Una experiencia excitante y arriesgada
A menudo esperar tiene su recompensa y las situaciones más complicadas pueden dar lugar a los momentos más excitantes.
La primera vez con Cristina
Lo que os voy a contar me ocurrió hace algún tiempo. En aquella época yo salía con una chica a la que llamaré Cristina para no decir su verdadero nombre. Ella tenía 19 años y era bastante atractiva, Era delgada, pero con bonitas formas, media cerca de 170 m., morena, con un bonito pelo lacio y brillante que le llegaba a media espalda, ojos verdes, unos labios delgados pero carnosos que usaba de maravilla cuando nos besábamos y unos bonitos pechos, grandes y firmes. Yo soy dos años mayor que ella, moreno, ojos azules almendrados, delgado y más bien alto.
Ella vivía en un pueblo cerca de mi ciudad, así que cada vez que yo iba a verla me alojaba en un hostal y si era a la inversa nos quedábamos a dormir en casa de mis abuelos, pues en la mía no hay sitio. Además solía ser ella la que venía a verme a mí, pues teníamos amigos comunes en mi ciudad mientras que en su pueblo ninguno de los dos teníamos amistades y además dormir en casa de mis abuelos era más barato, aunque tenía Un gran inconveniente pues nos hacían dormir en habitaciones separadas. Como ya os imaginareis teníamos algunos problemas para encontrar la oportunidad de practicar el sexo sin irnos a un hotel y la verdad es que nuestra economía no estaba para eso.
Así fue pasando el tiempo sin habernos acostado juntos ni una vez, hasta que una noche volvimos de fiesta. Al llegar, me dio las buenas noches y entró en su alcoba y yo, me puse el pijama y pasé al baño antes de acostarme. Cuando estaba a punto de salir oí que alguien llamaba a la puerta. y pensé que sería mi abuela que venía a decirme que no hiciera ruido, así que solté un "Qué quieres" con desgana. Imaginaos mi sorpresa al oír la voz de Cristina diciéndome -ábreme cariño-. Terminé de subirme el pantalón del pijama con prisas y abrí la puerta.
Allí, delante de mí, estaba Cristina, más bonita que nunca, con un pijama blanco (me resultan muy sexys las chicas en pijama) y mirándome con ojos de cordera. Yo no había tenido tiempo de hacer nada cuando se me abalanzó, me rodeó con sus brazos y me empujó al interior del cuarto de baño cerrando la puerta tras de sí. Yo alargué una mano para echar el cerrojo y comenzamos a besarnos de pie, con mi espalda apoyada contra el lavabo que se me clavaba en la espalda, pero no me importaba de tan excitado como estaba.
En eso estábamos cuando oímos un ruido. Al parecer mi abuelo se había levantado y había pasado al otro baño. Le susurré a Cristina que deberíamos dejarlo, que si se levantaba mi abuela querría pasar al que estábamos nosotros, pero hizo como si no hubiera oído nada. De repente comenzó a quitarme la camiseta del pijama y no pude resistirme, desabroché con prisa los botones del suyo, sus pechos quedaron al descubierto libres de la protección de un sujetador y me lancé a acariciarlos, los rodee con las manos, los levanté y los acaricié pasando los pulgares por debajo para luego pellizcar los pezones que a esas alturas estaban duros y turgentes. Ella metió la mano bajo mi pantalón y se dedicó a acariciarme la polla con una dedicación que nunca había imaginado en un momento así. Con la mano derecha me la frotaba hábilmente desde los huevos a la punta, rodeándola con los dedos unas veces y masajeándola por debajo otras, cogiendo mis testículos con su mano y apretándolos con la suavidad justa para que no sintiera ningún dolor.
Así estuvimos algunos momentos hasta que Cristina paró de masturbarme, justo cuando yo estaba a punto de derramar mi leche sobre su mano. -¿Hemos acabado ya?- le dije. Ella me miró, sonrió maliciosamente y respondió: -Todavía queda lo mejor-. Dicho esto me terminó de bajar el pantalón, me señaló la taza del váter y me dijo: -siéntate-. Yo saqué los pies del pantalón y obedecí. Cristina se acercó a mí, se sacó también el pantalón y rápidamente se sentó a horcajadas sobre mis piernas. Yo no me podía creer aquello, la habitación de mis abuelos estaba justo al otro lado del tabique, podían oírnos al menor ruido, pero no podía ni quería resistirme.
Sin perder más tiempo Cristina cogió mi verga entre sus dedos y la dirigió hacia la entrada de su coño con delicadeza. Ahora vas a ver lo que es placer- me susurró al oído. Y sin decir nada más empezó a moverse sobre mí, de delante a atrás, haciendo que mi polla entrara cada vez más honda en su interior. Yo mientras tanto me arqueé para chupar sus pechos, los cogí con una mano levantándolos y comencé a lamerlos de arriba abajo con lametones largos, rodeando las aureolas con la punta de mi lengua o mordisqueando sus pezones de vez en cuando a la vez que ayudaba a sus movimientos con embestidas de mi pubis y con la mano libre le acariciaba el clítoris haciéndolo girar suavemente entre mis dedos. Sabía que no debíamos hacer ruido, pero no pudimos evitarlo del todo. Los gemidos de Cristina cada vez eran más rápidos y eso me ponía a cien, así que también comencé a gemir y sentí ganas de gritar, pero allí no podía. En pocos minutos vi que Cristina estaba teniendo el primer orgasmo de esa noche, conteniéndose también para no gritar.
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero eso no fue todo. Cuando yo estaba a punto de correrme, ella se levantó y me dijo: -ahora quiero cambiar-. Se dirigió al lavabo, apoyó sus manos y me dijo: -ya sabes lo que debes hacer-. Yo la seguí, rodee su cintura con mis manos, la atraje hacia mí y apoyé mi verga, dura y a punto de echar su leche entre las nalgas de Cristina. Comencé a juguetear, rozando la raja de su trasero con la punta, rodeando su agujero sin llegar a penetrarla, sabía que por ahí no le gustaba. Entonces di una embestida y le introduje toda mi polla por su coñito, mis huevos golpearon los labios y me dediqué a moverme cada vez con más rapidez, entrando mi verga hasta el fondo y sacándola hasta descubrir el glande una vez tras otra. Con cada embestida aumentaba un poco la velocidad y aprovechaba la postura para acariciar sus pechos y su clítoris a la vez que ella giraba la cara para que nos besáramos. Cuando tuvo su segundo orgasmo, fue más espectacular que el anterior y noté como sus jugos comenzaban a chorrear cada vez más, mojando mi polla y ayudándome a penetrarla.
Seguimos así algún rato, yo estaba cada vez más excitado, notaba como el semen estaba a punto de salir.
¡Aaah, Cristina!- le dije ¡no puedo más, voy a correrme!.
No importa. ¡Ah, ah, ah! Sigue. ¡Échamela dentro!-
Mi leche empezó a salir, no sé cuantas veces descargue en el coño de Cristina, pero empezó a chorrear semen mezclado con sus jugos de una forma como nunca más he visto. Seguimos algunos momentos en esa posición, con mi verga en su rajita y mi cara oculta entre su hombro y su cuello mientras le acariciaba los pechos. Luego nos separamos y se puso de nuevo el pijama.
-¿Te ha gustado?- me preguntó.
Ha sido fantástico.
- Bien, pues pronto tendrás más. Tú has estado muy bien.
Cristina salió la primera y yo me esperé para que no se notara que habíamos estado juntos si nos oían. Esa noche dormí como nunca.