Una familia moderna (1)
Un joven interesado en comprar un departamento logra que el dueño se entregue por vez primera al mundo gay y tienen un ardiente encuentro.
Autor: Ricardo
Dirección: epuig99@gmail.com
Una familia muy moderna ( 1 )
Dos hombres en una habitación vacía
Era viernes y vería a Julia. Hacía dos meses que no estábamos juntos y la proximidad del encuentro me tenía expectante. Decidimos que pasaría a buscarme al departamento que tenía en venta, a las 7 p.m., porque tenía la visita de un posible comprador con el que había quedado de encontrarme para que lo inspeccionara, a las 6 p.m., lo que me daba una hora de tiempo para atenderlo y esperar a mi amante. Los viernes acostumbrábamos empezar cenando para seguir con una sesión de sexo hasta agotarnos, para después ir a bailar y finalmente terminar la jornada con una nueva revolcada, hasta el amanecer.
Llegué 5 minutos antes y recorrí el departamento por si había algún desperfecto, pero todo estaba en su lugar. Se veía mucho más grande. Mientras iba de pieza en pieza recordaba las sesiones de sexo que había tenido con Julia en las diferentes dependencias, incluyendo la cocina. En todas partes habían recuerdos de nuestras explosiones sexuales, pues cuando nos encontramos no podemos resistir mucho tiempo sin hacerlo. Es una necesidad imperiosa que nos obliga a buscar los lugares más increíbles para satisfacernos. Nos complementamos muy bien Julia y yo, pues a su naturaleza ardiente se suma mi permanente calentura. Y los dos juntos somos dinamita, que de una u otra forma tiene que explotar, no importando el lugar ni el momento.
Esperaba que la visita de este joven interesado no durara demasiado pues el solo pensamiento de estar con mi hermosa amante me excitaba y ese día había pensado demasiado en sus encantos visibles e invisibles, por lo que mi estado era de una calentura extrema.
Cuando abrí la puerta del departamento, me sentí impactado por la belleza del muchacho parado frente a mi, que, sonriente, me miró profundamente mientras estiraba su mano para presentarse. Se llamaba Alex.
El joven entró con desplante y aplomo, pero al mismo tiempo con una cordialidad extrema, que aumentaba su atractivo. Me sentí turbado, pues sus verdes ojos, su pelo castaño claro ensortijado, sus labios finos, su nariz algo aguileña, formaban un conjunto de hermosura que no podía dejar de percibir, aunque se tratara de otro hombre. Imaginé que debía tener mucho éxito con las mujeres, lo que de alguna manera me produjo un cierto malestar por ese posible rival tan poderoso, que estaba seguro obtendría lo que a mi siempre me llevaba tiempo y esfuerzo. Era evidente que ese joven no necesitaba trabajar mucho para llevar a sus conquistas a la cama, ya que su sola presencia hacía gran parte del trabajo que yo necesitaba aplicar para lograr lo mismo. Y es muy posible que muchas mujeres que habían sido inmunes a mis armas, a él no le habría costado conquistarlas.
Le hice visitar todas las piezas, las que fueron de su gusto por los comentarios alegres que me hacía. Su cuerpo era delgado y atlético, por lo que era evidente que se trataba de un asiduo al gimnasio. Y por la desenvoltura con la que conversaba dejaba traslucir que se trataba de un hombre de mundo, acostumbrado a los mejores ambientes y a tratar con gente importante.
Nuestra charla se fue alargando pues ambos estábamos muy a gusto intercambiando comentarios acerca de la situación política y el deporte, temas que a los hombres siempre nos une.
Sin darme cuenta, nuestra conversación se fue haciendo más intimista. Y fue cuando visitamos lo que se supone sería el dormitorio principal que el tono de la conversación empezó a ser sugerente. No es difícil entre hombres que el tema sexual aparezca y esta vez no fue la excepción. Al mostrarle la pieza le comenté de que ese era el lugar en que se pasaban los mejores momentos, a lo que el respondió afirmativamente, con una risa franca que dejó ver unos dientes parejos y muy bien cuidados.
Empecé a comentarle de las conquistas que había llevado a ese dormitorio y el me dijo que estaba seguro que él también le daría un muy buen uso, lo que nos hizo reír bastante y con ello terminamos por cimentar una confianza que nos llevó a seguir por el camino de las confidencias sexuales, típico en dos hombres que empiezan a conocerse y que empiezan por fantasear como niños chicos con sus juguetes.
"Por lo visto el dormitorio es la pieza principal para ti"
"Generalmente las muchachas pasan directo a él, sin conocer el living"
"Pillín"
"¿Y qué quieres? A esta edad el sexo es mi actividad principal"
Y reímos amplia y francamente. Alex me golpeó suavemente en el pecho mientras se reía, lo que me hizo sentir profundamente el perfume que usaba. No lo reconocí pero estaba seguro de que era un perfume carísimo. No podía dejar de oler la rica mezcla de aromas que inundaba el ambiente, produciéndome una extraña turbación. Y dado que el joven no se movió de su posición cercana a mi, la aureola perfumada que emanaba de su piel me envolvía placenteramente.
Me consultó por mis preferencias sexuales y yo le esbocé las poses que acostumbrábamos hacer con Julia y que tanto placer nos daban. Cuando le tocó el turno a él, se limitó a responder que era un "pasivo muy activo ", lo que me turbó y me impidió responderle, ya que era evidente que me estaba confesando su condición gay. La revelación me produjo una mezcla de nerviosismo y excitación, dada la cercanía del joven y ese perfume que emanaba de su cuerpo.
Por unos momentos no supe articular palabras, pero él salvó la situación con soltura, preguntándome si tenía algo en contra de los gays, a lo que respondí obviamente que no. ¿Podría enfrentarme a él en ese momento, circunstancia y lugar y decirle que no me agradaba que fuera homosexual? Evidentemente no, por lo que continuamos nuestra conversación aunque ahora con cierta tirantez de mi parte, debido a la confusión en que el muchacho me había sumido con su confesión tan espontánea. Pero él supo llevar la conversación de manera que muy pronto conversábamos cordialmente, aunque ahora mi visión de Alex era diferente y mientras hablábamos no dejaba de mirar su belleza, la que me producía un alivio grande, ya que pensaba divertido que era un gran rival menos que tenía en mis conquistas, pues Alex no pasaba de ser un gran desperdicio para las mujeres.
Pero la cercanía de ese muchacho, la desenvoltura con que conversaba, el perfume que irradiaba, su mirada siempre penetrante y su sonrisa seductora producían un todo seductor que hizo su efecto en mí, siempre dispuesto a responder a mi naturaleza proclive a la sexualidad, por lo que sin darme cuenta me encontré con la parte delantera de mi pantalón exageradamente abultada. Y eso no le pasó desapercibido a Alex, que se acercó más aún, mientras su voz se hacía cada vez más ronca, envolvente. Era evidente que entre los dos se había producido una atracción que nos empujaría lentamente a recorrer caminos nuevos para mí.
Alex me estaba seduciendo. Un hombre me seducía y yo me dejaba seducir, sintiendo que ese hermoso muchacho acercaba su cuerpo cada vez más a mi y que el mío reaccionaba a esa cercanía produciéndome una erección que no podía controlar. Era increíble que un hombre de gustos bien definidos por las mujeres, que toda su vida había gozado con ellas y que nunca había pensado ni remotamente en la posibilidad de relacionarse con otro hombre, estuviera ahora con una erección impresionante frente a ese hermoso joven que se le estaba insinuando y que seguía acercándosele. Sus ojos se encontraron y sus miradas se fundieron, mientras mi frente se perlaba de sudor, sintiendo que lo inevitable estaba por suceder. El rostro de Alex se acercó al suyo y sus labios se abrieron lentamente, preparándose para lo que sabía obtendría de mí. Cerré los ojos, empecé a abrir mis labios y . . . sentí sonar el timbre del departamento.
Julia. Me había olvidado completamente de que habíamos quedado en encontrarnos en el departamento. Había pasado una hora desde la llegada del muchacho y ella estaba afuera del edificio, llamando para que le abriera. Hice ademán de ir al intercomunicador para permitirle la entrada, con un gesto evidente de frustración, que el joven advirtió y que aprovechó inmediatamente, pues con su mano tomó suavemente mi paquete, el que acarició mientras me preguntaba "¿ tu noviecita ?" Le miré largamente, mientras su mano seguía tocando mi verga por sobre el pantalón, y le respondí que habíamos quedado de encontrarnos ahí. El muchacho abrió mi pantalón, sacó mi verga y mis bolas, las que sopesó en sus manos, otorgándome una sensación nunca experimentada. Fue increíble la manera en que su mano me hacía excitarme, aprovechando la ocasión que le regalaba. Pero Julia seguía tocando el timbre y le dije que debía responder.
Alex soltó mi paquete, se levantó y me dijo "bueno, tu te lo pierdes. Adios", dándome la espalda para dirigirse a la puerta. Cerré mi mente a todo pensamiento y me dejé llevar por los sentidos, olvidándome completamente de Julia y de mi condición de heterosexual.
Tomé su mano y le obligué a volverse. Me miró a los ojos, con su sonrisa bailando en los labios, feliz de haber ganado la batalla, pues Julia podría gastarse los dedos tocando el timbre, que no obtendría respuesta. Mi elección estaba hecha y a ella le tocaba perder.
Nos fundimos en un beso tranquilo, sin apasionamiento. Apretó mis labios con los suyos y los estrujó delicadamente, en tanto sus manos se dedicaban a abrirme el pantalón, que cayó a mis pies. Me bajó el calzoncillo y se arrodilló frente a mi, donde le esperaba mi verga completamente erecta.
Mientras tomaba mis bolas en sus manos, abrió su boca y se introdujo todo mi pedazo de carnes y venas, el que terminó por perderse entre sus labios. Juntó las paredes de su boca para dar una forma parecida a una vulva y empezó a moverse de manera que me parecía estar follando una vagina, con su misma calentura y humedad, pero con una lengua mucho más eficaz que un clítoris, lo que me produjo un efecto de coito insuperable. Ninguna mujer me había regalado una vulva como la que este muchachito me regalaba con su boca caliente. Y sus manos seguían sopesando mis bolas, sin acariciarlas ni masajearlas, solamente dejándolas descansar en la palma de su mano, produciendo un efecto complementario que me hizo acabar de una manera increíble.
Tomé su cabeza, atrayéndola para que recibiera toda mi eyaculación, que el joven tragó gustoso, mientras se agarraba a mis nalgas como afirmándose en mí.
Se levantó y mirándome a los ojos, dijo "y esto es solamente el principio". A estas alturas hacía bastante rato que habían cesado los timbrazos de Julia, que tal vez supuso que no había acudido a la cita.
Me hizo acostarme en el suelo desnudo de la habitación mientras se desprendía de su pantalón y calzoncillo, se paraba sobre mí y sin dejar de mirarme se empezó a sentar de manera que mi verga parada quedó a la puerta de su culo. Cuando sintió la proximidad, se sonrió y mirándome me dijo "¿quieres penetrarme?"
Le tomé de la cintura y le respondí afirmativamente, levantando mi cintura. El se dejó caer y mi verga se introdujo en su interior completamente. Con un gesto de lujuria apretó sus labios y mirándome a los ojos dijo "¡ricoooo!" mientras sentía cómo mi instrumento lo penetraba.
Empezó a apretar su esfínter de manera tal que cuando mi verga iba saliendo sentía toda la estrechez de su culo y lo distendía cuando volvía a penetrarlo, facilitando la introducción. Todo esto me producía un gozo increíble, que no recordaba que Julia me lo hubiera dado con su vagina. Me apreté a su cintura para ayudarle a subir y bajar, sin dejar de mirarle. Su cuerpo se movía cada vez con mayor descontrol y no pude dejar de ver su instrumento frente a mi, moviéndose libremente al compás de sus subidas y bajadas, completamente parado por la excitación del muchacho. Mis ojos se quedaron pegados en la herramienta de mi amante ocasional, a quien no le pasó desapercibido la atracción que me producía su erección, por lo que tomó su verga en su mano y empezó a acariciarla, sin quitar sus ojos de mi. La atracción era casi hipnótica y sentía mi boca seca.
Dejó de tomarse el instrumento y tomó mi mano, que llevó para que reemplazara a la suya. Me dejé llevar sumisamente y me encontré por vez primera con una verga que no era la mía entre mis manos, haciéndole una paja que aunque tímida al principio fue aumentando rápidamente en intensidad. Esta situación me produjo tal excitación que no pude resistir el orgasmo por más tiempo y me vacié en el culo del muchacho, que respondió con una eyaculación que me bañó el pecho y parte del rostro.
Quedamos exhaustos, en el suelo y uno al lado del otro, abrazados. Yo no dejaba de pensar en la verga de mi ocasional amante. Sentía una atracción desconocida hacia ese trozo de carne que me hubiera gustado besar, como él lo hizo con el mío. Debía reconocerlo, sentía deseos por la verga de Alex.
Al cabo de un rato de descanso, el joven propuso ir a su departamento a disfrutar con mayor comodidad, a lo que acepté a sabiendas que mi vida sexual cambiaría completamente en los dominios de Alex, el joven que ya había hecho olvidar mi deseo por Julia.
Salimos como dos buenos amigos y partimos en su auto al centro de la ciudad, a un restaurant exclusivo, donde conocí a Adriana, la hermana de Alex, que diera una nueva perspectiva del sexo. Pero la sorpresa mayor la tuve cuando conocí las verdaderas relaciones que tenían los dos hermanos con su madre.
Lamento no tener fotos que acompañen este relato. Me hubiera gustado que algunas fotos adornaran los sucesos relatados, pero no tengo ninguna como para mostrar gráficamente lo que relato.