Una familia unida: amigos con derecho a roce

Alejandra descubre que su marido la amaba tanto que hasta era capaz de dejar que otros hombres también lo hicieran...

UNA FAMILIA UNIDA: AMIGOS CON DERECHO A ROCE

(Este relato está basado en hechos reales ocurridos hace algún tiempo

en algún punto de Suramérica. Los nombres de los protagonistas, por

supuesto, han sido cambiados para así preservar su verdadera identidad)

La vida de Ale había dado un giro radical cuando se casó con Carlos. Ya no era aquella jovencita díscola de antaño, si no una señora casada con un hombre con un gran futuro como abogado. Aunque seguía saliendo de discoteca, aunque siguiera con sus amigas y aunque hiciera como si aquello no hubiera cambiado su vida, lo cierto es que al paso de los años, y especialmente tras la llegada de Pablito, su hijo, Alejandra se vio de pronto como joven madre y esposa.

-No puedo creerlo-dijo cuando tuvo a su hijo en brazos, casi con lágrimas-. Soy madre.

-Sí mi amor-la besó su marido-. Eres madre. La mejor madre que existe. Mira que cosa más hermosa hemos hecho. ¿No es lo más bonito que has visto nunca?.

-Sí que lo es-contestó emocionada, llorando esta vez-.

Carlos enjuagó las lágrimas de su esposa con sus dedos, besando luego sus mejillas.

-No llores Ale, ni siquiera por algo tan bello-dijo con ternura-.

-Es que no puedo evitarlo…no hace tanto era una jovencita que solo pensaba en salir de discoteca, y ahora soy madre de un bebito-lo miró-. Casi soy una vieja.

-¡Ale, que no tienes ni 27 años!. ¿Cómo vas a verte vieja?. No lo eres, sigues siendo esa jovencita de la que me enamoré y a la que sigo amando.

-¿De veras-dijo en un hilillo de voz-?.

-Claro, y los demás te siguen viendo así. Y si no me crees, yo te lo demostraré.

-Te quiero-le sonrió-.

Carlos se esmeró día y noche para con su mujer, se volcó en ella completamente, y una de las primeras cosas que hizo por su esposa era comprarle faldas y minifaldas (más de las segundas que de las primeras) para que luciera piernas. Ale, que siempre había usado pantalón desde que tenía uso de memoria (descontando sus años de primaria, donde en su colegio era obligatorio que las niñas la llevaran), rehusó a lo primero llevarlas, pero el paso del tiempo y el amor por su marido la hizo ceder a sus peticiones, y pronto se la pudo ver luciendo un par de piernas tersas y bien formadas que despertaban la envidia de las amigas y las miradas de los amigos de la pareja.

-Nunca te había visto tan linda-le dijo Jorge, un íntimo amigo de su marido-. Carlos, al final me vas a dar envidia de tener una esposa así-se rió-. Tiene unas bonitas piernas.

-¿Es hermosa, verdad-dijo con orgullo, acariciándola por la rodilla-?. Es lo que yo digo como cuarenta veces en casa sin que me crea.

-¡Ale-se escandalizó-!. Haz caso a tu marido: te ves divina luciendo piernas.

-¿En serio-se sonrojó-?.

-Sabes que yo no te miento. Amigo, no deberías sacarle así, te la pueden quitar.

-¡Esta se queda conmigo, voto a bríos a quien intente arrebatármela-hizo amago como si fuera a batirse en un duelo a espadas, provocando la risa de los demás-!.

Aquella primera cena, que en verdad era la celebración del compromiso de dos amigos suyos, confirmó a Carlos los deseos que Ale despertaba en sus amigos, y a Ale le hizo ver que pese a ser esposa y madre aún seguía levantando pasiones, lo que le provocó un corrientaza de orgullo y un sentimiento de juventud renovada. Debido a ello desechó el ponerse pantalones y lució con más soltura las minifaldas que su marido compraba para ella tan amorosamente.

Todo hubiera quedado ahí para los dos, pero Carlos, enamorado de su esposa y deseoso de mostrarle al mundo la mujer con la que se había casado, no se detuvo ahí. En una de las visitas de uno de sus amigos, con Pablito recién nacido (y faltando poco menos del año para el nacimiento de Ericka), éste comenzó a llorar en brazos de su madre.

-Creo que quiere comer. Voy a ir al cuarto a darle el pecho-se disculpó ante su marido y sus amigos, haciendo ademán de levantarse-.

-No hace falta que te vayas-replicó éste con naturalidad-. Puedes dárselo aquí.

-¡Carlos-se escandalizó ésta-!. ¿Cómo voy a hacerlo aquí, delante de todos?.

-¿Y que tiene de malo-miró a los demás, que estaban alrededor de la mesa en la cual se había celebrado su aniversario de boda con una gran comilona-?. ¿Vosotros veis que sea algo malo?.

-Yo no-contestó Juan Manuel-. Malena no tenía complejos en darle el pecho delante de los demás, de hecho fui yo quien tuvo que superar sus prejuicios, ¿verdad-miró a ésta. Ella asintió con la cabeza-?.

-Tú tranquila Ale-sonrió Malena sin pudores-, no tienes de que avergonzarte. Además, es muy hermoso ver a una madre alimentando a su hijo.

Acorralada por varias bandas y sin ánimo para decirles que no ante tanta amabilidad al final accedió a la petición de su marido y desabrochándose la chaqueta sacó uno de sus pechos para amamantar a Pablito.

-¿No es lo más hermoso que habéis visto nunca-preguntó Carlos de golpe a los amigos, para sorpresa de Ale-?.

-Desde luego-contestó Jorge-. Sin duda alguna.

-Siempre es hermoso-volvió a decir Malena-. Tienes un niño precioso, creo que es más hermoso que nuestro Félix-dijo con algo de envidia-.

-Bueno, siempre podemos hacer otro para superarlo.

La broma de Juan Manuel hizo que todos se rieran con malicia, y que Ale se quitara la tensión del momento, y que en veces sucesivas hiciera lo mismo ya con mucha mayor naturalidad y soltura. Carlos a veces hasta besaba a Ale mientras le daba de alimentar a Pablito (lo mismo hizo cuando nació Ericka), abrazándola con cuidado y alardeando en frente de sus amigos de la linda familia que tenía. Ale no podía si no sentirse azorada y extrañamente excitada de mostrarse de una manera tan abierta ante la gente, en especial ante los amigos de Carlos, con los que era mucho más frecuente. Ale ignoraba si había alguna intención maliciosa en su marido para exhibirla, pero no le hizo falta preguntar, ya que el tiempo fue quien le dio la contestación: era un sí rotundo.

Pasada la época en que los niños ya no precisaban del amamantamiento de su madre y podían usar biberón, Carlos se encargó de mostrar su anatomía para demostrar que, tal como ella había sugerido una vez cuando Ericka dejó de usar biberón, su cuerpo ya no era el mismo de antes, y que tras dos embarazos había perdido su encanto. Siempre que había una cena de amigos la hacía vestirse con las minifaldas más cortas que tenía, con las que enseñaba no solo pierna si no que casi (énfasis especial en el "casi") enseñaba sus partes íntimas, por suerte bien tapadas por la ropa interior.

-Ale, cada día estás más bella. Estás mejor ahora que cuando te casaste-le había dicho Jorge una noche que se había mostrado especialmente cariñoso con ella sin que Carlos protestara en ningún momento-.

-Eso mismo le digo yo y no me cree. A ver si a ti te hace caso-rió Carlos-.

-Lo decís por halagarme-medio bromeó ella-.

-Lo decimos porqué es verdad-y de pronto Ale se asustó al sentirse explorada por los ojos de Jorge, explorada y devorada por ellos. Sentía que se la estaban comiendo con la mirada-. Eres una mujer muy linda.

-Ya lo creo que lo es-y entonces Carlos, que ya estaba acariciando las piernas de su esposa, subió un poco la falda para enseñar los muslos de su mujer y con total descaro y como quien no quería la cosa, posó su mano sobre la ropa interior de Ale. Ésta, cortada en seco por la osadía de su actitud, no supo reaccionar al tocamiento de su marido.

-Estoy totalmente de acuerdo contigo amigo. Ale, eres muy bonita.

Y aunque Jorge siguió hablando con Carlos de la forma más natural, era inevitable que los ojos se le fueran hacia aquella ropa íntima que se veía y que él acariciaba mientras hablaba, explorando a su esposa no ya como si fuera algo natural como si no se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Ale se quedó mordiéndose el labio inferior para callar así los gemidos que Carlos estaba provocándole. Fue así durante un par de minutos, al acabar ese tiempo volvió a tapar a su mujer e hizo como si nada ocurriera.

Como con todas las cosas que Carlos hacía, Ale fue adaptándose poco a poco a aquella situación. De forma metódica su marido la hacía acostumbrarse a los tocamientos, a la exhibición ante sus amigos. Ella se fue haciendo a exhibirse, acostumbrándose poco a poco gracias a Carlos hasta que ya lo tuvo como algo cotidiano. El proceso podía llevar meses enteros, quizá un año, pero él parecía no tener prisa, si no que disfrutaba de esa doctrina que estaba inculcando en su esposa. Ale protestó algunas veces por sus osados tocamientos delante de sus amigos, pero Carlos argumentaba que si se amaban de forma honesta y profunda no tenían que esconderse de nada ni tampoco avergonzarse, que él había visto a parejas muy enamoradas pero reacias a mostrarse así en público, conducta en la que él no deseaba caer. Acompañando sus razonamientos la besaba y acariciaba en la cara y el cuerpo, logrando así que ella cediera a sus deseos, cada vez más atrevidos, y de esa manera, andado el tiempo, Ale se fue acostumbrando a verse acariciada de forma íntima por su marido con sus amigos delante, los cuales no perdían detalle del cuerpo de ella. Ale sabía que ellos la deseaban, lo notaba en los bultos malamente disimulados que tenían en sus pantalones, y el saberse recorrida por aquellos ojos inquietos le provocaba cierto grado de excitación, pues se sentía como si volviera a tener 17 años y estuviera en una discoteca vistiendo aquellos vestidos tan escasos de tela, dejando al descubierto su vientre y sus piernas, yendo casi desnuda.

-Sí, es verdad-hablaba Carlos mientras le metía mano a Ale por encima de su tanga-. El partido fue increíble, hacía tiempo que no veía ese nivel-decía en una de aquellas largas e interminables charlas sobre fútbol que tanto las apasionaba y por las que Ale sentía la más grande de las indiferencias-. ¡Ah!, tengo un problema, ¿me ayudáis?.

-¿De qué se trata-preguntó Jorge-?.

Sin decir nada más, Carlos dejó de acariciar la entrepierna de su esposa y le desabrochó la camisa en un santiamén, tocando los senos de Ale y sacándolos de la prisión en la que estaban metidos, dejándolos al descubierto a la vista de los diez amigos que en aquella ocasión estaban en la casa.

-Ale se me ha quejado hace un par de días diciendo que el pecho se le ha deformado al tener que amamantar a Pablito y a Ericka, que ya no luce tan bonito como antes de que nos casáramos, ¿a vosotros qué es parece-preguntó mientras les daba leves caricias y un par de besos en cada uno de ellos-?.

-¡Ale-se sorprendió Juan Manuel-!, creo que deberías ir a revisarte la graduación de las gafas, porqué luces unos pechos muy bonitos-dijo sin pudores-.

-Desde luego, que hermosura, están lindos y firmes. Casi ni te hace falta que te pongas brassiere, aún se aguantan solos.

Ale escuchó los halagos de los demás mientras Carlos los acariciaba y besaba un poco diciéndoles que el sabor de sus pezones había mejorado incluso, que ahora le era mucho más rico degustarlos. Cerrando los ojos y haciendo un esfuerzo para no pensar en que le estaban comiendo sus senos con diez hombres mirando.

-Amigo que suerte tienes. No todas las mujeres se quedan tan lindas tras dos embarazos y de dar de mamar a dos hijos.

-¿Si, verdad-se enorgullecía-?. He tenido suerte, Ale sigue igual de rica que antes, no como otras que quedan feas y gordas-y la besó en los labios-.

Después unos minutos más de sobeteo Carlos le abotonó la camisa y tapó a Ale como si hubiera quedado satisfecho. Al menos esa vez, porqué desde aquella visita fue una regla establecida que le sacara los pechos o le separara las piernas para hacerle caricias cada vez más íntimas. Llegó un punto en el que ya no se conformó con acariciarla por encima de sus tangas y de sus mini bragas si no que las hacía un lado, dejando a sus amigos ver lo más íntimo y recóndito de su mujer, acariciándolo con sus dedos. Ale, debatiéndose entre la vergüenza y el placer, no sabía como reaccionar, y con las semanas y meses que siguieron fue dejando de sentir el pudor de ser exhibida para dejarse llevar por el juego de su esposo y permitir que le hiciera lo que quisiera, lo que al cabo de un tiempo derivó en verse a sí misma vestida pero con sus pechos y su vulva al descubierto con su marido al lado embarcado en la tarea de darle placer delante de sus amigos, quienes hacían ver aquello como lo más natural del mundo, hablando con Carlos como sí éste no estuviera haciendo nada íntimo ante ellos.

-¿Y entonces el caso está estancado?.

-Sí, pero es lo normal entre trabajadores, empresas y sindicatos, todos quieren su parte del pastel pero les cuesta compartirlo con los demás-decía mientras metía dos dedos por la pucha de Ale, que ya estaba bien mojada y lubricada-. No sé si mis habilidades como abogado me permitirán llegar a un acuerdo entre ellos.

-Esperemos que no haya ninguna huelga-decía Juan Manuel embobado viendo a Carlos masturbando a Ale delante de él y de los demás-.

Ella, ausente de la conversación, estaba esperando que Carlos dejara de tocarla, al igual que las otras veces, pero para su sorpresa en esta ocasión no se detuvo si no que siguió explorándola y saboreándola con los dedos y la boca.

-Carlos-decía en un hilillo de voz-…ay Carlos…por favor…por favor…¿qué haces?...

-Nada, solo calmarte un poco. Está nerviosa porqué en unos meses Ericka comenzará a ir a la guardería y le cuesta separarse de ella-comentó a los demás mientras los dedos se la trabajaban con prisa, entrando y saliendo con fuerza de su intimidad-.

-Ah claro, a mí me pasó lo mismo con Félix-respondió Juan Manuel-. Malena se quería morir de ver que tenía que dejar su niño a manos que no eran las suyas, pero vosotros ya lo vivisteis con Pablito, no debería preocuparte eso Ale.

-No es lo mismo que con Pablito-saltó Carlos-. Como Ericka es una niña

-Ah, claro-se sonrió éste al darse cuenta-. Es distinto cuando se tratas de las hijas, se les tiene mayor miedo a que les pase algo.

-Carlos…Carlos-jadeaba Ale, relamiéndose-…aah…aaah

Incapaz ya de hablar coherentemente, Ale no fue capaz de detener lo que Carlos había empezado y dejó que éste llegara al final, arrancándola un fuerte orgasmo que hizo las delicias de los que estaban allí para verlo. Apoyándose en el hombro de su marido Ale recuperaba el aliento mientras los demás sonreían a Carlos y le felicitaban por el buen espectáculo que les había dado.

La etapa que siguió a ese primer orgasmo público fue igual de lenta y paulatina que las demás, y comenzó con que ya no estaban Carlos y Ale sentados uno junto a otro y los demás mirando alrededor, si no que los amigos, que empezaron a venir en cantidades un poco más pequeñas con el paso de los siguientes meses, se sentaban al lado de Ale para acariciarla mientras Carlos, cambiando su posición con ellos, se conformaba con ejercer de mirón (al igual que los demás habían hecho). Las caricias empezaron siendo un tanto tímidas, con manos un poco temblorosas acariciando los muslos de sus piernas.

-Sí que están bonitas-decía Jorge-. De hecho están más lindas de lo que me imaginaba.

-Gracias, ¿crees que están conservadas?.

-Ya lo creo que sí, muy lindas-y en su voz se notó que estaba azorado por poder tocar al fin a la mujer que llevaba años observando en todo su esplendor, a la que su marido no tenía pudores en exhibir delante suyo-. Eres una mujer muy linda…¿la puedo besar-giró la cabeza para preguntar a Carlos-?.

-¿Me vas a besar a mí-preguntó éste riendo-?. Pregúntale a ella, es a la que quieres dar un beso-señaló-.

-¿Puedo besarte Ale?, un beso suave, sin lengua. Quiero probar la miel de tus labios.

-Sí, sí puedes. Bésame.

Aquel beso la quemó y excitó por dentro. Jorge había cumplido su palabra y no usó la lengua, pero no le hacía falta. La excitación de Ale era tremenda porqué desde su boda no había sido tocada ni explorada por otro hombre. Cuando era adolescente, al igual que las otras chicas, había tenido novios, amantes de un solo polvo en una rápida excitación, algún rollo de una noche, y algún amigo con el que había tenido más de un roce, pero al casarse había cambiado de vida, y siempre había permanecido fiel a su esposo. Ahora, él la entregada voluntariamente, la ofrecía a sus amigos para que la hicieran disfrutar del mismo modo en que él lo llevaba haciendo desde hacía años.

-Es incluso mejor de lo que pensaba-se sonrió-.

Ale podía casi sentir en su cuerpo el miembro de Jorge, que estaba luchando por salir del encierro de sus pantalones, pero éste se contuvo y no le dejó libertad para cumplir lo que deseaba hacer, conformándose con acariciarla por todo su cuerpo junto a Simón, al otro lado de Ale, compartiéndola con Jorge como buenos amigos. Carlos, desde su lugar de mirón, comprendía ahora lo que éstos habían sentido cada vez que él les enseñaba la estupenda anatomía de Ale, exhibiéndola para luego jugar con ella como un niño con un juguete recién comprado. Aquello se volvió una rutina, y fue de lo más frecuente que en las visitas (casi siempre de dos personas como mucho) Ale terminara del todo desnuda, con sus piernas puestas a ambos lados sobre el regazo de los dos amigos, con ambos en plan euforia hormonal, poseyéndola abiertamente con el consentimiento de Carlos.

-¿No le vais a sacar ningún orgasmo?, creo que la pobre lo está pidiendo a gritos.

-Entonces tendremos que dárselo-contestó Norberto, otra de las amistades de Carlos-. ¿Qué dices, Ramiro?.

-Digo que si ella quiere gozar, entonces la haremos gozar.

Y dicho y hecho. Ramiro se centró en besar sus pezones, por los que se volvía loco, y Ramiro se concentró en acariciarla a lo largo de su vulva palpitante mientras se besaba con ella usando la lengua con una maestría que ni Carlos tenía. Entre los dos, sin tener que esperar demasiado, la llevaron a un delicioso orgasmo que la dejó en órbita, con sus pezones totalmente erectos y su vulva chorreando, jugos de los que Norberto dio buena cuenta chupándolos y casi no dejando nada para Ramiro.

-¿Qué os parece?, ¿verdad que mi ale es una mujer increíble?.

-Es muy bella-contestó Norberto acariciándola en su vientre y llevando luego las manos a sus pechos para estimularlos más con suaves caricias, prolongando el gusto de Ale-.

-Algún día nos tienes que dejar gozarla como dios manda-y Ale, aunque debería haberse sorprendido, en el fondo no lo había hecho, pues sabía que ese era el paso final-.

-Eso ni se pregunta. Ya lo arreglaré-sonrió-.

En efecto, después más de medio año después de tocamientos y besos por parte de los amigos de su esposo, de vestirse con tacones altos y ligueros, con lencería fina para así dar una calurosa bienvenida a sus amigos, aprovechando un fin de semana que estaban solos (los niños, ya con 8 y 9 años, estaban de excursión), invitó a Jorge, soltero y ligón empedernido a casa él solo.

-¿Dónde está Ale-se preguntó al no verla por ninguna parte en cuanto Carlos le abrió la puerta de la casa-?.

-Te está esperando-señaló detrás de él-. ¿Todo bien?, ¿qué tal el trabajo?.

-Bien, lo bueno de los camareros de los bares de copas es que si eres bien parecido no te va a faltar trabajo, y menos si es un bar de marcha y conoces a todos lo que tienes que conocer-sonrió-. Además, hay unas nenas impresionantes, deberías ir a verlas.

-Te tomaré la palabra-se rió-.

-¿Dónde decías que estaba Ale-volvió a preguntar arrugando el ceño-?.

-Aquí, te llevaré a verla.

Siguiendo a Carlos hasta su dormitorio, Jorge se llevó la sorpresa de su vida: desnuda y tendida sobre la cama se encontró a Ale, mirándolo con ojos brillantes abiertos de par en par. Jorge miró a Carlos atónito.

-Siempre la has deseado más que Norberto, Simón, Juan Manuel y todos los demás, así que me ha parecido lo mejor que seas tú quien la posea el primero de todos.

Jorge, mirando un par de veces a Ale y luego a Carlos, no salía de su asombro. No era que no quisiera aquello, era que no esperaba que por fin llegara aquel ansiado día.

-¿No vas a decirme nada?, ¿te vas a quedar mirando a mi esposa sin más?.

-Gracias-contestó como un autómata, aún en shock-.

-Adelante, te está esperando, yo me quedaré aquí de mirón. Disfrútala amigo, y dale el placer que llevas tanto tiempo queriendo darle.

Carlos se sentó en un butacón confortable y cómodo desde donde podía verlo todo con total libertad. Jorge se echó en la cama y besó a Ale en la boca, buscando con avidez su lengua para juntarla con la suya. La tanda de besos duró bastante rato, lo suficiente para que Ale lo fuera desnudando hasta que por fin pudo admirar su cuerpo al natural. Quedó sorprendida al ver que no tenía vello en el pecho ni en el resto de su cuerpo más allá de un poco de pelo bien cuidado en su pubis. Los ojos de Ale quedaron impactados por el tremendo tamaño de la verga de Jorge: como 7 ú 8 centímetros más larga y un par más gruesa, aquello era un monstruo de un solo ojo.

-Por eso eres tan famoso donde trabajas. Las nenas se deben morir por tocártela.

-Las nenas son todas iguales: las tocas un poco y ya gozan todas, o van corriendo a su casita a masturbarse. Prefiero las maduritas como tú, que saben lo que hay que hacer, y no te cortes, tócamela cuanto quieras. La pobre lleva años esperando por ti.

Ale obedeció gustosa, pues llevaba casi diez años sin conocer el tacto de una verga que no fuera la de su marido. Caliente, dura como una barra de mármol, gruesa…Era toda una nueva experiencia que le devolvía a años ahora lejanos en el tiempo. Dominada por un nerviosismo más que evidente comenzó a masturbar a Jorge usando las dos manos al tiempo que miraba hacia la esquina del cuarto, donde su marido lo veía y la animaba a continuar. Jorge, que no perdía detalle, buscaba con desesperación tocar a Ale.

-No muerde, le puedes saborear si quieres-se rió-. Yo quiero degustarte a ti.

Llevándola donde él quería Jorge la puso sobre su propio cuerpo con su dilatada vulva enfrente de su cara. Tocándola con los labios y la lengua se introdujo dentro de ella en el momento en que Ale hacía lo propio con el tremendo garrote de Jorge, intentando de la mejor manera que podía llevársela a la boca. Los intentos por lograrlo hicieron que él se excitara más.

-Adelante Ale-le decía Carlos-. Trágate todo ese pedazo de carne, haz que Jorge guste de tus caricias y tus atenciones. Cómesela toda mi amor, que sepa la boquita que tienes.

El consentimiento de su marido en lo que estaban haciendo era para Ale un añadido de lo más liberador, pues la quitaba toda la culpabilidad por entregarse a otro hombre. ¿Por qué se iba a sentir mal por dejar que un amigo de su marido le hiciera el amor cuando el propio marido daba su consentimiento?. Consiguiendo al fin degustarla Ale tragó todo lo que pudo, pero aquel falo era realmente grande y grueso. Se preguntó si alguna mujer habría conseguido chuparla como es debido, pero dominada por la calentura apartó sus ideas y se concentró en gozar, simple y llanamente. A lo largo de varios minutos Ale se dedicó en cuerpo y alma a lamer, sentir, paladear y degustar aquella masa al rojo vivo.

-¡Basta, que me voy a venir y no quiero!. Tengo que hacerlo dentro de ti…pero me da miedo que te quedes embarazada.

-Por algo he elegido hoy amigo-le dijo Carlos-. Ale no está en días fértiles, no eres el único que ha pensado en eso-sonrió mientras se masturbaba viendo a su esposa con una gran poronga en su boca-.

-Ah bien…¡entonces voy a tirarte como dios manda!.

Poniendo a Ale tumbada en la cama, Jorge se puso encima y apuntó su miembro hacia la concha de ella, que la abrió con los dedos para facilitar la entrada.

-Mmmmmmm que ardor…aay que rico, al fin me meto por ti…no sabes las ganas que tenía de penetrarte, de fornicarte como una perra

-¡Pues fornícame-contestó-!. ¿Para eso has venido, no?, ¡pues adelante vaquero, monta a esta yegua salvaje.

Metiéndosela toda y apartando las sábanas para dejar que Carlos contemplase con total libertad como la cuca de su mujer se llenaba de polla, Jorge se puso a bombearla casi de inmediato. Eran estocadas no muy fuertes pero sí secas, directas, que en Ale causaron un efecto demoledor. Aquello no era un miembro viril, era un enorme taladro que se la estaba perforando con total impunidad. Comprobó que Jorge sabía como follar con una mujer, todo su cuerpo participaba: la besaba en los labios, se los mordisqueaba, tocaba sus muslos de las piernas, se los hizo pasar por su cintura para lograr una penetración un poco más profunda…Nunca se la habían follado de aquella manera, pese a que amantes de juventud había dado unos cuantos. Era reverdecer viejos laureles por todo lo alto, ¡¡y Jorge parecía una bestia en celo!!, ¡¡que forma de penetrarla, que manera tenía que darle verga en su vulva!!. Se notaba que llevaba años esperándolo, pues no solo martilleaba con fuerza si no que procuraba alargar aquel momento todo lo que pudiera. Ale estaba entre los nervios de esa primera infidelidad consentida y el placer de un polvo como no le echaban en años.

-Ay Ale lo que te voy a dar…vas a acabar pareciendo un muñeco de nieve, voy a darte toda mi leche…quiero venirme en tu cara, en tus pechos, dentro de ti…quiero llenarte de mi esperma

-Tranquilo, tienes toda la tarde por delante-le dijo Carlos cómplice-.

-Perfecto entonces…ay Ale que gusto me das…eres una auténtica maestra, nunca había conocido una que lo hiciera tan bien

-No exageres-le dijo entre jadeos-…seguro que alguna de tus chicas viciosas me gana a la hora de cojer

-¡Ya quisieran ellas saber la mitad de lo que tú sabes-le dijo orgulloso-!. Mmmmm que rico…vamos Ale, quiero que goces, quiero oír tu orgasmo, quiero sentirlo…dámelo ya, dame tu orgasmo, lo quiero

-Sí, te lo doy-decía fuera de sí-…tómalo, toma mi orgasmo, es tuyo…así fóllame más, más fuerte…ay Jorge dame más fuerte, más fuerteeee

Jorge usó toda la fuerza que tenía a su alcance y le propinó una serie de embatidas que se turnaban entre unas profundas y lentas y otras cortas y rápidas preparándola para el momento del clímax, que estaba al caer.

-¡Goza Ale, goza!, ¡córrete!, ¡grita!, ¡jadea!, ¡gime!, ¡disfrutaaaaaaaaa!...

Ale se retorció debajo de su nuevo amante y éste se aferró a ella, la abrazó con fuerza cuando por fin se dio por vencida al placer máximo y éste sobrevino en un orgasmo de lo más visceral e intenso. Notó como la leche de Jorge se descargó en ella hasta que se sació por completo, quedando unos minutos sin decirse nada. Carlos, que se masturbaba frenéticamente viéndolo, también gozó y eyaculó copiosamente, cogiendo un papel de cocina que había traído para limpiarlo. Acto seguido fue junto a Ale, que aún estaba en los brazos de Carlos, y le dio un largo beso.

-¿Has gozado Ale?, ¿te ha gustado?.

-Sí-asintió con la cabeza tomando aire y tragando saliva-…me ha gustado mucho

-Tenemos varias horas por delante, así que puede cojértela cuanto quieras, la tienes del todo para ti amigo-le dio una palmada en la espalda-.

-Oye Carlos…una pregunta.

-Dime.

-¿Ale tiene el culito virgen?.

Carlos hizo una leve negación con la cabeza. Jorge no se lo pensó dos veces y disfrutó del ano de Ale sodomizándola en la ducha, donde fueron para así dilatar su recto y que la penetración fuera poco dolorosa. Por iniciativa del propio Jorge, que lo suyo insistió hasta convencerlo, en los dos últimos actos sexuales Carlos solo no ejerció de mirón, si que no que fue participante, convirtiéndolo en un trío y a Ale en víctima de la fuerza de dos vergas que se colaban por sus agujeros con una facilidad pasmosa, dejándoles que gozaran de las dobles penetraciones a las que la sometieron y que intentaran sin éxito la doble penetración vaginal, que fue dejada para otra ocasión. Al acabar la tarde Ale lucía su rostro, su boca, su vientre y sus pechos con el semen de su marido y el amigo de éste, realizando así la fantasía de Jorge de verla de blanco.

-Siempre que quieras amigo-le dijo al marcharse-. Solo tienes que pedirlo.

-Y así lo haré. Hasta otra a los dos, ya nos veremos más.

No solo fue Jorge. En pocos años todos los amigos de Carlos sin excepción y sin reglas sobre edad, raza, condición social o status marital disfrutaron del cuerpo de Ale, a la que se le hizo tan natural tener sexo con ellos como respirar. Cada uno poseía sus propias manías y perversiones, y Ale las descubrió una detrás de otra: Norberto, Simón, Ramiro y muchos más pasaron por su cama, y siempre, después de terminar, era Carlos el que daba la sesión por concluida haciéndole el amor a su mujer una última vez (o dos si ella estaba agotada y actuaba como una muñeca hinchable, dejándose hacer sin decir nada ni oponer resistencia alguna, un estado de docilidad que a Carlos chiflaba sobremanera). El tiempo le hizo a Ale ganar una experiencia sexual enorme, lo mismo que su liberación y sus ideas sobre el sexo. Carlos, orgulloso de compartir lo más preciado para él con los que más apreciaba en la vida, se desvivía por dar todo el placer que pudiera a su esposa, quien a su vez apreciaba los esfuerzos de su marido por satisfacerla, pero culminado su sueño Carlos se propuso dar un paso más allá, y al cabo de un tiempo, se decidió por un giro en su rutina, una sorpresa que guardó para todo el mundo, especialmente para Juan Manuel, a quien tiempo después invitó junto a Ramiro. Éste había pedido tener a Ale al menos una vez para él solo, de manera que Juan Manuel tenía que esperar.

-Que bonito ver a Ale gozando, es algo de lo que nunca me cansaré.

-Yo tampoco-sonrió Carlos-. Me encanta verla en brazos de otros hombres, verla como disfruta de sus miembros y como la hacen gozar.

-Pues no pierdas detalle, pronto me verás a mí gozándola.

-Lo estoy deseando…pero tengo una sorpresa para ti.

-¿Una sorpresa?.

-Sí: ¡Ericka!.

Yendo a la sala de estar, donde su madre estaba sentada en el regazo de Ramiro con su culo bien penetrado Ericka llegó y fue junto a su padre, sentado al lado de Juan Manuel. Éste vio asombrado como padre e hija intercambiaban un profundo beso con lengua que casi le hizo ruborizarse a él de vergüenza.

-¿Lista cariño?.

-Sí, papá. ¿Con quien?.

-Él-señaló con la cabeza-.

-¿Yo-se señaló Juan Manuel estupefacto-?. ¿Quieres que le haga el amor a tu hija?.

-Claro. Jorge fue el primero en hacerlo con Ale, y yo sé que estás loco de amor por mi nena, así que es justo dártela a ti en primer lugar.

Sin pudor ninguno y con Ramiro mirando la escena, Carlos le quitó el pijama a Ericka para dejarla desnuda, tal y como los demás estaban ya. Ericka tocó la verga de su padre.

-¡Hoy no mi amor!. Otro día, ahora ve con él.

-¿Tocas a tu hija-preguntó confuso-?.

-No: amo a mi hija, y la amo de todas las formas posibles. Del mismo modo Pablito y su madre también se aman.

-¡Que bonito-exclamó sorprendiendo a todos-!. Es lo mismo que Félix y Malena la vez que les vi amándose, no sabía que alguien más pudiera hacerlo.

-¿Tu mujer también ama a su hijo-quedó Carlos atónito-?.

-Uy sí, desde hace algún tiempo, y se aman tan ricamente. Les encanta pasar las noches en la cama conmigo al lado, cojiendo todo el tiempo.

-¡Vaya, eso no lo sabía-se sonrió-!, pues ahora toma a mi hija. Ve con él Eriquita.

Caminando desnuda y hermosa Ericka se sentó de lateral en el regazo de Juan Manuel. Éste la acogió con ternura y la besó con cariño, posando sus manos en sus firmes y muy sensibles senos y bajando a su entrepierna.

-Que niña más hermosa. ¿Eres virgen, Eriquita?.

-¡Que va, papá me desvirgó hace seis meses-dijo con tierna inocencia-!.

-¿Y te gustó lo que te hizo?.

-¡Síiiiii-gritó eufórica con un hilillo de voz, relamiéndose al excitar con el dedo de Juan Manuel explorándola en su clítoris, haciendo como que intentaba colarse dentro de ella pero no haciéndolo, limitándose a rozarla a lo largo y ancho de ésta-!. Fue fantástico, él fue muy bueno conmigo, me hizo feliz…mmmmmm así, así me hizo sentir

-Que bueno, así da gusto tener hijas-sonrió-. Ojalá yo tuviera una nena como tú, pero mi mujer se negó, dijo que con Félix ya tenía suficiente.

-Bueno, ahora estoy yo.

Sentándola de espaldas a él, echada sobre su pecho, Juan Manuel besó con pasión a la nena, guiando sus manos por sus pechos y amasándolos antes de que bajar a su conchita para abrirla y sentir su calidez. Las manos de Ericka, juguetonas, buscaron la durez de Juan Manuel y lo masturbaron para excitarlo mucho más.

-Que linda nena, que bien besas mi niña…¿te gusta el sexo?.

-¡Mucho!, ¡es lo más rico del mundo, sobretodo cuando me lo hacen papá y Pablito-!.

-¡Ah pillina!, ¿tu hermanito también tiene sexo contigo?.

-Sí claro-contestó con soltura-, y me encanta cuando papá y Pablito se dedican a besar mis pezoncitos y a jugar con ellos…así, así me tocan-gimió al notar los dedos índices y pulgar de ambas manos de él retorcer y pellizcar los pezones de la nena-…que bien me siento…tócame más…tócame toda, me gusta…lo hace muy bien papá

-Me alegro cariño-sonrió Carlos-, pero tú también debes tocarlo.

Poniéndose de rodillas Ericka se metió la dura verga de Juan Manuel en la boca como una profesional. Éste, impactado por la experiencia de la boquita que lo chupaba, dejó que ella tomara el control.

-Ay que niña, como le gusta la verga…la tienes bien enseñada, ¿verdad?.

-Es una buena putita, hace todo lo que papá le dice-se dijo satisfecho-.

-Ya no recordaba la última vez que me habían chupado así. Malena nunca me lo hace

-¿Nunca-se sorprendió Ericka-?.

-A ella no le gusta el sexo oral-explicó-. No todas las chicas gozan de saborearla.

-¡Pues yo disfruto mucho-sonrió, y volvió a metérsela en la boca-!.

La mamada de Ericka puso a Juan Manuel totalmente excitado y tan duro que le acabó doliendo su propia erección. Ramiro, que casi estaba terminando con Ale, veía como la chica se dedicaba en cuerpo y alma a la tarea de disfrutar de aquella gran verga.

-Mira Ale, mira tu nena, mira que linda está con una tranca en la boca-le ordenaba-. Me encanta verla tragar, ¿también se traga semen?.

-Todo-gemía Ale, cerca del orgasmo-…se lo traga todo…casi todos los días…siempre le gusta sacarle la leche a su hermano

-Así que es una buena putita….que bien, es como su madre entonces: una loca del sexo.

El comentario hacía reír a Ale, pues sabía de la afición de Ramiro por los insultos y por decir esa clase de comentarios, a los que se había acostumbrado como un aliciente más que le añadía una gran dosis de morbo y amoralidad de vez en cuando gustaba de sentir.

-¿Me dejas chuparte cariño?, quiero disfrutar tu conchita preciosa.

Ericka se puso en pie y Juan Manuel acercó la cara a la entrepierna de ella, posando la lengua sobre su labio vaginal. Poniéndola de rodillas sobre el sofá y a una altura justa él pudo explorarla mejor, cosa que hizo entusiasmado. Ericka se acariciaba su culito y sus pezones mientras notaba la lengua de aquel hombre introduciéndose en lo más íntimo de su ser, dejando allí su lengua un largo rato y bebiéndose los jugos que empezaron a salir de su interior.

-Que cosita más rica…que suerte tienes amigo, puedes degustarla todos los días.

-¡Y las noches-contestó Carlos-!. No olvides las noches…ya he perdido la cuenta de las veces que mi nena se monta sobre mi verga y se cabalga sola

-Eso quiero verlo. Vamos Eriquita, vamos a montar.

Dándole la vuelta para tenerla de espalda a él, tal y como la tenía antes, Juan Manuel le abrió los labios vaginales con cariño a Ericka y le fue metiendo toda la verga dentro sin demora, dejando que su padre lo viese todo.

-Vamos mi nena, cabálgame a mí también.

Obedeciendo sin rechistar Ericka comenzó a rebotar con la tranca de aquel hombre en su interior, bien metida. Era un poco más larga que la de su padre, lo que le gustaba ya que así podía llegar un poco más hondo dentro de ella. Ramiro, que seguía bombeando a Ale, notaba como el orgasmo le sobrevenía al excitarse más aún viendo a Ericka mover sus caderas y su cuerpecito para cabalgar a su amigo.

-Amigo que bueno eres con nosotros, primero nos entregas a tu esposa para que nos la gocemos y ahora nos dejas a tu hija-le felicitó-. Y que hermosa, que lindos ojillos.

-¿Luce bonita cuando disfruta de un hombre, verdad?. Luego lo harás tú.

-Ahora voy a disfrutar….Ale no aguanto más, esto me mata…no puedo contenerme, el ver a tu hija me tiene loco…me vengo me vengoooooooo

Apurando los últimos estertores Ale exprimió el ariete de Ramiro y le ordeñó a base de bien, regándola por dentro con paroxísticos gritos de placer. Recuperado del orgasmo él no perdió detalle de la tremenda cabalgada que Ericka daba a Juan Manuel, cabalgada a la que se le veía venir un pronto final.

-Mmmmmmm que verga, me derrite toda papá…papá que rico me coje, me bueno es todo esto…me encanta papá

-Ya lo sé mi’jita, tú disfruta y aprende cuanto puedas. ¿Te gusta lo que te hace?.

-Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-contestó fruto del placer que la gran verga de Juan Manuel le daba en todo su cuerpo-

Jadeando y retorciéndose sobre la poronga que la estaba penetrando, Ericka estaba en la cima de placer. Después de su padre y de Pablito aquel era el primer hombre fuera del círculo familiar con el que tenía sexo. Aquel era un tema largamente discutido entre los dos, una petición que ella había hecho a su padre para descubrir el sexo exogámico más allá del endogámico que había conocido hasta la fecha. Carlos, muy atento para con su pequeña, le había prometido que algún día, cuando viese que era el momento idónea, la llevaría a explorar otros hombres, a descubrir un sexo diferente y nuevo y en resumen a evitar el ambiente viciado de gozar solo con su familia. Viéndola penetrada y gozosa su padre se sentía orgulloso y contento pues sabía que estaba cumpliendo sus deseos. Sabía que como siempre, la estaba haciendo feliz.

-Vamos Juan, dale duro a mi nena, mira como la tienes, está deseando que la goces

-¿Eso quieres Eriquita?, ¿quieres que te haga gozar?.

-Síiiiiiiiii-volvió a gemir en un largo jadeo-…quiero gozar, quiero sentir rico…dame el gustito, lo quiero todo…aah que bien, eso es…más fuerte, más fuerteeee

Juan Manuel posó las manos sobre los pechos de Ericka y los apretó con fuerza para así agarrarse mejor a su juvenil amante. Bien sujeto como estaba dio un ritmo mucho más salvaje y potente a sus embestidas, penetrándola con furia asesina.

-Aahh que cosita más rica, que gozada de nena…adoro a tu nena Carlos…de verdad es una buena putita

-¡Pues dale duro a esa puta-le siguió el juego-!.

Obedeciendo las órdenes de Carlos, Juan Manuel busco con desesperación el orgasmo. Penetró y penetró con tal fuerza que Ericka sintió por un momento que la iban a partir en dos, que la iban a desgarrar, a matar de placer. Los jadeos y gritos que daba fueron acallados por largos besos para así evitar que nadie que pasara cerca de la casa pudiera oírla pensando que la estaban maltratando, pero a él le gustaba tanto oírla gemir que la dejó gritar de placer cuando llegaron al orgasmo, y él se vino dentro de ella. Ericka dio varios alaridos de puro goce mientras sentía como Juan Manuel le daba toda su leche en su interior, que era muy caliente y excitante.

-Dios mío-jadeó-…ha sido el mejor sexo de mi vida…ni mi mujer me deja así

-Ya te dije que mi nena es toda una putita-sonrió Carlos-. ¿Verdad que sí-fue a besarla con lengua, felicitándola por el placer que había dado a su amigo-?.

-Claro que sí papá…soy tu putita bonita-se reía, recuperándose-

-¿Y me dejaría esta putita que me colara por su ano-suplicó-?.

-¿Papá-lo miró confuso-?.

-A mí no me mires, no es a mí a quien quiere taladrar-se desentendió-. Es tu culito mi reina, eres tú quien debe decidir-le dijo tratándola con madurez-.

-¿Alguna vez te lo han usado-lo acarició-?.

-Unas pocas veces, aún no le he cogido mucho el gusto

-Entonces yo te enseñaré. Déjame, princesa, ya verás como haré que te guste

-Vale-sonrió ilusionada-

Aunque no sabía si aquello lo había preparado o no, lo cierto es que el trabajo de meter su verga por aquel conducto fue algo más fácil de lo que él se había pensado. Sin dejar aquella postura con la que Juan Manuel disfrutaba tanto (Ericka sentada en su regazo de espaldas a él) éste cambió de orificio. Ramiro, al verlo, se volvió hacia Ale.

-Quiero hacerle el amor yo también. Quiero disfrutarla como Juan la disfrutó.

-¿Y que esperas?.

Levantándose y yendo junto a ambos, Ramiro y Ericka se miraron un poco. Ésta no le dijo nada, tan solo le invitó abriéndole los brazos de par en par. Éste, acomodándose de la mejor forma que podía, buscó la manera de penetrarla, y una vez logró una posición bastante cómoda, se introdujo en su concha dilatada y aún húmeda, metiéndose sin una mínima resistencia.

-Mmmmmmmmmmmmm que rico papá…aaaaayyyyyy que cosa, con Pablito nunca lo hicimos-protestó con vocecilla infantil-

-Pues la próxima vez lo haremos. ¿Ves, mi amor?, por eso es bueno que venga gente de fuera, nos enseñan cosas que no hicimos o no imaginamos

-Que linda eres mi amor-la besó Ramiro en los labios, buscando su lengua-…eres tan bella como tu madre-bajó a sus pezones, buscando lamerlos y acogerlos en sus dedos-. Estás muy caliente, me siento arder

-Dale bien mi amigo-le dijo Juan Manuel-…disfrútala a lo grande, que yo me lo estoy pasando genial…tiene un culito magnífico…cariño mío-la besó él también-, a partir de hoy me voy a ocupar de entrenarte este culito tan precioso…pienso enseñarte a gozarlo como dios manda-y Ericka notó un tono firme en la promesa

Ericka no podía contestar nada, tenía su cuerpo lleno de poronga. Una por delante, una por detrás, y solo le faltaba una tercera para que le degustara la boca. Mirando a Carlos y a Ale, éstos la veían embobados con ojos brillantes, felices por verla disfrutar del sexo que aquellos dos hombres se habían empeñado que conociera. Sentados ambos lo más cerca posible para no perderse detalle, Ale veía el cuerpo de su pequeña penetrado por partida doble, y por la cara de satisfacción que tenía sabía que lo estaba gozando tanto como la primera vez que le pasó a ella con Jorge y con Simón, un trío tan violento y tan amoral que tardó varios días en poner lucir cuerpo por la calle, hasta que los moratones se le habían quitado.

-Me gusta-decía Ericka con voz ahogada-…aaaaahh me gusta…es delicioso esto, no te pares-suplicaba a Juan Manuel-…aay algo ya gozo…sí que lo gozo, que gusto da tener la verga por el recto…me gustaaaaaaaaaaa

-Ya te lo dije mi amor-sonrió triunfante-…voy a gozarte toda, vas a aprender como se goza por el culo…uffff que culooooooo

Ramiro, que no dejaba de hacerle el amor, también le daba lo suyo a Ericka, que estaba en un éxtasis maravilloso, gozando con dos amigos a los que conocía de siempre y a los que siempre había procurado su mejor sonrisa. Ahora le devolvían el amor que siempre ella tuvo por ellos dos, y el ritmo con que lo hacían era lo mejor de todo: después de un ritmo común en que ambas vergas se clavaban todo lo hondo que podían, se alternaron y lo hacían a destiempos, así que cuando una entrada otra salía, no dejándole un instante para relajarse y recuperar el aliento. Juan Manuel se sorprendió de que algo tan gordo le entrara por algo tan chiquito, pero no se detuvo ni por un momento.

-Ya estoy a punto Ericka…¿tú también lo sientes, lo disfrutas tanto?.

-Sí, ya lo siento venir…voy a sentir rico…está cerca, muy cerca

-Vamos amigo-le dijo Juan Manuel a Ramiro-…ayúdame y goza con nosotros…date prisa y dale duro que ésta aguanta todo

-¡Pues vamos a darle de todo!.

De nuevo pillando un ritmo común, los dos la penetran a igual ritmo para llegar todos a la vez al clímax. Carlos y Ale se tocaban entre sí viendo a su hija a punto de tener uno de los mayores orgasmos de su vida, su cara lo decía todo, y sus gemidos hacían saber que estaba cerca del goce.

-¡Que rico-gritaba-!…¡goza mi culo!, ¡gózalo!...¡me da gusto que me penetren el culo, me chifla papá!, ¡ay papá que fantástico, quiero más, quiero más verga-decía casi como enloquecida por el placer-!...¡¡dame verga-exigió-!!, ¡quiero vergaaaaaaaaaaaa-!...

Las órdenes de Ericka se cumplieron y recibió verga en su interior hasta que no se pudo contener las ganas y dio un grito cuando le sobrevino el orgasmo. Juan Manuel, fuera de sí, se vacío de su semen dentro de las nalgas de la adolescente y Ramiro hizo lo propio en su vulva, quedando ésta casi regada en leche de hombre. Si salirse de ella los tres se derrumbaron en un abrazo común alrededor de la reina de la casa, que se prodigaba en besos y caricias tanto a su amante frontal como al posterior.

-Espero que los demás puedan disfrutar también de tu pequeña-le dijo Ramiro-, porqué es una verdadera diosa del sexo…es un encanto-le dio otro beso-

-Claro que sí, tantos como ella quiera, yo me encargaré de todo-contestó indiferente-. ¿Lo has pasado bien Ericka?.

-Ay papá estoy rota-sonreía-, me siento como si no hubiera dormido en semanas

-Ven aquí mi amor-y madre e hija, desnudas, se fundieron en un abrazo-

-Digo lo mismo que Ramiro-profirió Juan Manuel-. Tu hija es una joya, los chicos se la rifarán por tenerla.

-Puede, pero antes la tendréis vosotros, que para algo sois amigos de la familia.

-Una familia muy unida-ironizó Juan Manuel con sonrisa traviesa-

-Claro que sí-contestó Carlos-: la más unida del mundo