Una experiencia en el metro
Una tarde en el metro de la Ciudad de México con mi novia.
Llevo seis años con mi novia. Después de tanto tiempo el sexo resulta bastante aburrido y comienzas a probar nuevas cosas. Vas a un hotel, ella se viste con blusa semitransparente, sin ropa interior. Fajes en lugares públicos, cada vez más osados. Con el tiempo también se pierde la emoción y buscas más riesgo.
Mi novia se llama Mariana, tiene 22 años, es guapa y delgada y es una cochina como yo, así que decidimos dar otro paso y buscar sexo con otras personas. Fuimos al metro de la Ciudad de México.
Tomamos la línea café y luego la verde a las cinco de la tarde cuando hay más gente. Yo quería que se vistiera con pantimedias y minifalda pero sólo accedió a usar un vestido negro de una sola pieza hasta los tobillos con pantimedias blancas debajo. También conseguí que no se pusiera ropa interior.
Acordamos que ella me seguiría y simularíamos no conocernos. Mariana caminaba por los andenes llenos de gente arrancando una que otra mirada. A mi me molestaba un poco caminar con la pija parada, en fin, los gajes del oficio. Ella se veía muy bien con su vestido negro entallado y como no llevaba brasier, los pezones y los senos se notaban discretamente bajo su vestido.
Tomamos varios trenes y no había acción. En dos ocasiones me acerqué a ella le acariciaba las nalgas y las piernas y discretamente los senos. Hubo quien se dio cuenta, pero joder, ¡no aprovecharon la oportunidad! Incluso una señora me miró con ojos de reprobación y le preguntó a Mariana si se encontraba bien. A ella le dio risa y yo me avergoncé. Bajamos juntos del metro.
En el siguiente tren que tomamos no tuve que hacer gran cosa para que un burócrata en traje se le acercara a mi novia como un perro en celo, incluso me apartó y quedé a una señora gorda de distancia de mi novia.
Mariana quedó entre dos tipos: el burócrata que tenía sus nalgas y otro tipo, que pretendía ofenderse, tenía sus senos. Junto a mi tenía a dos tipos de mala pinta mirando todo. Pensé que eran chicos banda. No quería arriesgar a mi novia, pero me encontraba incontenible y mantuve mi distancia.
El burócrata comenzó a arremeter con mi casta novia. Aprovechaba los movimientos del vagón para arrimarle su pene erecto. En ocasiones lo hacía tan fuerte que la empujaba hacia el otro tipo que continuaba ofendido. Este era alto y flaco y miraba el techo. El burócrata trataba de verle la cara a mi novia y ella miraba hacia abajo o hacia su izquierda.
Al otro lado de donde estaban no había gente parada estaban las personas sentadas y seguramente podían ver claramente la situación. Intentaba ver hacia el otro lado, pero supongo que todos se estaban haciendo de la vista gorda. Esperaba que Mariana me volteara a ver, pero no lo hacía. ¡Me estaba ignorando, la muy perra! No podía ver su cara. No podía saber si lo que le estaban haciendo le gustaba o no. Miraba abajo y a la izquierda. Nunca a mi. Sólo el burócrata le veía el rostro cuando ella miraba al otro lado donde estaba la gente sentada.
El asqueroso burócrata era cada vez más descarado cuando la empujaba. Estaba apachurrándola. Pasaron tres estaciones y no podía ver claramente lo que le estaban haciendo. Los dos chicos con mala pinta no dejaban de mirar. Cuando vieron que trataba de adelantarme y sortear a la gorda, se atravesaron y me taparon toda visibilidad. Me pegué de espaldas a la puerta del vagón.
El vagón se detuvo y hubo un fuerte intercambio de pasajeros. Muchos salieron y muchos bajaron. Entre ellos la señora gorda que ocupaba medio vagón. Las posiciones de los que nos quedamos también cambiaron. El tipo alto y flaco que miraba los detalles del techo, se quedó sin Mariana. Ahora sus senos y su rostro pertenecía a uno de los chicos y el otro se tuvo que conformar con un costado. Me encontraba más cerca de Mariana y podía ver al burócrata pegado como una lapa a sus nalgas y a su espalda.
Cuando no podía ver, pensé que ya estarían manoseándola, pero en realidad los tres aún estaban tranquilos. Muy cerca de ella, pero con las mandos tranquilas.
En un movimiento brusco del metro, Mariana tuvo que sostenerse del chico que tenía en frente. Lo tomó de las costillas con ambas manos. Fue entonces cuando comenzó el faje incontrolable. Los tres se pelaban los senos de Mariana. Cuando no tenían senos sus manos recorrían la cintura, las caderas, el vientre y las piernas. Todo sobre el vestido, gracias a que este era de una sola pieza, pero cuando Mariana giró un poco dándome la espalda, el cierre de su vestido lo habían bajado hasta sus nalgas. Unas manos viajaban por debajo del vestido de mi novia. Viajaron por sus senos y luego un de ellas se quedó a la altura de su vajina. Supuse que debajo de las pantimedias el dedo más largo del burócrata se introducía en la vaginan de Mariana.
Luego sucedió algo que me dejó paralizado. El chico frente a ella, le besó en el cuello. Mariana no aceptó besos en la boca, pero sí en el cuello y en las orejas.
El tipo alto y flaco, por fin se había animado y sobaba los senos de mi novia con fuerza, además que tapaba la vista de los demás.
El burócrata tenía las manos dentro del vestido de Mariana y ahora el otro joven también consiguió meter la suya por abajo. El vestido de mi novia cedió y el tirante de su hombro derecho calló por su brazo. Mariana lo volvió a subir y este volvió a caer. Ella lo subió nuevamente, así que el chico bajó los tirantes de los dos hombros.
El vestido de mi novia había subido detrás de ella descubriendo las pantimedias, y el burócrata se abrió el pantalón y se masturabó en las nalgas de Mariana hasta que se corrió. El burócrata bajó en la siguiente estación. El otro joven tomó su lugar y yo el de él.
Cuando estuve junto a ella, me ignoró. Volteaba al otro lado. No quería mirarme y eso me enfurecía. El joven a mi derecha tenía el pene de fuera y el otro medio de fuera. Hubo más manoseos cuando el vestido de Mariana cayó de golpe a sus pies. Se deslizó perfectamente. Inmediatamente dos manos se escabulleron dentro de las pantimedias de Mariana. Uno por atrás y otro por enfrente. Sus senos quedaron al descubierto y yo bajé sus pantimedias hasta el suelo.
"Después de esto té corto, perra", pensé.
El chico que tenía enfrente le levantó la pierna derecha. Sus medias se estiraron al revés y su pene penetró en su vajina. ¡Se la estaba cogiendo en el metro! Podía ver perfectamente como se la metía y se la sacaba. Mariana daba suaves gemidos, tenía los ojos cerrados y la cara roja. Estaba furioso. Tomé su zapato derecho y se lo quité y luego las pantimedias. Traté de levantar su vestido, pero lo estaba pisando, así que tuve que patearle la pierna de apoyo y levanté su vestido. El otro joven retuvo la mitad de este y se masturbó con su vestido. Se lo dejé.
El joven y Mariana, por fin terminaron. Él se corrió dentro de mi novia y los otros dos en su vestido, mientras Mariana trataba de enfundarse las pantimedias. Le entregaron su vestido lleno de semen, al menos de tres personas diferentes. Llegamos a una parada. El tren se había vaciado lentamente.
Cuando Mariana se colocaba el vestido, el joven, con el que había cogido, la besó en la boca. Ella le correspondió. Todos bajamos del vagón. Mariana se subía el cierre de su vestido. Este era negro y estaba lleno de manchas de semen. Por atrás, por enfrente, arriba, abajo. Los chicos desaparecieron y yo caminé detrás de ella a la salida. La gente la miraba. Tomamos un taxi a su casa. No hablamos en todo el camino.
Pretendía coger con ella cuando llegáramos, pero ella no quiso. Ni siquiera me permitó entrar a su casa. Pagué el taxi y en ese instante supe que ese día habíamos terminado como novios.
Tuve que regresarme en micro a mi casa.
Traté de cruzar miradas con otras chicas y todas me ignoraron. Había mucho tráfico y tardé dos horas en llegar a mi casa.