Una ducha rápida. una ducha fría
I PARTE DE LAS AVENTURAS DEL BRIGADA RUBÉN LABERNIÉ Hay días en que las duchas deben ser rápidas. Hay días en que éstas deben ser lentas. Hay días en que simplemente deben ser.
¡Buenos días!
¡Buenos días Rubén!¡Qué alegría poder abrir de nuevo y verte por aquí! -Me contestó el recepcionista del gimnasio con una sonrisa en su cara.
La verdad es que después de todos aquellos meses de confinamiento, después de todos aquellos días en la más absoluta soledad de mi casa, poder volver al gimnasio era como una bocanada de aire fresco. Empezaban a caer las restricciones que durante tantos meses nos habían mantenido apartados de cualquier contacto social. Hasta para mí que me considero un lobo solitario, se me ha hecho duro el haber de socializarme únicamente que con mis compañeros de trabajo.
Llevaba casi tres meses a dos velas. Mi único contacto carnal había sido el de mi propia mano y sinceramente, darle a la manivela se podría decir que no es mi deporte favorito. Pero había llegado un punto en que toda aquella abstinencia contenida, provocó en mí que me sintiera como a punto de estallar. Por lo que, no tuve más remedio que pasar mi mano por las puertas, por las ventanas, hasta por el mismo estocado de las paredes de mi piso para intentar calmar mis ansias. Finalmente, astuto como soy, busqué la ayuda y el estímulo de alguna de mis siempre fieles e incautas amigas integrantes de mi "chorbo agenda". Con ellas unos primeros whatsapps, seguidos de una llamadita sensual, para terminar convenciéndolas de realizar una video llamada durante la cual, dejaríamos fluir todo el morbo y la excitación.
A quien, sin duda más le había gustado aquella manera de dejarnos llevar, pues se lo notaba en su cara de deseo y de excitación cada vez que conectábamos, era a aquella mami de los amigos de mis hijos. Ya fuera porque quizás estaba aún peor que yo. Encarcelada entre los barrotes del hastío de su propia vida, de la plancha, el trabajo y de la responsabilidad de pretender ser la madre perfecta, la esposa perfecta y la empleada perfecta. Me encantaba ver como se corría y gemía de placer al masturbarse. Allí, escondida entre las cuatro paredes de alguna de las habitaciones de su casa para no ser vista ni oída por su familia. Mientras que yo polla en mano, le susurraba que se imaginara que estaba subida sobre mí montándome.
Esta mañana me he despertado contento, sabedor que puedo volver a la caza cual lobo acechando a mi próxima presa. Siempre a la misma hora, las seis y media de la mañana. Siempre antes que suene el despertador. Anunciando mi cuerpo que ya tiene suficiente descanso.
Hoy os diré que he podido descansar, ya que ni mis lobos particulares ni el fantasma de aquella mujer que tantas otras noches se hace un hueco en mi cama, me han visitado. Aquel fantasma que de forma sigilosa se cuela fríamente entre mis sábanas y contra el cual, como un niño chico sitúo estratégicamente varios cojines, pensando que quizás así, no podrá entrar.
Me he vestido rápidamente con unos jeans negros y aquella camiseta blanca de manga corta, un look casual e informal con el que creo me veo más joven. Lo cierto es que me siento orgulloso de mi mismo al mirarme en el espejo y compararme con otros hombres de mi misma edad.
Como cada mañana mi habitual café y aquel croissant que de forma previsora compré ayer, han sido mi desayuno. La ocasión se merecía aquel dulce capricho aunque siendo del día anterior estuviera ya un poco duro. La verdad es que necesito que mis rutinas se vayan reinstaurando de nuevo. Todas aquellas restricciones y la soledad de aquellos pasados meses, han estado a punto de pasarme factura y poco me ha faltado para que perdiera aún más la cordura. ¡La poca que me queda después de todos mis diferentes problemas psicológicos! Así que, una simple banalidad como es volver al gimnasio y a mis prácticas de entrenamiento, me hacen sentirme afortunado. Necesito que mi cuerpo vuelva a sudar por el estrés de ejercitar nuevamente mis músculos. Toda la testosterona acumulada ya es demasiada para mí. Pues podría deciros que he hecho de la actividad de ir al gimnasio, un hábito para conseguir ir cada día a la cama cansado y así, no despertarme a media noche y que mis temidos lobos me devoren. Además, el gimnasio se ha convertido en uno de mis mejores cotos de caza de mujeres jóvenes o separadas. Todas ellas con sus mallas ajustadas, sus sujetadores deportivos y sus carnes sudorosas esperando ser conquistadas.
Resulta ser un placer para la vista y para todos mis sentidos el poder contemplar aquellos cuerpos mientras entre gemidos por el esfuerzo de mi tabla de ejercicios, me recuesto en alguna de las máquinas de la sala fitness. Contemplando de reojo cómo sus pechos o sus culos prietos se mueven al compas de la música sobre alguna de las bicicletas de spinning o en alguna de las clases de zumba. Entre todas esas mujeres me siento como un gallo en el gallinero.
Además, al recuperar esta extraña rutina, quizás vuelva a verla de nuevo. Había coincido con ella antes del confinamiento dos o tres veces en el gimnasio. No sé cómo se llama. Solamente he podido averiguar que es abogada, pues unos de mis compañeros de la Policía judicial coincidió con ella en una guardia. Pero lo cierto es que me quedé prendado de aquellos ojos verdes expresivos y penetrantes que me desarmaron al cruzarnos por primera vez. La recuerdo bonita, con una dulce cara de niña y una mirada pícara en la cual de improvisto vi reflejado mi propio deseo al contemplarla. Ella con aquella sonrisa inocente, con sus labios carnosos, sus curvas, sus pechos redondos y su culo respingón. ¡¡Uff!! Toda ella resultó ser una tentación morbosa andante....
Si quieres seguir leyendo este relato y ver como continuan las aventuras de hoy del Brigada Rubén Labernie, te invito a que lo hagas en mi Blog.La dirección y el enlace del cual la encontrarás en mi perfil de depresentación de Todorelatos.
Espero que te guste y nos vemos en mi Blog. Nos vemos en mi mundo, el mundo de la NinyaMala