Una experiencia inolvidable

Sin proponermelo he tenido mi primera experiencia homosexual. No lo he buscado, no era mi intención, pero lo he disfrutado mucho.

A media mañana de un domingo reciente circulaba en coche por una carretera  apartada con bastantes curvas. Es una zona muy conocida por los que salen a pasear en moto pues tiene poco tránsito, el paisaje es bonito y sobre todo tiene muchas curvas para poder practicar todas esas maniobras que hacen.

Para los que nos movemos por la zona es bastante habitual tener algún susto que otro con los motoristas, ya que algunos creen que circulan en un circuito cerrado y fuerzan las maniobras sin tener en cuenta que puede haber otros vehículos.

Conozco la carretera y eso me permite anticiparme a posibles riesgos. Vi a lo lejos aproximarse dos motos que iban zigzagueando disfrutando de su paseo. Me pongo a mi derecha y reduzco velocidad esperando a cruzarme con ellos. Pasan rápido y a pesar de que estoy casi justo por la cuneta, sus cuerpos inclinados sobre el asfalto se acercan peligrosamente. Interiormente les reprocho su forma de conducir y sigo con mi trayecto.

Inmediatamente, justo al salir de una curva pronunciada me encuentro con una gran moto en medio de la vía. Dos motoristas están en el suelo tratando de levantarse espantados por mi presencia. No tengo escapatoria voy directo hacia ellos y seguro me los llevo por delante. Freno pero no puedo evitar el impacto. En el último instante evalúo las posibles vías de escape. A un lado la montaña, al otro un pequeño terraplén del que no veo el final.

Si mantengo la dirección seguro los atropello, si me desvío quien sabe lo que me aguarda en el campo cercano.

En el último instante doy un volantazo y salgo fuera de la vía.

Cuando recupero el control me encuentro parado en un bancal, sin aparentes daños pero con el susto en el cuerpo que me hace temblar. La impresión ha sido muy grande y ahora el cuerpo reacciona al stress.

Fuera hay gente que me grita y pregunta como estoy. Abro la puerta y enseguida me interesan por mi estado muy afectuosamente. Salgo con cierta dificultad y en cuanto me pongo en pie recibo una lluvia de efusivos abrazos y besos.

Son los dos motoristas a los que estuve a punto de atropellar y muchos otros que forman parte del grupo que salieron de paseo esta mañana agraciada.

Sus muestras de agradecimiento no acaban nunca y están muy contentos con el desenlace. Veo que alguno de ellos  ponen el coche en disposición de seguir la marcha. A fuerza de brazos lo han arrastrado y colocado en el arcén.

El que ha tenido el accidente resulta ser el líder del grupo. No se separa de mí y busca la forma de devolverme la tranquilidad perdida y de agradecerme el gesto que he tenido con él y su pareja.

Todo el grupo va perfectamente equipado con esos típicos monos negros, cascos  botas, rodilleras y coderas. Ya puedo fijarme en los detalles y contemplo con admiración la belleza de las máquinas y lo extravagante de algunas indumentarias.

Se acerca una chica con el mono abierto luciendo una pechera impresionante. El mono se ajusta a su piel como un guante. Su melena rubia rodea su preciosa cara. Es como una muñeca vestida con cuero negro.

Supongo que mi semblante  ha puesto de manifiesto la impresión que me ha causado. Se echa a un lado y aparece otra mujer de características similares pero en este caso e una morenaza que quita el hipo.

El líder del grupo me coge del brazo y me arrastra hasta un lugar más apartado al que solo vamos el, la dos chicas y yo.

-          “Creo que necesitas relajarte un poco del susto que hemos tenido. Como veo que Susan y Carol te han llamado la atención, les he pedido que te dediquen un rato. Te van a dar un masaje que no vas a olvidar. Tienen muy buena mano. Después de varias horas sobre la moto necesitamos relajar la espalda y ellas lo hacen de maravilla”, dice con todo el convencimiento del mundo.

Extienden una esterilla a la sombra de un árbol y me hacen tumbar boja abajo, después de dejarme casi desnudo.

Empieza un masaje de espalda y cuello a cuatro manos que me llena de satisfacción. Después de unos minutos me piden que me dé la vuelta para continuar de frente. Al volverme, las veo delante de mí con el torso completamente desnudo luciendo ambas unos pechos sensacionales. Se comportan como masajistas expertas y me alegran la vista con sus hermosos cuerpos. ¡Que pechos tan extraordinarios!

No puedo evitar tener una fuerte erección a lo que ellas no responden. Siento como otra mano se acerca a mi entrepierna para sobarme el paquete. Levanto la cabeza para ver, pero las dos chicas están puesta de forma que no me la puedo ver.

Después de sobármela con mimo, para conseguir que mi erección sea completa, la libera del slip dejándola al aire. A continuación recibo un pajote como nunca hubiera pensado se puede recibir. Es tan bueno que ni yo mismo me lo hago mejor.

A la depurada técnica hay que añadir el dominio del tempo y el conocimiento del estado de mi cuerpo. A la visión de estos dos pibonazos que tengo delante, hay que añadir la diestra mano de la tercera que me está haciendo ver las estrellas.

En varias ocasiones estoy al borde del orgasmo pero justo un instante antes, la paja se detiene para darme un respiro y la oportunidad de volver a andar el delicioso camino hacia la corrida. Las dos chicas juguetean conmigo y menean sus cuerpos para que sus tetas boten y se muevan para mi regocijo.

Cuando creo que ya no puedo aguantar más, noto como una boca llena de saliva engulle por completo mi polla. A continuación viene una mamada sensacional con todos los detalles que uno pueda desear.

Manos y boca me dan un recital de caricias hasta que exploto con una corrida espectacular.  La tercera chica me da friegas por la entrepierna, juega con mi polla ahora un poco desinflada y recoge con la lengua todos los restos que han quedado por mi entrepierna y pubis.

Lo ha lamido todo con mucho cuidado y disfrutando de cada gota en cada rincón. Yo estoy en el cielo.

Cierro los ojos un instante y doy gracias por haber disfrutado tanto de este encuentro. Cuando los abro mis dos amigas se están poniendo las camisetas y chaquetillas del mono. La otra ya ha desaparecido.

Me visto y vuelvo donde está el grupo. Ya están rugiendo algunos motores y se aprestan a volver a la carretera.

El líder del grupo y su pareja me dan un fuerte abrazo y se despiden de mí. Se inicia un largo desfile de motoristas que pasan delante de mí haciéndome gestos amigables y de aprobación. Yo les respondo con una amplia sonrisa.

Uno de los últimos es un motorista de porte bastante delgado. Al acercarse puedo apreciar que es un chico pero con un aspecto muy afeminado, podría decir que es “bastante guapa”.

Me lanza un sonoro beso y hace unas cosas con la boca y la lengua que reconozco inmediatamente.

Me doy cuenta que he tenido mi primera experiencia homosexual.

Deverano.