Una familia diferente (II)
Como alguno y alguna se quedó con las ganas de ver como terminaba la cosa, pues....
La primera parte es cortita, quizás os vendría bien recordarla....
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Sus labios eran suaves. Su boca acogedora. Su cuerpo pegado a mí. Toda ella me decía que estaba en casa. La curva de su cuerpo entre mis brazos. Nada me incitaba dejar de besarla, ni a separar el estrecho abrazo que nos unía.
Un imperceptible ruido e hizo abrir los ojos y allí estaba. Por fuera del quicio de la puerta, apenas asomado, pero sin perder detalle. Manuel nos espiaba.
Mis manos bajaron hasta su culo y lo agarré con fuerza, pegándola aún más a mí. Su lengua me respondió juguetona, al tiempo que se le escapaba un dulce gemido y se pegaba más a mí.
Notaba sus pezones en mi pecho, ya duros, a través de la tela del vestido. Lo mismo que ella ya debía estar notándome más abajo. Empezaba a querer algo más, que simplemente meterle mano por encima del vestido.
Haciendo un esfuerzo, que me costó más de lo que quería reconocer, separé mis labios de los de ella. Que se quedaron un instante en el aire, buscándome. Abrió sus ojos y me miró, mientras una sonrisa aparecía en su boca. Le devolví la sonrisa y lentamente la giré hasta quedar encarada hacia la puerta.
Me pegué a su espalda y mis manos empezaron a subir hasta alcanzar sus pechos. Empecé a acariciarlos con ganas. ¡Qué delicia! Ella echó hacia atrás la cabeza dejándome libertad para recorrerla con mis manos. No puede evitar aprovechar ese cuello que ponía a mi disposición y la besé y lamí, aunque me moría por morderla. En otro momento lo habría hecho, pero en ese momento aún la cordura me susurraba que no la dejara marcas visibles.
Levanté la vista y Manuel miraba nervioso. Sé que quería más.
- “Manuel. Pasa a la cocina. Las manos atrás y quieto”. Su mirada y el incipiente bulto de su pantalón lo decían todo.
Obedeció y dio un paso dentro de la cocina, quedándose cerca de la puerta. Que, si bien no era muy grande, si quedaba a unos tres pasos de nosotros. Subí mi mano hasta el escote del vestido y solté el primero de los botones, bajando lentamente por el resto hasta que quedó abierto hasta la cintura. Me asomé y pude ver ese conjunto que tanto me gustaba. De un color azul claro, con la mitad superior de encaje semitransparente bordado con flores. Que dejaba ver la mitad superior de los pechos y en cuya mitad se apreciaban, duros y desafiantes sus preciosos pezones; que me pedían a gritos que los comiera.
Sabía que la parte de abajo era una braguita a juego. Ya que sabe que me gusta que vaya conjuntada.
No me pude reprimir y mientras agarraba uno de sus pechos, cogí el pezón del otro entre mis dedos y empecé a jugar con él. Un gemidito de María me indicó que le gustaba. Los ojos de Manuel me lo decían todo.
Mordí su hombro y con mi boca bien abierta lo recorrí entre mis dientes, mientras le miraba.
Bajé una de mis manos hasta el borde del vestido y me introduje hasta alcanzar las bragas por debajo. Estaban húmedas. Al contacto con mi mano su culo se pegó a mí. Tuve que luchar un instante, ya que la braga se me resistía, pero al final pude apartarla y tocar mi coño. Introduje mis dedos y allí estaba esperándome mi clítoris. Una nueva sacudida me confirmó que estaba muy sensible.
- “Míralo”, le susurré al oído.
Abrió los ojos y enderezó la cabeza, en dirección a él.
-“Ábrete el vestido para él”
Con una sonrisa empezó a desabrochar los botones que le quedaban, mientras lo miraba.
- “Quítate el vestido y excítalo”.
Doblo la parte superior de su cuerpo hacia su marido y encogiendo los hombros permitió que la parte de arriba del vestido se deslizara un poco. Deshice el abrazo con el que la tenía sujeta, para darle libertad de movimiento. Ella lentamente se giró, doblándose aún más, quedando con el culo en pompa frente a su marido y su cabeza muy cerca de mi polla. Entonces y mientras se movía ligeramente fue tirando del vestido, haciéndolo deslizar por su espalda poco a poco. Primero apareció la tira trasera del sostén y luego, una vez cayó al suelo, su culo en pompa frente a Manuel. Un culo precioso, grande, con forma de corazón, que la braga que llevaba hacía resaltar aún más. no podía verlo, pero seguro que en la posición que estaba incluso podría ver la mancha de humedad en sus bragas. Seguro que la vista era espectacular.
La cogí de la barbilla y tiré de ella hasta ponerla de nuevo pegada a mis labios. ¡Me encanta besarla! Solo que esta vez, tras el beso la giré y la puse a mi lado, de tal forma que quedamos el uno junto al otro mirándolo.
- “De rodillas, perro”, bramé mirando a Manuel.
Manuel simplemente doblando las rodillas, se dejó caer despacio, hasta quedar de rodillas con las manos todavía atrás. El bulto de su entrepierna había crecido considerablemente.
- “Provócalo” le susurré a María.
María empezó un baile restregándose suavemente contra mí, como si yo fuera una barra de esas que hay en los bares, jugando conmigo, sin dejar de mirara a su marido. Me encanta el roce de su cuerpo, con ese conjunto de lencería que la hacía tan deseable. Estaba caliente y empezaba a salir la zorrita, que nadie ve, para provocarnos a los dos.
“Manuel. Mi zorrita empieza a calentarse. Seguro que ya has visto que está húmeda”
“María enséñaselo”.
María avanzó y puso su coño cerca de la cara de su marido, con las piernas bien abiertas para que pudiera verlo a través del encaje de la braga.
Cogí la cabeza de Manuel y la hundí en el coño de su mujer., mientras le decía – “Mira con huele a hembra en celo”.
Manuel quedó con la nariz pegada al coño de su mujer, mientras ella trazaba ligeramente círculos con mi coño en su cara. El ni se movía con los ojos cerrados, aspirando su aroma.
- “No te separes Manuel”.
Desde detrás de maría, introduje mis dedos por el borde de la braga hasta alcanzar su clítoris, que empecé a acariciar. Ella giró la cabeza hacia mí, para sacando la lengua reclamarme ese beso, que estaba deseando.
María estaba cada vez más encendida, pero no estaba cómodo.
- “Manuel, quítale las bragas sin quitar tu cabeza de donde está”.
La orden fue inmediatamente cumplida y esta vez pude introducir mis dedos con total libertad en mi coño. Recorrí sus labios con mis dedos mientras recorría los otros con mis besos. Acaricié el clítoris y bajé hasta la entrada de la vagina, que estaba cliente y húmeda. Introduje un par de dedos y jugué en la entrada.
Mi otra mano ya había vuelto a encontrar el pecho de maría y lo estrujaba con ganas. A maría entre beso y beso se le escapaban gemiditos.
Recorría de abajo arriba ese coñito con mis dedos, varias veces. Notaba el aliento de Manuel en mi mano. Metí de nuevo los dedos y jugué en la entrada. Los saqué y girando la mano los puse en la boca de Manuel. Que rápidamente sacó la lengua para lamerlos. Volví a repetirlo varias veces y en cada una de ellas, los degustó.
En eso, un ruidito, me hizo mover la cabeza hacia la cocina. Nos habíamos olvidado de la cena y puede que acabara en incendio.
Quité mis dedos y Manuel retiró la cabeza. Pero no se lo permití. La cogí desde atrás y la volví a hundir en el coño.
- “Chupa hasta que te diga que pares”
María abrió los ojos con sorpresa, pero el primer lametazo le hizo volver a cerrarlos y agarrar la cabeza de su marido, presionándola contra sus muslos.
La solté y me giré. Apagué la cocina y retiré hacia los lados lo que estaba en la cocina. En apenas 5 segundos, estaba de vuelta contra la espalda de María. La cogí de las caderas y la giré, ante la sorpresa de ambos, quedando esta vez el culo frente a la cara de Manuel.
María alzó los brazos y los enroscó en mi cuello, plantándome un beso que hizo que me olvidara de todo. Mis brazos enroscados en su cintura la atrajeron aún más. La besé con ganas y sus pezones se me clavaron en el pecho.
Bajé mis manos a su culo y me encontré con otras manos. Me parece que alguien se había ganado un castigo. Podía notar como movía su cabeza. Seguramente le estaba lamiendo el culo, ayudándose de las manos para abrírselo y llegar mejor.
De cualquier forma, mi polla ya estaba pidiendo a gritos que se la hiciera caso.
Deslicé mi mano a sus hombros y bajé las tiras del sujetador. Bajé mi boca a sus pechos y empecé a chuparle los pezones. Pasando de un pecho a otro. Agarrándolos fuertemente ambos. Ella se hecho hacia atrás para facilitarme el llegar; lo que supongo que le complicó mucho lo que estaba haciendo su marido.
Me encantan mis tetas. Son grandes, ligeramente caídas por el volumen. Tienen unas aureolas color café con leche, con unos pezones que cuando se excitan son como pequeños meñiques. Me gusta cogerlas, apretarlas, besarlas y chuparlas. Cuando está excitada se ponen tan duros y sensibles, que quiere que se los apriete y los muerda, llegando a correrse.
Bajé una de mis Manos al coño y sorpresa. Había una mano. Esta vez sí que me enfadé.
- “Manuel, las manos a la espalda”.
Esta vez sí. Mis dedos entraron en mi coño, lo recorrieron y acabaron frotando fuertemente el clítoris. Mi boca chupaba y mordía sus pezones y ella se convulsionaba. Se iba a correr y lo estaba deseando. Gemía cada vez más fuerte.
Aceleré el movimiento de mi mano. Gemía y movía la cabeza de un lado a otro. Manuel no perdía detalle, de rodillas, con una cara descompuesta por el vicio. Por un momento me dieron ganas de dejarlos a ambos con las ganas. Mi parte cabrona que sale a menudo.
Era hora de que me diera mi primera corrida. Mordí con saña su pezón, metí mi dedo en el coño y apreté su punto G. Inmediatamente el coño empezó a convulsionar y se corrió, abriendo mucho los ojos y quedándose sin respiración. Me sorprendió porque normalmente conmigo es más ruidosa. Aproveché para besarla.
Pero si creían que había terminado con ellos, estaban muy equivocados.
La cogí del cuello y la hice agacharse hasta quedar junto a mi polla.
- “Vamos perra. Ponla a tono que voy a partirte en dos. “
No es que en realidad necesitara que hiciera nada. Mi polla ya llevaba hacía mucho pidiendo que la dejara salir a jugar. Pero quería que ella lo hiciera y que él lo viera.
Repuesta de la sorpresa de lo rápido que habían cambiado las cosas, me miró y sonrió. Volvía a calentarse.
Me sobó con una mano el bulto del pantalón, mientras lo miraba. Luego subió de nuevo la vista hacia mis ojos y con ambas manos, lo abrió y lo dejó caer.
Esta vez lo miró a través del bóxer y pegó su mejilla, por encima de la tela. Con una mano empezó a bajar y en cuanto saltó, le lanzó el primer lengüetazo en la punta. Seguramente quería empezar suave, pero le pudo la lujuria y la engulló, de un envite, hasta la campanilla. Dejándola ahí, mientras su cara se congestionaba. Casi tanto como la cara de su marido, que no perdía detalle.
La sacó, la miró, se puso la cabeza en los labios y girándose me chupó el frenillo, para acto seguido engullirla varias veces muy rápido, terminando con el capullo en sus labios, relamiéndolo mientras me miraba a los ojos burlona. Ahora sabe muy bien como chupar una polla y le encanta ver cómo me pone.
- “Manuel, ponte con tu cabeza al lado de la de tu mujer. No quiero que pierdas detalle”.
Ahora notaba la respiración de ambos y la mirada juguetona de maría. Que esta vez se dedico a despacharse a gusto con mi polla, mientras miraba burlona a su marido. Hasta en un momento se la sacó de la boca, ofreciéndosela a su marido.
- “¡No! No ha sabido mantener las manos atrás”.
Ella sorprendida, pero con un mohín de “¡jódete!” en su cara, volvió a engullirla cerrando los ojos y disfrutando de ella. Se la sacó y la recorrió desde la punta, ante la mirada suplicante de su marido. Se introdujo la punta y la relamía, mientras con la mano me pajeaba.
Cuando la volvió a sacar, dudo un momento si golpear con ella en los mofletes de su esposo. Pero no terminó de decidirse y volvió a engullirla.
Con tanto jugueteo me estaba sacando de mis casillas y capaz era de hacerme correr. Pero no podía dejarla. Quería follarla.
“Zorrita. Sigue comiendo. Pero ponte de pie, pero con el culo en pompa.”
“Y tú, cornudito. Ponte detrás de ella y prepárame el coño y el culo de esta zorra, que me los voy a follar”
Ahora sí, notaba a través de la boca de María, las lamidas de Manuel en mi coño. Puso más énfasis, tragándosela toda. Con más ganas y más vicio. Girando la cabeza para mirarme de reojo y ver cómo me estaba poniendo. Aunque la muy cabrona sabía bien, por los latidos de mi polla, que me estaba aguantando. Sus gemidos ahogados, me indicaban que estaba disfrutando tanto de lo que le llenaba la boca, como de las lamidas que le estaba propinando Manuel.
Cogí su pelo y la hice girar. Poniendo su culo a mi disposición y dejando a Manuel sin saber cómo ponerse. Quería entrar duramente para que me notara. Pero trabajo del cornudo había sido muy bueno. Mi coño estaba bien abierto y muy lubricado. Así que mi polla se deslizó suavemente y sólo le saqué el primer grito cuando llegué al fondo. Paré y me quedé allí acostumbrándome a las sensaciones. Mi coño estaba muy caliente y mojado. María empezaba a moverse para sentirla bien a dentro. Subí mis manos hasta lo pechos y loa ferré con fuerza jugando con los pezones y empecé un lento movimiento. Quería que notara cada centímetro cuando entraba y salía. Moviendo la cadera para que me sintiera dentro por todas partes.
Pero uno es como es. Necesitaba follarla más fuerte. Así que bajé una de mis manos y acaricié su silueta, hasta llegar a su cadera.
- “Cornudín. Cómele las tetas, así como estás “.
Manuel, medio de rodillas bajo su mujer solo tuvo que levantar su cabeza, apresarlas y empezara chupar. La respiración de María se convirtió en un rugido.
Yo retiré mi mano del otro pecho y recorriéndola de nuevo, esta vez la cogí de la cintura con la otra mano. Mis envestidas empezaron a ser más fuerte y más profundas. Al llegar al fondo empujaba un poco más para que sintiera bien la punta. María empezó a gemir descontroladamente a cada estocada. Sentí una gran humedad y mucho calor, en mi polla. Se estaba corriendo muy suavemente, con el trabajo que le estábamos haciendo.
Mi polla me pedía a gritos eyacular, pero aún quería más y si jugaba bien mis cartas, aún la disfrutaríamos más.
“¿Te gusta zorrita? Te estas corriendo. Noto como tu corrida me cae entre los huevos hasta el suelo.”
“Manuel. ¿Verdad que no vas a dejar que se desperdicie? Baja y cométela de mi coño”.
Sabía que le iba a ser muy difícil. Pero enseguida empecé a notar como alguna vez al empujar su cara me molestaba y como aprovechaba para darme algún lengüetazo.
Aunque morboso, la posición no era la más adecuada, ya que le había prometido que la iba a partir el coño en dos, así que:
- “Cornudín. Sal de ahí y ponte delante de tu mujer. De pie y sujetándola por los hombros.”
Con un lento movimiento, ya que había pasado mucho tiempo casi de rodillas se puso en pie. El bulto en su pantalón era más que evidente, lo mismo que varias manchas de humedad, que habían traspasado la tela. Quién sabe cuántas veces se habría corrido.
Ahora sí. La agarré fuertemente de las caderas y empecé a acelerar mis embestidas. Ahora no se trataba de que me notara al fondo. Ahora con cada embestida me notaba presionando su punto G. Empecé a entrar y salir cada vez más rápido. Manuel la sujetaba y gracias a eso no nos caíamos con el ímpetu que estaba entrando. Los gemidos de maría se convirtieron en un único grito sostenido y continuo. Notaba cómo palpitaba mi coño y mi polla.
Y fue como si alguien tirará un cubo de agua. La corrida de maría se abrió paso entre coño y polla y salió como si fuera a presión. María gritó más alto, se corrió y le temblaron las piernas y las tetas. Ella mismo echó el culo atrás, para ensartarse más profundamente. Ahora si que había un charco en el suelo.
Paré por el esfuerzo y porque me encanta verla gozar. Es una visión que disfruto. No lo sabría decir, pero me daba que incluso se había vuelto a correr Manuel, por su cara. No lo tenía claro, pero por como abrazaba a su mujer, en vez de sujetarla como antes, diría que s muy probable que hubiera sido así.
Mi polla me devolvió a la realidad. Reclamaba correrse ella también.
¡¡Y ya iba siendo hora!!
Así que, con gran pesar, ya que me encanta estar dentro de mi coño, la saqué. Apunté a ese culo tan precioso que tiene María y enterré la cabeza. Nunca he sido aficionado a la puerta de atrás, pero he de reconocer que el culo de maría incitaría a cualquiera. Con la corrida tan fuerte que había tenido, estábamos suficientemente lubricados para no hacerla daño. Además, ya está acostumbrada a mi tamaño.
María levantó la cabeza sorprendida. Pero tras ese instante sentí como intentaba relajarse para disfrutarlo, aunque todavía le temblaban las piernas.
- “Cuéntaselo. Zorra”.
María giró la cabeza hacia su marido y le dijo: - “Me va a follar el culo”.
Empuje metiéndosela hasta dos tercios y le dije:
- “Así no. Cuéntaselo de verdad”.
María giró la cabeza y me miró. Se volvió a su marido y le dijo: - “Verás cabronazo. Mi amo me está follando el culo con ese pedazo de polla, que me encanta. Voy a intentar correrme a la vez que él, para que lo veas y lo disfrutes como el cornudo que eres. Después, si eres bueno, te dejaré que limpies su corrida de mi culo. Y girándose, me lanzó una mirada de satisfacción.
Ante semejante disertación, simplemente tiré de riñones y se la metí hasta el fondo. Y empecé un lento mete saca que iría incrementando.
Ella seguía mirándole y hablándole: - “¡Qué grande es! Noto como entra y me llena”.
Empecé a acelerar el ritmo y ella seguía: - “Siento como palpita y ¡qué dura está!”
No sé a él, pero a mí me estaba poniendo como una moto. Si la dejaba seguir por ahí me correría irremisiblemente ¡Necesitaba ayuda!
-“Cornudín. Acaríciale los pezones con los dedos”.
Manuel no se lo hizo repetir.
María se volviéndose, añadió: - “¡Qué cabrón eres! Sabes que así me correré.”
Aceleré más aún y de nuevo empezó a gemir de forma sostenida. Mi polla pedía a gritos correrse. Lo necesitaba urgentemente. Sin ningún cuidado la empalé. Mientras su marido tiraba fuertemente de los pezones olvidándose de sujetarla. Sentía que me venía y envestí hasta el fondo. Corriéndome en lo más profundo de ella. Quedándome allí soltando toda mi carga. La muy zorra cumplía su promesa y se corría conmigo, gritando a la cara de su marido. Incluso diría que hasta él se corrió.
En el delirio, la envestí unas pocas veces más, para dejarle toda mi carga dentro.
Lentamente ella se enderezó lo que hizo que saliera mi polla, soltando alguna que otra gota. Se giró y enroscándonos, nos fundimos en un beso largo y profundo. De nuevo todo alrededor desaparecía y solo éramos uno.
No sé el tiempo que pasó, ya que estaba tan a gusto, que me costó separarme y me sorprendió no ver a Manuel. Ella parece que me lo leyó en la cara y simplemente me digo: - “¡Es un chico muy obediente!” y entornó los ojos.
Miré de lado y allí abajo estaba Manuel, con su cara pegada al culo de María. Sí, en verdad nos había salido muy obediente.
Y es curioso, porque……