Una droga

¿Cuál es la mejor droga para un muchacho solitario de 23 años? Creo que es un buen relato leánlo.

UNA DROGA

Es como una droga.

En eso iba pensando Alejandro, cuando dirigiéndose a la casa de huéspedes donde vivía en Ciudad Guzmán, evocaba la imagen de José Luis, ese muchacho que tan importante se había convertido en su vida.

Alejandro de 23 años, un hombre robusto, alto, todo músculo y fibra, prieto por trabajar desde muy pequeño bajo el sol ardiente, primero bajo el yugo despótico de su padre, en un rancho perdido de Tecalitlán, que se había encargado de torturarlo y después, a partir de los 17 años cuando, sin un centavo, se dirigió a la Comisión Forestal del Sur a solicitar empleo como guarda en alguno de los hermosos bosques del sur de Jalisco.

Tuvo la suerte de conocer al mismo gerente de la Comisión, quien sorprendido por la vehemencia con que Alejandro le solicitó la oportunidad de trabajar, lo asignó a una cuadrilla donde ese muchacho terminó por completar, en medio de personas rudas, el difícil camino de convertirse en hombre.

Gracias a su fortaleza física y la pasión que ponía en su trabajo pronto destacó entre sus compañeros y fue escalando puestos, hasta convertirse en el brazo fuerte y sombra del gerente que le había dado la oportunidad de crecer.

Durante esos años había luchado por ahorrar y ya tenía una muy buena cantidad, con la ilusión de comprar una parcela, cultivar la tierra, criar animales, casarse y tener varios hijos…. Soñaba en convertirse en un hombre de familia.

Había mantenido varias relaciones, ninguna importante realmente.

Desde hacía algunos años vivía como pensionado en la casa de Doña Josefina, quien le rentaba una amplia habitación y se hacía cargo de alimentarlo, lavar y planchar su ropa, el carácter reservado y tranquilo de Alejandro pronto se había ganado el respeto de la dueña de la casa y de su familia.

En la casa se asistían además, muchachos que estudiaban en la Normal o el Tecnológico, su número variaba, entre diez y doce, y con ellos Alejandro mantenía una reserva total, sólo los saludaba, pero hasta ese momento nunca había tenido amigos entre esos muchachos, ni los había buscado.

De hecho hacia todo lo posible por mantenerse apartado de ellos, sobre todo de dos patanes de quinta, Hugo de Colima y Oscar de Nayarit, quienes aprovechando su vigor físico y mayor estatura se encargaban de golpear, molestar y humillar a los demás, de quitarles la comida, ropa, objetos y dinero.

Sólo una vez había intervenido Alejandro, cuando en una comida Hugo comenzó a hurgarse en la nariz y mostrando un asqueroso moco intentaba que Sergio otro muchacho de Colima se levantara para dejarle su plato, entonces Alejandro sin levantar la mirada y la voz le advirtió:

Sigue con tus mamadas y te parto la madre

Hugo, entre sorprendido y temeroso, ante el fiero tono de voz, soltó una carcajada intentando justificar su broma, Alejandro le repitió

Lo que estos pendejos –dijo, refiriéndose a los demás muchachos- permitan, es su pedo, a mi me respetas, hijo de la chingada ¿está claro? Y continuó comiendo

Hugo desde luego, no intentó retar a Alejandro y todos pudieron comer con tranquilidad.

Hasta que un día, platicando con doña Josefina en la sala, aparecieron por la puerta una señora y su hijo quienes, recomendados por la trabajadora social de la Normal, iban a solicitar hospedaje a lo que la dueña de la casa estuvo de acuerdo.

La señora les presentó orgullosa a su hijo, llamado José Luis, un muchachito entrado a los 16 años, muy bonito, delgado, bien formado, casi lampiño, que nervioso veía con atención a las personas que estaban frente a él.

Mientras las señoras se ponían de acuerdo, Alejandro sin ningún esfuerzo cargó con las maletas de José Luis y las llevó a la habitación que éste compartiría con Enrique, Héctor y Salvador, otros muchachos que como él estudiaban en el CREN.

Solícito Alejandro le ayudó a armar su catre, mientras José Luis nervioso intentaba mantener una conversación coherente sin dejar de admirar la fuerza y agilidad desplegada por el que esperaba se convirtiera en su nuevo amigo.

Cuando todo estuvo listo en la recámara, ambos se dirigieron a la sala, donde las dos señoras, ya convertidas en amigas, intercambiaban incluso recetas y remedios, cuando la mamá del muchacho lo vio, corrió a encontrarlo y abrazándolo se dirigió a doña Josefina y Alejandro, diciéndoles:

Ahí les encargo a mi hijo

A lo que estuvieron de acuerdo los dos.

A partir de ese momento José Luis se adentró en el mundo estudiantil, sus compañeros de habitación, que cursaban un grado superior le dieron un buen recibimiento, si bien lo bromeaban de manera constante, la verdadera prueba de fuego sucedió cuando de pronto se convirtió en el destino de las bromas de Hugo y Oscar, quienes pronto se transformaron en su pesadilla.

Todos los sábados, José Luis se levantaba temprano para ganar el lavadero que estaba en la parte más alejada de la casa, en una ocasión, cuando ya había terminado de lavar su ropa, sus verdugos llegaron y con sadismo arrancaron las prendas del tendedero, pisoteándolas, dejando a José Luis desconsolado y molesto.

Cuando se los encontraba en algún lugar apartado de la casa Hugo, Oscar o ambos lo molestaban, empujaban y de pronto comenzaron a tocarlo, el primero Oscar, una noche José Luis se levantó para ir al baño, de pronto se sintió abrazado con fuerza por detrás y empujado con violencia hacia una pared sintió como una mano se introducía en su short y comenzaba groseramente a tocarle las nalgas y otra a apretarle de manera alterna los pezones, mientras sentía el contacto de una verga entre sus nalgas, Oscar jadeando le besaba en la nuca intentando alcanzar la boca, asqueado José Luis se defendió y la amenaza de gritar logró calmar al atacante, quien susurrando le dijo:

Tarde o temprano te voy a coger, de mi te acuerdas.

Corriendo José Luis se refugió en su cuarto y al amparo de su cobija se prometió tener cuidado en adelante.

No era fácil, parecía que la suerte estaba del lado de Oscar y Hugo, que lograban sorprenderlo en diversos lugares de una casa que por su amplitud podía ofrecer varios refugios, a veces se contentaban con mostrarle sus vergas, saboreándose, en ocasiones lo abrazaban entre los dos y simulando una penetración lo acariciaban, jadeando como animales.

Alejandro había mantenido una especie de relación con José Luis, incluso lo había invitado algunas veces al cine, en ocasiones platicaba con él en el comedor mientras hacía la tarea, pero se veían poco, ya que llegaba por las noches terriblemente cansado y lo único que deseaba era dormir, así que no se daba cuenta de las situaciones que vivía José Luis.

Hasta que una noche de sábado en que llegó en horas de la madrugada, se sorprendió al ver la luz prendida en la cocina y al investigar se encontró con José Luis, quien estaba armando una enorme tabla periódica de los elementos para una exposición que realizaría en la escuela.

Alejandro andaba muy tomado, sin embargo se ofreció a ayudar a José Luis, quien agradeció la compañía, y continuó trabajando, en un momento dado, Alejandro se quedó completamente dormido, sobre la mesa de la cocina, José Luis procurando no hacer ruido, siguió trabajando y cuando terminó, le habló a su compañero para invitarlo a dormir, lo ayudó a levantarse fue una tarea difícil ya que Alejandro le ganaba casi con el doble de peso, sin embargo lo condujo a su habitación, le ayudó a quitarse la ropa y zapatos y lo acostó en la cama.

Observar aquel hermoso cuerpo moreno, cubierto sólo con una camiseta ajustada y un boxer que apenas podía cubrir su sexo, era un espectáculo maravilloso y José Luis no se pudo sustraer al mismo, sin decir nada más, apagó la luz y dejó en su borrachera a Alejandro.

El lunes siguiente, Alejandro llegó como todas las noches a la casa y lo primero que hizo fue buscar a José Luis para preguntarle cómo le había ido con su tarea, lo encontró escondido en el último patio de la casa, llorando desconsoladamente, con rastros de golpes en la cara y con los restos desgarrados de su tabla entre las manos.

Cuando Alejandro trató de calmarlo, José Luis entró en una especie de crisis, y entre sollozos le contó que Oscar y Hugo habían destruido su trabajo y cuando quiso defenderse y detenerlos entre los dos lo golpearon, mientras se reían de su obra.

Alejandro fuera de sí buscó a los dos y los encontró muy pronto, los que fueron testigos afirman que les puso una chinga tremenda, a Oscar le partió incluso varios dientes, Hugo no pudo ver durante varios días, por la terrible hinchazón que cubría sus ojos, cuando vio a los compañeros de José Luis les gritó encabronado:

¡Hijos de la chingada! Pinche bola de perros, cobardes, ninguno tuvo huevos para defender a su compañero.

Los hubiera golpeado también, si en ese momento no hubieran llegado doña Josefina y su esposo, don Elías, quienes calmándolo lo condujeron a su habitación, donde ya estaba José Luis, todavía llorando por lo que había pasado.

Pronto doña Josefina se hizo cargo de la situación, atendió a José Luis, lo calmó y arropó, después siguió con Oscar y Hugo, hizo lo que pudo con ellos y cuando terminó les dijo:

En cuanto se recuperen se me pintan a la chingada, cabrones, ya me tienen harta.

Por último atendió a Alejandro que, salvo unos leves raspones en la cara, unas despellejadas en los nudillos, una camisa rota y cubierta con la sangre de Oscar y Hugo y un coraje que le duró toda la noche, estaba como si nada hubiera pasado.

Nunca más, Hugo u Oscar volvieron a molestar a José Luis y cuando lo encontraban en el pueblo o la escuela lo evitaban y disimulaban, de hecho nunca volvieron a molestar a nadie.

Esa noche José Luis durmió con Alejandro, cuando estuvieron acostados y una vez que el muchacho se quedó dormido, Alejandro rememoró su infancia, llena de golpes y maltratos y se prometió que cuidaría que a José Luis no le pasara nada de ahí en adelante.

Al día siguiente, José Luis cambió su catre y cosas a la habitación de Alejandro, cuando éste llegó sabía que su vida no sería igual en adelante, primero porque una persona ingresaba de manera permanente a su espacio vital, sin embargo se prometió acostumbrarse pronto.

Por la noche a Alejandro lo despertaron unos sollozos, cuando le preguntó a José Luis, qué tenía, éste lo contestó que lloraba de gusto porque lo tenía a él, que lo admiraba mucho y que quería lo considerara su amigo.

Alejandro no sabía ser tierno, así que nervioso y sin saber que hacer lo invitó a subirse a la cama y dormir con el, José Luis se acomodó entre las cobijas y al quedar dormido casi de manera inmediata, uno de sus brazos cruzó el pecho de Alejandro donde quedó firmemente apretado.

Escuchar el arrullo del sueño de José Luis, sentir su brazo en el pecho, su cabeza recostada delicadamente sobre el, la suavidad maravillosa de su piel, aspirar el aroma de jabón y shampoo, originó una serie de emociones nuevas en Alejandro y de pronto sin que se diera cuenta una enorme erección pugnó por salir de su boxer ¡se estaba excitando!

Todo esto era nuevo para Alejandro, hasta ese momento jamás había pensado en un hombre de manera sexual, había tenido infinidad de aventuras con mujeres, una gran cantidad de hoteles de paso habían sido testigos de sus amores fugaces, incluso con dos mujeres a la vez, era un hombre muy potente y entre sus compañeros se corrían bromas por el tamaño y grosor de su verga, cuando calculaban el largo de un tronco, preguntaban o comentaban en son de burla, ¿estará más grande que el palo de Alejandro? Que supiera sólo un investigador danés que había trabajado durante un tiempo en la Comisión era el único que podía competir contra su verga.

Y he aquí que de pronto un muchacho de 16 años, lograba despertar en él una pasión y deseos que jamás hubiera imaginado.

Intentó dormirse, sin embargo el contacto suave de José Luis sólo contribuía a despertar en Alejandro un deseo que no pudo apagar en toda la noche, hasta que durante la madrugada y sin poder resistirse más corrió al baño, donde se dio la mejor y más tremenda chaqueta de su vida, no se detuvo hasta que se corrió varias veces, en chorros que parecían interminables, posteriormente se bañó y volvió a su habitación donde la presencia de José Luis sólo contribuyó a aumentar su inquietud.

Durante el día siguiente Alejandro le dio muchas vueltas a lo que había experimentado en la noche y cada vez que recordaba la imagen dormida de José Luis una erección se destacaba en su pantalón, más de uno de sus compañeros lo bromeó y llamó la atención de los demás, Alejandro ni cuenta se daba.

Por la noche, nervioso, como si fuera un colegial, invitó de nuevo a José Luis a dormir con él y de una vez por todas, le ofreció su cama, argumentando que era mucho más cómoda que su catre, José Luis estuvo de acuerdo.

De nuevo José Luis recostó su cabeza en el pecho de Alejandro, mientras uno de sus brazos lo cruzaba y de nuevo Alejandro se tuvo que levantar y desahogarse en el baño.

José Luis veía a Alejandro con veneración y al momento estaba dispuesto para cumplir cualquier tarea que le asignara, realmente estaba deslumbrado con el.

Una noche, poco después, Alejandro se despertó y sintió el cuerpo de José Luis de espaldas a él firmemente apretado en su cuerpo, su pene que había alcanzado una erección máxima estaba posado entre las nalgas del muchacho, estaba soñando que lo penetraba una y otra vez y por lo que veía eso estaba a punto de suceder.

Sin despegarse lo más mínimo intentó dormirse, sin embargo de pronto sintió como José Luis se movía y poco a poco una de sus manos comenzó a recorrer la geografía de su pecho, acariciando con suavidad su piel, tocando con delicadeza sus pezones, deteniéndose un poco en el vello, jalando los pelos que cubrían casi por completo su cuerpo, en especial sus axilas, que limpias, ofrecieron un lugar de atracción a José Luis, hasta que las manos llegaron a la base de su verga donde con mucha calma comenzaron a subir poco a poco, y cuando tocaron la cabeza, Alejandro no resistió más y prendiendo la luz, comenzó a acariciar con pasión y deseo el cuerpo delicado de José Luis.

Lo besó hasta que se cansó, sin dejar de mover sus manos y sus caricias fueron ampliamente correspondidas, pronto la cama fue insuficiente para cubrir el deseo con que se entregaron uno y otro.

Cuando José Luis hizo los honores al pene de Alejandro este creyó entrar al paraíso, no hubo un centímetro de la verga que no fuera recorrido con deleite por la boca ansiosa de José Luis, Alejandro no había conocido tantos niveles de placer.

Con infinita paciencia Alejandro preparó a José Luis hasta que éste sin poder resistirse lo invitó a penetrarlo, tarea harto difícil, ya que la verga de Alejandro era enorme, sin embargo acometió la tarea y cuando lo logró, ambos estaban en el peldaño más alto de la pasión.

Con calma Alejandro comenzó a moverse dentro de José Luis tratando de no lastimarlo, pronto se acoplaron en movimientos, y cuando terminaron completamente rendidos continuaron acariciándose hasta que quedaron dormidos.

Al día siguiente Alejandro, desvelado y agotado, hizo una evaluación de lo sucedido, estaba confundido, intranquilo, azorado.... atrapado entre el deseo más ardiente y sus prejuicios, decidió que en la noche definiría la situación con José Luis.

No fue necesario, en cuanto llegó a la casa, José Luis ya lo esperaba y después de cenar y bañarse juntos, comentando las anécdotas del día, Alejandro se entregó sin reservas y temores a un muchacho que un día llegó con su madre a solicitar hospedaje con Doña Josefina.

A partir de ese día y después de cada encuentro, Alejandro se decía a sí mismo, refiriéndose a José Luis.

  • Es como una droga

Y se dormía… sin dejar de abrazar con sus fuertes brazos el cuerpo delicado del muchacho, como si temiera perderlo.

Tuvalu74