Una Familia Diferente (02)

La fiesta resulta más extraña de lo que parece

A la mañana siguiente la ducha arrancó los restos de mi sueño húmedo y encaré el nuevo día con una sonrisa en los labios. Bajé al gimnasio que estaba montado en una casa de madera a unos cien metros de la piscina. Estaba perfectamente equipado, no había máquina que se echase de menos. Después de dos horas de entrenamiento me volví a duchar y me colé en la cocina para desayunar algo. Isabel estaba allí desayunando con su padre. Si mis primas habían crecido de forma muy agradable, ella no había sido menos. El año anterior ya fue motivo de excitación para mí, pero ahora ya era toda una mujer. Buen pecho, delgada, alta y con una melena morena rizada que le llegaba a media espalda. Cuando me recuperé de esa maravillosa visión saludé a Isabel con dos besos y me senté a su lado. Una de las chicas me puso café y una bandeja de bollos.

  • ¿Te importaría hacerme un zumo y unos huevos revueltos? - pregunté apartando los bollos.

La chica, que debía ser nueva, se quedó parada sin saber que hacer hasta que una de las veteranas le dijo algo al oído y se apresuró a ponerme lo que le había pedido.

  • ¡Que manía tienes de desayunar aquí! - exclamó Isabel – las vuelves locas.

  • Aquí tengo mejor compañía - contesté.

Mariano soltó una carcajada pero no hizo comentarios.

  • ¿Es cierto que te vienes esta tarde a la fiesta?

  • Sí, mi padre me ha montado una encerrona.

  • Bueno,  será bueno verte fuera de aquí.

  • No sé si será tan bueno, me he enterado que estás saliendo con Alfredito.

  • Su nombre es Alfredo y es un buen amigo.

Me fijé en la mala cara que puso su padre cuando surgió el nombre.

  • Bueno, mejor que sea solo un amigo, no es de fiar.

  • Desde pequeño le tienes manía. No es tan malo, ha madurado mucho.

Alfredito y yo siempre nos habíamos llevado mal. Era un compendio de todo lo que me enfadaba, estúpido, mezquino y cruel. No continué la conversación porque veía que Isabel bebía los vientos por él. Era una chica inteligente y no tardaría en darse cuenta de como era su novio, o al menos eso esperaba.

Pasé la mañana paseando por la mansión y mis pasos, sin proponérmelo me llevaron a la biblioteca. Era una sala en dos alturas que haría las delicias de cualquier bibliotecario profesional. No me sorprendió encontrar a mi tía Rebeca allí, era su vicio. Ella se encargaba de comprar nuevos volúmenes y de mantenerla ordenada. Era como su segundo trabajo.

  • ¡Hola sobrino! ¿Necesitas algo?

  • Hola, no necesito nada, solo estaba paseando. Pero ya que estoy aquí... ¿Por qué me tengo que ir a la fiesta de esta noche? No es propio de papá obligarme a ir de juerga. Y fuiste tú la que sacó a colación lo de Alfredito.

  • Tienes que ir porque tu padre quiere que vigiles a tus hermanas.

  • Claro y voy yo y me lo creo. Tía, te voy a decir lo mismo que me dijo mi padre anoche, no me tomes por tonto. Sé reconocer cuando me tienden una trampa. Tú preparaste el terreno, los demás siguieron por el camino que tú habías dibujado y papá clavó el último clavo. Si te estoy preguntando a ti es porque sé que esto tiene toda la pinta de ser una conspiración tuya. ¿Qué te cuesta admitir que tengo razón y decirme que es lo que esperas de mí?

  • Las cosas no son tan sencillas. Sabes que en esta familia lo que quieres tienes que ganártelo. Pero estoy segura de que tu padre realmente te envía a la fiesta para que vigiles a tus hermanas y primas. A mi me gustaría que cuidases también de Isabel.

  • ¿A ti tampoco te gusta su novio?

  • Simplemente me fio más de ti que de cualquier novio.

  • De manera que Alfredito es un buen chico pero por si acaso quieres que yo haga de carabina. Un papel muy divertido y que Isabel me va a agradecer.

  • No te pongas así, si no quieres que te tome por tonto no te hagas el tonto. Sabes que debes leer entre líneas. Seguro que averiguaste muchas cosas durante la cena. No solo tu padre tiene acceso a tu historial académico. Eres una de las personas más inteligentes que conozco, si te lo propones puedes cumplir los objetivos sin enfadar a nadie.

  • Objetivos que me han impuesto.

  • No te pega lo de ser un quejica. ¿Tienes ropa para esta noche?

  • ¿Hay que vestirse de forma especial? Pensaba ir con unos vaqueros y una camiseta.

  • Sería divertido si no fuese una pesadilla. ¿Las chicas irán vestidas para matar y tú con unos vaqueros? Vamos a tu habitación, tendré que elegir qué te pondrás.

Me arrastró sin piedad hasta mi cuarto y allí comenzó a sacar toda la ropa que seguía en las cajas. Dejó sobre la cama un pantalón de vestir negro, y una camisa de seda sin cuello también negra que ella misma me había comprado.

  • No hará frio de manera que no necesitas chaqueta. Elije tu mejor par de zapatos y un cinturón a juego. Con esto no harás el ridículo.

  • Esa camisa me queda pequeña. No me la pongo por eso mismo.

  • Tonterías.

Me hizo probármela delante de ella. Cuando me quité la camiseta no le di importancia, pero algo en su mirada me hizo girarme para ponerme la camisa. Con la camisa abotonada volví a girarme hacia ella. La tela se tensaba sobre mis pectorales y no me permitía moverme con libertad.

  • Te queda perfecta.

  • Me queda pequeña.

  • Te queda ajustada, que es diferente. No viene mal que enseñes algo de lo que tienes. Más de una intentará comerte esta noche, espero que te controles y no te líes con la primera pelantrusca que se te acerque. Tu primera vez debe ser especial.

Al menos había algo que no salía en mi expediente académico. Todos los domingos los mayores de catorce años tenían permiso para salir por el pueblo en el que estaba el colegio. Mis amigos y yo habíamos aprendido a disfrutar de esas salidas y a aprovechar bien el tiempo con las chicas del pueblo. Ninguna era tan guapa como mis primas o Isabel pero daba igual, ellas tenían otras cualidades.

Un beso en la mejilla me hizo volver a la realidad, Rebeca se había puesto de puntillas para darme ese beso.

  • Eres un buen chico, sé que harás lo correcto.

Me dejó allí de pie sin saber que hacer con las mejillas ardiendo y todavía sintiendo el contacto de sus labios sobre mi piel. Sacudí la cabeza maldiciendo mi estupidez al dejarme dominar por mis hormonas.

La comida fue ligera, solo estuvimos presentes, Arturo, Catalina, la hermana pequeña de mi madrastra y yo. Mis hermanas y primas habían salido con sus respectivas madres a comprar ropa y volverían a media tarde, mi padre, como siempre, tenía un almuerzo de trabajo y mi tía Rebeca había salido de la finca diciendo que volvería para la cena. Mientras comíamos, con el servicio colocando y retirando platos, noté algo extraño en los dos cuñados situados al otro lado de la mesa. Catalina estaba incómoda, se recolocaba en la silla, mantenía la mirada baja y solo probaba los platos, casi no comía. Arturo sin embargo dedicaba largas y poco disimuladas miradas a apreciar a su presa. Sonreía, hablaba en voz algo más alta de lo necesario, hacía cumplidos... Me hizo recordar la expresión de mi padre "gallito de corral". ¿Estaría acostándose con ella?

Terminados los postres Catalina se disculpó y casi salió corriendo del comedor. Arturo dejó la servilleta con furia sobre la mesa y se levantó para seguirla. No sé que me llevó a ello pero les di las gracias a las chicas que ya estaban recogiendo la mesa y salí en persecución de la extraña pareja. A Catalina no llegué a verla, pero descubrí a Arturo subiendo las escaleras del hall central. Esperé hasta que le vi enfilar hacia el ala este y me lancé casi corriendo por la planta baja para llegar a las escaleras del ala este. Subí con cuidado y asomé la cabeza justo a tiempo para ver como empujaba una puerta con el hombro forcejeando para poder entrar. No tardó en conseguirlo. No tuve tiempo para decidir que hacer, simplemente me dejé llevar. Corrí hasta la puerta, era la habitación de Catalina. Llamé a la puerta con fuerza.

  • ¡Tía Catalina! La tía Rebeca me ha pedido que te ayudase. ¿Me abres?

Pasaron un par de segundos sin contestación, pero al final la puerta se entreabrió y apareció Catalina asomando la cabeza.

  • ¿Qué querías, Eduardo?

  • La tía Rebeca me pidió que te ayudase con lo que le pediste. ¡Vamos!

Extendí la mano y cogí su muñeca tirando hacia mí y obligándola a salir de la habitación. Ella forcejeó un segundo, pero cuando le hice una seña con los ojos se dejó llevar y salió conmigo.

  • ¡Que bruto eres! ¡Ya voy!

Cerró la puerta con cuidado y me acompañó por el pasillo.

  • ¿Estás bien? - susurré sin dejar de caminar.

  • Sí, gracias. ¿Cómo lo has sabido?

  • Le he visto acecharte. Vamos a la biblioteca, allí estarás segura hasta que lleguen los demás.

  • ¡Joder! - Se detuvo y me agarró del brazo - De esto no se tiene que enterar nadie. ¿Me has entendido?

Su mirada delataba miedo y nerviosismo. Era absurdo pensar que ese miedo se lo tuviese a Arturo, debía ser a otra cosa. De nuevo actué por instinto.

  • Solo si me prometes que me llamarás cuando vuelvas a tener problemas. Ese no se va a dar por vencido. Aprovechará cualquier oportunidad que tenga.

  • Te lo prometo, pero nada de confidencias con nadie.

  • Tranquila.

Una vez en la biblioteca me senté en uno de los sofás y me concentré en controlar mi respiración, estaba agitado por el subidón de adrenalina. No pude evitar fijarme en mi tía. Era unos años menor que mi madrastra, sería aproximadamente de la edad de Rebeca, unos treinta o treinta y pocos, pero su físico hacía que pareciese menor, metro sesenta, poco pecho y poca cadera. Pero tenía algo que la hacía muy atractiva, era como una ninfa sacada de algún libro de fantasía con una belleza etérea y muy sensual.

Se pasó casi dos horas mirando por la ventana mientras yo me relajaba leyendo la última recomendación de mi tía Rebeca.

  • Ahí vienen - comentó sonriendo -. Gracias por todo.

Se acercó al sofá donde estaba sentado y me besó suavemente en la comisura de los labios. Sentí su aliento sobre mi piel lo cual aumentó de nuevo mis pulsaciones e hizo que mi pene se despertase en mis pantalones. Catalina se alejó de mí caminando alegre. ¿Y ese cambio? Vale que estuviese más tranquila con un mayor número de testigos por la casa, pero ¿alegre? ¿Qué coño pasaba en esa casa? ¿Había pasado siempre y yo no me había dado cuenta hasta ahora o había algo nuevo?

Se adelantó algo la cena para que las chicas tuviesen más tiempo de arreglarse para la fiesta. Arturo me estuvo observando, al igual que Catalina, pero ninguno de ellos me preocupaba. Lo que si me preocupaba es que Rebeca se dio cuenta de las miradas y me miró fijamente. Le tendría que contar algo, no se si la verdad, pero desde luego no iba a aceptar el silencio como respuesta. Al terminar de cenar las chicas salieron corriendo seguidas de sus madres. Iba a salir yo también cuando mi padre me retuvo.

  • Le he dicho a Mariano que esté listo para llevaros a la fiesta y para recogeros cuando termine.

Asentí y conseguí escabullirme de mi tía Rebeca antes de que pudiese preguntarme nada. Suspiré aliviado cuando me encontré a salvo en mi habitación. Me di una ducha rápida y me vestí con la ropa que había elegido mi tía. Sobre mi cama alguien había dejado una caja de zapatos con una tarjeta. Era la letra de mi padre. "Póntelos". Todos se confabulaban para vestirme. Abrí la caja, un par de zapatos Ferragamo negros y un cinturón a juego.

Cuando estuve listo bajé al hall central, ninguna de las chicas estaba lista así que salí a la entrada y allí estaba Mariano con la monovolumen. Me subí al asiento del acompañante y le saludé.

  • ¿Qué tal Mariano? Siento que tengamos que molestarte, pero mi padre ni siquiera nos ha consultado.

  • Tranquilo, me alegro de llevaros. Así si pasa algo estaré cerca.

  • ¿Estás preocupado por Isabel?

  • ¿Por Isabel? No, es una buena chica. Quizá demasiado buena para su bien.

  • A mi tampoco me gusta Alfredito. Esta noche voy a tenerle vigilado.

  • Yo no he dicho nada. ¿Entendido? En ningún momento he dicho nada malo de ese chico.

  • Por supuesto, Isabel sabe que no me cae bien. En ese aspecto estás cubierto.

Soltó una carcajada contagiosa que me hizo reírme con él y nos sirvió a ambos para liberar tensiones. Estuvimos charlando de cosas intrascendentes durante la media hora larga que nos hicieron esperar, pero desde luego la espera mereció la pena. Las chicas estaban espectaculares, los vestidos eran obras de arte que debían haber costado una fortuna. El conjunto de Elena llevaba un escote en corazón que marcaba sus generosos pechos y dejaba al aire unos deliciosos hombros. Beatriz había apostado por sus maravillosas y largas piernas, un vestido corto con un solo hombro realzaba lo mejor de su anatomía. Mis hermanas iban mucho más recatadas, Ana había elegido un modelo azul cobalto y Esther uno rosa palo. Los dos vestidos eran mucho más juveniles, falda justo sobre la rodilla y un escote ligero, dejando al aire los brazos. Estaban muy guapas, pero no arrebatadoramente atractivas como mis primas.

  • Hermanito – me llamó Esther -. ¿No nos vas a decir nada?

  • Me habéis dejado  sin palabras – respondí -. Estáis impresionantes. Voy a pasarme toda la noche apartando moscones.

  • ¡No se te ocurrirá! – se horrorizó Beatriz -. No quiero que piensen que somos niñas que tienen que llevar carabina a una fiesta.

  • Claro… Bea… ¿Para qué voy yo a la fiesta?

  • Porque… ¡Ni se te ocurra! Puede que tu padre quiera que nos vigiles, pero nos vas a dejar solas, somos mayores para hacer lo que queramos.

Era una batalla que no podía ganar y ellas no necesitaban tenerme encima toda la noche. Podía hacer mi triste trabajo dejando cierta distancia con ellas.

El trayecto no fue muy largo, la casa pertenecía a un amigo de Esther, después me enteré de que no era solo un amigo, era algo así como su novio. La mansión era al menos tan grande como la nuestra, pero mientras que la nuestra había sido construida con estilo para parecer una mansión, la casa de la fiesta era como un chalet corriente pero a lo grande. Mariano nos dejó en la entrada, donde varios aparcacoches se encargaban de atender a los recién llegados. Las chicas subieron las escaleras que daban a la casa casi corriendo mientras yo las seguía más lentamente, la camisa y el pantalón eran demasiado ajustados, me parecía que como forzase un poco seguro que los estallaba.

El ambiente era interesante, música ambiental  diferente en cada zona, bastantes camareros sirviendo el cóctel y montones de gente guapa de ambos sexos y de varias inclinaciones sexuales. O la fiesta llevaba mucho tiempo en marcha o la gente se lanzaba directamente hacia una orgía. Había parejas dándose el lote por todas partes, algunos tríos distribuidos por algunos sofás e incluso una mesa de strip-póker donde un par de chicas estaban en topless y un chico en ropa interior.

Cogí una copa y me dispuse a disfrutar de la fiesta. Las chicas se arremolinaron en un grupo de gente alrededor del anfitrión y pude ver como Beatriz se lanzaba al cuello de su novio y comenzaba un beso de tornillo en el que la lengua debía llegar hasta la garganta. Por suerte las cabezas de la gente taparon la escena y no tuve que seguir viéndolo. No tardé mucho en tener compañía, una preciosa chica rubia se me acercó.

  • ¿Me invitas a una copa?

  • ¿No es una pregunta extraña en una fiesta privada? – respondí con una sonrisa en los labios.

  • Sí, pero creo que ha funcionado, ya estamos hablando.

  • Cierto, voy a tener que apuntarlo para cuando me ponga a ligar con alguien.

  • ¿Crees que estoy intentando ligar contigo?

  • No, por supuesto que no. Me tenías ganado desde que he olido tu perfume. Ahora ya no estás ligando, estás jugando con tu presa.

  • ¿En serio? Pues yo no suelo jugar con la comida.

La chica iba lanzada, se pegó a mi cuerpo apretando unos endurecidos pezones contra mis pectorales y llevando una mano a mis glúteos. Apretó con fuerza para comprobar la consistencia.

  • Creo que esta noche cenaré bien – comentó justo antes de tapar mi boca con sus labios.

Dejé la copa que tenía en la mano y la abracé acariciándola mientras ella llevaba su segunda mano a mi culo y me apretaba contra ella. Noté como me empezaba a endurecer y ella debió notarlo también, porque separó la cabeza unos centímetros para mirarme a los ojos.

  • ¿Debo entender que esto te gusta?

  • No lo sé, ¿va a haber más o vamos a estar restregándonos toda la noche? Porque puedo llegar a acostumbrarme a esto.

  • Ahora recuerdo por qué me gustan los hombres sinceros. Ven.

Me agarró de la mano y tiró de mí hacia el jardín. Pasamos junto a la piscina y nos internamos en una zona llena de arbustos  podados con formas de animales. No nos alejamos mucho pero fue suficiente para ella. De repente saltó sobre mí colgándose de mi cuello y enlazando las piernas a mi cintura. Su boca me sabía a dulce y fresca al mismo tiempo y mis manos palpaban y levantaban unas nalgas rotundas y firmes.

No se cuanto tiempo estuvimos besándonos, pero no fue mucho, ella se soltó y en un segundo se agachó para quitarse las bragas y subiéndose el vestido a la cintura se tumbó en el césped con las piernas abiertas.

  • ¡FOLLAME!

Era una orden en toda regla, pero yo nunca me he decantando por la obediencia ciega, una hermosa flor depilada me estaba llamando y no me parecía bien dejarla así. Me metí entre sus piernas y con suavidad besé la parte interna de los muslos. Ella levantó la cadera para intentar frotarse contra mi boca, pero la sujeté para evitarlo. Pasé la lengua justo entre sus pliegues arrancando un gemido profundo, aquella chica estaba muy caliente. Continué pasando la lengua suavemente, sin penetración, solo acariciando el exterior. Subí hasta encontrarme con su clítoris, que estaba completamente inflamado. Mientras lo lamía acerqué un par de dedos y recogiendo la abundante humedad que desbordaba los lubriqué y con una suave presión comencé a penetrarla. Ella se tensó, levantando las caderas con fuerza para aumentar el contacto. Estaba justo a punto de llegar al orgasmo. Aceleré el ritmo de mis dedos iniciando un folleteo suave y me apliqué lamiendo y rozando el clítoris con los labios. Cuando ella empezó a contorsionarse y a gemir descontroladamente. Succioné su clítoris acariciando el capuchón con la lengua mientras mis dedos entraban y salían a gran velocidad. Soltó todo el aire de sus pulmones en una mezcla de grito y gemido que debieron oír todos los invitados de la fiesta, de hecho se oyeron algunas risas y felicitaciones a gritos.

Dejé que se recuperase un poco mientras me recostaba en la hierba a su lado. Para mi sorpresa, cuando me acerqué a besarla ella se separó levantándose.

  • A sido maravilloso – me comentó mientras se arreglaba la ropa -. Espero que nos volvamos a ver por ahí.

Y se alejó entre los arbustos. Con una erección que reventaba mis pantalones y un dolor de huevos que comenzó a cabrearme.

  • Será puta – mascullé mientras me recolocaba el pene a una posición menos molesta.

Volví a la fiesta y le pedí otro gin-tonic al camarero contratado que estaba detrás de una improvisada barra. Me jodió un montón ver una ligera sonrisa en su cara, pero pude controlarme y volver a mi mantra, no destacar porque desde luego si le partía la cara llamaría mucho la atención.

Pasé un par de horas paseando y controlando el ambiente, vi a mis hermanas junto a mi prima Beatriz. De Elena no había rastro, seguramente se habría subido a alguna habitación con su novio. Al parecer eso era lo que iba haciendo todo el mundo. Me llamó la atención una cadena de susurros que hizo que varios varones de la sala abandonasen a sus parejas y acompañantes y se perdiesen por un pasillo que penetraba en la casa. Por mera curiosidad me uní a los peregrinos y me encaminé por el pasillo. Cuando llegué al final me encontré con tres puertas, después de unos segundos de duda un ruido de pasos me indicó por donde seguir, abrí la puerta a mi derecha y me encontré con unas escaleras pobremente iluminadas. Descendí siguiendo un murmullo creciente hasta llegar a un pequeño sótano donde se agolpaban una veintena de hombres, algunos con el pene asomando por la bragueta y masturbándose lentamente. En la pared había una gran pantalla de plasma con imágenes tomadas por una videocámara. Lo que vi me heló las venas. Isabel estaba desnuda, esposada a una cama con los brazos y las piernas en cruz. Le habían puesto un antifaz y una mordaza. Estaba aterrorizada, forcejeaba con los grilletes mientras intentaba gritar a través de la mordaza. En la habitación, además del cámara había otra persona, que se mantenía justo en el borde de la imagen. Por los detalles de la habitación deduje que sería uno de los dormitorios del piso superior. Abandoné aquella sala a toda velocidad y escalé los peldaños del sótano de dos en dos. La gente del salón principal se sorprendieron al verme correr por la casa y enfilar escaleras arriba, pero nadie intentó detenerme o me preguntó sobre lo que pasaba. En el piso superior fui abriendo todas las puertas que me encontraba a mi paso, ganándome más de un insulto de las parejas que las ocupaban. El pasillo giraba al llegar al muro exterior y cuando torcí la esquina descubrí la puerta que buscaba. Un tipo de espaldas anchas guardaba la puerta. Cuando me acerqué a el extendió el brazo para indicarme que no podía pasar. Con mi mano izquierda agarré su pulgar tirando hacia fuera obligándole a girar la muñeca de forma imposible y doblar las rodillas para evitar que le partiese el dedo. Eso dejó su garganta a la altura perfecta, con mi mano derecha golpee en su garganta, justo con el hueco entre el pulgar y el índice. No apliqué toda mi fuerza para no partirle la tráquea, solo lo justo para que cayese al suelo luchando por respirar. Sin aminorar la marcha le dejé ahí tirado y abrí la puerta. Isabel estaba en la cama, un gilipollas a mi izquierda sujetaba una cámara de video y Alfredito estaba a mi derecha, completamente desnudo. Agarré la cámara arrancándola de las manos de su dueño y la estrellé contra su cabeza haciéndola añicos y dejándole sin sentido. Cuando Alfredo se giró asustado mi puño ya volaba hacia su cara. El impacto le desplazó contra la pared y su cabeza rebotó como una pelota de tenis. Ni siquiera me molesté en comprobar si había perdido el conocimiento. Sobre la mesilla estaban las llaves de los grilletes que sujetaban a Isabel. La liberé y ella misma se quitó el antifaz y la mordaza. Aun con el miedo en el cuerpo miró a su alrededor sorprendida, después de un segundo de duda se abrazó a mí sollozando.

Su ropa estaba tirada en el suelo, cuando cogí el vestido me di cuenta de que estaba tan rasgado que no le taparía nada, quité la sábana de la cama y cuando se puso la ropa interior la envolví en ella. En el pasillo el guardia de la puerta comenzaba a ponerse en pie. Creí que me iba a cortar el paso, pero cuando di dos zancadas hacia él levantó las manos y se apartó de nuestro camino.

Coloqué un brazo a la espalda de Isabel sosteniéndola por la cintura mientras caminábamos a paso vivo por el pasillo, el estrés y el miedo la habían dejado exhausta. Cuando oí el ruido de una turba subiendo las escaleras la metí dentro de la primera habitación que encontramos. Cuando encendí la luz esperaba recibir los insultos y gritos típicos de una pareja, pero en vez de eso me encontré con mi prima Bea, cubriéndose solo con una sábana y con el novio de su hermana Elena colocándose los pantalones a toda prisa.

  • No es lo que parece – dijo el gilipollas del novio.

  • Me encantará ver como le explicas lo que es a tu novia cuando le diga que su hermana estaba desnuda en la cama contigo. ¡Beatriz, vístete y ayuda a Isabel! Por lo menos tienes suerte de que te haya pillado aquí. Por lo menos así sé que no tienes nada que ver con el espectáculo.

  • ¿Espectáculo?

  • El hijo de puta de Alfredo Laredo estaba preparando un video con la violación de mi amiga. Y un montón de tus invitados estaban en el sótano viendo las imágenes. Tenemos que encontrar una forma de salir de aquí sin que nos vean.

  • ¡Joder! A esos los ha invitado mi hermana, es compañera de clase de Alfredo y oí que iba a organizar un espectáculo picante, pero creí que contrataría una stripper o algo así.

  • Pues era una puta violación en directo. ¿Como podemos salir sin que nos vean?

  • Por la ventana. Hay un tejadillo que cubre parte de la terraza. Después podéis descolgaros por la enredadera. Mi hermana y yo lo usamos para salir de casa sin que se enteren mis padres.

Miré a Isabel, estaba muy asustada, pero asintió con la cabeza tragando saliva al mismo tiempo. Volví a dirigirme al novio de Elena.

  • Busca a tu novia, coges a mis hermanas y las metes a todas en un coche, Elena tiene carnet,  ya nos apañaremos mañana para devolvértelo.

  • Pero... si habéis venido con chofer... lo mejor sería...

  • Ni de coña. Voy a llamar a Mariano y le voy a decir que se vaya a casa. Esto debe quedar entre nosotros. Cuantas menos personas sepan lo que pasa mejor.

Mientras yo hablaba con el chico Beatriz había rebuscado en el armario y había sacado unos pantalones y una camiseta y ayudaba a Isabel a vestirse. Abrí la ventana y pasé una pierna al otro lado. El tejadillo era de madera y aguantó bien mi peso, pero de todas formas fui con cuidado. Cuando comprobé que era seguro me asomé por la ventana y ayudé a Isabel a salir mientras Beatriz la sujetaba desde el otro lado. Cuando estuvo fuera mi prima intentó salir por la ventana.

  • ¿Qué haces? Ve con él.

  • Para bajar vas a necesitar que sujete a Isa desde arriba – terminó de salir al tejadillo y cerró la ventana desde fuera -. No va a poder bajar. Además, no quiero que Elena me vea con Héctor. Podría pensar cosas raras.

  • ¿Como que te acuestas con él?

  • No ha pasado nada. Es todo un caballero... o un gilipollas sin huevos para ponerle los cuernos a mi hermana.

  • ¡Joder! Y yo que pensaba pasar un verano tranquilo en casa. Ahora resulta que me he colado en una película de enredos y aventuras.

Por suerte Bea había venido, porque Isabel no tenía fuerzas para descolgarse. Mientras ella la sujetaba desde arriba yo la cogí por la cintura y la descendí suavemente. Me sorprendió lo poco que pesaba. Quizá fuese la adrenalina del momento, pero me pareció ligera como una pluma. La dejé apoyada contra la pared mientras esperaba a mi prima que se descolgó sujetándose al alero y se dejó caer. La atrapé al vuelo y ella se abrazó a mí. Su olor me descolocó un poco, junto con su perfume me llegó su olor, un olor que me gustó demasiado. Pero era mi prima, aparté las ideas extrañas que se juntaban en mi mente y me separé de ella. Rodeamos la casa y vi al tal Héctor como metía prisa a Elena para que arrancase el motor. Corrimos hacia allí y Bea e Isa se colaron en la parte de atrás mientras yo entraba en el asiento del acompañante. A través de la ventanilla estreché la mano de Héctor.

  • Gracias por tu ayuda. Te debo un favor, si necesitas algo cuenta conmigo. Pero tú me debes una explicación y no voy a olvidarme de ello.

Según salimos de la finca, mientras Elena conducía yo saqué el móvil y llamé a Mariano.

  • ¡Mariano! Tío, siento despertarte. Mira cambio de planes, no hace falta que sigas esperándonos. Héctor, el novio de Elena nos dejará un coche cuando acabe la fiesta. Si, se lo que te dijo mi padre, pero no pasa nada. Yo se lo explicaré. ¡Venga! ¡Hasta mañana!

Cuando colgué me encontré con la mirada interrogante de Elena. Entre eso y los sollozos de mis hermanas a coro de los de Isabel que se había vuelto a derrumbar... Cerré los ojos, me concentré en mi respiración, controlando mi ritmo cardiaco. Dejé que la tensión fluyese abandonándome. Después de un minuto de meditación abrí los ojos. El ambiente en el coche no había cambiado, pero  mis pensamientos eran mucho más claros. Cogí de nuevo el móvil y llamé a mi tía Rebeca.

  • Tía, necesito tu ayuda. Sí, sé que hora es. Ha habido un problema en la fiesta. Si, todos estamos bien. O eso creo. He mandado a Mariano a casa, Elena está conduciendo un coche prestado. Te necesito para que ayudes a Isabel. Te lo contaré cuando lleguemos, no tardaremos, pero no quiero que se entere nadie más. Yo me encargaré de decírselo a mi padre por la mañana.

Cuando llegamos a la casa mi tía estaba esperándonos en la entrada. Entre Elena y Beatriz pudieron meterla dentro guiadas por mi tía. Mis hermanas las siguieron muy asustadas. Yo cogí el coche y lo llevé hasta el garaje.

Cuando regresé me los encontré en la cocina, mi tía había preparado infusiones para todas. Yo saqué un refresco de la nevera y me acerqué a la mesa. Iba a contarle lo ocurrido, pero quería esperar a que las chicas se fueran, no quería que mis hermanas escuchasen nada. Pero para mi sorpresa fue la propia Isabel la que lo contó, Alfredo había estado muy pesado últimamente porque quería incluir a alguien más en sus relaciones sexuales. Ella se negó y no le dio más importancia, pero esta vez cuando estaban en la habitación Alfredo había vuelto a pedírselo. Ella se enfadó y comenzó a vestirse de nuevo. Eso hizo que él se pusiese como un loco. Le dio una bofetada y le arrancó el vestido. Cuando se quiso dar cuenta estaba esposada a la cama y con una mordaza puesta.

  • No querías hacerlo con dos tíos al mismo tiempo. Pues ahora te va a follar todo el que yo quiera.

Le puso un antifaz y abrió la puerta. Oyó como entraba otro en la habitación. Comenzaron a  meterle mano y a decirle guarradas. Ella estaba muy asustada, pero no podía hacer nada. No supo decir cuanto tiempo había pasado, pero de repente alguien entró en la habitación, algo se rompió y después silencio. Se sentaron en su cama y le soltaron las muñecas. Era yo. Alfredo estaba en una inconsciente en una esquina, desnudo y sangrando por la nariz y la boca. Otro chico estaba también en el suelo, con un montón de cortes en la cara y la cabeza. Después contó el resto de la historia atropelladamente, dejándome como un héroe. Héroe que no me sentía, lo único que sentía es que Alfredo iba a pagar por todo lo que le había hecho.

Eran casi las tres de la mañana cuando las chicas se fueron para sus habitaciones, yo me quedé en la cocina con mi tía Rebeca. Me miró directamente a los ojos, evaluándome.

  • ¿Qué? - pregunté algo molesto.

  • ¿No estarás pensando en hacer alguna tontería? Sabes que tu padre no lo aprobaría.

  • Entiendo. No te preocupes, lo pensaré bien antes de hacer nada.

  • No me refería a eso. Hablaré con tu padre y se nos ocurrirá algo, Alfredo no saldrá impune de esto.

  • Yo hablaré con él mañana por la mañana. No creo que hacerlo público sirva de nada, ni su familia ni a la nuestra le interesa un escándalo. Si se lo contáis a su familia le castigará enviándole a algún sitio de vacaciones durante unos meses y después seguiría como ahora. Le voy a pedir a papá que no intervenga, que me deje encargarme de ello.

  • No creo que sea buena idea...

  • Pues que sea mi padre el que decida.

No iba a permitir que Alfredito se librase con una reprimenda y unas vacaciones en Barbados. Si metía a las dos familias en el asunto la cosa sería demasiado formal y yo quería algo más personal. Mis enfrentamientos anteriores con él no eran nada comparados con esto. Para mí Isabel significaba tanto como mis hermanas y primas, era alguien de mi familia y si alguien ataca a mi familia no puedo quedarme al margen.

Dejé a mi tía preocupada y me fui a mi habitación, no tenía sueño, pero necesitaba estar a solas. Después de darme una ducha y ponerme ropa más cómoda encendí el ordenador, necesitaba alejar mi mente de los sucesos recientes o no sería capaz de conciliar el sueño. Nada más iniciar la sesión se abrió la ventana del correo, tenía un mensaje. La dirección de correo del remitente no me dijo nada, pero el asunto sí: “Lee esto antes de hablar con nadie”. Revisé el mensaje con el antivirus y no encontró nada. Cuando lo abrí comprobé que tenía un adjunto, era un video. Lo descargué y lo abrí. Comenzaba con una grabación amateur entre los arbustos, la cámara se bamboleaba mucho, pero al momento se quedó quieta, después de enfocar pude verme a mi mismo metiendo la cabeza entre las piernas de una mujer. ¡Era una grabación de la fiesta! Cuando la chica, de la cual nunca se ve la cara, me deja allí solo recolocándome el paquete la imagen cambia. Pasa a ser una imagen con mayor nitidez, en interior, allí está Isabel, desnuda, atada de pies y manos, con una mordaza y un antifaz. Unas manos de hombre entran en imagen acariciando esa maravillosa piel blanca. Se desplazan suavemente rozando los costados y desviándose para sopesar los pechos, comprobando la firmeza y arrancando un suave quejido a través de la mordaza. Solo cuando una tercera mano entra en juego es cuando Isabel comienza a agitarse, histérica. Esa tercera mano no es tan amable, baja directamente al pubis. Allí juguetea con un vello suavemente recortado y después sin contemplaciones introduce dos dedos entre los labios, frotando arriba y abajo arrancando otro gemido. Cuando se retiran los dedos muestran la humedad a la cámara. No da tiempo para mucho más, de repente un crujido de madera, un tumulto y la cámara cae al suelo. Hay un cambio de enfoque. Una cámara fija, situada en lo alto, enfoca la cama con Isabel en ella, un individuo en pie, que soy yo y dos hombres en el suelo, el cámara y Alfredo. En directo no me di cuenta de ello, pero cuando liberé a Isabel ella me abrazó presionando esos maravillosos senos contra mi pecho. Joder, estaba poniéndome cachondo. Después de salir de la habitación con Isabel la imagen se funde en negro y aparece un mensaje sobreimpresionado: “¿Quien es quien? Recuérdalo cuando quieras explicar esto.”

El mensaje era claro, quería plantear la duda de que había sido yo el que había intentado violar a Isabel. No se sostendría, pero sin duda si esa grabación se hacía pública Isa sufriría bastante. Me fui al mensaje, accedí al código fuente del mensaje y averigüe la IP desde la que se había enviado. Hice un rastreo con un par de páginas web y el resultado me sorprendió tanto que tuve que revisarlo otra vez. Esperaba que fuese un mensaje de Alfredo, pero no fue así la IP situaba al remitente en mi casa. Solo seis personas en aquella casa podían haber enviado el mensaje, una era Isabel y no me parecía una posible sospechosa, mi tía Rebeca era otra que podía eliminar de la lista. Quedaban mis hermanas y primas. En cualquier caso la cosa acaba de complicarse mucho. Cree un mensaje de correo con un par de fotogramas de la grabación en los que se me podía descartar como violador. Pero además añadí un regalo de mi cosecha. Introduje un troyano que cuando abriesen el mensaje me daría acceso a su ordenador. Lo envié y me dispuse a acostarme, el mensaje seguramente lo recibiría al día siguiente. Pero me equivocaba en segundos el monitor del troyano recibió información. Accedí a la red de la casa y busqué la dirección que me dio el programa, accedí con la contraseña y tuve acceso remoto al ordenador de mi chantajista. Comencé un clonado del disco duro y como había visto la existencia de una cámara web la activé. Tardé un par de segundos en obtener la imagen. Allí estaban mis dos primas discutiendo en ropa interior en el cuarto de Elena.

  • Se cree que con esto se librará, como se entere su padre de lo que pasa en nuestras fiestas estamos jodidas. Tenemos que buscar a alguien que le explique las cosas en un lenguaje que entienda.

  • Estás loca – se quejaba Beatriz -. No deberíamos seguir con esto. Nos van a descubrir.

  • No voy a permitir que me joda la diversión simplemente porque es un santurrón impotente.

  • Pues bien dura que se le puso con la hermana de Héctor, si no se llega a largar de allí se la folla como a una perra en celo. Además no he visto a nadie conseguir que se corra de esa manera solo con la lengua. Estoy deseando probar esa boca maravillosa...

  • ¡Serás guarra! ¡Es tu primo!

  • ¿Tú no te has puesto cachonda con los videos?

Si la conversación no hubiese sido suficientemente turbadora el ver como Bea metía la mano bajo la braguita de su hermana y la besaba apasionadamente fue demasiado. Mi erección serviría para partir nueces. Pero para mi frustración en un arrebato Elena pegó un manotazo bajando la tapa del portátil y dejé de tener imagen, solo se mantuvieron los jadeos y gemidos de las dos hermanas. No pude aguantar más me saqué el pene y comencé a masturbarme al ritmo de sus jadeos y cuando una de las dos estalló yo lo hice con ella. Cerré la webcam y el micro y lo dejé con la clonación del disco duro mientras me adecentaba en el baño. Cuando terminé vi que la descarga estaba completa de manera que apagué mi ordenador y me acosté. Esa noche las imágenes de mis dos primas me asaltaron varias veces en diferentes combinaciones, incluso aparecieron mis tías y hermanas pero el plato fuerte fue Isabel, atada en un potro de torturas esperándome para que la violase allí mismo. Llegué incluso a repetir la masturbación para intentar calmar los sueños, pero era demasiado. Por desgracia no se parecían al sueño de la noche anterior, estos eran fantasías sin sentido, meras imágenes sin componente físico que me relajase. No descansé nada en toda la noche y solo era mi segundo día de vacaciones.

CONTINUARÁ...