Una familia unida
Preocupados por el despertar sexual de sus dos hijos adolescentes, Carlos y Alejandra toman una decisión límite para asegurarse de que su iniciación sea perfecta.
UNA FAMILIA UNIDA
(Este relato está basado en hechos reales ocurridos hace algún tiempo
en algún punto de Suramérica. Los nombres de los protagonistas, por
supuesto, han sido cambiados para así preservar su verdadera identidad)
-Cariño, esto te va a doler.
-¿Mucho?.
-No, solo al principio.
A punto de cumplir su mayor sueño, apenas se podía creer que tan solo habían pasado seis meses desde que se había empezado aquella cadena de acontecimientos que al final desembocaron en aquel clímax. Su mente no pudo evitar retrotraerse hasta aquella vez que estando en la playa notó como los jóvenes ojos de su hijo miraban a su hermana.
-¿Ocurre algo, Pablito-le decía a pesar de tener ya los 14 años-?.
-No papá, ¿por qué lo dices?.
-Porqué veo que miras mucho a tu hermana.
-Es que no me puedo creer que sea la misma-se quejó-. Me la han cambiado.
-¿A que viene eso-se rió-?.
-Que no es la misma: la hermana que yo conocí era pequeña y plana, de cara de niña.
-¿Y-repuso curioso-?.
-Que esta está llena de curvas. Algunas más pronunciadas que otras, pero tiene tantas curvas como una carretera de montaña. Además, la cara ya no es de niña, ya parece más mayor que yo.
-Pero solo tiene un año menos que tú. Además, yo la veo muy linda. Esta hermosota, como las nenas de su edad.
Ambos se quedaron mirándola, la cual estaba jugando a salpicarse junto a su madre en la playa. Llevaba un ceñido bikini dos piezas azul y rojo, con dibujos por todas partes. La parte inferior le dibujaba un culito prieto y pequeño pero proporcionado a su cuerpo en ebullición hormonal. Su cintura, antes plana, ahora ya tenía un par de curvas que le dibujaban una silueta estilizada y femenina, y donde antes nada había ahora se intuían un par de hermosos y redondeados senos un poco pequeños para su cuerpo pero que se insinuaban crecerían algo más con el paso del tiempo, cuando terminara de desarrollar. Poseía dos ojos color zafiro que parecían brillar tanto como el cielo del día tan soleado que tenían, y tenía un fuerte y brillante pelo azabache.
-Sí que es verdad que está linda-reconoció el muchacho-.
-¡¡EH-gritó ella de lejos-!!. ¿¿Venís o no??.
-¡Vamos con ellas a jugar!.
-Yo iré luego.
-¿Te vas a quedar aquí?.
-No tengo más remedio.
Su padre no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que Pablito se tumbó boca abajo en la arena. "No puede ser", pensó mientras iba hacia su esposa y su hijita querida.
-¿¿No viene Pablito??.
-Dice que vendrá más tarde. Te ves muy linda Eriquita.
-Papá que ya no soy tan niña-protestó-, con Ericka vale.
-Tú siempre serás mi niña. Eres mi niñita del alma.
Ericka abrazó a su padre y le dio un beso en los labios breve y fugaz para agradecerle aquellas palabras. Dado que era un gesto habitual entre ellos (madre e hijo también se daban esos antisépticos besos, carentes de toda emoción más allá de la formalidad) no le dio importancia, pero el tenerla abrazarla le produjo una involuntaria reacción hormonal que supo combatir de forma rápida e instintiva tirando a su hija al agua para remojarla y chapotear con ella.
-¡Te pillé-bromeó-!.
-¡Maridito, no me ahogues a la nena, que solo tengo una y no tengo de repuesto!.
Ericka reaccionó a las bromas de su madre y provocó a hundirla un poco en el agua. El resto del día, una vez Pablito se unió a ellos, fue igual de bueno y divertido. Ya con la puesta de sol, con la playa ya casi vacía, los cuatro emprendieron el camino de regreso para volver a casa.
-Ha sido un día perfecto, te quiero Carlos.
-Yo también te quiero Ale-la besó-.
Llegando al coche, padre e hijo cargaban toallas y demás para regresar.
-Pablito, ¿qué fue lo que te impidió ir con nosotros hace horas?.
-Te lo digo si no se lo dices a nadie-dijo ruborizado-.
-Claro, te lo prometo.
-Es que últimamente me siento muy mal papá. Muchas veces despierto y tengo toda la puntita parada, no consigo bajarla.
Carlos lanzó una carcajada que tuvo que ahogar para no llamar la atención de las dos féminas de la familia, apostados delante del coche.
-No te dé vergüenza, es natural. Eres un adolescente y es normal. Yo lo tuve a tu edad y no hay porqué sentirse mal por ello.
-¡Sí que tengo!.
La respuesta tan convencida hizo que él se quedara algo extrañado.
-¿Por qué dices eso?, ¿qué tiene de malo?.
Incapaz de decirlo al aire, hizo que su padre se acercara y se lo dijera al oído. Carlos le miró una vez se lo dijo. Pablito parecía al borde de una crisis nerviosa.
-¡Ay no, no te sientas mal-lo abrazó-!. Bueno, que sepas que eso no es tan malo, es algo natural, ¿de acuerdo?.
-¿¿Lo dices en serio-preguntó al ver aquellas palabras como un rayo de esperanza-??.
-Sí, en serio. Los niños suelen pasar esa etapa en la vida, es de lo más normal. Yo la tuve, y se pasó. Ya verás como pronto se te pasa, pero no te sientas mal, ¿de acuerdo?. No eres ningún monstruo.
-¿Qué pasa?.
-Nada Ale-respondió su marido-. Cosas de hombres.
-Venga, vámonos, es tarde y quiero cenar.
Algunas horas después ya estaban todos en casa. Habían cenado, habían visto la TV y se habían ido a dormir. Para rematar el tan formidable día, Carlos y Ale habían tenido una sesión intensiva de sexo, quedando sobre la cama extenuados. Carlos se fijó en que la puerta de la habitación estaba entornada, algo que le extrañó ya que recordaba haberla cerrado del todo.
-¿Qué le pasaba a Pablito de tarde?.
-Tendrás que prometer no decir ni hacer nada, ¿de acuerdo?.
-Tranquilo marido, sabes que sé guardar una confidencia-sonrió ella-.
-Esta es diferente-repuso muy serio-. Necesito saber que él no se enterará de que te lo he dicho, se moriría de la vergüenza y a mí me repudiaría.
-¿¿Pero que pasa-preguntó aterrada-??. Por dios no me asustes así.
-No te preocupes, no es nada malo, es que tuvo una erección y no era quien a quitarla.
-¡Pobre-sonrió enternecida-!. Ya entiendo porqué se tumbó boca abajo-se reía-. Ay que chico, como crece. Ya hasta piensa en las chicas.
-No, piensa en una.
-¿Le gusta una?, ¡que bien-se alegró-!, ¿y quien es la afortunada?.
-Tú.
Los ojos azules de Alejandra quedaron fijos en los de su marido, esperando que fuera una broma. Éste, por contra, quedó impertérrito.
-¿Qué yo le gusto?, ¿a Pablito-se extrañó-?.
-Le tranquilicé diciéndole que era normal, que todos los niños sueñan en alguna parte de su vida con su madre, que yo lo había pasado con su abuela y que no pasa nada, que esa época viene y va.
-¿Y que tengo yo que le guste tanto?.
Carlos miró el cuerpo desnudo de su mujer, tumbado en la cama de colchas totalmente descorridas debido al calor de la casa: pelo negro liso hasta los hombros, de unos ojos azules que su hija había heredado, con grandes pechos de pezones nacarados claros, de areola bien formada y redonda, con un vientre aún liso y torneado, piernas musculadas (que no musculosas) y firmes y un bien cuidado monte de Venus en su bajo vientre, que daba una imagen perfecta de sensualidad. Sus labios, finos pero carnosos, y su boca de sugerentes formas hizo que de nuevo se excitara al ver a la mujer que tenía a su lado.
-Cariño, no tengo ni idea-ironizó mirándola de arriba abajo sin esconder su erección-.
-Sí, ya lo veo-se relamió-.
Incorporándose un poco sobre la cama Alejandra acarició el endurecido miembro de su marido y se lo metió en la boca con avidez. Carlos se dejó hacer y permitió que ella le tomara el control de su cuerpo. La boca de Ale, húmeda y caliente, le proporcionaba una riada de sensaciones que le llegaban hasta los dedos de los pies. Amante consumada tras años de práctica y juegos sexuales de toda índole, juegos que terminaron por incluir a varios amigos de Carlos, que aceptaron encantados la oferta de poder disfrutarse de su esposa a condición de poder hacer de mirón, masturbándose mientras ejercía de voyeur viendo a su mujer poseída por sus más íntimos amigos. Ale no ejercía un papel pasivo en los respectivos tríos, si no que aceptaba de buena gana a esos hombres de diferentes cuerpos y penes que iban pasando por ella. Enamorada de su marido a más no poder y confiando plenamente en las decisiones de éste se había tirado a los brazos de aquellos hombres y había disfrutado con todos ellos. Ahora, con toda esa experiencia acumulada, manejaba la verga de su marido como consumada maestra sexual, usando los labios a modo de ventosa para aspirarlo y enroscando al lengua alrededor del glande.
-¡Aaaaaaaaaahh ay Ale que me la arrancaaaaaaaas!, ¡sigue Ale sigueeeeeeeeee!
-¡Quiero que te vengas en mi boca!, ¡dame tu leche, quiero ordeñarte!.ç
-¡Sácamela ya, sácamela yaaaaaaaaa!
En un acto reflejo del que no fue consciente hasta segundos más tarde Carlos se giró y miró a la puerta de la habitación: entonces vio una figura oculta entre tinieblas que no se perdía detalle de lo ocurrido. Lo tuvo claro desde el primer momento: envalentonado un poco por lo hablado de tarde, Pablito estaba mirando a su madre apropiarse del pene de su padre, veía a su madre con la boca llena de polla. Temiendo que si hablaba podría causarle daño Carlos calló y dejó que siguiera mirando. No sabía porqué pero aquello le proporcionaba un morbo terrible: su hijo pequeño mirando a sus padres teniendo sexo.
-¡Así Ale-la animaba-!. ¡Vamos, chúpame todo, gózame, sácame la leche!
-¡Sí maridito-se la quitó para respirar-!. ¡Esta joyita es mía, toda mía!. ¡Dámela toda mi amor, quiero tenerla en mi boca, quiero saborearla!.
-¡Pues chúpame más fuerte!, ¡chúpame hasta los huevos!, ¡métetela toda en la boca!.
Dicho y hecho Ale abrió del todo la boca y se la tragó hasta que su nariz tropezó con el pubis de su marido, manteniendo esa postura bastante tiempo al respirar por la nariz y así evitar abrir la boca. Carlos, viendo que su esposa era ajena al espectador que había al otro lado de la habitación, lo miró un tiempo, cruzando varias veces la mirada con él y sonriéndole le guiñó un ojo con complicidad. Entonces dio la luz de una de las mesitas de noche, que estaba cerca de él.
-¡Quiero verte ordeñarme, quiero ver esa carita llena de leche!.
-¿Te excita verdad?, ¿quieres verme pringada?.
-Síiiii quiero correrme en tu cara, en tu boca, quiero verte llena de mí.
Alejandra apretó el ritmo de sus mamadas y se la estrujó usando una mano para hacerlo correr más deprisa. Carlos ayudaba empujando con las caderas para gozar cuanto antes.
-¡Ya está, me corro!, ¡me corrooo!.
-¡Síiiii!
Sacándosela de la boca Carlos se masturbó los últimos segundos y eyaculó en la cara de su esposa, que recibió su simiente de vida embelesada. Sobreexcitado como estaba la dejó bien pringada en la cara y la boca.
-¡Que linda luces llena de semen, estás de foto!.
-¡Pues sácame una para recordarlo-se rió mientras usaba los dedos para tragarlo todo-!.
-Otro día pero ahora necesito más.
-¿¿Más??, ¿aún te quedan fuerzas?.
-Pocas, pero las suficientes para aguantar un último asalto.
Cogiendo a su mujer y poniéndola a cuatro patas apoyándose en el lateral de la cama Carlos la penetró a pesar de estar semi erecto.
-¡Ni siquiera la tienes del todo dura!, ¿cómo vas a aguantar otro round?.
-Así.
Embatiéndola y cogiéndola del pelo en plan salvaje Carlos se giró para ver a su mirón, El morbo de verse observado por su hijo hizo que se volviera a empalmar, haciéndolo dentro de ella.
-¡Ay que gusto, la he sentido ponerse durísima!, ¡me encanta, quiero que me la metas así siempre, que rico sentir como te excitas!.
-¡Pues ya verás ahora, voy a taladrarte como si fuera un berbiquí!.
Empujando con ritmo de martillo y con salvaje amoralidad Carlos propinó a su esposa una gran penetrada doble, ya que a mitad de camino cambió de agujero. Carlos notó que los ojos del espectador se abrieron de par en par.
-¿¿Te gusta tenerla en la cola, te gusta que te sodomicé??. ¡Grítamelo!.
-¡No, que los niños pueden oírnos!.
-¡Que nos oigan, que sepan como es hacer buen sexo!, ¡grítamelo Ale, grítalo!. Grita lo mucho que te gusta que te penetre el culo.
-¡SÍIIIIIIIIIIIIII-gritó descocada-!. ¡SÍ ME ENCANTA, ME CHIFLAAA, DAME POR DETRÁS, RÓMPEME EL CULO, PÁRTEMELO EN DOS!.
Obedeciendo fielmente Carlos bombeó y bombeó con todo el ímpetu que le quedaba en el cuerpo tras el polvo anterior y la mamada previa de su mujer. El espectador tenía los ojos como platos, escondido en la oscuridad solo se podía distinguir como miraba muy asombrado aquella escena. Carlos no se perdió detalle de su espectador mientras hacía lo propio para darle a su esposa el último orgasmo de la noche.
-Aaay ya me viene, ya casi lo tengo vamos Ale muévete, menea las caderas, quiero clavarte hasta el fondo!.
-¡Envíciame marido, fornícame, atorníllame con tu rabo!, ¡sí, así!.
-¡Ay que culo, se lo traga todo!, ¡que no me entere que este culo pasa hambre!.
-¡Dale de comer!, ¡que lo trague todo!, ¡haz que trague!, ¡métela, métemelaaaaaa!.
Los paroxísticos jadeos y gritos entre ellos hicieron que al final llegaran al orgasmo, y que cayeran a la cama ya sudorosos provocando un ruido bastante considerable. Carlos se fijó que la puerta estaba cerrada. El espectador había aprovechado el momento para desaparecer. Al lado de su mujer, Carlos estaba agotado, pero también alucinado. Nunca había imaginado que se excitaría tanto que su hijo le viera.
Varios días después de aquello la mente de Carlos aún seguía pensando en lo que había pasado. No dejaba de recordar como le había gustado que Pablito le viera tirándose a su madre, y como se había excitado ante aquel espectador de ojos grandes e intensos que miraba como sus padres disfrutaban como salvajes. Pensando que debía hablar con su hijo para que no lo hiciera de nuevo se acercó a él aprovechando que las dos mujeres de la casa estaban en otra parte de la misma.
-¿Tienes un momento Pablito?.
-¿Qué pasa papá?.
-Verás, esto es muy embarazoso es lo que hiciste hace varios días
-¿¿Lo de la playa-se asustó-??.
-No, después no quiero que vuelvas a espiarnos, ¿de acuerdo?.
-¿Espiaros?.
-Te vi. Abriste un poco la puerta y nos viste a tu madre y a mí en la cama. No dije nada para que ella no te reprendiera, pero procura no hacerlo de nuevo, ¿de acuerdo?.
-Papá yo no os he espiado.
-¡No mientras, sabes que no me gusta!.
-¡Te digo la verdad papá, yo no he sido, me fui a la cama directo y me quedé dormido toda la noche!.
-¡No sigas!, ¿vale?. Te he visto, fuiste tú.
-¡¡Yo no he sido-gritó-!!. ¡Yo no os espié!.
Pablito no era el típico chico mentiroso, pero Carlos no le podía creer del todo. Sabía lo que había visto, sabía qué lo había visto, pero él se defendía como si fuera inocente. La idea de que no fuera su hijo le hizo tener una duda: "si él no fue, ¿entonces quien fue?". Dado que solo había cuatro personas en la casa, no tuvo que pensar mucho, y decidido a salir de dudas esperó a ver a solas a la otra persona que estaba en la casa pero no dentro de la habitación con ellos. Encontró a Ericka charlando su madre y con su hermano muy cerca de ella. Antes de hablar con ella se fijó que la mirada de su hija era algo intensa, mirando algo que no supo precisar lo que era. Aunque intentó saber a qué miraba con tanta intensidad no pudo descubrirlo.
-Hijita, ¿puedes venir un momento?. Tengo que preguntarte algo.
Ericka se levantó. Vestida con una ropa holgada que dejaba su cuerpo a la imaginación de una tela semi transparente que destacaba sus curvas, Carlos la llevó a su cuarto.
-Cariño, ¿la noche después de venir de la playa te levantaste de noche?.
-No. Solo fui a beber agua, que me levanté con sed y me volví a dormir después. ¿Por qué lo preguntas?.
-¿Segura?.
-Sí papá, segura-sonrió-.
-Está bien, vuelve con mamá.
-Vale papá te quiero.
Abrazándolo tiernamente, Carlos sintió el liviano peso y la calidez de su juvenil cuerpo contra el suyo. Él correspondió acogiéndola en brazos con cariño.
-Yo también te quiero mijita. Eres preciosa.
Al separase de él Ericka, adrede o sin querer, no estaba claro, rozó la entrepierna de su padre con el muslo de su pierna. Carlos quedó sin saber qué pensar. ¿Había sido un roce inocente o lo había hecho adrede?.
Poco tiempo después de aquello todo había vuelto a la calma. El mirón no había hecho acto de presencia y ni Pablo ni Ericka habían confesado el delito, por lo que el asunto fue olvidado, pero lo cierto era que aquel roce comenzó a quemar la mente de Carlos. Recordando aquella charla que había tenido con Pablito, lo cierto era que ya no venía a su hija de la misma manera. Ya no la veía como hija, si no como mujer, una mujer que prometía superar a su madre en belleza. Piernas lindas y torneadas, cintura que ya apuntaba su feminidad, y un rostro de niña buena e inocente eran rasgos que cada noche le venían a la mente, en especial aquella tarde en la playa, con aquel bikini que dejaba a la imaginación tan solo sus partes íntimas. Al paso de las semanas ya se había convertido en algo cotidiano que se levantara de la cama con una erección dolorosa, incapaz de bajarla sin la ayuda de su mujer, que de buena gana aliviaba los ardores de su marido, pero era ver a su nena en la cocina tomando su desayuno cuando su mente volvía a traicionarlo, imaginándola que tomaba otro tipo de desayuno.
-Hola mi amor, buenos días-la besó en los labios a modo de saludo-.
-Buenos días papá, ¿qué es eso?.
-¿Esto-miró a la bolsa que había cogido de su habitación-?. Míralo y lo verás.
Ericka miró al interior de la bolsa y encontró algo envuelto. Era un paquete enorme, de modo que se las vio y las deseó para poder abrirlo. Cuando al final lo abrió, al igual que las matrioskas rusas (las muñecas que al abrirlas contienen otras más pequeñas), Ericka vio más paquetes, estos más pequeños.
-¡¡Papá, esto es trampa!!.
-Ya lo sé-se rió sentándose al lado de ella, admirando sus piernecitas al descubierto por los shorts de su pijama-. No quería que la sorpresa se acabara tan pronto. Anda, abre lo que quieras.
Muy excitada Ericka cogió uno de los paquetes y lo abrió. Al hacerlo vio que estaba de doble envoltura.
-¡¡¡PAPÁAAAA-volvió a protestar-!!!.
-Esta vez verás lo que contiene, te lo prometo.
Fiándose de él Ericka volvió a desenvolverlo, y en efecto pudo ver el contenido de uno de los regalos: se trataba de dos o tres minifaldas de escasa tela, que a la nena quedarían a la altura de los muslos. Ericka casi se volvió loca cuando las vio.
-¡¡Esto es lo que yo quería-se excitó toda-!!, ¡¡papá que bueno, te acordaste de que era mi cumpleaños!!.
-No podía esperar a dártelo de noche. ¡Feliz cumpleaños mi amor!.
-¡¡Gracias papi!!
Llevada por el momento y sin medir las consecuencias de sus actos Ericka dio un largo beso en la boca a su padre. Carlos lo recibió con un azoramiento terrible, sobretodo al darse cuenta de la inocencia con que su hija lo estaba besando.
-Bueno, ¿y no vas a ver los demás?.
Rauda y veloz acabó por dejar el suelo lleno de papel de envolver: tres bikinis bastante sugerentes, zapatitos de tacón alto y un par de tops de enseñar ombligo. Ericka, fuera de sí, no dejaba de abrazar a su padre, llegando a sentarse en el regazo de él.
-¡¡Gracias papi!!, que bueno eres, me has comprado todo lo que quería.
-De nada mi niña, ya sabes que te adoro, ¿pero no es un poco prontito para que te vistas de esa manera?. Los chicos se van a fijar demasiado en ti.
-¿Y eso es malo-preguntó en un hilillo de voz-?.
La ternura aún existente de Ericka pese a su edad emocionó a Carlos. Aún era como si tuviera 6 años.
-No mi amor, claro que no-la abrazó, sintiendo la frescura de su cuerpo junto al suyo-.
-¡Vaya, te has adelantado a los regalos-protestó Ale al verlos juntos en la cocina-!.
-Lo siento cariño, no podía resistirme-sonrió-.
-Mamá, papá me ha regalado la ropita que había pedido. ¡Ya verás que linda estaré!.
Como si fuera un huracán recogió todo y fue a su cuarto, casi tropezando con Pablito en el pasillo.
-¿¿Qué le pasa??.
-Tu padre, que le ha dado los regalos de su cumpleaños y va a probarlos.
-¡Ay va, que hoy es su cumpleaños-se llevó la mano a la frente-!. Y yo no me acordaba.
-Que chico-sonrió su madre-. Pues aún estás a tiempo de elegir un regalo.
-¡Ven conmigo mamá, ayúdame a elegir algo!, no sé qué comprarle a una chica.
-Es tu hermana, no creo que haya problemas Pablito.
-Pero ya no es una nenita pequeña, no creo que le guste un osito de peluche.
-En fin marido, tengo que solucionar una crisis familiar-le dijo a éste-.
-Espera a ver salir a la nena-dijo Carlos-. No sea que salga y se lleve la decepción de que nadie esté para verla.
Esperando un par de minutos, la chica que apareció ante ellos nada tenía que ver con la misma niña que hasta hace poco aún jugaba con muñecas. Vestida con un top escotado enseñando su vientre, con una minifalda a la altura de los muslos y unos zapatos altos, Carlos quedó alucinado por ver a su hija jugar a ser mujer. Fijándose en Pablito, Carlos vio como la mirada de su hijo se posaba involuntariamente en las partes íntimas de su querida hermana sin poder creerse que aquella fuera su hermana.
-¿¿Qué tal me veo??, ¿cómo luzco?.
-¡Vale, ya está bien!, ¿quién eres y que has hecho con mi hermana-bromeó-?.
-¡Ay Pablito, que soy yo, este es el regalo de papá!. ¿¿Qué tal me sienta??.
-Estás matadora, todos los chicos van a querer ligarte. Se darán golpizas por estar a tu lado, ya lo verás.
Ilusionada ante esa idea le dio un fuerte abrazo a su hermano. Éste al final se retiró un poco hacia atrás, y su padre intuyó que ver a su hermana luciendo palmito podría haber provocado en él una involuntaria excitación sexual. "Instinto de hombre, es natural", se dijo con desdén, sin darle importancia.
-Bueno, ya te he visto, ¿me acompañas mamá?.
-Sí. Ahora volvemos.
Justo antes de salir de casa Ale se fijó en que Ericka se sentaba en el regazo de su padre y en que la mano de éste, quizá adrede quizá sin querer, se posaba en los muslos de su hija, sin que ella protestase.
-¿Soy guapa papá?, dime, ¿soy guapa-preguntó con notable nerviosismo-?.
-Claro que sí. Eres liadísima. Tu hermano tiene razón, los chicos van a pelearse por ti, los vas a dejar muy azorados si te muestras así.
-¿En serio?.
-En serio-sonrió-.
-¿Tú estás azorado papá-y Carlos, viendo que la conversación iba por unos derroteros bien distintos a los de antes-?.
-Un poco cariño, pero es normal. Todo hombre se excita con una mujer hermosa.
-¿¿Entonces ya soy una mujer-sonrió de oreja a oreja-??.
-Serás una gran mujer Ericka. Vas a ser fantástica.
De nuevo Ericka dio un largo beso a su padre, levantándose después para ir a probarse el resto de prendas y a tiempo de evitar sentir la tremenda erección que había provocado en su padre. Carlos no podía creérselo pero estaba totalmente excitado por su hija. Ésta lo había dejado con su verga tan dura como una barra de hierro macizo.
Ale, desde aquella noche que su marido había dicho que era el blanco de las fantasías de su hijo, notó un cambio en la actitud de éste. Del mismo modo que la relación entre Carlos y Ericka había cambiado en los últimos meses (de vez en cuando su padre hacía un regalo sorpresa a su hija, siempre ropa un poco provocativa, o un cariño más fuerte entre ellos, en que Ericka se sentaba muy a menudo en el regazo de su padre o que éste acariciara sus piernas y su vientre con regularidad) la relación entre Pablito y ella había experimentado un cambio también. Su hijo parecía vigilar todos sus movimientos, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Prestaba especial atención a la ropa que llevaba y siempre le dedicaba una palabra amable cuando iba de faldas cortas o de top ajustado marcando las curvas de su cuerpo, y si iba por casa en ropa interior (algo que siempre se había hecho con la mayor naturalidad) los ojos de Pablito no perdían detalle de cada uno de sus gestos. Incluso parecía estar muy excitado (especialmente los días que, llevando mini falda, él se sentaba enfrente de ella, como si intentase ver a través de aquella débil tela), pues hacía los clásicos gestos que los hombres hacen cuando no quieren que una chica sepa que están excitados. Aquel juego le hacía una gracia tremenda, sabiendo además que Pablito no lo hacía con malicia, si no que lo hacía llevado por su curiosidad sobre el cuerpo de las mujeres. También buscaba rozarse con ella, con algún abrazo y dándole muchos besos de cumplido casi cada día, siempre un poco más largos de lo que debieran, pero como el encantaba recibir el cariño de su hijo (un cariño que veía muchas madres no tenían, de ahí que le gustase ese contacto entre ellos), ella nunca protestó, y permitía que él se tomara aquellas libertades para no sufrir ninguna decepción ni ningún corte que luego le impidiera encontrar novia, aceptando aquel roce como algo de lo más natural, lo mismo que los piropos, los cuales la tenían en una nube de amor y cariño.
-Mamá que guapa estás: te veo muy linda hoy-le dijo al verla entrar en la sala de estar-.
-Gracias hijo, tú también estás guapo...Oye voy a darme una ducha, así que vigila por si alguien llama a la puerta, ¿de acuerdo?.
-Sí, claro.
Fue a su dormitorio para cambiarse de ropa y ponerse el albornoz, y al poco de quitarse la camisa y la falda tuvo la extraña sensación de que alguien la miraba, pero no se fijó hasta que estuvo desnuda que se fijó en que, reflejado en un espejo de la habitación, se veía alguien al otro lado de la puerta mirándola cambiarse de ropa, pero cuando se giró para ver quien era, ya no había nadie. Pensando que había visto más se desnudó del todo y luego se puso el albornoz encima, notando que alguien volvía a mirarla. Antes de atar el nudo del albornoz y de tapar su desnudez miró hacia él espejo, donde los ojos volvían a estar mirándola muy fijamente, aprovechando el reflejo de éste para ver su cuerpo sin ropa. Al girarse, de nuevo la puerta estaba algo entornada, pero nadie al otro lado.
-Que chico-se dijo con ternura-. En fin, mejor no regañarle, tampoco se ha propasado.
Yendo a mirar su ropa interior para cambiarse, se encontró con que todo el cajón estaba removido. Alguien o algo lo había estado revolviendo. Ya era algo habitual cuando iba a mirar su cajón de ropa interior: por mucho que lo encontrara ordenado, siempre acababa revuelto como si hubiera pasado un ciclón. Planteándose que podría hacer su hijo con su ropa interior (no imaginaba otro culpable), recordó que ella misma, en su juventud, hizo lo propio con la ropa interior de su padre, especialmente la ropa usada, para descubrir el aroma del hombre, y pensando que quizá era eso lo que buscaba su hijo (el aroma de la mujer) decidió restarle importancia, aunque estaba dispuesta a abroncarle si llegaba un día y se encontraba su ropa totalmente pringada, pues era ya lo creía una mala conducta y una perversión que no quería que él tuviera. Saliendo de su habitación volvió a la sala de estar, donde estaba Pablito viendo la televisión.
-Cariño, ¿estabas tú mirando por mi puerta ahora?.
-No, he estado aquí todo el rato, ¿por qué?.
-No, por nada. No me gustaría saber que me espías.
-¿Y si así fuera que tiene de malo?. Eres muy hermosa y sería normal mirar una mujer guapa, ¿no-preguntó con actitud desenfadada-?.
-Gracias mi amor, pero no olvides que soy tu madre, no solo una mujer.
-Ya lo sé-sonrió-.
-Bueno, me voy a la ducha. No tardaré en salir.
Ale se fue a la ducha, cerró la puerta y se metió en ella. Dándole al agua caliente ésta le baño por completo. Quedó absorta en sus pensamientos bastante rato hasta que notó un leve crujido, pero pensando que eran imaginaciones suyas no le dio importancia. Al ir a coger el gel de una de las repisas y vi que la puerta del baño estaba entreabierta. Usando la táctica del espejo como había hecho antes unos ojillos parecían mirarla fijamente. Ale quedó confusa, sin saber que hacer, pero pensando que quizá podría hacerle delatar sus actos y poder regañarle sin cargos de conciencia decidió descorrer más las cortinas, de tal manera que su mirón podía ver perfectamente todo su cuerpo desnudo. A pesar del vaho de la ducha el espejo no estaba del todo empañado gracias a que el espejo del baño tenía un par de pequeñas lámparas que lo enfocaban y que evitaban que se empañase. El mirón, vio Ale, parecía estar mirando fijamente a sus pechos, y pensando que lo mejor era no hacer que sabía que la estaban mirando siguió con las cortinas descorridas (pero no mucho, para no ponérselo demasiado fácil) y empezó a acariciarse el cuerpo, primero la cintura, que acarició varias veces, y subiendo luego a sus pechos, los que acarició con especial mimo para que acabaran quedando bien duros, con los pezones enhiestos. Ale miró de reojo a su mirón, que hábilmente se mantenía en el secretismo, sin abrir más la puerta para poder verla mejor, conformándose con aquella postura incómoda. Ale pasó de tocarse los pechos a darse media vuelta para enjabonarse la espalda y el culo, el cual arqueó ligeramente para poder tocarlo mejor. Posteriormente, envalentada con la mirada encendida de su mirón, calor que ella sentía en los muslos de sus piernas, decidió que le daría un gran momento a él y se enjabonó y tocó un poco en su intimidad, la que abrió y lavó con especial esmero y cuidado. Entonces, con mucho disimulo, y dejándola de un pasmo de narices, el mirón cerró la puerta como si ya hubiera tenido suficiente.
-Pobrecito-sonrió-, no ha podido aguantarlo más.
Riéndose de ello terminó de ducharse y salió del cuarto de baño para volver a la sala de estar, donde su hijo seguía viendo la televisión, pero lo hacía con un gran cojín puesto en su regazo.
-¿¿Ha llamado alguien mientras estuve en la ducha??.
-No mamá, yo no escuché a nadie.
-Vale, voy a cambiarme, enseguida salgo.
Yendo a su cuarto para ponerse la ropa de recambio Ale, justo al acabar de ponerse la ropa interior (sujetador y braguitas de algodón, algo transparentes) y con una puntería que le hizo pensar que había sido adrede Pablito entró en su cuarto.
-Oye mamá, ¿qué vas a hacer de cena?.
-Pues tenía pensado preparar algo de pasta, ¿querías algo especial?.
-Esperaba poder comer albóndigas, que me gustan.
-Bueno, puedo preparártelas especialmente y echártelas en la pasta, ¿te parece?.
-Sí, gracias-la fue a abrazar a pesar de estar casi desnuda, pero ella no rehusó el abrazo y lo aceptó del mismo modo que aceptó el beso que éste le había dado en la boca-. Te quiero mucho mamá, eres la mejor mamá del mundo.
-Vale, ahora déjame, me gustaría poder vestirme.
-De acuerdo-se fue de allí-.
-Y la próxima vez procura llamar a la puerta o esperar a que salga, ¿que pasaría si al entras me encuentras totalmente desnuda-dijo con un falso sentimiento de reproche-?.
-Pues que me encontraría con la mujer más bella del mundo-sonrió tierno, y se fue de la habitación-.
Ale, azorada por la respuesta de su hijo, y sabiendo que la conversación con éste sobre la cena había sido solo una excusa de él para poder admirarla desnuda, se preguntó hasta qué punto su hijo se sentía atraído por ella, y hasta donde sería capaz de llegar. Aquello fue un pensamiento que no desapareció con facilidad de su mente.
Varios meses después, un día de mucho calor en que por vagancia decidieron quedarse en casa y darse un baño en la piscina en vez de en la playa Ale observó una escena que la dejó perpleja. Había ido a por el bañador a su habitación, que estaba en el segundo piso de una gran casa rodeaba por un amplio matorral de más de dos metros, con un jardín trasero donde cabría otra piscina de igual tamaño. Aprovechando un viaje de su padre a la oficina y creyendo que su madre estaba muy lejos, ésta vio por la ventana como sus hijos estaban en la piscina dándose un chapuzón. Todo era inocente hasta que, arrinconados en las escaleras de una de las esquinas, Pablito y Ericka se dieron un beso más largo de lo que cabría esperarse en dos hermanos. Asombrada por ello bajó con rapidez pero en lugar de ir a apartarles dando una voz, pensando en las posibles consecuencias si lo hacía, decidió salir de casa y espiarles desde el otro lado del matorral. Acercándose lo más que pudo podía verlos de espaldas. Ericka, sentada en los escalones, era besada por su hermano, de pie con el cuerpo metido en el agua hasta la cintura.
-Que lindo besas Pablito. Es muy rico.
-¡A mí también me gusta-exclamó sonriendo-!. Me gustas mucho.
-¡Ay no digas eso, que soy tu hermana!.
-También eres una mujer, y yo soy un hombre.
-Eso ya lo veo-miró hacia abajo-. ¿Me dejas verla?.
-¿¿Qué??.
-Quiero verla, quiero ver si es como la de papá.
-¿¿Has visto la de papá??.
-Sí, le vi con su vergota toda dura mientras mamá se la metía en la boca.
-¿Y eso no es asqueroso?.
-Ella parecía disfrutar mucho-se encogió de hombros-. Vamos Pablito, déjame ver si la tuya es más grande que la de papá.
Pablito deslizó su bañador hasta la mitad de sus muslos, dejando al aire su erección. Los ojos de Ericka miraban encandilados.
-Que bonita es-exclamó-. Uy, está caliente-la tocó por sorpresa-.
-¡Ericka, no toques!.
-¡Pero me gusta!, déjame tocarla un poco más-dijo con cara de cordero degollado-. Solo un poquito más.
-Vale, pero solo un poco.
Acariciándola con dos manos Ericka descubrió que la piel podía retirarse hasta atrás y dejar la puntita al descubierto. Un gemido involuntario de Pablito hizo que ella repitiera la maniobra, haciendo que éste gimiera mientras su hermana lo masturbaba. Apostada en una posición ventajosa detrás de ellos, Ale veía la cara de su hijo mientras Ericka se la meneaba, inconsciente del juego al que estaban jugando.
-Ay que rico hermana, que gustito da esto. Que diferente es a cuando lo hago yo.
-¿Qué es lo que tú haces?.
-Lo mismo que me haces tú ahora-respondió-. Hay veces que lo tengo tan duro que me duele y lo meneo para bajar la hinchazón.
-¡Pobrecito-se quejó-!, si quieres te puedo ayudar a bajar esa hinchazón, ¿quieres?.
-Vale-respondió con indiferencia, también inconsciente de aquel juego-.
-¿Me dejas probar?.
-¿Probar?, ¿y eso cómo se hace?.
-Como mamá con papá, ponerla en mi boca y chupar con los labios. Nunca he probado una, ¿me dejas, me dejas-decía emocionada con vocecita dulce-?.
-¡Pero eso debe ser asqueroso-protestó con mueca de asco-!.
-Papá disfrutaba mucho-respondió-. Quizá sea algo divertido-sonrió-.
-Vale.
Escurriéndose en los escalones para llegar a la altura deseada, Ericka primero probó a darle unas lametadas, insegura del sabor. Luego abrió la boca imitando a su madre y se tragó el miembro de su hermano, usando los labios para chupetearlo mientras lo metía y sacaba de la boca.
-Pues sí que da gusto es raro pero me gusta mmm sigue Ericka, sigue chupándome.
-La tienes rica, no sabe mal. ¿Lo hago bien?.
-Sí, muy bien hermanita
Los ojos de Ale veían a su hija tragarse la polla de su hermano y aunque quería pararlos algo dentro de ella la hizo excitarse y llevarse una mano a su entrepierna, acariciándose la vulva. Se encontró con que ésta estaba totalmente humedecida y ardiendo. Su mano encontró su clítoris y lo acarició con rapidez sin dejar de perder detalle de cómo Pablito recibía la primera felación de su vida.
-Que rico Ericka que chupona eres, me tienes ardiendo ay que calor, creo que voy a estallar ¡Ay para que me vengo!, ¡para!.
-No puedo, me gusta mucho .¿tú también echas esa lechita como papá?.
-¿Papá echa eso?.
-¡Uy, si supieras, a mamá la dejó pringada en la cara-se la meneaba mientras hablaba con él-!, y no veas como ella lo tragaba, debía ser muy sabroso.
-¿En serio?, pues tendré que probar a ver si es verdad.
-Déjame probar a mí primero, tú puedes hacerlo cuando quieras.
-Vale así sigue sigue que boquita tienes, es muy caliente
Ale escuchaba atónita la conversación mientras seguía haciéndose el amor ella misma, masturbándose irremediablemente con sus hijos al lado jugando sin saber al sexo. Ya rendida al gusto y teniendo que callarse para no escandalizarlos ni traumatizarlos Ale se entregó a su propio placer y se sacó sus pechos de la ropa para acariciarlos. Medio desnuda en aquel prado descampado sin casa ni gente Ale se satisfacía oyendo los gritos de placer de su hijo, que al final eyaculó en la cara de su hermana.
-¡Que caliente está-se quejó-!, ¡que amargo!. ¿Cómo a mamá le puede gustar esto?.
-No lo sé ¿puedo yo verte?. Jamás he visto una mujer desnuda.
-¿Te gustaría verme?.
-Sí, eres muy hermosa, anda déjame-la acarició- yo te he dejado verme
Subiendo el top de su bikini, Ericka mostró a su hermano sus pechos, bien firmes y de pezón duro y de un color suave, casi rosado. Luego hizo lo propio con la parte de abajo y le dejó ver su rajita húmeda, con apenas una mata de pelo muy poco poblada.
-Eres hermosísima Ericka, me gustas muchísimo. ¿Sabes? desnuda eres más bella que mamá, me gustas más que ella incluso.
-¿Y cuanto viste tú a mamá desnuda?.
-Es que la espío cuando se cambia de ropa o cuando se ducha. No sé si está bien pero no puedo evitarlo, la veo tan guapa .y me gusta su cuerpo-Ale, oyendo los halagos que dedicaba su hijo, se masturbaba más frenéticamente aún, tanto que parecía tener un enorme vibrador de acero muy dentro suyo. Los dedos la trabajaban con fruición-. Sobretodo me gusta ver su cosita, aunque no sé porqué, no dejo de mirarla como a ti ahora-decía sin apartar los ojos de la entrepierna de Ericka-. Me gusta verla. Quiero tocarte en tu cosita, ¿me dejas?.
-¿¿En mi cosa??.
-Me has hecho disfrutar mucho y quiero devolverte el favor. Déjame que te toque, no seré brusco contigo.
-Ya lo sé-respondió ella-. Vale, tócame, pero sé dulce, ¿vale?.
-Vale.
Con mano vacilante Pablito fue a tocar los pechos de su hermana. Tímidamente ambas manos se posaron sobre sus senos firmes, notando su tacto blando y dúctil.
-Tienes unas tetitas muy bonitas. Me da gusto tocarlas.
-Y a mí que las toques. Tócame cuanto quieras, yo confío en ti.
Ale seguía imparable rumbo al orgasmo. Le daba igual todo, aunque alguien pudiera encontrarla semi desnuda tendida en la hierba frotándose su intimidad. La escena había despertado su morbo más salvaje y de una mano pasó a masturbarse con las dos, usando sus dedos para penetrarse con fruición y empaparse los dedos con sus propios jugos, que tragaba con glotonería y pasaba por encima de sus pezones para ponerlos húmedos con sus fluidos vaginales. Con una mano bajando por su vientre y la otra que bajaba por la espalda y el culo (que se acariciaba a veces, pues le encantaban todas las caricias que su marido le daba en él), ambas se encontraban en el mismo sitio: su vulva palpitante y ardiente.
-¿Puedo besártelas-escuchó a Pablito-?.
-¿Eso se puede hacer?.
-Lo vi en una peli una vez. La trajo un amigo y la vimos todos. A la chica le encantaba cuando el chico le besaba sus senos.
-Ah, entonces sí, vale. Bésamelos.
Pablito acercó la cara y besó los pezones de Ericka. Ésta suspiró traicioneramente, delatando su excitación. Él la besó unas cuantas veces más.
-Ay que calor tengo-dijo ella- estoy muy sofocada me arde ahí abajo tengo mucho calor ahí Pablito muchísimo
-¿De verdad?, voy a intentar aliviarte
Antes de que Ericka pudiera reaccionar Pablito había bajo su cabeza y le tenía puesta entre sus piernas, con una mano tocándola en su rajita más húmeda que nunca.
-¿Te vale así?, ¿te sientes más fresca?.
-Ay noooooo tengo más calor-suspiró- me arde, me ardeeeeeeee
-Espera, a ver si así puedo.
Cambiando la mano por la boca Pablito lamió el sexo de su hermana con avidez para intentar refrescarla.
-Aaaaahh Pablito aaah que me abraso siento que me va a estallar
-¿No te sientes más fresca?.
-¡No, estoy ardiendo, ardiendo!...¡Estoy que ardo pero sigue por favor, sigueeeeee!.
Pablito estuvo lamiéndola sin parar tal y como ella había pedido. Ale, al lado, estaba a punto de dar un grito debido a lo que estaba gozando. Apretando los labios para evitar gritar estaba tan caliente que podría fundir una barra de hierro de ponérsela cerca. Todo su cuerpo convulsionaba y se retorcía. Sus pezones estaban tan duros que le dolía. Su clítoris estaba dilatado y sus labios encharcados de jugos.
-Sigue Pablito sigue .se siente riquísimo, es maravilloso hermanito, me gusta mucho esto que gustito me da tu lengua que rico, que ricoooooo
Al tiempo que Ericka llegaba su primer orgasmo su madre hizo exactamente lo mismo, haciendo un amago de gritar abriendo la boca de par en par pero incapaz de dar el grito que tanto deseaba poder hacer. Ericka, tendida desnuda en el borde de la piscina, miraba a su hermano complacida.
-He sentido muy rico, me ha gustado mucho otro día podríamos hacerlo, ¿te parece?.
-Sí, a mí también me ha gustado. Te quiero.
-¡Ya estoy aquí familia-se oyó de lejos-!.
La llegada de Carlos hizo que tanto Ericka como Pablito se vistieran con rapidez y se fueran al agua a chapotear entre ellos. Ale, volviendo a vestirse, logró ponerse en pie y entrar en la casa, yendo a ver su marido recién llegado.
-Hola mi amor .¿te pasa algo?.
-Tenemos que hablar-dijo ella-.
Ale puso al corriente de todo lo que había pasado, recordando la conversación que tanto Ericka como Pablito habían mantenido.
-¿Y dices que Pablito te estaba mirando desnuda mientras te duchabas?.
-Sí, estaba al otro lado de la puerta, y por lo que me dijo también me vigila cuando voy a cambiarme de ropa. Ya te dije que entró y me pilló en ropa interior. Un poco más y me pille totalmente desnuda. Creo que mi hijo me desea pero de verdad, y lo mismo le pasa a Ericka contigo. Siente mucho deseo por su padre, incluso nos observó una vez que estuvimos haciendo el amor.
-Así que fue ella-se asombró-. Yo pensaba que era Pablito el que nos había visto.
-¿¿Lo sabías-se sorprendió-??.
-Había visto a alguien en la puerta mirándonos, pero no sabía quien era, y no quería decir nada para no provocar un incidente, pero viendo lo ocurrido. ¿Y tú no hiciste por detenerlos?.
-No supe como-se excusó- no quería traumatizarlos.
-Ya, yo tampoco, pero está claro que debemos hacer algo. Están en plena revolución de hormonas y en esta situación podrían cometer una locura.
-Pareces preocupado-observó ella detenidamente-.
-Lo estoy. La adolescencia es una etapa peligrosa y podrían cometer un error que luego no podría tener marcha atrás. Más que preocuparme lo que han hecho entre ellos lo que me preocupa es que lo hagan con cualquier otro.
-¿No te preocupa que tengan sexo entre ellos-se sorprendió-?.
-Dudo mucho que lleguen a tenerlo, y además Ericka aún no he tenido el periodo, creo, así que no la podrá dejar embarazada. Pensándolo bien, sí me preocupa, pero repito lo que dije antes: me aterra más que busquen jugar a eso con cualquier otro de fuera. Si no se pueden controlar, y por lo que veo no, podrían buscar al primero que pase y por el que sientan un mínimo de cariño.
-¿Tú crees?.
-Claro. Ya me has demostrado que están muy inocentes en el sexo, y todavía faltan un par de años para que sepan del todo a que están jugando. Además, ahora empezarán a salir, a tener amigos, a buscar eso en otra parte y siendo tan inocentes podrían tener una malísima experiencia. No quiero ver a Pablito traumatizado por una cualquiera que le usa y le luego le desprecia, podría tener secuelas de por vida.
-Te entiendo, lo mismo le podría pasar a Ericka con un chico que solo la quiera para el sexo y luego la abandone a su suerte. ¿Qué hacemos, Carlos?, ¿Qué podemos hacer con los niños?.
Carlos pensó detenidamente en una idea que, aunque descabellada, era lo mejor que se podía hacer dada la situación.
-¿Y si? bueno, ¿y si los educamos nosotros?.
-¿Nosotros?, ¿tú y yo?.
-¿Ves alguien más por aquí-bromeó-?. Sí Ale, tú y yo. Educarlos en la teoría y también en la práctica. Prefiero mil veces que Pablito tenga el amor y cuidado de su madre a que una sola vez lo tenga una extraña que no lo sepa tratar o lo dañe, y lo mismo digo con Ericka. No quiero que nadie les lastime. Los amo demasiado.
-Yo también los quiero mucho-dijo con preocupación sincera-.
Carlos y Ale se abrazaron, preocupados por el bienestar de sus hijos. En un repleto de relaciones amorales, de sexo sin amor y una total ausencia de responsabilidad, el temor por un posible trauma era más que una probabilidad lejana algo tan real como el propio aire que respiraban.
-¿Y como haremos?.
-Deja eso de mi cuenta.
A lo largo de los tres siguientes meses Carlos fue hablando con ellos poco a poco, sin avasallarlos. Conversaciones esporádicas sobre chicas, chicos, amor y sexo para tantear el terreno y saber hasta donde habían llegado. Se quedaron muy sorprendidos por ver la gran ingenuidad que poseían, pese a saber hacer algunas cosas. Esperando el momento idóneo para enseñarles no solo la teoría si no también la práctica, Carlos se decidió por un domingo muy caluroso en que decidieron darse un chapuzón en la piscina. Aislados los cuatro y sin visitas cerca él y Ale se acercaron a sus hijos.
-Mirad niños, mamá y yo queremos enseñaros lo que el sexo. Creemos que estáis en la edad apropiada, y no queremos que el mundo entero os coja desprevenidos y os lastime por no saber lo que es esto.
-Pero nosotros ya lo sabemos papá-protestó Ericka-.
-No cariño, en verdad no sabéis como es y no queremos que sigáis así, así que yo voy a enseñarte lo que el sexo. ¿Vale?, tranquila, no te lastimaré, yo nunca te haría daño.
-Lo sé papá, confío en ti.
Atrayéndola hacia él Carlos desnudó a la pequeña y comenzó a acariciarla.
-Ven mi amor-dijo Ale a su hijo-, deja que mamá te enseñe a disfrutar de verdad. Mira como papá va a disfrutar a Ericka.
Mientras Ale desnudaba a Pablito y empezaba a masturbarlo poco a poco Carlos besaba a su pasión, enseñándole a usar la lengua para hacer el beso más profundo y apasionado. Ericka aprendía con notable rapidez, y abrazó a su padre para sentir su cuerpo grande y magnífico junto al suyo. Las manos de su padre se posaron en sus tersas nalgas y luego subieron para acariciar sus suaves pechos, que comenzaban a ponerse duros.
-Así que eras tú la mirona, ¿eh?.
-¿Cómo lo has sabido?.
-Pablito dijo no ser él y él no suele mentir. Además, mamá te escuchó hablar con él ya hace meses. No dijo nada porqué no sabía como hablar con vosotros.
-¡Me encantó papá!, ¡me mojé mucho, tanto que tuve que ir a mi cama y me toqué mi cosita hasta que sentí rico!. ¡Últimamente no hago otra cosa más que eso!.
-Pues ahora vas a descubrir algo mejor.
-¿Mejor?.
-Mucho mejor. Túmbate mi amor, te voy a enseñar lo que es comer una buena rajita.
Carlos puso su cara a la altura del sexo de Ericka, que ya estaba echando algunos jugos frutos de la pasión. Pegando la boca a ella, Carlos la instruyó en el arte del cunnilingus y enseñó todos los trucos: soplar echando un cálido aliento, penetrarla con la lengua, a posar los labios y sorber como un polo de fresa directamente de su vulva. A lo largo de varios minutos su padre devoró todo su sexo como si le fuera la vida en ello, bebiéndose con pasión desenfrenada sus jugos, y luego dándoselos a probar un largo beso en el que Ericka aprendió a besar con lengua apasionada y profundamente.
-Que raro sabe.
-Ese es tu sabor-le sonrió-. El que tienes ahí abajo. Ahora quiero que aprendas a tocar y chupar un falo.
Siguiendo las instrucciones de su padre Ericka primero engulló todo su miembro y tras sacarlo y meterlo varias veces, comenzó a jugar con la lengua para pasársela por encima de la puntita, que estaba roja y brillante. Usando sus manos lo masturbaba con lentitud y con mucho cariño. Cerca de allí Pablito disfrutaba de las caricias de su madre, la cual no dejaba de tocarlo ni un momento. Desnudos los dos, ella llevó su mano derecha y la puso entre sus piernas para que la acariciara.
-Tócame con delicadeza y no tengas prisa. Lo bueno se hace esperar. Ahora ve poco a poco tocándome mmmm eso es, sigue así lo estás haciendo muy bien Pablito mira a tu hermana como disfruta con la verga de tu padre
-Sí, le encanta. ¿Qué va a hacerle papá?.
-Ya lo verás ahora tócame el chochito sí, eso es tócamelo más, con gusto mmm que rico es que bien se siente
-¿Puedo besarte mamá-preguntó con infantil inocencia-?.
-Claro que sí. Tú también tienes que aprender a besarte con una mujer de verdad.
-Tú eres una mujer de verdad-la piropeó-. La más linda del mundo. Eres preciosa.
-Ay que rico mi amor gracias, se sonrojó-. Bien que lo puedes decir tras haberme visto desnuda meses atrás, ¿verdad?.
-¿Sabías que era yo?.
-Ericka no tiene inclinaciones lésbicas y a tu padre no le hace falta, además de que él estaba en su despacho ocupado y ella fuera de casa-sonrió divertida-. Solo quedas tú.
-Perdóname mamá, es que
Ale le puso el dedo en los labios y lo hizo callar.
-Nada de disculpas-prohibió-. Ahora ven a disfrutar del amor de tu querida madre.
Recibiéndolo con los brazos abiertos Pablito se echó sobre su madre, puestos los dos de tal modo que tenían la escena a su lado, madre e hijo comenzaron una intensa sesión de besos con lengua en tanto que las manso jugaban con el sexo del otro.
Entonces Carlos volvió al momento actual: Ericka estaba preparada, abierta de piernas y lista para recibir su primera verga en su interior. A su lado estaban Ale y Pablito que observaban la escena maravillados.
-Cariño, esto te va a doler.
-¿Mucho?.
-No, solo al principio.
Poco a poco y usando la mano como guía, Carlos fue entrando en su hija, descubriendo la maravillosa estrechez y calor de su vulva. Ésta, dolorida, se agarraba a él mientras lo besaba apasionadamente para acallar los gritos. Sus mejillas estaban hinchadas del calor que tenía, sus ojos abiertos de par en par sorprendida por verse penetrada.
-Aaaaaaaaaayy que doloooooor papá duele dueleeeeeeeeeee aaaaaaayyy
-Tranquila, lo peor ya pasó mira, ya la tienes dentro ahora deja que papá haga todo el trabajo. Tranquila cariño, ya verás como te deja de doler.
Echándose sobre ella Ericka temblaba de arriba abajo, y algo dentro de ella parecía que iba a estallar. Jamás había sentido aquella sensación en toda su vida. Era un calor mil veces más fuerte que la vez que Pablito la había besado entre sus piernas. Ahora era su padre quien la bombeaba en su interior, quien la penetraba con aquel músculo del amor que tanto calor le estaba produciendo.
-Papá que rico .aaay papá que bien es esto, me gusta no te pares papá
-Bésame Eriquita, bésame y goza conmigo, disfruta de esto
-Sí papito lindo, quiero gozar, hazme gozar-repuso con una alegría exultante al haber descubierto un mundo nuevo y desconocido-
Carlos la bombeaba cada vez más fuerte. Con su hija bien sujeta a él pudo penetrarla de modo más salvaje y rápido, metiéndosela y sacándosela cada vez más fuerte.
-¿Ya has tenido tu primera menstruación cariño?.
-No papi, aún no he tenido eso.
-¡Estupendo, entonces podré acabar dentro de ti!.
-¡Sí papa! acaba dentro de mí, quiero sentirte dentro de mí, que me goces cójeme toda, cójeme papáaaaaaaaaa
-Claro que sí mi niña te voy a cojer entera, te voy a hacer gozar
-¡Sí papá gózameeeeeeee!...
Acelerando el momento del clímax, Carlos penetró más rápidamente a su hija hasta que ambos gozaron al mismo tiempo y él acabo dentro de ella, tal y como Ericka quería. Su padre la penetró unas últimas veces descargando potentes chorros de su leche, cogiendo a su hija y llevándola contra su pecho. Ésta, agotada, besó a su padre con infinito amor.
-Te amo papá.
-Te amo mijita. ¿Ves que rico es el sexo?.
-¿Podremos hacerlo otra vez?.
-Y todas las que quieras pero ahora le toca a tu hermano. Mira: va a penetrar a mamá.
Girándose hacia ellos Ericka vio a Alex tal y como ella estaba, tendida en el suelo con Pablito subido encima suyo.
-Aquí mi amor, tienes que meter tu cosita por aquí y luego estar bombeándome, como papá hizo con Ericka.
-Sí, ya vi. ¿La quieres dentro ya mamá?.
-Sí, la quiero muy adentro. Quiero que no te vayas pronto, yo también quiero gozar.
Pablito obedeció y guió su miembro hasta la intimidad de su madre para luego ir poco a poco penetrándola hasta que al final la tuvo totalmente penetrada.
-Mmmm que bonita verga tienes, es un poco más pequeña que la de tu padre, pero es más ancha. Ahora tienes que hacerme el amor. Vamos cariño, hazme tuya. ¿No es ese tu gran deseo, no quería hace meses tenerme para ti solo?.
-Sí mamá, ¿papá te lo dijo?.
-Me hizo prometer que no te lo diría, no quería que te enfadaras.
-No estoy enfadado-sonrió-. Mmm da gustito mamá está muy rico
-Pues así sigue, lo vas haciendo bien.
A pesar de los torpes esfuerzos de ser la primera vez, Pablito fue haciéndole el amor a su madre con la suficiente habilidad como para que ambos disfrutaran de la experiencia. Mientras que Ericka estaba sentada encima de su padre de espaldas a éste dejando que éste la penetrara de nuevo en aquella posición en que estaban unidos pero podía verlo todo Carlos azuzaba a su hijo para que siguiera poseyendo a su madre y la hiciera gozar como él lo había hecho con su hija. Apoderándose de sus endurecidos senos Pablito se los chupó y lamió, escuchando los agradecidos gemidos de su madre. Luego se besó con ella mientras no dejaba de acometerla, intentando penetrarla todo lo que pudiera.
-Cariño más fuerte .más fuerte, vamos gózame mi amor, quiero acabar contigo
-Ay mamá que me voy a venir pronto estoy muy excitado
-No tan pronto cariño, aún no aguanta deja que lo goce contigo
-Vale mamá lo intentaré aaah que bien es esto me gusta mucho me gusta hacerte el amor mamá, me gusta más que imaginarlo cuando me masturbo
-¿Te masturbas pensando en que me haces el amor?.
-Muchísimas veces, y también que lo hago con Ericka, pero sobretodo contigo. No dejo de soñar contigo, de verte desnuda, de desearte .te amo mamá, te quiero, te deseo
-Ámame mi amor, poséeme, hazme tuya, sométeme a tus deseos, a tus ilusiones, deja que cumpla todas tus fantasías .quiero ser toda para ti
-Ya lo eres mamá me gusta penetrarte-y Ale se rió-
-Pues penétrame, fornícame, fóllame mi amor. Fóllate a tu madre, hazle de todo. No te cortes y hazme lo que sea, yo me dejaré de ti. Así asíii mi amor, penétrameeee
-Ay mamá no puedo más, me voy a venir no puedo esperar
-¡No esperes más!, ¡córrete dentro de mí, no te preocupes no me embarazarás!. ¡Vamos cariño disfruta tu premio, goza de tu recompensa!, ¡acaba dentro de mí!, ¡vamossss!...
Segundos después Pablito ya no podía dar más de sí y gozó dentro de Ale, echándole toda su leche dentro hasta que quedó agotado encima de ella, abrazado a sus pechos y acariciándoles y besándolos. Ale acariciaba al mismo tiempo el pene casi fláccido de él.
-Te quiero Pablito.
-Te amo mamá.
-Que bueno, ya se han desvirgado-volvió a decir ésta-. Ahora os toca. También tenéis derecho a gozar. Ven Pablito, que vas a hacerle el amor a tu hermana.
-¿De veras-preguntó ésta totalmente maravillada, como una niña que fuera a realizar el sueño de su vida-?.
-Sí, de veras mi amor-contestó su padre-. ¿Listo, Pablito?.
-Sí papá, estoy listo.
Poniéndose encima de su hermana, ésta actuó ya por instinto de hembra y se abrió para que su hermano tuviera todas las facilidades del mundo. Éste apuntó hacia la cuevita de su hermana y la fue penetrando lenta y amorosamente. Ericka y Pablito se fundieron en un largo beso observados atentamente por sus padres, que ayudaban a sus hijos en todo momento. En tanto que Carlos acariciaba a su hija y la animaba Ale hacía lo propio con Pablito, entregado ya a disfrutar con Ericka.
-Me gustas hermanita, me gustas mucho .te quiero
-Yo también te quiero-dijo en un hilillo de voz- te amo mi hermano hazme el amor, es tan rico ay papi me encanta el sexo, me gusta mucho
-Ya lo veo-se rió- es bueno eso, así podrás tener una vida feliz y podrás complacer al chico que se enamore de ti
-Te quiero papi-volvió a besarse con él-
-¿Qué tal te hace el amor, mi reina-preguntó su madre-?, ¿te gusta lo que te hace, te lo hace bien?...
-Sí mamá, es riquísimo, no quiero que pare sigue amándome pablito, házmelo como a mamá hazme lo que le hiciste a mamá
-Claro que sí Eriquita Quiero que disfrutes conmigo aay que ardiente eres, me vas a quemar vivo
-No me dejes-lo abrazó con fuerza, tirando de él para que la penetrara más a fondo-
Pablito contesto con una especie de gruñido bajo que Ericka tradujo que antes morir a dejarla a medias. El calor y el roce de sus cuerpos tenía las mejillas de ella estaban tan rojas como un semáforo, y todo su cuerpo reaccionaba a aquella calentura de hembra.
-Me voy a venir otra vez voy a gozarlo Pablito ya voy a gozar
-¡Espérame Ericka, quiero gozar contigo, no me dejes atrás-exclamó apremiante-!.
-¡Pues corre o te perderás el tren-reía-!...¡ay que rico es esto, me gusta mucho, me gusta muchísimo!...¡vente Pablito vente, no puedo más venteeeee!..
-¡Ahora sí, ahoraaaaaaa!.
Cayendo pesadamente sobre su hermana Pablito llegó a su orgasmo al tiempo que ella, y refugiado en sus brazos llenó la carita de Ericka de besos y mimos mientras los dos se dejaban llevar por el momento. Carlos y Ale casi lloraban de felicidad.
-Que tierno, ya son amantes-dijo ésta última-.
-Sí mami, ya somos amantes. ¿Podremos hacerlo más veces?.
-Y dormir siempre juntos si queréis, así podréis hacerlo todas las noches.
-¡Sí-sonrió Ericka eufórica-!. ¿Te gustaría eso Pablito?.
-Mucho pero solo si dormimos desnudos y abrazados.
-Sí, me encantaría. ¿Y podríamos dormir desnudos con vosotros?.
-Claro que sí mi amor-contestó su padre-, cuando queráis, sólo tenéis que decirlo.
-Que bien, me gusta mucho la idea. Te quiero Ericka-la miró con ojos embelesados-.
-Y y yo a ti Pablito-se besaron con lengua, sorprendiendo a sus padres-.
-Bien, ahora tendremos que enseñaros los juegos amorosos, que hay muchos, y también las posturas del amor creo que tenemos mucho trabajo por delante Ale
-Sí, eso me parece pero ahora los nenes son más felices, ¿lo sois?.
-Sí mamá-contestó Pablito-. Soy muy feliz, gracias por esto. Es lo mejor de la vida.
-Así es-respondió ella-.
-¿Y tú, mi niña?, ¿tú eres feliz?.
-Sí papá, mucho. Me encanta hacer el amor, es tan rico. Me gusta que todos seamos una familia tan unida ¿Y a ti Pablito?.
-También me gusta mucho. Me encanta vivir en una familia tan unida ¿por qué eso es lo que somos, verdad mamá?.
-Sí-sonrió ella con ternura-. Somos una familia unida. La más unida del mundo