí notando cómo crece mi sexo. Te acaricio… Te acaricio todo tu cuerpo, te beso el cuello, la boca, los hombros... Te magreo tus pechos, me encanta sentir la erección de tus pezones en mis dedos. Jugueteo con ellos, tú gimes deseosa de placer, pronunciando en voz baja mi nombre. Y yo, deseoso de ti, recorro con mi lengua tus preciosas tetas, mis manos no se pueden estar quietas… como ahora, que no me dejan escribir esto tranquilo, y se van a donde no deben.

Me siento de nuevo en el sofá y tú te sientas encima de mí. Aún tengo los pantalones, pero tú estás desnuda. Te vas deslizando hacia abajo hasta que llegas al suelo y despacio, muy despacio, me desabrochas los pantalones, que muestran ya un más que delator bulto. Cómo te gusta observarlo, ¿verdad, Olga? La lentitud de tus movimientos contribuyen a llevar mi excitación a límites desconocidos, pero te encanta hacer las cosas así. Por fin, me bajas los pantalones y los calzoncillos y ahí la tienes. Erguida, durísima, sólo por ti y sólo para ti. Me miras a los ojos, con una sonrisa enloquecedora y antes de que me dé cuenta, un movimiento rápido tuyo lleva tu boca a mi polla. Dios mío, Olga, cómo lo haces. Si sigues así mucho más, me vas a hacer estallar… Eres malvada, y conoces a los hombres. Mientras me la chupas magistralmente, tu mano acaricia mis huevos, que están durísimos de tanta excitación y el perineo… ¿me quieres matar o qué? Decido que ya está bien, no pienso permitir que esto acabe tan pronto y creo que es tu turno… Te siento en el sofá, abro tus piernas despacio y veo tu sexo empapado

Me estás manchando el sofá, pero no me importa ni lo más mínimo. Es más, me encanta. Acerco mi lengua a tus ingles, que para mi sorpresa están totalmente libres de vello, al igual que el resto de tu vagina. Parece que hubieras estado previendo este momento… Mi lengua juega por los alrededores de tu coñito mientras noto cómo te retuerces y gimes. Me encanta oír tu vocecita gimiendo de gusto… Soy malvado, y sigo sin tocar tu sexo un poco más, notando cómo sube su humedad y desprende un olor que me vuelve loco. Por fin, mi lengua se posa en tus labios externos y los abre, dejándome un sabor en la lengua que quisiera que nunca se me fuera. Gimes más fuerte. Te follo con mi lengua. Atiendo a tu pobre clítoris que desea ser saboreado. Te gusta, ¿verdad, Olga? Mi lengua describe círculos cerca de tu clítoris mientras tres dedos míos se introducen en tu rajita. Los muevo acompasadamente con los movimientos de mi lengua. Acelero. Lamo tu clítoris endurecido por el placer con mayor rapidez. Mis dedos bombean el interior de tu coño. No puedes más, cielo. Te corres larga y deliciosamente.

Quieres sentirla ya dentro de ti, te sientes muy excitada, estás en celo y necesitas algo que se remueva por las paredes de tu sexo. Te apoyas en la pared dejándome a la vista tu culito perfecto. Cuántas veces he deseado verlo y tocarlo. Por fin es mi día. Coloco mi polla en tu coño y la muevo lentamente dándote más placer. "¡¡ Hmmm… Métemela ya, por dios!!" Me dices, desesperada. Te hago caso, ¿qué otra cosa puedo hacer? Te estoy follando Olga, y no puedo quitar ojo a tus movimientos, tan sexuales, tan salvajes

Tu mano se dirige a tu botoncito y las mías a tus tetas. Yo me muevo, no dejo de moverme. Tú tampoco. Intento aguantar, aunque me cuesta mucho, pero tú no puedes. Te vuelves a correr. Pienso en lo preciosa que eres durante tu orgasmo, y escuchando tus gemidos, no puedo más y me corro… Oooooooooh, dios mío, Olga… Salgo de ti, pero sólo por un instante. Sigo excitadísimo, y tú también. Los dos queremos más. Te llevo a mi cama, te acuesto y me pongo junto a ti. Los dos de costado sobre la cama. Nos miramos a los ojos, y nos tocamos mutuamente nuestros sexos... Yo el tuyo. Tú el mío. No dejamos de mirarnos a los ojos y aceleramos nuestros ritmos acompasadamente. Mi polla está durísima, tu coño empapado.

Me dejas de tocar. Te pones boca arriba y abres tus piernas. "Vamos a la carga otra vez", me dices, y yo obediente me coloco y pongo mi polla en la entrada de tu coñito. La coges y la mueves, restregándola por todo el exterior de tu sexo. La humedad produce unos sonidos maravillosos al contacto entre nuestros sexos. Introduces mi polla y dejas tu mano tocando tu clítoris. Inicio el bombeo mientras beso tu cuello perfumado. Poco a poco aceleramos, y yo bajo mi lengua a tus pezones, durísimos. Con tu otra mano me acaricias el cuello, el pecho, los pezones

Pronuncias mi nombre, pidiéndome que me corra en tu coñito, que derrame toda mi leche en tu agujerito, que la quieres toda. Tus palabras resuenan en mi interior produciéndome un éxtasis que de inmediato me hace terminar. "Me corro, Olga". "Yo también me corroooooo" ¡¡¡Ooooh!!! ¡¡¡Aaaaaaaah!!! Nos besamos apasionadamente. Nos tumbamos en la cama, tranquilos y satisfechos. En poco tiempo nos dormimos, con la vela ya casi gastada y el jazz sonando, tenue, testigo de nuestra excitante y maravillosa aventura.