Una estrella de la industria siempre quiere más.
Parece ser que una rueda de prensa da mucho de qué hablar.
Como todos los domingos de cada mes, fui a comer a casa de mis padres. Durante la misma, mi madre había puesto uno de esos canales del corazón que tanto le gustan. Personalmente, odio con toda mi alma esa clase de programas; nunca podré entender cómo existe gente que se pueda ganarse la vida a costa de las desgracias de los demás y aún encima cobrar por eso, pero bueno, no puedo quejarme muy alto, ya que durante un tiempo tuve que dedicarme a ello para sobrevivir.
De entre todas las historias que contaron a lo largo del programa, la que más llamó mi atención fue la del romance entre Aitana Ocoño y el actor de la nueva serie de Netflux. Parece que últimamente los dos han sido pillados en varias ocasiones paseando por las calles de Madrid, dejando alguna que otra escena cariñosa. Y teniendo en cuenta que ambos son personajes bastante populares y tienen casi la misma edad, es normal que la prensa los relacione. Pero…lo que de verdad me pregunto es si tienen constancia de lo que pasó unos meses atrás entre Aitana y yo.
Después de un par de horas de tren había conseguido llegar a Madrid, mi jefe me había llamado la noche anterior para que fuese a cubrir el concierto que iban a dar ese mismo fin de semana en la ciudad los cincuenta principales. Asistirían cantantes de gran renombre a nivel nacional, pero los que verdaderamente le interesaba a mi jefe eran los concursantes de ese programa de canto que se había puesto de moda, Operación éxito o algo así. Tengo que reconocer que aunque el programa no fuese de mi agrado; la operación fue un triunfo. Además acababan de terminar el concurso y los adolescentes se morían por todos y cada uno de ellos; sobre todo por los finalistas. Aparte de ser concursantes, eran pareja, por lo que vendían más que cualquier otro.
Las palabras de mi jefe fueron; haz preguntas comprometidas, queremos que nuestra revista sea la más vendida de esta semana, o sea que tienes permiso para preguntar lo que quieras, espero buenas noticias.
Tarde un par de horas en redactar las preguntas y una vez cogido el pase de prensa, los micrófonos, las baterías y la cámara, me fui a la sala de entrevistas.
Cada uno de los periodistas fue formulando sus preguntas, no estaban nada mal, pero sinceramente no eran nada del otro mundo, eran las típicas preguntas que les hacen a todos los eventos a los que asisten. Llegó mi turno;
-Juanjo López para la revista ¡No me lo puedo creer!; ¿Son ciertos los rumores de impotencia sexual de su novio, el cual conoció durante su estancia en el programa de televisión, los cuales han causado su infidelidad con uno de sus mejores amigos?
La sala pareció sumergirse en un completo silencio, hasta tal punto de que eran los latidos acelerados de mi corazón los únicos que parecieron escucharse por un segundo entre aquellas cuatro paredes. De manera inmediata el jefe de prensa pidió que abandonase la sala al mismo tiempo que daba por concluida la rueda de prensa.
Me retiraron el pase para asistir al concierto, así que sin muchas más opciones, me fui a cenar a un restaurante que quedaba cerca del recinto y mientras comía, me dediqué a redactar la crónica con la poca información que había sacado de mis compañeros y recurriendo a mi imaginación para escribir el resto.
Terminada la cena miré el reloj, el tiempo había volado, eran ya casi las dos de la madrugada, así que evitando ir andando hasta el hotel por lo que pudiera pasar, contraté un taxi.
Después de recoger la tarjeta del buzón de huéspedes y haber subido por el ascensor, me dirigí hacia el número de habitación que marcaba la llave electrónica.
“Error” mostraba la pantalla electrónica de la puerta al pasar la tarjeta por el lector situado en el picaporte de la misma, así que unos minutos y par de intentos más tarde, decidí bajar a recepción para encontrar una solución; solo quería darme una buena ducha, tirarme en la cama y que terminase aquel día.
Una vez allí, la recepcionista revisó la tarjeta y me dijo que todo estaba en regla, no entendía la razón de por qué no podía abrir la puerta, fue en ese momento cuando…
-Hola, buenas noches, resulta que tengo un problema con la llave de mi habitación y no puedo entrar.
-Ponte a la cola, yo estoy primero pensé antes de girarme, pero al darme la vuelta me di cuenta de que no podía ser cierto, era Aitana Ocaña.
La recepcionista que pareció intuir el problema, le pidió amablemente la tarjeta a Aitana y esta, esquivándome con la mirada sabiendo perfectamente quién era yo, se la dio.
-Me lo imaginaba, parece que ha habido un error de configuración y les han dado la misma habitación a ambos. Lo siento mucho añadió la recepcionista.
-Y qué se supone que tendríamos que hacer, preguntó Aitana con gran desagrado.
-Me encantaría darles otra habitación, pero no tenemos disponibilidad debido a la final de baloncesto que se juega mañana en Madrid. Pueden compartir la habitación o bien llamar a otro hotel, nosotros nos haríamos cargo de todos los cargos, sugirió Marta, nombre de la recepcionista el cual hasta entonces no me había detenido a leer en la chapa que esta tenía en su solapa.
-Es muy tarde y estoy agotada, no voy a ir a otro hotel lo siento, si este chico quiere irse, genial, pero yo no me muevo de aquí dijo Aitana.
-Lo mismo digo, yo tengo una reserva a mi nombre y no pienso moverme de aquí repliqué yo.
Pasaron unos minutos de gran tensión hasta que la recepcionista volvió a hacer uso de su presencia;
-La habitación cuenta con una cama de matrimonio grande, pero pueden separarla y quedarían dos camas individuales para cada uno.
Cansado de estar allí esperando como un inepto, cogí las llaves que descansaban sobre el mármol de recepción;
-Dígales a los encargados que preparen las camas, dije dejando tras de mí a aquellas mujeres al mismo tiempo que me dirigía al ascensor y pulsaba el botón.
-A dónde se supone que vas, gritaba a lo lejos Aitana, no pienso compartir la habitación contigo, ¿me oyes? Reclamaba mi respuesta mientras seguía mis pasos.
-Yo a la habitación a dormir, tú haz lo que quieras terminé diciendo mientras se cerraba la puerta del ascensor y creaba una barrera que nos separaba al uno del otro.
De nuevo frente a la puerta de la habitación, pasé la tarjeta que nos acababa de dar Marta y la palabra “Error” se había cambiado por la de “Welcome”. Tras cerrar la puerta, unos golpes se escuchaban desde el otro lado de esta.
-Has cambiado de opinión por lo que veo dije al ver a Aitana.
-Veo que eres tan gilipollas como has dado a entender en la rueda de prensa respondió ella.
El sentimiento de culpa invadió mi cuerpo por unos momentos; Siento haberos hecho esa pregunta, pero es mi trabajo y mis jefes me obligan a que os haga ese tipo de preguntas.
-Cómo odio a la gente de la prensa como tú, hacéis siempre lo que queréis, contando nuestras vidas e inventándolas a vuestro antojo, y cuando os pillan u os sentís mal os defendéis con “es mi trabajo”. Me dais vergüenza, dijo terminando su discurso al mismo tiempo que dejaba caer su maleta en una de las camas.
Permanecimos callados como el momento en el que nuestras miradas se cruzaron en el recibidor. Ella sacaba en silencio sus cosas de la maleta mientras yo hacía lo mismo con la mía.
-Voy a ducharme dijo Aitana.
-Vale me limité a contestar.
-Espero que no salga tu vena de periodista mientras me estoy duchando y te dediques a hurgar en mis cosas o a echarme fotos desnuda, dijo con tono vacilante.
-No te preocupes, tengo cosas mucho mejores que hacer que rebuscar entre las cosas de una niñata a la que se le ha subido la fama a la cabeza. Y muchos menos se me ocurriría echarte fotos, la gente fea no queda bien en las revistas.
Sin ánimo de entrar en mi juego, Aitana cogió sus cosas y se fue a la ducha. El ruido del agua anunciaba que el baño había comenzado. Fue entonces cuando el móvil de ella sonó, por mi parte me limité a subir el volumen del televisor e intentar pasar de él, pero fueron las continuas llamadas las que me obligaron a tener que levantarme, ya que a causa de la vibración este se había caído al suelo.
Al coger el móvil, la llamada cesó y fue cuando Aitana salió del baño.
-Sabía que no podía confiar en ti, ¿qué haces con mi teléfono?
-Ha estado sonado todo el rato y se ha caído al suelo. De nada por cogértelo repliqué.
Aitana se acercó a mí, y tras arrebatarme el móvil de mala gana de mis manos, un borde de la toalla que llevaba enrollada en su cuerpo, se aflojó e hizo que esta cayera del todo hasta dejar a la mismísima Aitana desnuda frente a mis ojos.
Su cuerpo era perfecto, el moreno de su piel hacía que las pecas no solo que tenía en la cara sino las de todo su cuerpo se resaltasen aún más, por no hablar de esos lunares, estoy seguro de que si permaneciese así un par de minutos, sería capaz de unirlos todos y formarían una constelación, siendo el punto final el triángulo que formarían las líneas creadas por la simetría de sus pezones y vagina.
Su piel fue antes que su mente consciente de que lo había sucedido, lo demostraba su erizar. Eso no hacía más que mostrarla más humana, a diferencia de como la idealizan en televisión. Me encantaría poder recorrer cada centímetro de ese cuerpo con mis labios y manos. Me podría pasar días, noches, semanas, meses incluso años reposando mi cabeza sobre esos tímidos pero curvos pechos y jamás llegaría a cansarme. Y en caso de que tuviese hambre por mi falta de acción, no me importaría esquivar esa delgada línea de vello púbico y clavar mis dientes sobre esos labios de carne que descansan en su pubis. Cómo es posible que una persona tan delgada, acumule semejante carga carnal ahí abajo; eran perfectos, lo suficiente de tamaño como para tener una conversación de tú a tú, entre ellos, mi boca y sobre todo…mi lengua.
Mis pupilas se fueron dilatando hasta ocupar el ancho de mi ojo. Sin embargo Aitana abrió sus manos y agachó su cuerpo, repitiendo así el movimiento que la toalla había hecho escasos segundos para cogerla y ponérsela de nuevo.
Allí estábamos los dos, el uno frente al otro sin saber qué decir. Aitana me miraba sonrojada y a la vez enfurecida porque no sabía a quién echarle la culpa de lo sucedido, hasta que hubo un instante en el que la vi mirar hacia abajo y sonrojarse aún más. Víctima de la curiosidad y sobre todo de la situación, decidí mirar yo también.
Era mi sexo el que había captado toda su atención. Mis pantalones vaqueros junto con los botones que creaban la cremallera, exclamaban que los liberase de aquella presión que iba a provocar su rotura de un momento a otro. Estaba tan ensimismado con el cuerpo de Aitana que no me había dado cuenta de que me había empalmado, hasta tal punto de que unas pequeñas manchas empezaron a humedecer el pantalón…
Rápidamente coloqué mis manos en forma de pantalla para que terminase aquella representación interpretada por mi sexualidad masculina pero la mirada de Aitana seguía clavándose en mi entrepierna.
El móvil de ella volvió a sonar, fue entonces cuando decidió responder a la llamada volviendo al baño y encerrándose en él durante un tiempo.
Mi miembro no conseguía reducir su tamaño, intenté pensar en todo lo posible para que mi erección desapareciese, pero el hecho de saber que tenía a Aitana Ocaña en el baño de mi habitación, me lo hacía sumamente imposible. Opté por intentar masturbarme antes de que saliera del baño, pero con la suerte que había tenido ese día, seguro que me pillaba y ya sí que me denunciaba por enfermo sexual, así que decidí ponerme el pijama lo antes posible, meterme en la cama e intentar dormir.
Pasaron veinte minutos cuando la puerta del baño se volvió a abrir, yo había girado mi cuerpo hacia la pared para que nuestras miradas no se tuvieran que cruzar en ningún momento. Cosa que a ella pareció acomodarle porque tras salir del cuarto de aseo, se acostó en su cama y apagó las luces.
Si tenía un poco de suerte, a la mañana siguiente me despertaría antes que ella y saldría como alma que lleva al diablo sin decir nada a nadie, llegando a pagar la habitación en forma de disculpa. Pero esos pensamientos junto con las imágenes de ese cuerpo mojado y desnudo frente a mí, llegaban a mi mente clavándose en forma de flecha y provocando un incendió en el fuero más interno de mi ser.
Cambié mi postura de nuevo, intentando encontrar consuelo en el techo de aquella habitación oscura que servía como puerta al universo de mi mente. Pero esa noche, yo mismo jugaba en mi contra. Un ligero erizamiento se fue reproduciendo desde mis pies hasta mis muslos en forma de cuenta gotas, produciendo así que mi polla volviese a cobrar vida.
Esa sensación fue a mayores cuando cansado de todo, decidí masturbarme. Aitana estaba dormida, antes había escuchado su respiración y ya hacía tiempo que se había acostado, por lo que si no hacía mucho ruido, conseguiría eyacular y dormir plácidamente. Alargué mi mano hasta mi entrepierna y fue entonces cuando noté que algo estaba fuera de lo normal, erguí mi cuerpo y enchufando la luz…vi a Aitana bajo las sábanas jugando con mi polla.
-Apaga la luz dijo ella.
-Qué haces exclamaba yo sin dar crédito de lo que estaban viendo mis ojos.
-He visto perfectamente cómo te habías empalmado antes, y contestando a tu pregunta de esta tarde. Sí, me follé al mejor amigo de Luis porque no me daba lo que necesito. Mi pregunta es esta, ¿Puedes darme ahora lo que necesito periodista de pacotilla? Terminó esta a forma de reto.
Aitana apartó todo su pelo hacia un lado y comenzó felarme el miembro. Pelo el cual aproveche para enrollarlo en una de mis manos y que sirviese de correa para indicarle de cómo debía hacerlo. En algunas ocasiones me veía obligado a tirar de ese pelo, debido a la fuerza que ejercían aquellos labios y lengua sobre mi sexo, lo cual provocaba una risa de éxtasis en la cara de Aitana, por saber lo bien que lo estaba haciendo. Mi polla cada vez iba poniéndose más y más dura, hasta tal punto de que cansado de soportar el sometimiento de ella…
-Vamos a ver si te ríes tanto ahora dije yo.
Saqué mi miembro de su boca y agarrando sus muslos, los coloqué encima de mi cara, a día de hoy me hubiera encantado cambiar la postura y haber hecho un 69, pero aquel día fue diferente. Una vez que su coño quedaba encima de mi cara, abrí mi boca y empecé a clavar mi lengua en su coño al mismo tiempo que usaba mi nariz como arma para estimular su clítoris.
La excitación fue in crescendo, hasta tal punto de que Aitana empezó a mover su culo sobre mi cara al mismo tiempo que hacía que su coño se fuese clavando más y más en mi cara, hasta tal punto de imposibilitarme la respiración. Cada vez que intentaba respirar, un aroma húmedo se colaba entre mis fosas nasales, siendo tal olor reconocido por mi sentido del gusto, olía a coño mojado. Los glúteos de Aitana se restregaban y botaban en mi cara haciendo que el contacto de su fina piel con mi barba de tres días le provocase también cierto placer.
En algunos momentos en los que la situación me dejaba contemplar su cara; veía como Aitana levantaba sus brazos clavando sus manos en su cabeza; haciendo que los dedos de sus manos se perdieran en la inmensidad de su cabello.
Un líquido inundó mi boca y parte de mi nariz.
Aitana reía, acaba de correrse encima de mí…
-No te preocupes, yo me encargo dijo ella. Y sin repudio alguno, se acercó a mi cara y recogiendo dicho líquido con la lengua, me lo introdujo en la mía a través de un beso…
Conocía de sobra ese sabor, pero nunca antes lo había compartido de esa forma. Comenzamos a besarnos de manera desenfrenada, no le bastaba a esa mujer con haberse corrido encima de mí y que mi nariz hubiera estado dentro de su coño que todavía quería que me tragase sus flujos, y así lo hice. Nuestras bocas, labios, lenguas y caras estaban empapados de aquellos que había salido de Aitana, reíamos y nos íbamos poniendo cada vez más cachondos al mismo tiempo que contemplábamos la cara mojada del otro.
Cogiendo sus muslos y haciendo que sus piernas me abrazasen, agarré mi pene y con el extremo de este empecé a masajear el clítoris de Aitana.
-Para por favor, métemela si quieres, pero por detrás. Soy virgen…
No daba crédito a lo que estaban escuchando mis oídos. ¿Cómo podía ser esta mujer virgen?
Así que haciendo caso a sus palabras. La puse a cuatro patas pero parece ser que ella no estaba conforme con esa postura y decidió acostar su cuerpo de forma completa sobre la cama. No sin antes lubricarla de nuevo con sus labios. Mi polla iba a reventar por momentos, ni en mis mejores sueños podría haber imaginado tal situación. Sin prestarme atención alguna y fijándose solo en mi polla, la escupió un par de veces antes de metérsela por completo a su boca y estar segura de que estaría lo suficientemente lubricada. Este proceso lo repitió las veces que ella quiso, incluso llegué a perder la cuenta, mi cuerpo en aquel momento libraba la lucha de no caer desmayado al suelo a consecuencia del placer.
Agarré de nuevo mi pene con una mano y usando la restante para separar la línea que formaban aquellos glúteos, puse mi pene entre ellos los cuales ejercieron presión sobre mi sexo nada más devolverles la libertad al apartar mi mano.
Vacilé un poco introduciendo nada más que la punta y sacándola de inmediato, provocando un sonido ahogado producido por el aire que entraba y salía en ese momento.
Aitana se excitaba y desesperaba al mismo tiempo, ya se había corrido y tirado el líquido transparente, pero aún le faltaba eyacular el líquido espeso y blanquecino que le indicaba que la noche había ido a la perfección. Mi polla entró por completo y sin ningún tipo de problema, parece ser que no era la primera vez que penetraban su ano; al poco de empezar, fui notando como las paredes de su recto iba calentándose y transmitiendo esa temperatura a mi pene, el cual cada vez quería más. La forma en la que follábamos era frenética, incluso desmedida, parecía que no follábamos por placer sino por vicio, nos habíamos desprendido de nuestra faceta humana y habíamos adoptado la de dos míseros animales que se habían cruzado en el camino del otro. Yo jadeaba, ella gritaba, yo arañaba, ella pedía más, yo azotaba, ella consentía…Hasta que hubo un momento en el que el mi pene salió de su ano y sobrepasado por la situación, volví a colocar mi sexo sobre su agujero y…
-Por ahí no.
El grito de Aitana se propagó por toda la habitación, por todo el hotel…por toda la ciudad. Mi polla había atravesado todo lo puro hasta robarse su virginidad. En la oscuridad de esa habitación se podían escuchar los sollozos de una persona que se siente sucia y traicionada, pero fue cuando fui a sacar mi sexo de ella cuando habló.
-Sigue.
-Cómo dije dubitativo.
-Te he dicho que sigas, no me había sentido mejor antes en mi vida contestó Aitana.
Así que haciéndolo esta vez con más calma que la anterior, seguí follándomela.
-Méteme el dedo en el culo.
Impresionado de nuevo, dudé en si hacerlo o no, pero fue su forma de clavar su culo contra mi abdomen evadiendo por completo la sensación de dolor que tendría que tener una virgen la que me animó a hacerlo. Así que chupándome el dedo pulgar como cuando era un niño, se lo fui introduciendo a media que mi polla salía de su coño, era la combinación perfecta.
Seguimos durante unos minutos hasta que mi polla, su coño y ano sintieron el suficiente placer como para correrse al mismo tiempo. La mejor parte de aquel día fue encender la luz y ver nuestros cuerpos castigados por el horror del placer, del vicio y el deseo.