Una dependienta descarada recibe su castigo (1)
Una dependienta de una tienda cara, coquetea descaradamente con un cliente, pero él no se quedará con las ganas...
Llegaba tarde, salí del metro con paso acelerado hacia el negocio, sin embargo no pude evitar mirar cómo me observaban los hombres y alguna que otra mujer al pasar. Esto hizo que redujese
el paso, que contoneara algo más mi cuerpo… Tengo 25 años, no soy muy alta, de estatura media, con curvas pero en su sitio, buen pecho y buen trasero, algo respingón, me había puesto una falda corta de vuelo y una camiseta ajustada con bastante escote, este modelito hacía que mi cuerpo se viese aún más exuberante y cada vez que daba un paso mi falda se subía un poquito y mis senos se bamboleaban. Llegué apurada pero a tiempo para abrir a las 9:00 en punto. El primer cliente que entró
era un hombre de unos 45
años, elegante de traje chaqueta, pelo algo canoso pero abundante y ojos oscuros.
-Buenos días señorita – saludó- vengo en busca de unos zapatos elegantes, de calidad.
- De acuerdo, un momentito, voy al almacén a por unos modelos y se los prueba a ver qué tal- respondí,
me gustaban sus ojos, su mirada hacía que se me pusiese la piel de gallina.
A mí regreso estaba sentado en el butacón del probador, había remangado un poco el pantalón del traje para que no se le marcasen rodilleras, y esto hacía que su entrepierna se marcase un poco, mi mirada se dirigía a esa zona pero en seguida la desvié, no sabía que me estaba pasando, podría ser mi padre y sin embargo empezaba a acalorarme.
Me agaché apoyando una de mis rodillas en el suelo para ayudarle a calzarse el zapato y cuando miré hacia arriba para preguntarle qué tal, el hombre tenía su mirada clavada en mi canalillo, algo normal teniendo en cuenta que la camiseta tenía un escote considerable y mis pechos
amenazaban con salirse por encima en cualquier momento.
-Ejem, esto… sí me gustan, quería algún par más sport, con cordones por ejemplo – añadió mirándome con esos ojos brillantes.
-Ahora mismo se los traigo- respondí
acercando la escalerilla para coger un par de exposición y mostrárselos. Vi como dibujaba el contorno de mis piernas con la mirada, empezaba a notar calor y humedad en mi zona más íntima y decidí entretenerme un poquito más para que se deleitara con las vistas, pero se dio la vuelta y se sentó de nuevo.
Cuando me acerqué a colocarle el nuevo calzado en el pie, entendí porque se sentó, en su entrepierna a través de la fina tela del pantalón, se
dibujaba un bulto de tamaño considerable, no sé porqué decido regalarle un buen momento al caballero y me acomodé de cuclillas, separando un poco las piernas, de forma que mi pequeño tanguita que apenas me cubría los labios se dejaba ver.
Éstos también me los llevo – dijo nervioso.
De acuerdo se los voy empaquetando –contesté,
tendría que utilizar más a menudo éste método de venta.
Me acerqué con las bolsas en la mano, hice que se me cayeran accidentalmente agachándome a recogerlas, no sin antes agarrarme a su pierna para levantarme y rozando levemente su paquete…
El elegante caballero se despidió con un gracias y salió por la puerta. Yo me notaba excitada, bajé mi mano y apartando mi tanguita toqué la humedad que desprendía mi coñito, como me gustaría poder masturbarme en ese momento, pero estaba sola en la tienda y cualquiera podía entrar…
En cuanto llegó mi jefe, aproveché para ir al baño a aliviarme. Me senté en la taza, me subí la falda y sin quitarme la ropa interior, metí un dedo por debajo y empecé a acariciarme el clítoris, estaba completamente hinchado, con un leve roce, las descargas de placer eran intensas, estaba muy lubricada y me metí dos dedos sin problema hasta el fondo, con el compás del roce del clítoris y los dedos en mi interior, imaginándome que es el madurito elegante quien me estaba haciendo suya, llegué a un orgasmo impresionante, sentí las paredes de mi vagina abrazando mis dedos, los fluidos resbalando por ellos y como el calor se apoderaba de todo mi cuerpo… Fue tan intenso que me sentí mareada.
Tras esa intensa jornada laboral, era hora de regresar a casa, como siempre que hago el trayecto en metro que a estas horas está a rebosar, me tuve que quedar de pie y cuando levanté la mirada veo a mi izquierda, muy cerca de mí al hombre elegante de por la mañana, me sonrojé al recordar el bulto que asomaba entre sus piernas y que palpé ligeramente, las vistas que le regalé y el orgasmo que había tenido pensando en él y que había dejado tan empapado mi tanga que todavía se encontraba húmedo.
Agaché la cabeza inmediatamente por vergüenza y así seguí hasta que noto que una mano me agarró por la cintura, giré la cabeza aunque el olor de su perfume ya le había delatado, era él, su mano se posaba fuertemente en mi vientre.
-Pensabas que después de provocarme te ibas a ir de rositas… te vas a enterar de lo que es bueno- dijo susurrando pero con un grave tono de voz.
-Yo, yo… - quería hablar pero no me salían las palabra – sentía como mi coño empezaba a palpitar y los pezones se me endurecían, pero tenía que hacer algo, una cosa era provocar y otra muy distinta dejar que un desconocido me manoseara – suélteme o empiezo a gritar, hay mucha gente y me defenderán.
- ¿Seguro que quieres que pare? – preguntó y al mismo tiempo metió una mano por debajo de mi falda y pasó su dedo por toda mi rajita, primero hacia delante rozando mi clítoris y de vuelta hacia atrás metiendo un dedo en mi agujerito, di un respingo, mezcla de placer y sorpresa y gemí levemente – Tu cuerpo no dice eso, estás encharcada.
-No no quiere déjeme-dije intentando apartar sus manos.
-Mira putita, si quieres uso la fuerza pero no me voy a quedar con las ganas, tú me provocaste recuérdalo, ¿o prefieres que llame a tu jefe y le diga que te dedicaste a enseñarme tus intimidades y que manoseaste a un cliente? ¿Qué pensaría?.
-Sería su palabra contra la mía… -repliqué.
-Y las cámaras de seguridad de la tienda… -se apuró a contestar.
Tenía razón, mi jefe no podía ver eso o me echaría inmediatamente, era una tienda de alta categoría, dejaría que este hombre me magreara un poco seguro que con eso bastaría
Podía sentir su pene apretándose contra mi culito, sentía su dureza y el calor que emanaba, quería apartarme, gritar, salir corriendo pero algo me lo impedía. Con su mano izquierda tirando de mi cintura me acercó más a él y la derecha la volvió a meter entre mis piernas empezando un toqueteo en mi rajita que me hacía temblar las piernas, yo intentaba no disfrutar,
morderme el labio para no gemir del placer, pero era imposible mi cuerpo reaccionaba ante mi chantajista. Él empezó a dibujar círculos en la entrada de mi agujerito, lo deseaba, necesitaba que me penetrase aunque fuera con los dedos, separé más las piernas inconscientemente y cuando pensé que me los metería, cuando estaba al borde del orgasmo retiró su mano.
-
Si quieres que te folle te vas a tener que portar muy bien- me dijo al oído- Prepárate nos bajamos aquí.
Pero esta no es mi parada, déjeme ir ya, ya me tocó… –atiné a decir.
Hoy sí, yo no te obligo, pero yo aún no he disfrutado, siempre puedo hablar con tu jefe, seguro que le encanta saber que te gusta seducir a hombres ricos, es tu decisión. – y tras decir esto se fue acercando a la puerta de salida preparándose para bajar.
La cabeza me daba vueltas, ¿qué estaba haciendo? Me había dejado manosear por un desconocido en el metro, en medio de la gente y ahora estaba dudando en ir con él… pero necesitaba mi trabajo, si mi jefe veía en el vídeo como coqueteaba y como abría las piernas para que el cliente me viese mis partes me echaría sin pensarlo, por otro lado me notaba tan caliente…, así que me acerqué a la puerta y me coloqué a su lado.
- Así me gusta, desde que te vi
lo supe.
¿Qué supo señor?
Que eres una putita, que te gusta follar, se nota en cómo te muerdes el labio, en tu contoneo y hasta en tu olor.
Esta frase me hizo pensar en si el encuentro en el metro había sido casual o me había seguido, pero ahora ya daba igual…
Bajamos en una parada en un barrio que yo no conocía, caminamos a paso apurado por varios callejones hasta que llegamos a un motel barato con pinta de estar poco limpio. Entramos y una señora muy pintarrajeada nos dio una habitación no sin antes mirarme de arriba abajo, mirar a mi acompañante y esbozar media sonrisa. Seguro que había pensado que yo era una puta al ver la diferencia de edad.
Subimos por una escalera hasta un largo pasillo, giramos a la derecha y ahí estaba nuestra habitación. Era un habitáculo cuadrado pequeño, con una cama de matrimonio con una colcha floreada en medio, una mesita de noche, un sillón en una esquina y una mesa camilla con un jarrón con flores de tela llenas de polvo… no era lo que se dice un nidito de amor, pero ahora mismo solo pensaba en que me iban a violar.
-Muy bien putita, vas a hacer todo lo que yo te diga ¿está claro? Quiero que te desnudes, vamos a ver bien ese cuerpo de zorra que tienes.
Empecé a desvestirme lloriqueando, dejando a la vista mi pequeño tanga y mi sujetador de encaje a juego, desabroché el cierre del sujetador y lo tiré a un lado, luego baje mi tanguita y mostré mi pubis perfectamente depilado, solo tenía un pequeño cuadradito de pelo en el monte de Venus.
- Siéntate y abre las piernas- ordenó, y así lo hice, sentí fresquito en mis partes y eso me agradó, él se quedó mirando, luego acercó una mano y la pasó por mi rajita, se la llevó la mano y probó mis jugos- Tienes un coño perfecto de puta, depilado, húmedo y caliente.
No sé porque esas duras palabras en vez de enfadarme, me ponían más y más caliente.
-Vamos a ver si te sabes comportar en la cama, ponte de rodillas- me mandó.
Yo sumisa lo hice, deseaba ver su miembro desde que por la mañana lo había intuido, y ahí estaba ese hombre sacándose la ropa hasta que su polla erecta quedo apuntando a mi cara. Era grande unos 20 cm, pero sobretodo ancha, nunca había visto una tan ancha, gruesas venas la recorrían
hasta llegar a un glande sonrosado y brillante por la excitación.
Se la agarró y empezó a rozarla por toda mi cara, dándome pequeños golpecitos por las mejillas la frente… su intención era humillarme pero a mí lo único que hacía era calentarme.
-Abre la boca zorra, te la vas a comer enterita- no podía creerme que el que estaba hablando era el mismo señor educado de por la mañana.
Abrí la boca y de un solo golpe me la metió, inició un mete saca como si me estuviese follando la boca, hasta que la sacó, no hizo falta que me dijese nada, la agarré suavemente con mi mano y rocé su glande con la puntita de mi lengua, sentí como se estremecía.
-Mírame a los ojos mientras lo haces- gritó- Levanté la mirada hasta encontrarme con esos ojos oscuro y continúe bajando dando lengüetazos por el tallo hasta llegar a la base y me la metí de golpe casi hasta la garganta, provocándome una pequeña arcada. Con la otra mano comencé a masajearle los huevos, nunca me había entusiasmado el sexo oral, a mis ex novios se lo hacía más por compromiso que por otra cosa, pero esta polla me tenía obnubilada.
Iba cambiando, dando lengüetazos suaves, besos o tragándomela entera. Pensaba que si le hacía correrse me dejaría ir… pero me equivocaba.
-Basta, túmbate con las piernas bien abiertas- me ordenó.
Le hice caso de inmediato deseaba, se colocó a horcajadas encima de mí y me pellizcó los dos pezones, retorciéndolos y haciéndome gemir. Agarró una de mis tetas con fuerza, la apretó y se la llevó a la boca, succionó el pezón y lo mordió suavemente, este hombre estaba haciendo que perdiese el control. De repente bajó y se colocó entre mis muslos, comenzó a lamer y dar pequeños mordiscos por la cara interna de mis muslos, iba de uno a otro, hasta que llegó a mi sexo y lo chupó con placer, lo besó como si de una boca se tratara, jugando con su lengua y recorriendo cada uno de sus recovecos. Sentía esa lengua dura explorándome, introduciéndose en mi agujerito lo más adentro que podía y vibrando en su interior, y como con esos labios succionaba mi clítoris y estaba al borde del orgasmo.
-Sí sigue, sigue por favor- rogaba entre gemidos deseando correrme- Me corro, me corro
Pero justo cuando estaba a punto de tener uno de los mejores orgasmos de mi vida, cuando ya sentía como mi coño se contraía y mi cuerpo se tensaba paró, miró hacia mí y se rió.
-Putita, quiero que llores suplicando que te deje correrte- río ese desgraciado, que era la segunda vez que me llevaba al borde del orgasmo y me dejaba a medias.
Se me ocurrió bajar mi mano y tocarme para acabar con esa tortura, pero cuando él me vio me agarró la mano con fuerza y la apartó.
-No te he dado permiso para que te hagas una paja
¿verdad?,
ahora vas a recibir tu castigo- gritó fríamente, y acto seguido se acercó a su pantalón y sacó el cinturón de piel que llevaba.
Lo miré aterrorizada, eso sí que no, había dejado que me humillara, me había ido a un motel con un desconocido pero que me pegara era demasiado.
-No no no, déjame irme por favor- lloriqueaba, pero me agarró por un brazo y me tumbó en su regazo, notaba su polla dura clavándose en mi abdomen cerca de mi pubis.
-Si te portas mal, tienes que aprender a recibir tu castigo jajaja.
-Ahhh – grité con el primer cinturonazo- la piel de mis glúteos me ardía y notaba que se estaba poniendo roja.
- Umm, esto te dejará mucha marca, y eso no me interesa –dijo, y acto seguido tiró el cinturón, creí haberme librado, hasta que sentí su mano chocar contra mi nalga izquierda.
Sentía su mano contra mi culo una y otra vez, y su polla rozándose contra mi pubis, y lo que al principio era un dolor insoportable, se estaba convirtiendo en algo muy placentero, cada vez me gustaba más esa sensación de cada nalgada, y es sentir su miembro duro hicieron que los gritos pasaran a ser de dolor a ser de placer.
-Ahh, ummm, ahhh – gemía cada vez más fuerte, y comencé a moverme sin apenas darme cuenta rozando mi sexo contra su pierna.
Él se dio cuenta y paró, se rió con una sonora carcajada y me dijo:
-Así que al final mi castigo te gustó, eres más puta de lo que pensaba- Y dicho esto me agarró el coño apretándolo con una fuerza que creí que me lo iba a arrancar y haciéndome fallar las piernas de lo caliente que estaba.
Empecé a llorar, no de dolor, sino de desesperación, necesitaba quitarme el calentón. Él al verme me agarró de la mano y me tumbó en la cama suavemente.
-Muy bien pequeña, ¿ves como ibas a llorar para que te la metiera?, pídemelo quiero oírte.
-Señor métamela, estoy caliente como una perra y necesito correrme- ni yo me creía que estuviera hablando así y pidiéndole a un chantajista que me violase.
Se abalanzó sobre mí y de una sola estocada me la ensarto hasta los huevos, podía notar cada centímetro de esa polla dura en mi interior, me llenaba completamente y me corrí, mi coño empezó a contraerse fuertemente abrazando ese pene que tanto anhelaba y expulsando tanto fluido como no había hecho nunca.
Pero él no paró, ni un segundo siguió bombeándome, colocando mis pies en sus hombros, metiéndomela con furia, mientras mi coñito lo recibía con alegría, se podía sentir el chapoteo de nuestros sexos.
-Que cerradito lo tienes y como aprietas cabrona.- dijo y me agarró para darnos la vuelta de forma que quedé encima de él- Móntame, quiero ver como lo haces, como se menean esas tetas que tienes.
Empecé a ondular las caderas, primero muy suavecito, paraba un poquito y hacía pequeños círculos, luego aumenté el ritmo como mí cuerpo lo pedía y empecé un sube y baja, me la sacaba hasta casi tenerla a fuera y la volvía a meter de golpe dejándome caer sobre él, hasta que me quedé quieta y mi coño empezó a contraerse, el levantó su pelvis haciendo que su polla se clavase hasta casi mi útero y tuve un orgasmo detrás de otro, me sentía mareada, gritaba, gemía, lloraba.
- Ponte a cuatro patas, aún no hemos acabado, estoy seguro de que ese coño de zorra que tienes quiere más polla.
-No puedo más – y no mentía estaba a punto de desfallecer, pero él no se había corrido y le hice caso, me coloqué a cuatro patas y apoyé mi cabeza en una almohada.
Me cogió de la cintura y así desde atrás pasó su deliciosa polla por mi coño, rozando su glande entre mis dos nalgas varias veces, haciendo que lo volviera a desear dentro de mí. Desde ese ángulo, él tenía una panorámica perfecta de mi rajita, que en estos momentos estaba dilatada, brillante por la humedad y palpitante por la excitación. Bajó la mano que tenía en la cintura a mí clítoris y empezó a masturbarme fuertemente, con la otra mano dirigió su miembro a la entrada de mi vagina, presionó y comenzó a follarme salvajemente. Sentía el roce de su polla en mis paredes vaginales, en esa postura mi punto G estaba siendo estimulado directamente y otra cadena de orgasmos me sobrevino, mi coño se contrajo tanto y apretó de tal forma su polla que no pudo evitar correrse salvajemente, sentí varios espesos chorros de su leche en mi interior, dio una última estocada que hizo que volviera a correrme y un último chorro salió llenándome por completo.
Cuando retiró su polla una mezcla de sudor, jugos vaginales y semen corría entre mis piernas. Me miró y fríamente me dijo:
Tenía muchas ganas de estrenarte ese cultito sonrosadito y prieto que tienes, pero te haría perder valor, y quien lo estrene pagará mucho. Ahora dúchate y vístete, que te voy a llevar a tu nuevo lugar de trabajo. Les vas a encantar.
No… no entiendo… Yo me voy a mí casa – titubeé.
Tú te vienes conmigo, esto ha sido una entrevista de trabajo y la has pasado enhorabuena, ahora ve a lavarte.
Continuará…