Una familia unida 14

Sofía y Sandra se van a un motel antes de enfrentar a sus familias. Y ahí descubren la sorpresa que les había preparado el destino a las dos.

Una familia unida

Capítulo 14

El taxi las dejó a la entrada del departamento que les asignaran en el motel al que acudieron las muchachas. Ambas iban inexplicablemente nerviosas,  pues no era la primera vez que tenían sexo lésbico ni que iban a un motel en compañía de otra mujer. Pero ahora sentían que la situación era diferente, como si algo de ellas se hubiera comprometido en la relación que estaban iniciando y sentían como si fuera su primera vez. Para Sofía era un sentimiento parecido al que la embargó la vez primera que tuvo sexo con su hermana Mónica. Sandra no se explicaba a ciencia cierta qué pasaba por ella, solamente sabía que se sentía como si esta fuera su primera vez.

La noche anterior, cuando ambas se durmieron en el bus, se sintieron tan compenetradas que ambas durmieron plácidamente, completamente entregadas y con una confianza plena en la pareja que tenían al lado. Nunca antes se habían sentido tan plenas y tan seguras en compañía de otra persona.

Y en la mañana, cuando se despertaron y se besaron, esa confianza se hizo palpable y todo les pareció nuevo, como si estuvieran iniciando una película a todo color, donde los paisajes adquirían un nuevo encanto, casi mágico. Y qué decir de la alegría que las dos sintieron cuando fueron a tomar el café y se miraron a los ojos, comprobando que toda la maravilla que sentían en sus corazones la originaba esa persona que estaba al frente, que irradiaba cariño.

Ambas sentían lo mismo. No había necesidad de expresarlo pues se percibía en sus miradas, en su sonrisa de felicidad, en el ánimo que las envolvía.

Sofía, me siento tan extraña, que no puedo expresarlo en palabras

¿Sabes? Lo mismo me sucede a mí.

No lo expresaron pero las dos mujeres sabían que lo que flotaba en el ambiente, lo que las envolvía era un sentimiento poderoso que había nacido de la nada misma, cuando sus miradas se cruzaron en el bus y que empezó a germinar al compás de las primeras palabras que cruzaron y que terminó por hacer explosión cuando sus manos tocaron los muslos de la otra.

Si el amor se define como una química de los cuerpos, en este caso estaban en presencia de una reacción de alto nivel. No tenían dudas al respecto.

Conscientes de que estaban viviendo algo único, surgió el deseo de continuar juntas y posponer la visita a sus respectivos familiares. A las dos mujeres les resultaba doloroso separarse sin haber estado juntas al menos un día.

Por eso la alegría con la que Sandra respondió a la propuesta de Sofía de ir a un hotel a continuar amándose.

El viaje lo hicieron tomadas de la mano, ante la mirada curiosa del taxista. Y en tanto el vehículo devoraba las calles en pos del refugio que buscaban para dar rienda suelta a sus deseos crecientes, ambas sentían que los nervios empezaban a dominarlas.

Ya en la pieza del motel, ambas paradas frente a frente, no se atrevían a actuar. Fue Sofía la que nuevamente tomó la delantera, abrazando a Sandra y mirándola a los ojos le expresó sus sentimientos abiertamente

¡Cómo deseaba estar así contigo!

Sandra cerró los ojos y se abandonó en los brazos de Sofía

¡Y yo!

Estrechamente unidas, se besaron apasionadamente y se acercaron a la cama, donde se sentaron sin separarse ni dejar de besarse. Ambas querían hacer durar ese momento y las dos sentían que sus corazones latían mucho a más aprisa al sentir a la otra tan junto a sí, mientras sus labios seguían unidos.

Te deseo tanto, Sandra

Y yo a ti, cariño

Sofía la empujó sobre la cama y Sandra quedó tendida de espalda, mirándola con una sonrisa en los labios y expectación en sus ojos.

Sofía, hazme lo que quieras

Quiero amarte, Sandra

Sofía empezó a desnudar a Sandra, lentamente, gozando de la visión que le daba esta cuando sus intimidades se asomaban bajo la ropa. Cuando le hubo desprendido de la falda y de la blusa, dejándola cubierta solamente por su sostén y el calzoncito,

Tómame, Sofía. Lo deseo tanto

Sofía se puso encima de Sandra y abrió delicadamente sus piernas. Los albos muslos se abrieron ante sus ojos descubriendo el tesoro que aguardaba ser descubierto por los labios de Sofía, que lo besó con pasión, produciendo en Sandra tal emoción que no pudo contener sus fluidos, los que inundaron la boca de Sofía, que siguió besando los labios carnosos mucho después que hubieran expulsado hasta la última gota.

¿Qué me pasa contigo, Sofía, que me  siento tan llena de ti?

Yo siento algo parecido. Creo que esto es el amor.

Sandra se incorporó y empujando a su amante la puso de espalda y ella, a su vez, tomó el papel que ésta había ocupado antes, abriendo sus piernas y metiendo su rostro entre los muslos de Sofía, que se abrieron ansiosos por recibirla. Su boca se llenó de los labios vaginales húmedos y ardientes de Sofia, que empezó a mover su cuerpo con pasión desenfrenada. Finalmente, Sofía le regaló un orgasmo pletórico de grititos y jugos, que manaron de su cueva como si fuera una vertiente.

Las dos muchachas no se atrevían a ensayar nuevas poses ni a explorar nuevos rincones, como si temieran romper el hechizo del momento, la red que se había tejido entre ambas, la unión que se había establecido entre ellas.

Tendidas en la cama, descansando en busca de reponer sus fuerzas, se tomaron de la mano y quedaron quietas, mirándose con una sonrisa de felicidad en el rostro. Sofía se incorporó y besando a Sandra delicadamente en los labios, le musitó al oído te amo .

Dos palabras. Dos simples palabras, pero tan llenas de contenido que Sandra rompió en llanto, un llanto de felicidad como nunca antes había tenido. Nunca ningún hombre había logrado despertar en ella tanto amor, tanta entrega. Sentía que esa mujer que recién había conocido la noche anterior ahora formaba parte de su vida y que sin su presencia ya nada sería igual para ella. La necesitaba y estaba segura de que su futuro estaba unido a Sofía.

Ya oscurecía cuando decidieron separarse, después de intercambiar sus teléfonos y la promesa de encontrarse cuando volvieran a Concepción. Cuando partieron, las dos lo hicieron con la convicción de que debían vivir juntas y vivir este amor que había nacido entre ellas completamente abierto, a la luz del mundo, sin importar el que dirán.

Llamaron un taxi y mientras lo esperaban, se hicieron múltiples promesas de amor. Cuando llegó el vehículo, ambas subieron y decidieron que primero irían a dejar a Sandra y después a Sofía.

¿Dónde vamos a dejarte, cariño?

Preguntó Sofía y la respuesta la dejó con la boca abierta.

¡Eso es al lado de la casa de mi hermana!

El destino, que siempre juega la carta de triunfo, había dado una vuelta de más a la rueda de la fortuna.

Ignoraban que ambas se integrarían a un grupo en que el sexo era el gran aliciente, la motivación y el objetivo casi único, alrededor de una verga que llenaría todas sus expectativas.

Podrían vivir su amor en medio del desenfreno sexual de sus familias y su bisexualidad alcanzaría cotas increíbles de depravación.

Sus destinos se habían unido en un solo día y terminarían de fundirse al compás de ese grupo que las integraría sin que ellas lo buscaran.

El taxi partió a la casa de la hermana de Sandra.