Una ejecutiva muy zorra: Alex

Alex es una ejecutiva en una empresa que opera em bolsa, y un compañero en el que ella ni siquiera se ha fijado que existe le hace una propuesta interesante y morbosa.

ZORRA EJECUTIVA

Si alguien me pidiera que me definiera, diría que soy una mujer rotunda, con unas tetas y un culo estupendos, preciosos ojos verdes, pelo castaño, y sobre todo muy segura de mi misma. Me llamo Alejandra. Pero todos me llaman Alex.

Soy soltera, y vivo sola, aunque paso mucho tiempo en la oficina, pues me gusta mi trabajo como ejecutiva en una empresa dedicada a asesoramiento a clientes para inversión en distintos activos, y sobre todo en bolsa.

Yo llevo personalmente varias cuentas importantes, y mis clientes están encantados de trabajar conmigo, pues les he hecho ganar mucho dinero.

Mi último novio, Gabriel, me duró dos años, pero el aburrimiento me llevo a dejar la relación, y a esta le siguieron varios amantes mas o menos asiduos, pero nada serio. Alguna vez follaba con un compañero del trabajo, pero como estaba casado, no me suponía ni problemas ni ataduras. Tan solo sexo, cuando nos apetecía a ambos.

Últimamente me aburría un poco también el típico polvo rápido en el baño, o la forma de follarme mis amantes, pues solo cambiaba el nombre del sujeto, y el tamaño de su polla, pero había poca originalidad y pasión.

Una noche me quedé trabajando hasta tarde, pues se trataba de un tema de inversión con Japón, y con el cambio horario, no me quedó mas remedio que quedarme, aunque estaba realmente cansada por una juerga el día anterior. Estaba sola en la oficina, o eso creía yo. Todo iba bien, hasta que de repente, la bolsa en Tokio comenzó a bajar y dar pérdidas, yo estaba adormilada, y fui algo lenta, por lo que mi cliente podía perder al menos 1 millón de euros en la operación. No podía creerlo. Yo, que dominaba la bolsa y los mercados bursátiles, y estaba atontada, mirando las pantallas, cuando de repente una voz me dijo:

Deja todo como está. Es una falsa alarma y mañana todo estará solucionado.

Miré a la puerta, y no daba crédito a lo que oía. Le pregunté altiva ¿perdona? ¿Quién eres tú? ¿Eres de la limpieza o de mantenimiento?

Me respondió muy sonriente : no, no soy de la limpieza. Soy un compañero tuyo, pero estoy en el departamento de contabilidad. Me gusta mucho todo lo relacionado con mercados bursátiles y como soy economista, sigo de cerca vuestro trabajo. Por eso te decía que la bajada de la bolsa japonesa es tan solo un reflejo de la bolsa Coreana, pero mañana estará recuperada y tu cliente no perderá nada.

Me parece un poco presuntuoso por tu parte decir que entiendes tanto de un tema tan especializado y me parece también que no te he pedido tu opinión.

Como quieras. Tu decides, pero recuerda que tu cliente puede perder mucha pasta guapa¡¡

Pero bueno ¿Quién te crees que eres para hablarme así?

Tú misma, no pretendía molestarte, solo ayudarte.

Perdona, tienes razón, estoy algo nerviosa, pero ni siquiera te he visto antes ¿porqué me iba a fiar de ti?

Pues la verdad es que no tienes porque fiarte, pero si quieres te hago una propuesta. Si no tengo razón, asumo yo las pérdidas de mi bolsillo, y si la tengo, tu haces lo que yo quiera durante un mes.

Joder¡¡, como si tu pudieras pagar tanta pasta ¿eres rico?

No, de hecho no tengo el dinero, pero tengo seguridad absoluta en lo que te he dicho. Solo dame tu palabra de que cumplirás tu parte de la apuesta, y la mía ya la tienes.

Bueno, la verdad es que no pierdo mucho, y no voy a hacer nada ahora mismo. Voy a cerrar y a descansar, que lo necesito. Adiós y gracias, si es que te puedo agradecer algo.

Le respondí en tono burlón, pero la verdad es que toda la conversación me resultaba surrealista, y casi estaba esperando que saliera alguien con una cámara oculta y se riera de mi....

Esa noche me masturbe para poder relajarme. Busqué en mi cajón de la mesilla uno de mis consoladores, el más grande, y lo metí, moviéndome al ritmo de su vibración, mojándome más cada vez, y pellizcando con la otra mano los pezones. Me pasó por la mente unos segundos mi nuevo y peculiar “amigo” por llamarle de algún modo, y reconozco que me excité más. Me corrí  enseguida, fue un orgasmo fuerte y prolongando, que me sumió en un dulce y reparador sueño.

Ya por la mañana volví a pensar en el: seguro que ni se vuelve a acercar a mí, y si lo hace, lo más que puede pasar si tenía razón, es que me echar un polvo. Un polvo más o menos no iba a significar gran cosa, y por otro lado, no estaba mal. Seguro que al final incluso se acojonaría un poco cuando viera que no me echaba atrás a un polvo o un revolcón.

Me vestí eligiendo las prendas más sexuales que tenía en el armario: un minúsculo tanga de encaje negro con sujetador a juego, medias de licra negras con liguero en el muslo, y un precioso vestido de licra y seda, muy ajustado, cruzado, que dejaba ver mi escote y cuando cruzaba las piernas, también un poco del encaje de las medias. Para acabar unos zapatos de tacón de aguja, que daban la sensación de levantar mi rotundo trasero. Me dejé el pelo suelto, largo y limpio, unas gotas de perfume, y me fui a la oficina.

Cuando llegué note algo de revuelo. Me fui directa a mi despacho para ver las noticias de la bolsa de la noche, y comprobé que todo lo que me había dicho mi visitante nocturno era cierto ¡joder con el pájaro!

No sabía ni como se llamaba. Marqué a mi secretaria:

-Linda, buenos días. Quería preguntarte si sabes como se llama un chico moreno, alto, con ojos verdes que trabaja en contabilidad.

-Buenos días Alex. Supongo que te refieres a Fidel. Un chico bastante guapo, según comentan en los baños mis compañeras, pero tímido e introvertido. Nunca toma nada después del trabajo.... en fin, una lástima, lo mismo es gay ¿le necesitas para algo?

-No gracias, era solo curiosidad, pues ayer me trajo unos informes. Gracias Linda, cuando puedas me pasas la agenda de hoy y un café.

Vaya con Fidel. Si tenía algo claro sobre el, y creo que mi instinto nunca me fallaba, es que no era marica.

La mañana pasó volando, entre reuniones, teléfono, y revisión de informes. A las 13:45 Fidel llamó a mi puerta.

Hola Alex.

Hola. ¿Cómo estás? Pregunté por cortesía y con desgana. Veo que has hecho los deberes y tenías razón. Solo queda saber si es cuestión de suerte o realmente sabes algo. ¿Vienes a por tu premio?

Eres muy rápida.... la verdad es que ya te dije que me gustaban mucho los temas de bolsa. Y solo venía a ver si querías comer conmigo para que te cuente lo que me gustaría que hicieras por mí.

Tengo una hora, pero si quieres tomamos algo rápido por aquí.

Bajamos a la calle y me llevó a un pequeño restaurante a dos manzanas de la oficina. Muy acogedor, pero yo no lo conocía.

Empezamos a comer, hablando de trivialidades como para relajar el ambiente, cuando de repente lo soltó:

¿Vas a darme lo que te pida y cumplir con tu palabra?

Le lancé una sonrisa preguntándole ¿quieres un ascenso o vas a preferir un polvo?

No. Estas muy equivocada. No quiero ni un ascenso, ni un polvo. Te quiero a ti durante un mes. Serás mía en tu tiempo libre. No pondrás pegas a nada de  lo que te pida. Respetaré tu integridad física y emocional, pero serás mía. Tu voluntad será la mía cada segundo durante un mes. Te cogerás unas vacaciones por algún asunto personal, y no te pondrán pegas, pues hace tres años que no te vas de vacaciones ¿aceptas o te vas a echar atrás?

La verdad es que me quedé mirándole sin saber que decir. Menudo listo y vaya huevos.... Yo no quería ser menos, así que le dije: Yo siempre cumplo lo que prometo y esta vez no va a ser distinto. ¿Cuándo quieres empezar?

Me contesto con gran seguridad: mañana. Por cierto, me gusta ese vestido que has elegido, aunque sobran cosas en tu atuendo y faltan otras. Durante estos 30 días, siempre llevaras vestidos o faldas. Me encantan los tacones de aguja, las medias son correctas, pues ya he notado a través del vestido que las llevas a medio muslo. Te sobran las bragas, tangas y similares y no quiero ver un sujetador. El pelo lo llevarás en una coleta alta, y yo lo soltaré cuando me apetezca. Hablarás cuando yo te lo diga, y espero que desaparezca de tu cara ese aire de superioridad. Ahora tú eres mía.

Pero te recuerdo querido Fidel, que solo 30 días.

Vaya, veo que al menos te has molestado en preguntar mi nombre. Si al final vas a ser menos frígida de lo que me han dicho, y tan ardiente como yo creo.

Esta tarde te llamaré para darte la dirección donde debes ir con la ropa que te he dicho.

Dicho esto, pidió la cuenta, pagó y nos fuimos a la oficina. La verdad es que me sentía a medias entre sorprendida, recelosa, y cachonda perdida.

La tarde pasó sin novedades, aunque de vez en cuando, al pensar en mi labor de los siguientes días, se me erizaba el vello, y un escalofrío recorría mi espalda. Me toqué el tanga, y estaba empapado en mis propios jugos. Los pezones pugnaban por salir del encaje, y sentí la necesidad de ir al baño, meter los dedos en el coño y el culo, pellizcar mis pezones, pero no quería salir de mi despacho. Me sentía como desnuda. Lo que si hice, y no se bien porqué, fue quitarme la ropa interior tal y como Fidel me había pedido, y eso que los 30 días aún no habían comenzado.

Llamaron a la puerta:

-si, adelante (era Fidel)

Necesito que me des tu número de teléfono móvil para que te llame más tarde.

Lo escribí en un papel y se lo di, mirándole desafiante.

Compruebo que ya no llevas sujetador, y eso que hasta mañana no deberás cumplir con mis deseos. Tus pezones resaltan por debajo de la tela, queriendo salir, y yo solo espero a tenerlos entre mis dedos, en mi boca, chuparlos y morderlos. Seguro que me saben deliciosos.

Sin más salió de mi despacho. Me dispuse a recoger y me fui a mi casa. Dejé el teléfono cerca mientras me preparaba la cena pues esperaba su llamada. No sonó hasta las once de la noche. Parecía que supiera que estaba esperando su llamada y que el la retrasaba adrede.

Tenía curiosidad y morbo por saber hasta donde sería capaz de llegar Fidel. A lo mejor resultaba ser un excelente amante, y la verdad, no me vendría mal un descanso. El lo sabía. En realidad sabía más de mi de lo que yo pensaba, e incluso de lo que a mi me gustaría que supiera. Tenía claro que el conocimiento del contrario significaba poder y yo no sabía nada de el.

Me pidió que cogiera un taxi y que estuviera a las diez de la mañana en una dirección, un chalet a las afueras de Madrid. También me pidió que ese día si llevara ropa interior, de color blanco.

Inmediatamente me metí en la bañera para relajarme, y pensando en lo que me esperaba, me puse a jugar con el chorro de la ducha. Dirigía los diferentes chorros a mi clítoris, a la entrada de la vagina, e incluso al culo, notaba el agua caliente en mi interior, el jabón muy suave por todo mi cuerpo, y un chorro final me llevó a correrme. Fue como un sedante, pues me sequé y dormí plácidamente hasta que el reloj sonó a las 8 de la mañana. Salté de la cama, y me dispuse a prepararme, para estar perfecta.

Esa mañana me apetecía algo realmente ceñido, elegí un vestido camisero azul eléctrico, con varios botones delante, sin medias pues hacía algo de calor y por supuesto altísimos zapatos beige de aguja. Siguiendo las instrucciones de F (para abreviar le llamaré F a partir de ahora), me puse ropa interior blanca. Los pezones algo duros, rozaban la tela, y se adivinaban perfectamente. Desayuné algo y llamé un taxi. En una pequeña maleta metí los vestidos que tenía, zapatos de tacón, minifaldas, blusas, camisetas ceñidas y escotadas, y todo lo que pensé que podía gustar a F. Algo extraño, pues no le conocía de nada, pero tenía claro que al final, sería yo la que dominaría la relación. ¡Que equivocada estaba!.

El taxi me llevó a la dirección indicada en unos 40 minutos. Le pagué la carrera, y esperé a que se hubiera ido para llamar a la puerta. Era una casa toda blanca, con teja, y parecía de una sola planta. El jardín era muy bonito, con flores, muy cuidado. Se veía una zona muy tranquila. Mi corazón latía a mil por hora. No lo entendía, mi autoestima y mi seguridad habitual estaban ahora por los suelos. Junté fuerzas para llamar al timbre.

F abrió la puerta con una gran sonrisa y tomando un café. Se le veía tan tranquilo: pasa, me alegro que hayas sido tan puntual. Buen comienzo.

Entre en la casa, intentando parecer muy segura. Dejé la maleta en el suelo y le seguí hasta un salón.

Me dijo: Quiero que te vayas desabrochando el vestido lentamente. No te quites ni la ropa interior ni los zapatos.

Me sentía algo retraída, pero en el fondo estaba ya cachonda. Menos mal que las bragas recogían mis flujos, pues notaba mi entrepierna realmente húmeda, y me daba cierta vergüenza que pudiera resbalar un “río” por mis muslos. Me desabroché lentamente. Sabía que tenía que darle un buen espectáculo, y lo hice lo mejor que pude. Le lancé el vestido, y F. se limitó a olerlo, como queriendo atrapar parte de mi esencia. Me quedé de pie delante de el, mirándole desafiante. Se levantó. Se puso detrás de mí. Me besó el cuello y me tocó suavemente las tetas. Me estremecí. Solo me sobaba por encima de la suave tela del sujetador. Fue deslizando las manos por mis caderas, y llego a mi pubis. Nuevamente sentí el roce de sus dedos por encima de la tela. Creo que mi coño ardía literalmente. Me susurró al oído: abre las piernas putita mía me volvían a flaquear las piernas. Las separé todo lo que pude. Las yemas de sus dedos pasaron por el final del encaje blanco, rozando mi piel, electrizándome.... entonces me desabrochó el sujetador, me pidió que me quitara las bragas y me tumbó en un sofá. Realmente no me tumbó, me reclinó sobre el, con las piernas abiertas, mostrándole mi coño y culo en todo su esplendor. Notaba sus ojos sobre mí, con lascivia y deseo, pero no me volvió a tocar. Yo solo deseaba que lo hiciera, que volviera a mi lado, y me follara. En cambio, se limitó a decirme, como adivinando mis pensamientos: tendrás que tener paciencia para recibir y disfrutar de todo lo que deseas ahora mismo.

Me dejó en esa posición durante un buen rato que se me hizo eterno. Cuando volvió, llevaba varias cosas en las manos. Entre ellas un spray de nata y una cuerda. Me tumbó boca arriba sobre una mesa alargada de comedor. Me ató las manos y las piernas a las patas, de forma que no pudiera moverme. Luego agitó el spray de la nata y me embadurno literalmente.

Exclamé: ¡joder Fidel, está muy fría y no me gusta que me llenes el coño de esta porquería!

Ya, pero te recuerdo que aquí y ahora mando yo. Se que no estás acostumbrada a que te manden ni a obedecer, pero te aseguro que cuando acabes tu estancia conmigo, las cosas serán muy diferentes. Y ahora, para que no me molestes mas con tus comentarios que no me interesan en absoluto, voy a tapar tu linda boca, al menos hasta que la necesite. Y por cierto, no quiero que te refieras a mí como Fidel, sino como “mi señor”.

Solté una sonora carcajada. Pero justo en ese momento noté una fría mirada, y un gesto que no había visto aún en F. Decidí callarme y no comentar nada. Y dicho y hecho, me encontré con una bola en la boca que me hacía babear y sentirme muy ridícula.

Luego me relajé pues una lengua muy hábil, estaba comiendo la nata de todo mi cuerpo y volviéndome completamente loca.  Cada vez que notaba que mi cuerpo se sacudía y me iba a correr, su lengua paraba o simplemente cambiaba de lugar. No se cuando tiempo pasó, pero se que fue mucho, y me dolía el coño de excitación y placer.

Cuando F. paró, fue para quitarse los pantalones y ponerse sobre mi cara. Me quitó la bola de la boca, y pasó una polla dura y bastante gruesa por las babas que colgaban de mi boca, luego me la metió hasta la garganta, de golpe, casi ahogándome. Me sorprendió su sabor, entre dulce y agrio, pero no me resultaba desagradable, todo lo contrario. Intenté corresponder sus anteriores caricias y lametones, chupando y lamiendo con fruición tan exquisito falo. Cuando más entusiasmada me encontraba, sacó de golpe su polla de mi boca. Supuse que no se quería correr todavía.

En ese momento se quitó el resto de la ropa, y observe su cuerpo, que me pareció muy viril. Sin ser un hombre guapo, tenía un atractivo especial para mí. Lo más curioso es que nunca en esos años me había fijado siquiera en el, pero el si había reparado en mi persona.

Las muñecas y tobillos empezaban a dolerme, e intentando ser respetuosa como me había pedido F, le dije: Mi señor, ¿podría desatarme ya? Me duelen las muñecas y los tobillos.

No Alex. Estarás en esta posición tanto como yo desee. Tú eres mía, recuérdalo. Mía 30 días.

Dicho esto, encendió varias pequeñas velas y las fue situando encima de mi cuerpo. Intenté quejarme, pero con un gesto me pidió que me callara. Simplemente cuando me estremecía y me movía ligeramente, una gota de cera caía sobre mi cuerpo, produciendo una sensación entre dolorosa y placentera, pero desconocida para mí. Luego empezó a derramar gotas de otra vela en mis pezones, mi vientre, e incluso en mi pubis y mi clítoris. Esta última zona fue algo más dolorosa, pero F. como adivinándolo, pasó luego sus dedos por encima, y lo masajeó de una forma increíble, consiguiendo que me corriera. Luego me desató, me puso a cuatro patas, y me la metió sin contemplaciones en el culo, con la única lubricación de los líquidos procedentes de mi reciente corrida.

Intente zafarme, no quería que me follara el culo, y menos de esa manera, pero me agarro del pelo con una mano, y me palmeo con mucha fuerza el culo con la otra. Al cabo de varias embestidas, se corrió dentro de mí.

Nos quedamos tumbados en el suelo, sin movernos, uno al lado del otro al menos una hora. Luego me señaló una puerta y me dijo: ve a ducharte y prepárate para lo que viene ahora. Esto solo ha sido un pequeño preámbulo. En la ducha encontrarás un pequeño accesorio que deberás introducir en tu año, y llenar tu esfínter de agua templada. Quédate allí con el agua dentro hasta que yo vaya a decirte que puedes soltarla. Quiero tu culo limpio en todo momento.

Continuará

Un beso húmedo.

Alex