Una depilación inusual

Laura se pone en las expertas manos de Paula para depilar todo su cuerpo, sin saber que este hecho tan natural para ella, acabaría en la primera experiencia sexual de su vida con otra mujer.

Una depilación inusual

Me había ido a vivir a una ciudad nueva y aún había muchas cosas que tenía que descubrir. Me molestaba un poco el cambio por alguna de las cosas que conllevaba, como tener que encontrar de nuevo sitios de confianza como una peluquería a mi gusto o un centro de estética donde hubiese un servicio tan bueno como a los que asistía en mi ciudad natal.

Poco a poco fui conociendo sitios nuevos, algunos mejores que otros y otros más sorprendentes de lo que hubiese podido imaginar.

Por tercera vez y no muy contenta con las 2 anteriores experiencias fui a un nuevo establecimiento que me habían recomendado varias compañeras de trabajo para mi depilación mensual. Me gusta estar completamente depilada, pues además del placer que mi marido me hace sentir lamiendo mi chochito todo depilado, me encanta tocarme y sentir la suavidad y sensibilidad de mi piel recién rasurada. He de decir que los momentos después de estar recién depilada estoy súper excitada dado la gran sensibilidad de esa zona. Este día me esperaba una gran sorpresa que nunca podría olvidar.

Siempre tenía que pedir la última hora por mi horario de trabajo y cuando llegué al establecimiento solo estaba una empleada esperando mi llegada para cerrar después de mi sesión, como no esperaba a nadie más me dijo que iba a hacerlo ahora para no tener que estar pendiente de posibles clientes que entraran para preguntar o comprar algo y así poder concentrarse en mí.

Me habló con un tono muy dulce que me llamó la atención, me fijé un poco mejor en ella, tenía el pelo muy corto y rubio, estatura media, un cuerpo que seguro hubiese excitado mucho a mi marido, no estaba muy delgada, por el contrario tenía unas curvas muy sensuales, caderas anchas, cintura fina y unos bonitos pechos muy bien escotados en su mini bata, muy a tono con el calor que empezaba a dar el inminente verano.

Mi marido estaba en viaje de trabajo y yo, demasiado activa sexualmente no pude por menos que excitarme al ver a esta chica tan sensual que iba a tener el privilegio de verme desnuda esa calurosa tarde de primavera.

Pude apreciar a través de la luz de las lámparas de la sala de depilación, que lo único que Paula, que así se llamaba, llevaba debajo de su ajustada bata blanca, eran un bonito sujetador de encaje y un tanga apenas visible. No podía creerme lo que estaba sucediendo en mi mente, comenzaba a desnudarla en mi imaginación, como hubiese hecho cualquier hombre o mujer con gustos distintos a los míos.

Paula comenzó a depilarme las piernas y a cada vez que me tiraba de la cera me acariciaba suavemente en la zona dolorida haciéndome sentir, por un lado alivio y por otro erizaba la piel de todo mi cuerpo, falto como estaba estos días, de mi ración de sexo con otra persona. (Ya que si que me autosatisfacía con mis juguetes siempre que echaba de menos a mi marido)

Era ahora cuando Paula comenzó a depilar mi chochito, lo hacía de forma muy profesional y no tuve ningún problema de dolor en exceso, eso sí, en varias ocasiones tuvo que echarme polvos de talco para secar la humedad que salía de mi ser.

"Vaya, por lo que veo eres una chica muy húmeda".

Su voz sensual hizo que no me sintiese incómoda con su comentario, lejos de eso mi excitación subió de intensidad, momento en el que, tras otro placentero tirón, paseo en un intenso masaje sus manos por la zona depilada. No pude evitar un gemido, ya era demasiado.

"Tranquila preciosa, ya estoy terminando".

En varios minutos ya había acabado con mi chochito, que ahora estaba suave como a mi me encantaba, me llevó mis propias manos a él pidiéndome que buscase alguna imperfección. Pero yo apenas podía evitar tocar mi clítoris, hinchado por la excitación del momento.

Paula se acercó a echarme una espuma postdepilatoria para aliviar el escozor y comenzó a masajearme sin disimulo todo mi chocho, totalmente rojo y brillante después de tan estupenda sesión.

Acercó su cara como viendo algún vello que había escapado a su expertas manos, pero antes de que me diese cuenta me estaba pidiendo permiso y hundía su cara entre mis piernas, después de que yo casi le suplicara que lo hiciera.

Nunca antes había tenido sexo con una mujer, era totalmente distinto. Notaba como sus labios, suaves se habrían paso hacia mi coñito mojado, sabiendo perfectamente lo que hacía, sin dilaciones.

"Cariño, tienes un coño tan bonito que no podía pensar en dejarte ir sin comértelo".

Su voz, ahora más ronca por la excitación me llevaba hasta el séptimo cielo. Siguió masajeando con su lengua, mis labios y el clítoris, que parecía que me iba a estallar, comencé a gemir y gritar como una loca, no podía creer que una mujer pudiera hacerme sentir de esa manera.

"Sí, siiiii, sigue, sigue guarra, quiero correrme en esos labios de putita que tienes".

Estaba fuera de mí y apenas en unos breves minutos tuve un orgasmo bestial que hizo que me temblase todo el cuerpo durante interminables segundos, mientras ella, al darse cuenta que me corría lamía aún con más fuerza mi clítoris.

Exhausta abrí los ojos y vi a una Paula un poco avergonzada de lo que acababa de ocurrir. Me pedía perdón, como si en vez de correrme como una perra, me hubiese dejado a medias.

"Perdóname, no sé como he podido hacer algo así, nunca me había pasado antes, eres tan bonita…"

"sssst" puse mi dedo índice en su sensual boca, "No quiero que me pidas perdón, por haberme dado un orgasmo tan impresionante"

Comencé a besarla para que dejase de pedirme perdón, lamí su blanquito cuello, mientras mi mano se colaba por debajo de su bata accediendo a su culo, bien formado y voluminoso. Me encantó el contraste de su piel suave a la de un hombre, era como una fantasía hecha realidad, le quité la bata y comencé a mordisquear suavemente sus pezones por encima del encaje de su sujetador mientras ella gemía ostensiblemente.

"ahhh, ahhh, sí Laura, eres una Diosa, hazme tuya".

La obligué a tumbarse en la camilla y comencé a lamer y besar todo su cuerpo, me detuve deliberadamente en la zona de sus piernas más cercana a su coño, y mientras seguía besando su blanca piel, le quite su pequeño tanga, dejando ver un gran coño, de gruesos labios y color rosado. Metí un par de dedos sin contemplaciones en su rajita que estaba totalmente húmeda y paseé mi lengua por sus enormes labios mientras Paula me pedía a gritos que no parase.

"Tranquila pequeña que aún te queda mucho más".

Le dije mientras le daba la vuelta y poniéndola a cuatro patas hundía mis dedos en su chochito y lamía ferozmente su bien depilado ano, introduje mi lengua en él todo lo que pude y noté como Paula movía su pelvis buscando que la penetración fuese aún más profunda.

Ahora ya tenía cuatro dedos dentro de su vagina y los movía de forma circular buscando sus pliegues más secretos.

"Date la vuelta guarrita mía, que voy a darte todo el placer que te mereces"

Me puse encima de ella y volviendo a meter mis dedos en todo su ser volví a comerle sus preciosas tetas, metí mi lengua hasta el fondo de su boca y bajé lentamente hasta encontrarme por primera vez con su clítoris, un estremecimiento sacudió todo su cuerpo, era lo que estaba deseando desde que empecé a besarla. Me dediqué a lamer su clítoris mientras mis dedos masajeaban su ano, abierto a todo el placer que yo pudiese darle.

Gritaba sin cesar y me decía palabras incomprensibles mientras yo no dejaba ni un segundo de lamer su preciado botón.

Entonces una vibrante secuencia de convulsiones inhundaron su cuerpo, momento en que aproveché para hundir mis dedos de la otra mano en su vagina para hacerle llegar a placeres aún incomprensibles para mí, mientras seguía comiendo su coñito hasta que dejó de temblar y de gemir, totalmente desmadejada en su propia camilla.

Seguía con los ojos cerrados, la piernas abiertas y su chochito aún palpitando del placer obtenido, mientras yo me vestí y dejando el pago por la depilación más una generosa propina en el mostrador, abrí con las llaves que ella había dejado puestas en la puerta y salí a la calle, prometiéndome que después de aquella sesión, nadie más que Paula volvería a depilarme.