Una ducha diferente
Hay cosas que quiero experimentar, pero no sé si es correcto o no.
Decidí que lo probaría. No puedo decir que algo no me gusta si antes no lo he probado. Además siempre he defendido que no debemos dejarnos llevar por nuestros prejuicios ni en el sexo ni en cualquier otra cosa. Así que accedí a tu proposición y practique aquello que tanto asco me daba. Pero tengo que reconocer que, como todos, alguna vez me he orinado en la ducha y he notado como la orina bajaba por entre mis muslos sin sentir ni asco ni nada.
Fue en la ducha. Antes de entrar en el lavabo cogí un vaso, como tú me habías indicado. Cogí el vaso del agua de la plancha, porque me daba reparó coger uno de los que usamos normalmente para beber. Me metí en el baño. Me desnudé frente al espejo. Me quité primero la parte de arriba del pijama. No llevaba sujetador, así que mis pechos quedaron al aire. Los miré en el espejo. Ahora me gustan mucho más que antes, porque están más grandes, redondos y, sobretodo, duros. Me los toque para comprobar su firmeza. Los pezones, que antes estaban grandes, pronto se pusieron erectos.
Luego me quité los pantalones del pijama y las braguitas. Allí, reflejado en el espejo estaba mi sexo. Esta tan cambiado, pero así me parece más sexy, más llamativo, más excitante. Estiré de los pelos cortitos y rubios que forman esa recta que va directamente a mi clítoris. Sólo con verme en el espejo ya me había humedecido. Por un momento había olvidado el porque de aquel ritual. Entonces me acordé de ti y todavía mi sexo se humedeció más. Recordé como me habías enculado el día anterior, como me habías hecho sentir y como había disfrutado como una loca con todo aquel juego. Tenía ganas de que estuvieras allí en lavabo, viendo como me masturbaba frente al espejo.
Mis dedos estaban ya jugueteando con mi clítoris. Se movían con fuerza, llevando mi clítoris de un lado a otro. Yo cada vez estaba más mojada. Entonces paré en seco e introduje un par de dos en mi vagina entraron con una facilidad increíble. Los moví hacía delante y hacía atrás, imitando el movimiento que hace tu polla cuando está dentro mi coño. Aunque hubiera preferido en aquellos momentos notar tu polla dura y caliente en mi interior y no mis dedos fríos y pequeños.
Entonces pensé en lo que me ordenarías que hiciera en esos momentos. Me puse de rodillas, apoyé mis pechos contra el borde de la bañera e introduje los dedos que estaban llenos de flujos en mi ano. Sin preparación bruscamente y los moví todo lo rápido que pude. En esos momentos deje de sentir mi dolor, mi placer,... sólo sentía el placer que a ti te proporcionaría verme en esa posición, en ese estado. Estaba excitadísima, mis flujos estaban cayendo hasta mi ano, inundándolo. Me iba a correr cuando paré. Cogi el vaso y mis dedos volvieron a dirigir sus caricias a mi clítoris. Puse el vaso debajo y mientras me corría, también meé en le vaso.
Después de aquel electrizante orgasmo me metí en la bañera. Miré el contenido del vaso. Estaba medio lleno de un líquido amarillo que había calentado el plástico del vaso. Esparcí aquel líquido dorado por mi cuerpo. Primero eché un poco por mis senos. Luego por mi vientre, entre mis nalgas y por último sobre mi sexo. Dejé el vaso vacío a un lado y con una mano Restregué aquel líquido que resbalaba por todo mi cuerpo por mi piel. Acaricié todo mi cuerpo, cada parte, cada rincón con mis manos recubiertas de mi orina.
Mientras sentía como aquel líquido caliente recorría todo mi cuerpo, pensaba en ti. En lo que te hubiese excitado ver como me echaba toda aquella orina por mi piel, en como te excitaría ser tú el que me llenarás de orina y en como te encantaría llenarme la cara con tu propio líquido dorado. Pensando en esto volví a masturbarme y me corrí por segunda vez.
Cuando terminé, me duché. Y reflexioné sobre si lo que acababa de hacer me había gustado o no. Como conclusión, diré que me lo pasé muy bien jugando con mi orina. Me excitó tanto que me tuve que masturbar. Pero lo que me excitó no fue el hecho de sentir la orina sobre mi piel. Si no imaginar el placer que te podría dar a ti verme en aquella situación o que fuese tú mismo el que te orinases sobre mí. Me gustó porque pensaba en el placer que a ti te daría, pero a mí no me dio asco.
Ahora después de escribir todo esto, pienso en que lo que más reparó me da a la hora de practicar esto. No es el asco, si no la opinión que a ti te merecería alguien que deja que se le orinen encima.