Una experiencia única!
Ocurrió con mi amigo octogenario, que poseía una anatomía envidiable para el sexo.
CON MI AMIGO OCTOGENARIO!
Habíamos sido amigos durante muchos años, yo solía ir a visitarlo y pasábamos horas charlando, pues me agradaba escuchar sus historias. El tenía ya como 85 años entonces y yo no pasaba de cuarenta.
A veces gustaba preguntarme sobre alguna aventura y yo como le tenía confianza, le contaba. Siempre me pedía pormenores y a mi me agradaba contarle que cuando estaba con una amiga, bastaban unos pocos abrazos y besos para que yo me pusiera caliente y que a veces terminábamos haciéndolo al apuro. El me escuchaba y sonreía.
Por mi parte, siempre me intrigó el hecho de que cuando se sentaba enfrente a mí, me parecía que a propósito, permitía que sus órganos se mostraran tan abultados y explícitos aún por debajo de sus pantalones de lana. Yo lo atribuía a lo abultado de su abdómen.
Así, algún día yo me atreví a preguntarle cómo él a sus años solo había tenido dos hijos y entonces me contó, que a sus 58 años había desflorado a una doncella que por entonces cuidaba de él. Que a ella la había enloquecido cierto día en que se acariciaban mutuamente y que ella le había estrujado tanto el pene por encima de sus calzoncillos, hasta que lo hizo venirse. Entonces mas tarde ella se tumbó en la cama y le pidió que la poseyera. Así lo hizo, y que continuaron por años, haciéndolo de vez en cuando. No lo hacemos tan seguido. "Siempre y cuando hay una buena oportunidad" me decía.
Bien, un día, habíamos charlado largamente en la sala de mi casa, cuando de pronto me dijo: "qué tal si no permites que examine esa cosa que dices que es tan sensible". Yo medio confundido, hice como que no escuchaba. Luego me volvió a decir lo mismo y entonces se me vino a la mente, claro, si le permito eso, yo también puedo pedirle que me permita ver en directo, aquello que tanto se abultaba entre sus piernas.
Le dije bueno, pero vamos a mi cuarto para que lo vea. Entramos, cerramos la puerta y él me dijo: desabróchate el pantalón. Yo quise sacar el pene por la abertura de mis calzoncillos, pero me dijo: bájate el calzoncillo para poder ver todo. Así lo hice, y entonces me dijo que me acostara boca arriba en la cama. Empezó, de pié a cogerme el pene, que estaba aún suave y pequeño, luego con la otra mano, cogía mis testículos y tambien corría por sobre mis vellos que son abundantes. Respiraba profundamente y hacía como que masticaba algo. Cogió entre sus dedos mi prepucio y lo bajó completamente y entonces me dijo: puedo lamerte esta cosa tan sabrosa que has tenido?. Le dije que sí, y empezó a lamerme el glande y a lo largo de mi pene. Luego mordisqueaba mi escroto. Yo no aguanté más y le dije: "voy a derramarme". Hizo un cuenco su mano y esperó hasta que lanzara el chorro y recogió el semen con su mano. Para entonces, yo me acordé que podía pedirle el favor que imaginaba.
Le dije: permítame ver lo suyo, sí? El accedió y empezé a desabrochar los botones de su bragueta. Cayó al suelo su pantalón y ví que tenía puestos unos calzoncillos boxer de hilo de algodón, grandes, color celeste claro con tres broches metálicos al frente que lo cerraban. Los habrí y su calzoncillo cayó. Lo que ví, me dejó sin respiración: delante de mí colgaban los testículos que yo jamás imaginé, hombre alguno poseyera; y su pene, era un trozo grande cubierto por un prepucio arrugado y de un color oscuro. Tenía pocos vellos al pié de su gran verga Yo no esperé, y lo tomé todo entre mis manos. Eran tan suaves: inicié descubriéndole el glande, una masa grande en forma de hongo, con una gran abertura en la punta. Como seguía suave, abrí ligeramente su abertura y le introduje la punta de la lengua. Noté que empezó a responder, moviendo ligeramente sus anchas caderas. Mis manos subían y bajaban la piel de su pene mientras mis labios aprisionaban su enorme glande. Sus testículos eran dos masas gigantes dentro de un escroto enorme y con unos pocos pelos. Después de un buen rato, lo tenía duro y en una posición horizontal. El empujaba su pene en mi boca y su masa escrotal chocaba en mi mentón. Me enloquecía. Le acariciaba su protuberante abdómen. El solo respiraba y hacía como que masticaba. Todo el tiempo, él se mantuvo de pié.
Así estuvimos, no se qué tiempo, porque cuando me di cuenta, mi pene estaba todo rígido y entonces yo le encaminé sus manos suaves para que también me acariciara.
Me hizo venir nuevamente. El, nada. Así, hasta que me dijo, parece que algo se me va a a salir. Efectivamente, ahí estaba su semen. Color blanco cremoso y de una manera suave brotaba por esa gran abertura en la punta de su pene. Tanto derramó que empapó mis sábanas y él mismo estaba todo mojado. Le corría por un costado de su escroto y perdía entre las piernas. Tuve que tomar mis calzoncillos que estaban a mano, y secarle un poco. En ese proceso, recogí un poco de su crema en mi mano y la probé. Sabía delicioso. No imaginé aquel sabor. Luego tomé una toalla pequeña y lo sequé prolijamente por todos los pliegues de su anatomía.
Nos vestimos y salimos a la sala a seguir charlando, como si nada.
Nunca más volvió a suceder. Hoy él ya no está, pero su recuerdo es imborrable. Parece que lo vivo nuevamente cuando lo recuerdo.
Estoy seguro, que nunca más sucederá nada.
Es mi relato que espero les guste. Es verídico. Más tarde, si les gusta, este relato, les puedo contar el otro lado de esta historia con una protagonista, que ni se imaginan quien es.
De alguna manera háganme saber si les gustó. Su amigo Carmigue.