Una familiar

Una familiar. Una tía. Una sobrina. Un encuentro con ellas en casa de una amiga. Una cena con invitados. La curiosidad de la sobrina.

Durante algún tiempo nos habíamos visto en reuniones familiares, en las que ella me saludaba muy afectuosamente, pero salvo ese saludo en pocas ocasiones solíamos hablar. En estas reuniones me miraba de reojo y cuando la miraba apartaba la vista. Cuando me acercaba a ella me rehuía y al intentar darle conversación hacía poco más que sonreír.

Pero lo que me obsesionaba de ella eran sus pezones, dos pequeños montecillos difíciles de retener por ningún sujetador y que parecía tener constantemente erectos.

Con algo de tiempo fue perdiendo su timidez y llegamos a hablar. El tema sexo fue introduciéndose en nuestras conversaciones. Si normalmente no me miraba a la cara en esas ocasiones no levantaba la vista del suelo. Fui sondeando sus gustos. Fui dándole órdenes sencillas como traer bebidas para los dos, diciéndole lo que ella iba a tomar. Un día se lo planteé:

-Quieres ser mi amante?

-Estoy casada!

La miro para que sepa que no es una respuesta, ni un obstáculo.

-No lo sé.

-No me contestes aún, piénsalo. No quiero una amante con la que echar un polvo de vez en cuando, quiero una amante que se someta a mis deseos y me obedezca sin rechistar. Utilizaré tu cuerpo para mi placer. Si quieres, llámame pero cuando nos veamos, de entrada, habrás de ir sin ropa interior.

Me marché dejándola pensativa, desconcertada después de haberle rozado los pezones sobre la ropa. Trató de acercarse a mí en varias ocasiones pero nunca me quedaba solo, no quería una decisión precipitada.

Me llamó… por fin.

-Lo he pensado, no sé si llegaré a satisfacerte en todo pero me gustaría que me dieses una oportunidad.

-Dónde estás?

-En casa de mis padres, en mi casa no podría.

-Espérame.

Al abrir la puerta se la veía nerviosa. Esta vez no me saludó con su efusividad habitual. Se la veía nerviosa.

-No conozco la casa, enséñamela.

-Ven por...

-Aguarda un momento, veamos si vas como debes.

Se paró de golpe de espaldas a mí, no sé si no se atrevía a moverse o le daba vergüenza que pudiera ver su cara, mientras se quitaba la camiseta y posteriormente la falda, se agachó para sacársela.

-No te muevas.

Le di unos cachetes en el culo. No fueron muy fuertes aunque sí le sorprendieron. Dio un respingo pero volvió a colocarse como le había exigido. Le metí una mano entre las piernas, dos dedos en el coño que estaba muy mojado y el gordo en el culo, se sobresaltó al notarlo. Aunque permaneció inclinada, tuve que forzarla, bastante por sus gemidos.

-No utiliza mucho tu sucio culo verdad?

-Es que me da asco.

-Conmigo te aguantarás. Ya te dije que tu cuerpo lo utilizaría para mi placer y me gustan los culos estrechos de puta.

Gime como una pequeña queja pero afirma con la cabeza, su negro pelo lacio se agita con el movimiento. Hay detalles, éste, en esta ocasión que me hacen sentir ternura.

-Cuéntame tus fantasías.

-Me da verguenza.

-Vergüenza? Cuando es la primera vez que te desnudas ante mí y tienes un dedo en el culo que te hace gemir? Cuéntame la que más te guste.

En otras ocasiones, las respuestas estúpidas me irritan.

Sigue inclinada y con mis dedos en sus agujeros, moviéndolos.

-Es contigo. Un día nos invitáis a cenar tu amiga y tú. Durante la cena la conversación va subiendo de tono, hasta que por fin proponéis el intercambio de parejas. Me pongo roja de verguenza a pesar de que hacía algún tiempo que deseaba estar contigo. Mi marido me mira y apenas puedo tragar, no quiero que vea cuanto lo deseo, no soy capaz de miraros pero muevo la cabeza para aceptar. No quiero perder la ocasión, aunque ni siquiera sé si voy a gustarte. Habláis de algunos detalles que escucho sin perderme detalle. No quiero hacer nada mal, no quiero defraudarte.

-Qué detalles?

-Límites de las cosas que podéis hacernos. Me gustaría que no hubiese límites, entregarme entera pero no quiero que él lo sepa.

-Qué límites?

-Él sabe que me da asco el semen y dice que nada de correrse en la boca. Paula protesta, ella se ha acostumbrado a hacerlo y quiere seguir haciéndolo. Quiero que tú lo hagas en mi boca aunque sé que me va a dar asco. No sé si incluso voy a vomitar y me moriría.

Se mueve buscando placer. Le doy un cachete al tiempo que le digo que no se mueva si no se lo ordeno.

-Perdón.

-Sigue contándome.

-Ellos se van al dormitorio. Yo me quedo de pie, esperando. Te quedas mirando. No sé que hacer y eso me pone más nerviosa, como ahora. Te levantas y me rodeas para mirarme. No me atrevo a moverme. Estoy temblando, además me siento humillada porque estoy chorreando y en cuanto me toques podrás ver qué clase de mujer soy.

-Como ahora?

-Sí –dice con un estremecimiento.

-Y qué clase de mujer eres?

-Una puta, una cualquiera.

-Eres una puta fácil. Tienes el coño inundado por convertirte en mi perra.

Se siente dolida. Lleva sus manos atrás para sacar mi mano y trata de incorporarse. Cierro la mano dentro de ella obligándola a quejarse y la sujeto del pelo para llevarla a la posición en la que estaba.

-No te muevas. Ya te lo he dicho! Vas a escuchar lo que eres y vas a repetirlo porque no quiero que lo olvides.

-Eres una puta infiel.

-Por favor!

-Repítelo!

-Soy una puta infiel –dice sin mucho convencimiento.

-Eres una sucia perra que se moja al pensar en ser humillada.

-Soy una perra asquerosa que disfruta siendo humillada, sí –en esta ocasión lo dice con más convicción.

-Eres una puerca que se va a someter a todas mis órdenes.

-Soy una puerca que obedecerá todas tus órdenes –aumento la intensidad mi masturbación y dice la frase entre gemidos.

-Es verdad todo lo que he dicho de ti, puerca?

-Sí! Es verdad. Quiero ser tu puta puerca e infiel. Puedes hacer conmigo lo que quieras. Estoy sintiendo como me voy a correr, dios mío! –ya no necesito forzarla.

-Repíteme lo que eres, cerda.

-Soy una puta perra infiel… oh!... disfruto como una cerda… ah!... al ser tratada así… dios!... al saber que me vas a utilizar como una… no puedo más!

Siento como le tiemblan las piernas.

-Voy a corr

-Sigue diciéndome lo que eres!

-Una puta… dios!... dios!... una puta! Una grandísima puta!... Ag! Me corro… me corro… una sucia perra.

Cae de rodillas al suelo incapaz de mantenerse en pie.

-Una puta… -es lo último que dice muy bajito.

De rodillas, con la cara apoyada en el suelo, pellizcándose los pezones, abiertas las piernas, veo sus espasmos y la oigo jadear mientras se corre. Me quedo mirándola absorto en su placer.

Unos minutos después, con los ojos aún cerrados la oigo murmurar:

-Gracias.

Le acaricio las piernas, la espalda. Se estremece. Arquea la espalda para buscar mi caricia.

-Incorpórate –le digo sin apenas levantar la voz pero el cachete que le doy en el culo la obliga a reaccionar.

Vuelve a adoptar la posición que le había pedido antes. Se frota la zona donde le he dado sin hacer comentarios. Me gusta que esté dispuesta a someterse de nuevo.

-Ábrete -No necesito gritarle.

Lleva sus manos atrás y separa los cachetes de su culo.

-Prepárate el culo por si quiero follarlo.

Apenas oigo un lastimero gemido. Coge de su flujo y lo lleva atrás en dos dedos. Noto como se tensa su cuerpo y se fuerza el ano para meterse un dedo.

-Muévelo puerca.

-Me duele. No me gusta.

-Lo vas a hacer? – le pregunto irritado.

Gime a punto de llorar. Lo hace. Lo mueve.

-Sigue contando.

Veo el aro de su ano dilatándose con el dedo entrando y saliendo.

-Me abrazas desde atrás, besándome las orejas y apretándome los pechos. Al sentir tu contacto me caliento mucho más. Siento la tentación de llevar mis manos a mi sexo para tratar de detener la inundación que siento. No puedo seguir, es muy íntimo.

-Mastúrbate, eso te ayudará a continuar.

-Ahora? Delante de ti?

-Hazlo.

-No puedo.

-Ya te dije lo que quería de ti, si no eres capaz, es mejor que lo dejemos.

-No, por favor...

La voz se le quiebra y comienza a sollozar. Sus pechos se agitan con el llanto. Se lleva una mano al sexo y comienza a masturbarse. Durante unos instantes sigue llorando mientras se toca. Mete tres dedos sin dificultad, cuatro. Se sorprende.

-Nunca lo había tenido así!

Ya se le ha pasado la pena.

-Sigue contando puta de mierda.

-Yo tengo las orejas muy sensibles y tú al jugar con ellas me excitas mucho... mucho.

-Creo que vas a ser una buena perra.

Me mira seria y sigue contando.

-Me vas quitando la ropa, hasta dejarme desnuda delante de ti. Me averguenza sentirme excitada y bajo la cabeza. Me agarras del pelo y tiras para besarme metiéndome la lengua en la boca y con la otra mano me agarras de mi otro pelo para sujetarme. Me gusta que me trates duro. Notas como estoy. Aunque me avergüenza me gusta que puedas notarlo. Me llevas hacia un sillón para hacer el amor, cuando me llevas al orgasmo fue estupendo.

-Te llevo al sillón para follar. Tú y yo vamos a follar. Una perra no hace el amor con su amo.

Al recordar el orgasmo imaginado su excitación creció haciéndola jadear.

-Métete dos dedos en ese culo que te voy a romper.

Va a metérselo en seco. Le ordeno que se lo ensalive. Veo su cara de asco al oler el otro.

-Me arrodillé a tus pies y me dijiste que te la acariciara. Cuando se te puso grande de nuevo, tenía toda la mano manchada. Me la metí en la boca para limpiármela mientras me acariciaba. Me gustaba que vieras lo excitada que me ponías. La tenía tan cerca. Me pediste que te la chupara, no lo dudé porque estaba deseando hacerlo a pesar del asco que sabía que me iba a dar. Cuando te estabas corriendo llegaron ellos, él se sorprendió al notar como me lo tragaba a pesar de mi cara de asco pero al verme tan excitada se situó detrás de mí y me la metió, tú me sujetabas por el pelo para que no me la sacase de la boca. Estaba a punto de vomitar a causa de tu leche pero quería tragarla porque era tuya. Ella… Paula

-Qué hizo ella?

-Cuando acabaste me hizo chupárselo con la boca llena de tu semen. No quería, nunca lo había hecho pero no quería disgustarte si no hacía de todo. No me gustan las mujeres. Tú nos mirabas a los tres y se te puso dura de nuevo, le dijiste a él que se ocupase de Paula y me la volviste a meter. Él hacía lo mismo con ella, mientras me hiciste chuparlos, nos corrimos juntos.

Su orgasmo estaba a punto de llegar de nuevo por lo que la detuve, a pesar de su cara suplicando con la mirada.

-Está bien, enséñame la casa.

Fuimos recorriendo las habitaciones. En cada una de las estancias fui tomando notas de las cosas que podían servir para el placer.

Al llegar al dormitorio le pregunté dónde guardaba su madre las cosas de sexo.

-No sé.

Algo en su mirada me indicaba que las había y lo sabía.

-Ve por las pinzas de la ropa.

La esperé sentado en la cama, me alargó el cestillo.

-Acércate.

Cogí una pinza y se la pasé despacio por el vientre que encogió, por la espalda, por el culo que tensó, me miraba alarmada, la llevé hasta su sexo húmedo, la subí hasta su pecho de pezones erectos y provocativos, se reía nerviosa, donde me demoré hasta que vi en su cara la aceptación. Se la puse en uno de los pezones, su risa cambio a dolor y gemido, le dije que sacase el pecho y se callase mientras le ponía otra pinza en el otro pezón, la boca entreabierta, temor y sumisión con el pecho ofrecido a la pinza que le acariciaba antes de quedarse fijada. Me miraba con la boca abierta, como iniciando una queja o una protesta.

-Dónde están?

-No lo sé.

Cogí otras dos pinzas. Me miraba alarmada y un gesto de dolor anticipado. Coloqué las nuevas pinzas sobre las primeras para aumentar la presión de éstas. Cortos y débiles los gemidos acompañaban el temblor de su pecho moreno que se acaricia sin llegar a tocar las pinzas.

-Dónde están?

-Por favor no me los aprietes más.

Me tomo mi tiempo para responder. Me levanto y la beso. No puedo evitar sentirme caliente por su sumisión. Unimos nuestras lenguas. Siento sus jadeos en mi boca mientras juego con las pinzas moviéndolas.

-No lo haré si me dices lo que quiero saber –le digo sin dejar de besarla. Me da la impresión que los besos la ponen más caliente por como responde, me gusta que sea así. Me separo de ella.

Va hacia un cajón que abre. Me espera al lado del cajón. En él hay varios consoladores de gran tamaño y formas diferentes.

-Vaya, vaya. Tu madre ha de tener un buen coño para meterse todo esto.

-Puedo quitarme las pinzas?

-No. Coge el mayor que hay y te lo metes.

No lo duda mucho. Oímos su coño chapotear y me mira avergonzada pero demasiado caliente como para negarse. Cuando se lo mete se mantiene con las piernas abiertas ofreciéndome la visión de su coño dilatado. No necesita sujetarlo con la mano, su coño lo apretaba amorosamente. La sujeto por el cuello para seguir besándola. Su cuerpo se mueve sinuosamente como el de una serpiente debido al placer.

-Y ahora el más grande que queda por el culo.

-Oh no!

Poco tiempo después la llamé por teléfono para invitarla a una fiesta, me dijo que su marido

-Ya sabes que me importa poco tu marido, si quieres le cuentas lo puta que eres, aunque prefiero que no lo hagas, me gusta tu miedo cuando me acerco a él porque sabes que si me apetece le contaré lo que haces o le das una excusa, eso me da igual, tienes que venir a la fiesta.

-Es que además ha venido su sobrina Inés a verme.

-Eso si que no es un problema, invitaré también a tu sobrina.

-No creo que sea lo más conveniente que su sobrina nos acompañe o no vas a hacer nada conmigo? –por el tono de su voz comprendo que está tapando el teléfono para que la sobrina no la oiga.

-No voy a dejar de usar a mi puta porque vaya la sobrina con ella. Y no voy a dejar de ver a mi puta porque esté su sobrina con ella. Has comprendido perra?

-Sí.

-Estás ya caliente guarra.

-No sabes cuanto.

Al recogerla observé que no usaba sujetador y los pezones sobresalían del vestido.

La fiesta era en una ciudad próxima, en casa de mi amiga Paula, en la que pasaríamos el fin de semana. Paula era mi cómplice. Llegamos poco después de comer. Paula nos ofreció champán y se pusieron a charlar. Ya le había contado a Paula el sueño de Blanca.

Paula nos invitó a ir a la piscina. Inés y Blanca no habían traído bañador por lo que Paula les ofreció uno de sus bikinis.

-Demórate cuando te cambies–le susurró Paula a Blanca antes que esta saliera a probárselo.

Inés volvió al momento. Paula le había dejado un bikini tanga que le estaba un poco pequeño, sobre todo por arriba pero a Inés eso no pareció importarle. Cuando volvió al salón Paula y yo charlábamos.

-Todavía no os habéis cambiado?

-Nos hemos puesto a hablar y nos hemos distraído –comenté yo.

-Date vuelta a ver como te queda –le dijo Paula.

Inés con un deje de inocente coquetería gira y podemos observarla.

-Qué tal? –Nos pregunta.

-Perfecto -dice Paula, yo emito un sonido de aprobación.

-Y mi tía? –preguntó ella.

-Estará cambiándose todavía, pero ve a la piscina y disfruta, ahora iremos nosotros.

-Vale.

Inés sale hacia la piscina.

-Esa niña tiene mucho potencial, te gusta verdad?

Antes que pudiese responder aparece Blanca.

-No me gusta como te queda ese bikini –le estaba estupendamente –porqué no te lo quitas?… aquí, puta –le dije.

Blanca mira a Paula para ver su reacción. Nunca antes habíamos tenido una sesión con otra persona pero sabía que Paula la seducía aunque las mujeres no le gustasen. Me miró y en sus ojos vi su aceptación y su deseo no exento de verguenza. Se lo quita mirando con cierto temor hacia la piscina donde está bañándose su sobrina.

Permanece de pie ante nosotros. Duda donde poner sus manos y al final las pone en sus caderas, un poco hacia atrás.

-Qué me vais a hacer? –Pregunta ya excitada.

-De momento quiero que le cuentes a Paula el sueño que me contaste a mí para que vea la clase de perra que eres.

-Pero ya me dio mucha vergüenza contártelo a ti, por favor!

-Separa las piernas, quiero verte bien puta de mierda–le digo.

Comienza la narración dudando, incluso en algún momento la tengo que corregir.

-No querrás aparecer delante de tu sobrina con pinzas en los pezones verdad? Cuéntale con todos los detalles zorra.

A partir de un momento dado, Paula comienza a acariciarse. Veo como la mira Blanca.

-Pon las manos en la nuca y sigue contando –le ordeno.

Oigo a Paula gemir y observo el efecto que hace en Blanca. Cuando acaba la narración las dos están muy excitadas, los tres lo estamos.

-Acércate y arrodíllate-le ordeno.

Me abro la cremallera y me saco el miembro. No tengo que ordenarle nada más. Su boca se ocupa de mí. Le hago repetir la escena que había soñado y cuando acaba conmigo, todavía manchada, le digo que ha de ocuparse de Paula.

-No, por favor. No me gustan las mujeres.

-Voy a hacer tu fantasía realidad. Dame las gracias.

-Amo, de verdad.

Le doy una bofetada.

-Quieres salir marcada?

-No amo. Gracias.

Pone cara de desagrado. Disfruta al ser forzada, aunque es verdad que no le gustan las mujeres. Sus pezones endurecidos, su sexo empapado y que no había quitado las manos de la nuca en ningún momento me hace comprender cuánto lo está disfrutando a pesar de todo.

-Has visto lo puta viciosa que es? Su sobrina apenas a unos metros y ella encharcada chupando un coño. Qué diría tu marido si te viese?

-Que soy una puerca infiel.

Le prohíbo limpiarse y la hago esperar de rodillas a que Paula y yo nos cambiemos para ir a la piscina. Al regresar sigue esperando obediente.

-Estás caliente cerda?

-Sí, mucho.

Le meto dos dedos en el coño y al sacarlos arrastro gruesos hilos de flujo.

-Qué puerca eres!

-Por favor no me humilles más y permíteme que me corra.

-Quieres correrte delante de Paula?

-Sí.

-Quieres meterte los dedos en tu coño y tu culo de zorra?

-Sí, por favor, lo necesito.

-Todavía no. Vamos a la piscina.

Va a coger el bikini.

-Tú irás desnuda como la esclava que eres.

-Pero y mi sobrina?

-Sólo haz lo que te ordenemos y deja de cuestionarlo todo.

-Tengo que obedeceros a ambos?

-Mientras estemos aquí, te someterás a los dos, está claro puta?

-Sí amo. Pero mi sobrina

-Que tu sobrina sepa dependerá de ti, no sabrá lo guarra que eres salvo que hagas algo que te denuncie, así que procura obedecer para que no tengamos que castigarte. Aunque tal vez la queramos también.

-No! Ella no. Es muy joven.

-Ella será nuestra esclava también si lo deseamos, tal vez seas tu la encargada de decírselo y no repliques más o ella sabrá ya que eres una esclava.

-Perdón amos.

Por último le meto un huevo en el coño y le enseño el mando a distancia con el que jugaré con su deseo ya exacerbado.

Blanca nos sigue desnuda y manchada a unos pasos de distancia. La sobrina nos saluda con una mano y sonríe. Pone cara de extrañeza cuando ve a su tía desnuda tras nosotros pero no le da gran importancia.

-El agua está estupenda –nos grita desde dentro de la piscina. Nos metemos todos menos Blanca que espera al bode de la piscina siguiendo la orden que yo le he dado.

-Tengo que salir a ponerme crema –digo.

-Yo también –dice Paula.

-Se me había olvidado –comenta Inés.

Y salimos.

-Blanca me pones crema? –le digo.

-Quieres ponerme tu a mí? –le pregunta Paula a Inés. Blanca la mira con desconfianza.

-Quítame la cinta del sujetador –le dice a Inés –creo que me lo voy a quitar, no quiero tener marcas.

La mirada de Paula resulta prometedora, es una auténtica perversa.

-Quieres que te la ponga yo? –le pregunta después a Inés.

-Sí.

-Te quitas el sujetador? –Le pregunta aunque ya se lo está haciendo.

-Sí.

Paula le pone la crema de manera absolutamente inocente, salvo un par de roces con los pezones en la espalda de la chica. Todos disimulamos, incluso Blanca, mientras le pongo la crema aunque mis manejos no son tan inocentes.

-Blanca te importaría traernos unos refrescos? Aquí hace mucho calor –le dice Paula.

Blanca, obediente, se dirige hacia la casa por las bebidas. Paula coge a Inés de la mano para volver a la piscina. Blanca regresa con una bandeja y las bebidas, la observo volver. Ella se siente observada y así es, su sobrina no ha dejado de mirarla en toda la tarde, sobre todo los pezones que no han dejado de estar insolentemente erectos mostrando su excitación a todos. Pero es que aunque no estuviera caliente seguirían siendo llamativos.

Durante un rato nos divertimos sin otra intención, aunque Blanca teme durante todo el tiempo recibir una nueva orden o que yo active el mando y provocar la sospechar a su sobrina.

-Dentro de una hora vendrán los invitados. Me gusta como nos has servido, Blanca, no he contratado servicio, te importará servir a los invitados?

-No Paula, lo haré –dice mientras mira a su sobrina con nerviosismo.

-Ahora te dejaré un uniforme de doncella.

Inés mira la conversación sorprendida.

-Inés, quieres que te deje un traje de noche para la fiesta o prefieres un disfraz?

-No sé.

-Ven, vamos a verlos y decides.

-Vale.

Vamos hacia la casa.

-Blanca, el uniforme de doncella está en el cuarto del servicio.

Acompaño a Blanca mientras Paula e Inés van a vestirse.

-Qué hay entre él y mi tía? –pregunta Inés?

-A qué te refieres?

-Cómo se desnuda delante de él? Su marido no está y nunca he visto hacerlo delante de él, de mi tío me refiero.

-Pregúntaselo a ella.

-Tú no sabes nada?

-Entonces por qué no le preguntas a él?

-Me moriría de vergüenza. Dímelo por favor.

-Tal vez luego podamos hablar, ahora tenemos que vestirnos.

-Me lo contarás entonces?

Mientras, en la habitación de servicio...

-Por favor, no me hagas esto delante de Inés.

-No me mientas, sé que esto te calienta guarra. Te he estado observando todo el día y has estado disfrutando estando desnuda. He notado como metías los riñones y sacabas las tetas cuando Paula y yo te usábamos y después en la piscina y ahora que sabes que tu sobrina puede ver lo que eres.

-Es verdad, lo que dices es verdad. Temía que viese como estaba de caliente y me hace sentir mal ser tan puta y engañar a mi marido pero no puedo evitarlo, este trato es el que me hace correrme de verdad.

-Eso lo hace más divertido y cuando acabe la fiesta te usaré, pero dependerá de tu comportamiento que Inés se entere o no. No quiero una sola queja de ti durante la cena. Ahora tan sólo tendrás que portarte como una criada bien servicial. Ponte el atuendo que Paula te ha preparado, puta.

Le cuesta ponérselo de lo pequeño y ajustado que le está.

-Es humillante.

-Ja, ja. Es divertido.

-Para ti.

-Sí. Además no te preocupes. Nadie sabe que eres una puta sumisa, aunque quiero que lo vayan notando en tu comportamiento.

-Lo haré, dios mío! Pero no es por eso. Es que con este uniforme parezco una fulana, y además las medias!

Las medias negras, de rejilla, con la costura atrás.

-Es que eres una fulana. Y por eso vas sin ropa interior, además quiero que te maquilles para que quede más claro.

-Mira como se me notan los pezones.

-Todos los que vean tus pezones sentirán deseos de lamerlos o morderlos. Te gusta que se te noten, verdad?

-Si amo.

-Quieres que te folle?

-Sí amo pero la necesito por el culo.

-Ja, ja. Y ya te da igual tu sobrina y todo, verdad puerca?

Asiente.

-Aunque te duela?

-Lo necesito, necesito sentir el dolor y sentirme usada. Quiero ser menos que la puta que soy, sólo quiero ser una cosa.

La beso y ella se pega a mi boca con hambre de deseo. Unimos nuestras lenguas jugando a entrelazarse con furia. Es tal el deseo que me demuestra sólo con los besos que me provoca una erección. La hago apoyarse con las manos en el asiento de una silla y con las piernas bien abiertas. Los jugos que recorren sus piernas no mienten.

-Joder, qué puta eres!

-Usted hace que me ponga así. No puedo evitarlo.

Le doy cachetadas por todo el cuerpo, es una de las cosas que más la calientan. Me mira la polla con deseo cuando me acerco a su cara.

-Puedo cambiarme los zapatos amo? Me hacen daño.

-Tendrás que ganártelo.

-Qué quiere que haga amo?

-Quiero que mees delante de tu sobrina.

-No me importa como me trate pero no la meta a ella en esto, por favor.

-Lo harás?

-Por favor dígame, qué le vais a hacer a mi sobrina?

-Lo vas a hacer?

-Pero cómo?

-Estoy seguro que algo se te ocurrirá.

-Sí amo –me contesta resignada.

Mientras hablamos sigo dándole y casi todo su cuerpo está cubierto de las marcas que le van dejando mis manos. La conversación está salpicada de sus gemidos. Me agarro a sus pezones y la hago elevarse hacia mí.

-Tengo otro regalo para ti por ser una puta tan cerda.

Me mira extrañada y me acerca las tetas con los brazos a la espalda para que siga manipulándole los pezones. Le meto otro vibrador en el culo.

-No podré andar con esto metido dentro! No puede hacer que me corra delante de todos.

-Puede que alguien se extrañe por tus andares pero cuando estés a punto de correrte se notará más extraño. Quieres correrte?

-No como estoy, no podría disimularlo. Mi sobrina me vería –veo en su cara la preocupación –no puede hacérmelo.

-Claro que puedo. Y cada vez que los encienda si se callan podrán oírlos. Y seguro que alguien sabrá que eres algo más que una puta caliente.

-Por dios! Va a hacer que me corra delante de todos?

No le contesto mientras le doy una pinza para que se la coloque en el clítoris, mientras lo hace le pongo un collar de perra con un mosquetón colgando. Casi llora al pasar su mano sobre él y sentirlo en su cuello.

-No más por favor, esto me va a humillar demasiado –veo sus ojos cargados de lágrimas.

-A cambio de mis regalos quiero que tu me hagas uno.

Me mira sorprendida. Le doy al mando y va abriendo la boca al sentir la vibración dentro de ella.

-Quiero que te mees un poco, despacio, hasta que te llegue a los pies. Quiero oír durante toda la cena el chapoteo de tus pies.

-Pero olerá!

-Ja, ja! Si no fueras tan puerca que te meas encima, ja, ja. Cada vez que te mire los pies quiero que vuelvas a mearte y después irás a la cocina a beber dos vasos de agua para volver a tener reservas, bebe ahora dos. Si lo haces bien en la próxima fiesta irás trabada, te pondré brazaletes en los pies y una corta cadena para que tengas que ir dando pasos cortitos o saltitos, ya veré.

-No me hará algo así, verdad?

-También te pondré esposas en las muñecas y las uniré al mosquetón del collar o a un cinturón.

-Me calienta pensarlo pero no podría hacerlo.

-Tampoco pensaste nunca hacer de sirvienta en las condiciones que estás.

-No pero

-Incluso puede que vayas con las tetas al aire para que todos puedan ver tus pezones.

-No se va a cansar de humillarme? –Me pregunta mientras se sube la falda para que yo pueda observar como cumple mi orden, los chorritos de orina se deslizan por sus piernas.

-No mientras seas tan puta. Porque lo eres verdad? –le digo mientras sonriendo la cojo por el cuello y ella se acerca a mí para sentir aún más presión en su cuello.

-Tu me estás convirtiendo en una guarra asquerosa. Durante la cena no podré levantarme la falda, podría mancharla.

-Pues la llevarás manchada.

-No sé como puedo hacer una cosa así y no quiero hacerlo. Me siento una puerca pero eso hace que me ponga más caliente. Por favor, no me obligues a hacer esto.

-Quiero a tu sobrina.

-Me lo imaginaba amo mío pero no puede.

Unas palmadas en el coño. Sabe que para que se las doy

-Por favor, mi sobrina no.

Sigo dándole.

-Quiero que vea como me la chupas.

-No amo.

-Prefieres que te vea chupándole el coño a Paula?

-Amo, amo

-O prefieres sentir sus dedos en tu culo?

-Ya, por favor.

-Puede que a cambio después deje que te use algún asistente.

-Oh! Dios mío! No por favor, de verdad, no podría.

Todo el tiempo sigo dándole sin que se resista.

Blanca va abriendo la puerta a los invitados que Paula va recibiendo. Cuando acaba de atender la puerta y regresa ve a su sobrina. No puede evitar su sorpresa.