Una familia unida: el secreto de Ale
Cuando Carlos entró en aquel dormitorio, no tenía ni idea de lo que Alejandra le tenía preparado, ni del secreto que se ocultaba detrás de ello.
UNA FAMILIA UNIDA: EL SECRETO DE ALE
(Este relato está basado en hechos reales ocurridos hace algún tiempoen algún punto de Suramérica. Los nombres de los protagonistas, porsupuesto, han sido cambiados para así preservar su verdadera identidad)
-¿Listo para la sorpresa que te prometí-preguntó Ale a Carlos-?.
-Que sí, lo estoy. ¿Se puede saber que me has preparado que llevas teniéndome con la intriga desde hace casi una semana?.
-Aaah…sorpresa-dijo en tono musical-…Ahora que los nenes están dormidos y en sus camas, ven a ver lo que te tengo preparado…
Ale cogió de la mano a su marido y con lentitud lo llevó al dormitorio que tenían para los invitados. Cuando abrió la puerta, los ojos de Carlos no se creían lo que estaba viendo. Tuvo que frotárselos un par de veces para asegurarse de que lo que veía era lo que en verdad estaba viendo.
-¡¡SUEGRA-exclamó atónito-!!. ¿Pero que hace ahí, tumbada desnuda?.
-¡¡SORPRESA-gritó Ale de nuevo con tonillo musical a la par que irónico-!!.
La mente de Ale viajó en el tiempo, concretamente unos seis o siete meses atrás. Ese día la familia al completo estaban disfrutando de un excelente día de playa, con la compañía añadida de Rosario, la madre de Ale. Mujer entrada en años pero que se las había apañado para conservar su figura, su pelo negro ondulado mezclado con los ojos azul cristal (que su hija y nieta habían heredado, pero con un tono más azul marino) le daba un aire de suma dureza acorde con su carácter. Solo en presencia de sus nietos la mujer se relajaba un poco, y jugaba con ellos como lo más natural del mundo.
-Cariño-comentó de pronto Carlos a su esposa, después de varios minutos de silencio, los dos recostados confortablemente en sendas tumbonas-, me encanta que tu madre venga con nosotros cuando hacemos una salida, y que nuestros hijos disfruten de su abuela, pero llevamos una temporada que viene con nosotros a todas partes. ¿Es que ha pasado algo que deba saber?.
-¿Pasar?, no maridito, no pasa nada. Es solo que no hace mucho me di cuenta de que llevo tiempo alejada de mamá y he querido recuperar el tiempo perdido.
Ale fingió lo mejor que pudo, pero el tono algo forzado de la respuesta de Ale le hizo entender que mentía. Muy bien, pero mentía. Clavando sus ojos verdes en los de su esposa, le dirigió una mirada mezcla de compasión y escepticismo.
-¿Y por qué mi suegro no ha venido con nosotros?, ¿donde está Serafín?.
-Ya sabes que no le gusta la playa, aunque estemos solo nosotros en ella como es el caso de hoy. Se ha quedado en casa viendo sus partidos de fútbol.
Carlos sabía de la pasión de su suegro por el balompié, pero eso no era todo. Conocía a su esposa y sabía cuando ocultaba algo...y también sabía como sonsacarla y así desvelar el misterio que ocultaba.
-Mientes más que hablas mujercita mía. Soy tonto, pero no tanto-y comenzó a hacer muecas a lo Jerry Lewis para hacerla reír-. Ya me puedes contar que pasa, o de lo contrario sabes lo que soy capaz de hacer.
Carlos movió las manos como si fuese pinzas de cangrejo. Ale, al verlo, negó con la cabeza divertida y saltó de la tumbona cuando Carlos fue a por ella. Dándole alcance tras correr de un lado para otro de la playa, comenzó a hacerle cosquillas en sus costados hasta que ella quedó casi con el estómago dolorido de tanto reír, tumbada en la arena. Diciendo que sí con la cabeza para que parase, Carlos la levantó y esperó a que a Ale se le pasara el ataque de risa, que de tan fuerte la había hecho llorar.
-Papá no está en casa viendo el fútbol-se limitó a decir-.
-¿Y donde está entonces?.
-Se ha ido.
-No lo entiendo. ¿Cómo se ha ido?.
Los ojos de Ale hablaron por ella, y luego miró a su madre, que estaba jugando a salpicarse con sus nietos en mitad del oleaje. Carlos entendió al poco lo que su mujer estaba tratando de decirle.
-¡Venga ya!, ¡es imposible!. ¿La ha dejado?, ¿después de toda la vida juntos?.
-Sí. Nos ha dejado a todos, se ha ido. Se fue un día y no volvió, y no es que haya desaparecido, la ha dejado para irse con otra mujer hace un año.
-¿Y a que tanto secreto?, ¿por qué me lo has ocultado todo este tiempo?.
-Porqué no le he sabido hasta hace seis meses. Ya conoces a mi madre, es muy orgullosa y no se deja ayudar. No tienes ni idea de lo que me ha costado que me dijera lo que ocurría. No puedo creer que papá nos haya dejado a todos así sin más.
Carlos, cuyos padres ya habían fallecido unos años atrás, entendió el dolor de su esposa y miró a su alrededor. Detrás de él, justo en el límite de la playa, empezaban unas dunas que se extendían donde alcanzaba la vista. Carlos abrazó a su esposa y se la llevó a las dunas, justo detrás de las tumbonas y justo donde ni su suegra ni sus hijos les veían. Comenzó a besarla suave al principio, pero sus caricias empezaron a ser más íntimas de lo normal.
-Ay maridito aquí no, que nos pueden ver.
-No te preocupes mujer, estamos bien ocultos, nadie nos verá. Ven aquí amor, que voy a quitarte las penas por lo que tu padre hizo. Tengo el remedio perfecto.
Carlos le desquitó la parte de arriba del bikini a su esposa y empezó a comerle los pezones con glotonería. La mano derecha de Ale palmeó las bermudas de su marido y comprobó que su verga crecía poco a poco. La acarició y palmeó con lujuria, y tras varias caricias para afianzar su dureza, la sacó de la bermuda y comenzó a jugar con ella dándole vueltas.
-Mmmmmmmm maridito, siempre sabes como aliviarme los problemas...ay mi amor, estoy ardiendo...que bien me lo haces, no te pares, sigue...estoy que exploto, no te tardes y dame esa cosa tan rica que me voy a tragar...
Carlos se puso al lado de su mujer y ella comenzó a trabajarle su miembro con una felación estupenda. Carlos, como por el rabillo del ojo, sintió como alguien al otro lado de la duna les estuviese observando. Quizá Pablito o quizá Ericka, pensó él, y por eso no le dio importancia. Sabía de las tendencias voyeuristas de sus hijos, y si además alguno de ellos vigilaba a su hermano o hermana y a su abuela para que ella estuviese al margen de lo que pasaba en aquella duna.
-Siempre he querido hacerte el amor en playa.
-Pero no estamos en la playa: estamos en una duna-precisó Ale-. La playa está al otro lado...
-Minucias, minucias-desdeñó Carlos jocoso haciendo aspavientos-...
Terminando de desnudarla, Carlos también se bajó sus bermudas y poniéndose encima de su mujer, la penetró con rapidez y empezó el bombeo en su interior. Ale se agarró con fuerza a su marido, lo rodeó con piernas y brazos y lo atrajo hacia ella con la intención de que la penetrase con fuerza. El morbo de saber que sus hijos y su madre estaban al lado de la duna sin saber nada de lo que ellos estaban haciendo la excitaba aún más. Le recordaba a sus primeros escarceos sexuales de adolescente, cuando se iba a los rincones de su colegio o instituto y se exhibía delante de sus compañeros de clase, solo para que ellos hicieran lo mismo.
-Mmmmmmmmmm estás ardiendo mujer, me vas a quemar...me estás matando de placer cariño...mmmm que pasada, que rico es hacer un polvo sobre la arena...ya casi había perdido la esperanza de darme un desfogue contigo, a solas en la playa...
-Ay marido, calla y fóllame ya, que me tienes loca de gusto...aaaahhh sí amor, así, asíiiii...mmmmmmmmmm que bien me lo haces, estoy que exploto...dámelo todo mi vida, dámelo, así, asíiiiiiiii...
Para evitar que Ale llamara la atención sobre los demás Carlos le estampó un par de morreos largos y de ese modo acalló los estertores producidos por el orgasmo que le produjo. Se descargó totalmente dentro de su esposa y ésta se quedó de lo más esplendida disfrutando del alivio que su esposo le había procurado. Ahora todo estaba algo mejor, los problemas con sexo eran menos y como consuelo le servía de maravilla. Con cierta rapidez se pusieron de nuevo su ropa de baño y volvieron de nuevo a sus tumbonas. Carlos comprobó que, en efecto, al otro lado de la duna alguien estuvo allí. La arena movida lo confirmaba, pero no se lo quiso confesar a Ale. De todos modos, no sabía quien había sido el mirón o mirona, si bien tenía claro que sería uno de sus hijos.
-Gracias cariño-le dio un último beso-...me hacía falta algo para relajarme. Me encuentro mejor ahora.
-Para eso estoy yo aquí: para ayudarte a lo que sea...y oye, ahora que me fijo-y señaló hacia el horizonte marino, en donde sus hijos y su suegra comenzaban a salir del agua-...no me había dado cuenta del espléndido cuerpo de mi suegra-rió-.
-Se cuida mucho-recalcó-, mi madre nunca quiso ser la clásica ancianita con el cuerpo como una uva pasa. Ya te dije que es muy orgullosa...¿no estarás pensando ya algunas de tus maquinaciones, verdad-lo miró con suspicacia-?.
-¿Qué?...no, para nada. Solo era una observación, nada más. Ya sabes que yo estoy loco por tu cuerpo...y por el de Ericka-susurró al oído con malevolencia-.
-¿No os vais a meter en el agua-preguntó Rosario al volver con sus nietos-?. El agua está estupenda, os habéis pasado casi toda la tarde ahí tumbados al sol. Al final os vais a poner negros como un zapato nuevo.
-Ahora vamos, suegra. Me apetece un buen chapuzón.
En tanto que marido y mujer se fueron a zambullir, abuela y nietos fueron a las tumbonas, aunque solo había dos y ellos eran tres.
-No os preocupéis por mí, necesito caminar algo a solas. No me iré lejos, y más os vale que os quedéis aquí o veréis el mal genio que tiene la abuela.
-Sí, abuela-dijeron los dos a la vez, y la vieron alejarse poco a poco hasta que se perdió de vista-.
-¿Qué habría ido a hacer antes, cuando se fue hacia las tumbonas y luego vino de nuevo con nosotros-se preguntó en voz alta Ericka-?.
-Sé tanto como tú...¿y te has cuenta que estamos solos?. Papá y mamá están dándose un baño y la abuela se ha ido...y esta cala solo la usamos nosotros, los demás se van a las playas colindantes, que están más a la vista. ¿Te apetece jugar un poco?.
-Ay no Pablito...¿y si la abuela nos pilla?.
El chaval saltó de la tumbona y subió a la duna más cercana, donde pudo ver la silueta de su abuela que aún iba recortándose a lo lejos, lo suficiente para que entre la ida y la vuelta, tardase bastante tiempo en regresar hasta ellos.
-Está lejos...y yo estoy ansioso por ti hermanita, antes en el agua me dejaste a medias cuando la abuela salió del agua y luego volvió. Tú lo has empezado Eriquita.
Recostándose junto a su hermana, Pablito desnudó a su hermana y comenzó a acariciarle y besarla por todas partes. Recordando lo ocurrido minutos atrás, se excitó sobremanera cuando su hermana había dejado de jugar y aprovechado la soledad en la que estaban, le metió mano por debajo de las bermudas y jugó a masturbarle hasta que al final, cuando estaba a punto de correrse, tuvo que dejarle a medias al regresar su abuela. Ahora era distinto. Observados a lo lejos por sus padres, que veían con toda la seguridad del mundo que su abuela estaba lejos de ellos y por eso les dejaban hacer.
-Ay que malandrines, que ansia tienen.
-Es la edad mujer, nosotros éramos iguales a su edad.
-Pablito, eres un maniaco sexual-se rió Ericka-. Estás muy excitado hoy.
-Es por ti hermanita, y porque ya hace semanas que no puedo tenerte como quiero gracias a la abuela. Te deseo Eriquita, de hoy no paso sin hacerte el amor.
-Pues no te tardes y házmelo que no tenemos mucho tiempo extra-se rió-.
La potente mano de Pablo se coló entre las piernas de su hermana y comenzó a excitarla y a humedecerla mientras que ella repetía el mismo trabajo que había hecho antes en el agua, cuando se habían quedado solos. Ahora se lo hacía mucho más fuerte y deprisa porque sabía que no podían hacerlo tan lento y placentero como las demás veces. En esta ocasión la prisa era un juego morboso de ver si podían hacer el amor lo bastante rápido antes de que alguien pudiera pillarles. Aquella idea la calentaba más.
-Ay hermanito que rico...por favor nada de lamerme, hoy no, ya estoy bastante mojada entre el agua y tú-se rió-...vamos Pablito, hazlo ya, házmelo rico...
Incapaz de decirle que no a su hermana Pablo se monta encima de ella, y busca penetrarla con rapidez. Con cierta sencillez logra su objetivo y empieza a bombearla con ganas. Hermana y hermano se entregan a su mutuo placer con desaforada energía y vigor. Los deseos de ambos se mezclan y funden en un baile amatorio que les aparta del mundo...y el terror asoma a las caras de Carlos y Ale al ver que Rosario acababa de emprender el regreso de su paseo y se dirigía de nuevo hacia las tumbonas.
-¡¡Carlos por dios, los va a pillar!!, ¡¡Tenemos que avisarles!!.
-¡¡No podemos gritar ni hacerles señales, si ella lo viese sospecharía que algo pasa!!. ¡¡Vamos, salpica con todas tus fuerzas y recemos para que alguno de ellos nos oiga y finjan que no ha pasado nada!!.
El constante chapoteo de ambos logró atraer la atención de Ericka, que muy malamente logró abrir los ojos del placer que su hermana le provocaba y miró a sus padres a lo lejos, que parecían estar haciéndole señales a lo lejos. La mente de la chica pronto entendió lo que estaba sucediendo.
-¡¡Por dios Pablito, la abuela vuelve: o me acabas de follar o te apartas, que si nos pilla cojiendo a ver como se lo explicamos!!.
-Pues yo de aquí no me voy sin gozarte hermanita. ¡¡Como que me llamo Pablo que tú ahora mismo vas a gozar conmigo!!.
Pablo redobló los esfuerzos y penetró a su hermana con el doble de ganas y el triple de deseo de terminar dentro de ella. Ericka nunca había experimentado un polvo express, ni siquiera en una discoteca, y la sensación era más animal que racional. No podía negar que le gustaba que se la cogiesen como si solo fuese un objeto.
-Aaayy sí, más, no pares, acaba, cójeme entera, fóllame ¡¡COÑO!!....Vamos mi amor, vente en mí, échamelo todo pablito...lo tienes, ya está...
-Uffff Eriquita, que ganas tenía de esto, no sabes como te deseo. En cuanto me sea posible pienso estar toda una noche penetrándote. Te deseo hemanita, eres toda mi adoración...goza conmigo, goza ya mi perrita viciosa, gozaaaaaaa...
Entre jadeos y contoneos paroxísticos tanto ella como él alcanzaron el placer común que tanto deseaban. Pablo se descargó totalmente dentro de su hermana y una vez recuperado el aliento se volvió hacia su tumbona mientras ambos intentaban volver a vestirse a toda prisa. Apenas 5 ó 10 segundos después de recuperar la postura, su abuela reapareció nuevamente al mismo tiempo que Ale y Carlos volvían del agua.
-Suegra, ¿dónde ha ido?, la hemos visto alejarse y perderse en la distancia.
-Necesitaba pasear. ¿Y que hacíais vosotros mirando hacia aquí y salpicando en el agua?. Parecíais colegiales.
-Es que queríamos que te zambulleras con nosotros mamá, pero temía que no nos oyeras y por eso te hacíamos señales-mintió Ale-.
Rosario miró un segundo a sus nietos, frunció el ceño levemente y se encogió de hombros alejando que no estaba segura de si esas señales eran para ellos. Decidiendo que era momento de volver a casa, empezaron a recoger sus cosas y a meterlas en el coche para regresar a la ciudad.
-Hija, ¿podemos hablar en casa a solas cuando lleguemos?.
-Claro mamá-sonrió inocentemente-.
Cambiándose de ropa y recogiendo la cesta de la comida y las tumbonas, que plegaron en el maletero y la baca del coche, la familia emprendió el viaje. Llegando ya de noche, y encontrándose a solas, Rosario clavó la vista en su hija con gesto de gran desaprobación. Ale de pronto se sintió como aquella vez en que con 5 años la habían pillado robando las galletas de chocolate del tarro.
-Tú dirás mamá...¿que pasa?.
-¿Pasar?, ¿es que no lo has visto?.
-¿Ver el qué-y Ale tragó saliva temiéndose lo peor-?.
-¿Cómo puedes ser siempre tan inocente-preguntó de forma retórica-?. ¿A tu hijo se le pone dura la verga y tú ni siquiera lo ves?.
-¿QUE QUÉEE-preguntó Ale de natural sorpresa, pero aliviada por saber que ella no los había visto hacer el amor-?. ¿Pablito, en serio?.
-Sí, en serio. Mi nieto me preocupa, porqué o bien se le puso así por ti o por su hermana. ¿Lo habéis llevado a un psicólogo?.
-¡¡MAMÁ-se escandalizó-!!. Pablito está muy bien, es un adolescente y con esa edad casi cualquier chica de cuerpo decente las excita. ¡No pienso llevar a mi hijo a ningún psicólogo, él no tiene nada!. Además, ¿seguro que viste lo que crees que viste?.
-¡EH!, que soy vieja, pero no ciega. Sé lo que vi. Puede que su bermuda mojada disimulara algo, pero sé reconocer una verga dura cuando la veo, ¿OK?.
-¿Y tú que haces fijándote en esas cosas, mamá?. Pensaba que esas cosas nunca las hacías, y menos aún con tu nieto. ¿Cómo diablos te ha dado por mirarle su verga?.
Rosario se puso de mil colores, sin poder ocultar un sentimiento de culpa pero a la vez de excitación. Cabizbaja, clavó su vista en la mesa en donde estaban sentadas. Ale esperó la explicación de su madre.
-¡No lo hice adrede-se excusó-!. Es que cuando estábamos en el agua me ausenté un segundo para ver donde estabais porqué habíais desaparecido, pero me volví y fue cuando, no sé por qué, me pareció que Pablito estaba excitado...y luego en la tumbona. Yo no quería fijarme, se me fue la vista. Estoy viva...y soy mujer, ¿verdad?.
La pregunta, hecha con retintín para desviar la conversación, provocó en Ale una sonora carcajada.
-Ahora ya sabes por lo que está pasando Pablito-la señaló acusadoramente-. Mamá, perdona si soy indiscreta pero...¿no será que quizá echas de menos el sexo, o a papá?. Es que nunca te había visto esa faceta tuya...
Rosario esperó unos segundos a contestar a su hija, los mismos que tardó en recuperarse de la pregunta que se le había hecho.
-Tu padre llevaba años sin tocarme antes de dejarme, cariño, ya no me deseaba. Y en cuanto a lo otro, sí: la pregunta es indiscreta...me voy a dormir, estoy cansada.
-Dijo que estaba cansada, pero mentía-recordaba Ale mientras le contaba a su marido la conversación que había tenido con su madre-. No quiso admitirlo pero creo que en el fondo se siente muy sola y sin nadie para darle cariño. Con papá siempre la había visto de lo más cordial, pero jamás imaginé que su relación estuviese tan muerta.
-Una pena-comentó Carlos mirando al techo de la habitación mientras poco a poco se acomodaba en la cama, al lado de su mujer-. Tu madre está de buen ver para sus años. Si le encontrásemos un hombre maduro o alguien más joven que le gustase seguro que se le iba esa frustración.
-¿He oído bien-se rió-?. ¿Estás diciendo que mi madre te gusta?.
-¿Qué?, Tú...-se rió y luego reflexionó un poco la pícara pregunta de Ale-. Que no lo decía por eso, malpensada...pero mira, sí, te voy a contestar: que si tuviese la ocasión, y nadie se enterase, no me importaría quitarle a tu madre las telarañas. Quizá incluso me guste tanto que te acabe dejando por ella-arqueó las cejas sarcástico-.
-¿Ah sí, en serio?...¿me dejarías por ella?...Seguro que ella no te hace las cosas que yo te hago...ni la mitad de lo que yo te hecho por ti...
Y diciendo eso, Ale se metió por dentro de las sábanas. Mientras Carlos recibía una mamada que lo estaba llevando a la locura, de pronto su cerebro fue atravesado por una idea, un pensamiento generado a raíz de la conversación entre madre e hija. Un detalle que hasta entonces había pasado por alto.
-¡¡ERA ELLA!!.
-¿Ella?, ¿de quien hablas-preguntó Ale deteniéndose-?.
-De tu madre. Cuando estábamos tú y yo en la duna me pareció como si alguien estuviese mirándonos, pero pensé que quizá fuese Ericka o bien Pablito, y que el otro quedase con tu madre para distraerla y mantenerla al margen. ¡Era tu madre quien nos estuvo mirando como cojíamos en la arena!.
-¿¡Mi madre!?, ¿estás seguro?.
-Totalmente. A ver si va a ser verdad que nada necesitada de un hombre...
A raíz de las muchas perversiones que a lo largo de los años habían hecho Ale y Carlos, ella tuvo una idea que comenzó a brillar y a crecer en su cerebro. Era algo que estaba decidida a llevar a cabo, pero para hacerlo, tenía que ser prudente, sigilosa y sobretodo secreta, pues no podía contárselo ni a su marido ni a nadie más. La idea era algo tan secreto que iba a realizarlo por su cuenta y riesgo, pero había una fecha tope que no podía saltarse. Ahí estaba la dificultad...y también el morbo.
...
Tras hablarlo con su marido y con sus hijos, Ale logró convencer a su madre para que se fuese a vivir con ellos durante una temporada. Habilitando el cuarto de los invitados para ella, su presencia fue poco a poco haciéndose de lo más habitual. Por desgracia para Carlos y Pablito, la nueva inquilina provocó una pérdida de intimidad a la que ellos estaban habituados, lo que obligó a cambiar sus pautas de rutina respecto a Ericka y a ella misma. De pronto súbito, la casa había pasado de ser una especie de sexy-residencia para cuatro para recuperar una normalidad que se había perdido un tiempo atrás, cuando Carlos y Ale habían desvirgado a sus hijos y no mucho después los había incluido en los juegos sexuales con los amigos de la familia. La casa se tornó más convencional, salvo por pequeños deslices.
-Cariño, ¿no deberías ponerte algo de ropa-le preguntó Ale a su marido cuando éste se iba a sentar a desayunar-?.
Carlos se miró: iba solo en calzones con el pelo totalmente revuelto y con cara demacrada como si fuese un zombie. Lo peor era que debido a su falta de ropa y a que los calzones eran holgados, lo que había dentro de los calzones se intuía más de lo que era necesario. Tapándose las vergüenzas como una chica a la que su padre hubiese pillando desnudándose para su novio, salió rápidamente para vestirse mejor. Madre e hija no pudieron si no estallar en sonoras carcajadas no solo por la actitud de Carlos, si no cuando Pablito apareció exactamente en la misma tesitura. En otra ocasión, sin pretenderlo, Carlos había salido de la ducha sin una mala toalla enroscada alrededor de la cintura acostumbrado a estar solo, sin fijarse que su suegra estaba viendo la TV tranquilamente en el sofá de la sala de estar.
-¡Yerno!, ¿no deberías taparte?, que esas cosas no tendría que verlas.
Carlos se fue con prisa de vuelta al baño mientras Rosario se quedó con mirada de sorpresa, sin saber que pensar. Ale se había fijado en la actitud de su madre cuando alguna cosa de esas ocurría, que solía ser frecuentemente.
-¿Cuando van a enterarse de que estoy aquí-le preguntó a su hija, sentada al lado suyo en el amplio sofá-?.
-Eso puede llevar tiempo-se rió-. Padre e hijo son así de desastres por casa. De tantas veces que ocurre ni Ericka ni yo nos fijamos en esas cosas. Ya ni lo vemos-e hizo un encogimiento de hombros-.
-Pues deberían ser un poco más recatados. No es algo bueno que un hombre se vaya exhibiendo de esa manera-se quejó-.
Pero a pesar de ese comentario, Ale no perdía detalle del comportamiento de su madre. Aunque intentaba disimularlo, a Rosario se le iban los ojos directos hacia las hombrías de su yerno y nieto cada vez que éstas se intuían o asomaban por algún lado.
-¿Y con mi nieta pasa igual?, ¿va por la casa en cueros, mostrándose desnuda como dios la trajo al mundo?.
-Ericka sale a nosotras mamá. Y aunque saliera denuda tampoco importaría-y su madre le devolvió una mirada glacial-. Ya nos tenemos vistos en la playa o cuando salimos de la ducha. Estamos inmunizados...bueno, sí, menos Pablito, pero ya se le irá pasando-le quitó importancia-. Son cosas de la edad.
...
Conforme el tiempo fue pasando, Rosario se fue adaptando poco a poco a estar con su familia, tanto como ellos se adaptaron a tenerla en casa. Lo más difícil era por las noches, cuando Ale y Carlos hacían el amor, pues el cuarto de invitados estaba al lado de su propio dormitorio, unidos por una pared de la que no estaba seguro de su capacidad para contener los gemidos de placer que surgían mientras se amaban, pero les era imposible contenerse porque Ale, sin saber como ni porqué, parecía que había entrado en una constante fase de celo como los animales, llegando a hace el amor entre 2 y 4 veces por semana. Por las mañanas, cuando Carlos y su suegra despertaban y llegaban a coincidir saliendo de sus cuartos, se quedaban siempre quietos mirándose un segundo antes de que Carlos, tapándose el calzón, entraba a ponerse un albornoz que le sirviese para tapar su cuerpo casi desnudo.
Rosario quedaba incrédula ante la capacidad de su yerno de olvidar que ella estaba en la casa. Otro tanto ocurría con su nieto, al que alguna que vez, al entrar en la ducha, había cogido a punto de salir de ella y se había encontrado con que, quizá por el efecto del agua caliente, el muchacho salía de la ducha totalmente erecto solo para volver a meterse dentro al ver los ojos asombrados de su abuela, mirándole fijamente.
-¡Abuela!, ¿pero es que no ves que estoy saliendo de la ducha?.
-¡Lo siento amor, pero a mi edad hay cosas que vienen de golpe y no podemos esperar a que termines de ducharte!...¿podrías al menos girarte cariño?...que no quiero ver lo que estoy viendo-dijo poniendo su mano delante de ella...aunque tímidamente se atrevió a entreabrir muy poquito dos de sus dedos, mirando a través de ellos y de esa manera, contemplar una perfecta, tersa y juvenil verga la cual apuntaba al cielo cual mástil de bandera. Pablo salió tapado de la ducha y Rosario se quedó sola para hacer sus necesidades, con la mente quemada por las visiones que había contemplado en todo el tiempo que llevaba en aquella casa. Si bien comprendía que para Ale era algo de lo más natural, ella no lograba acostumbrarse a la actitud desenfadada y despreocupada de los hombres de la casa, que casi casi iban desnudos por ella ante la apatía general de las mujeres...excepto ella.
Entre una cosa y la otra, entre deslices, despistes, situaciones cómicas y unas eternas noches de pasión que ella escuchaba al otro lado de su habitación, a su mente acudían imágenes de su hija y su yerno entregados al placer carnal desaforadamente. Como si fuese una película X, casi podía ver como si estuviese allí a su hija, desnuda mientras su yerno la penetraba con aquella tranca que tantas veces había dejado intuir a través de la vaporosa tela de aquellos calzones. Lujuriosas imágenes que mezcladas con los sonidos que podía oír, convertían aquellas noches en verdaderas torturas en las que incapaz de dormir se limitaba a escuchar y a asombrarse de la capacidad amatoria de su hija. Nunca imaginó que tuviese tanto aguante, ni que él estuviese a la altura de las circunstancias, claro que con aquella herramienta...de nuevo pensamientos de sexo y morbo acudían a su mente...y no solo con su yerno.
Desde aquella lejana tarde en la playa, el cuerpo de su nieto y lo que se intuía que tenía como herencia de su padre también había perforado su cerebro, y no eran pocas las veces en que al verlo casi desnudo saliendo de la ducha o de su habitación su mente, de forma sutil pero insistente, iba procurándola toda clase de fantasías a cual más alocada. Incluso, aunque la desechó por ser una locura, por la actitud de Ericka aquella tarde en la playa, en aquel momento hubiese jurado que a su nieta acababan de hacerle sexo allí mismo, pero descontando a su hermano no había más hombres. ¿Iba a dejar Ericka que su hermano le hiciera el amor?. Ideas que cada vez más delirantes le iban minando tanto el cerebro como el sentido común...y lo que le había dicho Ale de que ya estaban habituados a verse desnudos...¿y si había un doble sentido en aquella frase?. A primera vista no lo parecía, Ale había sido muy condescendiente, pero tras la temporada que había pasado con ellos, dudas de toda clase copaban su cabeza. ¿Qué podía hacer para recuperar la normalidad de su mente y dejar de soñar con aquellas escenas con las que a veces despertaba sudorosa, y en las cuales, muy difusamente, creía haber visto a su nieto o a su yerno en la cama con ella?.
...
Rosario anunció que al día siguiente del inminente cumpleaños de su yerno ella volvería a su casa, que si bien agradecería siempre todo lo que hicieron por ella, ya era hora de volver donde debía pese a saber que en aquella casa ya no tenía un marido que la esperase. La noticia causó conmoción en Ale, que apresuró sus planes de una forma inesperada como acelerada. Tras una reunión entre madre e hija en secreto, de la que Ale no dio cuenta a su marido a pesar de lo mucho que él quería saber porqué se traían tanto secretito, Carlos notó que su suegra lo miraba con otros ojos aunque no sabía a que podía deberse ese cambio de actitud. Evitaba mirarlo mucho y tampoco buscaba quedarse a charlar con él o con su nieto, refugiándose en su nieta constantemente. Ale siguió negándose a soltar prenda de la conversación, pero sí afirmó que pronto iban a resolverse todos los enigmas. Sin dar más detalles, el ambiente de la casa se enrareció día a día hasta el propio día del cumpleaños, en que la familia recibió las visitas de sus amigos Norberto, Ramiro, Simón, Juan Manuel y sus demás conocidos. Fue una fiesta por todo lo alto que se celebró en un restaurante casi como si fuese una boda más que un aniversario de nacimiento. La fiesta se alargó hasta altas horas de la noche, en que ya se decidió que era momento de darla por terminada y regresar cada uno a sus casas. Cuando todos volvieron al hogar, Ericka y Pablo, agotados de tanta diversión con los hijos de los amigos de sus padres, se acostaron sin siquiera cenar. Ale le indicó a su madre también que se fuese a dormir para mañana regresar a su casa. Eso dejó solos al matrimonio, que se quedaron en la sala de estar.
-Tengo una sorpresa para ti.
-Eso ya me lo llevas diciendo toda la semana. ¿Se puede saber que es?.
-Toma-y de debajo del sofá sacó una pequeña cajita, que estaba con un lacito y con una nota que decía “espero que te guste”?.
Carlos desenvolvió el paquete y al abrirlo se encontró con algo que hizo que sus ojos brillaron como diamantes.
-¡¡UN RÓLEX!!. ¡Un Rólex auténtico!. ¡¡GRACIAS ESPOSA, TE QUIERO!!. Vaya sorpresa, esto sí que no lo esperaba. ¿Cómo sabías que me he pasado toda la vida suspirando por uno de estos?.
-Estamos casados-ironizó-...pero esto no es la sorpresa.
-¿Ah, no?...Pues mi amor, no sé que me puedas regalar que sea mejor que esto. No puedo imaginarlo-y Ale se reía-.
-¿Quieres saber que tengo preparado?.
-Sí, vamos, no me tengas en ascuas. ¿Qué es?, dímelo ya.
-¿Listo para la sorpresa que te prometí-preguntó Ale a Carlos-?.
-Que sí, lo estoy. ¿Se puede saber que me has preparado que llevas teniéndome con la intriga desde hace casi una semana?.
-Aaah…sorpresa-dijo en tono musical-…Ahora que los nenes están dormidos y en sus camas, ven a ver lo que te tengo preparado…
Ale cogió de la mano a su marido y con lentitud lo llevó al dormitorio que tenían para los invitados. Cuando abrió la puerta, los ojos de Carlos no se creían lo que estaba viendo. Tuvo que frotárselos un par de veces para asegurarse de que lo que veía era lo que en verdad estaba viendo.
-¡¡SUEGRA-exclamó atónito-!!. ¿Pero que hace ahí, tumbada desnuda?.
-¡¡SORPRESA-gritó Ale de nuevo con tonillo musical a la par que irónico-!!.
Entonces Ale se retrotrajo al momento actual, disfrutando de la expectación que había levantado en su marido y en la cara de éste al ver lo que su mujer había preparado. Divertida, se acostó al lado de su madre haciendo un ademán, como invitándolo a que se acercase a Rosario. Éste, con la respiración agitada, lo miraba entre nerviosa y asustada. Había pasado muchísimo desde que un hombre la había mirado como su yerno la estaba mirando. Con lenta parsimonia Carlos se acercó a su suegra y se recostó en el lateral de la cama que quedaba libre. Ale intuyó las dudas de su marido con solo mirarlo.
-¿Me explicas de que va esto-preguntó abiertamente-?. ¿Qué has hecho, Ale?.
-Lo que debía, maridito mío-sonrió jocosa-. ¿Te acuerdas la charla que tuve con mi madre?.
-¿La de la semana pasada?. Claro. ¿Qué tiene que ver con esto?.
-Ale me lo contó-intervino Rosario-. Lo de vosotros y mis nietos, y de la curiosa relación que tenéis con ellos-añadió con cierto retintín. Carlos permaneció mudo, con su mirada clavada en la de su suegra-. Cuando me lo dijo no me lo podía creer, pero Ale lo contaba con tanta naturalidad, como si fuese algo bonito…por eso me centré en Ericka toda la semana, lejos de ti y de Pablo.
-¿Por qué Ericka?.
-Yo se lo dije-confesó Ale-. Le aconsejé que hablase con ella, que su nieta sería capaz de explicárselo todo como es debido, y se han pasado hablando todos estos días.
-Y en todo este tiempo mi nieta no ha dejado de insistir en que estaba bien y que no habíais abusado de ella. Le hice toda clase de preguntas, lo quise saber todo, tener la certeza de que mi nieta no mentía para protegeros.
-¿Cómo se llega de esas charlas entre tu nieta y tú a este momento actual?.
-Tú has formulado la pregunta, y tú precisamente eres la respuesta-habló Rosario de nuevo-. En todo este tiempo Ericka no paró de decirme que había sido idea tuya, que lo habías hecho por amor a ella, que la habías tratado como a una reina…y que eras un amante consumado que había sido adiestrarla en las artes del amor. No podía parar de explicarme las cosas que le hacías a tu nena y como ella disfrutaba…y yo…yo…
-¿Lo imaginabas, verdad-entendió él-?. Empezaste a imaginarlo todo, a mí y a mi hija haciendo el amor tal y como ella lo describía…o a Pablito con Ale, aprendiendo también sus buenas lecciones.
-Yo sabía que mamá no sería inmune a vuestras exhibiciones, no después del incidente playero cuando se fijó en que Pablito estaba excitado-confesó Ale-. Y tenías razón mamá, Pablito y Ericka aprovecharon que te fuiste para hacer el amor con mucha rapidez para que no las pillaras. A ellos intentábamos proteger de que los vieses así, por eso hacíamos los aspavientos...y luego Carlos “observó” lo bien que estabas de cuerpo y lo atractiva que aún eras.
-Lo planeaste todo-entendió Rosario-. Lo has planeado todo para que tu marido se acueste conmigo.
-Así es, pero no solo para que Carlos tuviese un mejor regalo de cumpleaños. Lo hice para que recordases lo que es tener un hombre en la cama…y nadie mejor que mi hombre para que te lo recuerde. Vamos maridito mío…es toda tuya. Toda para ti.
Rosario se quedó de piedra por como se habían desarrollado las circunstancias. Los últimos meses en familia, toda la convivencia y todas las situaciones que se habían producido no eran más que un lento pero seguro preparatorio para el momento que iba a vivir junto a su yerno. Por una parte quería salir de allí, denunciarlos, salvar a sus nietos de su hija y su depravado padre…pero por otra llevaba meses deseando conocer como era aquella verga que siempre translucía y que veía de refilón, y llevaba años sin probar a un hombre. La estrategia de Ale había surtido efecto demasiado bien: se encontraba tan necesitada de un hombre, que no podía irse sin probarlo uno, aunque eso significase que ese hombre fuese su yerno.
-Ya sabes lo que dicen, suegra: esto es como montar en bici; una vez aprendes, nunca se olvida-se rió-.
-Pues entonces ya sabes qué hacer: tienes que recordarme como se monta…en bici, claro-bromeó-.
-Cuando quiera, suegra….dios mío, ¿pero que años tiene?, ¡está buenísima, esto tiene un morbo fatal, no puedo dejar de mirarla!.
-Digamos que tengo más de 60 pero menos de 80-insinuó-.
-Pues con esas curvas y este cuerpo, yo le echaría más de 30 pero menos de 50. Lo suyo es puro vicio suegra. Estoy loco perdido. Loco por usted.
Rosario le hizo dejar de hablar, selló sus labios con un fuerte beso y lo atrajo para que estuviese junto a él en la cama. Ale, por su parte, se había ido a sentar en el mismo mullido sillón donde tantas veces había estado su marido observando como ella misma se acostaba con otros hombres. Esta vez las tornas habían cambiado, y a Ale le gustaba aquel cambio. Como otras tantas cosas, Ale no esperaba vivir algo así, pero sin embargo era lo que estaba pasando justo delante de ella. Su propia excitación fruto de su papel de mirona la llevó a hacer lo mismo que Carlos hacía cuando la veía acostarse con Simón o Juan Manuel, y su mano se metió entre sus piernas para masturbarse.
Por su parte, en la cama de invitados Rosario era la víctima de una vorágine de besos a cual más apasionado por parte de Carlos. Solo entones comprobaba la veracidad de las palabras de Ericka, que no mentía ni exageraba ni un ápice a la hora de describir la habilidad de su padre para excitarla. La manera de usar la lengua para morrearla era increíble, la excitaba muchísimo. Carlos no disimulaba la pasión que tenía por su suegra y eso en ella provocaba una corriente de placer que la recorría de arriba abajo. Muy por encima de cualquier juego sexual entre ellos dos, el saberse deseada de nuevo era lo que la devolvía a la vida. Por primera vez en mucho tiempo había un hombre que la deseaba y quería darle placer, que se entregaba a ella total y absolutamente, sin reservas. Era un intercambio no solo de cuerpos, si no de almas, de pasiones y de corazones. Si no fuese por el juego amatorio al que estaba siendo sometida, Rosario hubiese llorado de alegría.
Las manos de Carlos se habían apoderado de los pezones de su suegra y con una determinación firme, se había decidido a darle el mimo al que se les había negado tanto tiempo. Aunque era obvio que por la edad sus pechos carecerían de la firmeza de los de su mujer, a Carlos le sorprendió que se mantuviesen en una forma tan excelente. De tan bien conservados que los encontró se puso a amasar como harina de pan, usando dedos y yemas de dedos como punto de referencia para jugar con sus pezones durante todo el tiempo que el morreo había durado entre ellos dos. El precalentamiento había sido de lo más efectivo, y tanto ella como él estaban lanzados a ese torbellino de pasión al que ella más que él deseaba ser arrastrada. Los besos de Carlos alternaban con chupetones en el cuello o besitos con lengua en la punta de sus pezones, hechos no con la lengua si no con la puntera de la misma, moviéndolos a los lados y observando los intensos gemidos de gusto que provocaba en ella. Carlos recordaba aquella tarde en la playa, cuando al mirar a su suegra se había quedado pensando momentáneamente lo que una mujer como ella hubiese hecho en su tiempo. Ahora iba a comprobarlo.
La excitación de Carlos era lo bastante grande para que se distinguiese de forma notable, y él lo bastante envalentonado para acercarse a su suegra y dejarla a ella que se la tocara. La cara de Rosario pareció brillar, sus ojos azul cristal se quedaron prendados de los ojos de su yerno, y su cara se giró hacia la de Ale, a quien encontró con una mano acariciándose su sexo de forma intensa y persistente.
-¿Te gusta lo que tocas, mamá?.
-Ay amor…¿esto es con lo que juegas todas las noches-preguntó Rosario-?.
-Es con lo que te he ido provocando las últimas semanas, haciendo el amor con Carlos tantas veces. Confiaba que nos escuchases y eso terminara por excitarte.
-Ay pillina-se rió Carlos-, por eso me dabas tanto sexo…y yo temiendo que nos pudiera escuchar mientras gozábamos-miró a Rosario y ambos se rieron-…Que mala has sido Ale, has jugado tú sola con todos nosotros…y que orgulloso estoy de ti amor…
Rosario, en lugar de palabras, decidió demostrar el orgullo que tenía por su hija apretándose contra el cuerpo de su yerno, dejándose acariciar y tocar por él. Tomando un poco la iniciativa de la situación, Rosario hizo desplazar a Carlos en la cama. Quedó boca arriba en la cama y Rosario encima de él, con la verga de él en una de las manos de ella. Mirándose entre madre e hija con fulgor, la una veía como la otra masturbaba a su hombre y en ambas se estableció una complicidad nueva para ellas. Ale no paró ni un solo momento de acariciarse y masturbarse contemplado todo lo que ocurría delante de ella. No solo lo masturbaba con la energía de quien llevaba años y años sin sexo, si no que venciendo todas sus reticencias iniciales y que la habían acompañado toda la vida, Rosario no quiso quedarse sin saber lo que era sentir una verga de hombre en su boca, y con más facilidad de lo que ella misma esperaba, se movió en la cama y se la empezó a chupar a Carlos con tanta pasión que éste pensó que de tanta fuerza se la arrancaría.
La boca de Ale se abrió de par en par al ver como su madre perdía todo sentido cabal y toda compostura en pos de la pasión. Sabía, como se saben esas cosas, que por muy madre suya que fuese, ella había hecho las mismas cosas en su juventud que Ale hacía ahora…pero una cosa era saberlo, y otra muy distinta verlo con sus propios ojos. No se podía decir que era una neófita en el arte del amor, todo lo contrario: Rosario se había convertido (o había recordado, quizá) en una amante bien dispuesta a complacer a su hombre y a dejarse por él si fuese necesario. Carlos seguía tumbado en la cama sin hacer gran cosa. De momento solo se dejaba hacer y permitía que Rosario hiciese toma de contacto con una verga de hombre, la primera en mucho muchísimo tiempo. En su interior Ale estaba que estallaba de euforia. A pesar de que por la habitación solo se escuchaban gemidos y ardeos, no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que si había alguien colmada de felicidad y vida en esos momentos, sin duda era su madre. De tanto chuparla y menearla con una mano, había logrado que Carlos estuviese al límite de su erección…y que fuese hora de que tomase partido de forma más activa.
-Vamos suegra…prepárese para conocer algo que seguro jamás le hicieron como yo se lo voy a hacer…
-Mmmmmmm no tardes y hazme lo que quieras yerno…soy tuya, mi cuerpo es todo para ti Carlos…haz lo que quieras con él pero no te pares…ahora no…llevaba ya tanto tiempo sin esto…mmmm bufff había olvidado lo bien que sentaba…
-Pues entonces prepárate para lo que ha de venir…
Dicho y hecho, Carlos unió acción a sus palabras y separaron las piernas de su suegra para ponerlas a ambos lado de la cama, pegó su boca a la vulva de Rosario. A la primera lametada la mujer parecía haber llegado al séptimo cielo. La seguridad con que Carlos actuaba era lo que más la seducía. Estaba seguro de sí mismo, de su capacidad para hacerle gozar, de que iba a hacerla morir de gusto. Aquella autosuficiencia tenía su pasión muy encendida, pero aparte de su prepotencia (justificada, estaba descubriendo esa noche) era la forma en que su yerno estaba disfrutando de su sexo. Aunque de vez en cuando lo había probado con su marido, el padre de Ale, la diferencia con Carlos era más que abismal. “Diferencia generacional”, pensó, la misma que hace que las barreras y prejuicios de una generación vayan venciéndose y olvidándose en las siguientes. Por la mente de Ale, que no se perdía ojo de todo lo que pasaba delante de ella, cruzó una colosal idea que la terminó de arrancar su primer orgasmo de la noche.
-¿Ya has gozado, amor-preguntó Carlos confuso-?.
-No te preocupes maridito, me he sobreexcitado por una cosa, pero ya os la diré. Además, tengo calentura para rato…seguid a lo vuestro, no os acordéis de mí…
Carlos redobló esfuerzos un poco más, pero no pasó mucho sin que Rosario lo detuviese y lo volviese a cambiar de postura, volviendo a quedar totalmente recostado encima de su propio cuerpo.
-Suegra, ¿supongo que sabe que hay muchas posturas para el amor, verdad?.
-Ya me irás enseñando esas modernidades, yerno-se rió-, que yo vengo de una sociedad donde hacer el amor de día o sin estar cubiertos por las sábanas ya era algo de lo más vergonzoso. Ahora tómame Carlos…por dios, tómame ya, hazme tuya…
-No lo tendrás que repetir, Rosario…esto es para ti, suegra…
Apuntando y fijando el blanco, Carlos penetró a Rosario y se esperó unos pocos instantes a que ella se recreara en la primordial sensación del placer que daba la unión de un hombre y una mujer antes de comenzar a martillearla. Las acometidas se dieron con una lentitud tan deliciosa como infernal, Rosario sentía cada centímetro de la polla de su yerno provocándole verdaderos estragos en su cuerpo. Carlos la hacía el amor sin ganas de parar ni de dejarla a medias. Los besos se sucedían de cuando en cuando. Las lenguas chocaban, peleaban y se enfrentaban. A veces era Rosario quien llevaba la voz cantante, pero a veces otra Carlos quien morreaba gustosa a su suegra, que cada vez iba perdiendo más las formas para desatarse y peder toda cordura o moral que pudiera haber tenido a lo largo de su vida. Aquello no era solo un polvo, era el mejor polvo de su vida, lo mejor que le habían hecho…y levantó un poco el culo de la cama para que Carlos le pudiese penetrar co más fuerza, un gesto que no pasó desaparecido y que provocó que ella buscase un ritmo común a las acometidas de su yerno. Después de varias intentonas pudo hallar la combinación perfecta, que ejerció hasta que Carlos fue incapaz de seguir aguantándose las ganas de correrse…y le dio a su suegra el orgasmo que necesitaba en su vida para recuperar la alegría.
-Ay yerno, pero que rico ha sido…como envidio a Ericka, lo que se ha estado divirtiendo contigo…me siento en la gloria…
-Lo sé suegra…me has matado de gusto, un poco más y me vacío por completo hasta la última gota…que bien sabe exprimir a un hombre…
Se prodigaron alguna que otra caricia más hasta que Ale, que enfrascada en sus fantasías mientras miraba la escena, se acercó a ellos y le susurró algo al oído de Carlos. Éste miró a una exultante Rosario y asintió con la cabeza. En ese momento ella salió de la habitación y se quedaron solos.
-¿Dónde ha ido Ale?.
-A cumplir una idea que ha tenido.
-¿Idea?, ¿qué idea?...
-Aaaah…sorpresa-y puso expresión malévola-….
Rosario temía que dieran rienda suelta a alguna de sus perversiones, pero en su lugar, se encontró con que Ale volvió a la habitación y que lo hacía con un adormilado Pablo, que tras frotarse los ojos observó lo que pasaba. Apenas le hizo falta preguntar lo que pasa para entenderlo.
-Abuela, ¿es que papá y tú os habéis acostado?.
-Sí amor, acabamos de hacerlo ahora mismo…y creo que imagino porqué Ale te ha hecho venir…¿te gustaría venir a hacerme el amor a mí?...
-Sí que me gustaría abuela-contestó segundos después de admirar su cuerpo-. Me encantaría tener una nueva mujer para cojer con ella.
-Pues ven con la abuela mi amor, que está necesitada de cariño ahora mismo.
Carlos se apartó para dejarle vía libre a su hijo. Saliendo de la habitación, fue a la habitación de Ericka, a la cuala despertó con un par de besos de tornillo. Ésta quedó mirando a su padre.
-No papá, hoy no, que la abuela puede oírnos.
-Lo dudo mi amor-se rió-. Perdona que te despierte, pero es que quiero que veas algo que está pasando. Es gracias a ti y quiero que lo veas. Te amo Eriquita linda.
-Yo también te amo papá…¿es tan importante que lo vea?.
-Lo entenderás al verlo-explicó crípticamente-.
De mala gana pero muy intrigada, Ericka se levantó, fue con su padre al cuarto de invitados y entonces se encontró a su hermano, de rodillas sobre la cama, recibiendo una profunda felación de su abuela. Mirando a su padre y a su madre, la joven esbozó una débil sonrisa que se fue ampliando al comprender lo que padre había dicho con “lo entenderás al verlo”. Yendo junto a su madre, ambas mantuvieron unas palabras en voz baja y luego se entregaron a un juego de caricias y besos que parecían anunciar lo que se aventuraba como una apasionada relación lésbica. Carlos fue junto a sus mujeres y en tanto que Ale procuraba darle toda clase de atenciones a su hija, ésta se debatía entre la boca de su madre y la verga de su padre, la cual había agarrado con una mano y había comenzado a jugar con ella. Al tiempo, Pablo seguía recibiendo el cariño de su abuela, dejándose chupar por esta, algo que luego él hizo la inversa. Rosario comprobó que el hijo había salido a su padre: le comía el coño tan bien como lo había hecho Carlos.
Poniéndose de acuerdo los mirones en cuanto a la postura del sillón, Carlos se sentó en él haciendo que Ericka lo hiciese en su regazo, lista para recibir su ariete con la misma sonrisa encantada que de costumbre. Ale acariciaba a su hija para excitarla más y Carlos besaba las puntas de sus pezoncitos solo para escucharla gemir. De pronto una nueva idea cruzó su cerebro y Ale se fue a la cama donde la pareja que allí estaban se encontraban entregados a la danza amorosa. Al ser mucho más joven que su padre, su falta de experiencia era compensada con una tremenda vitalidad.
-¿Puedo unirme a la fiesta?.
-¿Unirte, mamá?.
-Sí cariño, me gustaría que tuvieras dos mujeres para ti solo, y que aprendieses a satisfacer a ambas. ¿Qué te parece mamá?, ¿enseñamos a Pablito a gozarnos a la vez?.
-Aaay Ale…deja que me goce primero…necesito que me goce de nuevo…aaay que fuerza tiene…pero esto no es un hombre, es una máquina…me tiene loca de contenta, hija…buffffffffffff DAME DURO ¡¡COÑO!!!....
Ale se apartó y volvió con Carlos y Ericka. Ésta ya se encontraba rebotando en la verga de su padre y Carlos usó una de sus manos para tomar control sobre la panocha de su esposa, masturbándola mientras veía la cara de placer de su hija (desencajada por el placer) gozar como a él le gustaba tanto. Ale se quedó recibiendo las atenciones de su marido mientras veía a su hija gozar sin parar. Ambas se besaron con lengua y las manos de Ericka se apoderaron de los pechos de su madre, acariciándolos. Ale se sentía poseída por ellos y no podía sentirse mejor por ello. Le encantaba cuando la convertían en un juguete sexual…un rasgo que su hija había adquirido.
Los esfuerzos de Pablo por gozar con su abuela llevaron a ésta a tener un nuevo orgasmo que si bien no fue tan intenso como el anterior, sí fue mejor recibido. Tras dos sendas cojidas en condiciones, Rosario se encontraba mejor que nunca. Sentía como si le hubiesen quitado 40 años de encima y se hubiese convertido en una colegiala de la edad de Ericka. Ale, admirando la labor de su hijo y lo satisfecha que había sido, se fue con ellos dejando solos a Carlos y a Ericka.
-Vamos a ver lo bueno que eres con dos mujeres: tendrás que hacernos el amor a las dos, pero no primero a una y luego a la otra, si no a las dos al mismo tiempo.
-¿Y eso como se hace?, no lo entiendo.
-Tendrás que improvisar cariño. Seguro que papá podría decírtelo pero creo que ahora Ericka ocupa toda su atención-ironizó-. Quiero que nos cojas a las dos, al mismo tiempo, y que nos hagas gozar. Haremos lo que tú quieras, pero deberás conseguir que las dos nos corramos contigo.
La mente de Pablo se quedó cruzada de cables intentando encontrar un modo de cumplir las exigencias de su madre. A menos que tuviese un clon, ¿cómo podía hacer el amor con ambas a la vez si ellas eran dos y él solo uno?...A menos que ellas fueran una sola mujer, un solo cuerpo, sería imposible…pero fue entonces cuando le sobrevino la idea salvadora: ordenando a Ale ponerse a cuatro patas en la cama y a Rosario ponerse encima de Ale en la misma postura, Pablo se encontró con que ambas parecían un solo cuerpo y eso era lo que le facilitaba la tarea: fue alternando una mujer con otra, usando los dedos en la mujer que no penetraba con su poronga. Sin duda fue el esfuerzo sexual más grande que nunca había realizado. Cada pocas acometidas cambiaba de agujero, y luego volvía al original. Por su parte, Ericka veía divertida como Pablo se las apañaba para cumplir las expectativa de su madre y su abuela mientras su padre, aún con deseos de gozar a su pequeña, la había cambiado de postura y le hacía el amor de espaldas a él, la misma postura en que lo había hecho su amigo Juan Manuel la primera ella vez que ambos hicieron el amor. En aquella postura idónea él podía acariciar y sobar las tersas y perfectas tetas de su hija, así como pasar sus manos por todo el cuerpo de Ericka. Sentía verdadera pasión por su preciosa hija.
A menos de dos metros de distancia, Pablo estaba casi al borde de la extenuación física. El polvo doble a su madre y abuela estaba resultando pero también lo agotaba de una forma que él jamás había imaginado. En su mente siempre se había imaginado que un trío sería pan comido y que a ambas chicas las dejaría más que satisfechas, pero solo ahora entendía que eso solo era vanidad: si ya era difícil complacer a una chica, más aún lo era complacer a dos. Aún así no quería dejarlas a medias y continuó alternando las penetraciones en ambas durante más tiempo del que pudo calcular, echando el resto de sus fuerzas para que ellas tuviesen el clímax sexual que le habían demandado. Entre su vega y sus manos, tanto Ale como Rosario aguantaron lo que pudieron el suplicio que era hacer el amor, esperar su turno y luego volver a sentir como su hijo o nieto metía dentro de ellas su verga tiesa. La riada de sensaciones comunes fue in crescendo y justo cuando Pablo pensaba que era imposible, sus mujeres alcanzaron el tan deseado clímax y se vinieron abajo en la cama, cansadas y agotadas del placer recibido. Abrazadas entre sí, Pablo fue recibido entre ambas, rodeándolo con sus cuerpos y felicitándole lo bien que había logrado gozarlas. Carlos y Ericka, tras un orgasmo común en el que de nuevo Carlos regó por dentro a su pequeña (que ya había aprendido a tomar precauciones para evitar embarazos no deseados), los dos se levantaron y fueron hacia la cama para unirse a los tres que ya estaban allí. En ese instante Carlos agradeció que la cama de invitados fuese una amplia cama matrimonial, o de lo contrario no hubiesen cabido todos.
-Suegra, tengo una propuesta para usted-dijo Carlos-.
-¿Otra-se sorprendió esta-?, ¿pero cuantos deseos puede tener un hombre?.
-Solo uno más, Rosario: quédese con nosotros. No queremos que se vaya.
-No abuela, quédate. Te quiero mucho abuela, y no quiero que te marches. Me gusta jugar contigo y que estés aquí-y a Rosario le enterneció el tono inocente de su nieto, pues sabía que se refería que lo jugar no lo decía por el sexo si no por los juegos a los jugaban como el parchís o las cartas-.
-Sí abuela, quédate-insistió Ericka-. Me gusta cuando juegas a peinarme. Sabes hacerme unas trenzas preciosas.
Rosario entendió las intenciones de todos. Tenía su casa y su vida, pero sabía que en su casa nadie la esperaba. En cambio, en esa otra casa había cuatro personas que la querían a su lado. Cuatro personas que la habían devuelto algo que había perdido.
-De acuerdo, me quedo-dijo finalmente-. Recogeré lo más imprescindible de mi casa y me trasladaré aquí-y las caras de sus nietos se iluminaron-. ¿Ya estáis contentos?.
-Sí, mucho-asintió Carlos-. Y creo que hablo por todas cuando digo que a partir de ahora va a ser una mujer muy feliz suegra. Aquí se sentirá como en casa.
-Pero es que estoy en casa-replicó-. Estoy con mi familia-miró tanto a su hija y yerno como a sus nietos-. Una familia muy unida, me parece a mí, ¿porqué somos una familia unida, ¿no-miró a Ale, esperando su contestación-?
-Ya lo creo que somos una familia unida: la más unida del mundo…