Una fantasía hecha realidad

Hacía mucho que no jugabamos con mi esposa

Nunca pensé que me pudiera pasar algo así.

Al contrario de mucho que cuentan en sus historias que de chicos se probaban ropa interior femenina o que eran débiles o tímidos… a mi no me ocurrió.

Todo transcurrió de grande, en mi segundo matrimonio. Mi esposa es hermosa y no es una mujer a la que el sexo la obnubile. Es mas bien ortodoxa y simple. Por eso y para salir del acostumbrado sexo que solíamos tener fue que decidí comprale un Corsé, rojo, una tanga muy chiquita y medias de red.

Otras veces le había comprado cosas para estimularla y despertarle sus fantasías pero esta vez, parece, que este regalo, disparó algo dentro suyo.

Cuando se lo regalé ella se puso contenta, le había agradado mi obsequio… Puso una cara distinta a las otras veces pero a igual que las otras veces me lo agradeció y lo guardó en su armario.

Pensé que todo quedaría en el olvido como otras veces.

Ese sábado, serían como las 21 horas, yo estaba en casa esperándola, que vuelva de una reunión que había tenido con sus compañeras de la facultad, cuando suena el timbre. Es raro que eso pase, ya que vivimos lejos de todas nuestras amistades y nadie viene a visitarnos sin avisar… Podría ser un vecino así que fui a la puerta a abrir y allí estaba ella con un atuendo infartante.

De abajo hacia arriba, Zapatos altos de taco aguja, media de red, una mini que apenas tapaba las ligas que se podían presentir una blusa que dejaba ver su ombligo y un peinado muy sofisticado. Pintada como una puta… esa era mi esposa.

Nunca la había visto así, ni en mi fantasía mas loca.

  • ¿Usted es Antonio? – me dijo con voz sensual y una sonrisa pícara

  • Si – dije siguiéndole el juego.

  • Mi nombre es Pamela. ¿Puedo pasar?

Me hice a un lado dejándole la puerta libre para que pase. Una vez adentro me dijo que su tarifa era de trescientos si era simple, 40 minutos y si era completa eran quinientos… por adelantado.

Saqué mi billetera solo tenía ciento cincuenta. Y me disculpé.

  • Por esa plata no tienes ni para empezar a hablar… y encaró hacia la puerta como para irse.

  • ¡No espere! Dejeme ver si encuentro mas dinero en mi mesa de luz… Tuve suerte tenía la plata del alquiler que debía pagar el lunes sin falta.

  • Aquí tienes, Trescientos pesos y si lo haces bien pueda haber un plus, - Agregué yo, súper excitado por esta sorpresa que me estaba haciendo mi mujer… estaba tan en su papel que me parecía estar realmente frente a una puta.

Ella hecho el dinero dentro de una carteríta pequeña que le colgaba del hombro.

Todos sus gestos, sus movimientos, sus miradas eran de una profesional, me estaba poniendo a mil y todavía no nos habíamos tocado.

Se acercó hacia mi, con su pulgar me subió la cabeza desde el mentón y me dijo. – Estás bueno papito. Me gusta mas cuando el cliente es buen mozo. - Con la otra mano fue directo a mi pedazo y lo palpó… - No está nada mal. Me parece que esta noche nos vamos a divertir los dos.

No sé como hizo pero sin dejarme de mirar a los ojos se acuclilló y sacó mi verga afuera y comenzó a darle besitos en la cabeza.

Me fue desnudando y ella seguí vestidita como una princesa puta

Jugueteaba conmigo y cambiaba y volvía a excitarme sin que yo pudiera reaccionar, mas que con gemidos y palabrotas que me surgían desde el alma.

Yo quería hacerle de todo, tocarla, beasarla, chularla, morderla, olerla, pero ella me tenía inmovilizado con sogas invisibles

Cundo estaba a punto de eyacular. Ella paraba y me empezaba a buscar desde otro lado

No sé si les queda claro. Mi esposa vestida de puta me estaba haciendo todo y mas de lo que yo nunca me hubiera imaginado de ella, ni de la profesional mas perfecta que exista en este mundo. Yo totalmente desnudo sobre el sofá y ella totalmente vestida de puta sin perder la compostura.

Yo estaba con ganas de avanzar sobre su cuerpo y poder sentirla sobre mi cuerpo, cabalgando y hacerla gozar como ella lo había hecho conmigo

Fue entonces que ella me dijo

  • Ahora vamos a hacer al revés.

Eso coincidía con mis deseos así que me abalancé sobre ella.

  • No papito, así no. - Me dijo, cortándome el deseo en dos. – Te dije que sería al revés.
  • Por eso ahora te toca a vos, gozar
  • Yo ya estoy gozando… No te preocupes por mi.

Me llevó al cuarto y me empujó sobre la cama, para sacarse la ropa lentamente.

Se subió la mini falda hasta dejar ver su tanga y el final de su corsé desprendió las medias, donde estaban las tiras que las sujetaban. Con un movimiento muy sensual se fue sacando la tanguita, por sobre los zapatos de taco y las medias que se resbalaban por sus piernas. Luego me la tiró en la cara. Sentí su aroma, su humedad. Era verdad que estaba gozando. La miraba y no podía creer que esto me esté pasando a mi, que esto le estuviera pasando a ella.

  • Ponétela.
  • ¿Qué me ponga la tanga?
  • Si papito, quiero ver como te queda.

Entre sonrisas y miradas perversas, me la fui poniendo, imitando sus movimientos.

  • Mirá esa pelambre. Algo tendremos que hacer con eso pelos. ¿No te parece? – Parecía como que me consultaba, pero ella estaba ya resuelta a todo.

Salió de la habitación y unos segundos mas tarde volvió con mi afeitadora y espuma.

  • ¿Qué vas a hacer?
  • Te voy a arreglar esto, así no podés salir a la calle.
  • No pensaba salir a la calle.
  • jajajaja

Me depiló todo, desde los pocos pelito s que se hallan en la zanja de mi cola, los huevos, los pelos que trepan por mi pija, dejándome en el pubis un caminito de hormigas, que terminó de recorta con la tijera.

  • Muy bien. Ahora está mucho mejor.

Sentía una suavidad en esa zona. Tan erótico era todo que me consideraba feliz por la actitud de mi mujer.

En el cuarto siguió con su desnudez y se sacó la falda, la blusa y me pidió ayuda para que le desprenda el corsé. Una vez terminada la operación, dejándola desnuda hasta las rodillas, ya que sus medias de red se enrollaba a esa altura y sus zapatos relucían en sus pies.

  • Ahora te pondré esto.
  • ¿El corsé?
  • Te dije que ahora iba a ser todo al revés. ¿No es cierto? Tendrías que saber que yo nunca miento

Yo estaba azorado. Nunca la había visto así a Pamela… y el solo hecho de sentir la tela del corsé ajustarse a mi cuerpo me excitó de forma inimaginable. Estaba como embriagado, no podía pensar, todo era sensaciones nuevas… La tira de la tanga entre mis nalgas, la tensión que me ajustaba en el cuerpo y por primera vez me sentí que era una mujer. Nunca había fantaseado con vestirme de mujer y mucho menos de estar con mi esposa en esta situación. Así que la dejé actuar libremente

Luego me puso las medias, las ajustó con las tiras y del ropero sacó un par de zapatos iguales a los suyo de mi número. Me puso la falda y la blusa, me llevó al baño donde me maquilló y como broche final, me colocó en la cabeza una peluca de pelo medio morocha.

Mientras me maquillaba, rozaba su cuerpo desnudo por mis brazos, por mis piernas, se reía y me decías chanchadas al oído.

  • Ahora serás vos la putita.

Cuando consideró su obra terminada, me dijo

  • Ahora salí a la calle y en cinco minuto volvé.
  • No voy a salir así vestida
  • Yo vine igual de vestida que estás vos… ¿Por qué no podes hacer lo mismo?
  • Estoy vestido de mujer de la calle y soy varón. ¡Esto es una locura!

Ronroneando agregó – Hacelo por mi. En esta calle, a esta hora no pasa nadie…. Mmmm Son solo cinco minutos. ¿Si?. Si hubiera otra forma, lo haría pero la única forma de preparar la situación es que vos salgas y me esperes unos minutitos para que yo me arregle… ¿O pensás que te puedo recibir desnuda? Dale amor, no cortes este jueguito.

No pude resistirme a sus pedidos, a sus encantos, a sus ruegos

Apenas podía caminar con esos tacos así que al salir me apoyé el la pared, encendí un cigarrillo y a esperar que pasé este mal momento.

Sentía el aire soplar entre mis piernas, que la cola me sobresalía, que mis movimientos al fumar eran mas femeninos que siempre y el rouge en la colilla del cigarrillo me terminaron de excitar muchísimo.

Yo creía que las sorpresas ya habían terminado, pero me equivocaba.

Cinco minutos después, toqué el timbre con la idea de hacer lo mismo que ella me había dicho y hecho. Pero cuando abrió la puerta, ella estaba vestida con mi ropa. Me encantaba verla así. No era un varón era ella con mi ropa y eso me gustaba y mucho. ¿se sentiría ella un hombre como yo una mujer?

A pesar de que yo creía que iba a tomar la iniciativa, como hacía un rato ella lo hacía; fue ella quien siguió dirigiendo el juego.

  • ¡Que linda que estás nena!. Pasá, ponete cómoda.
  • Su voz y sus formas no eran de ella.

  • Gracias. – Dije como si realmente fuera un cumplido de un hombre a una mujer.

Me seguía mirando y yo a ella/él.

  • Mi nombre es Pamela, - dije tratando de poner voz sensual.
  • Sos muy linda, pero me parece que ese nombre no te queda bien… Hoy te llamarás Soledad. ¿Te parece bien?
  • Me llamaré como quieras, tu pagas y yo… agradezco.
  • Me gustan las mujercitas agradecidas. Tomá. – Tiró dos billetes de cien pesos a mis pies.
  • Mi tarifa son de trescientos…. – pero me interrumpió indignado.
  • Por trescientos pesos tengo una mujer de verdad… no una mariquita. Date por bien pagada para toda la noche

Me sentí ofendida y humillada… ¿Por qué? Si yo era en verdad su marido. ¿Qué era lo que me dolía? ¿Por qué no terminaba con este juego? ¿No estaba ya satisfecho?

Pero mientras yo me hacía todas estas preguntas ella me seguía maltratando.

  • Vení putita. Hacé tu trabajo.

Me agaché a recoger mi dinero y él aprovechó para tocar mi culo de forma grosera. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Luego me llevó al cuarto me empujó y se quitó los pantalones. Puso su concha sobre mi cara y empezó a frotarse en mi cara… Me encantaba que hiciera eso, me gustaba el olor de su intimidad y me mojaba la cara con sus fluidos. Me daban ganas de tocarla pero no me dejó. Quería penetrarla en ese momento… pero eso no fue lo que pasó. Sentí como acababa sobre mi cara empapada, se arqueaba y gemía como si estuviera sola. Sin intimidarse por nada.

No sé como, ni de donde salió, cómo se lo puso y como me convenció, de seguir con este juego. Pero lo hizo y así fue.

  • Ahora viene lo mejor… - Dijo entre sonrisitas.
  • ¿Vienen mas cosas? ¿Con qué me vas a salir ahora?

Cuando la miré no lo podía creer. Entre sus piernas colgaba un falo.

  • ¿No me lo vas a mamar?
  • ¿Eso?
  • Si esto. – lo agarró con su mano y me lo pasó por la cara, golpeándome las mejillas.

Sin opciones me lo fui metiendo en la boca.

  • Mirame mientras chupas ¡Perra!

Tener ese pene en la boca era muy sensual, su tacto no era muy diferente a mi verga.

No pensé que ella me daría vuelta y me iría metiendo un dedo en mi ano. Corrió la pequeña tira de tela que cubría mi hoyito y lo fue introduciendo de a poco.

Sentí el calorcito de su mano enchastrándome la cola con un gel tibio. Me acomodó en cuatro patas y me fue penetrando con su pene.

  • Aflojate, relajate no te va a doler. - Me decía riéndose.
  • Me estás matando
  • Vamos nena, si te habrán partido ese culito hermoso que tenés.

Cuando sentí que sus piernas chocaban en mis nalgas supe estaba toda dentro. Él, se quedó quieto dentro mío unos segundo, que se lo agradecí, mucho. De mi verga salía leche sin que yo me toque o que roce en nada.

Cuando empezó a moverse dentro de mi… sentí el placer verdadero. Yo gemía, ella suspiraba, entre ay dioses y mas y mas y mas

Caímos rendidos en minutos, sudados y contentos

Me desperté toda vestida y allí supe que no era un sueño sino: Mi nueva realidad