Una familia como ninguna otra.

Mi madre se casa con un viudo, el aporta 3 hijas al matrimonio, me madre a mi. Estoy loco por mi hermanastra Carmen y descubro que ella y otra hermana Luisa se acuestan con su padre. las chantajeo y me follo, de momento a las dos.

Voy a contar la historia de nuestra familia y debo confesar que lo hago con cierta desazón, somos una familia insólita que hasta hace poco tiempo yo creía que éramos de lo más normal. Los hechos que voy a contar me abrieron los ojos a un mundo que sucedía en mi propia casa y que yo, ingenuo de mi, no se me ocurría mi imaginar.

Parecíamos una familia de lo más normal. Mi padre, Antonio, un hombre de 54, que una vez que se quedó viudo se casó con mi madre. Los dos se conocían desde la infancia, sus familias eran amigas. Antonio es abogado y tiene su propio despacho. Está especializado en Derecho Mercantil.

Mi madre, una señora de 46 años, dueña de una tienda que heredó de sus padres, en la que se venden botones y fornituras, un negocio en apariencia menor para los que desconocen los salvajes márgenes que dejan los botones y las cosas que vende mi madre. Su tienda es conocida en Madrid hasta el punto de que no quiero dar más detalles para que no la reconozcan los lectores.

El negocio de mi madre además tiene la ventaja de que en él no se han metido los chinos y para dar una idea de su rendimiento basta decir que mi madre conseguía vendiendo botones cuatro veces lo que ganaba mi padre con su despacho. La rica y también la generosa de la casa era mi madre.

Mi padre aportó al matrimonio tres hijas, Carmen de 19 años, Luisa de 18 y Ana. Y mi madre a mi, que en el momento de la boda tenía 10 añitos.

En cuanto a mi me llamo Pablo soy estudiante de periodismo y cuando toda esta historia explotó yo tenía 21 años.

Nuestra vida era absolutamente normal, Luisa y yo estudiando en la Universidad Complutense, mi padre dedicado a sus juicios y mi madre a sus botones.

A esa edad todo mi interés estaba centrado en Odalis, una mujer dominicana que hacía en casa las tareas del hogar y que me sacaba siete u ocho años.

Empezaré mi historia por el principio. Cuando mi madre contrató a Odalis, una muchacha para hacer las tareas del hogar, se preocupó de comprobar que sabía hacer de todo, pero no se dio cuenta de que metía en casa una bomba de relojería.

Los horarios de mi hermana y los míos no eran iguales de manera que Luisa se iba temprano por la mañana y nos quedábamos solos en casa Odalis y yo.

Con mis hormonas totalmente revolucionadas me propuse llevarme a la muchacha a la cama.

El momento del desayuno era glorioso para mi. Que Odalis me atendiera como si yo fuera el dueño de la casa, que tuviera la oportunidad de decirle lo bonita que era y que en más de una ocasión nos pasáramos un buen rato de charla, estableció entre nosotros una suerte de complicidad que a mi me encantaba.

Gracias a ellos supe que ella había dejado al cuidado de su madre a su hija, en Boca Chica, un pueblecito cerca de la capital. También me contó lo difícil de la vida en su país.

Yo la escuchaba con atención o más bien fingía escucharla con atención, mientras mi vista no se separaba ni un momento de sus tetas. No es que fueran unas tetas llamativas por su tamaño, más bien eran pequeñas, quizás por eso Odalis llevaba camisetas de tirantes y con toda seguridad no llevaba sujetador. No había mucho que sujetar. En más de una ocasión al inclinarse para servirme el café pude ver sus pechos y sus pezones.

Pero si algo de verdad me ponía enfermo no eran sus tetas, lo que de verdad me volvía loco era su culo. A mi gusto un culo perfecto, amplio, sin llegar a parecer culona, redondo y parado. Y los potentes muslos que lo sujetaban.

Yo no paraba de decirle cosas bonitas pensando que de esa manera la iba a derribar sus defensas. A ella parecían gustarle mis zalamerías.

Una mañana cualquiera en la que no tenía clases, por lo que me había quedado en la cama holgazaneando, Odalis entró en mi habitación con la escoba y el recogedor como coartada, conmigo dormido se quitó la ropa y se metió en mi cama.

Sentí su cuerpo desnudo junto al mío y me sobresalté.

  • No te asustes, no vengo a hacerte daño, vengo a darte lo que quieres.

Fue un flash. Odalis se había metido en mi cama y estaba empotrada en mí.

Claramente ella llevaba la voz cantante.

  • Tienes muchas ganas de mi y yo llevo ya dos años en los que no he estado con un hombre. Yo tengo tantas ganas como tu y quiero que cumplas conmigo como un hombre. Tantas cosas bonitas que me has dicho quiero ver si eran de verdad.

Y según acabó de hablar lanzó su lengua contra mi boca y me regaló el mejor beso que yo había recibido en mi vida.

  • Que es lo que más te gusta de mi, niño travieso.

  • Me gusta todo, eres muy bonita.

  • No es eso lo que te pregunto, que es lo que te gusta de mi.

  • Me vuelven loco tus tetas.

  • O sea que te gustan las tetas chiquitas, porque yo las tengo chiquitas. Y que más.

  • Me encanta tu culo.

  • O sea que te gustan los culos grandes, porque yo tengo un culo grande.

  • Y a ti que te gusta de mí.

  • Me gusta gustarte, me encanta ver que me atraviesas con la mirada, que te fijas en mis tetas y en mi culo. ¿Has visto que por las mañanas no llevo sujetador y cuando vienen los demás, si? No quiero que tu papá o tus hermanas vean como se me marcan los pezones, pero que me veas tu me pone caliente.

Mientras nos hablábamos yo había echado mano a sus tetas. No eran grandes, pero eran divinas, firmes como dos piedras y coronándolas unos pezones desproporcionados, dos cacahuetes duros y erectos.

  • Acariciarme despacito que tengo los pezones muy sensibles. Me pone muy arrecha estar contigo en la cama. Sigue acariciando mis tetas y por dios no las bajes a mi cuca que me matarías. Ves despacito, mi amor, que quiero gozarte mucho.

Mi siguiente movimiento fue empezar a comerme sus pezones. Chupetones, mordisquitos, lengüetazos. Hice todo lo que se me ocurrió y lo debí hacer bien porque Odalis me lo agradeció.

  • Me está gustando mucho, me tienes muy arrecha, papito, me tienes muy caliente. Sigue comiéndote mis tetas, ¿qué más me quieres hacer?

  • Quiero follar, me quiero meter dentro de ti y darte placer.

  • Me quieres rapar. Eres muy travieso y muy caliente. Te quieres meter en mi concha.

  • ¿Tu quieres que follemos?

  • Si papito, para eso me he venido a tu cama y me he quedado en cueros, pero quiero que vayas despacito. Me gusta mucho todo lo que pasa antes y ya estoy gozando pensando que me vas a hacer venirme.

Ella me había pedido que no bajara mi mano en busca de su coño, pero la norma no regía en su caso. Me cogió la polla con fuerza y acto seguido empezó a acariciarme el capullo.

  • Todo esto me vas a meter, no se si me va a caber, llevo mucho tiempo sin follar, pero estoy segura de que si me la metes despacito me vas a dar mucho gusto.

Roto el fuego por su parte pensé que ya no tenía por qué esperar, deslicé mi mano por su vientre hasta alcanzar su sexo.

Antes me entretuve jugando un momento por la mata de pelo que Odalis tenía entre sus muslos.

Cuando mis dedos alcanzaron lo que iban buscando me encontré con un clítoris del tamaño de un garbanzo. Erecto y palpitante. Al primer contacto Odalis pegó un brinco.

  • Acaríciame el gallito, mi amor, acaríciame. Méteme un dedo un poquito para que veas lo mojada que me tienes. Que ganas tenía de estar contigo así.

No es que mi experiencia fuera mucha, pero tengo la seguridad de que Odalis necesitaba poco estímulo para correrse. Bastaron unos segundos acariciando su clítoris para que Odalis me anunciara que se estaba viniendo.

  • Sigue, papito, sigue, que me estoy viniendo, me corro mi amor, me estoy corriendo muy duro, me estás volviendo loca con tus caricias y me vas a matar cuando me metas todo esto dentro.

Ya no esperé más, me coloqué entre sus muslos, enfilé mi verga a su coño y la penetré sin ninguna dificultad.

  • Que grande la siento, me has llenado la cuca. Eres un pervertido, te estás rapando a la criada, abusador, pero que gusto me estás dando.

Empecé con embestidas lentas y profundas, casi saliéndome de ella para lanzarme hasta el fondo. Ella correspondió a mis esfuerzos con gemidos como si en vez de gozando estuviera sufriendo.

  • Te está gustando lo que te hago.

  • Siento toda tu verga dentro y me tienes muy caliente, aunque te diga que me corro, tu sigue dándome verga que me quiero correr muchas veces.

Y así fue.

  • Me estoy viniendo, me vengo papito, me vengo, pero sigue dándome verga que me quiero venir más veces. Me estás rapando muy rico, mejor de lo que me esperaba. Dios que placer, que rico me haces.

Yo, mientras follábamos estaba pensando en el futuro, en repetir.

  • Dime que vamos a follar a diario, que me vas a dar tu coño siempre que te lo pida.

  • Te lo juro, si me haces como hoy me vas a tener a tu disposición siempre que quieras.

  • ¿Y me vas a dar tu culito?

  • Si, papito, te lo voy a dar todo siempre que me trates bien y me hagas gozar. ¿Y cuando yo tenga ganas?

  • Te levantas las faldas y no tienes ni que hablar. Cuando lo hagas ve sin bragas.

  • Eres un vicioso y me encanta que te guste follar tanto como a mi. No sabes lo que he sufrido sin tener un hombre tanto tiempo.

Odalis me avisó que se estaba volviendo a correr y al yo sentir las contracciones de su vagina no pude esperar más y me corrí.

  • Te estas corriendo mi amor, siento como me estás dando tu lechita, que rico, papito, que rico me has cogido.

Y cuando ya los dos estábamos boca arriba recobrando el aliento me preguntó:

  • Me has pedido que te de mi culito. ¿Te gusta más por atrás que por delante?

  • Y a ti por donde te gusta más.

  • A mi me gusta por los dos lados. Cuando estoy muy, muy cachonda me gusta ofrecerle mi culo a mi hombre.

  • Yo creo que cuando una mujer te da su culo te lo está dando todo, te está ofreciendo su rincón más secreto y más intimo y pensar que te voy a tener en perrito con todo tu culo en pompa y mi verga clavada en tu ano me vuelve loco.

  • No pensaba yo que eras tan vicioso, pero me encanta que lo seas. Yo también soy muy viciosa y me gusta ser muy guarra en la cama con mi hombre. Ya lo verás.

Después de aquel día vinieron muchos más. Cambié mis clases a por la tarde y cada mañana me quedaba en mi cama esperando la visita de Odalis. La rutina era siempre la misma, ella entraba en mi habitación se desnudaba y se metía en la cama conmigo. En alguna ocasión introducía un pequeño cambio, se ponía junto a mi cama, me despertaba y se desnudaba para mí.Era poco lo que tenía que quitarse, pero le gustaba hacerlo.

Abría los botones de su bata y se dejaba las tetas al aire. Acto seguido se daba la vuelta y dejaba caer la bata a sus pies.

Odalis era más blanca que negra, una mulata clara con una piel tersa que parecía charol. Ni una estría ni una señal de celulitis en todo su cuerpo. Debajo de la bata su única prenda eran las braguitas y digo braguitas porque le gustaba llevar las más pequeñas que encontraba. Un culo perfecto al que solo ocultaban dos tiras minúsculas.

Antes de quitárselas jugaba a que sí, a que no, y entre medias se inclinaba hacia adelante para darme una visión completa de sus nalgas.

Una vez se había quedado desnuda, en algunas ocasiones se sentaba sobre mi cara para que me la comiera. A Odalis el sentir mi lengua jugando con su coño y con su culo la volvía loca. No parábamos el juego hasta que ella reconocía que se estaba corriendo.

A mi que no había tenido una novia, amiga o conocida que me diera acceso a su cuerpo Odalis me tenía preso. Yo vivía para que llegara la mañana y ella viniera a verme.

Solo habían pasado unos días cuando Odalis después de su ración de lengua me dijo:

  • Hoy te quiero hacer un regalo.

  • Mi regalo es tenerte a ti.

  • Que lindo eres, pero hoy te voy a hacer un regalo, si no lo quieres me lo dices. Quiero regalarte mi culo. Ya hemos gozado mucho follando y quiero que tomes posesión de todo mi cuerpo. Quiero sentirte metido en mi culo. Quiero que me folles como un animal. Me vas a tener que dar un poquito de lubricante porque la tienes muy gorda y yo tengo un culo muy chiquito. Yo te lo doy.

Sacó del bolsillo de su bata un botecito de aceite y con el me embadurnó la polla, lo hizo con el cuidado con el que se le da crema a un bebé.

  • Como me gusta ver como se te pone gorda.

Acto seguido me dio el botecito y se puso en cuatro.

Antes de empezar a darle el aceite no pude soportar la situación y lancé mi lengua a su entrepierna. Me lo agradeció con un gemido.

  • Niño vicioso, viendo mi cuca no te puedes contener, dame en mi culito que me gusta mucho. Después de unas lengüetadas empecé a darle aceite en el exterior de su ano y a continuación le metí primero un dedo y después dos para acomodar su entrada. Su reacción fue fulminante, cuando mis dedos empezaron a acariciar su recto Odalis empezó a chillar.

  • Dame dedo mi niño, dame dedo que me estás haciendo muy rico. Que gusto, dios, que gusto tan grande, me tienes muy arrecha, canalla.

Le hice caso unos segundos y cuando más me chillaba me arrodillé detrás de ella, enfilé mi verga a su culo para luego bajar hasta la entrada de su chocho, repetí la operación varias veces y con ello conseguí que ella me suplicara que por dios se la metiera ya.

  • En mi culo, por dios, métemela en mi culo. Que te lo estoy regalando.

Enfilé su ano y encontré resistencia.

  • Empuja, papito empuja, que te quiero sentir dentro.

Pasada la resistencia que ofreció en el umbral, que no fue poca, mi verga se deslizó con una facilidad, para mi desconocida, hasta que sentí que mi vientre chocaba contra sus nalgas.

  • Ya siento que la tengo toda dentro. Me tienes el culo lleno de verga. Dame despacito que lo quiero disfrutar. ¿Te gusta, mi amor? Te gusta tener enhebrada a tu hembra. A mi me estás matando de dicha.

Era la primera vez que yo me follaba un culo por lo que estaba en el paraíso, viendo a Odalis espatarrada frente a mi con mi verga clavada en su culo.

Como en ella era normal se corrió y me lo dijo a gritos.

  • Me corro hijoeputa, me estás matando, que rico papito, que rico me haces, sigue por dios, sigue que quiero sentir como me llenas la panza con tu lechita.

En esa primera ocasión yo duré menos que otras veces, sentí la oleada de placer que precede al orgasmo y le di todo lo que tenía dentro.

  • Me estás llenando el culo con tu leche, la siento, noto cada vez que te sacudes dentro de mi, me voy a volver a correr. Me corro otra vez, mi amor.

El follar genera mucha confianza y poco a poco Odalis me fue contando como ella veía la vida y lo más importante, como veía a los miembros de mi familia.

  • Pablo, tu eres el único que me trata bien en esta familia, para todos los demás soy invisible. Un objeto que hacer las tareas de la casa. Tu madre solo me habla para darme ordenes, ni una solo vez en la vida me ha preguntado como me encuentro o como van las cosas en mi familia. Tus hermanas lo mismo, y en cuanto a tu padre, las pocas veces que estamos solos me taladra con la vista. Tiene una mirada muy fea, y en alguna ocasión me ha dado azotes en mi culo.

  • ¿Y tu que haces?

  • Yo le digo que me respete que soy una mujer casada. Pero sigue haciéndolo.

Me dio rabia pensar que mi padrastro, fuera tan abusador como para asediar a la criada, teniendo además a mi madre cada noche en su cama.

De las familias pobres y con problemas se dice que son familias desestructuradas, la mía era y es una familia rara. Cada uno iba a lo suyo. Mi madre a su tienda, mi padrastro a su despacho y con él mis dos hermanas mayores que trabajaban con bajo su cargo.

En algo si eran normales nuestros padres, nuestra casa es grande pero mi dormitorio cae cerca del mío, y era rara la noche en la que no los oía disfrutando del sexo, y vaya si disfrutaban. Los dos gemían y gritaban sin cortarse. Sus ruidos me llegaron a ser familiares. Por eso me indignó su comportamiento con Odalis.

Se me ocurrió que una manera de proteger a mi amante era vigilar a mi padre. Con ese fin me llevé mis apuntes a una cafetería justo enfrente de su despacho dispuesto a tomar nota de sus salidas. Me interesaban las que hacía solo, porque le vi muchas veces salir con mis dos hermanas, yo supuse que para atender asuntos de trabajo.

Una mañana como cualquier otra vi salir a mi padre, le acompañaba mi hermana Carmen, la mayor. Mi hermana llevaba una maletita con ruedas de las que puede uno meter en la cabina del avión cuando se viaja. Echaron a andar y yo pensé que iban a coger un taxi. Me extrañó, mi padre no acompaña a nadie nunca. Salí de la cafetería y los seguí a una distancia prudencial.

Entraron en un discreto hotel muy cerca del despacho. Esperé un rato y a continuación entré en el Hotel y me dirigí al bar. Pensé que podían estar teniendo una reunión con un cliente, si me los hubiera encontrado en el bar ya se me hubiera ocurrido algo.

El bar estaba desierto, era esa hora extraña en la que la gente ya no va a desayunar y todavía no era hora del aperitivo. Me tomé otro café y me fui a vigilar desde la acera de enfrente. Sentado en un banco mi posición era perfecta.

Me chupé algo menos de dos horas y al final los vi salir, salían contentos y felices, charlando mientras volvían al despacho.

Esperé otro rato a ver si salía gente con la que pudieran haber estado discutiendo algún asunto. No salió nadie.

Armado de valor tomé una decisión arriesgada. Entré en el hotel y me dirigí a la señorita que estaba en recepción. Una chica, he de ser sincero, poco agraciada de cara.

  • Traigo unos documentos que tiene que firmar el señor Pradas, me han dicho en su despacho que está aquí.

  • El señor Pradas acaba de salir.

  • Sabe usted si va a volver.

  • No lo creo, ha pagado la habitación.

  • Pues nada, volveré a su despacho. Voy a tener problemas.

  • Si le puedo ayudar en algo más.

La recepcionista me miró con ojos golosones. Estaba claro que coqueteaba conmigo.

  • Parece que usted conoce bien al señor Pradas, eso es que viene mucho por aquí.

  • Viene todas las semanas y algunas semanas dos veces. Y siempre viene acompañado. Viene con dos señoritas distintas, siempre las mismas. Entre tu yo, creo que son putas, son mucho más jóvenes que él.

  • Cómo son los ricos. Con lo respetable que parece y yendo a putas.

  • Si yo te contara las cosas que veo aquí. Si algún día quieres tu venir con tu novia tenemos una tarifa especial para los que quieren la habitación solo por un rato. Ya sabes para qué.

  • No creo que esto esté a mi alcance, solo soy un mensajero. ¿Cual es tu nombre?

  • Me llamo Paquita, y tú.

  • Yo me llamo Javier, mentí, has sido muy amable conmigo, dame tu teléfono y te llamaré.

  • Eso decís siempre, que llamaréis, pero luego no llamáis. Me encantará que me llames.

Paquita me había abierto la puerta para saber en que andaba mi padre.

A los tres o cuatro días llamé a Paquita para decirle que me había gustado mucho y para proponerle ir a tomar algo en su día libre. Tardó una milésima de segundo en aceptar. Quedamos al día siguiente.

Fuimos a tomar unas copas y tardé poco en comprobar que Paquita estaba muy necesitada.

La llevé a un pub de esos con poca luz a los que van las parejas a meterse mano. Empezamos hablando de cosas triviales y al cabo de un rato ya nos estábamos besando. Paquita besando era una autentica fiera. Se entregaba a muerte.

  • Me gustas mucho, me encanta que me hayas invitado a salir. Creí que no me ibas a llamar.

Tuvimos una sesión de besos larga en la que yo aproveché para echar mano a sus tetas por encima de la blusa. Su respuesta fue dejarse hacer. Viendo el terreno a favor, bajé mi mano y empecé a acariciarle los muslos.

En este caso su reacción fue abrirlos para facilitar mi maniobra. Ante lo favorable de la situación decidí que era momento de entrar a matar.

  • Ves, si yo fuera rico ahora te llevaría a tu hotel y pasaríamos la tarde juntos. Me está encantando estar contigo. Me gustas mucho.

  • Vas muy deprisa, pero me gusta, a mi también me gustaría que me llevaras.

  • Otro día será. Tendré que ahorrar.

  • De verdad te gustaría llevarme a un hotel.

  • Me encantaría llevarte a donde pudiéramos follar, me gustas mucho y me ha encantado acariciarte las tetas, tienes unas tetas preciosas, pero no tengo dinero.

  • Ven conmigo.

Me cogió de la mano y salimos del pub. Nos fuimos directamente a su trabajo. Habló un momento con la chica que estaba en recepción y cogió una llave.

Subimos a la habitación y tan pronto entramos, Paquita se quitó el vestido, ella sabía que era mucho mejor su cuerpo que su cara. Estaba claro que había previsto lo que estaba pasando. Llevaba un conjunto de bragas y sujetador a juego. Un conjunto precioso y adecuado a la situación. El sujetador dejaba los pezones al aire y el tanga era más pequeño que un paquete de cigarrillos y las tiras que lo sujetaban eran transparentes. A través de él pude ver que Paquita llevaba su bosquecillo al natural.

La tendí sobre la cama y empecé por comerme sus tetas.

  • Te iba a pedir que te las comieras, pero parece que adivinas mi pensamiento. Que rico me has besado.

Y cuando se sintió más encendida me dijo:

  • Me tienes muy cachonda. Eres un demonio, pero me encanta todo lo que me haces.

Paquita tenía un buen cuerpo, un buen cuerpo de chica normal, no de las que aparecen en las revistas. Mucho mejor su cuerpo que su cara. De cuerpo un poquito pasada de peso, pero a mi me gusta la abundancia. Algo de barriguita, un buen par de tetas y más que un culo, un culazo.

Como yo había sospechado, los hechos me demostraron lo necesitada que estaba Paquita. Para hacerle todo más fácil, le conté que mi novia me había abandonado hacia un par de meses y que me encontraba muy solo, ese discurso siempre derriba murallas. Mano de santo. Ella también había terminado una relación hacía poco y estaba, según me dijo, muy necesitada de cariño y muy baja de defensas.

Tan pronto como eche a mano a lo que sus braguitas ocultaban Paquita entró en incandescencia.

Estuve un rato jugando con su clítoris mientras Paquita me metía la lengua hasta la campanilla. Era obvio que estaba caliente como una plancha.

En mi papel de caballero algo tímido, le pregunté:

  • Estoy loco por meterme en ti, pero quizás a ti no te gustan mis prisas. ¿Me dejas metértela? Si me dices que no, me tiro por la ventana.

  • No te tienes que tirar por ninguna ventana, te dejo que me la metas, es más lo estoy deseando desde que te vi. Pero me gusta que seas dulce conmigo y que me lo pidas.

Le quité el tanga y dejé al aire una hermosa mata de pelo que en contra de lo que había visto no la tenía en estado salvaje, los lados estaban perfectamente perfilados y solo cubrían su monte de Venus. Mis dedos se deslizaron por su vulva depilada hasta alcanzar su clítoris. Hoy en día encontrar una mujer con el mocho al natural es un milagro, son una especie en extinción.

  • Eres muy travieso, te vas a pensar que soy una chica fácil, pero no es así, no se lo que me ha pasado contigo. Desde que te vi tuve ganas de estar contigo en la cama. Como te he dicho estoy muy de bajón y tu me inspiraste confianza

Echamos un polvo muy rico, Paquita me dio muestras de estar disfrutando como una loca. Me vino a la memoria la canción de Sabina en la que dice que es mucho mejor follar con una fea. Las guapas te hacen un favor si te dejan echarles un polvo. Las feas te lo agradecen y te lo dicen.

A partir de ese día y para llevar a cabo mi plan no tuve más remedio (es una forma de hablar) que quedar con Paquita cada quince días. Lo que me encantaba de ella era lo agradecida que era, y lo que disfrutaba follando conmigo.

Me propuse no hacerla daño y nunca le dije ni que la quería ni que me estaba enamorando de ella. Quedábamos, follábamos y punto.

Ni que decir tiene que me gané su confianza. Le conté la historia de que por culpa del abogado y por no haberle podido entregar unos documentos me habían amenazado con despedirme y que quería tener información de él para defenderme.

  • ¿El abogado llama para reservar antes de ir al Hotel?

  • Hasta donde yo se siempre llama, porque podemos estar completos.

  • Y eres tu quien recibe la llamada.

  • Si, porque llama en la misma mañana, en mi turno.

  • Cuando llame me mandas un mensaje. Y si puedes hazle una foto, no me importa que les cojas de espaldas. No te preocupes que no te voy a comprometer.

Paquita cumplió como un espía profesional, a la semana siguiente me llamó.

  • Ya ha reservado.

  • Avísame si va con una mujer o con dos y si puedes, hazles una foto.

Y la hizo, una foto perfecta de mi padre con sus dos hijas. Ambas llevaban su maletita.

Será que quieren fingir que vienen o van de viaje o llevan en ellas algún juguete, o lencería. Quien sabe.

Cargando la suerte le pedí a Paquita otro servicio.

  • Manda a alguien a la habitación que les diga que la Dirección del Hotel les invita a una botella de champan. No te preocupes, yo te la pago. Que te diga quien le abre la puerta y como va vestido. Espera un rato antes de mandarla.

Una hora después Paquita me llamó:

  • He mandado a una amiga. Les ha llevado la botella, era cava en vez de champan. Le ha abierto la puerta la morena, al principio solo una rendija y al ver que era una camarera le ha abierto del todo. Según me ha contado llevaba un camisón transparente y corto. Le ha dado las gracias y eso ha sido todo. Ni una propina, solo gracias.

Tenía la prueba inequívoca, el mismo hijo puta que asediaba a Odelis, sin ningún genero de duda estaba follándose a sus hijas. Mis sospechas se habían confirmando.

Como aún tenía tiempo me fui a apostar frente al Hotel y les vi salir a los tres y como, paseando, volvían al despacho.

Aún en shok por la noticia me paré a pensar sobre las posibilidades que se me presentaban.

Podía chantajear a mi padre para que dejara en paz a Odalis, ese era mi primer propósito, pero ahora me parecía poco castigo.

Podía hablar con Carmen, toda la vida me había gustado como mujer. Cuando tienes diez años y aparece en tu casa una mujer de diecinueve, la ves como una mujer adulta y como algo inalcanzable. Para mi Carmen era una diosa. Mi plan era chantajearla: o haces lo que yo quiera o largo lo que se.

Si tuviera que contestar a la pregunta; ¿Cómo te gustan las mujeres? mi contestación había sido fácil: como Carmen.

Casi tan alta como yo, el pelo negro y la piel morena. Los ojos a tono con lo anterior, también negros. Pero lo que de verdad me llamaba la atención era su cuerpo. Nada que ver con el de las niñatas con las que de vez en cuando salía, Carmen es una mujer en sazón. Todo en ella es grande, labios gruesos, un par de rotundas tetas, la cintura estrecha y a partir de ellas unas caderas potentes que desembocaban en un culo amplio que a ella le gustaba ceñir usando faldas de tubo. Mi sueño secreto desde los quince años.

Preparé concienzudamente lo que le iba a decir y aprovechando un momento en que no teníamos a nadie cerca en la casa le dije que tenía que hablar con ella.

Haciéndose la interesante consultó con desgana su teléfono y me dijo:

  • Mañana, después de comer, sobre las cuatro de la tarde te pasas por el despacho.

  • No, no quiero hablar en tu despacho, prefiero que vayamos a otro sitio.

  • No se a que viene tanto misterio. Podemos quedar en la cafetería Habana, está cerca del despacho y a esas horas está desierta.

A las cuatro en punto estaba yo ya sentado en la mesa más alejada de la gente.

Apareció vestida con un traje sastre, muy profesional, camisa blanca, chaqueta, falda de tubo y taconazos. Un tronco de mujer.

  • A ver, que me quieres contar.

  • Me tienes que prometer que lo que te cuente queda entre nosotros.

  • Venga dime lo que quieras que tengo mucho trabajo.

Yo, como he dicho tenía previsto mi discurso, chantaje puro y duro, pero en el último momento, no se por qué, cambié mi argumento:

  • Verás Carmen, tu para mi siempre has sido una diosa, la mujer más guapa y más deseable del mundo, algo totalmente fuera de mi alcance. Pero el saberte absolutamente fuera de mis posibilidades no hacía que disminuyera lo que yo he sentido todos estos años por ti.

  • ¿Me estás haciendo una declaración de amor?

  • Sí, lo puedes considerar así.

  • Qué mono, mi hermanito pequeño se ha enamorado de mí.

  • Déjame seguir, resulta que por una serie de casualidades me he enterado que llevas tiempo acostándote con tu padre, y he pensado que, si te gusta acostarte con tu padre, igual te apetece acostarte con tu hermano.

No le cambió ni un músculo de la cara. Y su respuesta fue para mi aún más sorprendente.

  • No te lo voy a negar, llevo más de diez años acostándome con Antonio. Qué quieres, hacerme chantaje. Te has equivocado de ventanilla.

  • No por dios, no te quiero chantajear, solo he querido comprobar contigo si aceptabas mi propuesta.

  • Y cual es tu propuesta.

  • Quiero estar contigo en la cama lo mismo que estás con Antonio.

  • O sea que lo que quieres es echarme un polvo.

  • Bueno, se puede decir así.

Echó mano de su agenda.

  • El jueves, a las cuatro de la tarde te espero en el hotel Excelsior. Yo reservaré la habitación y te adelanto, antes de que salgamos de la habitación, te vas a llevar la mayor sorpresa de tu vida.

Nada había salido como yo había previsto, pero tenía una cita en un hotel con mi hermanastra.

A las cuatro en punto me presenté en el hotel en la habitación que me había dicho Carmen. Entré en la habitación y me encontré a mi hermanastra tendida en la cama con un baby doll transparente que dejada ver sus pezones, por la parte de abajo no tenía que transparentar nada porque la prenda no llegaba a cubrir sus ingles.

  • Te he esperado como le gusta a Antonio que le reciba. Vamos desnúdate que quiero disfrutar de mi hermanito el pequeño.

Me quedé en pelota.

  • Vaya, no pensaba yo que estabas tan bien armado. Tienes una buena verga y estoy segura de que me vas a hacer disfrutar.

Yo estaba atónito. No era la reacción que me esperaba.

Me tendí a su lado.

  • Si pretendes empezar como con todas las amiguitas a las que te estás follando te equivocas, ni besitos, ni caricias en las tetas, ni toquetearme el coño. Baja a la mina y cómeme el chocho antes de pretender cualquiera otra cosa.

Obedecí como un niño en primaria obedece a la señorita. Me coloqué entre sus muslos y lancé mi lengua donde se me había ordenado. Ahora sí me encontré con un coño en estado salvaje, no solo eso, cuando Carmen levantó sus brazos pude ver que también tenía las axilas sin depilar.

Como si adivinara mis pensamientos me dijo:

  • Yo no me depilo nada, me gusta tener una buena mata de pelo en el coño y en mis axilas. Sigue dándome lengua.

Entre medias de aquella selva localicé su clítoris y a él dediqué mis lengüetazos.

  • Ahí es donde me tienes que dar lengua, ahí, y después me recorres todo el chocho y le dedicas atención a mi culo. Será muevo para ti, pero a las mujeres nos gusta que nos den lengua en el culo.

Recorrí la senda que me había marcado Carmen y su reacción no se hizo esperar.

  • Me estas comiendo muy rico, sigue así, sigue que me estás dando mucho gusto. Cuando yo te diga me dejas de dar lengua y me la metes.

Seguí con mi tarea pensando en desobedecerla. Le pensaba dar lengua hasta oírla explotar.

Pasado un rato, entre gemidos, Carmen me pidió que se la metiera.

  • Métemela ya, que estoy cachonda, me has puesto más cachonda de lo que yo esperaba. Métemela ya.

No le hice caso y seguí hozando en sus ingles.

  • Me vas a hacer correrme y me quiero correr con tu polla dentro. Métemela ya.

Ni caso por mi parte.

  • Ahhg, me estás subiendo más, estoy cachondisima, fóllame ya. No, sigue con tu lengua, sigue que me quiero correr como una perra antes de follar, sigue, sigue.

Cuando la oí pedirme que siguiera, volví a desobedecer, trepé por su cuerpo y de un empellón me metí en ella.

  • Eres un canalla, no haces caso de lo que te pido, pero me estás dando mucho placer. Ahora quiero que folles como una bestia, quiero sentir que me está follando un yogurín. Dame todo lo fuerte que puedas.

Le hice caso, nunca en mi vida había dado los pollazos que le di a Carmen en aquella primera ocasión. Su reacción fue inmediata.

  • Así me gusta, que me destroces el coño, que me atravieses, que sienta que tu verga llega al fondo de mi coño. Sigue así, que rico me estás haciendo.

No pude evitarlo, sin saber por qué dije la frase que podía haber acabado en fracaso.

  • Que puta eres Carmen, no pensaba yo que fueras tan puta.

  • Soy un millón de veces más puta de lo que tu te piensas. Sigue follándome que me quiero correr como una perra.

Y yo seguí, empleé todas mis energías en satisfacer aquel coño insaciable.

  • Me voy a venir Pablo, me voy a correr y quiero sentir como me das toda tu leche, la quiero sentir cuando me esté corriendo. Dámela ya, dámela toda que me estoy empezando a venir, lléname el chocho con tu leche, dámela ya, córrete.

Y me corrí, sentí como todo mi cuerpo se concentraba en entregarle a Carmen todo lo que me estaba pidiendo.

  • Te siento, siento tu leche entrando en mi, me estás llenando el chocho, me estoy corriendo muy rico y muy duro, qué polvo tan rico, por dios, qué polvo tan rico.

Cuando ya estábamos descansando mi hermanastra empezó a hablar:

  • Pablo, lo lógico es que pienses que me he acostado contigo porque sabes nuestra historia con Antonio, pues estás equivocado, me he venido a tu cama porque me apetecía que me echaras un polvo. A mi lo que más me gusta del mundo es follar. Si me lo hubieras propuesto sin historias te habría dicho que sí. Y si me hubieras planteado un chantaje, ahora no estaría en una habitación de hotel contigo.

  • No entiendo nada.

  • Yo te lo voy a explicar. Antonio no es mi padre, ni tampoco lo es de Luisa, de Ana no lo se, pero me figuro que tampoco. Lo mío y lo de Luisa lo dicen las pruebas de ADN, es más, Luisa y yo no tenemos el mismo padre. Resulta que mi madre, de la que Antonio estaba enamorado como un loco, resulto ser un poco puta, vamos que desde el primer día le puso a su marido unos cuernos de escándalo. Antonio ni se enteró de la vida de su mujer. Él la creía honesta. Muere mi madre en un accidente, iba en un coche con un hombre. Antonio se hace cargo de sus hijas y nos cuida con todo el amor del mundo. Pasados unos años se empiezan a conocer las aventuras de mamá. Antonio nos hace las pruebas y conoce los resultados.

No se con que sufrió más, si con la muerte de su esposa o cuando supo que era más puta que las gallinas. Nosotras que no sabíamos nada solo le veíamos sufrir. Yo sentía por él un cariño infinito.

  • Cuando yo cumplí 18 años Antonio me contó la realidad, es más me dijo: Si te quieres ir a vivir con la familia de tu madre, con tu tía Mercedes eres libre de hacerlo. Antonio llevaba ya tiempo sumido en una profunda depresión, pero durante todo ese tiempo cuidó de Luisa y de mi como un verdadero padre.

  • Estuve unos días pensándolo y tomé una decisión de la que no me arrepiento. Una noche me metí en su cama y le pedí que me dejara ocupar el lugar de mi madre. Se quedó desconcertado, me dijo que estaba loca pero no me echó de la cama.  A la siguiente noche, mientras yo me hacía la dormida, me empezó a acariciar las nalgas. A la tercera lo que hizo fue dedicarse a mis tetas. Yo estaba ardiendo, pero me seguía haciendo la dormida. Al cuarto día, muy suavecito me empezó a acariciar el coño. Tan pronto sentí su mano, llevé la mía hasta tener su polla en ella. Ese día follamos por primera vez. Pasé a ser su mujer. No es el mejor amante del mundo, pero mi mayor placer es verle feliz.

Luisa, que no es nada tonta, se acabó enterando de todo y le pidió a Antonio que hiciera con ella lo mismo que hacía conmigo. Desde entonces las dos follamos con él.

  • Y ahora viene lo más gordo, cuando mi padre estaba deprimido por toda la historia de infidelidad que te he contado, la única mujer que nos visitaba con frecuencia era tu madre, y por visitar digo que tu madre se pasaba las noches en la cama de Antonio, lo que me hace pensar que el que parece ser mi padre, es posible que sea el tuyo.

  • Cuando mi padre decidió casarse con tu madre yo no entendí nada, estábamos felices los tres compartiendo cama. La única explicación para mi es que tu si seas su hijo.

  • Que sepas que no te has follado a tu hermana, y que sepas que tanto Luisa como yo vamos a seguir follando con Antonio siempre que nos lo pida.

Yo he tenido aventuras con otros hombres, pocas, pero algunas, Luisa como está gordita tiene muy poca seguridad en si misma y creo que en la única cama que ha estado es en la de Antonio.

  • Y nosotros qué vamos a hacer.

  • A mi me ha gustado mucho como me has follado, he disfrutado más de lo que disfruto con Antonio, de manera que cuando tengas ganas de mi no tienes más que decírmelo. Follas muy bien, hermanito. Como no tengo secretos con Luisa, si tu estás de acuerdo se lo digo, pero con una condición, solo se lo digo si tu estás de acuerdo en follártela. No quiero aumentar sus complejos.

  • Déjame que primero disfrute de ti y ya después tomamos la decisión.

  • O sea que te ha gustado follarme, aunque no sea tu hermana.

  • Me ha encantado, llevaba años soñando con estar contigo en la cama.

  • Por eso te fijabas tanto en mis tetas y en mi culo. Que poco respeto.

  • Para mi eres una diosa, algo fuera de mi alcance, pero que deseaba con todas mis fuerzas.

  • O sea que he sido sin saberlo el objeto de tus pajas.

  • Llevo años tocándome pensando en tu cuerpo.

  • Eres un cochino. ¿Quieres follarme otra vez? No voy a pagar una habitación para que solo echemos un polvo.

Y como era inevitable después de la confesión de Carmen, volvimos a follar. En este segundo polvo gocé de una serenidad que no tuve en el primero, cuando pensaba que Carmen me dejaba disfrutar de sus carnes por miedo a un escándalo.

Echamos un polvo riquísimo, Carmen se entregó de una manera que no había hecho en el primero y a mi me llevó al paraíso de gozo y del desenfreno.

  • Tienes unas tetas preciosas, ¿te las has operado?

  • Y tu, ¿te has operado la polla?, porque a mi me parece preciosa. Mis tetas con mías. Y tu polla.

Me sentí ingenioso:

  • Mi polla es tuya, Carmen y también es natural. Que llevabas en la maletita.

  • Juguetes eróticos y mucha lencería, a Antonio le vuelve loco verme con prendas que me hagan parecer una puta de lujo. Tengo corpiños, vestidos transparentes, ligueros, de todo. ¿A ti te gusta esa ropa?

  • No la he visto nunca.

  • No te preocupes, yo te la enseñaré.

Previendo futuros problemas le dije:

  • Lo que no quiero es follar en casa, no quiero correr el riesgo de que nos descubran.

  • O sea que cada vez que quedemos para follar me va a costar un dinero, esto es nuevo para mi. Yo follando con un gigolo.

Entre unas cosas y otras nos dieron las 9 de la noche. Cuando yo pensaba que íbamos a irnos Carmen me hizo una petición.

  • No me puedo ir de aquí sin saber a qué sabes.

Si necesidad de usar sus manos se metió mi polla en la boca y me hizo la mamada de la que mejor recuerdo guardo de toda mi vida.

Cuando yo ya daba síntomas de estar llegando, Carmen paró un momento para decirme:

  • Quiero comerme toda tu leche, quiero saborearla. Hay hombres que tienen una leche muy rica y otros que tienen una leche asquerosa, si la tuya es de las que me gustan te voy a hacer una mamada cada vez que nos veamos.

Me corrí como un caballo, sentí los borbotones entrando en la garganta de Carmen.

  • ¿Te ha gustado mi leche?

  • Me ha encantado, está muy rica, y muy caliente, otro día te pediré que me la eches por las tetas, así que ya sabes lo que te espera.

  • He cambiado de idea, voy a hablar con Luisa y que sea lo que dios quiera, no le digas nada.

Luisa es la antítesis de Carmen, de cara es mona y siempre había sido amable conmigo, lo que les hacía diferentes era todo lo demás. A Luisa le sobraban y le siguen sobrando por lo menos diez kilos. Y siempre ha sido introvertida y hasta miedosa con todo.

Un par de días después, entre medias tuve que cumplir con Odalis, busque un momento en el que estábamos solos y le conté el rollo que había preparado.

  • Luisa, tu y yo somos iguales en muchas cosas. Yo, por lo general soy reservado, pero desde hace unos meses, desde que dejé de salir con Nieves mi vida es un infierno. Tu me gustas mucho, me has gustado siempre y lo que te quiero proponer es que como tu yo no somos hermanos, si te parece bien podíamos salir juntos. Te llevaría a discotecas, al cine, a donde a ti más te guste.

  • Llevas razón, no somos hermanos, y podemos pasar buenos ratos juntos.

De acuerdo, el jueves te llevo a tomar unas copas. Ponte guapa.

Ese día Luisa apareció con un vestido ancho y largo, el tipo de vestidos que solía llevar para tratar de ocultar sus carnes.

  • Si te parece vamos al Petalos. ¿lo conoces?

  • No nunca he estado.

El Petalos era uno de mis sitios favoritos, música suave, buenas copas y oscuro como la entrada a una mina.

Pedí dos copas y empecé mi trabajo de demolición.

  • ¿Tienes algún enamorado?

  • No Pablo, no tengo ninguno.

  • Pues entonces estamos los dos iguales. Con lo bien que se está en pareja y tu y yo solitos. Hoy has venido muy guapa. No sabes lo contento que estoy de que hayas querido salir conmigo.

  • Yo también estoy contenta.

Empezamos a contarnos intimidades en un ambiente en el que oímos los gemidos de las parejas que nos rodeaban. Supongo que trataban de ocultarlos, pero no podían.

Al cabo de un rato estábamos ya empotrados el uno en el otro. Luisa pasó su brazo por detrás de mi cintura y yo pasé el mío por encima de sus hombros. Éramos una pareja más en aquel ambiente calenturiento. Como cosa rara no tuve que ser yo el que atacara, Luisa en una de las veces en las que nos hablábamos casi al oído, volvió su cara y pegó sus labios a los míos. Me quedé un momento quieto, sorprendido. Mi reacción cortó su ataque.

  • Perdona, me he dejado llevar, lo siento. No he podido evitarlo. Perdona.

Mejor no me lo había podido poner.

  • Has hecho lo que yo estaba deseando, pero no me atrevía no fueras a darme una bofetada.

Sin esperar cual podría ser su respuesta, me lancé contra su boca. Me recibió con la boca abierta para regalarme su lengua. Nos dimos un beso eterno y rico, muy rico. Luisa se entregó a lo que estábamos haciendo y su lengua me pareció que alcanzaba mi campanilla.

Acabado el primer beso estuvimos de acuerdo en dedicarnos al segundo.

En este segundo y aprovechando la oscuridad decidí cambiar lo que solía hacer en estos casos. Tenía sus tetas al alcance de mi mano, pero creí más oportuno dedicarme a sus muslos.

Deslicé mi mano por debajo de su falda, recorrí las medias y no paré hasta alcanzar esa franja de carne desnuda que dejan las medias cuando lo que las sujetan son unos ligueros. Luisa tan pronto sintió mi mano se abrió de muslos, si no lo hubiera hecho, visto el tamaño de sus muslos me hubiera sido imposible progresar. Acaricié a conciencia sus columnas y cuando hice gesto como de dejarlo, Luisa cogió mi mano y la atrajo contra sus ingles.

Sus bragas no me podían engañar, estaban empapadas.

  • Tienes las braguitas mojadas, estás caliente hermanita.

-No estoy caliente, estoy ardiendo, en más de una ocasión he pensado lo rico que sería que me asediaras. Más aún, tengo un sueño recurrente, yo estoy en la cocina preparándome un café y tu llegas por detrás y de un viaje me subes las faldas y me quitas las bragas. Yo me resisto, pero estoy fingiendo, en realidad estoy loca porque me folles como una bestia. Me tiendes sobre la mesa de la cocina, me abres la camisa y me dejas las tetas al aire. Lo primero que haces es comerte mis tetas, me vuelves loca de gusto y cuando me las estas comiendo me abres los muslos y me la metes hasta el fondo. En mi sueño tienes una polla descomunal que me llena toda. Yo dejo de fingir y te suplico que me folles, y tu me haces caso. Me echas el polvo más rico de mi vida. Algunas veces, cuando me despierto me toco porque tengo mi chocho encharcado.

  • Yo también he soñado que te estaba follando, te he visto muchas veces desnuda en mis sueños y me ha encantado estar metido en ti. Somos dos idiotas, los dos deseando lo mismo y sin atrevernos a dar el primer paso.

  • Por eso me ha gustado tanto que me propusieras que saliéramos. Me había propuesto no dejar pasar la ocasión y tenía previsto hacer todo lo que fuera necesario para que me llevaras a la cama.

  • Que más quisiera yo, pero en casa no podemos y yo no tengo dinero para ir a un hotel.

  • Dime que estas loco por follarme, que te gusto mucho y que quieres que yo te lo de todo.

  • Me encantas, me pareces preciosa y estoy loco por follarte.

  • Entonces paga y vámonos.

Salimos sin yo saber cual era el plan de Luisa.

Nos fuimos al despacho de Antonio. La oficina, dada la hora, estaba desierta. Cuando llegamos Luisa me hizo sentarme en un enorme sillón Chester. Ella se puso de pie a medio metro de mi y empezó a desnudarse. Se quitó el vestido y lo que dejó al aire me dio la prueba de que me había dicho la verdad. Debajo llevaba un corpiño que por arriba le sujetaba las tetas y por abajo era un liguero con el que mantener las media en su sitio. Era obvio que, como había dicho, Luisa había venido preparada para matar. Venía dispuesta a follar si o si.

  • Déjame verte, date la vuelta.

A pesar de su volumen Luisa tenía un cuerpo mejor de lo que yo esperaba, bien es verdad que me había puesto en lo peor. Todo grande, enorme podría decir, pero ni carnes colgando ni celulitis, carne dura y tersa. Por delante me llamaron la atención sus tetas. Un par de tetas descomunales que rebosaban por encima del sujetador separadas por un canalillo profundo. Los muslos que yo había estado acariciando, rotundos y con un contraste precioso entre la oscuridad de las medias y la zona que dejaban al descubierto. Para sorpresa mía su cintura era mucho más estrecha que sus caderas.

Cuando se dio la vuelta lo que puso ante mis ojos fue un culo inmenso, apenas tapado por las tiras del tanga más pequeño que yo había visto. Delante de mis ojos Luisa hizo además de quitarse las braguitas mientras se inclinaba hacia delante. Se las bajó un momento, se las volvió a subir y tras unas intentonas se inclinó hacia adelante y se las quitó por completo. También en eso las hermanas eran distintas. Luisa llevaba sus partes más intimas depiladas al completo, ni rastro de un pelo, una depilación perfecta, como recién hecha. Me lo dejó aún más claro cuando con sus manos separó sus nalgas y me dio el plano perfecto de su coño y de su culo.

Se me ocurrió que debería corresponder a sus regalos de manera que me quité el pantalón y el calzoncillo y dejé mi polla al aire. Lo que Luisa me estaba enseñando me había puesto la verga como el cerrojo de una cárcel.

  • Que rica polla tienes Pablo, y que gorda. Me vas a reventar cuando me la metas. No sabes lo cachonda que me tienes.

Se vino al sillón, de puso en cuatro sobre él y me pidió.

  • Estoy loca porque me metas toda esa polla en mi coño, pero antes quiero que me des lengua. Quiero sentir tu lengua en mi chocho.

Se ve que a dos hermanas lo de que les comieran el coño les encantaba.

En esa postura el culo de Luisa me pareció descomunal, en centro de aquellas dos moles resaltaban sus labios mayores y su nombre hacía justicia a la realidad, unos labios realmente mayores en el centro de los cuales pude ver el resto de su coño brillando por la humedad. Sus tetas que ahora colgaban sin nada que las sujetara me parecieron dos cabezas de niño pequeño.

Empecé con lengüetadas suaves, con mi cabeza metida entre aquellas dos moles de carne que eran sus nalgas. Mi lengua resbalaba por su piel.

Paseé mi lengua por su clítoris, subí hasta alcanzar su vagina e hice amago de penetrarla con mi lengua y cuando Luisa empezó a gemir continué mi trayecto hasta alcanzar con mi lengua la entrada de su culo.

Habrá quien lo considere una perversión, incluso una guarrería, pero para mi comerle el culo a una mujer es un placer divino, poco comparable con otras cosas.

Al sentir mi lengua explorando su culo Luisa estalló.

  • Sigue dándome lengua en todo mi jopo, méteme la punta en mi culo que yo la sienta. Eres un cochino, pero me encanta que seas tan guarro. Dame lengua, mi amor, dale lengua a mi culo que me estas volviendo loca. Méteme un dedo en mi chocho, por dios, un dedo en mi chocho, que estoy muy cachonda y necesito que me hurgues el coño.

Le metí el pulgar y empecé a acariciarle donde se supone que está el punto G, en el caso de Luisa estaba exactamente ahí.

Al sentir lo que le estaba haciendo ella colaboró echando hacía atrás su culo para sentirme más adentro.

  • Pensaba follarte nada más llegar, pero lo que me estás haciendo me gusta mucho. Después me vas a follar, verdad. Quiero tener toda esa polla dentro de mi, quiero que me llenes el coño y que me folles como si fuera una puta a la que estás pagando y a la que puedes pedirle lo que quieras. Hoy quiero ser tu puta.

Luisa se entregó como una novata, como si fuera la primera vez que sentía el placer divino del sexo. Si no fuera por lo que yo sabía hubiera pensado que estaba de estreno.

  • Tu puta se va a correr, tu puta se corre. Me estás matando de gusto. Sigue por dios, sigue que se me está aflojando todo y estoy a punto de correrme. Ya me vengo, me estoy viniendo muy duro, me estoy corriendo toda, mi amor, tu puta se está corriendo.

Un último empujón hizo que mi cara se empotrara aún más entre sus nalgas mientras Luisa lanzó un grito o más que un grito un aullido que quien no conociera su origen creería que la estaban matando.

Por mi mente pasó el atacar en ese momento y enterrar mi polla en su cuerpo, pero Luisa me interrumpió pidiéndome un favor.

  • Estoy loca por tenerte dentro de mi. Se te ha puesto más gorda todavía, pero quiero que probemos una cosa los dos juntos.

Se levantó y se fue a coger algo de su vestido. Volvió con una especie de botellita en la mano.

  • Me lo ha regalado una amiga. Es la droga del sexo, por lo que me ha dicho si te la tomas antes de follar vas a echar un polvo que no se te va a olvidar en la vida. Yo no la he probado nunca, es más me da un poco de miedo, pero si quieres la probamos juntos. Se llama Popper.

En aquel momento yo me hubiera tomado la cicuta sin rechistar.

Abrió la botellita y con más naturalidad de la que yo me esperaba, se tapó un lado de la nariz y con el otro pegó tres o cuatro esnifadas a al frasco. Sin pensarlo un momento, cogí la botellita e hice lo mismo.

Nada más hacerlo sentí una explosión en todo mi cuerpo, me dio calor y con él una sensación de felicidad total, y con la felicidad la alegría. Me sentí el rey del mundo y con ganas de compartir mi felicidad.

  • Estoy en el cielo, Luisa, siento que me está creciendo la polla y tengo unas ganas desbocadas de follarte. Me voy a follar a mi hermana que quiere que la llame puta mientras se la meto. Te voy a follar Luisa, te voy a echar el mejor polvo de tu vida, te voy a hacer correrte como nunca te has corrido. Y tu ¿como estás?

  • Después de sentir tu lengua en mi culo estaba muy cachonda, ahora no se como contarlo, lo único que quiero en esta vida es que me folles. Estoy ardiendo, tu putita está ardiendo esperando que se la metas.

Me coloqué entre aquellas dos columnas, Luisa con una agilidad que me sorprendió separó sus muslos como una gimnasta, enfilé mi arma y ese primer empujón provocó que Luisa me dijera:

  • Eso es mi culo, Pablo, si quieres puedes empezar por ahí, pero creo que estabas buscando mi coño.

Corregí el tiro y de una embestida se la clavé. Pensaba yo habiendo visto el tamaño de su coño que iba a entrar en una cueva como el Euro túnel. Nada más lejos de la realidad, las paredes de la vagina de Luisa, me acogieron ajustándose a mi herramienta. Sentí como si una mano me estuviera estrujando la polla.

Empecé un mete y saca un poco peculiar, salía hasta tener el prepucio en la entrada, notaba el anillo del umbral apretándome y desde ahí me lanzaba a una profundidad que me parecía de kilómetros hasta que mi vientre chocaba contra su vientre. Cada entrada y casa salida duraban una eternidad.

  • Como me gusta lo que siento, no voy a volver a follar sin tomarme esto antes. Siento cosas que no había sentido nunca. Cada embestida me produce un placer que nunca había sentido. Dame polla, hermanito, dame polla todo lo duro que puedas. Quiero sentir que me atraviesas y que me matas a pollazo limpio.

No se el tiempo que estuvimos follando, si se que los dos sudábamos como si estuviéramos en una sauna. Oleadas de deseo, de calentura, de verriondez me iban y me venían. Sentí que estaba disfrutando del mejor polvo de mi vida.

  • Me estoy follando a mi hermana. Me la estoy comiendo viva y ella está feliz de que yo me la folle. ¿Estás cachonda Luisa? ¿Te gusta como te folla tu hermano?

  • Estoy en el cielo, me tienes más que cachonda y me siento feliz de como me estás follando. Lo que quiero es que esto no se acabe nunca. ¿Te gusta mi cuerpo o me ves gorda?

Me sentí obligado a decir lo que ella deseaba oír.

  • Tienes un cuerpo precioso que me encanta, es más si decides adelgazar que sepas que me divorciaré de ti. Me gustan tus carnes tal y como son, ni un gramo menos. No quiero perder el placer de estar cogiendo este culo divino mientras te la meto. Me vuelve loco tu culo, me ha encantado darte lengua pero que sepas que además de lengua te quiero dar polla. Cuando estoy con una puta no la puedo dejar que se vaya si no me he cogido su culo.

  • Eres un pervertido pero que sepas que mi culo te está esperando, méteme un dedo y verás que tengo la entrada floja. Es un efecto del Popper, los esfínteres se relajan, por eso empezaron a usarla los gays.

Tenía razón, recorrí su nalga con mi mano hasta alcanzar el ano, hice una mínima aproximación y mi dedo se hundió hasta el fondo. El culo de Luisa me estaba esperando y el esfínter de su entrada se había rendido.

Seguimos follando un buen rato como dos enfermos, no puedo decir lo que sentía ella si se que yo recibía unas descargas de placer que no había sentido nunca.

Y llegó el momento que los dos esperábamos. Fui yo el primero en declararme.

  • Me voy a correr, Luisa, voy a llenarte el chocho con mi leche, te voy a inundar, lo siento, siento que te va a rebosar mi leche fuera de tu coño.

  • Dámela toda, desocúpate en mi. Quiero que me llenes, dame toda tu leche que siento que me vas a matar cuando me la des. Que rico polvo, mi amor, que rico polvo. Llámame puta, por favor, llámame puta.

  • Me corro, puta, me estoy corriendo, te lo estoy dando todo.

Sentí como si la vida se me fuera con cada descarga y a la tercera o cuarta Luisa me acompañó.

  • Tu puta se corre, siento tu leche entrando en mi coño, no puedo soportar más placer, me corro, mi amor, me corro como una puta. Tu puta se está corriendo de gusto.

Como ya había pasado Luisa lanzó un gemido largo, arqueó el cuerpo y a continuación se desplomó contra el tresillo.

Me quedé mirando sus inmensas tetas y vi que los dos estábamos empapados de sudor.

Como su tamaño lo soportaba me dejé caer contra su cuerpo como si en vez de tener una mujer debajo tuviera un colchón. Estuvimos así un buen rato y entonces me di cuenta que no le había sacado la polla. Mi verga, supongo que como efecto del Popper seguía dura como el acero.

  • Sigo sintiendo tu polla bien gorda metida en mi coño. No te la saques, déjame gozar de sentirte dentro. Dios mío, que polvo más salvaje me has echado, me he corrido como nunca lo había hecho. Me encanta que sigas con la polla toda dura metida en mi.

No cabe duda de que el Popper es una droga, alucinógena y potente. Yo había sentido que estábamos echando el polvo de todos los polvos, tanto que me dio miedo.

  • Luisa, nunca en mi vida había sentido lo que he sentido follando contigo, pero es algo tan fuerte que me ha dado miedo. La próxima vez vamos a follar a pelo porque no quiero depender de drogas para volverme loco follando contigo.

  • Yo lo que quiero es no ser una muesca en la culata de mi hermano, ya has conseguido lo que siempre buscan los hombres, echarme un polvo. Ahora quiero yo ver si vamos a seguir follando o si una vez que me has conseguido voy a dejar de interesarte. Yo quiero que sigamos follando. No te pido que me folles a diario, pero si que sigamos follando. Todavía tengo mucho placer que darte.

Esa noche, ya solo en mi habitación hice balance de lo que me había pasado y me sentí el hombre más feliz del mundo. Odalis estaba encantada de meterse cada mañana en mi cama y en la cama me daba mucho placer y mucha ternura. Paquita lo que quería de mi estaba claro, yo le gustaba y lo que necesitaba era un hombre que la follara, cero involucración. A Carmen lo que más le gustaba del mundo era follar y había gastado demasiado tiempo follando con Antonio por lo que estaba deseando gozar de carne fresca. En cuanto a Luisa, me pareció que era con la que corría mayor riesgo, ella si se podía enamorar y por tanto exigir exclusividad. Otro peligro es que no sabía que antes que a ella me había follado a su hermana.

De no tener ninguna había pasado a tener cuatro hembras que llevarme a la cama. Todo lo que tenía que hacer era disfrutar de lo que tenía sin cambiar nada, y sin morir en el intento. Cuatro mujeres son muchas mujeres.

A continuación, pasé los mejores meses de mi vida. Por la mañana Odalis venía puntualmente a mi cama y de todas mis enamoradas era la que de verdad me daba cariño. Un par de veces al mes, a veces tres Paquita me llamaba para indicarme que tenían vacía la habitación 214 y yo solía acudir a su llamada. Y con Carmen o Luisa también tenía una cita semanal, con Carmen en un hotel, con Luisa en su oficina.

De todas ellas la que más placer me daba, sin necesidad de Popper, era Luisa. Vuelvo a la teoría de Sabina, Luisa aceptaba cada polvo como un regalo y se daba toda ella sin freno ninguno. A pesar de lo que me dijo Carmen a la que de verdad le volvía loca tener una polla dentro era a Luisa.

Recuerdo la primera vez que en uno de nuestros encuentros le pedí que me diera su culo. Me echó en cara la petición:

  • A las putas no hay que pedirles permiso para nada. Si lo que te apetece es mi culo, no tienes más que cogerlo.

Se puso en cuatro sobre el tresillo y ella misma se separó las nalgas. Verla en perrito con sus inmensas tetas colgando y su descomunal culo a mi disposición me puso cardiaco. Esperaba yo encontrarme un camino fácil, el de un culo acostumbrado a ser profanado, me equivocaba. A pesar de que lo había preparado dándole en él del jugo que Luisa producía, la entrada me resultó más que difícil, a pesar de la buena disposición de su dueña, la entrada estaba dura como una piedra. Luisa me pedía que empujara, aunque con ello la rompiera su culo. No fue fácil, pero acabé penetrándola. Tuve la impresión de que Luisa disfrutaba siendo humillada, viéndola espatarrada con su descomunal culo abierto para recibirme y chillando como una loca, Luisa era la representación de la entrega absoluta, de la rendición incondicional.

A partir de ese día no era raro que fuera ella la que me pedía que la penetrara por la puerta de servicio. Y a mi me encantaba, hasta el punto de que poco a poco fuimos prefiriendo en pecado nefando que dicen los curas a la simple fornicación.

Volvimos a probar el Popper, esa vez antes de penetrarla por detrás y fue tan intensa y tan devastadora la experiencia que a los dos nos dio miedo y decidimos no volver a esnifarlo.

Luisa en alguna ocasión lo volvía a recordar:

  • Me gustaría darte otra vez mi culo con Popper, aún me acuerdo de lo que sentí cuando probamos. Me pongo cachonda solo de recordarlo. Se me aflojó mi culo y entraste en él sin hacer fuerza.

Como digo mi felicidad era total, pero todo lo bueno se acaba y los acontecimientos que sucedieron sin que yo tuviera nada que ver en ellos, hicieron que la situación cambiara radicalmente, pero eso es ya otra historia que si los lectores consideran interesante no tardaré en contar. Sirva de adelanto que mi siguiente sorpresa fue mi hermana pequeña que sí resultó ser mi hermana y que mi madre se separó de Antonio  se pasó a encontrar muy sola  y no me quedó otra que ayudarla en su dolor.