Una despedida muy especial

Se apartó ligeramente para desabrocharse el pantalón y sacó su miembro, que tenía un tamaño imponente. Se me hizo la boca agua nada más verlo. No me dio tiempo a más. Simplemente, y de un solo embiste, la metió en mi mojadísimo coño. Tuve que ahogar el grito para no hacer saltar la alarma entre los dependientes. Comenzó a moverse con fuerza dentro de mí. Cada embiste era más fuerte que el anterior, mientras sus manos torturaban mis pechos y clavaba su mirada en mis ojos a través del espejo. Buena zorra, sí señor. Qué gusto me da tu coño - decía él, mientras me follaba.

Quedaban tan sólo tres semanas para la boda. Estaba nerviosa con todos los preparativos, y bastante insegura, respecto al paso que iba a dar.

Una amiga me llamó aquel sábado por la tarde y me invitó a salir a tomar una copa.

Debemos aprovechar el tiempo que nos queda- me dijo.

Cuando te cases ya no te voy a ver el pelo. Y me decidí.

Me preparé a conciencia para esa especie de despedida improvisada que se planteaba para aquel sábado de principios de junio. Me decidí por un vestido ajustado de lycra en tonos azules (a juego con mis ojos), con mucho escote, y unas altas botas de tacón de ante claro. Me miré en el espejo y me gusté… seguro que voy a causar sensación, pensé. Me coloqué mi cazadora vaquera para prevenir el fresco de las noches veraniegas del norte, y salí a la calle.

La noche transcurrió sin novedad, entramos en muchos bares, notaba muchas miradas, pero, como me suele ocurrir a menudo, tampoco hablamos con demasiados chicos.

Soy una chica muy alta, rubia, de ojos claros, y con muchas curvas. Provoco en muchos hombres una especie de timidez que hace que, cuando me arreglo mucho, casi no me hable nadie, aunque me note el centro inequívoco de las miradas. Inaccesible, quizá.

Finalmente, la noche no iba a ser tan movida como yo hubiese esperado. Había salido de casa sin saber muy bien que estaba buscando; en teoría, nada. Lo cierto es que cierto desencanto, según iban pasando las horas, se iba adueñando de mí. No me apetecía volver de vacío, como quien dice, aunque, en teoría, y dado mi compromiso, eso es lo que iba a ocurrir con seguridad. Digamos que me apetecía que me inflaran el ego, o algo así.

En el último pub al que entramos, ya pasando las 5 de la mañana, un chico entabló, por fin, conversación con mi amiga. Me alegré por ella, al menos no volvería de vacío, pensé. La conversación estaba animada entre ellos y yo ya estaba pensando en desaparecer para dejarles el camino libre.

Voy al baño-me dijo mi amiga- cuídamelo no se me vaya a escapar.

El comentario me hizo gracia. Sí que estaba desesperada la noche, pensé. Y me dejó vigilando a su presa. El tío no perdió el tiempo, fue verla desaparecer y cambiar de estrategia. Empezó a darme la "brasa" para que me fuera con él, que era yo quien le gustaba y cosas por el estilo. Mi amiga no volvía y yo empezaba a impacientarme por tener que aguantar a aquel besugo venido a más. En un momento de desesperación miré alrededor de mí, buscando un salvavidas al que agarrarme para librarme de semejante pelmazo y entonces le vi.

Era el hombre más atractivo que había visto hasta entonces en mi vida, sin duda. Altísimo, fuerte, de mirada penetrante, estaba sentado en un taburete y con su mirada clavada directamente en mí. Tanto que me atreví a decirle con mis labios: Ayuda.

Como si fueses la cosa más natural del mundo, se levantó, me cogió del brazo y se puso a bailar conmigo una pieza de salsa que en ese momento sonaba.

Hola, me llamo Carlos y me caso dentro de 2 meses y medio – Me dijo.

Hola, me llamo Marta y me caso dentro de 3 semanas. – le contesté.

Esto va a resultar muy interesante- me dijo. Y se apretó contra mí al ritmo de la canción.

Yo, completamente descolocada por la situación, iba sintiendo como la excitación avanzaba en mi cuerpo a cada roce de aquel macizo.

Te he visto al principio de la noche. Destacabas, brillabas con luz propia. No te falta de nada. Buen culo, buenas tetas y buena mirada de vicio- me dijo.

Aquello no estaba ayudándome mucho, como siguiera por esa línea iba a acabar la noche como inconscientemente estaba buscando.

No te equivoques – intenté decir. Acabo de decirte que me caso en 3 semanas.

Sí, sí. No digo nada – Me contestó con ironía.

Me estaba tomando la delantera y envolviéndome hacia algo que, claramente, yo deseaba pero que sabía que no debía hacer.

Así trascurrió un tiempo indefinido, no sabría decir cuanto. La nota graciosa la puso un chico que me encontré que no había vuelto a ver desde el instituto, al que le dije que me casaba y que, como no conocía a mi prometido, nos felicitó por el enlace, tomándole por mi novio.

Decidí ser consecuente con mi situación y plantarle cara. Me gustas mucho – le dije. Pero, como comprenderás, no puede ser.

De acuerdo - admitió. Te voy a dar la ocasión para desaparecer. Tranquila, hoy no quiero follarte, pero… si realmente no quieres nada, no aparecerás el lunes por la sección de deportes de El Corte Inglés a las 2 y media de la tarde.

De que va este tío – pensé.

Por supuesto que no voy a aparecer, que te has creído – le increpé.

Sí, si, por supuesto. No había pensado otra cosa. Y robándome un beso en la mejilla, donde

pude notar sus labios calientes y sensuales, desapareció.

Me quedé cortada. No esperaba que se fuera así, sin más. En fin, eso te pasa por calentar al personal. Se habrá cansado – pensé.

Volví sola en un taxi a casa, parece ser que, finalmente, mi amiga se había llevado al besugo al huerto.

Me acosté y tardé en conciliar el sueño. A mi lado dormía plácida e ingenuamente mi prometido. No podía quitarme de la cabeza lo ocurrido.

El domingo me encontraba intranquila, incómoda, y no conseguía dejar de pensar en la noche anterior. Deseaba que llegase el lunes, aún no tenía muy claro para qué, pero el nerviosismo era mayor según transcurrían las horas del aparente tranquilo domingo.

Por fin llegó el lunes. Me levanté excitada. En la ducha me rasuré completamente el coño (me gusta llevarlo así), aunque me repetía a mi misma que no iba a ir, y escogí mi vestuario con esmero. Debía ser una explosiva mezcla entre sensual y formal, ya que debía ir a trabajar. Me decidí por las mismas botas del sábado, junto con una falda roja larga muy ajustada y una camiseta blanca con escote.

La mañana se me hizo eterna… los minutos parecían horas, pensaba que se me debía notar lo excitada que estaba, que todo el mundo se estaba dando cuenta de mis pensamientos.

En el último momento, dando ya por perdida me batalla mental, me metí en el lavabo y me quité el tanga. No sé muy bien porque lo hice, supongo que estaba tan excitada que necesitaba sentir así mi sexo y, de paso, asumir mi condición.

Me dirigí a El Corte Inglés a la hora fijada, pensando en el desconocido del sábado y tan caliente que necesitaba calmarme con él. En el momento que entraba en la sección de deportes pensé que probablemente no vendría, que lo habría olvidado o que, simplemente, había sido una brabuconada de sábado noche. Eso me dio fuerzas para recorrer los últimos metros.

Estaba nerviosísima. Para disimular me puse a ojear unos bikinis deportivos. No veía a nadie. Estaba claro que no iba a aparecer.

Eres tonta, Marta – pensé.

De repente, noté una presencia detrás de mí que me cogía por la cintura y me decía: Buena chica, sabía que vendrías.

Del susto se me cayeron los bikinis. Me agaché para recogerlos y pude (y pudo) notar mi nerviosismo porque mis manos temblaban como hojas. Al levantarme lo tenía frente a mí. Aún más guapo que el sábado, vestido de traje y mirándome con la misma mirada irónica de la noche anterior.

¿Estás nerviosa? – me dijo sonriendo. Has tenido muy buena idea. Vamos a probar esos biquinis.

Me cogió de la mano y me guió hacia el probador. Yo iba como una autómata. Dejándome hacer. Me hizo entrar y cerró la puerta tras de sí. Estando como estaba, de espaldas a él y frente al espejo, me empujó suavemente contra él, cogiéndome del culo.

No llevas bragas, mmmm… niña mala. Me gusta.

Y directamente me subió la falda y comenzó a sobarmelo.

Buen culo, sí señor.

Yo no articulaba palabra. Estaba ida y tan excitada que no podía ni hablar.

Pasó sus manos hacia delante y sacó mis pechos por encima del sujetador y de la camiseta. Mirándome a través del espejo repitió la fórmula - Buenas tetas, sí señor.

Y le dedicó un par de azotes a mi trasero.

Inmediatamente, sus manos se deslizaron hacia mi coñito.

Unmmmm….depiladito. Pero que puta eres. Y que mojada estás. Y decías que no querías. Me gusta, me gusta mucho. Te voy a follar, lo sabes, ¿no? - susurraba a mi oído

Yo seguía sin articular palabra. No era capaz. No podía entender porque me estaba comportando de esa manera. Nunca había hecho nada parecido, pero estaba claro que en ese momento solo deseaba eso, que me follara.

Se apartó ligeramente para desabrocharse el pantalón y sacó su miembro, que tenía un tamaño imponente. Se me hizo la boca agua nada más verlo. No me dio tiempo a más. Simplemente, y de un solo embiste, la metió en mi mojadísimo coño. Tuve que ahogar el grito para no hacer saltar la alarma entre los dependientes.

Comenzó a moverse con fuerza dentro de mí. Cada embiste era más fuerte que el anterior, mientras sus manos torturaban mis pechos y clavaba su mirada en mis ojos a través del espejo.

Buena zorra, sí señor. Qué gusto me da tu coño - decía él, mientras me follaba.

Creo que me corrí a la tercera embestida. Llevaba el fin de semana tan caliente que no me hizo falta mucho. Los fuertes espasmos que me sobrevinieron, hicieron que cedieran mis piernas cedieran, y tuvo que agarrarme de la cintura. Él no se corrió. Tras estar unos 5 o 6 minutos dándome caña, la sacó de mi interior. Noté claramente el hueco que dejaba.

Se volvió a vestir y me dijo - Éste no es lugar para esto. Te espero esta tarde, a partir de las 8 y media en mi piso - y me dio su dirección - Por cierto, me gusta el bikini azul. Cómpratelo, te debe sentar de maravilla.

Y siguiendo su costumbre, se fue.

Me dejó compuesta y... caliente. Llegados a este punto no había vuelta atrás. Me compuse como pude y salí del probador. La mirada de la dependienta me hizo entender que se había dado cuenta de que estábamos follando. Para disimular, me compré el bikini. Aún lo conservo. En efecto, me sienta de maravilla.

Me volví al trabajo hasta las 7. Ni que decir tiene que no me enteré de ninguna de mis tareas en toda la tarde. Incluso mis compañeros me comentaron que se me notaba ida.

Se te ve distraída, debes estar nerviosa, ¿no?. Tranquila, ya verás como lo de la boda no es para tanto - me dijo una de ellas.

No sabía en que pasar el tiempo cuando por fin salí a la calle. Quedaba todavía hora y media y su casa estaba cerca.

Decidí meterme en el solarium y darme una sesión para verme aún más bonita e intentar relajarme un poco.

No dio gran resultado y, al salir del establecimiento me llevé una desagradable sorpresa, se había puesto a llover como si no lo hubiera hecho nunca. El agua rebosaba las alcantarillas y yo, por supuesto, no llevaba paraguas. Entre una cosa y otra se me estaba haciendo tarde para la cita y pensé que no estaba demasiado lejos, así que me decidí a mojarme un poco.

A veces resulto bastante ilusa. No me mojé un poco. Me empapé hasta los huesos. Mi camiseta blanca se volvió transparente de golpe, dejando traslucir mis pezones durísimos debido a la mezcla de excitación y frío; y mi falda, tan ajustada, se volvió como un guante. Se notaba a la legua que no llevaba bragas.

Los coches comenzaron a pitarme. El efecto era el mismo que si me hubiese quedado desnuda en medio de la calle. No sabía que hacer, lo único que me quedaba era llegar lo antes posible a la cita. Tuve que aguantar más de una veintena de comentarios obscenos en el corto trayecto que recorrí.

Cuando por fin llegué al portal me sentía como una verdadera puta. Exhibiéndome ante todo el mundo y camino de casa de un desconocido para que me follase bien.

Me abrió la puerta completamente desnudo y su cara lo dijo todo. Fue una mezcla de sorpresa, morbo y deseo de golpe.

Me cogió del brazo y me hizo entrar de forma apresurada a la casa.

Mmmmmm… está claro que eres una caja de sorpresas. Pareces una puta – dijo colocando su paquete contra mi culo. Te vas a hartar de polla, puedes estar segura.

La casa estaba vacía, daba la impresión de que estaban de obras. Supuse que sería el nidito de amor para la futura pareja de recién casados. Y efectivamente, así me lo confirmó. Vas a tener el honor de estrenar el piso - me dijo.

Comenzó a sobarme las tetas, el culo, por encima de la ropa, mientras tiraba de mi pelo mojado hacia atrás.

Desnúdate, quiero verte desnuda – dijo apartándose para contemplarme.

Sentí muchísimo morbo al desnudarme frente a él. Su cara y la rigidez de su polla demostraban que le estaba gustando lo que veía.

Cuando me quedé completamente desnuda, se acercó y comenzó a sobarme el coño, a comerme la boca, a apretarme los pechos.

Me hizo tumbar sobre el improvisado lecho, había tirado una manta en el suelo para la ocasión, y me abrió las piernas con fuerza. Sentí como su glande acariciaba mis labios vaginales y me estremecí.

Ya veo que te gusta, puta. Pues esto te va a gustar más. Y sin más miramientos me la clavó de golpe hasta los huevos.

Solté un grito por la mezcla de placer y sorpresa. Me sentía llena debido a aquel enorme falo. Cada vez que me embestía notaba como iba haciéndose paso en mí. No podía dejar de gritar. Nunca me había comportado de aquella manera mientras hacía el amor con mi novio. Aquel tipo me estaba follando de la manera más brutal. Me estaba usando. Provocando en mi sentimientos contradictorios, pero mi cuerpo respondía a los estímulos, y no podía más que seguirlo. Me sentía como una puta, su puta, y eso me excitaba mucho.

Elorgasmo me sobrevino rápidamente.Estuvo follándome a ese ritmo durante 15 minutos. Insaciable, esa era la palabra. Estaba claro que yo también había conseguido excitarle mucho, porque no me daba tregua. Mis orgasmos se sucedían uno tras otro, y con ello no hacía más que darle alas para que no cesara en su ritmo.

En un momento dado me dijo – Ahora te vas a dar la vuelta. Estoy deseando verte ese culo bien expuesto.

Pensé que no se le ocurriría hacer cosas raras,Nunca me habían follado el culo, y una extraña sensación, entre temor y excitación recorrió mi cuerpo.

No pensarás… - le dije.

¿Acaso lo deseas? ¿Quieres que te rompa el culo?- me contestó, para incrementar mis temores.

No – le contesté rápida y nerviosamente yo.

¿Por qué lo has nombrado entonces? Yo diría que sí – contestó.

Date la vuelta – Me repitió. Esta vez de una forma tan autoritaria que me dio miedo.

Obedecí lentamente. No sabía hacia donde iba todo aquello.

Cogiéndome de la cintura, aceleró bruscamente mi movimiento.

¿No quieres? ¿No quieres que te la meta? – Me repitió al oído mientras su polla volvía a buscar mi coño de golpe. Otro grito volvió a salir de mi garganta.

Dime que no y paro ahora mismo – me retó.

Y la sacó de mi interior. Estaba claro que le gustaba jugar con mi excitación.

No, sigue. No pares. – le supliqué.

Sabía que ibas a decir eso. Y sin más comenzó a intentar horadar mi culo.

No, por ahí no. – le dije ingenuamente.

Me has dicho que no parase, puta, y eso estoy haciendo. Y con una fuerte embestida consiguió meter parte de su miembro.

Solté un grito de dolor. Para, por favor – le supliqué.

Shhhhh… cállate. Y con otra embestida acabó por introducir toda su polla en mi culo.

Mmmmm... que gusto me das - dijo, evidenciando una clara mueca de placer.

Yo no podía soportar el dolor. No hacía más que moverme intentando evitar cada embestida, pero parecía que aquello, en vez de amilanarle le excitaba aún más. Para evitar más movimientos me cogió del pelo, tirando de mi cabeza hacia atrás.

Vamos, puta, disfruta. Estoy segura de que esto te gusta. Las zorras con un culo como el tuyo no pueden disfrutar de otra manera.

Sus palabras en mi oído comenzaron a hacer efecto. Me sentía completamente usada y ultrajada. Y aquello me excitaba, me excitaba muchísimo. La sensación de estar completamente a su merced. Como una verdadera puta.

Pronto el insoportable dolor inicial se fue suavizando. Comencé a sentir placer, un placer hasta ese momento, desconocido. Mucho más intenso que el del coño. Me estaba gustando, y mucho. Enseguida se dio cuenta del cambio.

Vamos zorra, ¿ves como te gusta? ¿Quieres que pare ahora? Dime que te folle el culo ¿Quieres que pare? – me retó.

Y diciendo esto, su movimiento desapareció.

No pares, por favor, no pares – le supliqué.

Pídeme que te folle el culo. Vamos – me ordenó.

Fóllame el culo, por favor. Fóllamelo. Rómpeme el culo – volví a suplicar.

Eso es, pídemelo, zorra – Y sus movimientos se reanudaron, esta vez con más fuerza.

De mis labios comenzaron a salir ruegos cada vez más fuertes - Vamos, cabrón, dámelo. Rómpeme el culo, hijo de puta. Fóllamelo.

Estaba sorprendida de mi misma. Y el hecho de pedirle que me follara de aquella manera me excitaba muchísimo. Tanto, que noté como me iba a correr. Estaba completamente fuera de mi, gritando y moviéndome como loba en celo mientras él seguía rompiéndome el culo sin piedad.

Me corro, me corro – le grité desesperadamente. Y sus movimientos se hicieron aún más rápidos. Un orgasmo como nunca había sentido, me inundó. Eso y un montón de semen, porque él también se corrió en ese momento en mi interior, mientras un grito le salía de lo más profundo.

Seguimos follando a ese ritmo durante unas 2 horas. Cuando salí de aquella casa cada uno de mis agujeros habían sido invadido varias veces y su semen había sido depositado en todos ellos, pero eso sí, estaba satisfecha, plenamente satisfecha. Se puede decir que eso sí que fue una despedida por todo lo alto, sin duda.