Una familia unida

En un viaje de negocios un ejecutivo se enamora de una bella travesti, llevándosela a su país. La presenta a su familia como su pareja, siendo muy bien acogida en el seno familiar.

UNA FAMILIA UNIDA

En un viaje de negocios un ejecutivo se enamora de una bella travesti, llevándosela a su país. La presenta a su familia como su pareja, siendo muy bien acogida en el seno familiar.

Mi nombre es Julissa, soy una travesti de 26 años. Trabajaba en un centro nocturno en el cual tenía un número como bailarina exótica y después alternaba con los clientes para hacerlos consumir, de lo cual yo ganaba un porcentaje nada despreciable. Así como imaginarán tengo un cuerpo del cual me preocupo mucho y que, al decir de los hombres, no está nada de despreciable. Mi rostro es muy femenino y en la calle nadie imaginaría que en realidad no soy mujer, aunque me siento como una de ellas. Esta situación la tengo totalmente asumida, desde el momento en que decidí vivir como mujer y comencé a hacer lo necesario para mejorar mi aspecto.

Una noche salí al escenario y lo vi por primera vez. Estaba en primera fila, pero sobresalía por sobre los demás. Era muy apuesto, alrededor de unos 30 años, bien vestido y muy varonil. Me llamó la atención desde el principio, nunca me había sucedido algo así. De pronto lo miraba fijamente y él hacía lo mismo. El brillo de sus ojos al contemplarme no dejaba dudas acerca de sus deseos ocultos. Eso me halagaba bastante y me daba como una cosita en mi interior. Hice algo que no era mi costumbre hacer. Mi número prácticamente se lo dediqué, disimulando por cierto, pero dándole pie para que pudiera imaginarse algunas cosas con respecto a mí.

Una vez terminado mi número, le dirigí una sonrisa provocativa y contorneándome lo mejor posible me dirigí al camarín. Allí me cambié y me preparé para alternar con los clientes. Una mini muy reducida que si me sentaba o me inclinaba un poco dejaba bastante a la vista, una tanguita negra, tipo hilo dental y un top ajustado. Me arreglé un poquito el cabello y salí a la jauría de hombres desesperados por sexo y que sin duda tratarían de obtener mis favores.

Pero ni bien salí sentí que alguien me tomaba del brazo y me decía: "Te invito a tomar un trago" – Me di vuelta y era él que me miraba fijamente a la vista. Sonrió y luego agregó: "Perdona lo brusco que te haya parecido, pero si no lo hacía así, corría el riesgo que se te acercara otra persona". Sonreí y le dije que no se preocupara. Que estaba bien. Escogimos un lugar que estaba bastante tranquilo y apartado del resto. Nos sentamos, pedimos los tragos, el mío en el fondo era pura gaseosa pero se cobraba carísimo, de otra manera ya habría estado alcohólica. –"Mi nombre es Jorge" – me dijo y me dio la mano. –"Mucho gusto"- repliqué. –"Yo me llamo Julissa". –"Muy bonito tu nombre" – contestó. –"No sé, pero lo encuentro muy sugestivo". Sonreí. De allí conversamos de una manera muy fluida y natural. Hacía tiempo que no conocía a alguien tan simpático e interesante como Jorge. Ya me daba susto de lo cara que le iba a salir la cuenta, gastando de la manera como lo estaba haciendo, sólo para evitar que me fuera de su lado. Al hacerle saber mi inquietud, me dijo que no me preocupara.

Como a eso de las dos de la madrugada me preguntó si quería ir a alguna parte menos ruidosa, donde pudiéramos conversar con más intimidad. Le dije que me agradaría mucho, pero que no podía salir antes de las seis, ya que ahí terminaba mi horario. Y que la única manera de poder hacerlo antes, era conversando con el administrador, el cual sin duda le cobraría una fuerte suma de dinero para que yo pudiera salir. El sonrió y me preguntó dónde lo podía encontrar. Le indiqué. Me dijo que no se demoraría y me dejó sola. Como a los cinco minutos volvió sonriendo y me dijo: -"Asunto arreglado. Podemos irnos". –No alcancé a decir nada. Me tomó de la mano y me sacó del local. Llegamos a su auto, un deportivo negro muy lujoso. Me abrió la puerta. Se subió y partimos. Yo estaba alelada. Todo había sucedido tan repentinamente. Este hombre no me dejaba respirar. Menos tomarse la molestia de decirme para dónde nos dirigíamos.

-"¿Jorge, se puede saber para dónde me llevas? – le pregunté. –"Es una sorpresa"- contestó. Yo no tenía claro si él, efectivamente sabía que yo no era una mujer verdadera y antes que las cosas fueran a pasar a mayores me pareció que debía aclarar muy bien el asunto a fin que esto no fuera terminar mal. Así que sin esperar mucho le dije: -"Jorge, no te apresures, creo que hay algo que debieras saber, yo no soy lo que tú te imaginas..." – No me dejó terminar la idea. Puso uno de sus dedos en mis labios para hacerme callar y me dijo: -"No me dirás nada que yo no sepa. Así que no te preocupes". Y de ahí no me dijo absolutamente nada más. En todo caso no me preocupaba, algo había que me inspiraba confianza. Así que me acomodé pensando intrigada cuál sería nuestro destino. Comenzamos a salir de la ciudad, tomando la carretera principal, después de casi una hora disminuyó la velocidad y se introdujo a un motel muy lujoso.

Hizo los arreglos y nos instalamos en una cabaña divina. Amplia, decorada con un gusto exquisito. Con un jacuzzi inmenso dentro de la habitación principal, y espejos por todos lados. –"Ponte cómoda" – me dijo. Tomó el citófono y ordenó unos tragos sin siquiera preguntarme. Se quitó la chaqueta, pude apreciar mejor su cuerpo varonil. Su aspecto era bastante atlético. Colocó una música suave, bajó las luces y me extendió la mano invitándome a bailar. Yo estaba atónita. Jamás un hombre había hecho tal cosa conmigo, más encima llevarme a un motel sin siquiera preguntarme. En todo caso la idea me subyugaba y algo dentro de mí me invitaba a dejarme llevar en esta loca aventura.

Me puse de pie y me acerqué. Extendió los brazos, me rodeó con ellos y me atrajo dulce, pero firmemente hacia él. Yo me dejé llevar como una dulce gatita. Era delicioso estar entre sus brazos, sentir su calor, su cuerpo duro y firme. Comenzó a apretarme de a poco yo ni tonta ni perezosa me apegué a su cuerpo, sentí esa dureza característica de los hombres cuando están excitados. Eso me dio mucho gusto, ya que no hay nada mejor para una mujer que sentirse deseada. Bailamos por un buen rato con nuestras bocas unidas. Nuestras lenguas se buscaban lentamente, reconociéndose entre sí, para luego enredarse y ser una sola. Luego rozábamos nuestros labios sintiendo la suavidad de su textura, y mordiéndolos suavemente en la semipenumbra que nos convertía en siluetas sensuales. Cuando terminó la música pasó sus brazos por mi cuello me miró fijamente y me dijo: -"Eres preciosa. Muy hermosa. Desde el primer segundo que te vi me cautivaste por completo.

Tu rostro, tus ojos se metieron en mi ser de una manera que no imaginas. Si no te tuviera aquí, creo que al volver a casa no hubiese podido pegar un ojo pensando en ti. Quiero hacerte el amor, pero descubriéndote de a poco. No eres hembra para un una sola noche, creo que ni toda una vida me alcanzaría para descubrirte completamente. Tal vez esta noche ni siquiera te penetre, pero será porque quiero descubrir ese mundo infinito y misterioso de tu cuerpo antes de hacerlo, ya que será el momento más feliz de mi vida: hacerte mía. ¿Aceptas? Qué podía decir ante una cosa así. Me sentía como una princesa en un cuento de hadas. Y solo pude asentir con la cabeza. La atmósfera, la compañía, la música me fueron invadiendo y de a poco sumiendo en ese mundo de sensualidad que me embriagaba. Me prometí que no sería una noche cualquiera, que haría hasta lo imposible por hacerla inolvidable y complacer a ese hombre maravilloso que me tenía entre sus brazos. El era más alto que yo, que le llegaba poco más arriba del hombro. Comencé a besarlo tiernamente, por la cara y luego paseaba mi lengua por su cuello y dentro de su oreja. El cerraba los ojos dejándose llevar por mis caricias. "Eres deliciosa, sigue así, mmmmm, sigue así mi amor". Yo envalentonada por la respuesta que iba recibiendo en mis incursiones, comencé a desabotonar su camisa. Muy lentamente, primero uno, luego el otro,y así iba descubriendo su pecho viril de a poco. Una vez que hubo terminado lo abracé por debajo da la camisa, recorriendo mis manos su espalda hacia arriba hasta llegar a los hombros.

Allí hice que se deslizara y cayera al suelo. Era una maravilla de macho. Su cuerpo atlético, bien formado, se notaba el trabajo muscular, totalmente lampiño, y exquisitamente bronceado. Seguro que acudía a algún solarium. Ver ese ejemplar maravilloso me obnubiló y el deseo se hizo más intenso en mí. Quería gozarlo, disfrutarlo plenamente. Comencé a recorrer su pecho con la palma de mis manos, era duro como una roca, sus pectorales maravillosos, y así lentamente iba reconociendo el terreno a través del tacto, al llegar a la cintura mis manos hicieron el camino a la inversa recorriendo su espalda mientras rozaba mi rostro en su pecho, y mi lengua iba dejando en él pequeños surcos de saliva que denunciaban su recorrido. Deseaba sentirlo de mil maneras distintas. Abría plenamente mis instintos más salvajes, mis deseos más ocultos, me subyugaba, me atraía y me sentía totalmente impotente ante esa fuerza viril. Él era muy sensible y sin que le dijera entendió mis deseos. Era yo quien quería complacerlo, era yo quien deseaba hacerle al amor, y así se abandonó a mis caprichos. Yo deseaba ser su puta, su geisha, tenerlo toda la noche para mí, entregándole placer sin cesar. Luego me ubiqué detrás de él, y comencé a besar su espalda, mientras que hacía sus brazos hacia atrás para tocarme. No entendía bien lo que me estaba sucediendo, pero este hombre, casi sin hacer nada me enloquecía totalmente. Me hacía sentir intensamente una hembra, y esa sensación era impagable. Presentía que de alguna manera este encuentro cambiaría de alguna manera mi vida.

Lo tomé de la mano mirándolo de la manera más provocativa que podía, que viera el brillo de mis ojos, el deseo dibujado en mi mirada, y lo llevé a la pared. Me apegué a su cuerpo y comencé a besar sus manos y a succionar sus dedos uno por uno. Se notaba que le agradaba lo que estaba haciendo. Su rostro como que se transfiguraba por el placer. No decíamos una sola palabra, además no era necesario, sobraban. Mis manos comenzaron a descender buscando su centro, el símbolo de su masculinidad, esa parte que nos enloquece, que es capaz de hacer maravillas con nosotras, esa varita mágica que nos lleva a mundos maravillosos del cual no quisiéramos salir jamás. Sentí su dureza fui muy feliz porque yo era la causante de aquel portento. Era quien lo tenía excitado, caliente, a quien deseaba. Presioné un poco más con la mano para sentirlo mejor e hice un gesto de sorpresa por su tamaño, el me miró, sonrió y me dijo : -"Es sólo para ti mi amor". En cada presión y caricia que le daba con mi mano, podía ver el efecto que le causaba en su rostro. Este hombre era mío, lo tenía en mis manos, Julissa lo haría feliz, tan feliz que lo condenaría a pensar en nadie más que en mí.

Luego le dí la espalda, el me abrazó por detrás tocándome las tetas. Pero lo hacía delicadamente, con ternura, adivinando su volumen a través del tacto y con la yemas de los dedos sintiendo mis pezones endurecerse a través de mi vestido. Mientras yo movía mi trasero, inclinada con las manos apoyadas en los muslos, estimulando su tranca, que podía sentir en mi trasero. Así lo tuve un buen rato, después por temor a que fuera a eyacular, me aparté de él. Dejé mis tetas al descubierto, bajándome el vestido en la parte superior, y comencé a rozar mis tetas en su pecho primero y luego por su espalda. Nuevamente lo di vuelta para que quedara frente a mi. Comencé a descender lentamente hasta quedar de rodillas frente a él, sumisa y ardiente apoyé mi rostro en su sexo, podía sentirlo, y me refregaba desesperadamente en su pantalón.

Cada vez me enardecía más, de vez en cuando, desde abajo lo miraba lo más calentonamente posible. Mis manos tomaron su cinturón y lo aflojé, luego siguió con la cremallera. El misterio se iba develando de a poco, estaba llegando a El Dorado. Con ambas manos tiré su pantalón hacia abajo, quedando solamente con su interior. lo que vi me dejó trastornada. Llevaba una zunga blanca que apenas tapaba su sexo, pero dejaba al descubierto parte de su vello pubiano. Su bulto se veía imponente. Se sostenía por unos delgados tirantes que rodeaban su cintura, atrás se unían para perderse misteriosamente entre sus glúteos. Sus pierna eran bien formadas, musculosas, con una sutil vellosidad. Piernas atléticas, fuertes. Se veía tan imponente, majestuoso, como un dios griego. Extasiaba mis sentidos, y a su vez me subyugaba más bajo ese poder extraño que ejercía sobre mí. Era un hombre al cual no se le podía negar ni el más mínimo capricho.

Fue superior a mí, no pude soportar el deseo de ver su miembro y así fue como tomé su zunga y la bajé rápidamente. Como un resorte saltó a mi vista la clave concreta de su virilidad. Su sexo estaba a punto, hervía por la presión que había en su interior. Era recto, aproximadamente unos 20 centímetros de músculos, venas nervios, sangre, piel, bellamente combinados para dar forma a esa belleza. Su cabeza era menor con respecto al cuerpo, vale decir se iba enanchando, eso me agradaba, ya que entonces la penetración que, más tarde o más temprano se tenía que realizar, sería muchísimo más placentera. Me quedé observándolo extasiada, palapitaba como si tuviera vida propia.

Su cabeza era un rojo oscuro muy intenso y brillante, estaba circuncidado. Su cuerpo grueso con cientos de venas que se desparramaban en todas direcciones, unas más grandes que otras, sus bolas eran morenas se notaban cargadas de semen que también sería mío, mis manos las acariciaron sintiendo si tibieza, luego su miembro lo hice hacia atrás, para lamerlas cómodamente, también las succionaba y refregaba mi rostro en ellas, a ratos me convertía en una verdadera yegua en celo, y eso exasperaba aún más a mi hombre, quien me pedía más y más. Luego comencé a deleitarme con su sexo, primero lo besé completo, su aroma su olor tan característico me enloquecía, me arrebataba los sentidos. Luego mis labios cedieron paso a mi lengua, que al igual que si estuviera tomando un helado así lo recorría por completo, recogiendo con ella de vez en cuando alguna gotita de lubricante que asomaba. Y finalmente mi boca se adueñó de ese monstruo, tuve que abrirla más de lo que esperaba, pero orgullosa ya que fui capaz de comerla entera. Podría haber estado horas mamando esa regia verga pero habían muchas otras cosas que también quería hacer.

Me incorporé, y con mi boca pasada a su sexo lo besé intensamente mientras él me tomaba del trasero y me atraía hacia su cuerpo. Estaba loco, hervía del deseo y la pasión. –"Eres espectacular, incomparable, nadie más que tú ha sabido calentarme de esta manera". – Ese era el mejor halago que me podían hacer.- Le contesté: -"Querías una hembra, y eso es lo que tienes: una hembra". Y volví a besarlo apasionadamente. Siempre le he dado una gran importancia a esta parte del juego amoroso. Creo que todo comienza y termina con el beso.

Si es bueno desde el principio todo marchará bien ya que es lo que en definitiva enciende la mecha de la pasión.. Me quité el vestido que a esta altura era como una faja que sólo me tapaba la cintura, y quedé solo con la tanga aleopardada, muy brevísima. Me la quité y se la regfregué en el rostro diciéndole: -"Huele, huele a tu hembra. ¿Te gusta?" - Jorge en ese momento también perdió la cabeza y se refregaba la tanga por todo el rostro. –"Sí, sí, sí, me gusta, quiero oler entero a ti" – me decía. Desnudos los dos nuestros miembros se topaban entre ellos. Si existe algo veraderamente sensual es justamente eso, dos miembros rozándose. Obviamente que el miembro de Jorge era considerablemente más grande que el mío y eso me agradaba, porque así me sentía mágicamente bajo su poder. Nos fuimos a la cama, Jorge se tendió boca arriba y yo rápidamente me senté a horcajadas sobre él, pasé mi mano por detrás y cogí su miembro, comencé a descender su miembro tocó mi esfínter, seguí, no entendía por qué aún no estaba lo suficientemente dilatada.

Estaba muy deseosa por ser penetrada, por tanto no entendía el por qué. Apreté los dientes fuertemente, cerré los ojos para concentrarme y me hundí con mayor fuerza. Sentí una puntada fuerte que sin querer me arrancó un gemido. Pero el objetivo se había logrado, su cabeza ya había penetrado. Jorge mientras seguía jugando con mis tetas y a veces me tomaba de las nalgas. Sentía como Jorge iba horadando mis entrañas, y el hecho de poder ir regulando la penetración me daba cierta ilusión de poder sobre él. Imaginaba como iba entrando en mi interior, como mis músculos se abrían para dar paso a ese magnífico extraño que osaba andar por un camino que no era para cualquiera. El placer era embriagador, increíble ¡lo que puede hacer un conjunto de músculos y sangre!. Era la llave al cielo, mi cuerpo parecía desintegrarse y miles de cometas danzaban a mi alrededor. Es el momento en que la voluntad se pierde, en que una es capaz de hacer cualquier cosa, estás totalmente entregada al otro y más indefensa no se puede estar. Comencé a subir y bajar lentamente para sentirlo mejor.

Me subía llegando hasta el borde, hasta la punta de su maravilloso miembro, dejándolo casi todo afuera, y comenzaba a jugar sólo con su glande. Veía a Jorge y su rostro evidenciaba que ese jueguito le agradaba. Luego me hundí completamente, hasta sus bolas. Jorge hizo un gesto de placer. Llevé mis manos a las cadera y comencé a realizar movimientos circulares combinados con las subidas y las bajadas. Era increíble. Jorge comenzó a masturbarme con su mano y eso duplicó el placer. Así estuvimos más de quince minutos. De pronto Jorge me dijo: -"Amor, quiero que acabemos juntos, así que avísame cuando lo vayas a hacer" – Su pedido me agradó de sobremanera. –"Bueno, mi cielo, como quieras" Me tranquilicé un poco para que Jorge me pudiera masturbar con más facilidad, pero sin embargo no lo dejaba tranquilo, ya que apretaba y aflojaba mi esfínter para seguir estimulándolo. Llegado un momento le grite: -"Ya mi amor!!!!!!!. Ahoraaaaaaaaaaaaaaaaaaa" - Fue algo salvaje, esta vez era Jorge quien comenzó a darme con una fiereza que desconocía, eso me llevó al séptimo cielo rápidamente, con la pasión del momento no sentía dolor, pero practicamente me estaba destrozando mi pobre culo. Hasta que inevitablemente llegó el tan ansiado momento.

El alarido nos salió al unísono, sentí su semen dentro de mí, cómo inundaba mis entrañas, y cómo mi semen caía sobre el vientre de Jorge. Estabamos mojados, perlados por el sudor debido al esfuerzo desplegado. Me quedé sentada sobre él unos momento más. Jorge vio mi semen desparramado sobre su vientre y con un dedo comenzó a reunirlo en un solo lugar. Luego comenzó a llevárselo a la boca. Me miraba y sonreía. –"Está exquisito me decía, mientras lo saboreaba golosamente". Una vez que había pasado el torbellino, una comienza a sentir los efectos de la tormenta. La verdad es que me había dado sin piedad, estaba como desencajada, que no tenía nada en mi lugar, pero no disminuía mi felicidad. ¡Todo lo contrario! Era muy pronto para decirlo, pero se estaba perfilando como lo mejorcito que me había sucedido en mi vida amorosa. pero habría que esperar un poco más. Ver la creatividad, los detalles, en fin todas esas cositas que hacen que el amor se vuelva interesante.

Me bajé de mi pedestal, su miembro ya estaba en su más mínima expresión. Parecía mentira que esa cosita pequeña me hubiera dejado en tal estado. Me recosté de lado, Jorge me abrazó por detrás. Y me daba besitos en la parte posterior del cuello. -¿Estás bien mi amor? " -Me preguntó. Me di vuelta para quedar frente suyo, lo miré fijamente a los ojos y le dije: -"Sí mi amor, plenamente satisfecha. Sólo estoy esperando que mis cosas vuelvan a su lugar, ya que casi me desarmaste"- Sonrió y me dio un beso en los labios. Nos abrazamos, enredamos nuestras piernas y nuestros sexos quedaron juntos. Comenzamos a conversar de nuestras cosas, a conocernos y a desnudar nuestras almas. Hacía mucho tiempo que no estaba con una mujer de verdad, me dijo, había descubierto que su inclinación eran los travestis. Según él teníamos lo mejor de dos mundos. Nos encontraba más dispuestas, más sensuales y apasionadas. Que su primera vez con una había sido algo inolvidable y desde ahí ya no pudo desligarse y tampoco quería hacerlo.

Decidimos ir un rato al jacuzzi, lo llenó con agua tibia, estaba exquisita, abundante espuma, se introdujo primero, luego me dio la mano para que entrara. La sensación que nos daba el rozar nuestro cuerpos dentro del agua, comenzó a despertar rápidamente nuestros instintos sexuales. Ya nos sentíamos listos para otro enfrentamiento. Jaime esta sentado con las piernas abiertas y yo sentada entre medio de espaldas a él. Podía sentir la dureza de su sexo. Me daba besos y acariciaba de una manera exquisita mis tetas. Yo me dejaba llevar por ese momento tan maravilloso y mágico. Sus manos me electrizaban, sabían dónde, cuándo y cómo tocar. –"Eres muy hermosa, Julissa, muy hermosa. Desde el primer instante en que te vi, me hipnotizaste, no existía nadie más que tú". – "Bueno a mí me sucedió algo parecido" – le dije – "De todo el público sólo tenía ojos para ti, bailaba para ti, me movía para ti. Y ya lo ves, me tienes para ti" – No dijo nada. Se incorporó y me dejó en su lugar pero dándole la espalda. El se hizo hacia atrás, el agua eliminaba el problema de la gravedad, me tomó las piernas, se agachó un poco de tal modo que mi agujerito quedaba frente a su rostro. Lo acercó y comenzó a acariciarlo con su lengua. Varias veces me habían hecho eso, pero Jorge marcaba la diferencia, lo hacía con una delicadeza y a la vez de manera tan efectiva. Sabía muy bien como arrancarme los gemidos de placer, cómo volverme loca. La punta de su lengua hacía las delicias acariciando los bordes de mi ano, que se contraía de placer y hacía desear más, mucho más. A la vez que hacía esto, tenía tomado mi miembro masturbándome de una manera increíble.

Luego de esos preliminares maravillosos, en los cuales yo no sabía en qué mundo estaba, sólo tenía mente para ver con qué me seguía Jorge sorprendiendo. Era como estar flotando entre nubes, una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo, proveniente de los dedos de los pies y hasta los de las manos para concentrarse con toda su fuerza en mi ano. Me estremecía, tiritaba, me quejaba, al parecer este hombre estaba dispuesto a matarme de placer. Luego con más fuerza comenzó a penetrarme con su lengua, su suavidad causaba verdaderos estragos en mi ser. Ya carecía de voluntad alguna, estaba presa de mis deseos, de mi calentura. No quedaría tranquila hasta llegar al orgasmo que deseaba como nunca antes lo había hecho. Aguantaba la respiración concentrándome al máximo, apretaba mis dientes, tiritaba más y más, y cuando ya iba a llegar... Jorge me lo impedía y tenía que volver a comenzar todo de nuevo. Estaba al borde del paroxismo. Le gritaba, le suplicaba que por favor me dejara ir, pero nada, como si fuera sordo. Estaba más que claro, me iría cuando mi amo y señor lo decidiera.

Eso le entregaba un aditamento especial, ya que al no depender de mí sólo lograba encender más mi pasión. Hasta tal punto que era capaz de humillarme, de rogar, llorar, gritar, prometer lo que fuera con tal que me dejara ir. Nunca jamás un hombre me había tratado de esta manera, era algo desconocido para mí, situación que me hacía desearlo más, por todas estas nuevas sensaciones que me estaba haciendo sentir. Sentía como mi esfínter palpitaba, se contraía y se relajaba como si tuviera vida propia, no era yo quien lo controlaba. Así me tuvo no sé cuánto tiempo, aunque un segundo así equivale a un siglo por su intensidad. Era una verdadera locura. Finalmente, el señor decidió que había llegado mi hora, redobló sus esfuerzos yo me sentía como impelida, empujada por una fuerza extraña , poderosa misteriosa, que me catapultaba , me sentía nada, y me subía y subía y subía, cada vez más, cada vez más intenso. Sólo veía luces, que danzaban a mi alrededor, mi cabeza a punto de estallar, casi no podía respirar, los jadeos eran más fuertes, casi gruñidos animales. Estertores de una hembra moribunda. Nada en mi cuerpo respondía a mí. Era y no era yo. Hasta que finalmente, bruscamente traspasé la barrera del sonido, un grito rasgó el aire como un rayo que rompió con la tranquilidad. Me agitaba como una poseída, era nacer, vivir, morir, todo al mismo tiempo. Exhalé el último aire que había en mis pulmones y quedé muerta. No tenía fuerzas para nada. Sólo estar ahí. Las venas de cuello me palpitaban, la cabeza la sentía inmensa, a veces el placer puede convertirse en sufrimiento por el cual daría mi vida para sentirlo una vez más. Por lo menos pasó una media hora y todavía no reaccionaba, aún tenía algunos espasmos. No sé qué me había hecho este hombre, pero lo que me pidiera estaba dispuesta a darle sin siquiera dudarlo. Me hubiera gustado devolverle la mano, pero me había dejado buena para nada. Me sentía incapaz siquiera de levantar un dedo. Así que salimos del jacuzzi, me sentía débil, mareada, como ebria. Amorosamente me cubrió con la toalla, me secó y nos fuimos a la cama. De allí no supe hasta el otro día.

Obviamente como será fácil deducir, iniciamos una relación. Por mi trabajo no nos veíamos con la frecuencia que deseábamos, pero nos ingeniábamos para al menos vernos una vez a la semana. Así que para aprovechar el tiempo, nos encerrábamos inmediatamente en un motel. Allí dábamos rienda suelta a toda nuestra enfermiza imaginación. Como todas las cosas buenas duran poco. Jorge me dijo que su trabajo estaba por concluir y que dentro de muy poco debería marcharse a su país. Me puse muy triste, ya que de verdad lo estaba comenzando a amar. Pero después su conversación tomó una dirección que no me la esperaba. Quería que me fuera con él. Que me convirtiera en su pareja. –"Eres muy hermosa" – me dijo. –"Así que nadie pensará que realmente no eres una mujer biológica". Al tiempo que sacaba un anillo y me dijo: -"Por favor, acéptalo como símbolo de nuestra unión"- Quedé desconcertada totalmente. Por una parte me daba miedo cambiar totalmente mi vida. Vivir en pareja no era lo mismo que unos encuentros semanales. No tener trabajo y depender totalmente de él. Por lo menos en un principio. Por otra parte me imaginaba la vida sin él, sin su amor, sus caricias, y sin mi dosis de sexo como sólo él me sabía dar. Cerré los ojos y decidí ser su mujer.

Teníamos dos semanas para preparar todo, así que casi de inmediato renuncié a mi trabajo y me fui al hotel de Jorge, por lo tanto ya estábamos iniciando nuestra vida de pareja. Entre tanto ajetreo igual nos dábamos maña para dejar un tiempecito a nuestra intimidad. Jorge en su país tenía su propio departamento ubicado muy cerca del centro. Su familia no era muy grande, pero de posición acomodada. No vivían en la capital, sino en una finca que poseían a unas 5 horas de la Capital. Su padre Dn. Enrique y su hermano menor, Rodrigo, que al decir de Jorge era el tarambana, la oveja negra de la familia. Ese era todo el mundo famliar de mi amado, así que no debería haber problemas, según pensaba. El día tan temido llegó finalmente. Me vestí de manera informal y no muy llamativa, bastante sobriedad para no llamar mucho la atención. Era de manera casual, jeans, chaquetilla igual, un top al tono y unas tenis rosadas muy femeninas. La idea era estar cómoda. Jorge me dijo que su hermano Rodrigo los iría a esperar al aeropuerto, que en todo caso ya estaba avisado que llegaría con su pareja, a fin de evitar sorpresas.

El vuelo transcurrió si novedades, después de pasar por todas las molestias de rigor, documentos, aduana, policía internacional y a qué viene. por qué y todo lo demás, pudimos finalmente salir. Jorge miro a la multitud, hasta que de pronto gritó y comenzó a hacer gestos con los brazos: -"¡Rodrigooooooooooooo.! ¡Aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! . Al verlo no puedo negar que me dejó impresionada profundamente. Era más alto que Jorge, estaba vestido de manera deportiva y con mucho gusto. Se notaba que le gustaba lo caro. Un bronceado muy bien cuidado y una barba insipiente. La camisa con los primeros tre botones desbrochado dejaban ver parte de su pecho muy varonil y con abundante vello. Era muy atlético, con unas gafas para el sol carísimas y que le quedaban a la perfección en su rostro. Tenía aire de hombre de mundo, una personalidad avasallante. el clásico tipo que al lugar que llegara no pasaba inadvertido. Entretenido y de fácil conversación. Cuando se hicieron las presentaciones, me abrazó yo diría un poco más de lo esperado. Se dehizo en piropos y molestaba a Jorge, diciéndole si acaso yo era ciega por haberne fijado en él.

Bueno, Rodrigo nos dejó en el departamento de Jorge, no quiso pasar ya que según él tenía algunos compromisos. Y que mañana nos veríamos en la finca, para mi presentación oficial ante la familia. El departamento era bastante grande y decorado con muy buen gusto. El baño era precioso, con un jacuzzi, todo enmarmolado, grandes espejos, en fin se había pensado en todo. Así cada una de las dependencias, se respiraba un aire de pulcritud y limpieza. Cada cosa tenía su lugar preciso.Eso reflejaba el carácter de Jorge que contrastaba totalmente con el de su hermano Rodrigo. Parecía mentira que hubiesen salido de las misma madre. Yo me sentía como trasplantada en ese lugar, todo había sido tan repentino que aún no me explicaba la manera de cómo me había involucrado en todo esto. Jorge me abrazó y me dijo: -"Bueno mi amor, ésta es tu casa. Te pertenece tanto a ti como a mí. Por favor debes sentirte en libertad de hacer los arreglos que estimes conveniente, siempre he pensado que a este departamento le falta un toque femenino que lo haga menos frío y más acogedor". –"Gracias, mi amor". – le respondí. –"Pero dame algo de tiempo para que me vaya acostumbrando." – El asintió con la cabeza. –"Bueno cuando volvamos de la finca, saldremos a ver un carro para tu uso, espero que no vayas a elegir un Mercedes" - me dijo sonriendo. Igualmente haremos los trámites para que puedas manejar una tarjeta de crédito, así no tendrás la molestia de estar pidiendo nada, mi amor". –Cada ves más me convencía que estaba viviendo un cuento de hadas, esto no podía estar sucediéndome , me pellizcaba para ver si era verdad. Bueno nos dimos una ducha para refrescarnos y a descansar. Mañana tendríamos que salir temprano para estar en la finca a la hora del almuerzo. –"Mi padre es muy riguroso para estas situaciones" – me dijo. –"Así que más vale estar a tiempo".

Nos quedamos rápidamente dormidos, parecía que recién nos habíamos ido a la cama, y ya teníamos que levantarnos. Desayunamos frugalmente. Le pregunté a Jorge cuál era la forma más apropiada para vestirme, ya que no conocía mucho las costumbres de la familia. Jorge me dijo que no me hiciera mucho problema, pero que tampoco nada muy llamativo o provocativo, algo elegante y casual. Eso me dejó casi igual. Además debía llevar ropa por lo menos para una semana que era el tiempo que se suponía estaríamos allí. Por el calor me coloqué una tanga, color crema muy pequeñita y un vestido largo, pero entallado, de lino, muy delgado y unas sandalias que hicieran juego. Un collarcito muy sobrio, una pulsera, y para dar el toquecito, una cadenita en mi pie izquierdo. Mi maquillaje era muy sobrio, gracias a Dios no necesito mucho de él, mi rostro es delicado y mi piel muy tersa. problemas de vellos no tenía gracias al tratamiento hormonal que me debía hacer cada año. Jorge me dijo que estaba divina, tomo el equipaje y nos fuimos al estacionamiento.

El viaje transcurrió sin novedad. A medio camino nos detuvimos para tomar un café y algún bocadillo. Algunos hombres que estaban en el lugar me miraban fijamente casi comiéndome con la vista, después sin querer Jorge me daría la razón de esas miradas tan ávidas. Cuando salimos del local, Jorge iba detrás de mí, yo quedaba a contraluz y no pudo evitar decir: -"Dios mío, Julissa, estás increíble con ese vestido. Es muy insinuante, se puede admirar todo tu bello cuerpo, y esa tanga que llevas... mmmm. Agradece que no hay ningún motel cerca dijo riendo." Allí fue cuando entendí el por qué de las miradas. No pude evitar enrojecer un poco y le dije: -"Si no lo encuentras apropiado me lo puedo cambiar. no hay problemas". –Jorge me hizo cariño en el rostro y sonriendo contestó: -"No mi amor, estás divina así.

Te lo dije como halago, no como crítica. Parece que estás un poco sensible y puedo comprenderlo" –dijo. Y a continuación me dio un beso en los labios. Con eso ya quedé más tranquila. Emprendimos el viaje nuevamente, allí, de a poco, me fui enterando de algunas cosas de la familia. Su madre había muerto de un cáncer fulminante hace como 15 años. Fue un golpe duro para su padre, y jamás quiso volver a casarse no faltándole oportunidades. Rodrigo, el oveja negra, se había retirado de la Universidad, bueno no acudía casi nunca, amigo de los amigos, las mujeres y la parranda, pero tenía su virtud, era muy astuto para administrar y realizar negocios, y ese era su trabajo en la familia. Jorge ingeniero comercial llevaba el orden y que no se cometieran irregularidades, asesorando también a su hermano. Controlaba además los negocios que tenían en el extranjero, que fue los que nos permitió conocernos.

El día estaba maravilloso, el viento que se colaba por la ventanilla abierta del carro me refrescaba. –"Ya falta poco" – me dijo Jorge. Tomó un camino lateral y a los 10 minutos estábamos llegando. Era una casona inmensa de estilo colonial. Con un antejardín inmenso rodeada de árboles. Se podía divisar una cancha de tenis y al otro lado una inmensa piscina, elegantemente construida. La casa era de tres pisos, con un inmenso patio interior. Jorge se estacionó a la entrada y casi inmediatamente apareció Rodrigo acompañado de un señor alto, delgado y canoso. Inferí que sería el padre de Jorge. La verdad es que no representaba la edad que tenía. Su apariencia era muy distinguida y bastante jovial. Se acercaron y Jorge me presentó. Me miró de arriba abajo y luego dijo: -"Así que tú eres la jovencita que le robó el corazón a mi hijo.

Eres preciosa, chiquilla eres preciosa. Ojalá este descarriado –mirando a Rodrigo- tenga la misma suerte algún día. Bienvenida a nuestra familia, hija" –dicho esto se acercó me abrazó y saludó con un beso. Se dio media vuelta diciendo: -"Ahora vamos a brindar por la belleza que adornará a esta casa". Pasamos a la sala, sirvieron un aperitivo, y algunos bocadiillos. Don Enrique alzó su copa y dijo: -"Brindemos por la felicidad de mi hijo Jorge y ´por Julissa, su mujer, que de ahora en adelante será la reina de esta casa. Juilssa, ven por favor a mi lado." – Me acerqué y del bolsillo de su chaqueta sacó una cajita muy hermosa. La abrió. Era un anillo de diamantes fabuloso. Me pidió la mano y lo calzó en mi dedo, quedaba a la medida. Mientras hacía esto me dijo: "Julissa, este anillo, más que su valor material, tiene un profundo significado. Lo ha llevado siempre la mujer de la familia, ha estado por años guardado, desde que falleció mi querida esposa y ahora siento que debes ser tú quien lo lleve, acéptalo por favor." Yo estaba totalmente confundida, ese anillo debía costar una fortuna, me parecía inapropiado recibirlo y no sabía qué decir. Desesperada mire a Jorge, quien soriendo me hizo un gesto con la cabeza, diciéndome que lo aceptara. Entonces mirando a don Enrique le dije: -"Don Enrique, el honor que usted me confiere me halaga y me honra. Más cuando recién me está conociendo. Acepto el anillo y a la vez asumo el compromiso de estar a la altura de lo que él significa. Tal vez no a la altura que lo hizo su esposa, pero haré todo lo posible porque la familia se sienta orgullosa de mí" – la voz me tiritaba cuando decía esto.

Don Enrique me abrazó y dijo: -"Bravo, hija, bravo. No esperaba menos de ti. Y no dudo de tus palabras" – Abrazándome muy fuerte me dio otro beso y terminamos el brindis. Luego pasamos al comedor para el almuerzo. de más está decir que fue espléndido. Transcurrió todo si novedad, salvo un pequeño detalle que no sabía cómo tomarlo, ya que perfectamente podía ser imaginaciones mías. Pero Rodrigo cada vez que podía no me quitaba la vista de encima. Casi desnudándome con la mirada. Eso me inquietaba y me ponía algo nerviosa y también algo más que me negaba terminantemente a reconocer. Una vez que almorzamos e hicimos la sobremesa a alguien se le ocurrió que fuéramos a la piscina así que a colocarse los bañadores. Jorge se puso nervioso y buscaba subterfugios para cambiar los planes. Yo sabía perfectamente cuál era su temor. Que fueran a descubrirme que no era mujer realmente. Lo comprendía plenamente. Pero no hubo caso. Así que nos fuimos a nuestra habitación. Jorge no decía nada, pero yo sabía que era porque no se atrevía. Le pregunté que prefería que me colocara, traje de baño o tanga. Me miró sorprendido. Sonreí y le dije que no se preocupara, que todo estaría bien, que confiara en mí. –"Está bien, pero de todas maneras prefiero el traje de baño" – me dijo. Busqué y saqué el traje de baño, me lo coloqué ajusté bien me miré por todos lados y no encontré absolutamente nada que estuviera mal. Salí y le digo a Jorge: -"¿Cómo me veo?" La verdad que entre la tanga y el traje de baño no sé cuál habría sido mejor, seguramente Jorge pensó en un traje de baño tradicional, como para ama de casa, pero en este caso no era así. Adelante era sumamente rebajado y atrás se convertía en un hilo dental. Cuando Jorge me vio y me pidió que me diera vuelta, casi se le cae el pelo.

Y dijo: -"Si este es el traje de baño, ¿cómo será la tanga?" Y nos reímos los dos. Para que se tranquilizara le dije que eso lo podía disimular un poco colocándome un pareo. Le hice ver como me quedaba y ahí se tranquilizó bastante. El se colocó un traje de baño formal como el que podría verse en cualquier parte. Salimos. Don Enrique ya estaba esperándonos. LLevaba un traje de baño apropiado para él, aunque para su edad estaba bastante conservado, y una polera en la parte de arriba. Nos sentamos, nos llevaron unos refrescos y conversamos animadamente. De pronto aparece Rodrigo diciendo: "¡A ver, dónde está la familia!" Lo miro y algo sucedió en mi interior. Llevaba una zunga minúscula que apenas le cubria el sexo. Los vellos debía tenerlos rasurados porque no se notaba nada. Pero lo que no podía disimular era el bulto que hacía su miembro para contenerse en un recipiente tan pequeño. Tenía un cuerpo de miedo, sin ser exageradamente musculoso, pero se le notaba cada músculo, era pura fibra. No entendía como alguien que tenía fama de ser tan disoluto podía tener un físico tan extraordinario.

Se ubicó en una silla de playa frente a mí , quedando semirecostado, se colocóa las manos detrás de la nuca, diciendo. –"¡Esta sí que es vida! – Don Enrique, sonriendo me dice: -"Este muchacho nunca va a aprender. No sé a quién puede haber salido. Pero se le debe reconocer su inteligencia para los negocios, que unido al orden y buen juicio de Jorge hacen maravillas." Jorge estaba relajado y su bulto en esa posición se veía inmenso. Había algo que hacía que no pudiera quitar la vista de ahí.

En mi interior me negaba, no quería pensar, pero volvía siempre a lo mismo. Rodrigo estaba comenzando a atraerme de un modo salvaje, irracional, era de esos deseos tan fuerte que por más que se tenga fuerza de voluntad una sabe que en algún momento caerá víctima de su pasión. De pronto Rodrigo s levanta como impelido por un resorte y se acerca a mí. –"Vamos cuñadita, a darnos un chapuzón." –Y me estira la mano para ayudarme a levantar. Me sorprendió, ya que además no tenía la idea de mojarme y menos quitarme el pareo para que Jorge no sudara más de lo necesario. Me negué tímidamente. Pero su insistencia y argumentos fueron tantos que no pude seguir diciendo que no. Tomé su mano, me quité el pareo y me fui con Rodrigo a la piscina. De manera disimulada pude observar la cara de Dn. Enrique al verme por detrás, no era de reprobación precisamente, pero trataba de ser disimulado...

Mientras estaba en la piscina con Rodrigo, Jorge conversaba animadamente con su padre. El agua estaba exquisita y muy refrescante. Rodrigo no me dejaba ni a sol ni a sombra y más de alguna vez, disimuladamente, sus manos rozaban mi cuerpo más de lo conveniente, y no me quedaba más que hacerme la desentendida. Al salir de la piscina, Rodrigo, muy gentilmente me cubrió con una toalla. Su bañador mojado se apegaba mucho más a su cuerpo y hacía muy evidente lo bien equipado que estaba para la vida. Por más esfuerzos que hacía, no podía evitar que mis ojitos se fijaran en esos detalles. Y así el día transcurrió apaciblemente. En la noche cuando nos fuimos a nuestro dormitorio aprovechamos con Jorge esos momentos de intimidad para comentar lo sucedido durante el día.

Estábamos tendidos en la cama, en la semipenumbra, yo vestía solo una minúscula tanga, por el calor que hacía no había querido colocarme otra cosa. Jorge, detrás de mío, acariciaba mi cuerpo suavemente a la vez que me daba tiernos besos en mi hombro. Yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por esa suave embriaguez que me producían sus caricias. Sentía sus manos recorrer mis muslos, mientras yo me apegaba a él lo más que podía. Me di vuelta quedando de frente a él, nuestras bocas se encontraron en un beso maravilloso. Jorge comenzó a besarme el cuello, también lo acariciaba con su lengua, e iba descendiendo lentamente hasta llegar a mis tetas. Allí acariciaba mis pezones y yo podía sentir cómo se endurecían rápidamente por la excitación. Los mordisqueaba suavemente con sus labios mientras su mano se dirigía a mi sexo y lo acariciaba por sobre la tanga. Al sentir su mano allí, sentí un sacudón que me estremeció por entera.

Todos y cada uno de mis músculos se tensionó. El deseo se iba apoderando rápidamente de mí. Jorge se incorporó y se dirigió al closet, allí tomó unos pañuelos y se acercó a mí haciéndome colocar boca abajo. Tomó una de mis manos lo amarró a la muñeca y luego a una ranura de la cabecera de la cama. Después mi otra mano e hizo lo mismo. Una vez que hubo terminado hizo la misma operación pero atándome los pies dejándome con las piernas abiertas lo más posible. Con el último pañuelo me vendó la vista de tal manera que no podía ver absolutamente nada.

Una vez que me inmovilizó por completa, me dijo: -"Ahora verás mi amor lo que es sentir placer de verdad. Te haré muy feliz, ya lo verás". Yo no respondí nada. Pero el estar en esa posición, totalmente indefensa y a merced de lo que se le ocurriera a Jorge me atemorizaba un poco a la vez que me excitaba de sobremanera. No podía saber de manera alguna qué cosas tenía preparadas para mí, en todo caso acepté mi suerte. Me dejaría llevar completamente por todos y cada uno de los desvaríos de mi hombre.

Primero comenzó a besarme en partes distintas de mi cuerpo, de tal manera que yo no podía saber dónde sería el próximo beso, pero cada vez que sentía ese contacto lograba enloquecerme y erizaba todos los poros de mi piel. Otras veces tan sólo era el contacto de una tema de su dedo que deslizaba suavemente por alguna parte de mi espalda, otras la suavidad de su lengua o pequeños mordiscos. El hecho de no poder hacer nada, de estar privada prácticamente de todo movimiento hacía que me fuera enloqueciendo cada vez más. Sentía que su besos iban descendiendo acercándose a mis nalgas. Yo sólo emitía chillidos de placer. Una nebulosa me envolvía completamente y mi cuerpo flotaba como una pluma abandonada al viento, yendo a dónde sus caprichos la quisieran llevar. Era algo exquisito, no existía nada más que esa serie de sensaciones placenteras que Jorge me estaba regalando generosamente, y que me transportaban a mundos maravillosos. Sí, era exquisito, no había nada mejor en el mundo que ser mujer, nada más exquisito que tener a un hombre como Jorge.

Sentí que su mano hacía a un lado mi tanga, dejando al descubierto mi ano. No podía imaginar aún que tendría en mente mi amado, sólo me moví un poco para facilitarle la tarea lo más que pudiera. Una suavidad infinita sacudió a todo mi ser, era su lengua acariciando los bordes de mi ano, mientas que con sus manos poderosas separa fuertemente mis glúteos para apoderarse mejor de mi pequeño orificio que ya estaba clamando por su dueño. Sentía esa imperios necesidad de llegar al momento máximo, pero ni siquiera podía masturbarme mientras Jorge se refocilaba con mi trasero, tan inmovilizada estaba. Apretaba lo más que podía mi sexo contra la cama, pero no bastaba, era insuficiente, no lograba la estimulación necesaria para alcanzar el orgasmo que deseaba con toda mi alma. Definitivamente estaba a su merced. Mi desesperación era cada vez mayor. Mi cabeza parecía a punto de estallar. Deseaba gemir, gritar, implorar, llorar, lo que fuera con tal de lograr aquello que me estaba siendo vedado y que me lo hacían desear más intensamente a cada instante.

Una vez que se sació de comer mi trasero sentí que sus dedos lo acariciaban untando una crema lubricante, primero por los bordes, luego introduciendo un dedo y así hasta que eran por lo menos cuatro los que me tenía adentro. Notaba que estaba siendo generoso con la crema, y también por mi inmensa excitación era incapaz de sentir dolor o molestia alguna. Una vez que me lubricó convenientemente y yo perfectamente relajada sacó sus dedos y comenzó a introducirme algo que no podía saber bien qué era, al parecer era algo esférico. Primero introdujo una, luego otra, y otra y otra, hasta completar seis. Después me enteraría que eran unas bolas chinas.

Cada una que me introducía me provocaba un placer inmenso acentuado además por el hecho que en su superficies tenían algunas protuberancias que hacían sentir mejor su introducción. Así me dejó entro las seis bolas que ante el más mínimo movimiento me hacían volar de placer, además que mi ano se contraía involuntariamente aumentando así el placer de una forma casi infinita. Jorge pasó una mano por debajo de mi, cogiendo mi sexo por debajo de la tanga y comenzó a masturbarme de una manera indescriptible, a medida que iba retirando las bolas muy lentamente. Cada una que me quitaba me llevaba a las puertas del cielo, pero poniendo especial cuidado en no dejarme acabar. Yo estaba totalmente desquiciada. Era una hembra gritando y gimiendo que carecía de voluntad, sólo deseaba saciar sus instintos.

Así quitó cinco bolas, y luego me dijo: -"Prepárate, mi amor, porque ahora llegarás al cielo".- Dicho y hecho. Comenzó a masturbarme de manera más intensa, y cuando vio que estaba por llegar, de un solo tirón me quitó la ultima bola. El alarido debe haberse sentido en toda la finca. El placer me inundó completamente. Todo parecía estallar dentro de mi cabeza. No sé cómo mis venas soportaban la presión sanguínea. Apenas podía respirar. Mis muñecas estaban adoloridas por el forcejeo que hacía. Mi eyaculación fue violenta, sentí como nunca el semen que arroje y que quedó depositado en la mano de Jorge. Yo estaba totalmente agotada. No daba más. Entreabrí un poco los ojos y vi que Jorge se acomodaba a mi lado y me decía: -"Mira mi amor. Está exquisito" .. Y se llevaba la mano a su boca para beber mi semen. El verlo me produjo una ternura infinita. Luego me liberó, primero las manos y finalmente los pies. Me sobé un poco las muñecas para facilitar la circulación. Todavía estaba media atontada, no podía recuperarme del todo. Pero me abalancé sobre él y lo abracé lo más fuertemente que podía, besándolo como una loca y gritándole mi amor. El sonreía, encantado, me tomó de los hombros y suavemente me presionó hacia abajo. El mensaje era lo suficientemente claro y por supuesto no me disgustó para nada. Comencé como una serpiente a deslizarme por su cuerpo hasta llegar al centro de su masculinidad. Lo miré, estaba soberbio, con una rigidez asombrosa. Esperando a su presa.

Su cabeza brillante estaba perlada por algunas gotas de líquido preseminal. Sus venas eran como verdaderos ríos que recorrían su cuerpo en toda su extensión a punto de estallar. Imaginé lo maravilloso sentirlo en mi boca, su dureza, recorrerlo con mi lengua, sentir su aroma, su semen caliente desbordando por mis labios. Me apresuré a mi tarea, era tanto el deseo que no podía dejar esperando más por calmar esta ansiedad que nuevamente me estaba invadiendo. Lo tomé delicadamente con mis manos acerqué mi boca, la abrí y lentamente comencé a introducirme ese delicioso miembro. Mi lengua lo acariciaba extasiada recorriendo todo su tronco, llegaba hasta un poco más de mi garganta pero era tal mi lujuria que no me importaba, sólo quería sentirlo mío, que Jorge estuviera feliz y orgulloso de su hembra. Me apliqué con todo mi amor en mi tarea hasta que sentí que Jorge estaba por venirse, entonces me preparé para recibir y degustar ese caudal que se aproximaba. Cuando Jorge dio su alarido de placer, al mismo tiempo mi boca se inundó de su exquisito néctar. Su tibieza me alucinaba y cerrando mis ojos comencé a ingerir su semen sintiendo el sabor de cada gota. Era la esencia de mi hombre que me daba lo más maravilloso que podía entregarme. Luego con mi lengua me preocupe de limpiar su miembro no dejando la más mínima gota perderse. Nos abrazamos y ya ebrios de placer nos quedamos dormidos.

Cuando nos despertamos ya era pasada las diez de la mañana, nos levantamos rápidamente, nos duchamos y bajamos para desayunar. En la mesa ya casi terminando, estaba Rodrigo quien se levantó al verme y se acercó para saludarme de beso. –"Al fin despertaron los tortolitos" – Dijo riéndose. Luego agregó: -"Bueno no debe ser para menos con el escándalo que tenían anoche". Jorge no dijo nada pero noté algo de rubor en su rostro. Comenzamos a desayunar. Yo tenía un hambre como hacía mucho tiempo no la sentía.

Como a los 15 minutos apareció Dn. Enrique, quién me saludó muy cariñosamente. Y se sentó a la mesa para acompañarnos mientras terminábamos nuestro desayuno. Rodrigo ya se había retirado porque al parecer tenía que ver algún asunto en el pueblo. Mientras Jorge tomaba su café, su padre quedó mirándolo y luego le dijo: -"Jorge, tengo una mala noticia. Temprano recibí una llamada de nuestra Sucursal En provincia. Y al parecer algunas cosas no están del todo bien. Así que tendrás que ir para informarte y poner orden. Lamento mucho que sea tan pronto de haber llegado, pero tú sabes como es esto de los negocios". Jorge no pudo evitar un gesto de disgusto. –"Eso por lo menos me significará unos cinco días" – dijo. Dn, Enrique agregó: -"Y ojalá no sea más que eso. Ya reservamos tu vuelo, sale a las cuatro de la tarde. Rodrigo te llevará." Jorge me miró con cara de circunstancia y me dijo: -"Mi amor, quieres acompañarme. Aunque no tendré mucho tiempo para que estemos juntos". No alcancé siquiera a contestar. Dn Enrique dijo inmediatamente: -"Anda solo no más. Deja a Julissa aquí en la finca. Yo te la cuidaré. Además quiero conversar con ella sobre algunas innovaciones que quiero hacer aquí y me interesa su opinión.".

Puestas las cosas así no nos quedó más remedio que aceptar. Ayudé a hacer el equipaje a Jorge. Y luego después de almuerzo partieron con Rodrigo a la ciudad y de ahí al aeropuerto. Cyuando se perdieron de nuestra vista don Enrique me dijo: -"Espero Julissa que no te importe quedarte con este viejo por compañía". – "¿Cómo se le ocurre pensar eso don Enrique? – le contesté. –"Usted todavía esta en edad de merecer. Más de algún corazoncito debe romper por ahí" – agregué. Ël sonrió y me dijo: -"Gracias por tus palabras. Pero te voy a pedir algo. Por favor quita ese terrible don que antepones a mi nombre. Sólo dime Enrique. ¿Te parece?" – Quedé dudando por un momento, pero luego le dije, está bien Enrique, si así lo quieres". – "Muy bien" – me dijo. –"Así es como debe ser mi niña hermosa". Acto seguido me tomó de la mano y me llevó a recorrer todas las dependencias de la finca.

Su trato era muy afable y tierno, me habló de lo mucho que había amado a su esposa y que después de ella no había querido asumir ningún compromiso sentimental. Que la mujer que hubiese deseado jamás había llegado a su vida. Cuando le pregunté y cómo era esa mujer ideal su respuesta me dejó atónita: -"Alguien igual a ti". Obviamente me hice la desentendida y cambié el giro de la conversación. Después se disculpó diciendo que tenía algunos asuntos que tratar y que nos veríamos a la cena.

Que quedaba en mi casa y me sintiera en plena libertad de hacar lo que estimara conveniente. Le agradecí, y como era temprano aún y estaba sola fui a mi habitación, me puse una tanga muy minúscula y me fui a la piscina. Estaba allí en lo mejor, echándome bronceador en las piernas cuando oí una voz que decía: -"Hacía mucho tiempo que una mujer tan hermosa no adornaba esta casa"- Me di vuelta y era Enrique. Lo miré, sonreí y le dí las gracias. Acercó una silla para estar más cerca de mí. Estiró una mano pidiéndome el bronceador y me dijo: -"¿Me permites? No creo que en la espalda te lo puedas colocar. – Lo dijo de una manera tan natural y además inesperada que sólo atiné a darle el bronceador. Hasta olvidé el tipo de traje que andaba trayendo u una tanga que por detrás era sólo un hilito. Pero cuando tomé conciencia de ello ya era demasiado tarde para echar pie atrás.

Me di vuelta para que me aplicara el bronceador. Pude sentir la mirada de Enrique recorriéndome entera y no me molestó, al contrario me sentí complacida. Maliciosamente pensé que al parecer era del gusto familiar. Además no creo que haya mujer en el mundo a la cual no le guste sentirse admirada o deseada.

-"Eres una mujer exquisitamente hermosa, Julissa" –me dijo. –"De verdad, que hace mucho tiempo no veía a alguien como tú"- E inmediatamente sentí sus manos en mi espalda y como comenzaba a esparcir el bronceador. No pude evitar un ligero estremecimiento a l sentor el contacto de sus manos en mi piel y también sé que no le pasó inadvertido a Enrique. Sin decirme nada tomó el tirante de mi sostenedor y lo desató. –"No te asustes" – me dijo. –"Es solamente para esparcir mejor el bronceador". No dije absolutamente nada. Pero tenía una manera de hacerlo que a pesar de mis esfuerzos me estaba poniendo a mil. No sé cómo se las ingeniaba pero la manera de pasar sus manos por mi espalda no era la de esparcir un bronceador, eran caricias, y unas caricias terriblemente excitantes.

Era un viejo zorro, las experiencia hablaba por él. Y sin decir nada, iba demoliendo poco a poco mi resistencia y casi sin darme cuenta mi mente se iba llenando de fantasías eróticas, algo tenía que me atraía irresistiblemente y sentir sus manos me debilitaba. Así fue bajando poco a poco, siguió con mis muslos y me decía lo hermosa que encontraba mi piel, tan suave, sin imperfecciones. Que su hijo debía ser muy feliz al tenerme. Y me preguntaba si me trataba bien, si me hacía feliz como yo realmente merecía. Sus caricias se iban haciendo cada vez más osadas, sentía como su manos iba recorriendo mis piernas por la lado de adentro, acercándose cada vez más hasta llegar a mi trasero, a esa parte donde la tanga se perdía de vista y allí quieta, la dejó por algunos instantes. Yo nada decía ni hacía, sólo me dejaba querer cuidando de no hacer nada que pudiera interpretar como un rechazo, pero tampoco ofreciéndome de manera abierta. Luego con sus dos manos comenzó a esparcir bronceador en mis glúteos y por supuesto su dedicación llegó a ser casi exagerada. Hasta que me dijo: -"Bueno, creo que seguir colocándote bronceador está de más. Ya terminamos. Puedes darte vuelta." Yo me encontraba tan nerviosa que se me olvidó que Enrique había soltado los tirantes de mi sujetador y cuando me di vuelta mis pechos quedaron en toda su magnificencia a la vista de Enrique. Rápidamente crucé mis brazos para taparlos.

Enrique me miró sonriendo y dijo: -"Preciosa, no tienes nada de qué avergonzarte. ¿Para qué ocultar a la vista esos pechos tan hermosos símbolo de la mujer que eres?" –Y ni bien terminó de hablar cuando me tomó una mano suave pero firmemente para separarlas de mis pechos. No pude negarme una vez más y me dejé llevar por Enrique. –"Así me gustas, preciosa" – dijo. –"¿Ves que no te sucede nada? Eres sencillamente espléndida". Yo estaba alelada, como una idiota sin saber qué hacer. Casi desnuda ante los ojos de Enrique. El tomó mi rostro con su mano y me lo acarició, yo no pude evitar estremecerme y él lo notó. –"¿Tienes frío que estar tiritando?" me dijo. –"¿O será que estás sintiendo el llamado de tu carne joven? Vamos. Dime Julissa. A mí no me vas a engañar. Puedo sentirlo en tu piel, en tus ojos en tu respiración. No debes avergonzarte. Eres joven, hermosa y una sangre caliente que corre por tus venas". –Con cada palabra que me decía me excitaba más. Pero me sentía incapaz de hacer o decir algo. Entonces se reclinó sobre mí y acercó su boca a la mía, inconscientemente entreabrí los labios y dejé pasar su lengua. Con eso se debilitó cualquier defensa que pudiera tener, su manera de besar era tan especial que ya no podía pensar en otra cosa y devolví el beso con todas mis fuerzas y pasión de hembra joven. Una vez que terminamos Enrique me miró con los ojos brillantes por el deseo y me dijo: -"Ven conmigo". –Y se levantó dándome su mano. Lo seguí como su fuera una niñita, ni siquiera pensé en decirle lo que verdaderamente era.

No me atrevía. Sería lo que Dios quisiera. Y así me llevó hasta su habitación. Era muy grande, lujosamente amoblada de una manera muy clásica. Yo estaba apenas con mi tanga puesta. Una vez en medio de la habitación se acercó a mi y me dijo: -"Ahora verás chiquita lo que un hombre te puede hacer sentir" – Me abrazó fuertemente y me dio otro beso que casi me dejó sin respiración. Luego me llevó a la cama y me tumbó en ella. Sus manos recorrían ávidamente mis tetas y luego sentía que iban bajando peligrosamente hasta mi sexo. Me puse muy nerviosa ya que no sabía cuál podría ser su reacción cuando descubriera la verdad. Cuando llegó al triángulo del traje de baño con sus manos tomó firmemente mi sexo, yo no pude evitar un quejido de gusto por la manera en que lo hizo. Y después comenzó a acariciarme por sobre la tanga a la vez que me decía. –"Ya lo sabía. Ya lo sabía. Mi olfato no podía estar tan equivocado. Miren si la zorrita no salió con sorpresa". – Y mientras decía eso ya su mano se había deslizado por debajo de mi tanga y tenía mi sexo en ella., el cual, dada la situación estaba totalmente erecto. Se incorporó un poco para observarlo y luego dijo: -"Mmmmm, nada de mal, no está nada de mal..." y comenzó a masturbarme con la mano de una manera tan exquisita que jamás podría haberme imaginado, mientras su boca se unía nuevamente con la suya y nuestras lenguas se hacían una sola. Después se dedicó a lamerme y chuparme las tetas, lo hacía con una avidez inusitada, como si hubiese estado años sin sentir la suavidad de ellas.

A ratos se detenía y me decía: -"¿Te gusta esta pajita que te estoy dando? Cierra los ojitos mi reina y siente el placer que estoy brindándote. Sus manos realmente eran muy diestras y cuando sentía que ya me tenía a punto dejaba de acariciarme y lo presionaba fuertemente dejándome ahí, justo al borde, era como si me cortara la vida, me quitara el aire para respirar. Y yo quedaba con mi cuerpo arqueado, totalmente tensa, sudada, anhelante e impotente por llegar a donde quería. Mi desesperación aumentaba por segundos, me mordía los labios de pura ansiedad.

Este hombre me estaba poniendo como se le daba la gana y yo nada podía hacer por evitarlo. Me dominaba, me subyugaba. –"A ver, zorrita", - me decía. –"¿Qué es lo que quieres? A ver dime. No tengas vergüenza. Dilo." – "Tú sabes buen lo que quiero, por favor, damelooooooo" –le contestaba. – "No mi zorrita" – me decía. –"Yo no soy adivino. No puedo saber lo que una putita como tú quiere. Dimelo claramente, que no haya dudas... –"¡Quiero acabar!!! ¡Quiero sentir placer! ¡Quiero que me lleves al cielo!!!!! " – le decía casi gritando. –"Mmmmmm, ¿así que quieres placer? A ver, algo así? ¿Te gusta así?" –Y comenzaba a darme cuando ya estaba por llegar se detenía para preguntarme de nuevo: -"¿O tal vez te gusta más de esta otra manera"" y cambiaba totalmente el ritmo, y yo tenía que volver a luchar de nuevo por llegar al sitio tan ansiado. En una de esas cuando ya me tenía al borde y pensaba que el momento por fin había llegado me detuvo bruscamente. Yl lancé un chillido de gata en celo terrible, y me puse a llorar desesperada y me retorcía como una verdadera endemoniada. Entonces Enrique sacando fuerzas de no sé donde y casi en vilo me dio media vuelta dejándome boca abajo. De un tirón me quitó la tanga y la arrojó lejos mientras yo histérica chillaba sin parar. –"Parece que a la gatita hay que enseñarle a comportarse" – dijo. –"Le hace falta saber quién es el amo aquí" – agregó. Y sin decir nada me propinó una nalgada que me hizo estremecer. Como vio que mis chillidos no cesaban me dio otra más fuerte. Comencé a patalear como una niña mal criada y las nalgadas me seguían llegando cada vez más fuerte. Era algo increíble, nunca pensé que un dolor podía ser tan placentero. Y chillaba y gritaba para que me siguiera golpeando más. Cada nalgada me hacía sentir más subyugada, más sometida, más hembra, más mujer.

Enrique a su vez con cada golpe que me propinaba se enardecía más. –"¡Vamos puta! ¡Dí quién es el amo aquí! " –Y me daba otro nalgazo que me hacía ver estrellas. –"Tú, mi amor. Túuuuuu. Tu eres el amo, eres mi dueño, eres quien me manda y ordena. Tú mi amor. ¡Sólo tu!" -"¿Entonces serás una niña obediente?" Y otro nalgazo que me caía. –"Sí mi amor, siiiiiiiiii. Te lo juro, seré tu niña buena y obediente. Por favor bastaaa, no más. Ya no lo soporto. Seré buenaaaaaaaaaaa..." –"De acuerdo. Entonces comienza por quedarte callada, grandísima puta" – Me mordí los labios para no gritar más. El deseo, con la ansiedad junto al dolor me producía algo nuevo, extraño, pero que me gustaba muchísimo. Una vez que me quedé callada comenzó a besarme el trasero que imaginaba todo rojo encarnada y tal vez con un poco de sangre a flor de piel. Me besaba con un deseo que casi podía tocar, como si deseara devorarme entera. Luego sentí que me dejaba por un momento, apenas pude voltear la vista para ver qué estaba haciendo. Se estaba quitando la ropa. Vale decir que el momento se estaba acercando, inevitablemente me haría su mujer. Una vez que estaba completamente desnudo se sentó en una silla y me dijo: -"Ven aquí perra. Que te daré aquello por lo cual vives" – Obedecí sin decir absolutamente nada. Me acomodó de espaldas a él para que me sentara sobre ese miembro que se veía palpitante y que no tenía nada que envidiar al de su hijo.

Antes había tomado un tubito con crema lubricante, así que lo coloqué con generosidad en mi trasero, a fin que ese portentoso miembro entrara sin dificultad. Comencé a tomar posición, tomé su miembro con la mano para ubicarlo y centrarlo bien. Entonces comencé a descender lentamente. Pude sentir como su cabeza se abría paso dentro de mí. Cerré mis ojos y seguí descendiendo mientras ese formidable tronco entraba en mí abriéndome hasta no dar más. No había nada comparable a ese placer que estaba sintiendo. Me penetraba de una manera tan exquisita que hubiese deseado que ese momento no acabara nunca. Llenaba totalmente mi interior, calzaba a las mil maravillas, ni un milímetro sobraba, era la justa medida. Yo gozaba terriblemente ese momento. La posesión es lo más hermoso que pueda existir. Saber que se pertenece a alguien, que ese ser tan especial está dentro de ti, que te hace suya y a la vez lo haces tuyo. Apretaba fuertemente mis nalgas para que su miembro sintiera la presión que ejercía en él y así como una energúmena comencé a subir y bajar para sentir ese miembro portentoso que estaba dentro de mí.

Enrique tomó mi miembro y mientras yo subía y bajaba el me masturbaba de una manera deliciosa. –"Ahora te daré lo que tanto querías" - me dijo. –"Avísame para que nos vayamos juntos" –"Siiiiiiiiiiii... siiiiiiiiiii" – le decía . Era una verdadera locura. El deseo nos tenía poseídos a ambos. Nada nos importaba. Los movimientos cada vez más rápidos y violentos. Ya sentía que el culo se me desgarraba, pero nada, absolutamente nada me importaba. Hasta que ya no dí más y grito: "¡YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!" Al mismo tiempo que siento el suspiro de Enrique y un borbotón de semen que me inunda el culo, quemándome las entrañas. Y nos quedamos así exhaustos, sin respiración por mas de cinco minutos. La jornada había sido intensa, agotadora y muy exquisita. Mii cabello todo desordenado, mi cuerpo sudado completo y podía sentir como el semen se iba saliendo de mi culo por los espacios que dejaba el miembro de Enrique que se iba encogiendo de a poco.

Me levanté, mis piernas estaba tiritonas, apenas me podía sostener, Entonces Enrique me tomó de la mano y me llevó a la cama. El se recostó de espaldas levantado su cabeza con la almohada que dobló en dos partes y me hizo sentar a horcajadas sobre su rostro de tal manera que mi ano quedaba justo a la altura de su boca y así comenzó a limpiarme y a beber su propio semen que iba saliendo de mi culo. Eso me calentó muy rápidamente entonces con su mano comenzó a masturbarme mientras movía mi culo rítmicamente sobre su boca. No debió esforzarse demasiado, ya que rápidamente acabé, era tal el grado de excitación en que me tenía. Una vez que hubo terminado de lamerme, me bajé hasta su miembro que ya estaba erecto y me lo llevé golosamente a la boca, estaba pasado a mi propio aroma, y eso me excitaba aún más. Lo devoraba con ansías, con ganas hasta que una vez más se derramó pero dentro de mi boca y pude sentir el gustito salado y viscoso de su semen. Nos quedamos un rato más en la cama sin decirnos nada. Tal vez porque ninguno de los dos sabía qué decir. No nos habíamos dado cuenta cómo la pasión nos había llevado a todo eso y si en algún momento nos dimos cuenta ya era demasiado tarde para echar pie atrás. Después de descansar, Enrique me dijo que me fuera a mi habitación, que me arreglara para la cena. Nos veríamos en el comedor. Tuve que salir desnuda, mi tanga estaba destrozada, no había toalla y mi sujetador había quedado en la piscina.

Cuando llegué a mi habitación lo primero que hice fue observarme en el espejo, para ver que tan calamitoso era mi estado. Mi cabello desgreñado, el maquillaje totalmente corrido, mi cara demostraba el cansancio por la intensidad de la sesión, mi trasero no podía estar más rojo debido a las nalgadas que había recibido. En definitiva tenía el aspecto de una puta barata. Mientras prepara el baño para asearme pensaba en todo lo sucedido. Enrique no me había dicho absolutamente nada, pero me figuraba que esta no sería la última vez que pasaría algo semejante. Mi intuición me lo decía. Y también sabía que yo misma volvería a sucumbir a la tentación todas las veces que se pudiera. ¿Me hacia esto una puta? ¿Era una viciosa sexual? No tenía respuestas para esas interrogantes, pero tampoco me importaban mucho. Todo lo que me había hecho sentir Jorge, más lo que había sentido con su padre era algo increíble y que no me encontraba capaz de privarme de ninguno de los dos placeres. Cada uno a su manera era increíble, aunque si tuviera que elegir me quedaba con el padre.

Me quedé una rato largo en la tina para descansar y poner en orden mis ideas. Luego me arreglé para la cena. Sin pensarlo casi decidí vestirme lo más provocativamente posible, quería darme un cierto aire de puta, para calentar más a Enrique y ayudarlo a que se decidiera a pasar conmigo la noche sin tener que estar yo provocándolo.

Me puse un pantalón blanco elástico muy ajustado que prácticamente no dejaba nada a la imaginación ya que se me pegaba como si fuera mi piel y debajo una tanga pequeña, negra para que se notara más el contraste y arriba un top con un corte en diagonal que dejaba mi vientre a la vista y además muy ajustados, asi que podía notarse mis pezones claramente y rematé con unas sandalias que venían perfectamente para tal vestimenta. Cuando bajé, Enrique ya estaba abajo esperando con un coctel en la mano y otro ya listo para mí. Cuando me vio tomó la otra copa, se acercó me la ofreció y casi susurrando me dijo: -"Estás deliciosamente puta". Yo me sonreí y le contesté: -"A lo mejor es esa la idea" – y lo dejé contoneando mi culo lo mejor que podía y me senté en un sillón.

Conversamos un rato sobre puras trivialidades. Hasta que llamó para que sirvieran la cena. Una vez que terminamos nos sentamos en el balcón para saborear un café. Cuando llegó la hora de despedirnos me dijo: -"Si te gustó la sesión de esta tarde, anda a mi habitación. Te espero a las doce en punto." – Y sin esperar respuesta ni nada de su parte, me dio un beso en la mejilla y me dejó sola. Miré la hora, eran las 10:30. Me fui a mi habitación. Tenía una contradicción vital en mi mente. Por una lado no deseaba ir y por el otro me moría de ganas por hacerlo. Me recosté, encendí el televisor, pero no podía concentrarme en lo que veía. Todo me daba vueltas en torno a la invitación. "Este viejo es muy zorro" – pensé. Me dejaba a mí que decidiera. O sea que si aceptaba era porque yo tenía ganas y él no se sentiría culpable, ya que era yo quien lo buscaría.

Cuando miré la hora el reloj marcaba las 11.30. Faltaba media hora. Inconscientemente me levanté, me quité toda la ropa y busqué en el closet un neglillé negro con un calzoncito muy pequeño de encajes y una chaquetita muy corta hasta la cintura. Un liguero negro y unas medias de seda del mismo color. Me las coloqué, el sólo hecho de sentir su suavidad ya me erotizaba. Unas gotitas de perfume en el cuello y detrás de las orejas. Mito el reloj. Marcaba las 11:55. Esperé unos minutos y me dirigí a su habitación. Iba a llamar. Cuando me arrepentí y tomé el pomo de la cerradura, lo giré lentamente y me percaté que estaba sin llave. Sigilosamente entré, le puse el seguro a la puerta. Enrique no estaba pero había luz en el baño y el ruido característico del cepillado de dientes. Así que me dirigí a la cama y me recosté en ella lo más provocativamente posible.

A los pocos minutos apareció Enrique que se veía muy distinguido en su bata de seda. Cuando me vio, sin sorprenderse, y eso fue una de las cosas que más rabia me dio y que a la vez me atraía de él; me dijo: -"Vaya, parece que a la gatita le gustó el correctivo. ¿O no? " –Yo quedé mirándolo sin contestar, entonces dijo: -"Contesta, puta, a qué viniste. Si no lo dices te echo a patadas de aquí como lo que eres." -Su rostro se puso muy serio y me atemoricé, sólo le dije: -"Vine... vine por ti" – "¿Así que viniste por mí? ¿Y se puede saber para qué? ¡Anda, dime! " -Como yo guardaba silencio se acercó a mí y tomándome del brazo trató de sacarme de la cama. –"Mira grandísima, puta, si no me dices lo que quieres de mí te puedes ir despidiendo! ¡No seas hipócrita y dime que mierda viniste a buscar aquí!" Yo estaba casi sollozando, me sentía totalmente humillada, pero a la vez la situación me atraía más y más. –"Vine por ti. Porque quiero que me cojas.

Que me hagas tuya, porque sólo tú sabes como hacerlo" – repliqué. –Me miró tan seriamente, parecía que me traspasaba con su mirada. Me sentía totalmente humillada, una imbécil. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Habría entendido mal lo que me dijo Enrique después de la cena? Me estaba haciendo sentir como una hembra necesitada de sexo, implorando los favores de un hombre. ¿Yo haciendo eso? Cuando con sólo chasquear los dedos podía darme el gusto de tener al hombre que se me diera la gana. Pero algo misterioso había en todo esto. Una fuerza extraña impedía que me fuera, deseaba a este hombre como a nada en la vida y si para ello tenía que seguir rogando, arrastrarme para ser su mujer lo haría sin siquiera pensarlo.

-"¿Así que viniste para que coja, grandísima puta? ¿Y qué te hace pensar que yo quiero cogerte? No eres lo suficientemente hembra para mí" – me dijo. –Cada palabra que profería era como una cuchillada que me asestaba en pleno corazón. Mi orgullo de mujer estaba por los suelos, pero no me importaba. Me acerqué a él y lo abracé. Pero me apartó casi violentamente. Yo no podía entender lo que sucedía. –"¡No me toques, puta! – me gritó. Ya no pude más y estallé en una mezcla de rabia, humillación, dolor y por sobre todo deseo, llorando como una verdadera Magdalena. Caí postrada a sus pies y me abracé a una de sus piernas. –"¡Enrique...! ¡Por favor...! ¿Por qué me tratas así? ¿Qué mal te hice? Dime..." – le dije en tono casi suplicante.

El ahí de pie imponente, todopoderoso, me miró hacia abajo, llorando aún abrazada a su pierna, vestida provocativamente para lo que esperaba iba a ser una noche loca de placer y lujuria, y en cambio estaba allí deshecha, humillada suplicando un poco de amor. -¿Por qué te trato así? Y te atreves a preguntarlo? ¡Jamás me han gustado las putas! ¡Y tú eres peor que ellas! Una puta lo hace por necesidad, pero tú... lo haces por gusto, por vicio... ¡perra caliente! ¡Desaparece de mi vista! ¡No te quiero ver!" –No bien terminó de decir eso y separó bruscamente su pierna de entre mis brazos, pasando a llevar fuertemente uno de mis pechos, lo cual me provocó un fuerte dolor, que me hizo verter más lagrimas de las que ya había derramado. Lentamente y con gran trabajo me incorporé, y terriblemente humillada abandoné la habitación. Una vez en mi dormitorio me arrojé a la cama y grité, aullé, renegué como una loca, me quité mi ropa a tirones, destrozándola y lloré hasta que no me quedaron más lágrimas.

No me dolía tanto la humillación, eso hubiera sido lo de menos, si me hubieran dado lo que tan ansiosamente había ido a buscar, deseaba terriblemente a ese viejo hijo de puta, sólo había conseguido avivar mi deseo y ya no importaba nada con tal de conseguir mi propósito, así tuviera que hacer lo que fuera. Ya cansada por la tensión y las lágrimas el sueño me fue venciendo y quedé dormida sobre la cama con restos de ropa destrozada. En la mañana cuando desperté todo lo sucedido me parecía como un sueño, me costó volver a la realidad, no quería, me negaba a aceptarla. Sentía mi cuerpo cansado, mis ojos inflamados e hinchados por el llanto, en mi pecho derecho tenía un ligero moretón y al tocarlo me produjo un pequeño dolor.. Mis medias de seda estaban hechas una miseria, la chaquetita del neglillé eran sólo harapos y mi tanga aún no sé porqué todavía no se me caía con uno de sus tirante. cortados. Me levanté y me dirigí al espejo. Allí vi mi imagen reflejada. No podía creer que fuera yo. Mi rostro totalmente demacrado, como si siglos hubiesen caído sobre mí. Me miraba y no podía creer que fuera yo. Sólo una cosa se mantenía fuerte en mi interior y era el deseo. Un calor interno me consumía, el sexo que me habían negado estaba vigente dentro de mí, con una fuerza irracional. Me sofocaba, me hacía sudar, estaba inquieta, necesitaba ser penetrada, necesitaba que me cogieran, pero no cualquiera, tenía que ser ese maldito, se me había metido hasta en mi alma y nada podría aplacar mi ansiedad si no era él.

Me dirigí al closet y abrí uno de mis maletines, dentro de un bolsillo escondido saqué un vibrador, que siempre lo ando trayendo conmigo. Le di el contacto para ver si funcionaba, lo hizo a la perfección. Luego me fui al baño y comencé a llenar la tina con abundante agua tibia y mucha espuma. Coloqué algunas sales minerales. Luego de mi cartera saqué un tubito con un gel lubricante, con el cual unté el vibrador, luego hice lo mismo con mi ano. Subí un pie sobre la cama y comencé a introducírmelo lentamente.

El placer era exquisito, sentír como iba entrando en mi y con sus vibraciones me extasiaba, imaginaba que era Enrique penetrándome. No era exactamente lo mismo, pero por lo menos en algo aplacaría mi calentura. Una vez que lo tuve todo adentro me dirigí al baño y me introduje en la tina. Era maravilloso sentir como el agua tibia acariciaba mi cuerpo entero. Con mis manos me tocaba mis pechos y jugaba con mis pezones imaginando a Enrique, mientras el vibrador cumplía efectivamente su tarea. Luego con mi mano derecha, mientras la otra acariciaba mis tetas, comencé a masturbarme muy suavemente. Cerré mis ojos pensando que estaba haciendo todo lo que había soñado para la noche anterior. Cuando ya estaba por venirme, tomé las precauciones para que mi semen no cayera al agua de la tina, sino en mi mano. Apenas acabé, todo el semen acumulado en mi mano lo saboree como el mejor de los néctares imaginando que era de Enrique. El clímax que me produje fue maravilloso, quedé aletargada por algunos minutos, disfrutando de esa placidez y tranquilidad que viene después del orgasmo. Me quité el vibrador, lo limpié bien, y lo dejé en un borde de la tina. Me quedé en el agua casi una hora.

Miré la hora, era casi las once de la mañana. Salí de la tina, me sequé, me apliqué crema en todo el cuerpo, quería estar más bella que nunca y que no se notara para nada las consecuencias de aquella mala noche. Me maquillé, arregle mi cabello. Me puse un jeans muy ajustado, a la cadera con un cinturón ancho y una camisa también de jeans, rematando con una botas vaqueras. Una vez que estuve lista bajé para ir a desayunar. La mesa ya estaba dispuesta, pero sólo para mí. Era evidente que Enrique ya había desayunado. Cuando apareció la mucama, me dijo que Don Enrique había ido al pueblo y que no volvería hasta la noche después de la cena. Eso me dio una rabia inmensa, tanto arreglarme para nada. Pregunté por Rodrigo, y me contestaron que no volvería hasta pasado mañana. En definitiva, esta sola en esa cárcel de cristal. ¿Qué haría todo el día? No me provocaba ir a l pueblo. No había cine, ni nada a lo que una mujer como yo estaba acostumbrada.

Sólo me quedaba la piscina. Así que me devolví a mi habitación, escogí el traje de baño más minúsculo que tenía, cogí algunas revistas, le dije a la mucama que me llevara un Martín en las rocas. Cogí unos de esos flotadores grandes en los que una puede estar cómodamente flotando y leyendo. Así pasé una buena parte de la tarde. Como a eso de las seis me llamó Jorge, muy cariñoso como de costumbre, que me extrañaba y que el problema que había ido a resolver era más o menos serio, así que con toda seguridad no podría regresar esta semana. Esa noticia en realidad no sé si me alegró o entristeció. Después de la llamada y por la hora no era como para volver a la piscina, así que me di una ducha, me vestí y me dirigí al estudio. Encendí el computador para revisar mi correo electrónico. No tenía nada de importancia, sólo un mail de una amiga que contesté brevemente. Navegué un poco y luego me dirigí a la sala de estar para ver un poco de televisión. Me serví una copa de vino y me arrellané cómodamente en un sillón. A eso de las diez, la mucama me dijo que la cena estaba servida. Fui al comedor, pero más que comes sólo piqué algunas cosas. No tenía hambre y cenar sola no tenía mucha gracia. Tomé el postre, siempre han sido mi debilidad, y me fui a mi habitación.

Durante el día había podido alejar de mi mente mis pecaminosos pensamientos acerca de Enrique, pero ahora en la soledad y vastedad de la noche volvía a ser presa de mí, y ese calorcillo interno comenzaba a devorarme una vez más. Nunca he podido comprender qué misterio tan insondable tiene la noche, pero parece que despertara a ese ser oculto, esa personalidad que nos negamos a nosotros mismo y que intentamos pase inadvertida para los demás, pero que sin embargo al comenzar a caer la noche aflora en nosotros despertando nuestros instintos y deseos más ocultos, como si fuéramos una persona totalmente distinta a la que fuimos durante el día. El deseo se hacía muy intenso en mí. Sentía cómo la sangre se agolpaba casi a borbotones en mi cabeza al pensar en Enrique.

Albergando estos pensamientos comencé a desvestirme para irme a la cama. Tomé una camisola de algodón, con unos dibujos de Disney estampados, una tanga blanca. Nada espectacular, muy sencillita y cotidiana. Me recosté en la cama y encendí el televisor. Hice zapping durante un buen rato, pero no podía encontrar algo que realmente me llamara la atención. El tiempo parecía haberse detenido, apenas faltaba 15 minutos para las once. Mi mente divagaba cómo hacer con Enrique. Era una pugna entre olvidar todo o volver al ataque. Mi orgullo de mujer herida me decía que mejor olvidara todo, y que hiciera como que nada ha sucedido. Por otra parte la hembra apasionada me decía intentara por todos los medios seducirlo. Así dando vueltas y vueltas llegó la medianoche. Sentí el ruido de un auto. Me acerqué a la ventana, era Enrique. El alma y el corazón me dieron un vuelco, el deseo se hizo irrefrenable. Se fue al diablo el orgullo, la dignidad y todas esas sandeces. Esperaría un poco y me volvería a meter en su habitación aún corriendo el riesgo de una nueva humillación.

Esperé un poco más de media hora antes de hacer mi intento, para asegurarme que ya estuviera en su habitación. Tal como estaba, salí rumbo a mi cometido. Tomé el pomo de la puerta, lo giré lentamente, estaba sin llave y sin seguro. Respiré aliviada. La luz del dormitorio estaba apagada, pero había luz en el cuarto de baño, por el ruido del agua me percaté que estaba tomando una baño de tina. Había puesto música, era muy suave y envolvente. Me dirigí al baño, allí estaba dentro de la tina descansando, se notaba relajado. La sangre se me agolpó en las sienes. Dada la ubicación del baño Enrique quedaba dándome las espaldas. Me acerqué sigilosamente, me arrodillé y lo abracé por detrás, acariciando su pecho. Lo tomé por sorpresa, se volteó rápidamente y cuando quiso hablar, decir algo, puse uno de mis dedos en sus labios, para que no dijera nada. Cogí la esponja y comencé a jabonar su espalda, como toda una geisha.

Enrique no dijo nada. Sólo se dejaba querer y disfrutar de todo lo que estaba dispuesta a darle. Pude observar su sexo bajo el agua que rápidamente esta cobrando vida, volviéndose muy erecto, situación que me complacía de sobremanera. Así enjaboné su espalda mezclándolo con besitos tiernos, yo disfrutaba el contacto de mis manos con su cuerpo. Estaba feliz de no haber sido objeto de rechazo como la noche anterior. Después de algunos momentos me tomó la mano e hizo que quedara a un costado de la bañera, me tomó ambas manos y me hizo introducir tal como estaba en la misma. El agua se rebalsó, pero no nos importó en lo más mínimo. Mi camisola mojada se me pegaba al cuerpo y hacía que mis pezones se notaran.

Enrique se dio cuenta de ello y posó sus labios suavemente sobre ellos a través de la camisola. Por sentir toda esa sensualidad que Enrique despertaba en mí habría pasado un millón de veces lo de la noche anterior. Yo lo miraba arrobada, extasiada, ansiando perderme en la profundidad de sus ojos, me sentía menos que nada ante su presencia y él lo sabía perfectamente, que sólo moviendo un dedo me tenía inmediatamente a sus pies como una perrita faldera. Yo estaba tendida sobre él y podía sentir la dureza de su sexo contra mi vientre. El acariciaba mi trasero, siguiendo con la yema de los dedos los tirantes de mi tanga por sobre la camisola. Me abandoné a sus brazos y apoyé la cabeza en su pecho mientras con mi mano acariciaba su rostro, yo no podía disimular la ansiedad que me embargaba, este hombre me tenía embrujada, hipnotizada, no sé qué ni cómo poder describirlo, era una atracción visceral, casi animal de la cual no podía sustraerme, me dominaba por completo.

Tomó mi cabeza entre sus manos y me miró fijamente diciéndome. –"Sabía que ibas a venir"- mientras acariciaba tiernamente mi rostro y pasaba un dedo por mis labios como dibujándolos. Lo miré y le pregunte: -¿Por qué tan seguro que vendría? – "Por una razón muy sencilla" – contestó, agregando después: -"¿Quieres saberla?" – Asentí con un movimiento de cabeza. –"Sencillamente, porque eres mía. Eres mi hembra y sabes que nadie te hará sentir tan hembra como te sientes conmigo. Sólo yo sé cómo tratarte, ponerte en tu lugar y eso te agrada, te atrae hasta el punto de ser capaz de soportar cualquier humillación. Sabes que al final tendrás tu recompensa. Podrás estar con mil hombres distintos, pero nadie te hará sentir lo que yo. ¿O acaso estoy equivocado? – No pude argumentar nada. Tenía toda la razón. En tan poco tiempo me conocía como la palma de su mano, era de esos hombres que saben hasta lo que una piensa, que saben cómo hacer vibrar a una mujer y ahí estaba el secreto de su poder sobre mí. ¡Sabía hacer que me sienta una mujer completa!. Luego agregó: -"No dices nada porque sabes que tengo razón. Que te conozco mejor que tú misma. Que tu corazón no me puede guardar ningún secreto.

Eres como un libro abierto para mí. Esta noche te haré sentir más mujer que nunca. Todo lo que me deseaste anoche, toda la humillación que te hice sentir, todo lo que me extrañaste en el día de hoy te lo compensaré ahora, ya estás lista, estás madura para mí, estás como realmente te deseo, te moldearé a mi manera y serás una niña obediente y sumisa pronta a satisfacer mi capricho más mínimo, porque sabes que yo también te daré lo tuyo. Cada palabra que decía me remecía completa. Con sólo hablarme ya me tenía a punto de un orgasmo. Me atrajo hacia él y me dio un beso maravilloso, infinito, no apasionado, muy suave pero eterno en el cual jugaba con mi boca, con mi lengua, con mis labios, teniéndome en el séptimo cielo. Un hombre así era la delicia para cualquier mujer. ¡Recién ahora comprendía su actitud de la noche anterior! En realidad no estaba frente a un hombre cualquiera. Había sido capaz de postergar sus deseos para tenerme a punto, como él me quería tener, aún a riesgo de perderme, que yo hubiera reaccionado de otra manera. Aunque era un riesgo calculado, me conocía bien y podía anticipar mis actitudes. Había sido muy astuto. Me tuvo un día completo deseándolo y ahora que estaba junto a él sabía que sería suya sin reservas ni condiciones. Yo que estaba acostumbrada a llevar la iniciativa ahora estaba como una gatita sumisa a merced de un hombre que me enloquecía.

Sus manos bajaron hasta llegar al final de mi camisola y comenzó a subirla lentamente, descubriendo mi cuerpo de a poco, hasta que llegó a mi cabeza, estiré los brazos para facilitarle el trabajo, me la quitó y la dejó caer a una orilla de la bañera. Ahora mis pechos acariciaban el suyo, mientras recorría con sus viriles manos la suavidad de mi espalda. Yo me movía suavemente para sentir mejor la dureza de su sexo y así también mantenerlo estimulado. Estaba tan bien así, era como estar en el paraíso. Los dos juntos, solos sin preocupaciones, entregados al placer. Acariciaba su pecho, y no me cansaba de hacerlo mientras el me susurraba palabras de amor al oído con lo cual me enardecía terriblemente. –"Eres toda una hembra, mi amor" – me decía. –"Lo mejor que he tenido en toda mi vida. Eres caliente como debe ser toda mujer.

Me perteneces y te haré mía, más que lo que hayas podido ser de cualquiera. Te pondré mi sello, mi marca. Te condenaré a pensar siempre en mí cuando estés con otro, ya que no puedo pretender que seas mía en exclusiva, no quiero destrozar el corazón de mi hijo, pero desde ya te aseguro que prácticamente estarás más conmigo que con él". –Cuando me dijo eso, me abracé a su cuello y le respondí: -"Sí mi amor. Sé que te pertenezco, que soy tuya. Me haces vibrar como nadie, me atraes infinitamente y sólo deseo quemarme en tu pasión. Sólo tú sabes apaciguar el volcán que hay dentro de mí. Te pertenezco en cuerpo y alma." – Me cogió con sus manos de los glúteos y me hizo incorporar encima de él, de tal manera que yo quedaba de rodillas y el entre medio, apoyé mis manos sobre la cabecera de la bañera para poder inclinarme mejor frente a él, quedando mi sexo frente a su rostro. Pasó su mano por debajo de mi tanga y sacó mi pija erecta para que se la introdujera en la boca. Cuando la sentí dentro de su boca un estremecimiento se apoderó de todo mi ser. Lo mamaba con una perfección sublime. Toda mi piel estaba erizada.

Sus manos se apoderaron de mis nalgas, con fuerza, me dolió un poco, ya que aún estaban algo delicadas por la golpiza que me había propinado la primer vez.. Su mano derecha corrió el elástico y sus dedos comenzaron a buscar ansiosamente mi orificio. Cuando lo hizo, mi primera reacción, instintiva, fue de cerrarlo, pero aumentó la presión hasta que logró introducirlo y de a poco me fui aflojando. Así estimulada con mi pija en su boca y penetrándome con sus dedos que los movía de una manera increíble, me iba llevando para donde él quisiera. Mis quejido no tardaron en llegar, mi respiración entrecortada y jadeante eran la mejor muestra de lo que me estaba ocasionando Enrique. Su lengua, literalmente, se enrollaba en mi miembro y sus labios presionaban su cuerpo, teniéndome al borde de la locura, pero me controlaba, sólo me dejaba llegar hasta cierto punto. Era capaz de interpretar mis espasmos, mis quejidos, mis faltas de aire. Conocía todas y cada una de mis reacciones, motivo por el cual no me quedaba más remedio que someterme irremediablemente.

De pronto un manto de nubes me cubrió por completa, mi cuerpo ingrávido flotaba entre algodones, en vez de sangre circulaban por mis venas millones de cometas que producían un hormigueo insoportablemente placentero recorrer todo mi cuerpo. Cientos de estímulos que se combinaban y unían en mi cuerpo para desdoblarme. Me sentía como un tubo de neón, que mi cuerpo entero se alumbraba y las luces parpadeaban al ritmo agitado de mi corazón. Estaba arrojada. Impelida en el vacío inconmensurable y todo giraba vertiginosamente a mi alrededor. Mi cuerpo se deslizaba como en un tobogán si fin con esa sensación extraña que nos produce cuando vamos cayendo repentinamente. Todo mi ser era sensaciones, mi esfínter tenía espasmos incontrolables que presionaban fuertemente los dedos de Enrique, mi falo a punto de reventar llegaba a dolerme por la dureza que estaba experimentando en la boca de mi hombre. El placer se me hacía casi insoportable y sólo podía articular sonidos guturales, animales, totalmente irracionales. La saliva se me escurría por entre los labios y de mi mentón se deslizaban suavemente como pequeños ríos por mi cuello, el cual tenía las venas a punto de explotar.

Después de esto ya nada podía importar. Cerré mis ojos con fuerza, apreté los dientes casi hasta hacerlo sangrar. Aguanté la respiración hasta que llegó el momento maravilloso en que todo se convierte en luz y el grito desgarrador que salió desde lo más profundo de mi garganta diciendo que la vida y la muerte se habían unido en un solo ser. Parecía que iba a salir de mi propio cuerpo desgarrando mi piel. Tiritaba completa, como un rollo de papel al viento y así quedé no sé cuanto tiempo, muerta en vida, muerta de placer, agotada, aniquilada completamente., mientras el sudor se deslizaba por mi piel. Era incapaz de moverme, de decir algo, y cada tanto me sacudían aún algunos espasmos, los últimos vestigios del demonio de la pasión que salían de mi cuerpo. Desearía tanto tener el don de la palabra para describir el orgasmo que me dio Enrique, pero por más esfuerzos que hago me quedo corta en mis apreciaciones. Sólo sé que quien tenga la suerte que tengo yo de conocer a un hombre como Enrique, no debe dejarlo ir jamás de su vida. Cueste el precio que cueste. Apenas pude moverme un poco, me recosté sobre el cuerpo de Enrique, apoyé mi cabeza en su hombro, pasé mis brazos por su cuello y lloré, lloraba de una manera incontenible, pero era de alegría, de placer, de felicidad y no podía contenerme, necesitaba de alguna manera desahogarme, exteriorizar todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Enrique me acariciaba el cabello dulcemente y me daba besos sin decir nada. No era necesario, sabía perfectamente lo que me sucedía.

Salimos de la bañera, Enrique, gentilmente me cubrió con una toalla, y fuimos a la cama. Me secó, quitó mi tanga mojada, luego se secó él y acercándose me abrazó por detrás cubriendo mi cuerpo y dándome su calor. Sentía su sexo duro entre mis glúteos y me quedaba quietecita para sentirlo mejor. Mientras tanto jugaba golosamente con mis tetas. –"Ahora mi amor, te haré mía. Te voy a coger como nunca te han cogido" – me susurró al oído. Fue como si una corriente eléctrica me sacudiera por entera. –"Volverás a ser virgen para mí. ¿Oíste? Nada de cremas ni lubricantes. Te penetraré así en frío, para que sientas a un hombre de verdad y me entregues esa virginidad que me pertenece. Quiero oír tus quejidos de dolor, sólo así serás completamente mía. Tienes que sufrir para ser mía, para ser una hembra completa. ¿Estás de acuerdo?" - Realmente la pregunta estaba de más. No tenía necesidad de preguntarme. Si quería descuartizarme lo habría aceptado feliz. Muy quedamente le dije: -"Sí mi amor. Estoy dispuesta. Es lo que más deseo en el mundo, pertenecerte en forma completa. Soportaré lo que sea para convencerte de lo mucho que deseo me hagas tuya..." No dijo nada más. Me volteó y me puso de espaldas, acostada, me separó las piernas y se colocó encima de mí.

Sentir el peso de su cuerpo sobre mí me excitó rápidamente. Pasó sus brazos por debajo de los míos y dando vuelta las manos me tomó fuertemente de los hombros. Me pidió que levantara un poco mi cola para ubicarse mejor. Lo hice de inmediato. Aún no me explico cómo, pero con una pericia increíble su glande se centró justo en mi orificio, listo para invadirlo. –"Prepárate, mi amor, ahora voy a entrar en ti. Será algo que jamás olvidarás"- Y ya lo creo que jamás olvidaré. Cada vez que lo recuerdo me da hasta miedo sentarme, pero fue maravilloso. Sentí que su miembro comenzaba a presionar en mi orificio, trataba de relajarme, pero con la ansiedad me resultaba difícil. Su cabeza se me antojaba gigantesca, desafiando las leyes de la física. Mi temor era que no pudiera resistir, no lo quería decepcionar, haría todo lo posible pero en realidad no sabía hasta cuánto podría soportar ese dolor que recién comenzaba y que se iría haciendo cada vez más fuerte. Podía sentir cómo Enrique comenzaba a presionar cada vez más, su líquido lubricante no era suficiente para la penetración. Mis manos encrispadas cogían fuertemente las sábanas mientras mis dientes apresaban parte de la almohada para acallar el grito de dolor.

Mi frente estaba perlada por el sudor y el dolor era intenso, partía justo desde mi centro y se ramificaba por todo mi cuerpo. Enrique seguía tratando de invadirme, en un momento hizo un movimiento corto y preciso, muy rápido. El dolor me desencajó por completo, y el grito fue inevitables. Las lágrimas afloraron en mis ojos. Sentí algo dentro de mí, pero con el dolor no podía estar muy segura. –"Amor, ¿estás bien? ¿Te duele mucho?" – me preguntó Enrique. –Yo apenas si podía balbucear algo. –"Sí mi amor. Parece que estuviera toda desgarrada por dentro. Me duele muchísimo papito. Es un dolor casi insoportable..." Enrique me dio algunos besos en la nuca y me respondió: -"Pobrecita, mi linda muñequita. ¿Quieres que te lo saque?" – Al decir eso pareció que un rayo me hubiese fulminado. Sorprendida le pregunté: -"¿Cómo que sacármelo? ¿Ya lo tienes adentro? – Sentí que Enrique sonreía. –"Sí mi amor. Ya está más de la mitad adentro. Te informo que has sido desflorada y que me perteneces... pero... si estás sufriendo mucho puedo retirarme, amor..." -Casi sin pensarlo me salió en un grito: -"Noooooooooooooooo. No lo saques. No voy a sufrir tanto para que te retires justo ahora. Quiero que me goces mi vida. Soy tu mujer y es lo menos que puedo hacer por ti. Ya pasó lo peor mi cielo, no te preocupes, haz lo que sientas y desees hacer, te amo infinitamente mi cielo..." –Ya no quedó ninguna duda en Enrique y de otro envión me lo introdujo completo, pude sentir como sus bolas chocaban en mis nalgas. El dolor esta vez no fue tan fuerte por lo tanto respiré aliviada. Estaba feliz porque había sido capaz, había sufrido más que una parturienta, pero había cumplido con lo que esperaba Enrique de su hembra.

Y para darle ese placer era capaz de repetirlo hasta el infinito, nada me importaba más que él. Sentía como Enrique pujaba en mí, parecía que quisiera fundirse entero dentro de mí, desaparecer dentro de su hembra y eso me hacía olvidar todo el dolor sufrido. Le pedí que se quedara así quieto, dentro de mí, para sentirlo, para disfrutarlo, para sentirlo más mío que nunca. Cuando se quedó quieto comencé con mi juego, apretando y aflojando mi esfínter. Esa sensación enloqueció a Enrique quien no podía dejar de decir lo mucho que le gustaba. –"Mmmmmm, cielo, eso que estás haciendo es maravilloso... sigue, sigue así, mamiiiiiiiiiiiiiiiii, estás exquisitaaaaaaaaa, mmmmmm..." – El escucharlo me alentaba más para redoblar mis esfuerzos. Enrique estaba ya por irse, entonces comenzó sus movimientos con ímpetu desconocido, lo sacaba casi entero y de un solo mandoble me lo enterraba completo, hizo eso como unas seis veces antes de irse, pero era tanta la fuerza que me hizo acabar un poco antes que él.

Fue maravilloso de verdad. Cuando lo sentí venirse dentro de mi, que su semilla me inundaba el placer me embriagaba, sólo deseaba ser una hembra de verdad para quedar preñada de ese hombre magnífico. Cuando todo terminó, y nos vino esa laxitud propia de relajamiento nos abrazamos como dos adolescentes y nos besábamos sin parar. Mirándolo a la vista fijamente le dije: -"Amor, quiero que me prometas algo..." Me miró tiernamente y dijo: -"Lo que sea te lo prometo, preciosa" – Le di un beso en los labios y luego le dije: -"Quiero que cada vez que me hagas el amor sea tal como fue ahora, sin cremas ni lubricantes. Quiero sentirte de manera real. Quiero gozarte sufriendo..." – Me hizo un cariño en el rostro y sólo me dijo: -"Tu deseo será cumplido mi cielo". Así nos quedamos hasta el otro día. Hicimos el amor un par de veces más, mejor dicho sexo oral, antes de quedarnos dormidos, vencidos por el cansancio. En la mañana cuando desperté, Enrique ya estaba vestido y sentado en una silla me miraba complacido en mi desnudez.

Cuando vio que desperté se acercó a mí y me saludó con un tierno beso. –"¿Cómo está mi ex virgen?" - Me dijo sonriendo. –"Un poco adolorida, pero feliz" – le contesté y pícaramente acoté: -"¿Y en qué se basa el señor para saber si era virgen?" – Enrique hizo un gesto con la cara y me contestó: -"Muy fácil, señorita. Vea las sábanas y si eso no le basta puede ir a verse en el espejo..." Su contestación me sobresaltó. Miro las sábanas y estaban completamente manchadas de sangre. ¡Mi sangre! En un gesto de estupor, me llevé las manos al rostro. Casi no podía creerlo. Me levanté y encaminé hacia el espejo, me di vuelta y vi toda la zona de mi trasero manchada con sangre ya seca. Sólo pude exclamar: -"¡Que vergüenza, Enrique! Y... ¿Qué dirán tus criados? – Enrique se acercó y me abrazó, diciéndome: -"A ver. Vamos por parte. En primer lugar, vergüenza... ¿por qué? Me diste lo más preciado que me podías dar. Soportaste un dolor inmenso por amor a tu hombre. Eso no es motivo de vergüenza, debes estar orgullosa, porque fuiste una hembra de primera. Lo que has hecho no se puede olvidar fácilmente. Y allí en esas sábanas está la prueba palpable de lo que has hecho por amor. En segundo lugar los criados.

Por ellos no te preocupes. Jamás dirán una palabra. Me tienen una lealtad ciega, por algo están muy bien remunerados y saben que si son indiscretos perderán inmediatamente sus garantías. Así que eso no debe preocuparte. " – Y terminó su discurso dándome un beso y luego dándome una nalgada me dijo: -"Y ahora, anda a bañarte, te vistes y nos vamos a desayunar.". Me duché en el baño de Enrique, me sequé, me puse la camisola, pero antes tomé mi tanga y escribí en ella: "Vaya este trofeo de guerra a un hombre maravilloso, que supo ganárselo como nadie" Con amor, Julissa. Y se lo entregué. Lo leyó y me dijo que era el mejor regalo que había recibido en su vida. Lo llevó a su boca. Le dio un beso y luego lo guardó en el bolsillo.

Cuando bajé para el desayuno, estaba allí esperándome. La verdad fue que no soportamos mucho más tiempo y nos fuimos nuevamente a su habitación para cogernos como locos. Además debíamos aprovechar ya que Rodrigo llegaba mañana y ya no podríamos dar rienda suelta a nuestro desenfreno. No salimos sino hasta la hora de cenar, para luego encamarnos nuevamente.

Al día siguiente me levanté temprano para irme a mi habitación a fin que Rodrigo no fuera a sorprendernos. Quería verme hermosa y provocativa para Enrique, aunque sabía que ya llegando Rodrigo nada podríamos hacer, pero quería que me viera tentadora, provocativa a fin de aumentar su deseo por mí. Me coloqué un short de mezclilla muy ajustado y breve, de esos que dejan prácticamente ver todos los glúteos. Una blusita rosada anudada ala altura de la cintura que dejaba ver mi ombligo y un par de tenis. Enrique había tenido que ir al pueblo y me dijo que no regresaría hasta antes de la cena, así que una vez más la mansión quedaba prácticamente a mi disposición aunque el aburrimiento rápidamente se iba apoderando de mí. Por eso grande fue mi alegría cuando sentí la frenada de un automóvil y el claxon sonando sin parar. Era la manera que tenía Rodrigo de anunciar su llegada. Se veía espléndido como siempre.

Cuando me vio a lo lejos me hizo una seña con las manos, yo fui corriendo a su encuentro, me tomó entre sus brazos y comenzó a dar vueltas teniéndome en el aire, mientras yo me sujetaba a su cuello. –"¿Cómo está mi cuñadita querida?" – me dijo. Y haciéndome dar vueltas dijo: -"Por lo que veo, más rica que nunca". –Y volvió a abrazarme y darme un beso en la mejilla. –"Bueno primor, anda, dime cómo has estado? Parece que un poquito aburrida ¿o me equivoco? – Asentí con la cabeza. –"Bueno" -. Djjo, -"Para eso estamos los cuñados. Yo me encargaré de entretenerte, hermosura. Espera que vaya a darme una ducha, mientras tu me preparas un cafecito. ¿Te parece?" - Y guiñándome un ojo agregó: -" Y si quieres puede ir a enjabonarme la espalda..." – Me dio una palmada en el trasero y desapareció rumbo a su habitación. Me dirigí a la cocina para hacerle un café. Imaginé que tendría hambre así que también le preparé un emparedado con jamón y queso. Como a los quince minutos apareció con un short , de polera y sandalias. Todo se notaba muy caro, de calidad y por supuesto buen gusto. –"Aquí tienes tu café. También te preparé un emparedado. Imaginé que podrías tener apetito" le dije. –"Gracias cuñadita" – me dijo. –"Me adivinaste. ¿Será que me estás queriendo un poquitito? Me dijo sonriendo. – No se podía negar que era muy simpático y tenía un encanto que atraía. Era de esos hombres que se pueden tomar ciertas licencias con una mujer, porque saben que terminarán perdonándolo mas temprano que tarde.

El emparedado prácticamente se lo devoró, así quie le hice otro que lo aceptó gustoso. Una vez que sació su hambre sacó una cajetilla de cigarrilos y me ofreció uno. No acostumbro a fumar mucho, pero en ese momento me dio deseos así que lo acepté. Me dio lumbre y conversamos un rato. Luego me preguntó si sabía jugar al pool. Le dije que no. Que no lo había jugado jamás, pero que me parecía muy entretenido. Se ofreció para enseñarme. Le dije que no, porque habitualmente era lugar de puros hombres y me iba a sentir incómoda. El se sonrió y me dijo que no me preocupara, en la finca tenían una sala especial para jugar pool.

Me tomó de la mano y me llevó para allá. La salara era preciosa, decorada con mucho gusto. La mesa estaba en medio de la sala con una gran lámpara que la iluminaba. Las ventanas tenías vidrios de colores lo cual le daba un aspecto muy singular. Y en las paredes diversas figuras pero hachas con neón que cuando las encendió le daban mucha magia al lugar. Un pequeño equipo de música, algunas sillas y un sofá que se veía muy cómodo y mullido. Un pequeño refrigerador, un mueblecito con copar de diferentes tamaños y formas, botellas de licores variados. Y de manera muy disimulada una puertecita que daba a un pequeño baño con una ducha incluida..

-"Ya verás cuñadita que conmigo saldrás toda una experta en usar el taco"- me dijo sonriendo. Tomó las bolas y las colocó dentro de un triangulo. –"Como tú eres la dama, comenzarás primero" – me dijo. –"Mira con esta bola blanca tienes que pegarle a la número uno e ir tratando de meterlas en la buchaca de acuerdo a su numeración. ¿viste qué facil? – Me incliné para darle a la bola, pero en mi ignorancia no sabía bien cómo hacerlo ni cómo tomar el taco. Al ver mi dificultad dijo: -"No te preocupes que yo te ayudaré". Se ubicó detrás de mí me hizo inclinar indicándome como darle a la bola con el taco. Note que su esfuerzo por ayudarme iba un poco más allá, ya que podía sentir el roce de su sexo en mi trasero casi descubierto por el short que llevaba puesto. Al parecer mi querido cuñado tenía otro taco escondido por todo lo que podía sentir. Y así no me soltaba, y sentía como su sexo se iba endureciendo. Ya no me quedaba dudas. Mi cuñadito también tenía ganas de usar mi buchaca. Con los nervios le di mal a la pelota y casi casi rompo el paño de la mesa. La bola se fue para cualquier parte.

Como pude me di vuelta, ya que Rodrigo no me soltaba y quede frente a él. Lo miré coquetamente sin darle importancia a la forma en como me tenía le dije: -"Parece que este tipo de taco no me acomoda mucho, señor profesor" – Un brillo malicioso apareció en sus ojos y ya que le había dado pie me contestó: -"Tal vez podríamos buscarle un taco que se acomode más a sus gustos señorita". - Siguiendo su juego le dije: -"Y usted cree que habrá alguno con esas características? – Rápidamente me contesto: -"Sería cosa que comenzara a buscar bien, puede que tenga uno muy cerca de usted..." – El diálogo estaba comenzando a ponerse al rojo vivo y ninguno de los dos parecíamos dispuesto a detenerlo. Rodrigo no dijo nada. Sólo se la jugó. Me tomó la mano y la plantó rápidamente sobre su sexo que se notaba durísimo.

Y ahí me dijo: -"Creo que este esta justo para sus necesidades, señorita". – Me sorprendió, especialmente por dos cosas, la primera porque no esperaba esa reacción tan abrupta y la segunda porque si era verdad lo que estaba palpando mi mano, Rodrigo estaba muy pero muy bien dotado. Acusé el golpe, ya que por algunos momentos no supe qué decir y allí estábamos. Rodrigo mirándome casi divertido y frente a él estaba yo con una mano tomando su sexo. ¡Estábamos para una foto! Respiré un poco, tragué algo de saliva, pero sin sacar mi mano de donde la había dejado Rodrigo,y con la voz un poco entrecortada le dije: -"Me parece, señor que este taco es justo lo que necesito y quizá mucho más. Creo que con él podría mejorar muchísimo mi juego." - Al escucharme se sonrió se acercó y me propinó un beso que me dejó por las nubes. Nos separamos un poco, yo estaba bastante agitada por lo que estaba sucediendo, me arreglé un poco los cabellos y le dije: -"¿Todo esto viene con el taco? – Rodrigo se sonrió y replicó: -"Eso y mucho más, ya que es día de oferta, así que le conviene tomarlo ya".

Sin pensarlo nos abalanzamos el uno sobre el otro besándonos apasionadamente. Me llevó al sofá que había y quedó encima de mí besándome por el cuello con locura mientras sus manos me recorrían entera. Era como una lucha apagada, silenciosa, sólo respiración agitada, desesperación, calentura. Rodrigo comenzó a tratar de quitarme el short. Rápidamente mi mano bajó para detenerlo. Él se sorprendió, me quedó mirando y me dijo: -"¿Por qué Julissa?" – Tratando de controlarme un poco le dije: -"No puede ser Rodrigo, esto no puede ser. Hay algo que tú ignoras..." – Me quedó mirando por unos instantes y luego dijo: -"¿Y qué es lo que ignoro? ¿Qué no eres una mujer biológica? Eso lo supe desde el primer momento, Julissa, casi desde que te vi la primera vez. Eso no disminuye en nada mi deseo por ti, más aún lo aumenta. Así que si es eso no te preocupes. Además no pienso decírselo a nadie. Me agradas muchísimo y para mí eres la mejor hembra que he visto en mucho tiempo." -Respiré aliviada. Lo abracé fuertemente y nos besamos una vez más. –"De todas maneras no me agrada aquí" – le dije. –"No estoy preparada para hacerlo, no tengo lubricante y si me penetras será muy doloroso" – le dije. Además ese placer singular lo tenía sólo para Enrique. –"Pero no te preocupes, cielito, Julissa te hará feliz de todos modos". Me incorporé dejando recostado a Rodrigo.

Comencé a quitarle su short. Abajo llevaba una zunga negra que apenas podía contener su inmenso paquete. Pasé mi mano por ese maravilloso bulto. Rodrigo dio un respingo de placer. Y comencé a masajearlo primero por sobre la zunga. Era delicioso sentir la dureza de su sexo a través de la suavidad de la zunga. Cerraba mis ojos e imaginaba esa verga y su tamaño, ayudándome por el tacto. Luego comencé a pasar mi rostro y a morderlo suavecito. Rodrigo estaba que no daba más y me decía: -"Ahhhhhhhh, chiquita. Eres maravillosa. Toda una hembra. Mmmmm, que bien lo haces, pequeña..." – Quité su zunga y quedó al descubierto su sexo en plenitud.

Era un miembro perfecto desde todo punto de vista, su forma era tal como me gustaba, recto, muy rígido, su cabeza imponente, su tamaño era considerable, más grande que el de su hermano y su padre, el grosor era como para pensarlo un poco antes de introducirse ese monstruo. Lo tomé entre mis manos y lo hice hacia atrás y comencé a pasar mi lengua por sus bolas que se notaban estaban repletas de ese maravilloso néctar que producen los hombres. Luego recorrí todo su miembro con mi lengua, deteniéndome minuciosamente en su cabeza. Sabia perfectamente lo que Rodrigo esperaba con ansias.

Que me lo introdujera en la boca, y por eso mismo, para hacer que lo deseara más demoraba al máximo ese momento que yo también ansiaba. Luego de un rato prudente me acerqué, abrí mi boca y comencé a introducir en ella esa magnífica estaca. Rodrigo, arrobado me observaba como iba desapareciendo de a poco dentro de mi boca. No era cosa fácil debido a sus dimensiones, pero como ya se habrán podido dar cuenta, no soy mujer que arrugue fácilmente. Su pija llegaba un poco más allá de mi garganta, lo tenía completo adentro y mis brazos estirados acariciando su pecho. Me costaba mucho respirar con esa tranca en la boca, por tanto decidí que debía hacer acopio de toda mi experiencia para que Rodrigo se fuera luego.

Así que comencé a exagerar mi pasión, que viera que estaba completamente loca y enardecida con su pija, y emitía sonidos ininteligibles y me estremecía y tiritaba, para que Rodrigo con todos esos estímulos acabara luego, cosa que sucedió tal cual lo esperaba. El chorro de semen no se hizo esperar demasiado, inundó mi boca y comenzó a derramarse por las comisuras de mis labios. Rodrigo, con los ojos cerrados disfrutaba enormemente del placer que le estaba ocasionando. Mantuve la mayor cantidad posible de semen dentro de mi boca sin tragarlo. Una vez que hube terminado me hice hacia atrás para que Rodrigo me pudiera ver bien y lentamente comencé a hacer que el semen se derramara por entre mis labios, siguiera por mi cuello hasta llegar a mis tetas, y con mis manos lo esparcía por ellas, jugando con mis pezones y colocando una cara de hembra caliente. Mis dedos, mojados con su semen me los llevaba a la boca y los succionaba lo más seductoramente posible. Rodrigo miraba alelado, cómo estaría que su miembro ya estaba comenzando nuevamente a erectarse.

Lo miré descaradamente y luego le digo a Rodrigo: -"Este taco está de miedo, parece que terminaré siendo una profesional del pool". – Hice que se levantara, quedé de rodillas frente a él. Tomé mis tetas con ambas manos y ubiqué su miembro entre medio de ellas. Así lo aprisioné en medio de ellas y comencé a moverme para masturbarlo, y cuando su punta llegaba arriba aprovechaba para darle unos cuantos lenguetazos. Estaba tan excitado que no alcanzó a durar más de unos cinco minutos que se vino sobre mis tetas dejándolas totalmente cubiertas de su semen tibio. Tomó asiento mientras observaba como yo con mis dedos juntaba el semen y me lo llevaba golosamente a la boca. Una vez terminada y calmada la agitación del momento, Rodrigo me tendió sus manos, dejándome sobre él. Me abrazó y mirándome a los ojos me dijo: -"Eres una hembra como pocas. Realmente envidio a mi hermano que te tiene en su cama todas las noches. ¡Vaya si sabes cómo encender la pasión de un hombre! Después de ti el diluvio, chiquita, el diluvio..." Yo sonreía halagada y orgullosa, mientras con mis manos acariciaba su pecho. –"Tú tampoco te quedas atrás, Rodrigo" – le dije. –"Ese taco es realmente maravilloso y es el culpable que me hayas puesto así. Lo disfruté muchísimo".

Acariciando mis cabellos, me contestó: -"Sí mi amor, pero ahora me corresponde retribuirte, yo también deseo hacerte gozar". Se puso de pie y se desnudó completamente. Su cuerpo era perfecto, todo estaba donde debía estar, se carcó a mí y aflojó el primer botón de mi short, luego bajó lentamente la cremallera y comenzó a quitármelo. Me miraba con una admiración que no se molestaba en disimular. Recorría mis piernas con sus manos, allí arrodillado frente a mí. Rozaba su rostro en mis muslos y acariciaba mi trasero. –"Eres una verdadera diosa"- me decía. –"Una mujer perfecta. Tu piel tan suave, tu cuerpo tan armonioso. Después da hacer el amor contigo es difícil poder disfrutarlo con alguien más." Sus manos se dirigieron a mi sexo que hace rato estaba erecto, a punto de explotar. Cuando sentí su mano en él, un placer infinito me recorrió entera. Bajó mi tanga y quedó frente a él mi sexo erecto. Lo quedó mirando fijamente, sin hacer nada, luego subió la vista para decirme: -" Julissa, quiero que sepas que lo que estoy por hacer, no lo había hecho jamás en mi vida. Ni siquiera en la imaginación. Pero contigo lo deseo intensamente y lo encuentro hermoso." – No le dije nada, lo tomé suavemente de la cabeza y lo dirigí hacia mi miembro.

Rodrigo abrió la boca y lo recibió. Se notaba su inexperiencia, pero trataba de hacer lo mejor posible, imitando un poco la manera de cómo lo había hecho yo. En todo caso esa inexperiencia y en saber que mi miembro era el primero que entraba en su boca me excitaba de una manera profunda. Después de un rato, que dejé para que se fuera acostumbrando, aprendía rápido, le pedí que se levantara y que se recostara en el sofá boca abajo. No me dijo nada, pero se notaba bastante nervioso. Su trasero era formidable, bien proporcionado, firme y me calentaba pensar que era virgen. Una vez que se colocó como le había pedido me subí sobre él. Me preguntó tímidamente si lo iba a penetrar. Sonreí, le dí unos besitos en la nuca y le dije que no se preocupara que no lo iba a hacer, si alguna vez tenía la oportunidad deseaba que fuera algo placentero y no para hacerlo sufrir.

Allí no teníamos todas las comodidades que se merecía una primera vez. Acomodé mi pija entre medio de sus glúteos, a lo largo, muy parecido a como lo había hecho él entre mis tetas. Una vez acomodados comencé a masturbarme entre medio de sus glúteos., era muy agradable sentirlo así, se notaba que también le gustaba ya que también apretaba sus glúteos y se movía para estimularme más. Como también me encontraba muy excitada no demoré mucho en venirme y su trasero quedó inundado con mi semen. Me bajé de Rodrigo, me puse a un lado de él, luego con una de mis manos la acerqué a su trasero y comencé a juntar mi semen y se lo mostré a Rodrigo diciéndole: -"Abre la boquita, para que pruebes de mi leche, tesoro". Obedeció, y así se tomó toda la leche que pude juntar. Era una nueva experiencia y al parecer le había gustado mucho. La hora había avanzado rápidamente, así que nos arreglamos como mejor pudimos.

No sin antes hacerme prometer que a la medianoche le haría una visita en su habitación. Se lo prometí, pero tenía cierto temor, ya que no sabía los requerimientos que podría hacerme Enrique cuando llegara. Pero bueno, si así pasaba, ya se me ocurriría algo para salir airosa del paso. Y de esta manera se puede decir que ya conocía plenamente a toda la familia. Cada uno en su estilo tenía su gracia, aunque a Rodrigo todavía me faltaba probarlo mucho más, y esperaba que eso fuera esta noche. Salimos rápidamente y cada uno se dirigió a su habitación. El día se había pasado casi sin darme cuenta y de una manera que jamás me habría imaginado. Era increíble todo lo sucedido. No tenía una explicación para mi conducta, no sé si era el ambiente campestre el que me había puesto tan efusiva e inmoral o sencillamente estaba comenzando a descubrir la puta que tenía escondida en mi interior. Bueno, no quise pensar más en eso y tomaría las cosas según fueran dándose, además... pensé cínicamente, todo quedaba en familia. Enrique llegó poco antes de la cena, así que estábamos los tres juntos. La situación era un poco divertida ya que cada uno de ellos me miraba disimuladamente como si fuera de su propiedad, y con un aire de satisfacción al tener ciertas prerrogativas sobre mí, y que supuestamente el otro no tenía. Imaginaba eso mismo pero también con Jorge. Allí tendría a mis tres hombres reunidos.

Una vez que terminamos la cena, Enrique pidió a Rodrigo que sirviera unos bajativos, más que nada para tener una pequeña oportunidad de estar a solas conmigo. Apenas sucedió, me dijo: -"¿Me irás a visitar esta noche?" – Le dije que no, que me disculpara, pero quería descansar un poco, y además aún estaba un tanto adolorida por su culpa. Y para que me perdonara le hice un pequeño cariño en su sexo. –"Pero prepárate para mañana"- le dije y le guiñé un ojo. Me dijo que estaba bien. Pero que mañana sin falta debía estar en su habitación, ya que me tenía unas ganas tremendas. Tomamos los bajativos y nos despedimos. Rodrigo me quedó mirando como tratando de decirme algo, pero para hacerlo sufrir me hice la desentendida. Una vez en mi habitación me quité la ropa, me cambié la tanga y me puse un camisoncito de seda cortito. No quise hacer más preparativos, total lo que me pusiera no me iba a durar mucho. Me recosté para descansar un poco mientras esperaba que todo se tranquilizara y poder salir con más seguridad.

La habitación de Rodrigo estaba bastante cercana a la mía, pero debía pasar primero frente a la de Enrique. Cuando el reloj dio las doce y media, decidí que era buena hora para mi visita furtiva. Abrí la puerta muy despacio y miré para todos lados. No se veía absolutamente nada. Salí y le eché llave a mi puerta por si a Enrique se le ocurría visitarme. Así por lo menos no se enteraría que no estaba allí. Rapidito me encaminé a la habitación de Rodrigo, giré el pomo, estaba sin llave. Entré e inmediatamente puse el cerrojo. –"Bienvenida, preciosa" – me dijo Rodrigo. Estaba con una bata de seda. Corta muy hermosa y dejaba ver gran parte de sus piernas varoniles. Estaba recién bañado, con el pelo aún húmedo. –"Vengo por las clases particulares de pool" – le dije. –"Perfecto, señorita, usted ya sabe muy bien dónde está el taco. ¿Habrá recordado traer la buchaca por casualidad?" – me respondió sonriendo. –"Sí señor, soy una alumna muy aventajada". – le respondí. Y acercándose a mí dijo: -"De eso no me cabe la menor duda". Me acerqué muy desafiante y tiré del cordón de su bata. Esta se abrió y me dejó ver la esplendidez de su cuerpo tan masculino y bien cuidado. Llevaba una zunga minúscula que apenas podía contener a su pija. Su forma lo estilizaba perfectamente.

No pude evitar fijar la vista en su bulto. –"¡Wauuuuuuu!" – exclamé. –"Parece que la lección estará esta noche muy interesante" y acercándome más pasé mis manos por su espalda y le quité la bata dejándolo sólo con su zunga. Me tomó entre sus fuerte brazos y dijo. –"No me gusta conceder ventaja" – y tomándome del trasero comenzó a subir mi camisón hasta quitármelo por completo. –"Ahora estamos empatados" – dijo. Me tomó de la mano, se acercó al equipo de música y pronto la habitación se inundó de una música muy suave y sensual. Mirándome fijamente me dijo: -"¿Bailamos?" – Me acerqué a él y crucé mis manos por detrás de su cuello y él me tomó de la cintura. Comenzamos a bailar muy lentamente sintiendo nuestras pieles. Mis tetas rozaban su pecho y mis pezones se endurecían. El otro contacto maravilloso era el roce de nuestros sexos, como se presionaban recíprocamente y nos movíamos hacia los lados para estimularnos más. Nuestras piernas según el movimiento hacían entre ellas un contacto maravilloso.

La sensualidad nos embriagaba, no teníamos apuros, estábamos tranquilos y disponíamos de toda la noche. Nuestros ojos estaban brillantes a causa del deseo que dominaba nuestros cuerpos y mentes. La penumbra agregaba un ingrediente más a la magia del momento, sin decir nada estábamos dispuestos a hacer lo que fuera para la felicidad del otro. Sin límites, sin tabúes, sin restricciones. Vivir intensamente el momento como si después no hubiera más. Rodrigo jugaba con mi cabello, le encantaba hundir sus manos en la suavidad de los mismos, acariciarme el rostro que según él era el de un ángel que había caído del cielo. Yo con mis manos recorría su torso musculoso. Fuerte de hombre. Sus brazos y sus manos grandes que sin embargo eran capaces de acariciar tan suavemente. Lentamente nuestras manos comenzaron a bajar y simultáneamente nos quitamos el último vestigio de ropa que nos quedaba.

Sólo nos separaban nuestras pieles para ser uno solo. Completamente desnudos nos abrazamos, nuestros sexos erectos se rozaban entre ellos y lo portentoso del suyo hacía ver el mío tan pequeño y frágil, era por lo menos un tercio más grande. Jugábamos a rozarnos con ellos en nuestros vientres, la dureza del suyo contrastaba con la delicadeza y suavidad de mi vientre. Por un momento, Rodrigo se separó de mí y se dirigió a una mesita donde había una botella de champagne en un balde con hielo. La destapó, llenó una copa y se acercó a mí. Me hizo arrodillar y comenzó a verte el líquido a la altura de su pecho para que yo la bebiera. El líquido comenzó a deslizarse por su cuerpo y yo ávidamente bebía lo que se deslizaba por el cuerpo de su sexo. Una vez que la hubo vaciado por completo seguí recorriéndolo con mi lengua hacia arriba, limpiando todos los vestigios de licor de su cuerpo. –"Ahora es mi turno" – le dije. Tomé la copa de sus manos y la llené. Me apoyé para inclinarme levemente en la mesita y le di la espalda. Comencé a derramar el líquido por ellas que rápidamente en veloces hilillos se unían para perderse entre medio de mis glúteos, lugar donde Rodrigo bebía golosamente el champagne.

Al igual que yo fue ascendiendo lentamente, limpiando mi cuerpo del licor. Nos fuimos a la cama y nos recostamos de lado quedando frente a frente. Tomé mi miembro con la mano. Rodrigo hizo lo mismo y comenzamos a jugar haciéndolos rozar entre ellos. Nuestros líquidos lubricante se mezclaban y hacía más suave el roce entre ellos. Así provocándonos placer estuvimos un largo rato, luchando por no venirnos, eso debía quedar para el final. Nos faltaba mucho por hacer, queríamos conocer nuestros cuerpos en su totalidad, descubrirnos mutuamente. Rodrigo suelta su miembro y me abraza quedando encima mío, prácticamente me cubría por completo. Yo crucé mis piernas por su cintura y me apegué a él lo más fuerte que pude mientras nos besábamos profundamente. Luego tomó la almohada y la colocó debajo de mi cintura para elevar mis caderas. Me emocioné como una niña de quince. El momento de la unión completa se estaba acercando.

De la mesita de noche sacó un tubito con gel y comenzó a aplicarla en mi orificio, el sentir ese contacto de sus dedos en mi ano me estremecía completamente. Luego untó su miembro totalmente, colocó mis piernas sobre sus hombros y comenzó a acercarse para hacerme suya. Si saberlo había escogido la posición que más me gustaba, ya que permite una mayor profundidad de penetración y además una depende totalmente de su pareja, es una posición de sometimiento del macho sobre la hembra, lo cual, para mi gusto le daba un agregado extra. Sentí cuando hizo contacto conmigo, eché mis brazos hacia atrás, cerré los ojos, la boca entreabierta esperando que la daga se hundiera en mí.

Con un rápido movimiento introdujo la cabeza de inmediato, sólo alcancé a tragar un poco de aire, mi cuerpo se arqueó, mi boca se abrió, mis ojos parecían a punto de salirse de las cuencas, mis manos se cerraron fuertemente, mis piernas tensas, duras y lo dedos de los pies abiertos, fue como morir por un instante, sin respirar, sintiendo esa mole dentro de mí. Un sentimiento de rabia-dolor-odio-placer-deseo-calentura, se apoderó de mí y con las respiración entrecortada le dije con una voz que ya no era humana: -"¡Métemelo, métemelo entero, hijo de la grandísima puta! ¡quiero que me destroces... ¿oíste? ¡Quiero que me desgarres el culo! ¡Quiero sentir a un macho de verdad!" –No alcancé a terminar de hablar cuando Rodrigo haciendo acopio de todas sus fuerzas se introdujo en mí de una manera que no me dejó nada en su lugar. –"¿Eso quería, puta? – me dijo. –"Pues bien tómalo. Te haré trizas esa maravilla de culo que tienes" Y así comenzó. Lo sacaba casi todo y de un solo envió me lo volvía a meter. Cada vez que llegaba al fondo sentía cómo sus bolas chocaban en mi trasero y me revolvía entera. Tenía que sujetar mis tetas.

Cada vez lo hacía más fuerte y con una rabia incontenida. Ya no podía soportar más y le rogaba que se detuviera, pero era peor. Yo pensaba que la cama no iba a aguantar tanto movimiento. En uno d esos enviones fue tan violento que me hizo acabar como nunca. El semen saltó sin control y mis espasmos eran violentísimos. Rodrigo estaba como endemoniado hasta que de pronto en un envión sentí que se venía. Su rostro estaba totalmente desfigurado por el esfuerzo y el placer, para posteriormente caer como muerto sobre mí. Mis piernas ya estaban comenzando a acalambrarse por la posición así que en cuanto pude las bajé para poder estirarlas. Quedamos como muertos. Era difícil ya que la clase continuara.

Estábamos exhaustos. Miré el reloj y ya eran las cinco de la mañana. Decidí que era un buen momento para irme, antes que la servidumbre comenzara a despertarse. Así se lo dije. No sé si me escuchó bien, porque estaba al límite el pobre. Al levantarme para ponerme la tanga y el camisón pude percatarme de cuán contrahecha había quedado. Todo el cuerpo me dolía, nada estaba en mi lugar, pero me sentía feliz, inmensamente feliz. Rápidamente me fui a mi habitación y sin siquiera abrir la cama me tiré sobre ella. No sé ni en qué momento me dormí, pero cuando desperté era casi las once de la mañana. Me duche y vestí rápidamente, estaba muy adolorida, no creía posible cumplir mi compromiso con Enrique para esa noche. Pero... bueno ¿quién sabe? Aún faltaba mucho para la noche y tal vez para ese momento ya estaría repuesta. La noche tenía propiedades mágicas, ya me había percatado de ello y más aún estando en pleno campo. La familia necesitaba de mí y no estaba dispuesta a dejarlos abandonados...

Me gustaría me hicieras saber de tu opinión con respecto a este relato. Estaré gustosa de leerlos y contestarlo cualquiera sea tu crítica. Un besito para todos(as).

ANDRÓGENA

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