Una esclava inesperada. 4

La culminación de la primera saga de dominación, sumisión y amor entre Lex y Ga.

Si bien no es mucho, debo agradecer por sus índices de lectura. No pensé que fuera a tener tantas, aunque me gustaría que fueran más, así como sus comentarios y valoraciones. Mi más sincero agradecimiento a toda la comunidad de esta página y sus desarrolladores, que me han permitido devolver a los lectores tantos momentos de excitación. GRACIAS. Sin más continuaré desde donde me quedé.

PABLO

Al salir del baño me encontré con las tres mujeres que nos habían visto en el baño. Me miraron de una manera ofensiva y debo decir que me intimidé. Era un escuincle de prepa, mientras ellas eran unas payasas y  (como decimos en México) fresas (que significa que se sienten mejor que cualquier persona por el solo hecho de tener dinero y algunas otras “cualidades”, jeje), aunque debo admitir que muy guapas, mujeres de universidad o ya del ámbito laboral. Debo decir, que a pesar de mi corta edad, siempre he parecido un poco más grande. El promedio de la edad que me calculaban oscilaba entre los 18 y los 21, aunque la realidad fuera otra. Ahora que tengo 23, me dicen que parezco de 29…

Yo las evité y me senté en un banco esperando a Ga. Las tres chavas no me dejaban de mirar y al parecer hablaban por lo bajo, hasta que las tres decidieron irse cuando en ese momento salió Ga vestida con su pantalón blanco pero sin su tanga negro y con algunos restos visibles y secos de mi semen. Se la veía toda la concha que aún seguía mojada. Verla así me dio mucho morbo y dejó completamente con la boca abierta a las tres mujeres que la observaban. Se acercó a mí y me dijo que estaba lista. Nos fuimos caminando a la salida y al pasar junto a las chavas, una de ellas le dijo “zorra”. Ga sonrió ante el insulto y yo le solté una pequeña nalgada y le agarré el culo mientras caminábamos. La gente nos observaba, pero eso me estaba poniendo a cien, a pesar de que acababa de terminar en el baño en la cara de Ga… Es increíble el cuerpo humano…

Ya dentro de la camioneta, Ga lo primero que hizo fue dirigir su mano a mi paquete mientras me daba un beso.

  • Gracias, Lex

  • ¿Te ha gustado lo que hicimos hoy? – le pregunté manoseándola por todas partes

  • Sí, me has hecho sentir muy puta… por favor, trátame más así… haz lo que quieras conmigo…

  • ¿En serio? – asintió – Si te dijera que te desnudaras y salieras, ¿lo harías?

  • Como ordenes…

Se quitó la playera y el pantalón y salió de la camioneta, cerró la puerta y se quedó ahí parada, en el estacionamiento, totalmente desnuda. No lo podía creer, lo había hecho. En eso, pasó un coche con unos tipos adinerados, pero jóvenes; le chiflaron y le dijeron algunas cosas. Como vieron que no pasaba nada, vi la intención de que querían regresar. Bajé el vidrio de su ventana y le dije que subiera. Cuando estuvo dentro, le dije que se quedara así y la empecé a masturbar. Ella gemía y a mí se me paró de nuevo, aunque sentía dolor de tanta cogedera y estar excitado casi todo el tiempo. Si seguía por este camino, esta mujer acabaría conmigo. Qué felicidad.

Los tipos se fueron mientras Ga y yo nos besábamos y masturbábamos. La aparté de mí y le dije que siguiera masturbándome hasta que llegáramos a mi casa.

El trayecto surgió sin problemas y sin tráfico. Cuando llegamos, le dije que se vistiera, pues no quería que los vecinos le dijeran nada a mi padre y tuve mucho cuidado de que nadie se enterara de que había entrado con una chava a mi casa. Había que mantener una buena opinión… (qué hipócrita, pero funciona en esta sociedad tan ambigua y mojigata).

Llegamos a las 3. Acomodé todo lo que compramos en su lugar mientras Ga me veía mientras se masturbaba. No lo podía creer, esa mujer seguía teniendo ganas de más e increíblemente yo también. Le pregunté qué es lo que deseaba comer y me respondió que lo que yo le diera, eso comería. Me dispuse a hacer algo de pasta al horno y unos medallones de pollo con puré de papa. Algo sencillo, pero rico. Le dije que preparara agua de sabor, pero natural.

  • ¿No me vas a coger? – preguntó ya desnuda. No me había dado cuenta de cuándo se desnudó…

  • No mames, ¿todavía quieres más? – pregunté incrédulo

  • Si por mí fuera, estaría ensartada todo el día o trabajaría de puta las 24 horas…

  • Chale… aguántate hasta después de comer.

  • ¿No más la puntita? – dijo abriéndose de piernas en el sofá… – ándale, por donde quieras…

  • Bueno…

La verdad es que no me podía negar a esa insinuación. Además, ¿quién soy yo para negarle la verga a una puta? Me desnudé al instante, pero mi pene estaba flácido, pues aunque era joven, era demasiado sexo para mi primera vez.

“Ya sé qué te va a reanimar” me dijo al observar mi dormido instrumento. Me dijo que me sentara y ella se colocó en una posición bastante fetiche. “Te he hecho encabronar mucho, castígame como es debido, amo”. Y en efecto, se había puesto como una niña que va a recibir nalgadas de su padre por portarse mal. Esa disposición y gusto por el dolor me excitaba mucho de ella. Vaya que sabía por dónde llegarme.

No me hice de rogar y comencé a azotarle ese culote que de por sí ya lo había maltratado todo el día anterior, pero comencé con pequeñas nalgadas mientras de vez en cuando le metía un par de dedos por la concha, que ya estaba bastante húmeda.

  • ¿Por qué me pegas tan quedito? – me preguntó

  • ¿Quieres que te pegue más fuerte?

  • Si… no te midas… además dijiste que me ibas a dejar el culo morado… y mis chichis también… y no creo que con esos golpecitos lo logres…

  • Vaya que estas enferma… ni hablar, lo prometido es deuda…

Sabe como excitarme, porque ya tenía la verga a reventar, además tenía razón, yo le había dicho eso cuando estábamos en el coche y la verdad que se lo iba a cumplir. Sin más, le solté una fortísima nalgada esperando su reacción. Ni siquiera gimió. Otra más y esta vez un leve gemido. Esa era mi señal. Le azoté sin compasión esas hermosas nalgas. Ella solo gemía, aunque no sé si de dolor o de placer, pero yo estaba bastante excitado azotándola. Cada azote lo trataba de dar lo más fuerte posible, y después de alrededor de 5 minutos, ya me ardía la mano. Su culo ya estaba muy, muy rojo, pero todavía no estaba morado. Cambié de mano y la seguí azotando lo más fuerte que pude, cuando ella comenzó a llorar. Paré, pero inmediatamente ella me pregunto que por qué lo hacía; “¿quieres que siga?” le pregunté y ella me dijo que si quería seguir siguiera hasta que me cansara, que ella solo era un objeto y podía hacer lo que quisiera con su cuerpo. Eso me excito aún más y por consiguiente seguí con la azotaina.

Ella seguía llorando, pero no se movía de ahí ni metía mano, solo lloraba y gritaba evidentemente de dolor en cada azote. Comenzó a arderme la mano y nuevamente la cambié. Su culo ya empezaba a tomar el tono que quería, pero quería más… le metí mientras tanto, y para que descansase, un par de dedos en la concha, que para mi sorpresa seguía húmeda, así que con una mano, le percutía el coño y con la otra le soltaba, de vez en vez, una nalgada.

Así seguimos como por 10 minutos y ella ya se había venido dos veces, cuando en una nalgada, puso su mano bloqueándome. “Ya no, por favor, ya me duele mucho”. Eso me hizo enojar, aunque por un lado sentía que ya me había pasado como por tres calles… Le espeté que si yo quería azotarla, la iba a azotar. “Por favor, neta ya me duele mucho”. Le aparté la mano y seguí azotándola, pero ella volvió a poner su mano y se la quité. Hizo ademán de pararse, pero la volví a poner como estaba. “Ya sé qué te va a reanimar” le dije.

La puse a cuatro sobre el sofá y le metí mi verga en su concha. Gimió de placer y comencé a bombearla rápidamente mientras le seguía azotando el culo. “No por favor, ya no me pegues”. Le dije que se callara, que la quería ver sangrar de las nalgas. Al parecer eso fue su detonante, porque aunque estaba llorando, se quedó callada. “Así me gusta, puta”. Se la saque de la concha, abrí sus ya moradas nalgas y escupí en su ojete, para después metérsela por ese lado. Cuando estuvo dentro seguí nalgueándola, aunque ella lloraba y en ocasiones gemía. No aguanté mucho, quizá 2 minutos más y me vine dentro de ella. La azoté un par de veces más y después me despegué de ella. Ella se acostó boca abajo en el sofá, visiblemente rendida y dolorida. Me hinqué a la altura de su cara para besarla.

  • Perdóname… – le dije después de besarla – pero me encanta darte nalgadas…

  • ¿Por qué? Soy tu puta… debiste seguirme azotando… – dijo sollozando entre lágrimas.

  • Pero ya no querías… ya te dolía… estás…

  • Lex, me encanta que me azotes… me excita que me trates como un objeto… no me hagas caso… tu haz lo que quieras…

  • Pero…

  • Por favor… más… mmm… pégame lo que quieras… donde quieras…

  • Creo que ya fue suficiente – sentencié.

  • No… hasta que sangre… por favor… hazlo – me rogó

  • Quizá en otra ocasión…

Así que la cargué y la lleve hasta mi cama y la recosté boca abajo y comencé a acariciarla. Su espalda, sus piernas, sus hombros. Fui por una crema para los moretones y ese tipo de cosas e intenté aplicársela con el mayor cuidado posible en ese hermoso culo. Al primer roce, gimió un poco, pero al parecer le estaba gustando lo que le hacía y por inverosímil que pareciera, seguía muy mojada. Lo noté y acaricié su vulva e introduje un dedo. Se lo di a probar. “Para que sepas lo sabrosa que eres”.

Repetí la jugada varias veces hasta meter tres dedos y ella los chupaba golosamente. Seguimos así hasta que se vino. Una vez más, le di a probar sus jugos y yo también los probé. Es un sabor exquisito. “Quédate y descansa. Voy a preparar la comida”.

Eran ya las 5:45 cuando terminé todo. Sólo faltaba el agua, que estaba preparando de fresa. Escuché pasos y era Ga, que venía desnuda hacia la cocina.

  • ¿Acaso te dije que te levantaras, puta? – pregunté en tono enojado

  • Yo…

  • ¡Tú eres una puta y tienes que obedecer mis órdenes y claramente te dije que te quedaras en la cama!

  • Pero…

  • Regresa ahora mismo, o te prometo que te vas a acordar de mí.

Solamente escuché los pasos de Ga alejarse. Así que acomodé todo para que pudiéramos comer en mi cuarto con una de esas cosas de madera que se pueden poner sobre la cama. Tenía pensado llevarle la comida a la cama y ver alguna película. Me encanta el cine y en ocasiones me gusta tener ese tipo de detalles, aunque suene cursi… (hay algunas cosas que nunca cambian). Cuando llegué Ga estaba recostada sobre un lado y cuando me vio ataviado con la comida y con una rosa en la mano (que conseguí de uno de los vecinos) comenzó a llorar.

  • Lex, no manches… – me dijo comenzando a llorar

  • Más te vale que te guste la pasta y el puré de papa. No soy un gran chef, pero hasta ahora nadie le ha hecho el feo a lo que hago. Así que…

  • No… no es eso… es que… – decía entre sollozos – ¿Por qué haces algo así?

  • ¿A qué te refieres?

  • Soy tu puta… no me deberías tratar así…

  • Mira cabrona, ya sabes que yo no soy así. Me conoces bastante bien y de antemano sabías que yo no iba a ser así. – Le dije

  • Es que… nadie me había tratado así antes.

  • Pues si vamos a seguir cogiendo, acostúmbrate, porque, aunque me guste tratarte mal y golpearte, creo que es solo en parte. Además ayer me desquintaste, así que dame chance…

  • Eres único. Te amo. – y me dio un tiernísimo beso de lengua.

  • Dime si te gusta, pero se honesta. Y eso es una orden. – Le espeté

  • Ok – dijo sonriendo y secándose algunas lágrimas

  • Y vamos a ver una peli. Quiero que veamos, “Alguien tiene que ceder”.

  • No la he visto.

  • Te va a gustar.

La verdad es que esa película es buena y hace reír. Comimos, nos divertimos, bromeamos. La verdad fue un buen rato y son esos momentos los que más atesoro de mi relación con Ga, que si bien era un poco rara, valió la pena y ella me enseñó mucho en cuanto al sexo. Me enseño que no hay nada asqueroso, ni nada loco o perverso que no se pueda probar y que, si hay disposición de las dos partes, el sexo puede ser algo extremadamente excitante, delicioso y orgásmico.

Lo que restó el fin de semana, lo pasamos cogiendo y durmiendo. Cumplí mi promesa y también le azote los melones hasta dejárselos casi morados. Eso es algo que me gusta. Fustigar cuerpos… pero sobre todo el trasero… ah, los culos…

Fue mucho para mi primera vez, pero puedo decir que soy un hombre afortunado. En la tarde del domingo, cuando se iba, me dijo:

  • Entonces… ¿sí me vas a coger siempre? – me preguntó en la puerta.

  • Creo que queda claro que sí, putita.

  • Espero que así sea – respondió y agregó – Lex, gracias por este fin de semana. Ha sido el mejor de mi vida.

  • Y los que faltan… – le contesté.

  • Y los que faltan… – dijo sonriendo y me dio un largo beso de lengua mientras me agarraba la verga y yo su trasero. – Te veo mañana en el CCH

  • Ya estás…

Con Ga viví muchas más experiencias y lo que sucedió al lunes siguiente, lo que me dijo y lo que paso, también fue algo que jamás olvidaré, pero esa es otra historia que continuará en otro relato…