Una Decisión Caliente

Después de pensarlo mucho accedí a tener sexo con un viejo conocido y la experiencia fue casi que pletórica

UNA DECISIÓN CALIENTE

Llevaba algunos días insistiéndome en que tuviésemos sexo, yo estaba con un mar de dudas, temía verle, él había develado una tensión sexual entre los dos que yo me negaba a aceptar, su insistencia, persistencia y pasión me fueron convenciendo con cada whatsapp que me enviaba, comenzaba con palabras, pequeños párrafos cargados de erotismo, con los días ya cargado de más valor comenzó a enviar fotos de su miembro erecto, cada imagen era tan real, tan excitante que casi que olia a sexo.

Después de mucho dudar, de inventarme mil y una excusa accedí a verle, a tener un encuentro con él. Quedamos en que me recogería en cierto lugar de la ciudad y de allí iríamos al Motel, disponíamos de poco tiempo, pues su trabajo le absorbe mucho y necesitaba viajar esa misma noche.

Apenas abordé al carro lo vi, su saludo fue una sonrisa y un apasionado beso, me quede petrificada, mi cuerpo reaccionó al instante enviando una señal eléctrica a mi vagina que se contrajo al instante, trate de disimular mi respiración acelerada mientras su lengua, su experta lengua hurgaba mi boca, la recorría con extrema maestría, su boca tenía un ligero sabor a nicotina, que le daba un toque medio agridulce al beso. No tardamos en poner en marcha el coche.

Entrando a la habitación el deseo se podía respirar, él fue directo a la ducha, tenía todo el día trabajando y quería asearse, yo lo espere en la cama, desnuda y media cubierta con la sabana de algodón blanco, mientras se bañaba yo trataba de calmarme, los nervios me estaban traicionando pero las ganas de sentirle fungían de contra peso. Al verle salir del cuarto de baño el temblor interno se intensificó, mi boca quedo completamente seca y no pude evitar morderme el labio, mis ojos no dejaban de ver aquel cuerpo desnudo que se acercaba a mí, su pene erecto parecía más grande de lo que había visto en fotos, yo le calculaba unos 18 cm de longitud por unos 4.5 de grosor, estaba muy erecto y se notaba súper firme.

Su caminar hacia mí era lento, sentía que su mirada me desnudaba a pesar de ya estar sin ropa, mi piel se erizaba y de lo más profundo de mí broto un suspiro que sirvió para que el esbozara una sonrisa, y como un lobo hambriento se abalanzara sobre mi a comerme la boca, sus besos eran calientes, sus labios carnosos y suaves, su lengua inquieta y sin pender tiempo me fue despojando de la sabana que cubría mi cuerpo, me aferré a su cuello y espalda, sujetándome tan fuerte como si de ello dependiera mi vida, lentamente me fue acostando sobre las almohadas y sus manos acariciaban mis senos, mis pezones estaban firmes, receptivos a cada caricia y a la espera de ser mimados con su boca persuasiva, mis deseos no se hicieron esperar y después de admirar mis turgentes senos, sentí como el calor y la humedad de sus labios comenzaron a rozar muy despacio mis pezones, en ese momento no podía pensar, sólo sentía su desbordada pasión, sus ganas, su fuego, ese hombre al que evite muchas veces ahora me devoraba y me gustaba.

Lentamente mientras disfrutaba de mis senos su mano bajó al centro de mi placer, y tocando muy delicadamente fue abriendo mis labios vaginales, para separarlos y encontrar el pequeño capuchón que cubría mi clítoris, al llegar a él un intenso golpe de electricidad me recorrió, me sentía completamente húmeda y con su dedo medio comenzó a dibujar pequeños y delicados círculos que intensificaban todas mis sensaciones. Inmediatamente y de manera sorprendente se ubicó en medio de mis piernas e inicio un exquisito sexo oral, parecía sediento de mi, tomando de mi fuente y con cada lamida mi cuerpo se tensaba y relajaba al mismo tiempo en una sincronización parecida a una danza, yo le agarraba por la cabeza y respiraba de manera acelerada, mi boca se sentía seca y pequeños gemidos comenzaron a salir de mi, no tarde en correrme en su boca, sus lamidas eran casi que celestiales, el me repetía que no se podía creer que al fin me estuviese haciendo suya.

Desesperada por chupar su precioso falo me retorcí sobre la cama y quedando debajo de él me dedique a extasiarme, lo lamia, lo besaba, recorría todo el erecto pene con mi lengua y mis labios, alternaba metiéndolo lo más que podía dentro de mi boca, intentando hacerle una garganta profunda, pero me era imposible dado la longitud de su miembro, sin embargo el gruñía de placer, se que le gustaba y yo lo disfrutaba, ahora su placer lo dominaba yo, yo, era el amo y el mi esclavo, hice que temblara de gozo muchas veces y de manera inesperada me tumbó sobre la cama, clavando su falo de una sola embestida, un grito de placer salió de mi boca, la humedad de mi vagina le facilitó la penetración y al sentir todo su miembro recorriendo mi interior los sensaciones que me producían se asemejaban a las burbujas del champagne cuando van subiendo, era delicioso, sus penetraciones continuas podían tocar mi punto G y llegar muy profundamente, me cambiaba de posiciones, me daba pequeños y sensuales azotes en mis nalgas.

Nuestros movimientos se sincronizaron, y ambos buscábamos dominarnos, regalarnos placer, disfrutarnos mas y mas, tanto así, que nuestras bocas no dejaban de besarse, nos estábamos devorando, y en medio de ese calor, de esa pasión, llegamos juntos a “la petite mort”, un orgasmo de grandes magnitudes que nos dejo a los dos sin aliento y exhaustos de ese placer que tanto ansiábamos y necesitábamos