Una fantasía que cambió a mi mujer (3)

Continúan transformado su cuerpo y obteniendo placer del el.

Alex me dijo que pasara a otra habitación, que ya le había vuelto a subir, Germán paso detrás y cerró la puerta. La habitación tenía una cama, varias estanterías y vitrinas llenas de instrumentos que nunca había visto, no tenía ventana y estaba pintada de negro.

  • Esta es nuestra pequeña sala de placer, tomate un poco más de polvo, me dijo Alex en tono dominante.

No podía decirle que no, poco a poco me había ido metiendo en una espiral en que se mezclaban las fantasías, el dolor, los sueños y el placer. No sabía lo que me iba a pasar pero el tono de su voz no me daba otra elección. Me puso el polvo encima de la mesa, y esta vez tomé bastante, me sentía mucho mejor, no me dolía nada y parecía que estaba nuevamente volando.

  • Te voy a levantar más las tetas, dijo Alex, me gustan como las de las niñas cuando comienzan a tener la regla.

  • Ya las tengo muy grandes, no me hagas eso.

  • Esta vez te lo voy a hacer yo mismo, verás que bien te quedan, dijo sonriendo.

Germán me dijo que me turbara en la cama que no me iba a doler nada y que iba a estar más excitante para lo que íbamos a hacer después. Me tumbé en la cama y vi como Alex sacaba de una vitrina de la habitación una jeringuilla con aguja hipodérmica y una botella de cristal con liquido blanco. Chupó con la jeringuilla una buena cantidad de líquido y se acercó a mí.

  • Verás que bonita vas a estar.

Me pinchó en la parte baja de mi pecho y poco a poco iba introduciendo el líquido en mi cuerpo, veía como se iba levantando mi pecho derecho poco a poco hasta una altura que jamas había imaginado.

  • Así esta bien, ahora el otro.

Volvió a cargar la jeringuilla de líquido y pincho el otro pecho en la parte de abajo, empezó a levantarse poco a poco hasta más o menos la altura del otro.

  • Con el coño rasurado y esas tetas que te he puesto comienzas a parecerte a las chicas que me gustan, dijo Alex mirándome satisfecho.

Me levante y me mire en el espejo, ahora además de tener los pechos grandes los tenía muy levantados y me pesaban más, en ese momento no me dolían y hasta me gustaban, me los toque y estaban muy duros. Vi que debajo del espejo estaba repleto de productos de belleza. En ese momento Alex me dijo:

Maquíllate quiero verte igual que como cuando te he conocido esta tarde.

No sabía porque quería que hiciese esto pero le obedecí, después de todo lo que me había pasado arreglarme un poco me hacía sentirme mejor. Me senté delante del espejo y comencé peinándome el pelo que lo tenía desecho, me puse bastante maquillaje en la cara, me pinté los ojos de verde claro, las pestañas con rímel y los labios de un rojo muy intenso. Estuve arreglándome unos 20 minutos, mientras Germán y Alex sentados se estaban fumando un cigarro y hablaban entre ellos. Cuando terminé me acerque a ellos.

  • Ahora estás mejor, siéntate aquí, me dijo Alex señalándome su rodilla.

Me senté y con una palmada en el muslo me hizo abrir las piernas, le mostré todo mi coño que tenía muy mojado. Alex acercó el cigarro a la parte de mi coño que vio más brillante por mi flujo vaginal y apagó el cigarro en ese trozo de mi piel. Me dolió mucho y grité. Alex me dio un bofetón.

  • Pórtate bien, voy a continuar arreglarte como a mí me gusta.

La quemadura en mi coño, sus palabras de dominio, no saber a que se refería cuando decía que me iba a arreglar como a él le gusta, la droga que llevaba en el cuerpo, me produjeron un orgasmo en el que creía que iba a desmayarme. Mientras tanto Germán sacó de una vitrina una especie de alicates terminadas en punta vertical y una cajita con cadenas y aros grandes, se acercó y se los dio a Alex.

  • Me gustan los pendientes que llevas ¿te los ha regalado tu marido?

  • Sí, el día de mi cumpleaños, conteste.

  • Te voy a poner unos nuevos pendientes y verás que bien te sientan.

No me importaba, después de los pechos que me había puestos que más me daban los aros. La sorpresa fue cuando me dijo:

  • Levanta Elsa.

  • Pero donde me los vas a poner, pregunte sorprendida.

  • En los labios de tu coño.

Una vez vi una fotografía de una mujer con un aro en un labio de su vagina, pero lo que me iba a poner Alex era más grande parecía la anilla de un llavero y además uno en cada lado.

  • No me lo hagas, le supliqué.

  • Te estás portando muy bien, tienes unas tetas preciosas y una cara muy bonita, voy a arreglarte el coño, verás que bonito té queda cuando acabe con él

No me atreví a contradecirle, me sentía completamente en su poder, desnuda, solo podía obedecer y disfrutar. Metió un labio de mi vagina dentro de la herramienta y presionó con fuerza el mango, sentí un pequeño dolor pero menos que la quemada con el cigarro, salió un poco de sangre pero la hemorragia se cortó enseguida, al quitar la herramienta vi el agujerito que me había ello, a continuación metió el aro de 2 cm de diámetro por el agujero y lo cerró, lo podía mover y me daba un poco de cosquillas. Repitió la operación con el otro labio de mi vagina, apretó la herramienta y me hizo el segundo agujero al otro lado pero a la misma altura y entonces sacó una cadena de metal de la caja y metió el primer eslabón en el agujero y lo cerro, soltó la cadena que se me quedo colgando de mi coño y estirando el labio, medía unos 10 cm de larga.

  • Ahora estás mejor, dijo. Tiró de ella y se rió al ver la expresión de mi rostro.

Mientras tanto Germán había sacado un bote de crema de la vitrina y se untaba los dedos con ella, se acerco por detrás a mí, y comenzó a pasar el dedo por la raja de mi culo, me daba mucha impresión y no podía dejar de correrme, Alex operando mi coño y Germán paseando su dedo por mi culo, no podía sentirme mejor, Germán tenía una mano sobre mi cintura y con la otra mano iba depositando crema en la raja hasta que me metió el dedo del todo en el ano, repitió esto varias veces, solo note el dedo la primera vez después entraba muy suave, me iba introduciendo crema en el. Yo estaba de pie y ellos agachados, el espejo me dejaba ver mis enormes tetas y mi cara acabada de maquillar. De vez en cuando Germán quitaba la mano de la cadera y la pasaba por mi cuerpo, mis muslos y mi ombligo y me decía que estaba muy buena, a mí eso me excitaba. Alex se levanto y se fue a la vitrina, dejando la cadena colgando, rozaba con mi pierna y su peso tiraba del labio de mi coño, me pregunté que iba a traer, Germán dejó de untarme el culo. Cuando volvió llevaba lo que me parecía un gran consolador.

  • Mira lo que te voy a poner, me dijo, sonriendo.

El aparato era muy grande de más de 20 cm de largo y bastante gordo como una botella de refresco, no podía resistirme a que me lo metiera, toda la noche estaba deseando tener su pene en mi coño, y ya me daba igual lo que me metieran. Tenía la vagina encharcada, la quemada del cigarro y tanto tiempo tocándome por todas partes, habían hecho que fluyera un mucho líquido y mi coño parecía un charco.

  • Abre bien las piernas, dijo.

Me lo metió poco a poco mirándome la cara, que gemía de dolor y placer, mientras, Germán me había cogido por detrás presionando mis enormes tetas que de la presión se habían puesto rojas y parecía que iban a reventar. Alex acabó metiéndolo todo dentro de mí y llegando hasta el fondo, nunca había tendido nada tan grande dentro de mí. Me di cuenta una vez lo tuve todo dentro que el consolador terminaba con una argolla y Alex no tardó en coger la cadena que colgaba de mí y pasarla por la argolla varias veces hasta que tensando la cadena la cerró con el aro que tenía en el otro labio de mi vagina con un candado. Ya no podía sacar el consolador.

  • Elsa estás preciosa, como nos lo vamos a pasar esta noche, dijo Alex satisfecho por lo que me había hecho.

Alex y Germán comenzaron a quitarse la ropa, el efecto de la droga comenzaba a pasarme de nuevo y volvían a dolerme mis enormes tetas y la quemadura en el coño, comencé a pensar en lo que dirá mi marido cuando me vea y le cuente lo que me han hecho, pero ya era demasiado tarde para arrepentirme. Alex se desnudó y se sentó en una silla, tenía el pene muy erecto.

  • Ven Elsa siéntate con cuidado encima de mí mirándome a la cara, quiero que te metas mi polla por el culo poco a poco, sin prisa. ¿Tu marido te lo ha hecho alguna vez por ahí?

  • Si, le conteste. Al oír esto me pellizcó los dos pezones con rabia.

  • Mejor que no seas virgen, la noche empieza ahora, estás descubriendo el morbo, no te voy a dar mas polvo blanco quiero que disfrutes de verdad.

Me acerque a la silla y abrí todo lo que pude las piernas para poder ponerme encima de él, ya que la silla era muy grande. Tenía el consolador en el coño y no podía moverme muy bien, tenía que andar muy erguida, sin poder mover casi la cintura. Logré ponerme de forma que mi culo quedase encima de su pene de puntillas y con las piernas muy abiertas, cogí su pene con mi mano para ponerlo a la entrada de mi ano y fui flexionando las rodillas para ir metiéndolo dentro. Grité cuando comenzó a entrar me hacía mucho daño, aunque estaba lubricado por la crema el agujero era muy estrecho por el consolador que me habían metido.

  • Así me gusta estrecho y suave, todo dentro tetona.

Entró todo y me apretó las tetas con fuerza, no sé como no reventaron, me dolían mucho.

  • Muévete, estás preciosa te has maquillado como una puta.

El agujero de mi culo era muy estrecho y estaba muy lubricado esto le daba mucho placer, que aumentaba cuando yo gritaba al apretarme las tetas y pellizcarme los pezones. Aveces no podía soportar el dolor en mi cuerpo, pero se mezclaba con orgasmos increíbles que me dejaban sin fuerza en las piernas. El consolador quería salirse del roce interior con el pene, pero lo impedía la cadena que me había puesto que se sujetaba con los labios de mi vagina y me los estiraba, con el dedo me metía el consolador hacia adentro y así disminuía el dolor en un sitio pero aumentaba en el otro. Alex disfrutaba con esto, me miraba a la cara y no dejaba de decirme lo buena que estaba y lo puta que era. Estuve así unos 15 minutos, hasta que Alex puso son manos sobre mi cintura y me ayudó a moverme de arriba abajo se estaba corriendo dentro de mí, sentí un gran placer y noté como también se me llevaba mi culo.

  • Eres una auténtica puta, me dijo, el cabrón de tu marido tiene mucha suerte. Levanta y atiende a Germán que te está esperando.